Vacaciones en el hotel

(los nombres, oficios, y demás posibles datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados, empezando por yo mismo)

Me gusta cuidarme y de vez en cuando me gusta hacerme regalos, como irme a un hotel una semana en la época de mayor calor. Siete días, cerca de la playa, con piscina privada y las comodidades justas. No tenía mucha intención de quedarme dentro del edificio más tiempo del necesario. Los desayunos además estaban incluídos.

Así que después de cargar en la maleta de la moto una bolsa con un puñado de camisetas, un par de pantalones cortos, ropa interior de recambio y el bañador, monté y me dirigí al hotel. Salí temprano por la mañana con tal de evitar la horda de temperaturas altas que se avecinaba, y el bluetooth del casco me ayudó a ir escuchando una buena emisora de música de camino.

Llegué al hotel mochila al hombro y casco al otro hombro. El check-in fue todo correcto, esta es la llave de su habitación, la clave del WiFi, el desayuno de ocho a once, gracias muy amable, necesita ayuda, no gracias.

Subí, dejé todo en el amplio armario de la habitación, probé el colchón (era cómodo), vi que el baño disponía de su lavabo, su taza y su bañera, me despeloté, observé mi cuerpo desnudo en el espejo, me puse el bañador y me bajé para la piscina. El sol estaba en su plenitud, pero el poco aire que corría se refrescaba en el agua.

Me metí, disfruté de lo fresco del agua, me nadé un par de largos, y salí. Me di cuenta de que había hecho buena elección con el hotel. Sin grandes lujos, tampoco había mucha gente. En realidad, estaba disfrutando yo sólo del recinto de la piscina. Mejor para mi. Salí del agua y me eché sobre una tumbona para secarme y ponerme un poco moreno. Cerré los ojos para rejalarme. Hasta el momento en que una sombra me tapó la cara.

Excuse me. Is it in use?

Una voz femenina. Abrí los ojos. Una belleza de melena rubia, tez blanca, ojos azules a juego con su bikini me miraba fijamente.

“¿Perdone?”

“Emm… El tumbona… ¿es en uso?”, me preguntó la jovencita con una dulce, dulce voz.

“Oh, no, está libre. It’s free”, le respondí.

Me dio las gracias y pensé que iba a retirar la tumbona, pero nada más lejos de la realidad. Extendió su toalla sobre la tumbona y se echó encima. De una bolsita que llevaba sacó una botellita de lo que debía ser protector solar, pues se roció una buena cantidad y se lo restregó. Pareció pensarse cómo podía echarse la crema por la espalda. “Ojalá me lo pida”, pensé, pero no ocurrió. Optó por quedarse bocarriba simplemente y cerró los ojos. Yo hice lo mismo.

No recuerdo si llegué a dormirme, pero la siguiente vez que abrí los ojos, algo llamó mi atención. La chica, que por el acento que le había detectado era británica y no norteamericana, se había despojado de la parte superior del bikini y se estaba dando protector solar en la espalda. Joder. Esas tetas eran bonitas. Tenían el tamaño de una galletita. “Y te encantaría echarles la leche por encima”, dijo mi pervertida mente, con mucha razón.

Procuré desviar la mirada, pero eran hipnóticos. Me apetecía echarme la siesta sobre esos senos, probar su sabor, masajearlos y comprobar su tacto. Pero ella parecía tranquila y no me dijo nada si es que me notó mirarla. Pero cuando mi pene amenazaba con mostrarse erecto, tomé la decisión de volver al agua.

Después del capítulo de la piscina, llegó la hora de comer. Por ser el primer día, decidí no complicarme y bajarme a algún chiringuito de la playa, con la toalla al hombro y una bolsa para el móvil, la cartera y el protector solar para cuando terminase de comer ir directo a la playa.

Y cuando estaba decidiendo si prefería ponerme gordo en un kebab o ponerme gordo en un buffet chino, me fijé en que mi amiga británica estaba teniendo problemas para hacerle entender algo a un camarero. Ella señalaba la carta, él respondía algo, y la otra negaba con la cabeza.

May I help you?[/i]”, me ofrecí a echar una mano.

Gracias a mi entendimiento del idioma, logré que el camarero entendiese que la chica quería acompañar la hamburguesa con ensalada y no con patatas. Agradecida, me invitó a sentarme y pedí lo mismo que ella. El camarero se fue murmurando algo de cerrar las fronteras. Hijo de puta…

“Muchas gracias”, me dijo la chica. Que conste, casi toda nuestra conversación fue en inglés, pero me parece una tontería poneros los diálogos en inglés. “Muy amable”.

“Hay que ayudar a la gente “, le respondí, y me presenté.

“Encantada. Yo soy Jen. Hace mucho calor aquí, ¿verdad?”

“Y eso que no estamos en Andalucía”, le dije. Y le tuve que explicar que en verano allí suele hacer 40 grados a la sombra para que entendiera mi comentario.

Después de las hamburguesas, que acompañamos de dos jarras de agua bien frías, yo iba a ir a la arena, y me sorprendió que Jen viniera también. Detrás de la silla estaba su sombrilla.

Según andábamos buscando un sitio donde plantarnos, ella se quitó la camiseta, mostrando de nuevo su bikini azul. Qué belleza de chica. Llegamos por suerte a un sitio donde no había mucha gente y logramos colocar la sombrilla en la arena. Coloqué mi toalla en la sombra, pero…

“Yo quiero broncearme”, me dijo, tendiendo la suya al lado, en el sol. “¿Te puedo pedir un favor?”

Acepté, aunque no me imaginaba que el favor consistía en echarle bien de crema solar en la espalda para prevenir quemaduras. Su espalda me encantó. Era suave, y un pequeño conjunto de pecas adornaba su hombro derecho. Me apetecía besar ahí, aunque me debía contener. Más me costó controlarme cuando Jen me ofreció desabrocharle la parte superior del bikini para que no dejase marca. Y así lo hice.

Yo disfruté del agua del mar, aunque evité en la medida de lo posible tragar la más mínima cantidad de agua. Demasiada sal, y con tanta gente, tal vez no era lo único. Debía llevar como tres cuartos de hora en el agua, y flotaba suavemente sin perder de vista la orilla, cuando pensé que debía ir volviendo. Y en ese momento, alguien nadaba hacia mi. Me sorprendió ver allí a Jen. Y aún en top-less.

Hi! ¡Qué bien está el agua!”, me dijo con su inconfundible acento. “¿Nadamos?”

Yo pensaba en salir, pero poder disfrutar un rato más de la compañía de Jen y sus pechos era demasiada tentación. Nadamos un largo rato y he de decir que nos lo pasamos muy bien. Era una chica muy divertida, y le gustaban los chascarrillos que yo le contaba. Finalmente echamos una carrera hasta la orilla. Salimos (no se me escapó que más de un hombre dedicó una mirada en absoluto discreta a los senos de mi amiga), nos secamos, ella se puso la parte superior del bikini (sin duda, se le estaban poniendo morenos los pechos), recogimos y volvimos al hotel.

Nos separamos, yo con la intención de darme una ducha antes de cenar, pero lamento decir que Jen no apareció en toda la noche. Ni en el restaurante del hotel (era algo caro y me habría sido más barato cenar fuera, pero me apetecía) ni en el lounge que había, donde me tomé un mojito disfrutando de la brisa marina. Me fui a la cama, he de decir que algo decepcionado.

Al día siguiente mi intención era repetir la experiencia, pero acercándome al puerto para ir a comer, de forma que me levanté temprano para desayunar y darme un bañito en la piscina antes de ir hacia allá. Bajé en el ascensor, intentando despejarme. La puerta se abrió, salí, y antes de poder dar tres pasos alguien me tapó los ojos.

Who am I?”, preguntó en tono travieso.

“Buenos días, Jen”, saludé, en un intento de ayudarla con el idioma. “Anoche no te vi”.

“Lo lamento, estuve, eh… videocall with my parents. Ellos querían saber cómo estoy” me dijo. Dios, su acento me volvía loco.

“No te preocupes. ¿Desayunamos?”, ofrecí.

Ella asintió. Llegamos a la puerta, pedimos una mesa para los dos, y nos servimos un desayuno a base de zumo, café, tostadas, queso… Hay que empezar el día con energía. Le conté la idea que tenía para pasar el día a Jen, quien me preguntó si podía venir conmigo.

“Yo tampoco conozco la zona y he tenido problemos con algunos dependientes por mi acento” dijo lentamente. Yo estaba encantado de tener una compañía como la suya, así que por supuesto no iba a negarme.

Así que apenas salimos de desayunar fuimos a la piscina. Madrugábamos tanto que éramos los primeros en ir. Yo apenas quería mojarme, así que me limité a nadar de extremo a extremo y salí del agua a una tumbona para tomar el sol, mientras Jen se quedaba relajándose en el agua. Cerré los ojos.

Y cuando yo ya estaba seco y pensaba que sería un buen momento para vestirnos y dar una vuelta por la ciudad, noté algo frío cayendo sobre mí. Abrí los ojos y Jen estaba sobre mi. Sin poder detenerla, se abrazó a mí, empamándome entero.

“¡Qué frío!”, protesté, provocándole una carcajada.

So nice!”, dijo. “Come here”, me dijo. Y para mi sorpresa me dio un beso que se estiró por varios momentos. Sus labios eran cálidos, su piel era suave. La acaricié mientras nos poníamos en una posición más cómoda. Acomodó sus piernas entre las mías, y sentí que mi erección empezaba a hacerse notar contra su pelvis. “¿Me perdonas?”

“Por supuesto”.

Kiss me, babe”, me pidió en un susurro, pero ella misma llevaba la iniciativa. Joder, me iba a volver loco. Estaba riquísima y me tenía a su merced. “I think Spanish people ser más… calientes[/i]”, me soltó en un claro intento de provocarme.

Y lo hizo, pues la sujeté por las nalgas y giré bruscamente para quedar encima de ella. Volvimos a besarnos, con mi lengua dominando a la suya. Mis manos subieron hasta alcanzar sus senos. Los palpé suavemente, pero antes de que aquello pudiera ir a más, me llamó la atención.

Pensaba que me había propasado, pero al girarme lo vi. Más gente estaba llegando a la piscina y a punto habían estado de pillarnos. Así que nos sentamos como personas normales que no hacían cosas pervertidas.

“Mi habitación es en la tercera planta”, me susurró al oído.

“La mia en la segunda”, respondí, intentando mantener la compostura.

Let’s go”, me instó.

Recogimos con la mayor calma que pudimos y caminamos a buen paso por la piscina… la recepción del hotel… no sé cómo me contuve para no comerle los labios en el ascensor… el pasillo… abrí la puerta… coloqué en el pomo el aviso de “No molestar”...

Y cerré con el pie mientras atrapaba el cuerpo de Jen. Caímos sobre el colchón y empezamos a besarnos nuevamente. Ella se dejaba hacer. Mis labios recorrían los suyos, su cuello, su escote… el bikini iba a volar muy pronto. “You are mine[/i]”, susurré en su oído, provocándole un escalofrío.

I’m yours”, me respondió. “Hazme… lo…”

Le desabroché la parte superior del bikini, y por fin pude comprobar qué tal eran sus pechos. Suaves y firmes al tacto, deliciosos al paladar. Degusté el sabor de sus pezones. Tuve que ocupar una mano con uno de sus senos mientras me dedicaba al otro con la lengua. Ella se limitaba a gemir y jadear por mis cuidados.

“Voy a quitar esto…”, le avisé, cuando mis manos bajaron al tanga de su bikini. Succioné con ganas el pezón derecho.

Do it… I love it...” susurró. Me excitaba mucho aquel “polvo bilingüe” que estábamos echando. Desaté el lazo de la prenda, descubriendo por primera vez su delicioso sexo. Apenas una fina línea de vello subía, como una flecha señalando el camino a la cueva prohibida. Su coñito parecía húmedo, expectante de mis haceres. Acerqué mi dedo y se deslizó suavemente en su interior. Jen parecía contener sus gemidos, pero aún así preferí comprobarlo.

“¿Te gusta?”

I like it so much”, me respondió entre jadeos.

Probé a introducir otro dedo, y luego otro más. Se estaba agitando con mis cuidados. Yo pretendía dedicarme un rato a jugar con ella, pero entonces la escuché. “Fuck me… now… do it...” me pedía entre gemidos.

No está bien hacer esperar a una chica, de forma que me apresuré en sacar una gomita, me la puse y me quedé entre sus piernas. Mi falo estaba alineado con su chochito, y con un suave empujón estábamos juntos. Jen estiró sus brazos y sus piernas mientras me introducía en ella, para luego abrazarme mientras empezaba a embestirla. La sensación era maravillosa. Jen movía su cuerpo al ritmo de mis acometidas. Qué delicia de mujer. Me volvía loco.

“Espera… wait a second”, me pidió. Me detuve, alarmado.

Aunque no tenía por qué preocuparme. Ella se limitó a ponerse en cuatro, de espaldas a mi, y miró hacia mi seductoramente, invitándome a continuar. He de admitir que me tengó follarme su culito, pero volví a su coño con firmeza. Ella se sujetó al cabecero de la cama, y pronto movió sus caderas, acelerando el ritmo de mis penetraciones a su gusto.

Fuck… I’m gonna crazy…”, gimió. “A little harder, please… oh, yeaaah...”, aceleré el ritmo de mis embestidas como ella me pedía. Estaba encantado de haber conocido a una británica tan fogosa. Intenté aguantar un poco pero me estaba costando. Tenía que correrme. Se lo dije, y ella me informó que también estaba a punto.

De forma que controlé un poco mis embestidas, aunque ya estaba a punto de acabar. Noté que mi cuerpo se tensaba. Un escalofrío. Mi pene tieso. Y entonces acabé. Llené todo el condón con mi semen mientras ella también tenía su orgasmo. Intenté aguantar unas pocas acometidas más antes de salir de su cuerpo, y me quité la gomita. Estaba cansado pero feliz.

I loved it... me gustó mucho”, me dijo. “I like you”.

“Tú también me gustas, Jen”.

Can we... eh… ¿podemos dejar puerto para mañana? I want to stay here... juntos…”

“Por supuesto, princesa”, le dije. “Antes no pude…”

Aparté un mechón de su oreja y le susurré lo que me apetecía hacer a continuación. Noté que se ruborizaba, pero murmuró que le apetecía mucho. Sonreí con malicia y volví a descender por su cuerpo, lujurioso de ganas por degustar su sabor. Separé sus piernas con suavidad, y ahí volvía a estar ante mi. Su rosado coñito me aguardaba. Separé sus labios vaginales con mimo, y planté mi lengua en su intimidad.

Oh yeah… please more..., me pidió mientras recorría su chochito con mi húmeda. Noté que me sujetaba la cabeza. Vaya con mi inglesita… pues mejor no decepcionarla. Hundí mi lengua en su vagina, chupé con ganas su clítoris, introduje mis dedos en su cavidad para arrancarle más gemidos. Estaba gozándolo. Sonreí.

“¿Quieres terminar? Want to cum?”, le pregunté y volví a hundir mi cabeza entre sus piernas. Escuché un gemido que sonaba a “oh yeah” y continué dedicándome a su placer. Aunque empezaba a resultar molesta mi propia erección, pues ya la tenía durísima por los gemidos que escuchaba de Jen.

I-I’m gonna… little more please… ¡yeah!” suspiró finalmente. Sentí sus piernas contraerse contra mi cráneo, pero no detuve mi lengua. Seguí chupando su vagina mientras me salpicaba su orgasmo. Chorreaba un poco. Ignoré el sabor y mi lengua, cada vez más despacio, la ayudó a estirar su clímax hasta que estuvo completo. Finalmente me guardé la lengua y apoyé la cabeza en su pelvis.

“¿Te ha gustado?”

Fuck, yeah… Amazing... Nunca me habían… tan bien…”

“Gracias por el piropo”, le dije. Volví a tumbarme en la cama y se subió encima de mi. Devoramos nuestros labios un rato más. Si le disgustó el sabor de sus propios jugos, no dijo nada. Yo me dediqué a sobar sus nalgas, y pensé que me encantaría poder escurrirme entre ellas.

We, eh… get dirt... manchamos. ¿Quieres ducha?”, me propuso. Acepté encantado.

En la habitación el baño no tenía plato de ducha, sino bañera completa. Puse el agua hasta que salió a una temperatura agradable y entramos con cuidado de no resbalarnos. Por suerte había un asa en la pared para tal fin.

“¿Quieres que te… enjabone…?” pregunté cuando pillé la botella de gel, pero al girarme ella estaba de rodillas ante mi. Me empujó suavemente para hacerme retroceder hasta la pared. Quitó el agua, no la necesitábamos en ese momento. “No es necesario…”

Relax, dear... Disfrutalo”, susurró.

Me dio un beso en el glande, sujetando mi pene con los dedos delicadamente. Gemí cuando su lengua dio una vuelta sobre la punta de mi falo, antes de introducírselo en la boca. Poco a poco, empezó por apenas la punta… un par de mamadas y tenía la mitad dentro… me alarmé, pues pareció hacer un esfuerzo para engullirla entera. Qué bien se sentía.

“Oh, Jen… no te…”

I’m fine...”, dijo cuando se sacó mi pene de la boca un momento. Su mano me seguía pajeando. “Puedo con esto…”, añadió y me la volvió a mamar. “I love do this things...”, me confesó entre chupada y chupada. Me estaba volviendo loco aquella mamada.

Me masturbó mientras su lengua recorría mi glande arriba y abajo como si fuera un helado delicioso antes de volver a chupármela por completo. Succionó con cuidado, me masajeó las pelotas, yo ya estaba próximo a correrme cuando me pidió algo inesperado.

Fuck my mouth… c’mon.”, me ofreció, abriendo su boquita el espacio justo para que le entrase mi rabo.

Con el mayor cuidado que pude, a pesar de tal situación, empecé a follarme su boquita. Jen usaba su lengus para dar placer en mi pene cada vez que este se hallaba por completo dentro de ella. Le advertí de que iba a culminar, y entonces me tomó el relevo. Me la volvió a chupar activamente. Me corrí, disparando mi primer chorro directo en su boca. El resto, con ayuda de su mano, cayó por encima de sus tetas, rebalando por todo su cuerpo. Dejó que un hilillo de mi esperma resbalara por la comisura de sus labios.

Delocious”, dijo como si tal cosa. “¿Te gusta verme así?”

“Me encanta”.

“Pues no acabamos”.

Unos minutos después volvía a follármela. Esta vez se cumplió mi deseo. Su culo era todo para mi. Estrechito, sin dudas, jodidamente delicioso de penetrar. Como buen caballero, empecé por solo la punta, pero poco a poco mi falo se fue abriendo paso hasta que estuve por completo dentro de su ano.

Oh yeah… more, more... sigue, amor…”, me suplicaba.

Pegó su espalda a mi pecho, mis manos seguían en sus caderas dirigiendo las acometidas. Mientras se la metía nos volvimos a besar. Una pasión desenfrenada que se estaba sucediendo en las paredes de la habitación. Seguí dándolo todo en su culo, dejando que se recuperase cuando le dolía. No quería herirla, quería llegar al final con ella.

Acompañé con mis dedos su coño mientras seguía dándole sexo anal. Pero ella me apartó la mano suavemente y empezó a masturbarse a sí misma. Lo comprendí, desde mi posición no se lo estaba haciendo de la mejor forma posible. De aquella forma me corrí con muchas ganas en su culo mientras ella eyaculaba por su propio orgasmo.

Nos dimos un agua, esta vez con la intención de ducharnos en serio, bajar a comer y luego tal vez dar una vuelta. Yo terminé antes que ella y me fui al cuarto a por ropa limpia. Y entonces ella salió, completamente desnuda. Se puso la parte superior del bikini exclusivamente, y me invitó a salir con ella al balcón. Una buena vista de la playa.

Have you had sex... al aire libre?”, me preguntó de pronto.

“Emmm… nop”.

“¿Quieres?”

“¿Quieres hacerlo aquí?”

Asintió. Despacio me situé tras ella, quien se estiró y separó las piernas para dejarme entrar. Localicé su vagina con el pene y empujé. Aquello se sintió mejor que antes. Libres. Ahí estábamos. Teniendo sexo en el balcón. Nadie había para prestar atención, pero que pudiera aparecer alguien aumentaba el morbo.

Descargué mi clímax dentro de ella. Pero no me preocupó. Me confesó que tomaba las píldoras anticonceptivas. Todo estaba bien en ese aspecto. Volvió a darse una ducha para limpiarse de mis jugos mientras yo reservaba mesa en el salón del hotel.

“Nos esperan en diez minutos”, le dije, asomando la cabeza en el baño.

“¿Crees que eso nos da tiempo para hacerlo… one more time?”, me preguntó.

Era sin duda la mejor semana de vacaciones de mi vida.

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1 comentario - Vacaciones en el hotel

CHRIS-MAR
Buen relato. Aunque me queda con la duda... Fue cierta la historia?