Dos nuevas vecinas (3)

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Parte 2

Tardé unos minutos en procesar lo que había ocurrido. Buenas noches. ¿Cómo que “buenas noches”? Marta me la acababa de chupar en la cocina de su casa, sin que lo supiera su compañera de piso. A la que me había follado apenas un par de horas antes.

Volví a la cama de Carol mientras seguía pensando en aquello. No entendía el juego de Marta. Nos espiaba mientras teníamos relaciones sexuales. Igual de furtivamente nos habíamos masturbado mientras nos mirábamos, pretendiendo que el otro no nos veía. Pero era la primera vez que tenía una interacción tan directa conmigo. Era extraño, si tenemos en cuenta que por lo general no se atrevía ni a mirarme a la cara cuando hablábamos.

Noté que Carol se pegaba a mi espalda para dormir. Sus suaves tetas contra mi espalda eran muy agradables. Pero me daba mucho miedo la situación. Marta podría contarle lo que había ocurrido en cualquier momento. Y a lo mejor se lo tomaría diferente si se lo confesaba yo antes, pero no tenía ni idea de cómo sacar el tema. Cualquier cosa podría estropearlo todo.

Sí, Carol me había dicho que no teníamos ningún tipo de compromiso. Pero si eso era verdad, ¿no podría haber ido Marta de frente conmigo?

“¿No consigues dormir?”, me susurró alguien al oído. Tuve que confirmar que era Carol.

“No”, confesé.

“Yo tampoco”, me dijo y empezó a hacerme una paja lenta. “También me he quedado con ganas de más”

“No hace falta esto”, le dije pero mi falo parecía ir por libre y ya estaba preparándose para un nuevo polvo

Me giró bocarriba y se subió encima de mi. Todo su cuerpecito encima del mío, y bajó hasta que se metió mi rabo suavemente. Nos movimos muy despacio. Ella me besaba mientras seguía montándome. Sujeté su culo y me moví con más ganas. Qué demonios, si no podía dormir iba a acabar con toda mi energía.

Carol se aferró a mi jadeando por mis embestidas. Sí, le gustaba el estilo duro. Sentí sus labios contra mi cuello para acallar sus gritos mientras nos corríamos los dos. Me sonrió. Dudé. ¿Seguro que era sexo sin compromiso? Todo indicaba que antes o después íbamos a terminar de novios. Y eso, si Marta seguía siendo furtiva, podría ser un problema.

Lo bueno era que al día siguiente, yo trabajaba en mi casa y Carol bajaría después de cenar, de modo que Marta no podría mirarnos ni tendría ocasión de asaltarme. No os equivoquéis: como ya he dicho, estaba buenísima, y encontraba halagador que se interesara por mi. Pero el secretismo nunca me ha gustado.

Antes de que Carol viniera a mi casa, empecé a prepararlo todo. Mi casa tenía bañera, por lo que decidí llenarla para los dos. Pensé que un par de velas aromáticas podía ser excesivo, pero aún así las puse. No tardó mucho en llegar, y yo la recibí.

“Veo que estás en todo”, me dijo, viendo el despliegue que había en el baño. “Así que, ¿vamos a bañarnos juntos?”

“Es la intención. Si te parece bien, claro”.

“Me parece de maravilla”

Así que nos desnudamos. Yo había dejado las toallas cerca de la bañera para cuando saliéramos. Aproveché para mirar todo el cuerpo de Carol mientras se quitaba la ropa. No me cansaba de ello, estaba muy buena. Con cuidado entré en la bañera y le tendí la mano. Ella entró conmigo y me senté, permitiéndola ponerse encima de mi. Mi pene se amoldó entre sus cachetes.

“Hacía años que no me daba un baño así”, suspiró. El agua estaba a la mejor temperatura. Levantó los brazos, en una invitación para mi, así que empecé a sobarle las tetas.

“Sí, me he dado cuenta de que en vuestra casa hay una ducha”, recordé.

“El dueño reformó el piso, al parecer”, me explicó. “Por eso nuestro salón es más pequeño, construyó una habitación para su hijo”.

“Comprendo”, dije. Era cierto que las dos casas parecían casi iguales, pero esas discrepancias llamaban mi atención. Lo bueno era que mi dormitorio era el que justo quedaba debajo del de Carol, por lo que no había riesgos de que Marta nos oyera cuando lo hacíamos en mi cama.

“Veo que no te interesa mucho lo que te cuento”, dijo Carol entre suspiros. Supuse que lo dijo porque yo no dejaba de manosearle las tetas. Las acaricié un poco más despacio.

“Perdona”, le dije. “Es que me gustas mucho”

Lo dije casi sin pensar, pero a ella no parecía alterarle mi comentario.

“Tú a mi también. Pero sabes que solo somos amigos con privilegios, ¿no?”

“Claro. Y eso hago. Tomar mi privilegio”, respondí, y bajé una mano a su coñito. “¿Te gusta lo que te hago, Carol? ¿Te gusta cómo te lo hago?”

“Pensaba que me llamabas nena”, bromeó.

“Ten cuidado, nena”, le dije. “No querrás provocarme”, mi dedo empezó a estimular su clítoris. “¿Verdad?”

“Si provocarte consigue esto… lo voy a hacer”, dijo Carol. “Aaaaah”, protestó cuando le apreté uno de esos pezones que me pasaría el día en ellos. “Sé un poco más gentil” me pidió.

“Perdona”, dije, y la masturbé un poco más despacio. “¿Te puedo hacer una pregunta?”

“Claro”

“¿No tienes ningún juguete?”

Lo había pensado desde la primera vez que vi a Marta masturbándose. Esa putilla parecía tener el arsenal de una sex-shop en su poder, y me preguntaba si Carol no tendría algo que le diera placer cuando no tenía a alguien como yo a mano.

“¿En serio quieres saberlo?”

“No me voy a poner celoso de una máquina”, le dije.

“Tengo… un vibrador”, dijo mientras mis dedos la penetraban. Acaricié de nuevo su clítoris. “De esos modernos… Lo controlo con el móvil”.

“Qué interesante”, le dije. “¿Y lo usas mucho?”

“Antes sí…”

“¿Antes cuándo?”

“Antes de conocerte”, dijo con una sonrisa.

“Me gustaría usarlo”

“¿Qué?”

“Que quiero usarlo. Contigo”, expliqué. Creo que no me había entendido bien. “Quiero que me des el control y darte placer”

“Me da… vergüenza”, dijo. Se estaba poniendo colorada.

“¿Más que esto?”

“No hables”, me pidió. Jadeaba y gemía mucho. “Por favor… necesito correrme”

Así que la masturbé más aún mientras volvía a estimular sus pezones con cuidado. Estaba muy cachonda. Gemía y suplicaba y logré que se corriera. A pesar de estar dentro de la bañera llena, pude notar cómo chorreaba. Probé el sabor de su zumito pero estaba muy diluido con el agua. Bueno, no pasaba nada por ello.

“Te dejaré usarlo algún día”, me prometió. “Pero ahora, quiero tu polla”

Pensé que follaríamos, pero no por el momento. Me pidió sentarme en el borde de la bañera, y lo hice con las piernas separadas. Verla en cuatro para mi en la bañera era muy sexy, y empezó a chupármela. Le aparté un poco el pelo para verla mejor, y me miró a los ojos. Le gustaba tanto o más que a mi. Me quedé así, acariciando su cabeza con cuidado mientras me daba placer. Solo dejó mi rabo un rato para chuparme también los huevos, con mucho cuidado. Noté sus dientes rozarme y aquello me ponía más cachondo.

“Eres adictivo”, me dijo. “Nunca me había dejado llevar tanto”.

“Me alegro”, dije y ella volvió a chupármela.

De pronto lo sentí. Iba a correrme. Pero no dije nada. Pensé en hacerlo pero me daba morbo lo que me había dicho: que era capaz de notarlo. Si no era así, volvería a avisarla. Pero sí, acertó con el momento en que me corrí.

Lamentablemente, mi carga fue mayor que la habitual. Se apartó, de modo que manché su carita con mi lefa. No solo eso, noté que le había caído por el pelo e incluso por las tetas.

“¡Lo siento!”, le dije. “¡Perdona, perdona, perdona! ¡No quería!”

“Calma”, dijo ella, en tono suave. “Supongo que te ha gustado”

“Mucho. Pero no quería mancharte”

“Ha sido mi culpa. Vi que ibas a correrte, pero no me esperaba algo así. Supongo que estoy mejorando”

“No digas eso”, le dije. “En serio. Aunque…” me callé.

“Aunque ¿Qué?”

“Aunque fueras la que peor la chupa del mundo, y no lo eres, no se me ocurriría criticarte. No tienes por qué hacerlo, al fin y al cabo”

“Lo sé. Por eso me gusta hacerlo contigo. No eres ningún egoísta”, dijo. “Solo quiero pedirte una cosa. ¿Podrías ayudarme a limpiarme?”

No podía negarme. Con mucho cuidado, la ayudé en primer lugar a salir de la bañera y la envolví en la toalla grande. Agachados al lado de la bañera, primero le limpié la cara y las tetas con una esponja. Luego eché su cabeza hacia atrás, dejando su cabello en el agua de la bañera, y le ayudé a quitarse de ahí los restos de semen.

“Gracias”, me dijo. “Espero que esto no te haya cortado el rollo. Aún no te he tenido dentro de mi”

No pude esperar ni a llegar al cuarto. Envueltos en las toallas, abrí la suya y separé sus piernas. Ella seguía apoyada en la bañera y mi polla entró de un movimiento dentro de ella. Se aferró a mi mientras me la follaba. Nos besamos en el sueño de mi baño mientras bombeaba su interior con mis movimientos. Le arranqué gritos de placer, y más aún cuando le mordisqueé las tetas. Sus pezones eran una puta debilidad.

“Voy a correrme dentro de ti, nena”, le dije.

“Síííí, hazlooo”, pidió. “Córrete, córrete por mi”

Y me vine dentro de ella. Pero ella no me soltaba.

“Me encanta como se siente”, me dijo.

“Me alegro, porque pienso seguir haciéndolo. Y ahora, deberíamos levantarnos”

“Eso creo”

Fuimos a mi cuarto, con ella aferrada a mi como si fuera un koala. Seguíamos desnudos, y mi polla volvía a estar dentro de ella: cuando me había puesto en pie había aprovechado para engancharse. Cada paso que daba se la metía y se la sacaba, pero nos dio tiempo a llegar a mi cama antes de volver a follar más cómodamente. La tumbé en la cama y separé sus piernas al aire para hacerlo más cómodamente. Ella se adaptaba genial a mis movimientos, y sentí sus chorros deslizarse por mi polla antes de correrme de nuevo.

“¿Algún día bajarán las ganas?”, me preguntó mientras se hacía un ovillo contra mi para dormir.

“No sé. Tengo casi treinta años y siempre he tenido ganas de sexo”, bromeé.

“Vaya, a mi también me ocurre. Pero si digo eso se intentan aprovechar de mi”

“… Carol, si alguna vez piensas que yo…”

“Si alguna vez creo que te aprovechas de mi, cortaré nuestros encuentros tranquilamente. No sufras, nos lo pasamos muy bien”

Y nos echamos a dormir.

Al día siguiente volví a subir a su piso. Después de cenar, habíamos establecido que también teníamos derecho a cenar a nuestra bola, por lo que esa noche solo subía para “cumplir con mi deber de hombre”.

La puerta la abrió Marta, y me sorprendió verla. Llevaba un pijama de manga larga. Pero de pernera corta.

“Pasa”, dijo al verme. Ni un atisbo de deseo. Nadie pensaría que dos días antes me la había chupado furtivamente en la cocina. Solo había un pequeño cambio. No apartaba la vista. Era capaz de mirarme. “Dice que ya te está esperando”, me informó. “Yo me voy a mi cuarto”.

Intenté analizar la frase. ¿Era una invitación? ¿Quería un segundo encuentro a escondidas? Si ella y Carol no fueran amigas, indudablemente me habría arriesgado a verla después de montármelo con mi rubia. Pero no era el caso, por lo que no iba a correr un riesgo tan estúpido. De hecho, esa noche por mal que estuviera había tomado la determinación de no salir del dormitorio. Ni para beber ni para mear.

“Hola, tiarrón”, saludó Carol cuando entré en su dormitorio. Estaba completamente desnuda para mi.

“Hola. ¿Me has echado de menos?”

“No sabes cuánto”

Corrió hacia mi y me arrancó la ropa prácticamente. Antes de darme cuenta estaba completamente desnudo.

“Espera, espera, ansiosa. Te debo una”

“¿Una qué?”

Lo entendió rápido, pues la levanté con los brazos y la arrojé sobre la cama. Aterrizó bocabajo, y en ese momento le separé las piernas, hundiendo mi cabeza entre medias para comerle el coño. El sabor que tenía me gustaba mucho. Con mi dedo me ayudé para darle caña a su clítoris, volviéndola loca de placer. Se sujetaba a las sábanas con fuerza.

“No es justoooooh”, gimió. “No me has dejado prepararmeeeeeh”

“Disfrútalo, nena”, le dije. “Córrete para mi”

“Sí, tu nena se va a correeeeeer, sigue asííííh, justo ahíííih”, gemía sin que mi lengua le diera un solo momento de tregua. Conseguí que se corriera por completo en mi boca. “No me puedo creer que no te de asco”, comentó.

“A ti tampoco parece que te lo de cuando me la chupas”, le dije. “Me gusta mucho tu sabor”.

“Me alegro”, dijo. “Y ahora, prepárate. Hoy me toca a mi ponerme encima”

“Ah, ¿si? ¿Y qué has pensado?”, le pregunté curioso.

Siguiendo sus instrucciones yo solo me tumbé en la cama bocarriba. Ella se sentó encima de mi, pero no de frente, sino de lado. Dejó resbalar su coñito sobre mi polla y empezó a cabalgarme de aquella forma. Miré hacia el espejo, y pude contemplar su cuerpo completamente desnudo mientras se estimulaba los pechos. Yo no podía limitarme soloa mirar y empecé a acariciarle el culo, preguntándome si algún día me permitiría hacérselo por detrás.

“¿Te gusta?”, me preguntó. “¿Quieres que vaya más rápido?”

“Tampoco quiero que te canses. Me gusta así”, le dije. “¿Te gusta ir encima?”

“Me gusta todo lo que hacemos”, respondió. Intenté girarme hacia la puerta, pero el cuerpo de Carol me lo impedía. Sin embargo, ella no vigilaba. Seguía sin saber que Marta nos había espiado mientras follábamos. Solo se ocupaba de que mi polla entrase bien dentro de ella hasta que me corrí, inundando su interior.


“Ha sido genial”, le dije mientras se acoplaba encima de mi.

“Pues aún no lo has visto todo”, dijo.

Yo era un pelele en ese momento en sus manos. Ella tiró de mis piernas hasta que me colgaban por el borde de la cama. En ese momento aprovechó para trepar encima de mi y se sentó de espaldas a mi. Su coñito engulló mi polla, como si estuvieran predestinados a unirse en todo momento. Empezó a cabalgarme, más rápido que la última vez.

“¿Qué tienes por aquí?”, preguntó mientras me acariciaba las pelotas.

“Tú sabrás”, bromeé, y ella me los siguió masajeando sin bajar el ritmo. Llevaba un buen ritmo de subida y bajada por mi falo. Desde mi posición podía ver perfectamente su culo y el punto donde nos uníamos. Me ponía muy cachondo. Y ella también lo estaba, y nos corrimos a la vez aquella noche. Me incorporé rápidamente, y aproveché para echar un vistazo a la puerta. Estaba cerrada. O no nos había espiado… o había disimulado más.

Por la noche, algo me despertó. Yo estaba tumbado bocarriba, y Carol se había deslizado poco a poco por mi cuerpo y había aterrizado en el colchón bocabajo. Miré a la ventana, y pude ver a Marta. Estaba completamente callada. Pero no había silencio en la habitación. Podía escuchar algo. En ese momento me di cuenta. Se estaba masturbando mientras miraba.

Aunque la miré, ella no parecía darse cuenta de que la había pillado. Tenía toda su atención por mi torso desnudo. Especialmente concentrada en mi polla, pensé. Y aquello provocó que se me pusiera aún más dura. La vi relamerse el labio. Probablemente, estaba pensando en la otra noche en la cocina. Le sonreí, pero ella me ignoró y siguió metiéndose los dedos. Solo hizo un gemido audible al final, cuando terminó.

Cerré los ojos un momento y cuando los volví a abrir, ella se había marchado. Miré hacia la puerta, pero estaba completamente cerrada. ¿Lo habría soñado? Me había parecido real, pero no habíamos tenido contacto como para saberlo.

La sorpresa me la llevé al día siguiente. Yo había ido a mi casa a trabajar nuevamente. Y me había despedido por la mañana de Carol con la mayor normalidad. La sorpresa fue que me envió un mensaje al móvil, que por favor, subiera a verla.

Me extrañaba, ya que normalmente no necesitaba decírmelo. Pero fui para allá. Marta me abrió la puerta.

“Ven”, me dijo al verme. Ni un comentario, nada delataba lo que había visto la noche anterior. “Está en su cuarto”.

Seguí a Marta, aunque me conocía bien la casa como para no hacerme falta. Era extraño, Carol tenía la persiana bajada. Y no tenía muy buena cara. Marta nos dejó solos.

“¡Carol! ¿Qué te ha pasado?”, pregunté.

“Ven, porfa”, susurró. “Tranquilo, no es contagioso”

“¿Estás bien?”

“No. Me ha bajado la regla”, me dijo. Parecía avergonzada por una cosa así. “Es terrible. Os envidio a los que no la sufrís”, dijo con una sonrisa.

“Joder. Para tanto es?”

“Para mi, los dos primeros días son los peores”, me dijo. “Me duele muchísimo la tripa… Lo siento, tendremos que posponer un poco nuestros encuentros”, dijo con una sonrisa de pena.

“No te preocupes por eso”, le dije. Por algún motivo, le di un beso en la frente. “Tú recupérate.”

“Gracias”, respondió.

“¿Necesitas algo? ¿Quieres que te prepare algo de cena o…?”

“No, no, no hace falta. Marta me hará una sopa para la cena”

“Puedo encargarme yo”

“¡No! De verdad, no hace falta”

“Como quieras. Si cambias de idea, dímelo”

“Te escribiré. Ahora solo necesito estar sola”, dijo arrebujándose en la manta. “Es como mejor estoy en estos días. Un poco de tele y dormirme”

“De acuerdo. Descansa entonces”

Me levanté y salí de allí. Pensé en irme de la casa, pero me parecía un feo detalle no avisar a Marta. Miré en el salón, pero no estaba. Ni en la cocina. Ni en su habitación que tenía la puerta abierta. Joder, no se había molestado en guardar el dildo. Bueno, era libre de usarlo si quería. Así que solo podía estar en…

“¿Marta?”, dije llamando al cuarto de baño.

“Dime”

“Me voy a ir”

“Entra”

“¿Qué?”

“Entra”, repitió ella.

Con cierto miedo, abrí la puerta y entré. No me lo podía creer. Marta se había estado dando una ducha mientras yo hablaba con Carol y ahora estaba ahí, tapándose con un albornoz. Es decir, que me dio tiempo a ver todo su cuerpo mojadito mientras se lo ponía.

“¿Cómo está?”

“Eh, bueno, dice que va a estar sola”

“Sí, ya me la conozco. Pobrecilla”, dijo. Su voz sí que parecía de lástima en ese momento. “Siempre lo pasa mal los primeros días de la regla”.

“Ya me ha dicho… También me ha dicho que me vaya, que no necesita nada. Si le hace falta algo, ¿te encargas?”

“Claro”, me respondió mientras salía de la ducha.

“Perfecto. Pero si necesitas una ayuda con algo, o que os haga la cena, dímelo, de verdad, no pasa nada”

“Te lo agradezco”

“Vale, pues me voy…”

Creo que Marta estuvo a punto de decirme algo, pero se calló. Yo no quería seguir interrumpiendo su intimidad. Aunque en realidad, tenía un montón de preguntas que hacerle. Sobre su mamada furtiva, sobre espiarnos a Carol y a mi follando, y si anoche se había masturbado mirándome de verdad o lo había soñado. Y quizá ella me hubiera respondido, porque parecía expectante, pero no dije nada y me marché.

Por el resto de la tarde no escribí mucho a Carol. No la quería agobiar, ni hacerme pasar por un novio ni nada por el estilo. Solo le envié un mensaje a la hora de cenar. “¿Cómo sigues?”, y me respondió con un “Bien, gracias”. Solo un rato más tarde me envió otro mensaje. “Buenas noches”.

Supuse que se había ido a dormir, así que pensé que no me quedaba mucho que hacer esa noche levantado, así que me levanté para irme a la cama. Pero cuando salí al pasillo escuché la puerta. No sonaba el timbre. Alguien al golpeaba. Fui a ver quién era.

“Marta”.

“Hola. Carol se ha dormido”, me informó.

“Perfecto. ¿Necesitaba algo?”

“Sí”

Y me besó. Cerró la puerta a su espalda y se enganchó a mi. Tardé un poco en ser capaz de reaccionar.

“¿Qué haces?”

“Me has preguntado si necesito algo. Necesito sexo”, respondió.

“¿Por qué?”

“¿Porque da mucho placer?”

“Me refiero. Por qué conmigo”, dije confuso.

“Porque tú también lo necesitas esta noche, ¿verdad? Y estoy segura de que lo haces muy bien”, respondió.

Antes de darme cuenta nos estábamos besando de nuevo. Parecía totalmente diferente en ese momento. Era cálida, y cercana, y sus labios tenían un sabor exquisito. Llegamos a mi habitación, y caímos sobre la cama. Marta parecía completamente desatada esa noche. Sentí su boca besando cada parte de mi que encontraba mientras me arrancaba la ropa.

“No me extraña que Carol esté loquita por ti”, susurró mientras lamía mi tripa.

“Joder, Marta… Si lo hubiera sabido…”

“¿Qué? ¿Me habrías follado? Claro que no. Sé que no te agrado mucho”

“¡Eres tú la que me mira mal todo el rato!”

“Oye, ¿vamos a discutir o vamos a follar?”, preguntó ansiosa mientras me bajaba los pantalones.

Pues claro que íbamos a follar. Me impuse a ella y la atrapé debajo de mi cuerpo. Le quité la sudadera. Esa putilla lo tenía todo preparado, porque no se había puesto sujetador. Mejor para mi. Probé por fin el sabor de sus tetas. Y gimió, sin contenerse. Le gustaba, claro que sí. Y mientras iba bajando por su cuerpo le desabroché el pantalón.

“¿Qué tienes aquí?”, le pregunté acariciando por encima de las bragas.

“Cómemelo”, pidió. “Por favor… necesito tu lengua ahí…”

“Por supuesto”, le dije, y tiré de sus bragas. Salieron volando y se perdieron pero yo ya estaba comiéndole el coñito. Era delicioso. Casi diría que mejor que el de Carol. Pero en ese momento no podía pensar el la rubita que estaba sufriendo por la regla, sino en aquella diosa que ocultaba lo buena que estaba y en ese momento me deseaba.

“Un poco más arriba…” pidió. “Ahí, ahí es el sitio… Cómo me gustaaaaaah”, jadeó.

“Disfruta, Marta”, le dije. “Voy a hacer que te corras”

“Sí, lo notoooh… Voy a corrermeeeh” suspiró, desatada. Estaba fuera de si. Levanté las manos para manosear sus tetas y conseguí que se corriera. Su chorrito no eran muy abuntante, pero aún así me cayó gran parte por la comisura de la boca. “Graciaaaaaash”

“Y ahora”, dije mientras la atraía hacia mi, “te espera lo mejor”

“Vas a follarme”, dijo. No era una pregunta.

“Sí”

“Solo te pido… que no seas muy brusco”

“¿Brusco?”

“Me has visto hacerme dedos… Házmelo con calma, porfa…”

Y aunque el cuerpo me pedía a gritos abrirle las piernas y hacérselo duro, me contuve. Me puse suavemente entre sus piernas, y mi polla se abrió paso en su coñito. Despacio, como me lo pedía. Eso eso. Aún así sentí que se agarraba a las sábanas. Cerró los ojos y curvó la espalda.

“Sí… sí… así…”, gemía.

“¿Te gusta?”, pregunté. La verdad, encontraba su coñito bastante apretado y eso me gustaba un montón. “Dime que te gusta, Marta”

“Me gusta… mucho… sigue así, porfa… Tócame, toca todo lo que quieras”, me ofreció, y aproveché para masajear su cuerpo de diosa. Especialmente sus tetas, que me volvían loco. Jugué con sus pezones y los probé nuevamente. Los apreté con los dientes haciéndola gemir más. “Me vas a volver loca”

Y me volvió a besar. Era extraño. Prácticamente, la noche y el día con respecto a Carol, que era lujuriosa y pasional. Marta en cambio era prácticamente inocencia (obviando sus ataques nosotros) y le gustaba el sexo suave.

“Conmigo… también te puedes correr dentro”, me dijo. “Quiero sentir cómo lo haces”

Y me corrí como un bendito dentro de ella. En ese momento no pensaba en las posibles consecuencias. Simplemente lo hice, llenando su interior de mi lefa. Cuando me aparté de ella, pude ver unas gotitas chorreando de su rajita.

“Ha sido asombroso”, dijo.

Yo estaba un poco cansado y confundido por la situación. Había mucho que le quería preguntar, pero me estaba quedando dormido. Sentí que ella se dormía a mi lado.

Sin embargo, cuando me desperté al día siguiente, se había marchado. No había ni una prueba de que se hubiera quedado conmigo esa noche.

CONTINUARÁ


SIGUIENTE CAP: CAPÍTULO 4

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7 comentarios - Dos nuevas vecinas (3)

veteranodel60 +1
Exelente relato te dejo mis 10 puntos y felicitaciones 👏👏👏👏
PepeluRui +1
Muchas gracias, espero poder seguir publicando pronto!
Sisub +1
Que bueno ! Mis 10 puntos.
PepeluRui
muchas gracias!
eduardohot2 +1
Excelente .me pregunté a q horas despertó Martha
PepeluRui
En el próximo cap te lo cuento 😉
kenshincba +1
Muy buena la saga!!! Van mis 10 y espero próximo capítulo
PepeluRui
Gracias, lo tendré pronto!
BombaTel +1
Excelente! 10 puntos y espero los siguientes capítulos!
PepeluRui
Gracias, pronto habrá más!
Blue_beast +1
Buen post. Ojalá el siguiente sea pronto
PepeluRui
Espero tenerlo mañana!