Fin de semana con amigos (II)

Capítulos anteriores:
Autoexperimentando
Fantasía: cambio de rol con mi novia
Recibí ayuda de mi amiga especial
Trío con pareja amiga
Masaje con final más que feliz
A las órdenes de mi amiga trans
Polvo con mi ex... y mi novia
Vestido para mi novia (trans)
Adicto a la polla trans
Cuarteto bisexual (o parecido)
Fin de semana con amigos (I)

(los nombres, oficios, y demás posibles datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados, empezando por yo mismo)

“Pues no te preocupes. Creo que entre los tres vamos a poder hacerle comprender lo que es la generosidad en el sexo”, comentó Sara, con una sonrisa malévola.

Volvimos al comedor para jugar con Fernando, no sin antes terminar lo que estábamos haciendo en la cocina. Continué follándome a Ana por su delicioso culo, al tiempo que Sara me la metía a mi. Cuando nos hubimos corrido y mi mano ayudó a Ana con un orgasmo, fuimos cual escuadrón a por nuestro amigo.

“¿Tienes un par de cuerdas?”, preguntó Sara.

Ana asintió, y fue a buscarlas. Me pregunté qué quería hacer mi novia, pero en lugar de responderme, se dedicó a besarme mientras aguardábamos la vuelta de nuestra amiga. Mi pene se estimuló, y rozó el de Sara. Como Ana no se diera prisa, íbamos a seguir sin ella. Y me hubiera encantado, pues me costaba creer que en semejante jornada de sexo, no hubiera hecho casi nada con Sara.

“Luego te voy a hacer de todo, mi amor, tranquilo”, me susurró al oído.

Ana llegó con las cuerdas. No eran cuerdas normales, sino diseñadas exclusivamente para el sexo. La miré, inquiriendo lo calladito que se tenía eso. Así que les gustaban los jueguecitos. Tomé nota mental, y ayude a Sara a atar a Fernando. Nos aseguramos de que por más que lo intentase, no pudiera cerrar las piernas, pero con toda la intención de soltarle en cuando aquello no le gustase. Pero primero había que plantearle la idea que se le había ocurrido a mi novia.

“Hola, Fernando”, dijo Sara, mientras acariciaba el torso de él con la mano. Ana se sentó a su lado, a observar, mientras por indicación de Sara, yo me puse frente a Fernando. Él se despertó sobresaltado.

“¿Qué hacéis? ¿Qué hacéis?”, preguntó alarmado.

“Tranquilo. Esto es un juego. Sólo un juego”, dijo Sara. “Has hecho bien disfrutando hoy con el sexo, pero… ¿nunca has pensado en hacer de pasivo?”

“Sí, y no me gustó… por favor, soltadme…”, se estaba poniendo realmente nervioso.

“Cariño, por favor”, le susurró Ana. “Por mi. Necesito que pienses un poco más en el placer de los demás”.

“¿Quieres decir que… te he descuidado?”

Ana desvió la mirada. Fernando parecía horrorizado por sus actos. No se había dado cuenta, y ahora parecía sentirse culpable. Pero ambas la miraron tranquilas. Si iba a aceptar cambiar, no había ningún problema. Y ahí entraba yo. Sara quería que yo le dilatase el culo lentamente, hasta encontrar su punto de placer, donde podría empezar a penetrarle. Fernando parecía preocupado, pero estaba dispuesto a intentarlo por Ana.

De forma que mientras ellas se entretenían excitándole jugando con su polla y sus testículos, yo empecé a prepararle. Por alguna razón (vamos, porque les solía dar la tontería ahí), debajo del sofá guardaban un bote de lubricante, el que usaban para polvos espontáneos. Así que Ana me lo tendió, y dejé caer un poco sobre el alzado culo de Fernando.

Este tembló cuando puse mi dedo sobre su agujerito, simplemente el roce ya le ponía nervioso. Empecé a hacer círculos con mi dedo. Me hacía gracia verle así, y me acordé de mis propios comienzos, en los que el sexo anal tampoco me agradaba. Y me pregunté si sería capaz de transmitirle la misma sensación liberadora.

Encontré cierta resistencia de su culo ante la presencia de mi dedo. Estaba incómodo, y se quejaba un poco, pero estaba aguantando. Debo añadir que no me hacía especial gracia tener que dedicarle tanto tiempo a él en lugar de estar con Sara o Ana, pero supe que era por una causa especial. Y quizá su culo fuera placentero.

“A ver…” dijo Sara asomándose a ver. “Sí, creo que ya está listo… ¿Preparado?”

Fernando asintió. Atrajo a Ana hacia él para distraerse mientras la besaba, y así evitar mirar cuando le profanase. Mi polla, con ganas de descargar desde hacía un buen rato, estaba ansiosa. Apoyé el glande en su agujerito, y empezó a respirar agitadamente. Pues no sé cómo se pondrá cuando empiece a gustarle, bromeé para mis adentros.

Le introduje la punta. No dijo nada. Seguí metiéndosela un poco más. Tenía la mitad de mi rabo dentro de él cuando me pidió un momento. Para que se fuera acostumbrando, empecé a acometerle. Primero se la metía simplemente hasta la mitad, hasta que me descontrolé un poco y con cada embestida le penetraba un poco más, hasta que toda mi polla estuvo dentro de él.

“Sigue… por favor… esto se siente muy bien…”, me pidió.

Aunque no hacía falta. Yo ya no me controlaba y se la estaba metiendo con ganas. No se me iba de la cabeza que era la primera vez que me follaba a un hombre (bueno, descontando la primera vez que probamos y no le gustó), pero me daba cuenta de que aquello no era lo mismo que con una mujer. Yo estaba más excitado por la propia situación que por hacerlo con él. Sin duda alguna, prefería a las mujeres (cis o trans).

Bueno, y no sólo me estimulaba la situación, sino el hecho también de poder ver a Sara follándose a Ana, mientras ella se la chupaba a Fernando. Miré a mi amiga a los ojos, y ella me sonrió. Vi cómo jugueteaba con su lengua con el glande de su novio, antes de dedicarle una profunda mamada. Pensé que iba a ser el primero en correrme, pero me equivoqué. Pude sentir el cuerpo de Fernando contrayéndose, y vi que su semen escurría por entre los labios de su novia.

Aceleré mis acometidas y vacié bien una carga de esperma dentro de su culo. Suspiré, y vi como esto chorreaba de su ano mientras Sara y Ana se corrían juntas. Sara se aseguró de acabar dentro de una jadeante Ana, que se había perdido en placer por aquello. Sonreímos. Aquella nueva tanda de sexo apenas había empezado.

Fernando gateó hasta Ana, y ante nuestros ojos, empezó a comerle el coño. Estaba echado sobre el sofá con el culo levantado, perfectamente ofrecido. Sara lo miró, y no pudo resistirse al ver el rosadito abierto. Se colocó tras él y se la metió. Fernando soltó un grito ahogado, pues tenía la boca llena de coño. Yo me acerqué a Ana, y ella separó los labios, aguardando. Le acerqué mi polla, pero ella no se movió. Siguió esperando hasta que introduje toda mi erección en su boca.

Sentí su lengua jugueteando, pero seguía quieta, de forma que con mucho cuidado, le sostuve la cabeza, y empecé a follarla por la boca. Incluso practicando sexo, tenía algo angelical en su rostro. A duras penas conseguía gemir, ya que mi polla ocupaba su boca. Se retorcía de placer por la comida de coño que Fernando le estaba dando, mientras él era pajeado y enculado por Sara. Me corrí, y me aparté para dejar a Ana respirar, quien acabó poco después de mi. Sara consiguió eyacular también dentro de Fernando, y este estalló en un orgasmo que dejó el sofá empapado por su semen. Aunque algo me hacía pensar que no era la primera vez que eso sucedía.

“Creo que Fernando se ha portado muy bien”, dijo Sara. Ana asintió. Parecía satisfecha por el comportamiento de su novio. “Quizá podríamos entregarnos un poco nosotras ahora”.

Dijo esto mientras se iba acercando a mi, así que no era exactamente una propuesta, sino una orden. Pero ¿quién se negaría a ello? Me encantaba poder pasar un rato con ella mientras delante de nosotros se lo montaban Ana y Fernando. Así que empecé a acariciar su agujerito y lo noté ligeramente dilatado. Ayudé con mis dedos a abrírselo un poco más, pero ella parecía impaciente por sentirme dentro de ella. Así que le metí mi erección, y gimió eróticamente.

Me follé su culito con ganas, mientras ella se besaba con lengua con Ana. Podía verla igual, situada en cuatro, con Fernando detrás de ella dándoselo todo. Aquella imagen me ponía muy cachondo. Recordé entonces que hacía mucho rato que mi culito no era dignamente tratado. Empezaba a sentir la necesidad de una buena follada que me diera bien de placer. Pero ahora era momento de que Sara tuviera su culo satisfecho por un rato. Me corrí con ganas dentro, no sé cuánto semen llegué a derramar. Fernando se corrió poco después.

“Aún no estoy satisfecha…”, dijo Sara.

“¿Te parece bien si nos intercambiamos?”, propuso Ana. “Se me ha ocurrido una idea que puede ayudar a que todos acabemos”.

Escuchamos su idea con interés, y la aceptamos de buena gana. Como sigamos así, voy a acabar con todo mi semen hasta que me muera, pensé. Pero con lo bien que me lo estaba pasando, ¿qué importaba?

Sara y Ana empezaron un 69 en el que no me hubiera importado participar también. Pero yo tenía otra cosa que hacer, al igual que Fernando. Mientras Ana tenía su boca llena de la polla de Sara, yo empecé a follarme su delicioso culo. Enfrente mía, Fernando le estaba practicando un anal a Sara cuando esta le comía el coño a Ana. Sara estaba tan excitada que aprovechó en algunos momentos para apoderarse de mi polla y chupármela un poco más, antes de seguir lamiendo aquella vagina y yo proseguía bombeando en el culo de mi amiga.

Debimos perder la noción del tiempo, pues estaba anocheciendo cuando nos corrimos los cuatro. Las chicas estaban empapadas en sudor y en semen, pero tenían pinta de estar tremendamente satisfechas.

“¿Por qué no se la chupáis un poco a Sara?”, propuso Ana. “Tengo que ir a por una cosa”.

Sara asintió complacida. Obviamente ellas sabían algo que nosotros no. Pero me daba igual complacer a mi novia. Él y yo nos arrodillamos ante ella y empezamos a chupársela con ganas. Me sorprendí a mi mismo compitiendo con Fernando por ser el que más placer le diera a Sara. Cuando tuve ocasión le dediqué una garganta profunda, y sin querer quedar por detrás, Fernando le realizó otra. Estuvo a punto de atragantarse, el pobre. Novato, pensé.

“Chicos… yo ya estoy lista”, dijo la voz de Sara a nuestra espalda.

Nos giramos para verla, y me quedé atónito. Se había puesto un strap-on, uno de esos que no terminaba en dildo, sino en vibrador. Se acercó a nosotros con paso sensual, y levantó una pierna para que lo viéramos bien.

“Es de doble extremo”, nos contó, “y comparte vibración entre el dominante y el dominado… así ambos lo podemos pasar bien”, nos dijo.

Era obvio que ahora los follados íbamos a ser los chicos. Y a Fernando le dio un poco de reparo empezar por aquel juguete. No dudé en ofrecerme en su lugar. El adicto al sexo anal que tenía dentro volvía a despertar, y reclamaba la presencia de aquel juguete follándome hasta hacerme correr. Sara, por supuesto, no tenía ninguna objeción, así que atrajo a Fernando hacia ella, y empezó a dilatarle el culo.

Noté los inexpertos dedos de Ana buscando la forma de abrirme por detrás. Como le costó un poco, optó por facilitar su tarea permitiendo que un hilo de su saliva resbalase hasta mi ano. Gemí al sentirme penetrado por su dedo. Noté que poco a poco me abría el culo, pero no podía resistirme más.

“Por favor, Ana… métemelo ya…”, le imploré.

Con cierto miedo, como temiendo herirme, Ana deslizó el vibrador en mi culo. Una ola de placer me recorrió al sentirme por fin peentrado. Y de pronto, estuve a punto de correrme cuando encendió la vibración. Era muy suave, pero lo suficientemente excitante. Ella gimoteó. Obviamente, su coño estaba recibiendo el mismo placer que mi ano.

“¿Seguimos?”

“Lo estoy deseando”.

De esa forma empezó a follarme, muy despacio al principio, al igual que hacía Sara con Fernando. Pero yo notaba que se me nublaba la vista. Estaba siendo sometido a demasiado placer. Me gustaba mucho. Ana se animó y cada vez movía sus caderas con más ganas. estaba seguro de que con el movimiento el vibrador también se deslizaba, aunque fuera un poco, dentro y fuera de su delicioso culo. Intenté resistirme, pero era inútil. Gemí largamente en el momento en que se desató mi orgasmo. Me corrí como un bendito sin necesitar el más mínimo contacto de algo contra mi polla, por segunda vez en mi vida, durante muchos segundos en los que ella siguió profanando mi ano.

“Pedazo corrida…”, comentó. “¿Tanto te ha gustado?”

Respondí que sí al no detectar ninguna burla en su tono de voz. Joder si me había gustado. Y hubiera querido otro asalto. Pero el segundo round me lo dedicó Sara, con una follada más lenta y cariñosa, después de haberse corrido dentro de Fernando, y este recibía ahora todo el juguete temblador dentro de él. Vi que Ana sí le hacía una paja al tiempo. Yo sin duda no la había necesitado.

“Creo que por hoy ya está bien, ¿no, chicos?”, preguntó Sara, una vez su leche escurría por entre mis piernas.

“No. Por favor…”, dijo Ana. “Aún hay algo más que quiero probar…”.

“¿No estás satisfecha aún, mi amor?”, preguntó Fernando.

No, no lo estaba.

Poco después mi polla volvía a estar en el coño de Ana, follándomela mientras Sara le penetraba el culo. Era la propia Ana quien se movía hacia arriba y abajo, al tiempo que disfrutaba en su boca de la polla de Fernando. No podía resistir a la idea de tener tres pollas cercándola. Nos había confesado que tenía la fantasía desde hacía mucho tiempo. Y no pudimos resistir semejante proposición. Disparé un nuevo chorro de semen dentro de su coñito, mientras Sara desfogaba en su trasero, y Fernando le daba de beber su semilla.

“Espero que ahora sí que estés…”, comentó Fernando, pensando que su novia estaría complacida. Pero algo cambió en su mente, y empezó a marturbarse apuntando hacia ella. Ana se abrió de piernas, y empezó a jugar con su coño y su culo, utilizando el semen que habíamos descargado en ella. Era tan erótico que Sara y yo no tardamos en unirnos a Fernando.

Complacida, Ana se levantó y nos hizo juntarnos más. Nos la chupó de uno en uno, de dos en dos, y hubo un momento en que consiguió tener todos nuestros penes en la boca. Estaba fuera de si por el placer. Yo sentía mi polla frotándose con la de Fernando y Sara, pero lo morboso era demasiado superior como para cortarme el rollo.

Finalmente, eyaculamos los tres sobre la cara y el cuerpo de Ana. Manché su mejilla, sus tetas, su vientre… y no fui el único. Los otros dos también habían hecho lo mismo.

“Ahora sí que estoy satifecha”.

Nos fuimos a dar una ducha. Estabamos tan agotados que, a pesar de habernos metido los cuatro en la misma bañera, no nos animamos a follar de nuevo. Pero eso no impidió que nos animásemos a limpiarnos los unos a los otros, en señal de la confianza después de aquella tarde de inagotable sexo.

El domingo nos teníamos que ir después de comer, así que sobra decir que por la mañana volvimos a montarnos una orgía, esta vez al aire libre, incluyendo otro pequeño “bukkake”, esta vez entre Sara, Fernando y yo, que nos masturbamos apuntando hacia los otros intentando ser quien más se corriera.

Nos despedimos por la tarde y prometimos volver a quedar. Sara estaba radiante de felicidad, y yo no podía estar más contento por lo ocurrido.

Por eso, cuando dos días después apareció Ana en nuestra casa llorando, nos quedamos de piedra cuando nos dijo:

“He roto con Fernando”.

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