La elección de la amiga de mi hija

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Se me declaró la amiga de mi hija

Sonia se había animado después de la noche que habíamos pasado juntos en su 18º cumpleaños. Se la veía más contenta. Además, todo parecía funcionar correctamente. Su amistad con Clara, mi hija, no se había visto tocada por aquel hecho. Volvían a venir por casa a estudiar con normalidad, y Sonia no había cambiado sus hábitos por nuestra pequeña aventura. Cierto que mostraba ahora algunas muestras de cariño hacia mi, que yo aprendía a valorar y corresponder, pero por lo general estaba todo como si nada hubiera cambiado.

Algunas noches (siempre que no tuviera examen) se quedaba conmigo y volvíamos a practicar sexo. Desde la primera noche, había aceptado que nos tomáramos con más calma las noches. No era por un tema de ritmo, sino por enseñarle a disfrutar. Habíamos dedicado noches enteras a conocernos en profundidad: por un lado físicamente (ella especialmente estaba en la edad en que todo sexo era poco... y yo a mi edad sigo así), y por el otro, cuando terminábamos, nos quedábamos un buen rato hablando, para intimar nuestra relación. Debo reconocerlo, ella era lo mejor que me había pasado en mucho tiempo. Pero una parte de mi tenía una mosca detrás de la oreja, la cual me decía que en cualquier momento, conocería a alguien más joven.

Sin embargo, incluso siendo tan joven, debo reconocer que es un buen partido. Es muy inteligente, y tiene sus ideas muy claras. Sé que llegará lejos. Debo admitir que le estaba encontrando una serie de cualidades, y me estaba pillando un poco.

Y hay que decir que era una chica ardiente. Nadie lo hubiera imaginado con su aspecto modosito. Pero nos entregábamos a la lujuria desatados. Se animaba a experimentar cosas, e incluso me las sugería. Buscábamos ideas por la red, y todo aquello que no nos pareciera un riesgo innecesario para la vida, nos animábamos a probar. No sé si a alguno de los amigos de Clara le pareció raro ver que Sonia se me acercaba mucho alguna noche que coincidía plan, pero no les vi especialmente preocupados. Yo sabía con qué intención iban, y continuaba con mi actitud de no interferir en esa parte de la vida de Clara.

Debo admitir que me pregunté alguna vez si Sonia compartió impresiones sobre mi con Clara, lo cual hubiera sido raro (en la situación rara que ya era), pero nunca lo pregunté. Que siguieran siendo amigas era lo único que me preocupaba entre ellas. Motivo por el cual me alarmé cuando llegué un día a casa y me las encontré discutiendo en el salón.

"¡Mentirosa! ¡Eres una mentirosa de mierda", gritaba Clara.

"¡No te pongas así, por favor", decía Sonia, con lágrimas en los ojos.

"¿Qué coño está pasando aquí?", pregunté. Verlas en ese plan era nuevo para mi.

"¡Sonia es una mentirosa que no te merece ni te ha merecido!", dijo Clara. "Venga, cuéntale. Cuéntale lo que le ha pasado", añadió, desafiante.

Miré a Sonia, pero ella desvió la mirada. Intentó contener las lágrimas, y habló con voz temblorosa.

"He conocido a alguien...", dijo. Su mirada se posó en Clara, y ella la instó a que siguiera hablando. "Un chico que ha llegado nuevo a clase... y que me ha gustado mucho...".

"¿Lo ves? Si es que me tuvo que parecer raro cuando me lo contó... Tonta de mi, pensando que podía pasar algo bonito entre vosotros...", empezó mi hija, pero logré que se callase levantando una mano.

"Creo que fui el primero en afirmar que esto pasaría. Así que no voy a tomármelo a mal. Ve con él, Sonia. Sé feliz. No quiero rencores", le dije.

MI hija parecía a punto de rechistar, pero no dijo nada. Al menos, hasta que Sonia se fue de allí como pudo. Creo que la vi insegura en ese momento, como si dudase sobre si hacía lo correcto o no. Me senté en el sofá, y esperé a que Clara lo hiciera también.

"No es justo, papá... no lo es... cuando me dijo que te quería, pensé que era lo mejor que os podía pasar... Pensé que lo decía de verdad, ella nunca se ha dejado llevar por esos impulsos..."

"Pero lo ha hecho", dije. "No tienes que darle vueltas, Clara. No puedes enfadarte con ella por eso".

"Pero papá... ¡llevas mucho tiempo sólo! Quería que esto te funcionara, y fueras feliz..."

"Soy feliz. Te recuerdo que te he criado. Tú eres mi felicidad".

"Ya, pero me refiero a una persona con la que puedas compartir tu vida, tener sexo... Eso te lo podría proporcionar yo, pero está mal visto socialmente", rió por fin. "Ayy... ¿Seguro que estás bien?".

"Segurísimo".

No hablamos más del tema. Durante dos días en casa no salió a coalición. Por lo que supe, habían vuelto a hablarse, pero en una relación algo más tensa por lo ocurrido. Pensaba que Clara se moría de ganas de contarme algo, pero se contuvo. Yo continué trabajando, y pensé que no volvería a ver a Sonia en mucho tiempo.

Mi sorpresa fue cuando al tercer día, que llegué algo tarde a casa, y fui a mi dormitorio para cambiarme de ropa. Y allí estaban ellas, sentadas sobre mi cama. Clara, vestida, con la cabeza apoyada sobre el hombro de Sonia, quien únicamente llevaba un picardías puesto. Mi entrada hizo que se volvieran hacia mí, y aquello me dejó nuevamente descolodado. Mi hija parecía estar seria, y Sonia, preocupada.

"... ¿Habéis cambiado las sábanas por lo menos?", pregunté, intentando romper el hielo.

"La próxima vez", bromeó Clara.

"Quería disculparme", nos interrumpió Sonia. "Lo siento... Me dejé llevar el otro día por el chico ese..."

"Te dije que no pasaba nada por..."

"Sí, sí que pasa. Yo te quería. Te quiero... Ese impulso fue terrible. Pensé que... eso, que el era más joven, pero me he dado cuenta de que no era para nada lo que me gusta... Ese sigues siendo tú".

Me abrazó. Clara no dijo nada, como si no quisiera condicionarme. Pero se unió cuando correspondí al abrazo de Sonia.

"¿Está todo bien?"

"Todo bien"

"¿Podemos retomarlo donde lo dejamos?"

"Claro".

"¿Me puedo quedar a mirar?", preguntó Clara.

"Claro que no", respondí. "Vamos, al comedor a ver una peli o a tu cuarto", ordené.

Clara se fue de allí haciendo un puchero, pero visiblemente contenta de que la situación se hubiera arreglado. Me giré y Sonia me estaba esperando de nuevo. Me fue quitando la ropa, y me dejé hacer por sus cada vez más experimentadas manos. Le facilité que me dejara desnudo, y caímos sobre la cama, yo con el bóxer, y ella con el picardías, fundiéndonos en un beso. Normalmente yo me quedaba sobre ella, pero aquella noche ella fue girando hasta estar encima de mi.

Noté como empezaba a dominarme. La noté muy fogosa aquella noche. No sabía si había llegado a acostarse con aquel chico, pero poco me importaba en ese momento. Dejé que me besara, y sentí cómo mi pene crecía por debajo de la tela. Pero ella estaba al mando, y algo me decía que la dejase continuar, que no iba a arrepentirme. Y eso que me sorprendió bastante cuando la vi sacar de debajo de mi almohada un largo trozo de tela.

"¿Qué es eso?"

"Mi primera noche contigo fue perfecta... quiero devolverte ese favor", me dijo. "¿Puedo atarte? Te quiero a mi merced...", me pidió.

Alcancé con las manos el cabecero de mi cama, para permitirle que me atase. Ella sonrió, y me inmovilizó. No me dolía, pero en aquel momento yo me hallaba totalmente indefenso. Pasó una pierna por encima de mi, y me deleitó con las vistas de su precioso cuerpo mientras se despojaba de la fina tela. Me estaba excitando mucho. Aquella jovencita me iba a hacer pasar muy buena noche.

Tiró hacia abajo de la tela de mi boxer, liberando por fin mi erección. Me sonrió mientras se dedicaba a manosearlo. Lo presionó, lo acarició con la yema de los dedos por toda la longitud, y luego por el glande, muy suavemente. Me lo noté lubricado de mi propia excitación, y ella aprecía satisfecha. Continuó dedicando unas tiernas caricias por mi miembro, y bajó un poco por mis testículos.

Se llevó mi pene a la boca, y lo lamió con pasión. No lo hacía rápido, pero sí era muy intensa. Noté como lo succionaba, y podía sentir su lengua por mi glande, volviéndome loco. Empezaba muy fuerte la noche. Joder, qué delicia. Mis oídos también se deleitaron con los ruidos que hacía, expresamente para calentarme. Podía escuchar cada chupetón que me daba, cómo soltaba gemidos deliberadamente, y su cálido aliento aldededor de mi polla. No podía evitarlo.

"Me corro..." le dije, y empecé a soltar rociadas de mi semen en su boquita. Casi todo le cayó dentro, pero mi último chorro le resbaló por la comisura de los labios. Me miró mientras se relamía con la lengua para limpiarse. Se lo había tragado todo y aún quería más.

Se levantó un momento, abrió mi cajón, y sacó la caja de preservativos. Lo sostuvo entre los dientes, mientras presionaba su coño contra mi miembro, con la intención de ponerlo de nuevo erecto. Algo que no iba a costar mucho, pues aquella imagen por encima de mi me estaba volviendo loco. Quería estar dentro de ella ya.

Pareció adivinar mi deseo, así que me puso la goma y se dejó caer sobre mi erección. Habíamos practicado el sexo las veces suficientes para que se permitiera hacerlo directamente. Empezó a rebotar a buen ritmo sobre mi pene. Podía ver perfectamente como con cada movimiento se hundía dentro de su cueva húmeda. Tuve el impulso se sujetar sus caderas y follármela a mi ritmo, pero estaba inmovilizado, y ella se movía adrede más despacio de lo que me hubiera gustado para torturarme.

Se echó sobre mí, y me permitió que lamiera sus rosados pezones antes de volver a cabalgarme como si le fuera la vida en ello. Gemía y jadeaba por los movimientos. Se apoyó sobre mi torso mientras mantenía la velocidad de las penetraciones, y soltó un largo gemido cuando alcanzó su orgasmo. Yo terminé unos momentos después, llenando la gomita.

"Vaya, vaya", dijo Sonia, mientras se ocupaba del condón. "¿No has hecho nada estas noches sin mi? Tranquilo, que voy a asegurarme de que me lo das todo", dijo con malicia.

Sin embargo estaba un poco cansada, así que le sugerí otra posible actividad. Se situó a horcajadas sobre mi cara, dejándola a la distancia justa para permitirme lamerle el coño. Lo devoré con ganas. En serio, era delicioso. Había que añadir que desde aquel ángulo, la podía observar desde abajo a la perfección, y aquello era también muy excitante. Jugué con mi lengua por su sexo, regalándole placer cuando lamía su clítoris, buscando su orgasmo. Conseguí que lo hiciera, en un excitante gemido de placer.

"¿Ya estás cansada?"

"Para nada", dijo ella, y sonrió. Aún quedaba noche.

Se situó sobre la cama, enseñándome su delicioso culito. Se llevó mi pene a la boca nuevamente, y me deleitó con las vistas de cómo se dilataba el ano. Despacio, muy despacio, pero aumentando mis ganas por estar dentro de él. Joder, lo veía tan apetitoso que lamenté por segunda vez el no poder moverme, pero aún así me lo estaba pasando de maravilla.

Finalmente se situó sobre mi pene, permitiendo que se deslizara en su abierto culo. Muy lentamente, y en algunos momentos retrocediendo para evitar que le hiciera daño, hasta que estuve por completo dentro suyo. Se movió despacio, deleitándome con su imagen masturbándose para mi mientras subía y bajaba por mi membro.

Sentía mi polla derretirse de calor dentro de su apretadito trasero. Diablos, estaba muy juguetona aquella noche. Mejor para mi, por supuesto, que me deleité con la vista y mis sentidos estando dentro de ella. Era demasiado excitante. No sabía cuánto iba a aguantar, pero no pensé que fuera mucho. No era sólo verla jugando con su coño, sino también con sus pechos. Aquello era todo un espectáculo erótico que me estaba regalando, hasta el momento en que me corrí.

Parecía que la noche había terminado, ya que me desató. Pero no. Aún quería hacer otra cosa.

"¿Podrías... correrte sobre mi?", me pidió.

Le pregunté si estaba segura, y desde luego que lo estaba. Separó sus piernas, para que me pusiera en medio y pudiera masturbarme apuntando hacia ella. Y eso hice. Ahí me situé y empecé a estimular mi polla sobre su cuerpo, mientras ella continuaba masturbándose. Ella alcanzó su clímax, pero me pidió que no me detuviera. Le avisé cuando estuve a punto de acabar, y rocié mi última carga de semen sobre su delicioso cuerpecito, cubriendo sus pechos, su vientre, y su sexo.

"¿Te ha gustado esta noche?", me preguntó, mientras se limpiaba el cuerpo, recogiendo el semen con los dedos y llevándoselo a la boca.

"Mucho. Pero, ¿por qué?"

"Te lo debía. Por darme una primera experiencia maravillosa, y... como disculpas por haber dudado. Quiero retomarlo, en serio. Te quiero".

"Podemos retomarlo", dije. "¿Te quedas a dormir?", le ofrecí.

"Claro", dijo, con una sonrisa. "Pero avisemos a Clara de que todo ha ido bien, antes de que me quiera matar".

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