Vacaciones con mis primos (9)

En capítulos anteriores
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8

(los nombres, oficios, y demás posibles datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados, empezando por yo mismo)

“¿Qué has dicho?”

“Nada”, dijo mi prima, quitándole importancia. “Vamos a echarnos un poco. Túmbate”.

“Yoli…”

“Claro que puedes sobarme, tontorrón”.

Pero me había cansado de su ocultamiento. Me planté encima de ella, sujeté sus muñecas con cuidado, pero asegurándome de que no podía huir. Ella estaba tan tranquila en ese momento que me recordaba más a Rocío.

“¿Vas a darme un beso?”, preguntó.

“No. Vas a contarme ahora mismo qué es eso de que me quieres”.

Yoli suspiró. Me pidió que la soltase. Lo hice, pero seguí encima de ella. Eso no le importó.

“Si realmente te creíste que sólo me siento atraída por ti es que eres muy inocente aún… no podría haber hecho nada de esto si no sintiera algo más profundo. Creo que Rocío lo sospecha, pero no era justo para ella. Lleva mucho tiempo amándote”.

“Pero esto no tenía que ser así… se suponía que iba a ser sólo por diversión…”

“Pero nos divertimos mucho. Lo único que cambia es que en realidad has conquistado a tus primas. Pero no te preocupes. Viviremos con ello”.

Eso no me gustaba. Definitivamente aquello las estaba haciendo daño. Y aún así eran capaces de llevarse bien entre ellas y… no lo comprendía. Yoli pareció adivinar lo que me pasaba.

“Escucha. Esto está mal del todo. Por eso no me importa que estés con Rocío y conmigo.”

“Joder, Yoli… ¿Por qué tiene que ser complicado?”

“Pues seguramente porque merece la pena”.

“Mira, yo esta noche no voy a dormir con vosotras… por favor. Necesito pensar”.

Yoli parecía un poco decepcionada, pero aceptó mi petición. Comprendía que me hiciera falta reflexionar un poco. Pero eso no impidió que jugáramos aquella tarde por segunda vez.

Me puse sobre ella, apoyado en mis codos y mis rodillas en el sofá, y empezamos un 69. Degusté sus salados jugos, mi lengua estimulaba y ejercitaba cada poro de su cuerpo que se encontraba, se centraba en su clítoris. Ella tenía alguna dificultad para chupar mi pene mientras gemía, pero lo estaba haciendo de maravilla. Qué placer. Qué gusto. Qué sensación más cálida.

“¿Voy… mejorando… primo?”, me preguntó entre chupada y chupada.

“Sí… ¿Y a ti te… gusta esto?”

“Me vuelve… loca”

Conseguí alejarme ese rato de mis pensamientos y continué dedicándome a saborear su vagina hasta que conseguí que culminase. Yo no tardé mucho más en correrme, y por supuesto mi prima se lo tomó todo.

Nos tumbamos luego desnudos. Acomodó su espalda contra mi torso y nos debimos quedar dormidos. Rocío fue quien nos despertó, y nos advirtió que Enrique también se había levantado y que más nos valía ponernos la ropa antes de que apareciese. Me miró mientras me vestía y debió notarme serio, pero no hice ningún comentario. Aquella sería la última vez, por lo menos hasta que se aclarase el asunto, que me acostaba con alguna de mis primas.

Enrique apareció con la idea de ir a comprar. “De mañana no pasa sin que montemos la fiesta”, proclamó. Creo que también dijo algo de no dejar caducar la cerveza. Así que nos vestimos y nos encaminamos hacia el supermercado.

Mientras mis primos iban echando bebida y cosas de picar en el carro, yo en mi cabeza debatía conmigo mismo. Por un lado, la revelación de que mis primas tenían sentimientos profundos por mi me alegraba. Era tontería negarme la obviedad de que yo por ellas también sentía algo. Era feliz. Pero por el otro aquello estaba mal. No podía haber nada entre nosotros. Y por esa razón seguir acostándome con ellas no era bueno. Sufrían seguro. Y no quería que mis primas sufrieran por mi culpa.

“¿Todo bien?”, me preguntó Rocío cuando estábamos en caja para pagar.

Yo me limité a asentir. Cuando me volvió a preguntar, dije que estaba así por un dolor de cabeza.

Dejamos las bolsas en casa, y aprovechando el día poco caluroso, fuimos a la playa para aprovechar las últimas horas de sol. Y de paso, a encontrar gente a la que invitar.

Enrique parecía decidido a localizar algún grupo de personas de nuestra edad para la fiesta, así que oteó y le seguimos por la arena. Rocío y Yolanda intentaron llamar mi atención en cierto momento, pero yo iba a mi bola. “Lo mejor es que encuentres alguna otra chica preciosa y te las saques de la cabeza”, pensaba. Así que ayudé a mi primo en su búsqueda.

Y finalmente encontramos a un grupo de seis personas. Mi primo, haciendo gala de sus habilidades sociales, se ocupó de presentarnos. Conocimos a Juan y Marcos, dos chicos que cumplían el perfil de “más horas cultivando el cuerpo que la mente”, ya que tenían tableta, músculo marcado, y no recuerdo oirles hablar de Nietzche. Otro se llamaba Pedro, y se le veía “contentillo” (o lo que es lo mismo, que se notaba que el pobre consumía marihuana, aunque puedo decir a día de hoy que lo dejó a tiempo y no destrozó su vida). Y por supuesto tres bombones, de esas que parecen la persona a juego con los otros tres (bonitas y con pinta de no ser muy espabiladas, aunque me alegra decir que me equivoqué con mi primera impresión). Silvia, Irene y Ainhoa.

Nos sentamos con ellos, y empezamos a charlar. Silvia e Irene estaban riquísimas, pero quien más caso me hizo fue Ainhoa. Me preocupó un poco al principio, ya que por su aspecto nadie hubiera pensado que tenía 18 años (y era verdad; pese a su apariencia infantil, en realidad tenía 19), pero me cayó simpática.

Enrique estaba ya invitando a los otros, que parecían encantados con la idea.

“De puta madre. Justo nos estábamos aburriendo”, comentó Marcos.

“¿Y eso?”, pregunté.

“Pues porque no hay ni dios por aquí”, respondió Pedro. “Es decir, estamos los seis, pero nos conocemos tanto que ya ni sabemos qué hacer”

“Pues está todo dicho. Mañana sobre las nueve venís para casa, y montamos algo”.

“Pero ¿ese no es un barrio residencial? A ver si nos vamos a buscar un lío”, comentó Ainhoa.

“Mientras no nos pasemos con el volumen de la música…”

Yo personalmente coincidía con que igual nos buscábamos un problema, pero la mayoría parecía coincidir en que no pasaría eso.

Mientras charlaba animadamente con Ainhoa acerca de un temazo musical que había salido hacía poco, reparé por un momento en Rocío y Yolanda, a quienes hacía rato que no prestaba atención. Rocío estaba charlando con Juan, y sonreía. A su vez, Yolanda se reía a carcajadas de algo que Marcos le había contado.

Y entonces lo sentí por primera vez. Celos. Una sensación para nada agradable. Mi impulso natural hubiera sido imponerme, hacerme valer y marcar un territorio privado entre mis primas y yo. Pero me contuve, primero, porque seguramente habría salido perdiendo; segundo, porque ellas no me pertenecían; y tercero, porque hacerlo habría revelado lo que sentía por ellas y eso no me lo podía permitir.

Yo seguí oyendo a Ainhoa, pero desde luego no le prestaba atención. En mi cabeza se debatían las opiniones “es lo mejor para que no sufráis ninguno de los tres” y “las quieres y quieres reclamarlas como tuyas”.

A pesar de lo cual, nos llevamos bien con ellos y antes de irnos, optamos por echar un partido de voleyplaya. Improvisamos el campo y la línea de la red con el pie, y nos separamos. Infantilmente, decidimos jugar chicos contra chicas. Nos separamos cinco contra cinco.

Recuerdo que ningún era especialmente bueno jugando, así que estuvimos muy reñidos. Y también recuerdo que después de un punto marcado por Marcos mi prima Rocío le dijo “¡muy buen tiro!”, lo cual me hizo nuevamente molestarme. “Contrólate”, me recriminé.

Y a pesar de que me quería controlar, justo en el punto de desempate, saqué tan mal que Silvia no tuvo ningún problema en recibir la pelota y marcar su victoria.

“¡Muy bien jugado!”, dijo Irene, lo cual me pareció una mentira terrible,ya que todos teníamos un nivel bastante principiante.

Yolanda me debió notar algo, ya que se acercó a mi, y me puso una mano sobre el brazo, pero yo me limité a sonreír como si no pasara nada. Volvimos a las toallas para recoger, y acordamos en vernos al día siguiente en nuestra casa, por si no bajábamos a la playa.

“Me han caído bien”, comentó Yolanda.

“A mi también, son muy majos”, respondió Rocío.

“¿Creéis que tengo alguna oportunidad de follarme a Irene?”, preguntó Enrique, con mucho tacto.

Mientras su hermana le aseguraba que sí, yo seguía dándole vueltas a la cabeza. Tenía que aprender a controlar esas emociones o al final lo pasaría mal. “Mírate. El que no quería hacer daño a sus primas se ha terminado jodiendo a sí mismo”, me recriminé a mi mismo.

No cené mucho esa noche. Entre el partido de volley y el pensar en cosas qie lo debía pensar estaba bastante cansado, así que antes e la hora habitual, me disculpé para irme a dormir.

“Yoli, si luego quieres ir a dormir, procura no despertarme, ¿vale?”.

Ella asintió. Curiosamente, ni ella ni Rocío se levantaron para darme “mi besito”. Debían saber lo que me ocurría. Y me fastidió, aún así, que no lo hicieran. “No sabes ni lo que quieres, pringao[/i]”, mi cerebro atacaba de nuevo.

Me metí en la cama y cerré los ojos, aunque sabía que no iba a ser capaz de dormir. Sin embargo, abrí los ojos alarmado cuando sentí el colchón hundiéndose a mi lado. Mis primas estaban allí, muy serias. Se habían quitado el bikini… Y estaban ahora más sexis con ropa interior normal.

“Me habéis asustado”.

“Y tú nos tienes preocupadas. ¿Qué ocurre?”, preguntó Yoli.

“Nada”, mentí.

“Oh. Pues para que la prima te haya confesado que también te ama, tienes una curiosa forma de demostrar que no pasa nada”, comentó Rocío. Yo miré a Yolanda, y asintió. Efectivamente, había confesado.

“Pues si ya lo sabéis…”

“Mira, puedo entender que te sea difícil por nosotras. Es una de las razones por las que me gustas tanto”, dijo Rocío en un suspiro. “Pero si ya te hemos dicho que no nos importa…”

“A mí me importa”.

“¿Por qué? Primo, sólo con poder hacer esto nos has hecho felices. No hay motivo para que te pongas así”, añadió Yolanda, que me miraba preocupada.

“No lo entendéis.”

“Pues no somos tontas. Así que explícanoslo. Creo que tenemos derecho”.

Tuve que reírme.

“¿En serio? ¿Para qué? ¿Qué cambiaría si os digo que estoy sintiendo lo mismo por vosotras? ¿Que me ha hecho feliz saber que me amáis? ¿Que me he muerto de celos esta tarde cuando os he visto hablando y riendo con los demás?”

Se lo solté, y no esperé respuesta. Mis primas no parecían creelo. Pero qué importaba. Aquello era demasiado complicado.

“Así que lo mejor va a ser que tomemos distancia, que os juntéis con ellos, y yo esperaré a que Alicia vuelva por aquí”.

“No”.

Yolanda estaba hablando en un tono tan serio que daba hasta miedo.

“No voy a renunciar a ti. Me niego.”

“Yoli…”

“¿Crees que lo que hagamos con ellos… o lo que tú hagas con Alicia… durará cuando volvamos a casa? Esto va a ser sólo un mes. Allí tendremos meses y meses para nosotros”.

No entendía sus palabras. Pero Rocío sí.

“¿Estás proponiendo que lo llevemos en secreto?”

“¿El qué hay que llevar en secreto?”

“Pues eso. Los tres, juntos. Contigo. Tus novias”

“Estás loca…”

“Pues no es mala idea… además, amar es compartir”, dijo Rocío.

“¿Es que mi opinión no cuenta?”

“Claro que cuenta. ¿De verdad no quieres estar con nosotras?”, preguntó Yolanda.

Miré a mis primas a los ojos. Y me rompí. Realmente estaban esperando una respuesta. Ilusionadas. Querían que respondiera.

“... Claro que quiero estar con vosotras”.

“Suficiente”, sentenció Yolanda. “Vamos a formalizarlo”

Y se lanzó a por mi. Me besó como solo ella sabía. De mi mente fueron desapareciendo todos los malos pensamientos mientras su lengua hacía acto de presencia en mi boca.

“Sabéis que esto está mal…”, fue lo último que atiné a decir.

“Por eso es tan buena idea”, dijo Rocío, que se había puesto a mi espalda. Tiró de mí con suavidad y me besó también. De pronto me vi rodeado por aquellas dos diosas. Me deleitaron quitándose la ropa interior. Aunque ya las había visto, me quedé maravillado por lo bonitas que eran aquellas tetas.

Me animé a desnudarme yo también. Me quité la camiseta, y después el bañador. Sobra decir cómo se encontraba ya mi “amiguito”. Se agacharon para el observarlo. Sentí el dedo de Rocío recorriéndolo. Se relamieron.

“No, no, no”, prohibí que se lanzaran. “Aquí tenéis que quitaros también las braguitas. ¿Qué es eso de no desnudaros?”, bromeé.

Increíblemente, cedieron. Se tumbaron, alzaron el culito, y se quitaron sus últimas prendas, mostrándome un maravilloso primer plano de sus chochitos. Madre mía, no me lo podía creer. Y sin embargo, ahí estaban, aguardando. Y entonces aproveché mi ventaja. Dado que tenía delante a Rocío, me lancé a por ella y empecé a lamer su coñito. Mi mano derecha se dirigió a por el sexo de mi prima Yolanda, y con mucho cuidado, deslicé un par de dedos dentro.

Empezaron a gimotear. Mi lengua jugaba libre por el coño de Rocío, y mis dedos se deslizaban por entre los jugos del de Yolanda. Estábamos en una nube de lo prohibido, un placer que jamás nos habríamos imaginado. Sentí la mano de Rocío revolviendo mi primo. “Más… un poquito más, primo”, me pidió. Alcancé el clítoris de Yolanda con el pulgar, y gimió. “Sí, justo… justo ahí”.

Me encantaba el sabor de los fluidos de Rocío. Me deleité saboreándolos, hasta que pasado un rato empezó a tensarse. Era obvio que estaba teniendo un orgasmo, pero no me detuve de inmediato. Bajé un poco el ritmo, hasta que la dejé jadeando sobre el colchón. Aún estaba jugando con el coñito de Yolanda.

“Oye, Yoli, ¿en serio nunca has tenido sexo anal?”, preguntó Rocío. “Pues a ver si viéndome te animas”.

Y me ofreció su culito. Tuve que hacer un poco de sincronización, ya que una mano debía moverse lentamente (con la que dilataba el culo de Rocío) y la otra, más velozmente (con la que masturbaba a Yolanda). Con un poco de paciencia lo conseguí, y cuando tuve a punto a Rocío, no me hizo falta ni preguntarle para poder metérsela. Sentí la calidez de su culo envolviendo mi polla. Qué gusto.

Yolanda se movió. Le ofrecí la opción de que se acercase a mi, y cuando la tuve cerquita, pude también devorar su chocho. Y ahí estaba yo, follándome a Rocío por el culo mientras le comía el coño a Yolanda. Si aquello no era el paraíso, no quería saberlo. Además, el hecho de practicar sexo anal lento me permitía recrearme en el sexo oral que le estaba dando a mi otra prima.

“Eres genial… me voy… me voy…”, gimió.

Y se fue, derramando sobre mi lengua un poquito de squirt. Se dejó caer en el colchón y disfrutó de verme montándomelo con Rocío.

“Acaba cuando lo necesites. No te contengas”, me ofreció mi prima pelirroja. De forma que aumenté el ritmo de mis embestidas, y no tardé mucho en correrme por primera vez aquella noche, dentro de su culito. Cuando se la saqué, Yolanda se asomó. Silbó.

“Buf… qué abierto se queda, ¿no?”, preguntó con cierto temor.

“Pero se siente genial”, aseguró Rocío. “¿Seguro que no quieres probarlo?”

Yo había estado acariciándole las nalgas a Yolanda mientras hablaban, pero finalmente no parecía por la labor. Le daba un poco de miedo, y por supuesto no iba a presionarla. A cambio de eso, empezó a chupármela, con mucho cuidado. No tardó en endurecérseme de nuevo.

Su lengua ya conocía perfectamente cómo estimular mi glande, jugando a hacer círculos a su alrededor, y su mano acariciándome por los huevos y el períneo, una zona algo delicada, pero que os aseguro que da mucho placer cuando te lo hace una chica bonita.

“Yoli… pásame una gomita…”, dijo, sin sacarse del todo mi pene de la boca.

Así que no iba a correrme en su boquita, pero iba a ofrecerse para que se la metiera. Aquello estaría bien, así que me puse el condón cuando me lo pasó Rocío, y luego ella se situó detrás de Yolanda. Yo no me imaginé qué hacía, y Yolanda se subió sobre mi miembro, empezando a cabalgarme como si fuera una jinete.

“Cuidado, así vas a gastar mucha energía”, escuché a Rocío. “Tienes que ser más calmada y no mover tanto todo el cuerpo”.

“¿Tu crees?”, preguntó Yoli, jadeando.

“Por supuesto. Mira, apoya las piernas en el colchón…”, desde mi posición podía ver a Rocío acariciando aquellas piernas. “Ahora, quieta, no muevas todo el cuerpo… levanta y baja las caderas”, se las sujetó con mimo. “Aaaaasí, arriba, abajo, arriba, abajo… muy bien, preciosa”, añadió, y la sostuvo. “Voy a ayudarte, tu muévete, y adaptate”.

Yolanda fue aplicando los consejos que le daba Rocío, y mejoró mucho en aquella sesión. Cada vez era capaz de mover las caderas más rápidamente, dejando prácticamente quieto el resto de su cuerpo. Rocío sonrió satisfecha al ver el resultado cuando ambos nos conseguimos correr a la vez. Maravilloso.

“¿Te ha gustado?”, me preguntó.

Asentí. Pero ahora era Rocío quien requería mi atención. Se tumbó en la cama.

“Hoy prefiero que lleves la iniciativa. Si no te importa… cariño”, me dijo.

Claro que no me importaba. Me situé entre sus piernas, con mi rabo empalmado, y sabiendo que ella tomaba la píldora, se la metí de una vez. Ella dejó escapar un suspiro de placer, y continué follándomela. No iba despacio, pero tampoco quería correrme muy rápido. Por si acaso aquello era un sueño, quería que durase todo lo posible. Yoli se asomó con su curiosidad habitual para ver mi pene entrando en el chocho de Rocío.

“¿Se siente así mejor?”, me preguntó.

“Bueno… es diferente”, respondí. Obviamente, no me apetecía responder que hacerlo a pelo, sin condones, aumentaba la sensación de placer, pero ella se olvidó del tema y se echó a mirarme sobre el cuerpo de Rocío, usando sus pechos como almohadas.

“Haz que gima”, me dijo. “Sabes que puedes hacerlo”, y me guiñó un ojo.

Me animé con sus palabras y aumenté un poco el ritmo. El problema de hacerlo fue que me desacommpasé con Rocío, y mi orgasmo empezaba a ser más próximo al de ella. No me iba a gustar nada dejarla a medias, pero…

“Córrete… venga, y aguanta… demuestra que eres un hombre”, gimoteó Rocío.

Intenté aguantar lo que pude, antes de eyacular por segunda vez. Mi esperma inundó su sexo, pero no iba a dejarla sin acabar, y procuré aguantar un poco más follándomela. Lo conseguí, aunque caí de espaldas, agotado por la sesión. Por supuesto, Yoli volvió a mirar el resultado final de mi obra.

“Seguro que tu también quieres acabar así”, dijo Rocío a Yolanda.

“Pues me encantaría… pero no me atrevo”.

Y con razón. Si no tomaba la píldora, teníamos que tomar las precauciones necesarias.

“Bueno, sabes que el primo no nos va a dejar insatisfechas. Aún así…”

Y le susurró algo al oído. Yolanda parecía nerviosa, pero Rocío continuó hablando, y finalmente, ella asintió. Se tumbó en la caba bocabajo, y para mi sorpresa, se quedó en cuatro. Me estaba dando su culo.

“Quiere probar, para no usar el preservativo”, me explicó Rocío. “Pero quiere que te detengas en cuanto diga que le duele, ¿vale?”

Por supuesto. No iba a consentir que fuera de otra forma. Pero lo primero era lo primero. Dilatarla bien. Con cuidado y con mimo. Rocío, que se había eregido como maestra del sexo, me explicó a continuación cómo podía hacérselo mejor.

“Deja un buen chorro de saliva… Yoli, túmbate un poco más… ahí, el culo bien en pompa. Ahora, primo, acaricialo por fuera primero… eso es, así se acostumbrará a sentir ahí algo… mira, le gusta”, dijo, puesto que Yolanda había suspirado levemente. “Mete un poco tu dedo… hasta ahí, sácalo… vuelve…”

Me enseñó bien cómo abrirle el culito, y menos mal, ya que encontré mucha más resistencia que cuando le hice el anal a Rocío. “Es que tiene su culito virgen. Siempre es más complicado la primera vez”, me explicó al oído. “Pero que no me oiga, no quiero que se piense que me río de ella

Una vez juzgamos que estaba preparada, por indicación de Rocío, se la metí. Igual que con la dilatación, primero le metí sólo un poco, apenas el glande, y me aparté. Poco a poco le fui introduciendo más longitud de mi rabo con cada metida, hasta que estuve por completo dentro de ella. Rocío fue a verla.

“¿Estás bien?”, preguntó. Yoli asintió. “Ve con cuidado, primo”

Su culo estaba realmente apretado, lo que no hacía más que aumentar la excitación cada vez que mi polla se deslizaba dentro. Aguantó durante un par de minutos. Rocío se ocupaba en todo momento de comprobar si estaba bien o necesitaba parar. Yoli me autorizó a que probase a ir un poco más rápido, pero se negó a continuar cuando lo probó.

“Lo siento… me duele”, dijo.

“No pasa nada”

“Espero que no vayas a preferir a Rocío sólo por esto…”, dijo, y supe que realmente le preocupaba que fuera así.

“Sabes que el primo no es así”

Acerqué un poco mi cara a la de Yoli, y la besé suavemente. Sonrió. Realmente estábamos felices los tres de poder estar ahí, tranquilamente. Miramos el reloj. Se nos había hecho tardísimo.

“Deberiamos dormir…”, dije.

Pero mis nuevas novias no parecían dispuestas a concederme ese deseo. No aún. Y entonces ocurrió.

Empezaron a turnarse para chupármela. Empezó Yolanda, con su cuidado habitual, y no tardó en pasarle mi pene a Rocío. Ella succionaba, como solía hacer. Ninguna se separaba mucho de la otra, de tal forma que mi pene se movía casi de forma natural de una boquita a otra, según lo liberaban. Fue realmente morboso, y más aún cuando las vi dándose un beso alrededor de mi polla.

“Voy a acabar… chicas, me corro”

Apenas lo dije cuando estallé. Mi semen brotó sobre la lengua de Rocío. Mientras se lo tragaba, vi a Yolanda recuperar hábilmente mi pene y seguir chupándolo ella, llevándose otras dos rociadas. Cuando ya no emanaba tanto, sus lenguas me dejaron el pene bien limpio y luego se tumbaron, una a cada lado mío.

“Creo que hay que aclarar unas cosas”, dijo Rocío. La escuchamos con atención. “Esto que hacemos está prohibido, así que nadie lo sabrá nunca. Somos novios, pero eso no puede saberlo ni Enrique. ¿Vale?

Aceptamos.

“Dado que no somos novios, tenemos derecho a conocer otras personas. Primo, śe que quieres follarte a Alicia… y tú, Yoli, harías bien en probar con más chicos”

“¿Qué harás tú?”, le pregunté, pero sonrió, en lugar de responderme.

“Y por último… Yoli, aunque las dos somos novias de él, y no entre nosotras… ¿podría darte algún beso de vez en cuando? Se me hace muy raro estar en la cama con alguien sin que haya ese contacto…”

“Bueno… no pasa nada, creo, y… oye, ¡eso es que tú ya has tenido un trío!”, dijo Yolanda.

“Sí… lo siento, chicos, no me habéis hecho nada que no me hayan hecho antes… pero me lo he pasado mejor, os lo aseguro”, nos dijo.

Decidimos que era buen momento para apagar la luz. Yo estaba en medio de aquellas dos diosas, y ahora parecía que nuestro amor iba a poder manifestarse con frecuencia, pero… ¿seríamos capaces de mantenerlo así en público?

Y si queréis más...

Sara, novia trans (continuando)[/i]
Autoexperimentando, Fantasía: cambio de rol con mi novia, Recibí ayuda de mi amiga especial, Trío con pareja amiga, Masaje con final más que feliz, A las órdenes de mi amiga trans, Polvo con mi ex… y mi novia, Vestido para mi novia (trans), Adicto a la polla trans, Cuarteto bixsexual (o parecido), Fin de semana con amigos (I), Fin de semana con amigos (II), Ayudando a una amiga

La amiga de mi hija (continuando)
Se me declaró la amiga de mi hija, La elección de la amiga de mi hija, Trío prohibido, Reconciliación tabú

6 comentarios - Vacaciones con mis primos (9)

Aguss269911 +1
Si le pudiera dar 100 puntos lo haría
PepeluRui
Muchas gracias 😄
Pican3 +1
"No sabes ni lo que quieres,pringao" jajajaj +10 y a esperar el proximo..
PepeluRui
La delgada línea entre lo moral y el deseo 😉 Gracias, y muy pronto
hacktodo +1
Bro hoy si te la mamaste excelente !!!
PepeluRui
Gracias 😃 Pronto más y mejor
Antonioperez555 +2
Habrá descripción de las chicas de la playa?
PepeluRui +2
No era mi prioridad, pero puedo ponerla 🙃
Gilpajaberto +2
@PepeluRui hey tio me encanta tu trabajo soy colega de Antonioperez555 y te esperamos con ansias el siguiente capitulo
PepeluRui +1
Muchas gracias, chicos 😃 No tardaré mucho en subirlo 😉
barillas456 +3
No hay palabras para describir la historia, ESPECTACULAR. Esperamos ansiosos la llegada de la fiesta y de las chicas de la playa junto con alicia, aguantad chicos @Antonioperez555 @Gilpajaberto😋😋
Lukonga99 +1
Bravisimo excelentes relatos no quiero que termine mas