Mis amigos - Todo confesado

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Confesiones de ella
Confesiones de él
Noche desmadrada

(los nombres, oficios, y demás posibles datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados, empezando por yo mismo)

“Ve a su casa”.

“No me atrevo”.

“Tony…”

Había pasado una semana desde que Lola nos había pillado en mi cama teniendo sexo, con Tony vestido como Isa, su personalidad femenina. Este se había enterado al mismo tiempo de que me había estado acostando con Lola, pero estaba demasiado solo como para pedirme que desapareciese de su vida. Me seguía necesitando. Se estaba quedando a dormir en mi casa. Se vestía como Isa, y realmente empezaba a verle de la misma forma, ya estuviera o no vestido como ella.

“Es tu novia. En ningún momento lo habéis dejado. Y tienes que aclarar las cosas con ella”.

“Me insultó y se fue. Creo que es obvio que hemos terminado”.

“A lo mejor no. Habla con ella. Mira, ni siquiera ha ido contando tu pequeño secreto por ahí”, le dije. Y era cierto. Nadie de nuestro entorno había cambiado su trato hacia Tony. Lo único que se comentaba era lo poco que se dejaba ver junto a Lola en las últimas semanas. “Así que aún tienes una oportunidad. Dile…”

“Ve tú. Por favor. Yo no me atrevo.”

“¿Y qué se supone que voy a decirle?”

“Te la has follado, seguro que se te ocurre algo…”, dijo Tony.

“Eso no es justo… sé que eso estuvo mal, pero…”

“No puedo hablar con ella ahora. Tal vez si vas tú… esto tenga algún arreglo. Por favor”.

“No sé qué arreglo tendrá si soy yo el que hable… ni puedo creerte mucho si no tienes la mano quieta…”, le dije.

Y es que Tony se había ido moviendo hasta tener la cabeza sobre mis piernas y se dedicaba a acariciarme el pene. Agradecí tener un piso para mí sólo, no me gustaría nada que mis padres me pillasen en un momento así.

“Perdona… me tendría que haber puesto la peluca”, dijo.

“Idiota. No es por eso”. Y se lo tomó como una orden de seguir manoseándome. “Vale, iré a hablar con ella. Pero sabes que incluso si lo consigo también tendrás que hablar tú”.

Aquella noche volvió a dormir en mi cama. No hicimos nada, no estaba de humor. Simplemente se dejó envolver por mis brazos mientras iba vestida con un camisón negro semi transparente y unas braguitas. Me estaba poniendo cachondo de verla así. Incluso sabiendo que Isa era Tony… le seguía viendo igual.

“Eres lo mejor que me ha pasado”, le oí susurrar.

Por la mañana fui temprano a casa de Lola. Me dio un poco de miedo, al fin y al cabo ella vivía con sus padres. Tal vez sabían algo, o tal vez ella entraría en cólera. Llamé al timbre y esperé. Debería haberme cubierto la cara, tal vez me abofetearía.

“Ah, eres tú. Pasa”, dijo Lola, como si tal cosa.

La seguí hasta su cuarto. Parecía que la casa estaba vacía. Entramos. Yo me quedé en pie, mientras ella se tumbaba en la cama.

“¿Has venido a algo en concreto?”, preguntó Lola. Su tono parecía más frío de lo habitual. “¿Te apetece follarme? ¿Te has cansado de la princesita con polla?”

“Basta”, le dije. “¿Qué haces?”

“Me aburro. Vamos a follar”, dijo mientras se quitaba los pantalones. “¿Me arrancas las braguitas?”

“Lola. Quiero hablar.”

“Y yo quiero echar un polvo”.

“Vale, hacemos un trato. Tú me escuchas, y si luego te apetece, te follo, ¿vale?”

“Tienes cinco minutos. Luego, si no me follas, te vas”, me advirtió.

Levanté las manos. Desesperante. Pero tenía que intentarlo. Así que me senté en la cama y le expliqué toda la historia. Cómo Tony había encontrado algo cautivador en vestirse de mujer. Cómo me había convencido para tener relaciones. Como pese a todo se sentía culpable por engañarla conmigo.

“Sé que te lo hubiera contado, pero pensó que no te lo tomarías bien…”

“Es algo muy dificil de asimilar esto que me cuentas”, dijo Lola.

“Lo sé. Pero creo que si te lo hubiera contado… no te habrías ido así de mi casa la otra noche”.

“Es posible. Mira, esto explica muchas cosas, como que no le apeteciera tanto el sexo como antes. Pero admito que hacerlo con un tío que se viste de mujer me resultaría raro…”

“Tony sólo quiere que esté todo bien entre vosotros. Incluso… si crees que debéis cortar”.

“Lo dices como si te hiciera daño. Si rompiéramos tendrías vía libre para salir conmigo. Aunque no sé si te gustaría eso más que estar con él, o con ella… no sé ni cómo referirme”.

“Yo ya no distingo entre uno y otra”, le respondí. “Pero sí, me duele haber sido la causa de haber jodido vuestra relación.”

“Escucha… vete a casa”, me dijo Lola.

“¿Qué?”

“Que te vayas a casa. No estoy enfadada, pero necesito pensar. Iré esta noche a verte, ¿vale?”, dijo. Su tono era suave. Tal vez habría conseguido convencerla de algo.

“Vale”.

“Y dile a Tony que vaya también. O bueno… supongo que ha estado contigo, ¿verdad?”, preguntó. “No importa. Al menos sé que lo has cuidado”.

Sentí sus labios contra los míos. Sentí su impulso controlado de volvernos locos allí mismo. Pero se controló. Fui a la puerta, y me marché de allí. Tenía ganas de saber lo que ocurriría era noche. Tal vez… ¿una humillación pública? No, la conocía demasiado bien. sabía que desde luego no era vengativa. Aunque a lo mejor me sorprendía. Lo mejor sería ocultarle la verdad a Tony y decirle simplemente que vendría a hablar.

Eran las nueve cuando Lola llamó a nuestra puerta. Y me sorprendió mucho. Sobre todo porque se había tomado la molestia de pasar por un restaurante chino antes de venir a vernos. Ella y Tony no se dijeron nada. Él parecía demasiado tímido para hablar, y ella tenía un semblante muy serio. Él ni siquiera se había vestido como Isa. Fuimos a la cocina.

Yo un buen plato de ternera con champiñones, mientras Tony se saciaba con unos rollitos de primavera y Lola se ocupaba del arroz frito con gambas. Estaba riquísimo, pero la cena fue de las más silenciosas que yo recuerdo. Las pocas veces que había intentado decir algo, Lola había hecho un suave gesto para que no dijera nada. La tensión me estaba matando.

"La cena estaba muy rica, gracias por invitarnos", dije cuando acabamos. "Voy a recoger…"

"Preferiría que hablásemos", dijo Lola. "¿Te parece bien?"

"Claro".

"¿Y a ti?", preguntó mirando a Tony.

"P-Por supuesto…"

"Vamos al salón, estaremos más cómodos”.

“De hecho, tengo una cosa que pedir. Tony… ¿podrías ponerte la ropa?”, preguntó Lola.

Tony se puso nervioso. Lola suspiró y me dio su móvil.

“No voy a sacar fotos ni humillarte de ninguna de las maneras, ¿vale? Pero necesito que te vistas”.

“Te esperamos”, le dije.

Me senté en el sofá al lado de Lola. Ninguno de los dos dijo nada. Me pregunté qué estaba pensando. La miré, y ella me devolvió la mirada. Pareció sonreír por un momento. Fue entonces cuando apareció Tony vestido como Isa. Se notaba que la situación le tenía intranquilo. O intranquila. Se había puesto una camiseta escotada con una minifalda vaquera y unos zapatos. Su peluca castaña lucía mejor que nunca. Muy guapa, como siempre.

Lola se puso de pie. Pareció enfadarse cuando Isa retrocedió un poco. Se estuvo quieta mientras Lola daba una vuelta alrededor suya, mirando con atención. Yo empezaba a estar también de los nervios. Esperaba que dijera algo, bueno o malo, pero algo.

“Nada mal, Isa”, comentó finalmente. “Desde luego eres una chica muy guapa”.

“G-Gracias…” acertó a decir. “Escucha, Lola…”

“¿No te maquillas?”

“¿Eh?... Sí, a veces, cuando salgo… me arreglo un poco”.

“Ya veo…”

“Mira, te lo hubiera contado antes, pero…”

“Quiero veros”, ordenó Lola.

“¿Quieres vernos? ¿Vernos qué?”, pregunté.

“Follar, claro”, dijo como si fuera lo más natural del mundo. “Quiero ver cómo te follas a esta niña traviesa”.

“Estás loca”, le dije.

“Puede ser. Pero son mis condiciones. ¿Queréis hablar? Vale. Pero os quiero ver en acción. Quiero ver por qué mi relación con Tony se ha tambaleado tanto”.

Y se sentó en una silla, dejándonos espacio suficiente para nosotros. Isa me miró con un poco de miedo. No sabía qué hacer. Yo le tendí los brazos, con la intención de traerla a mi. Se me acercó y nos besamos suavemente. Pasé una mano por su cuello, acariciándola suavemente. Se subió encima de mí, levantando su falda para ello. Empecé a acariciar sus nalgas.

¿Vas a hacérmelo??”, preguntó en un susurro.

Eso depende. ¿Quieres que lo haga?”, le pregunté.

Siempre quiero… tengo ganas de ti”, me respondió. “Incluso si ella mira…”

Y sentí como nuestros labios se derretían en otro beso. Pensé en tomar la iniciativa, pero Isa se me había adelantado. Empezó a manosear mi entrepierna. Abrió con delicadeza la bragueta de mi pantalón. Metió las manos por dentro de mi boxer, provocándome una erección casi instantánea. Era muy buena…

“Tal vez no sea buena idea…”, dije, pero en ese momento Isa se dejó caer entre mis piernas, y no tardó en tirar de mi pantalón y mi boxer para liberar a la bestia. La observé masturbarme con ambas manos antes de empezar a chupármela. Miré hacia abajo. Ella me miró a los ojos.

Queo que que lo eh”, dijo ella sin separar la lengua de mi pene. “Dihfuta, amoh”, se apartó la melenita y continuó trabajando con su boquita. No me podía creer el morbo que me daba poder ver a Lola, sentada a apenas un metro de nosotros, observando la escena.

No parecía en absoluto enfadada con nosotros. Al contrario. Nos miraba, un poco seria. Parecía interesada en la escena. Tal vez yo diría… excitada. La había notado juntar mucho las piernas. Pero no hice ningún comentario, y acaricié la mejilla de Isa. Se estaba portando de maravilla. Pero debía parar… no quería acabar ahí.

“Ven, nena”, le dije, “vamos a pasárnoslo bien”.

Se detuvo, y mientras se quitaba la camiseta (quedando su pecho tapado con un sujetador negro), se subió sobre mi sofá, completamente entregada a mi. Levanté su falda, y tiré de sus bragas hacia arriba. Mi polla ansiaba volver a entrar dentro de aquel culo. Lo acaricié con ganas, sin poder contenerme. No pude evitar fijarme en que el pene de Isa emanaba líquido preseminal. Me miró deseosa, quería entregarse, y yo quería que se entregara.

Apoyé mi rabo en su culo y dejé que cayera suavemente. Se abrió sin dificultad. Sonrió mientras atravesaba su ano. La agarré por las nalgas, y la embestí una vez. Su gemido era música para mis oídos.

No se me escapaba que Lola se había acercado un poco más a nosotros. Y no me engañaba. Se había llevado un pulgar a la boca, y lo tenía entre los dientes. Le gustaba ver cómo me follaba a Isa. Y de hecho a mi me encantaba follarla. No me hacía falta apenas tocar a Isa, su pene continuaba soltando líquido preseminal por la excitación. No sabía si sería capaz de correrse, pero esperé que así fuera. Porque yo mismo estaba a punto.

“Isa… estoy a punto de acabar… me corro…”

“Hazlo, quiero que te corras”, gimió ella. “Dentro de mi, córrete”

Y llené su culo con mi leche. Me di cuenta en ese momento de cómo Isa se corría también. Su pene arrojó varios chorros hacia el aire que cayeron encima de su vientre descubierto y mancharon su sujetador. Pero su mirada era de felicidad absoluta. Lola se acercó a mi, y se puso a mi espalda.

“Vaya… sí que le gustas a la zorrita”, comentó. En ese momento me di cuenta de que parecía no haber ropa entre nosotros. Y así era. Se había quitado la parte de arriba de la ropa y el sostén, enseñando sus tetas. “Bueno, espero que no estés muy cansado. Porque ahora me vas a follar a mi”.

“¡Lola!”, protestó Isa en ese momento.

“¿Qué pasa? No me digas que estás celosa”, rió Lola. Pero ver a Isa, o a Tony en ese momento girando la cara hacia otro lado confirmó sus sospechas. Y las mías. “Vaya. ¿Pero es por verme a mí con otro… o por verle a él con otra?”

“Creo que no hay necesidad de esto”, le dije. Empezaba a ser incómodo.

“No puedo creerte si la sigues teniendo tan dura”, dijo, señalando hacia mi polla. “Vamos, estoy segura de que ella está muy satisfecha… pero mi coño necesita tus atenciones”, susurró en mi oído. “Vamos a hacerlo. To… Isa, no te lo pierdas”, le dijo guiñándole un ojo.

Se terminó de quitar la ropa y se echó en el sofá. Isa miraba la escena completamente desarmada. No podía intervenir, no mientras envolvía mi pene entre las tetas de Lola y empezaba a usarlas para masturbarme.

“¿Te gustan mis tetas, verdad?”, me preguntó. “Claro que te gustan… úsalas, vamos… úsalas tanto como quieras…”

Echó la cabeza hacia adelante y empezó a usar la lengua para lamer mi glande cuando más cerca lo tenía. Sentí fuertes tentaciones de follarle la boca, pero debía contenerme… aunque en otras ocasiones no lo hubiera hecho.

“Se me ocurre algo mejor”, le dije.

Esta vez yo estaba bocarriba en el sofá. Las piernas de Lola se abrían ante mi, dandome acceso perfecto a comerme aquel coño. El sabor de sus jugos me encantaba. Estaba muy húmeda por el juego previo, y además por haberme visto follar con Isa. Sentía ahora los labios de Lola besando y chupando mi pene sin control, acompañando su boquita de un dulce masajeo en mis pelotas. Sentí cómo se golpeaba suavemente en la lengua con mi erección antes de engullirla por completo. Era una diosa del sexo.

De reojo atiné a ver a Isa. También ella parecía hipnotizada por vernos. Se había deshecho de su falta y ahora miraba la escena desde el suelo con las piernas separadas, masturbando su pene y acariciandose el ano. Estaba cachonda, y parecía ansiosa por unirse. Tal vez para chupármela. Tal vez para follarse a Lola. Jamás se lo pregunté.

De pronto sentí cómo Lola se detenía y se daba la vuelta. Se puso sobre mi pene y se dejó caer suavemente. Estaba dentro de su coñito. Su húmedo coñito por el que mi rabo se resbalaba una y otra vez. El movimiento de su cuerpo encima de mi, el balanceo de sus tetas… no podía quedarme quieto, y la atraje hacia mi para chuparlas.

“Sabía que te gustaban”, dijo ella mientras me consentía lamer sus pechos. Gritó cuando mordí suavemente su pezón. “Sí… me gusta eso… aaaaaah”, gimió cuando le mordí el otro pezón. “Vamos, sigue… quiero más, más… quiero que te corras dentro”, suspiró.

No podía negarme a su petición. No podía, y tampoco quería. sujeté en ese momento su culo y empecé a moverme debajo de ella lo más deprisa que pude. Ella gimió más y más mientras yo aceleraba mis embestidas y finalmente me corría. Finalmente pude descansar un poco, con Lola aún subida sobre mi. Se tumbó encima.

“Ven”, le dijo a Isa tendiéndole la mano. “Ven, tonta. No te voy a hacer nada malo”.

Como si fuera una mascota obediente, Isa vino hacia nosotros gateando. Se subió al sofá, apoyada a mi izquierda. Lola la miraba desde mi otro lado. Sentí un extraño alivio al ver que le pasaba un brazo por encima.

“Isa… Tony… Supongo que te puedo llamar de las dos formas, ¿no?”, dijo suavemente.

“Sí…”

“Ahora ya sé qué no funcionaba en nuestra relación. No estabas siendo realmente tú, ¿verdad?”, preguntó. “Me ha costado mucho asimilarlo. Por eso… te he pedido que lo hiciérais delante de mi. Tenía que verte y entenderte.”

“Lola…”

“No podemos seguir en nuestra relación así”, dijo. “Es obvio que solo nos haríamos daño”.

“Esperad”, interrumpí. “No puedo estar cómodo, ¿vale? Si rompéis ahora…”

“No he terminado”, indicó Lola. “Toni. ¿Tú me quieres?”

“Claro que te quiero, es que…”

“Vale, y yo también te quiero. Pero, ¿te gustaría que te prohibiera verte a solas con él?”

“.... No”, confesó mientras me miraba.

“Vale. A mi tampoco me gustaría que me lo prohibieras. No es bueno que nos reprimamos”.

“¿Entonces pensáis seguir viéndome cuando os apetezca follar?”, pregunté extrañado.

“Bueno, es una forma de pensarlo, pero… yo más bien pensaba en los tres. Juntos”, dijo con una sonrisa. A mi por el contrario se me quedó cara de tonto. “No es tan raro. es decir. A los tres nos gusta, ¿no? ¿No estaríamos mejor sin tener que escondernos?”

“Lola, espera…”

“¡No hay que esperar! Somos los mejores amigos. Tú me has cuidado y me has sabido tratar cuando me he sentido sola. Has ayudado a Toni a ponerse en contacto con un lado femenino que le produce mucho gusto. Y yo he sido muy feliz con él, así que… ¿qué puede haber de malo en que los tres seamos novios?”

“Es una locura”

“A mi no me lo parece”, confesó Toni. Se había puesto rojo. “Pero me preocupa que, bueno… cuando soy Isa…”

“Me da igual quien quieras ser. ¿No lo ves? Si te apetece ser Toni, lo serás, si te da por ser Isa te voy a querer igual, no te voy a poner límites. A él se nota que le gusta Isa, y no ha afectado a vuestra amistad, ¡es perfecto!”

“Pero… el sexo…”

“Puedes follarme, a Isa también, Toni lo puede seguir haciendo conmigo, incluso… me puedo animar a jugar con Isa. Tengo algún vibrador que le daría mucho placer”, insinuó. “No me quiero ir de aquí sola. Soy muy egoísta. Me quiero quedar con los dos”.

Y en ese momento me besó suavemente. Fue un beso calmado, apaciguado. Se hizo a un lado y en ese momento, no sabría decir si fue Toni o Isa, también me besó. Se turnaron para besarme unas veces, y mientras Isa me daba el último beso, Lola se escurrió hacia abajo y besó mi pene. Eso debió despertar la envidia de Isa, que bajó con ella y empezaron a besarse con mi polla de por medio. Desde mi sitio pude ver como Lola empezaba a tocar a Toni y este a su vez tocaba a Lola.

“¿Sabes? Siempre he querido hacer algo con dos chicos a la vez”, comentó Lola.

Me quedé de pie enfrente de Toni, nuestras pollas una junto a la otra, preparadas para que Lola las chupara. Lo hizo con mucha maestría. Su lengua y el glande de Toni frotándose contra mi propia ereccióin era muy estimulante y no tardé en empezar a correrme en la boca de Lola, al tiempo que también lo hacía Toni. Con el semen de ambos en la boca, la vi lanzada a besar a Isa. Joder, no iba a poder dejar de estar empalmado si seguíamos así.

Luego Lola y Toni hicieron un 69, pero era él quien estaba sobre ella. De esa posición yo pude ponerme tras él y empecé a follarme su culo mientras su polla desaparecía en la boca de Lola y ella recibía un cunnilingus de su chico.

Nuestro último asalto fue con Toni, o Isa follándose a Lola por el coño, ella tendida sobre él mientras yo me ocupaba de su culo. Ella parecía afónica por todo lo que había gemido aquella noche, extasiada, pero sin duda contenta.

“Os dije que esto podía funcionar”, dijo con una sonrisa cuando nos habíamos corrido por última vez. “¿Te has pensado mejor la oferta?”, me preguntó.

“Sí… Creo que voy a tener que haceros felices”, reí.

Y lo fuimos. Funcionamos mucho mejor de lo que yo me hubiera esperado. Tenía dos chicas para mi, así como a mis dos amigos. Nada iba a salir mal.

Pasaron los meses. Un día Lola llegó y nos anunció que estaba embarazada. Y Toni y yo hicimos el juramento de no querer descubrir quién de los dos la había preñado. Sería el hijo o la hija de los tres.

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