Decimonoveno cumpleaños con mis primas

Los orígenes de esta historia... (en la que también hay sexo)
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18

(los nombres, oficios, y demás posibles datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados, empezando por yo mismo)

Ya habían pasado unos cuantos meses desde el verano en que me confesé con mis primas y empezamos una relación a tres bandas. El único que lo sabía era primo Enrique, pero como este vivía en las nubes con su novia, no se metía en nuestra relación. Su hermana, Yoli, era feliz, así que no tenía razón para pelearse conmigo. Rocío seguía preciosa, como siempre, y estaba encantada con cómo nos lo habíamos montado.

Desperté aquel día con un sueño muy vivido. Recreando en lo que había pasado aquel maravilloso verano. Con mis primas a mis lados. Besándome… y al abrir los ojos allí estaba sonriente mi prima Yoli. Con su cabello azabache y sus mechas azules. Salté hacia atrás y me golpeé con el cabecero de la cama.

“Buenos días, mi amor”, dijo ella tiernamente.

“¿Te has hecho daño?”, preguntó la voz de mi prima Rocío, quien apareció en mi campo de visión. Su pelo rojo brilló ante el sol que entraba por la ventana. Me acarició la cabeza.

“¿Se puede saber qué hacéis aquí?”, pregunté alarmado. “Y además… ¡así!”

Y es que las dos habían entrado en mi cama, y estaban sin camisetas. Sólo el sujetador. Y estaba seguro que debajo de las sábanas, como mucho, tendrían las braguitas puestas. En zona de peligro. Mi casa.

“Hemos venido a desearle a nuestro primo un feliz cumpleaños”, dijo Rocío, y posó sus labios sobre los míos. Sus manos acariciaron mi torso.

“Estáis locas… como mis padres os pillen…”

“Tus padres se han ido ya”, dijo Yoli en tono conciliador. “Les dijimos hace unos días que queríamos celebrar tu cumpleaños, así que se han ido a pasar el fin de semana fuera”.

“Para que veas lo listas que somos. Estamos oficialmente solos. Los tres celebrando tu cumpleaños…”

“¿En serio habéis pedido a mis padres que se vayan para tener sexo todo el día?”

“¿Tan mal te parecería?”, preguntó Yoli, un poco decepcionada. “Pero no. Sólo vamos a tener sexo por la mañana. Por la tarde una verdadera fiesta. Y cuando todos se hayan ido a tomar por culo a su casa… más sexo”.

“No se, prima… después de este recibimiento no creo que se lo merezca”, inquirió Rocío. “Creo que será mejor vestirnos e ir preparando la casa…”

“Lo siento”, dije. “Ya sabéis que no me van mucho las sorpresas… tendría que haber confiado en vosotras y pensar que no nos íbais a poner en peligro”.

“Eso es muy bonito”, Rocío me dio un beso. “Pero sigues sin merecerte ese polvete. Por tonto”.

“Vamos a preparar el desayuno. No tardes en levantarte”, dijo Yoli, quien también se había levantado. Se pusieron los pantalones y las camisetas y me dejaron allí, triste… y empalmado.

Pues empieza bien el día, pensé. Decepcionando a mis primas. Me puse el pantalón vaquero que había dejado la noche anterior en la silla y salí hacia el salón, con la intención de pasar por la cocina y ayudar a mis primas con el desayuno.

“Rediós…”

Cuando llegué al salón las dos me estaban esperando. De rodillas en el sofá. De espaldas a mi. Completamente desnudas. Con las piernas separadas, exhibiendo sus coñitos hacia mi. Me acerqué a ellas despacio. Se voltearon para mirarme. Sonreían.

“¿Te lo habías creído?”, preguntaron al unísono.

“Claro que sí. No me esperaba esto…”

“Tenemos toda la mañana para disfrutar. ¿Cómo íbamos a desperdiciarlo?”, dijo Rocío.

“Espero que las cortinas nos tapen…”, comentó Yoli.

Pero en ese momento me daba igual. Me chupé los dedos de ambas manos y me puse entre ellas. Acaricié sus sexos con mucho cuidado, provocándoles un escalofrío. Qué maravilla. Adoraba su tacto. Además se habían depilado, probablemente el día anterior. Tenían los chochitos suaves suaves. Suspiraron. Mis dedos índices se introdujeron ligeramente en sus vaginas.

“Malo…” protestó Rocío.

“¿Yo soy el malo? Sois vosotras las que me habéis engañado”, dije. Me sentía poderoso, dominándolas. Pero con mucha calma. Hacía como dos semanas que no teníamos sexo, de forma que esperar y disfrutarlo era la opción más sabia… y para hacerlas perder un poco la cabeza.

“Por favor…”, suspiró Yoli.

“¿Por favor… qué? “, pregunté con falsa inocencia.

“Te… te quiero dentro…por favor”

Miré a Rocío. Ella también parecía deseosa. Pero quería ceder a los deseos de Yoli, así que me miró y asintió.

“Es totalmente seguro… no queremos perder tiempo con gomitas…”, añadió.

De forma que me bajé el pantalón y me situé tras Yoli. Mi pene se deslizó suavemente en su lubricada vagina. Despacio. Sentí como su sexo apretaba contra mi erección. Una cálida sensación. Puse las manos en sus caderas y empecé a bombear.

Rocío no quería quedarse quieta y trepó por el cuerpo de Yoli. Se apoyó suavemente en ella y alcanzó mis labios mientras jugaba con las nalgas de la prima. Yoli tembló cuando la mano de Rocío le alcanzó el clítoris.

“Joder… prima… qué rico…”, jadeó.

“Será mejor que te gires”, propuso Rocío.

Y Yoli obedeció. Tumbada bocarriba volví a acometerla una y otra vez, mientras Rocío le lamía un pezón y seguía acariciándole el coñito. La sensación para mi prima debía ser tremenda, y yo estaba disfrutando de un inocente (no tanto) juego lésbico ante mis ojos. No pude aguantar mucho más sin correrme, vaciando mi primera carga dentro de mi prima. Cuando se la saqué vi que chorreaba ligeramente.

“Gracias… necesitaba esto…”

“La verdad es que yo también”, dije. “Pero no puedo dejar a Rocío sin atender, ¿verdad?”

“Eso espero”, dijo Rocío. Un tercer beso (este con sabor a pezón) empezó a despertarme de nuevo la erección.

Pero debía esperar un poco. Sólo un poco más. ¿Y qué mejor para darle placer que mi lengua? Me situé entre sus piernas y separé sus labios vaginales antes de introducir la lengua. Aquel sabor me traía recuerdos del que había sido el mejor verano de mi vida. Yoli trepó tras de mí y apoyada en mi espalda (sentía sus pezones erectos contra mi) empezó a masturbarme. Mi polla no tardó en estar preparada para el siguiente asalto.

Y en ese momento Yoli tiró de mi hacia atrás. Y cuando estuve sentado en el suelo, inmóvil, Rocío saltó hacia adelante y se dejó caer sobre mi erección.

Empezó a cabalgarme con ganas, sus tetas rebotaban con cada movimiento que hacía. No pude resistirme a probarlas con mi lengua mientras mis manos exploraban toda su anatomía. Y entonces se me ocurrió una locura. Me chupé un dedo y lo llevé hacia su ano. Lo acaricié. Sentí que el ritmo de su movimiento deceleraba mucho. Se apoyó contra mi frente.

“¿Puedo?”

“Hazlo”, me apremió.

Con mucho cuidado mi dedo penetró en su culo. Lentamente entraba y salía mientras ella seguía moviéndose arriba y abajo de mi erección. Lo disfruté mucho.

“Oye… podemos hacer eso esta noche…”, me susurró. “Pero ahora necesito acabar”.

“¿Me permites?”

“Sí”

La asié por las caderas y bien sujeta empecé a acometerla con ganas. Gimió. Yoli miraba mientras se chupaba la punta de su dedo, muy interesada. No tardé mucho en eyacular, pero antes conseguí escuchar el gemido de orgasmo de Rocío.

“Te amo”, me dijo, y volvió a besarme. Esta vez suavemente. Sin pasión. Tierno. Terminé tumbado en el suelo.

“Me voy a poner celosa”, dijo Yoli, y tomó su relevo para besarme.

“ Pues yo también me pongo celosa “, bromeó Rocío, y le plantó un beso en los labios a Yolanda. Ella no se apartó.

“¿Desayunamos?”, propuse.

Así lo hicimos. Café y bollería variada. Total, esa noche quemaríamos muchas calorías en la cama. Mis primas/novias estuvieron juguetonas durante el desayuno, dándome de comer y a veces fingiendo para darme un beso.

Luego se me cayó el alma a los pies: sacaron de una bolsa mi regalo. Un juego de la consola.

“Estáis locas. ¿Cómo se os ocurre? Esto es caro…” dije con sentimiento de culpa.

“Lo dice el que nos compró un par de perfumes en nuestros cumpleaños”, respondió Yoli. “Te merecias esto”

“Gracias… no sé qué decir”.

“No digas nada. Ahora vamos a ir a comprar cosas para la fiesta, luego comemos y una pequeña siesta antes”, me informó Rocío. “¿Te parece?”

Claro que me parecía. De modo que nos vestimos tranquilamente y salimos a comprar lo típico que compra uno para celebrar el cumpleaños: bebida y cosas para picar. Menos mal que no estábamos muy lejos del supermercado o no habríamos podido llevarlo todo.

“Se me hace poco…”, comenté.

“Ya hemos dicho a los demás que no vengan con las manos vacías”, me recordó Rocío.

“No es que vayamos a ser muchos pero como tengamos que poner lo de todos nos vamos a arruinar. ¿Dónde comemos?”, preguntó Yoli mientras terminábamos de colocar la compra que habíamos hecho.

Optamos por bajarnos al bar de abajo de mi casa, donde nos conocían de toda la vida, y disfrutamos de tres hamburguesas con tres refrescos. Teníamos ya la mayoría de edad, pero igualmente no nos apetecía beber (o al menos tan temprano). Disfrutamos de la comida mientras pasábamos un rato agradable.

“¿Sabéis? Me da pena. Que no podamos… ya sabéis. Disfrutar de nuestra relación en público”.

“Es muy pronto, primo”, dijo Rocío en tono serio. “Sabes que te queremos mucho, pero sómos jóvenes”.

“Imagina que salimos del armario. Nuestros padres se escandalizarían. Luego rompemos. Y todo eso… para nada”, Yoli habló esta vez. “No quiero que ocurra, pero me gustaría que nuestra relación se fortaleciese más”.

“Os entiendo”, dije. “Sé que es una locura. Bastante tenemos con que Enrique nos guarde el secreto”.

“Pero oye. Te queremos igual, lo sabes, ¿no?”

“Como yo a vosotras”.

Sonreímos, terminamos de comer, pagamos y volvimos a subir al piso. Teníamos una larga tarde por delante, de forma que nos pusimos cómodos: ropa interior y echados en el sofá, algo fácil ya que era una chaise longe. Pusimos una película y poco a poco sentí que mi prima Rocío se quedaba dormida.

“Pobre. Está muy cansada”, dijo Yoli en un susurro.

“¿Y eso?”

“Los estudios, ya sabes. Eso y, bueno… anoche estuvimos hablando de ese tema. Lo de no tener que escondernos. Ella tampoco quiere”.

“¿Entonces?”

“Ella tiene miedo. Igual que yo. Y le da miedo que pienses que es porque no te queremos lo suficiente. Por eso te lo ha dicho. Eres muy importante para nosotras, primo”.

“Como vosotras para mi”.

Yoli sonrió y me dio un ligero beso en los labios. Bajó a mi barbilla. A mi cuello. Siguió por mi torso y yo sabía lo que me esperaba. Sí, sus manos fueron retirando la tela de mi boxer. Con mucho cuidado, hasta que “liberó a la bestia”, ya que aquel jueguecito ya me había puesto a mil.

“Creo que cada día está más grande”, dijo en un comentario descuidado antes de llevarse mi erección a la boca. Me besó el glande antes de empezar a chupármela. Se la sacó simplemente para lamerla desde la base a la punta y volver a metérsela.

“Yoli…”

“¿Sabes? Me acuerdo mucho de la primera vez que me hiciste el amor…” comentó mientras dedicaba unos besos a todo mi falo. “Me ayudaste a sentirme mujer… y a sentirme feliz…”

“¿Quieres repetir?”

“Esta noche. Ahora mismo, voy a dejarte terminar”

Y no dijo una palabra más. Continuó chupándomela, cada vez con más ahínco. Tal fue así que Rocío se terminó despertando, y al verla, como si fuera una película porno, se puso a su lado y le apartó los cabellos para que pudiera verla bien. Ella me miró a los ojos, y en ese momento eyaculé. Llené su boquita con mi semilla.

“Mierda… yo que no me quería manchar…”, dijo tristemente Yoli. Un hilillo de semen le había caído sobre un pecho y la pierna.

“Yo me puedo ocupar de eso. Si me dejas…”

Yo sabía que Rocío fantaseaba con que Yoli le dejara nuevamente disfrutar de su cuerpo, pero ella tenía demasiadas reservar con el sexo con mujeres. Sólo le permitía, de vez en cuando, un beso. Y eso que gozó mucho con el cunnilingus de la prima, recordé. Pero para mi sorpresa, Yoli aceptó la propuesta de Rocío.

Y mi prima pelirroja avanzó a por Yoli. Empezó limpiando su pierna, obviamente, empleando la lengua. Yoli no dijo nada. Rocío aprovechó para subir besando el cuerpo de Yoli hasta llegar a sus senos. Parecía dudar si continuar o no. Lo hizo para el deleite de mis ojos. Su lengua recorrió aquel seno, y como si no pudiera evitarlo, atacó el pezón de mi prima.

Pero lejos de asustarse, Yoli le permitió continuar. Cerró los ojos. ¡Lo estaba disfrutando! Acarició los cabellos de Rocío mientras esta degustaba el sabor de su teta. Algo estaba claro y era que Rocío no quería perder la oportunidad.

“Acércate, primo”, susurró Rocío, aunque con la boca llena de pezón me costó entenderla.

Me arrimé y en ese momento sujetó mi pene con delicadeza. Empezó a pajearme para mi deleite mientras seguía con Yoli. Me fijé entonces en su otra mano. Se estaba escurriendo por entre las piernas de Yoli. Tal vez eso sería propasarse aunque era muy excitante de ver. Yoli separó un poco más las piernas. Se iba a dejar hacer. Gimió, y supe que los dedos de Rocío se habían hundido en su sexo.

Pero más me sorprendió entonces ver a Yoli correspondiendo. Tanteó por el cuerpo de Rocío hasta que llegó a su sexo. Con cierto miedo, le introdujo el dedo, ante mi atenta mirada. Allí estaban als dos masturbándose mutuamente mientras la pelirroja me hacía una de las mejores pajas de mi vida.

“Os quiero… os quiero mucho…”, gimoteó Rocío. Estaba muy excitada y no era para menos.

“Chicas, yo me… me…”

No pude terminar la frase. Eyaculé como un bendito, manchando toda la mano de mi prima. Esta se la llevó a los labios y se la limpió… y Yoli decidió ayudarla. En cierto momento sus labios se juntaron, y Rocío no pudo más. Estalló en un orgasmo muy grande. No pudo continuar, pero tomé su relevo, y corrí a ponerme tras mi prima Yoli. Le introduje los dedos despacio y no tardé mucho en hacer que se corriera.

“¿Sabéis? Tal vez no sea buena idea celebrar la fiesta… Podríamos quedarnos solitos toda la tarde…”, propuso Rocío. Obviamente quería más.

“Muy tentador, pero no puede ser. Mi hermano viene, y si lo anulamos, sabrá por qué. No creo que se lo tome muy bien”, comentó Yoli. “Aunque siempre podemos darnos una ducha”.

Y tenía razón. Nuestros fluidos estaban presentes por nuestras anatomías. Así que nos dirigimos a la ducha. Los tres. Por suerte en mi casa había bañera y no plato de ducha.

Limpié los cuerpos de mis primas con mucho cuidado. Con mucho cuidado de tocarlas por todas partes, quiero decir. Me entretuve un rato en sus nalgas y en sus tetas. A punto estuvimos de echar otro polvo por la excitación, pero de alguna forma, logramos controlarnos. Luego me limpiaron ellas a mi. Estaba en una nube con sus cuidados. Luego nos arreglamos para la fiesta.

El primero en llegar fue Enrique, y para mi sorpresa, vino con Irene, su chica. Me pregunté si eso suponía que Alicia y Tania aparecerían por allí. Desconocía la lista de invitados, en realidad. Y al final sí, aparecieron. Ellas dos y unos compañeros de clase con los que me llevaba muy bien.

No te hagas ilusiones. No van a quedarse a la fiesta privada de la noche”, me susurró Rocío antes de ir a saludarlas. Luego se acercaron a felicitarme. Tengo que decir que Alicia tenía mejor aspecto que la última vez que nos vimos. Estaba todo tranquilo.

Me quedé en el sofá un largo rato con mi primo y con Juan, uno de mis compañeros. Rocío no tardó mucho en sentarse con nosotros. Parecía agotada, y le preguntamos qué ocurría.

“Es Alicia. Menuda chapa nos ha dado sobre los últimos tíos con los que ha estado”, nos contó.

“Qué paciencia”, dijo Enrique. “Aunque igual no hubiera ocurrido si alguien le hubiera hecho más caso”.

Era una puya en toda regla pero la ignoramos. Obviamente Juan no se enteró de nada. Bueno, sí, de que se le había vaciado el vado, de forma que me levanté y fui a la cocina a buscar más botellas.

“Hola, guapetón”, dijo Tania, que estaba allí en ese momento.

“Hey. ¿Todo bien?”

“Maravillosamente. Veníamos a pasar unos días en la capital y nos llamaron tus primas para venir a celebrar la fiesta”.

“Me alegro de que hayáis venido”.

“Por curiosidad… ¿aún estáis juntos?”, preguntó bajando mucho la voz.

“Errr… sí, seguimos juntos”, respondí, un tanto cortado.

“Una pena. Me lo pasé muy bien contigo el verano pasado…”, dijo en un suspiro. “Si eso cambia… avisa, tiarrón”.

Me guiñó el ojo y salió de allí. Yo me quedé bloqueado por unos momentos y luego fue a por las botellas. Las llevé al comedor, y cuando cayó la noche, pedimos unas pizzas para rematar la noche.

“¿Seguro que no vamos de fiesta?”, preguntó Fran, otro de los invitados.

“No, lo siento. Salid vosotros, a mi me duele la cabeza”, dije. No era verdad, pero mis primas me lo habían propuesto como excusa para no salir, y lo habíamos improvisado.

“Bueno, que te mejores, tronco”.

Nos despedimos de los invitados en la puerta. Y según se cerró, mis primas echaron el cerrojo. Con la llave puesta, para evitar más interrupciones. Me pregunté si me asaltarían en aquel momento o esperaríamos un poco. Yoli me abrazó. Rocío tiró de mi. Suavemente nos dirigimos a mi dormitorio. Me tendieron en la cama y empezaron a desnudarme.

“¿Estáis juguetonas?”, pregunté, pero no me respondieron. Se limitaron a sonreír misteriosamente. Yoli salió un momento y volvió con su bolso en la mano, de donde sacó unas ataduras. “¡Pero bueno!”

“Sssssssh”, susurró Yoli. “No digas nada”.

Con el pecho descubierto me ataron las manos, exponiéndome a lo que me hicieran. Luego me quitaron el pantalón y el boxer, y me ataron los tobillos. Estaba completamente indefenso ante ellas. Y entonces se sentaron a mi lado sin hacer nada más. Me asusté. Algo tenía que haber ocurrido para el cambio de actitud de la tarde a ese momento.

“¿Qué os pasa, chicas?”

“Eso queremos saber nosotras. Te oí antes hablando con Tania”, dijo Yoli. “Y me preguntaba si estabas bien con nosotras o somos muy poco para ti”

“¿Cómo podéis preguntarme eso?” Yo os quiero mucho…”

“Pero con ella podrías tener una relación normal…”, añadió Rocío.

“Basta. No. No la quiero a ella. Ella fue algo físico, y lo sabéis. Sólo de verano. Es a vosotras a quienes quiero. Muchísimo. Y no quiero que lo nuestro termine nunca.”

“Sólo queríamos oír eso”, dijo Rocío. Se quitó la camiseta y se pegó a mi. Sentí el calor de su cuerpo y me besó. Nuevamente despacio. Yoli se despojó también y se unió al beso. Mis primas se miraron y se guiñaron un ojo. Bajaron por mi cuerpo y llegaron a mi polla, que se hallaba ya erecta.

“Después de ti”, ofreció Yoli, de forma que Rocío se adelantó para empezar a mamármela. Su boquita me daba mucho placer.

No tardó Yoli en tomar el relevo de probar mi erección. Rocío se dejó llevar y le plantó un beso, con mi pene de por medio. Siguieron un rato besándose alrededor de mi falo y luego volvieron a turnarse.

“¿Te está gustando?”, preguntó Yoli hablándome oído mientras veía a Rocio mamármela.

“Mucho… de hecho voy a correrme…”

Yoli bajó a ayudar a mi prima, pero esta la detuvo. Rocío se las apañó ella sola para hacerme eyacular. Derramé mi semilla. Nos miró y nos sonrió.

“No es justo”, protestó Yoli. “Yo también quería”.

“Bueno… ¿vas a dejarme compensarte?”

Me liberaron de mis ataduras para continuar jugando. Rocío no iba a renunciar a mi prima fácilmente, así que hundió la cabeza entre sus piernas y empezó a lamerle la vagina. Yoli disfrutó de la presencia de sus labios en su húmedo coñito.

“Vamos, primo… estoy esperando”, dijo Rocío, levantando el culo hacia mí.

Me situé detrás de ella, y dejé que un buen chorro de mi baba resbalase a su agujerito. Lo dilaté con sumo cuidado, introduciendo primero un dedo, y luego dos. Acompañé esto con unas breves chupaditas a su coño, provocando que gimiera de placer.

“¿Estás lista?”, le pregunté mientras le mordía con suavidad una nalga y terminaba de dilatarla.

“S-sí”, respondió ella. “Lo estoy deseando”.

Con cuidado dirigí mi rabo hacia su culo. Apoyé la punta en su hoyito, y empujé suavemente. Ella se tensó un poco. Se la saqué y volví a metérsela. Un poco más profundo. Ella dio un empujón hacia atrás, introduciéndosela por completo. Yo me aferré a sus glúteos y empecé a bombear, con cuidado pero con ganas.

Yoli me miró y sonrió. Lo estaba disfrutando mucho. La verdad era que Rocío sabía mucho de sexo y nos enseñaba siempre que podía. Y que pudiéramos estar así los tres era un verdadero regalo. Tanto para nosotros como para ella, que tenía cierta fantasía no resuelta con la prima.

“Joder, primita… cómo me gusta tu culo…”, dije cuando llevaba unos minutos así.

“Y me encanta que lo uses, pero… tengo otra necesidad…”, pidió Rocío.

Lo entendí de inmediato, y es que ella no se había corrido aún en mucho rato, de forma que se la saqué y se la introduje un poco más abajo. Me sorprendió comprobar lo mojadita que estaba, así que mi pene se deslizó con suavidad. Penetré con cierta prisa, pues no me quedaba mucho para correrme. Me había maravillado con su culo.

“Sigue, primo… no te contengas… acaba dentro…”, gimió Rocío, que ya había conseguido que Yoli llegase a su clímax. “Lléname…”

Y me corrí.

“¿Sabes que te ha quedado muy japo?”, bromeé.

“Sí, bueno, no es que el hentai te desagrade, ¿verdad?”, rió ella.

“Nah, os prefiero a vosotras”.

“Y nosotras a ti”, dijo Yoli.

No acabamos la noche aún. Yoli subió sobre mi y empezó a cabalgarme cuando nos hubimos recuperado. Despacio, muy lentamente. Mi rabo lo estaba disfrutando mucho aquella noche. Por su parte, Rocío pasó una pierna por encima de mi cabeza, y entendí en seguida lo que quería. Un cunnilingus. ¿Cómo podía negárselo?

Hundí mi lengua en las profundidades de su vagina y degusté el sabor de su clítoris mientras Yoli se aseguraba de que mi pene entraba dentro de ella por completo en cada acometida. Una maravilla placentera. Deseé que aquella noche no terminase nunca.

Luego probaron a estimular mi pene con sus tetas, algo realmente efectivo. Verlas ahí jugando, apresando mi polla, masturbándome, con alguna mamada furtiva, era demasiado para mi como para aguantarlo, y volví a correrme encima de sus caritas.

Exhaustos no estábamos dispuestos a dejar ahí la celebración de forma que nos tumbamos en la cama. Mis manos, como aquella mañana, se ocuparon de masturbarlas suavemente mientras ellas me pajeaban a mi. No dijimos nada, nos limitamos a suspirar por el placer y a dejarnos llevar. Ellas terminaron un poco antes que yo, empapando mis manos con sus jugos, y yo eyaculé como un bendito sobre sus dedos.

“Feliz cumpleaños”, me dijeron de nuevo, y me besaron.

Nunca quise que aquello acabase. Pero lamentablemente, como ya os conté, con Yoli aquello terminó pronto… o al menos “formalmente”.


Si os ha gustado he publicado más relatos...

Sara, novia trans (continuando)
Autoexperimentando, Fantasía: cambio de rol con mi novia, Recibí ayuda de mi amiga especial, Trío con pareja amiga, Masaje con final más que feliz, A las órdenes de mi amiga trans, Polvo con mi ex… y mi novia, Vestido para mi novia (trans), Adicto a la polla trans, Cuarteto bixsexual (o parecido), Fin de semana con amigos (I), Fin de semana con amigos (II), Ayudando a una amiga

La amiga de mi hija (continuando)
Se me declaró la amiga de mi hija, La elección de la amiga de mi hija, Trío prohibido, Reconciliación tabú, La novia de mi hija

Mis amigos (continuando)
Capítulo 1: Confesiones de ella, Capítulo 2: Confesiones de él

2 comentarios - Decimonoveno cumpleaños con mis primas

FutanariFan01 +1
Que buen relato.
Yo tengo un relato en donde cuento cuando un transexual me cogio cuando tenia 16 años. Lo contaría pero dudo que a alguien le interese.
PepeluRui
¡Pero si en esta página hay gustos para todo!
Thorir697
Amigo tenes que subir la continuación; que bu3nos relatos. Son sacados de tu imaginación o de verdad pasó? Si es así tenes fotos de Yoli y rocío?