Entrenando a Irene (IV y final)

Capítulos anteriores: Conocí a Ágata en Tinder, En casa de Ágata, Irene, la hija de Ágata

Por la mañana, Ágata me despertó con un largo beso. Pensé que tal vez follaríamos para empezar bien el día, pero por una vez, ella me dominaba. Aunque se limitó únicamente a hacerme una buena paja mientras nuestras lenguas se frotaban. Agitó su mano con ganas, dispuesta a exprimirme. Y me corrí hacia arriba, manchando su mano.

“Buenos días”, me dijo, y me comió la boca.

“Así desde luego que lo son”, bromeé. Intenté tirar de ella, pero se zafó de mi. “Uy. ¿Te rebelas contra mi?”

“Lo siento, cariño, pero voy con prisa”

“¿Prisa?”

Ágata abrió el armario y empezó a vestirse. Se subió las bragas mientras yo intentaba entender qué pasaba, y antes de levantarme ya se había puesto una falda negra ejecutiva y una camisa blanca. Se puso los tacones.

“¿Qué ha pasado?”, pregunté, y me puse el bóxer.

“Que me tengo que ir a la oficina a toda hostia”, suspiró. Se echó una gota de perfume y se ató los zapatos. “Tú quieto, tú quieto. Yo me tomo un café y me voy”

“¿Pero qué ha pasado?”, pregunté saliendo detrás de ella.

“Ha habido un apagón en la oficina”, me dijo mientras bajaba las escaleras, y yo iba tras ella. “Me han llamado para que me asegure de que queda todo funcionando para mañana”.

“¿Y no puede ir otro?”, pregunté.

“No si quiero seguir viviendo en esta casa”, dijo y llegamos a la cocina. “Buenos días, hija”

“Buenos días, mamá. Buenos días, JP”, dijo Irene, y me dedicó una sonrisa que me derritió. Eso y verla con un pijama de verano de tirantes finos… y que no se había puesto el pantalón. Y yo en bóxer. “¿Qué pasa?”

“Que me voy a asegurarme de que mañana puedo seguir cobrando la nómina”, dijo Ágata. Se sirvió una jarra de zumo y le dio un trago al vaso mientras se echaba café en un termo. “Puto fin de semana gafado…”, se detuvo. “Perdona, Irene, no quería decir eso…”

“Tranquila, mamá. Sé que no habías planeado que fuera así”, dijo Irene.

“¿Quieres que te lleve?”, pregunté.

“No, no te preocupes. No se el tiempo que me llevará”, dijo, y se echó un par de magdalenas al bolso. Cerró el termo y se acabó el zumo. Nos miró. “Y vosotros dos, a ver. Después de lo de ayer, si vais a follar, me da igual”

“Mamá”, empezó Irene.

“Ágata, no tenemos que-”

“Callad. Yo voy a estar trabajando. No os contengáis sin mi. Lo único, Irene, asegúrate de no dejármelo seco. Cuando vuelva seguramente necesite que JP me dé lo mío”, rió. “Y tú, cuida de ella. Asegúrate de que lo pasa bien, ¿vale?”

Ambos asentimos. Ágata plantó un beso a Irene en la mejilla, a mi en la boca, y nos dejó a solas finalmente. Yo me dediqué a desayunar, mientras Irene me miraba todo el rato nerviosa, ella ya había terminado. Yo fregué los platos, bajo su atenta y silenciosa mirada, y luego me fui al salón. Empezó a seguirme, aún en silencio, y finalmente me senté en el sofá donde la había hecho mía unas horas antes.

Me seguía mirando. Esperaba que dijese algo, pero después de cinco minutos de (tenso) silencio, tuve que hablar yo.

“Irene, ¿quieres algo?”

“Sí…”, dijo con timidez. “Quería saber si… si vamos a hacerlo…”, le temblaba la voz. “Como no has dicho nada…”

“Pensaba decírtelo. Un poco más tarde”, aclaré. “No quería que te sintieras presionada ni obligada, me ha sorprendido mucho el comentario de tu madre”

“Por eso. Como nos ha dado permiso no quiero perder el tiempo esperando. Si te parece bien”

“Claro que sí. Solo con dos condiciones”

“¿Condiciones?”

“Tienes que dejarme comerte el coño hasta que te corras, al menos una vez”, dije con una sonrisa. “Y además, vas a pedirme lo que quieres experimentar, y lo haremos, ¿de acuerdo?”

“¿De verdad quieres hacer esas cosas conmigo?”, me preguntó, sonrojada.

“Claro que sí”

“Pues quiero que me hagas sentir deseada… toca mi cuerpo, JP. Desnúdame, tócame tanto como quieras”

Y me levanté. La besé mientras pegaba mi cuerpo al de ella. Le acaricié la mejilla, mientras ella, sumisa, se entregaba a mi lengua. Probé a bajarle el pantalón del pijamita, que cayó al suelo como si nada, y empecé a masajearle el culo. Cómo me gustaba su culo.

“Este culo es estupendo, Irene…”, le susurré.

“¿De verdad?”

“Sí… lo tienes muy firme y suave. Me encanta tocarlo. ¿Quieres comprobar cómo me gusta?”

“Sí…”

Y sin decirle nada, llevó su mano a mi entrepierna y empezó a acariciármela por encima del bóxer.

“¿Ves lo dura que se me está poniendo? Es por tí”

“Por mi…”

“Sí, eres una diosa jovencita y me pones mucho”, dije, y en ese momento le quité la parte de arriba del pijama. “¿Y el sujetador?”, bromeé.

“Se me olvidó ponérmelo”, dijo sonrojada. “Ah… JP…”

“Qué tetas más ricas tienes”, le idje mientras se las acariciaba. Se las estrujé, le acaricié los pezones. Ella gimió por lo sensibles que los tenía. Y se los chupé. Se los succioné, y ella gimió más.

“¡Ah! ¡Ah! ¡Eso me gusta, ah!”

“Madre mía, qué buenas estás”, continué y volví a acariciarle el culo mientras pasaba mi lengua de una teta a la otra sin control. “Tu cuerpo es un paraíso. Quiero follarte, Irene”

“¿Sí?”

“Quiero sentir lo caliente de tu coño. Quiero que gimas mi nombre mientras te la meto, y quiero correrme contigo”, le decía mientras seguía con el manoseo y el chupeteo.

“¡Hazlo! ¡Fóllame, JP! ¡No me aguanto las ganas…!”

Me bajé el boxer en ese momento, liberando por fin mi picha. Ella me la miró y se lamió los labios. Tiré de ella suavemente hacia atrás y la hice montar sobre mi. La dirigí con cuidado hacia abajo y empecé a metérsela.

“¡Aaaaaaah… sí… eso quería sentir…!”, gimoteó.

“¿Te gusta? ¿Te gusta cuando te follo?”

“Se siente muy bien…”, suspiró. “Tu polla se siente genial… ah… ah…”

Ella se balanceaba suavemente arriba y abajo mientras yo seguía el ritmo bajo ella. No quería hacerlo rápido. Bueno, tal vez, pero en ese momento debía centrarme en ella. En sus tetas moviéndose a la altura de mi cabeza mientras disfrutbaa de su coño calentito y húmedo. Metí de nuevo la cabeza entre sus tetas para chupárselas mientras se movía sobre mi cuerpo. Con cuidado empecé a acariciarle la rajita del culo, sin meterle el dedo, soño pasándolo arriba y abajo y disfrutando de sus escalofríos cuando le rozaba el ojete.

“Te gusta mucho mi culo, ¿verdad?”, susurró mientras bajaba un poco el ritmo, permitiéndose disfurtar de mi dedo.

“Tienes un culazo estupendo”

“Si te lo pido, ¿me lo desvirgarás también?”, preguntó.

“Por supuesto…”, dije, fantaseando con tomar ese culo y metérsela.

“Te dejaré hacerlo… pero primero tienes que correrte”, me pidió. “Vamos… lleva el ritmo…”

Y me abracé a ella. Sin sacársela, me volteé hasta quedar sobre ella, tumbada en el sofá, y ahí empecé a clavársela con más ganas. Ella dejaba escapar varios “ah, ah, ah” según se la metía, hundiéndome en lo delicioso de su coño. Tiré un poco de sus piernas hacia arriba, facilitando la follada.

“¿Te gusta?”, le pregunté.

“Sí… este ritmo está muy bien… sigue, JP… Me gusta cómo me follas… aaaah… aaaaah”, había empezado a ir más rápido. “Ma… malo…”

“¿Voy más lento?”

“Por favor, no…”

Y continué en aquel rápido ritmo de hundirme dentro de ella. Le comí la boca, y ella aceptó mi beso, unos segundos antes de correrme por fin dentro de ella. Sentí sus piernas temblando. También se corría. Jadeamos. Ella sonreía de satisfacción. Me miró con carita viciosa. Se la saqué, y volví a admirar cómo mi lefa resbalaba por su coñito.

“JP… túmbate…”, me pidió.

“¿Eh? Voy”

Lo hice, y ella se abrazó a mi. Me pasó una pierna por encima del vientre y el brazo sobre el pecho. Correspondí a ir abrazo. Y la noté darme besitos por el torso.

“Ayer me sentí un poco vulnerable, ¿sabes? Cuando después de correrte no me abrazaste”

“Lo siento…”

“No te preocupes. Me gustó cómo me follaste. Perder mi virginidad. Pero me hubiera gustado un pequeño abrazo”

“Perdóname. Es, bueno. Que tu madre no suele abrazarme cuando follamos, y he perdido la costumbre”

“Si lo sigues haciendo conmigo yo sí te puedo abrazar”, dijo. Se puso un poco roja. “Si ella no lo formaliza contigo, a mi me gustaría repetir más veces”

“No me quejaría. Pero tú al final encontrarás un novio que te follará como te mereces”

“Eso espero. Pero mientras aparece ese novio, me gusta tener un amigo como tú que me cuide tanto”, dijo. “¿No se te baja?”, preguntó. Aún tenía mi picha bastante hinchada.

“Con una tía buena como tú pegadita a mi cuerpo, no”, respondí.

“¿Recuerdas lo que te dije ayer, JP? Lo que deseaba hacer…”

“Claro que me acuerdo”

“Pues me gustaría aprender a chupártela”, dijo. “Me gusta el aspecto que tiene. Y… seguro que no te negarías a que lo hiciera, ¿verdad?”

“Llevo deseando probar esa boca tuya desde ayer”, le reconocí. “Lo más importante. No te preocupes por hacerlo mal, ¿vale? Solo déjate llevar. A mi me va a gustar, seguro”

“Vale. ¿Me pongo de rodillas?”

“No, no hagas eso”, le dije. “Espera”

Me incorporé de nuevo y me senté, apoyando la espalda en el sofá.

“Ahora te puedes acercar y hacerlo”

Me puso mucho verla en cuatro gateando hacia mi. Me gustó sentir su mano haciendome una paja mientras me la miraba. Empezó a lamerse los labios con inmensa baba, y apoyóla cabeza sobre mis piernas mirando hacia mi. Wow. Me dio varios besos muy mojados en la picha. Para ser virgen tenía iniciativa. Y entonces me acordé. El porno. Habría visto cosas ahí. Debería corregirla, pero su lengua recorriendo mi polla de arriba a abajo me lo impidió. Suspiré y gemí, ella me miraba y me tenía que asegurar de que sabía que me gustaba. Me sonrió, y por fin se la metió a la boca.

Muy poco a poco, empezando apenas por la punta. Su lengua me acarició el glande. Poco a poco mi polla se hundía más en su boca. Joder. No… eso no se aprendía solo viendo porno. Ahora tenía los ojos cerrados mientras se concentraba en mi polla.

“Irene”, suspiré su nombre. Ella me miró, aún con mi falo en la boca. “¿Puedo preguntarte… algo?”, ella asintió. Joder, era demasiado buena. “Es que te noto cierta experiencia. ¿De verdad eras virgen?”

Ella dejó de chupármela, pero mantuvo su mano sobre mi dura polla.

“Te juro que era virgen ayer. Pero eso no significa que no haya practicado”

“¿Se la habías chupado a alguien entonces?”

“No exactamente. Ven… ¿O quieres que siga primero?”

Me podía la curiosidad, así que acepté ir con ella. Nos movimos desnudos, escaleras abajo, hacia su habitación. Me dejó entrar y luego cerró la puerta. Curioso, ya que estábamos solos. Allí me indicó sentarme en su cama, y obedecí. Ella abrió el cajón de su mesita. Y me llevé una sorpresa al ver que sacaba un dildo de no pequeño tamaño y color azul.

“Me lo compré hace unos meses… y he practicado cómo chuparlo”, me explicó. “¿Lo estaba haciendo bien?”

“Muy bien. ¿Y este dildo nunca te lo has metido?”

“No. Me froté el clítoris con él a veces, pero no me lo metí. Quería que mi primera polla fuera real. ¿Te parezco una chica sucia?”

“No, entiendo que te hayas buscado juguetes”, le dije. “Y también has visto porno, ¿a que sí?”

“Todas las noches… menos ayer”, sonrió. “Nada especial… chicos con chicas. Bueno. Mayores con más jóvenes. Como tú conmigo” se puso colorada. “Y de mamadas. Tenía muchas ganas de hacerlo. Pero ayer me daba corte…”

“Lo entiendo. No te preocupes, Irene”

“Bueno, se te ha bajado un poco. Creo que ahora sí que voy a seguir”, dijo. Dejó el dildo a mi lado en la cama y me separó las piernas. Luego se puso de rodillas y empezó a hacerme una paja. “No haces más que mirarme las tetas. ¿Te gustaría que las use?”

“No quiero obligarte”, dije, aunque en realidad lo estaba deseando.

“No lo haces. Así puedo ensayar”, me dijo con una sonrisa. Estaba ilusionada. Y metió mi picha entre sus tetas y empezó a masajearlas arriba y abajo. “Me gusta su tamaño. Y lo dura y caliente que está”, dijo mientras me miraba directamente. “¿Lo hago bien?”

“Estupendamente”, suspiré. Disfruté unos minutos de su paja con las tetas, pero al final se lo tuve que pedir. “Por favor… vuelve a chupármela”

“Sí, señor”

Y se abalanzó con la boca abierta a por mi picha. Yo me acomodé en la cama para disfrutarlo. Su práctica se notaba mucho. Empezó ayudándose de la mano, haciéndome una paja mientras se la metía a la boca, aunque al final apoyó las manos en mi pierna y su cabeza empezó a subir y bajar sola por mi falo. No se la tragaba entera, pero aún así me gustaba muchísimo. La mantenía en su boca un poco, jugaba con su lengua en la punta y luego volvía a mamarla. Casi sin darme cuenta, estiré la mano para acariciarle la mejilla, y ella misma la apoyó, frotándose contra mis dedos mientras me la chupaba.

“Nena, no sabes lo que me pone esto”, dije.

“¿De verdad? ¿La chupo bien?”, preguntó, sacándosela un momento antes de continuar la felación.

“Mucho. Es más… me voy a correr…”

Se lo advertí durante un minuto en el que intenté contenerme, pero al final no pude más. Me corrí directamente en su boca. Irene intentó tragárselo, pero no fue capaz en su primera vez, y empezó a hacerme unas pajas mientras terminaba de eyacular, manchando su carita y sus tetas. Está feo decirlo, pero me ponía mucho verla así de sucia.

“Mmmm…”, dijo, mientras se lamía los labios, y se llevaba más de mi lefa a la boca. “Es un sabor… raro”

“No tienes que tragártelo”, le recordé.

“Lo sé”, dijo ella. “Me… lo esperaba peor”, dijo. Y me sonrió, juntando un poco sus tetas con sus brazos. “¿Te gusta cómo me veo?”

Me eché contra ella y le comí la boca. No era la primera vez que me daba un beso blanco y ya no me importaba, y menos con aquella jovencita que me daba tanto placer.

“Me encantas, nena. Me pasaría el día follando contigo”, le dije.

“Me encantaría. Pero… aún hay algo que tienes que hacer conmigo”, me recordó.

“Por supuesto”

La sujeté en brazos y la subí a la cama. Separé sus piernas, pero ella me detuvo en el último momento.

“¡No! ¡Espera! ¡Pensaba que me lo ibas a hacer por detrás!”, dijo ella.

“Te dije que te iba a comer el coño hasta hacerte correrte”

“Va… Vale. Pero luego, quiero por el culo”, murmuró.

Asentí. Aún no estaba seguro de que se lo fuera a hacer por el culo, pero en ese momento su coñito reclamaba mi lengua. Me volví a acomodar, y sonreí al ver su rajita.

“Vaya. Estás muy mojada aquí abajo”, le dije mientras le acariciaba el coño.

“Sí… me puse así cuando te la chupaba”, reconoció, muerta de vergüenza. Lo se porque le vi taparse la cara, la cual me quedaba oculta por sus tetas.

Yo me acomodé y empecé a comérselo. Despacio, suave. Disfrutando de su sabor salado. Me volvía loco su coñito. Ella tenía ligeros espasmos mientras lo hacía. Sentí sus piernas moverse alrededor de mi cabeza, frotándose contra mis orejas mientras me mantenía en la posición. Deslicé un dedo en su abertura mientras seguía chupando aquellos labios íntimos.

“Aaaaah… JP, sí… justo ahí, porfa… aaaaaah…”

Mantuve mi lengua acariciando el mismo punto. Devorando su chochito mientras ella, de pronto, me sujetaba la cabeza. No le di importancia, me entregué a ella. Sus gemidos me gustaban tanto y su sabor me tenía tan hipnotizado que me había empalmado de nuevo. Sus gemidos se volvieron más agudos. Me cortó mantener el ritmo, quería darle más pero me arriesgaba a que perdiera el orgasmo. Y finalmente sentí que sus piernas me presionaban la cabeza y su cuerpo temblaba y su coñito chorreaba contra mi boca. Besé su chocho mientras seguía corriéndose, me sujeté bien a ella hasta que su cuerpo se destensó. Ahí me solté y subí con ella.

“Ma… maravilloso…”, suspiró.

“¿Te ha gustado, nena?”

“Muchísimo, mi amor…”

Me sorprendí cuando dijo aquello, pero no más que ella, que se dio la vuelta, avergonzada.

“Perdona, no debí decir eso…”

“No me importa si me lo llamas. Me gusta que seas cariñosa”, le dije mientras la abrazaba por la espalda y empezaba a acariciarle el cuerpo otra vez. Le besé el cuello. “Antes me dijiste que querías hacerlo por el culo… ¿estás segura?”

“¿Crees que no debería?”, me preguntó.

“Como te guste, cielo. No voy a negar que me encantaría. Pero, ¿de verdad quieres tener todas las primeras experiencias conmigo? A lo mejor preferirías… reservarte para algún amante futuro”, le dije.

“Si te pido que me folles con cuiado y cariño lo harás, ¿verdad?”

“Claro que sí”

“Pues de esa garantía no me puedo fiar de ningún otro”, me dijo. “Así que sí. Quiero que seas tú”

“De acuerdo”

“Pero antes…”

De pronto me vi tumbado en la cama, con las piernas estiradas, e Irene tumbada bocabajo sobre ellas. Con el culo a la altura perfecta para…

“Azótame”, me pidió.

“No tienes que hacerlo”, le dije, un tanto preocupado. “Me gusta follar contigo, no tienes que entregarte así”

“Pero quiero hacerlo. Quiero que marques mi culo como tuyo y me lo folles. JP, eres quien necesito que me de placer”, me dijo con voz sensual. Joder lo que me ponía escucharla decir esas cosas y con tono dulce.

“Pero esto duele”

“Aguantaré… así además puedes prepararme. Antes de metérmela”

Asentí. Así que empecé a acariciarle el culo y de pronto, le di un azote. No muy fuerte, aunque ella gimió. Otro azote, en la otra nalga. Le acaricié la rajita, buscando su ano. Lo localicé. Me chupé el dedo antes de empezar a acariciarle el ojete. Ella empezó a gemir. Jadeó con la siguiente nalgada y volví a meterle el dedo. Iba con mucho cuidado. No quería hacerle daño. Y en ese momento me fijé en algo que me puso mucho. Continué jugando con su culo, que iba enrojeciendo mientras su ano se dilataba. Al final estaba preparada.

“Chúpamela un poco… así me será más fácil metértela”, le dije.

Ella asintió y me dio una breve mamada cargada de saliva. Y entonces, la puse en cuatro. Mirando directamente a un punto muy especial.

“Mira, Irene. Tu espejo”

“Oh… oh, sí”

“Vas a ver cómo te follo”, le dije. “¿Te gusta eso?”

“Sí, por favor. Quiero verlo”, me pidió.

“Pues fíjate bien”

Ella miró al espejo mientras yo, detrás de ella, me colocaba en posición.

“¿Dónde está mi polla?”

“En… en mi culo”

“¿Quieres que te la meta?”

“Sí… por favor…”

Y me deslicé dentro de su culo en un suave movimiento. Ella gimió. No le metí ni la mitad. Pero estaba dentro de ella. Poco a poco se la volví a meter. Con cada embestida me hundía un poco más en su culo. Suspiré. Tan apretado, tan delicioso. Y tan sensible en los puntos donde la había azotado. Me sujeté bien a su cadera.

“Aaaaaah… JP, sí…”, suspiró.

“¿Qué tal, nena? Te la he metido entera”, sonreí.

“Me gusta mucho. Oh… se siente más grande”, me dijo.

“Mira nuestro reflejo”, dije y empecé a metérsela.

“Me pone… me pone mucho, cariño… fóllame… oh, así, sí. Me encanta…”

El ritmo fue aumentando con cada embestida, según su culo dejaba de ofrecer resistencia. Tiré de ella con cuidado hacia atrás, y así pude verla, y ella verse, desnuda mientras mi polla se hundía dentro de ella. Disfruté de su cuerpo y de sus tetas nuevamente mientras sentía su apretado ano alrededor de mi polla. Qué rico. Sujeté sus caderas, hundiendo mi falo dentro de ella con cada movimiento.

“JP… tu boca… bésame…”, me pidió.

Y mi lengua penetró su boca mientras mi picha penetraba su culo. Llevé una mano a su coño y empecé a estimularlo también. La sentía gemir contra mis labios. Pero aquella posición la cansaba y se puso de nuevo en cuatro. Y no solo me recibía en su culo, ella misma se movía hacia adelante y atrás mejorando las embestidas. Me corrí dentro de ella enormemente. Ella gimió mientras derramaba mi lefa en su culo dilatado.

“Madre mía, JP. Me llenas cada vez que te corres”, suspiró. “¿Tanto te gusto?”

“Muchísimo”

“¿Y quién te gusta más? ¿Mi madre o yo?”, me preguntó, traviesa. Yo tragué saliva. “Es broma…”, dijo. Y de pronto estbaa otra vez tumbado en su cama mientras ella subía sobre mi cuerpo. Apoyó su chocho contra mi picha y empezó a frotarse. “Con gustarte soy feliz. Esto se siente tan bien…”

“¿Vas a montarme?”, pregunté. Claro, al fin y al cabo ella no se había corrido aún.

“¿Crees que puedes correrte una vez más?”, preguntó. Dios. Esa carita de falsa inocente, esa carita de viciosa contenida que me estaba dedicando.

“Ponme a prueba”, bromeé. Mi picha no había tardado en endurecerse de nuevo con el refrote de su coño.

Me la irguió y la dirigió directamente a su chochito. Se dejó caer en un rápido movimiento. Cerró los ojos con fuerza, no había calculado bien. Intenté sujetarla, pero ella me lo impidió. Con las rodillas en el colchón, y sus dedos cruzados con los míos, empezó subir y bajar por mi picha. Cabalgaba a un buen ritmo. Sus tetas eran hipnóticas y ella sonreía mientras me miraba.

Nos corrimos a la vez, juntando de nuevo mi lefa con sus chorros. Vaya desastre. Pero ella sonreía y era feliz por nuestros juegos sexuales. Se la sacó y se tumbó encima de mi.

“A mi también me gustas mucho”, me dijo. “Y me gustaría seguir haciendo esto mientras podamos”

“Yo encantado”, dije, y le di una ligera palmada en el culo. “Pero deberíamos lavarnos, y preparar algo de comer para tu madre. No le debe quedar mucho para venir”

Irene aceptó mi idea, así que fuimos a darnos una ducha. Por separado, para prevenir tentaciones. Ella en la ducha de la planta baja, y yo en el baño de su madre. Luego, me puse los pantalones y bajé a la cocina… donde Irene me esperaba en bikini.

Pero fuimos responsables y, aprovechando lo que había en la cocina, asamos un pollo y preparamos una sopa mientras esperábamos a Ágata. Claro que uno no es de piedra, y al final, mientras esperábamos a que se terminase de hacer la comida, a Irene se le escapó accidentalmente una de sus tetas fuera del bikini. Bueno. Mentira. Ella se me insinuaba y al final tuve que bajarle yo el bikini para meterle mano en sus tetas. Pero no llegamos más lejos.

Ágata llegó a punto para la hora de comer. Irene y yo ya estábamos poniendo la mesa.

“¿Qué tal se ha dado?”, pregunté mientras nos sentábamos y servía la sopa a mis chicas.

“Bien. Ha costado un poco pero está todo listo de nuevo para ir mañana a trabajar”, suspiró.

“Habéis tardado un buen rato”, dijo Irene.

“Había que volver a levantar todo y eso lleva un orden… en fin. Rollos para mantener la oficina en marcha”, dijo Ágata. “Si llegan a tardar un poco más habríamos tenido que comer allí”

“De la que os habéis librado entonces”

“Mucho. Y más con esta comida que has preparado. Qué rico está”, comentó después de probar mi sopa y trinchar un poco de pollo.

“Bueno. Al menos ya estás aquí, mamá”, dijo Irene.

“¿Y vosotros qué tal? Creo que habéis hecho cosas en mi ausencia” comentó Ágata.

“S-Sí”, reconoció Irene, un tanto avergonzada.

“Hija, que vas en bikini”, le recordó su madre. “No tengas tanto reparo. ¿Qué tal se ha portado, JP?”, me preguntó, medio en broma medio en serio.

“Muy bien. Nos entendemos de maravilla”, le dije.

“A ver si me voy a poner celosa”, bromeó Ágata. “Bueno. Solo espero que tengas aún energía para mi”

“¿Ya?”, pregunté. “Es decir, acabas de llegar”

“Y me he pasado el día fantaseando contigo empotrándome”, dijo. Irene se puso colorada, pero logró no apartar la mirada.

“Será mejor que os deje solos entonces”, dijo ella, que ya había terminado de comer. “Estaba delicioso, JP”

“Gracias”, respondí.

“Pero no tienes que irte”, dijo Ágata.

“¿Es que no vais a hacerlo?”, preguntó Irene, confusa.

“Claro. Pero después de lo de ayer no me opondré si quieres quedarte y participar de nuevo”

“Pero… yo llevo todo el día con él”, dijo Irene.

“Y me encantaría ver lo que has aprendido”, dijo Ágata. “Salvo que… JP. ¿A ti te parece bien?”, me preguntó.

“¿A mi?”

“He dado por supuesto que te gustan los tríos. Pero no te puedo obligar a nada. Es más. Tampoco te puedo obligar a follar conmigo”, dijo Ágata. “Entendería que prefieras quedarte con Irene. Es la novedad, al fin y al cabo”

“No digas tonterías. Tengo muchas ganas de follar contigo. Pero es cierto que si Irene quiere quedarse, mentiría si dijera que no me apetece repetir”

“Pues si los tres queremos follar es una tontería que alguno se quede con las ganas”, dijo Ágata.

Irene se acercó a mi, y se sentó sobre mis piernas.

“¿Seguro que quieres volver a hacerlo conmigo? ¿No te cansas de una novata como yo?”, preguntó.

“Como vuelva a escuchar una bobada…”, empecé. Ella me miró, inquisitiva. “Te volveré a dar unos buenos azotes”

Ella cerró los ojos, recordando con placer la sesión anterior. Ágata sonrió.

“Así que a mi hija le gusta eso”, comentó. “Entonces, solo me queda saber una cosa”, preguntó mientras dejaba el cuchillo y el tenedor sobre el plato. “¿No te molestó… lo de anoche?”

“¿Cuál cosa?”, preguntó confusa.

“Cuando… se me fue la cabeza y te besé. En ese momento solo pensaba en excitar a JP”

“No… no pasa nada. Fue agradable”, reconoció ella. “Me sentí bien”

“Menos mal, porque me llevo sintiendo culpable toda la noche”, suspiró Ágata.

Habíamos terminado todos de comer. Pero aquella vez no fuimos al salón. Irene y yo seguimos a Ágata hasta el dormitorio de arriba. Apenas cruzamos la puerta, volteé a Ágata y la besé. Me dejé caer en la cama sobre ella. Pero mi mano tanteaba hacia atrás, buscando la de Irene. No sabía cómo actuar en esa situación, pero no quería dejarla atrás. Aunque el primer round correspondía a Ágata.

“Irene, no me odies por lo que voy a decir”, suspiró Ágata. “Arráncame la ropa, JP… hazme tu puta”

Empecé a desabrocharle los botones de la camisa, con cierta prisa. No quería romper su ropa del trabajo. Lo conseguí al final. Y recordé aquel sujetador blanco que llevaba. No se abría por detrás. Sonreí, y llevé las manos a sus tetas. Se las estrujé con ganas, y alcancé el cierre que llevaban por delante. Así se las dejé libres y empecé a chuparle los pezones con fuerza. Ella empezó a gemir y a suspirar.

“Llevas toda la mañana deseando esto, ¿verdad?”, le dije, y le mordí el pezón antes de que me pudiera responder.

“Aaaaah… sí, JP”

Encontré los botones de su falda. En ese momento me fijé en que Irene volvía a mirar la escena con atención, y se había sacado una teta por fuera del bikini y se la acariciaba, mientras que con la otra se tocaba el coñito por encima de la tela. Vi que se mordió el labio mientras terminaba de desnudar a su madre, arrancándole las bragas con un tirón hacia abajo.

Me deshice de mi pantalón con rapidez y apoyé mi picha en el coño de Ágata. La golpeé con mi falo en su rajita haciéndola gemir antes de metérsela en un rápido movimiento. Con ella no había contención, apoyé las manos en el colchón a la altura de su cabeza y empecé a embestirla con energía. Ella se dejó llevar, sumisa completamente a mis acometidas. Gimoteó en voz alta mientras me pedía seguir. Sus piernas se cerraron en mi cintura. Intenté besarla, pero ella solo me daba besos breves y fugaces, sin alargarlo. Me incorporé y volví a tocar sus grandes tetas, sujetándome a ellas mientras se la metía implacable. Sentí que temblaba demajo de mi cuerpo, se corría, aunque yo necesité dos minutos más para correrme dentro de ella.

“¿Estás bien, mamá?”, preguntó Irene, mientras se acercaba un poco más. Ya s ehabía desnudado entera y pude ver su rajita mojada.

“Sí. Aunque creo que JP se ha cortado un poco. Normalmente me dice cosas más sucias”, bromeó. Yo se la saqué, mi lefa chorreó por su coñito. “Mmmm… me gusta cuando me acabas dentro…”

“Se siente muy rico, sí”, reconoció Irene. “De hecho, lo echo de menos…”

“¿Quieres que te folle como a mami?”

“Ágata…”, dije.

“¿Qué? Solo quiero saber si mi hija tiene curiosidad”

“No. Bueno”, dijo Irene. “Podría probar a hacerlo un poco más duro, pero… no me llames esas cosas”, me pidió.

“¿Estás segura?”

“Sí… llevo pensando en ello desde que os vi”, admitió. “Pero quería tener unas primeras veces bonitas…”

Ágata se puso al lado de Irene, y la situó perfectamente tumbada para mi. Con cierto recelo, yo gateé hacia ella. Mi picha aún debía endurecerse, pero para ello estaba Ágata, que me hizo una paja rápida hasta que volvía a tenerla erecta. Irene me miró, impaciente, mientras la dirigía a su coñito. Y, como me había pedido, se la metí de un movimiento.

“¡Aaaah…!”, gimió. Aguardé. “Duele… un poco…”. Se la saqué. Volví a entrar dentro de ella, más suavemente que antes. “Mmmmm… mejor…”

“No te preocupes, hija”, susurró Ágata. “Sabes que puedes confiar en él”

“Sí… JP, fóllame como antes…” empecé a metérsela a un ritmo más comedido. “Sí.. me gusta así… aguanta un poco, ¿vale? Tengo que… volver a acostumbrarme”

“Sí, nena. Voy a follarte como a ti te gusta”, le dije mientras se la seguía metiendo despacio. A ella le gustaba más así. Ágata me miró de reojo. Maldición… empezaba a lamer las tetas de Irene. Aquello me ponía mucho. Porinercia, levanté las piernas de Irene y aumenté un poco el ritmo. Y ella respondió con placer.

“Aaah… aaah… sí, JP… sigue…”, me pidió. “Puedes… puedes ir más ráaaahpido”, suspiró.

“¿Segura?”

“Sí… mi coño es tuyo”, dijo, “me lo has abierto mucho… ¿lo notas?”

“Sí, lo noto” gruñí mientras la follaba.

“Pues entonces… dame duro”, pidió.

Empecé a ir más deprisa. Como cuando follaba con su madre, que ahora solo parecía gozar de la visión de su hija recibiendo mi polla en su rajita. Irene ya no hablaba, solo jadeaba, gemía y suspiraba con cada acometida mía. Junté mi boca con la suya y la besé con ganas cuando me corrí. Le temblaron las piernas incluso cuando acabamos de corrernos.

“In… cre… ible…” suspiró.

“¿Estás bien?”, pregunté, preocupado.

“Estoy mejor que nunca”, aseguró. “Me gusta tierno pero… wow… impresionante…”

“Por eso yo le pido que me empotre”, dijo Ágata, como si tal cosa. “Aunque es cierto que debería ser un poco más cariñosa con él cuando follamos”

“Sí. Tienes que asegurarte de que no nos abandona”, dijo Irene. “Es decir, que no te deje de…”

“Seguro que no le importa tener dos follamigas en vez de una”, dijo Ágata, mirandome con ojos cómplices. “¿Te la ha chupado ya?”, me preguntó.

“Sí. Ha sido una mañana productiva”, le dije.

“Entonces… a lo mejor me puede acompañar”

Me vi de pie en el suelo mientras ambas se ponían de rodillas en el colchón. Desde ahí empezaron a chupármela a la vez. Aquello sí me excitaba. Empezó Ágata a tragarse mi falo mientras Irene probaba a darme besos por los huevos, intercambiando luego posiciones. Ágata miraba de reojo todo el rato a Irene, con una pizca de orgullo por las habilidades de su hija. Subió por mi falo y empezó a darse un beso con ella alrededor de mi polla, y volvieron a turnarse para chupármela antes de volver a besarse.

“Chicas, me voy a correr”, les avisé. “No aguanto más…”

Tomando la iniciativa, Ágata me la mamó con ganas. Mis dos primeros chorros de lefa fueron directos a su boca, pero en ese momento se la sacó y dirigió la boca de Irene contra mi picha, corriéndome también dentro de la suya. Pude ver mi semen en la lengua de Ágata antes de que se lo tragara, mientras que a Irene se le salió un poco por la comisura de la boca.

“Mierda”, dijo. “Por poco…”

“No te preocupes, hija. La práctica te hará mejorar”

“Queridas, os agradezco esto, pero después de tres corridas voy a necesitar reponerme, así que…”

Volvieron a darse un abrazo, con sus chochos a la misma altura, y yo les hice separar las piernas para chupárselos. Escuchaba el roce de sus manos contra sus respectivas tetas, se estaban estimulando mientras yo les comía el coño. Nos dejamos llevar los tres, rompiendo todos los tabues posibles aquella tarde. Logré que se corrieran las dos con mi lengua, antes de tener sexo más unidos los tres.

Empezando por Irene plantándome el coño en la boca mientras que Ágata cabalgaba sobre mi polla. Yo aproveché mi posición para volver a sobar las tetas de la joven, mientras que su madre se movía a buen ritmo encima de mi. Luego, me ayudó a levantar bien las piernas de Irene, y me la follé por el culo, muy despacio al principio aunque pronto lo tuvo bien dilatado y probamos a hacerlo un poco más duro. Le gustó lo suficiente como para correrse solo con el anal. Impresionante.

“Uuuufff…”, suspiré. Me la habían vuelto a chupar, esta vez estando yo encima de la cama y las dos tumbadas, Ágata sobre mi cuerpo mientras yo le comía el coño, e Irene sobre mis piernas acompañando a su madre. “Yo no puedo más por hoy…”

“¿Nosotras ganamos entonces?”, bromeó Ágata.

“Debe ser”, sonreí. “Pero mañana es lunes… me ha encantado este fin de semana pero debemos volver a la rutina”

“Nuestra rutina necesita cambios. Irene, ¿puedes traernos papel y boli?”

Su hija obedeció en el acto.

Y cambiamos las rutinas.

Yo me volví a mi piso aquella noche, después de que ambas me invitaran a cenar (pedimos a domicilio). Luego, me pasé el lunes y el martes solo. Pero el miércoles Irene terminaba temprano la universidad. Así que venía a verme, y nos pasábamos la tarde follando en mi piso. Luego el jueves volvía a la soledad. El viernes me iba con Ágata, y pasábamos la tarde y el sábado por la mañana juntos. Luego, íbamos a su casa, donde volvíamos a juntarnos con Irene hasta el mediodía del domingo.

Finalmente, me terminé mudando con ellas. Ocupo el antiguo despacho de Ágata, que reamuebló para mi. No vivo de gratis. Pago un alquiler y ayudo con la casa. Aunque el sexo con mis caseras es un plus muy placentero. Ambas son muy entregadas, y ya no hay que esperar para follar cuando nos apetece. Tenemos los dormitorios abiertos a nuestro gusto, y además nunca hay “problemas de agenda” pues si tenemos que hacer un trío para estar satisfechos los tres, lo hacemos.

Ágata aún se resiste a que seamos novios. Creo que en parte no quiere formalizar nada hasta que Irene empiece a salir con algún chico, pero no parece que ella tenga mucha prisa en encontrar un novio. Le gusta hacerlo conmigo, y así me lo tiene reconocido. Quiere a uno a mi altura. Ya le dije que es mejor que no compare, pero de momento es feliz así. Y yo también. Hemos montado al final nuestra particular versión de la familia. Un poco incestuosa quizá, pero a mi me encanta.

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3 comentarios - Entrenando a Irene (IV y final)

_Deo_ +1
Llegue al final de la saga. Y la verdad me encanta. Te felicito
PepeluRui +1
Muchas gracias :))))