Una siesta corta pero intensa

La siesta fue corta pero intensa. Ni bien apoyé mi cabeza en la almohada los ojos se me cerraron y la imaginación empezó a volar. Hacia rato que había dejado de tener sueños en los que mi novia revivía sus experiencias lésbiscas, o al menos las dos experiencias lésbicas de ella que conozco. Las imágenes del principio eran medio confusas. Entrabamos en una casa donde había una fiesta, un cumpleaños o algo así. Recorríamos un poco, saludábamos amigos y veía muchas caras desconocidas. De repente, junto a las bebidas una chica. No tengo idea de quien era, nunca la había visto. Pelirroja de piel bien blanca. Parada sola esperando un trago. Mi novia fue la primera en verla y me la señaló. “Así de ese color quiero el pelo”, soltó como tantas otras veces que ve a alguien con el pelo de color rojo fuego. Seguimos.
Nos sumamos a la ronda de unos amigos con los que hablaba de todo un poco, mientras ella reía de vez en cuando y cada tanto se daba vueltas como buscando a alguien. La cerveza corría y la hora también. En un momento, mi chica ya un poco aburrida de la conversación que teníamos con los muchachos decidió y a dar una vuelta por la casa en busca de alguna amiga o conocida. Sin darme cuenta había pasado cerca de una hora y no la había vuelto a ver. Dí una vuelta y la encontré con la chica del pelo rojo, las dos junto a la mesa de las bebidas y con un vaso de algún trago colorido en la mano. A puras risas.
“Acá estás, te estaba buscando le dije”. Me presentó a su nueva amiga alagando el color de su pelo. Se reían y hablaban como si se conocieran de toda la vida. Por esas cosas que tienen los sueños no se como pasó pero la imagen siguiente que tengo es yo sentado en uno de los sillones que había en la una de las salas de la casa donde se hacía la fiesta, y entre toda la gente que bailaba yo solo podía verlas a ellas bailando. El alcohol había echo lo suyo y se empezaba a notar. Los movimientos sensuales de las dos, frotando por momentos sus cuerpos, y hablándose al oído entre sonrisas. Mi temperatura subía.
Me levante a buscar una cerveza y al volver no estaban entre la gente. Rápidamente comencé a recorrer el lugar con la mirada y pude ver, que los pies de mi novia terminaban de subirás unas escaleras que se vislumbraban detrás de toda los “bailarines”. Algo pasaba, y yo no me lo iba a perder.
Subí las escaleras y me encontré con un largo pasillo lleno de puertas. Comencé a caminar lentamente por el pasillo. Una de las últimas puertas no estaba cerrada del todo. Me acerqué a mirar y allí estaban. Frente a frente. La chica besaba el cuello de mi novia mientras una de sus manos apretaba con fuerza sus tetas. Ella parecía inmóvil se dejaba besar y acariciar por esa extraña mujer desconocida que de apoco le fue sacando la remera y el corpiño y que mientras le besaba los pezones y se los mordía, desabrochaba su pantalón.
En pocos segundos la dejó desnuda por completo y la empujó a la cama. Yo miraba mientras mi pija se ponía dura e incontrolable. Mi mano estaba dentro de mi pantalón y me tocaba viendo como cada una de las caricias de la lengua de esa chica hacía estremecer a mi novia. Mientras aceleraba el movimiento de su lengua sus dedos entraban en la concha de mi chica cada vez más rápido. Sus gemidos iban al mismo ritmó. En pocos segundos mi chica se sentó de un tirón y soltó un grito de placer mientras apretaba la cabeza de esa chica contra su concha. Mi pija explotó con ella.
No tardó en recuperarse, se paró y empujó a la chica contra la pared. Comenzó a quitarle la ropa y a besar todo su cuerpo. A morder sus blancos pechos y lamerle los pezones. Fue bajando hasta que la desnudó. Mi temperatura no había bajado y mi pija volvía a endurecerse viendo como mi novia acariciaba el cuerpo de esa mujer. La empujó a la cama, la chica se sentó contra el respaldo y mi novia se arrodilló sobre el borde de la cama para comenzar a chuparle la concha. Podía ver desde la puerta la posición perfecta en la que había quedado mi novia para mí. Entre de una y sin dudarlo fui con la pija afuera derecho hacia mi novia y sin darle tiempo a reaccionar se la metí de golpe. Soltó un gemido, mi miró, sonrió y me dijo “te estaba esperando”…. Y como siempre pasa con los buenos sueños, te despertás cuando menos lo deseas

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