Confesiones ardientes. Capítulo X:

“Complejo de Edipo” 


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Cuando cierro los ojos últimamente para descansar, lo primero que veo en mis sueños, es a mi madre. Algunas veces ella me canta la canción con la que me hacía dormir cuando era un lactante. Otra vez me cuenta algún cuento, mientras yo descanso en su regazo y hay veces en que mis inofensivos sueños, se torna lúgubre y lascivos. En mi mundo onírico regreso a la época en donde vivía con mamá, Daniel y Emma. En ese mundo, no tengo el más mínimo interés de descubrir los secretos de mi familia, sino que al igual a ellos ocultaba mi verdadero ser con una máscara. 

Inocente e inofensivo es el papel que desempeño, ante los ojos de los demás, pero detrás de ese antifaz, hay un ser que admira secretamente a su madre, la idolatra y desea. No es cualquier tipo de deseo, claro que no, sino uno inmoral y vulgar. Con todo mi ser anhelo que mi madre solo me miré a mí, que me acaricie la nuca con sus suaves manos y susurre mi nombre con ese tono tan dulce que posee, a la vez que ambos nos desnudamos y nos recostamos en una cama.

Quiero delinear sobre su escultural figura, besarla hasta quedarme sin aliento, morderle los labios y su tierna carne, dejando así marcada mis huellas en ella. También quiero embriagarme con su  olor meloso que se mezcla con su sudor. Me encantaría hacer todo aquello mientras, ella ruge por placer por tener toda mi masculinidad en su interior, desgarrándola de amor. Todos esos sueños terminan de la misma forma, mamá y yo follando sin ningún pavor y absorto en el gozo. 

Algunas veces esos sueños se hacen tétrico, porque en ellos veo a Daniel como una amenaza, un ser que hace imposible que mi amor con mi madre fluya y por ende tengo que sacarlo de la ecuación de alguna forma. Muy meticulosamente ingenió un plan de cómo eliminarlo y así ser yo quien duerma al lado de mi madre. Después de haber tenido esos sueños, siempre me despierto sudando fríamente y el cuerpo paralizado. Al principio esas clases de visiones eran algo poco común, pero últimamente son recurrentes. 

Si eso fuera poco, hoy fui testigo de algo que me ha tenido pensando en ella hasta en el trabajo. Mientras pasaba por del que alguna vez fue mi vecindario en taxi, logré apreciar a Tomás salir de casa. Pensé que mis ojos me habían engañado, pero luego supe por Vanessa que mi hermano había pasado la noche en la casa de mi madre. Aquello me ha tenido malhumorado, preguntándome ¿qué pasó entre ellos dos?, y aunque sé que es imposible que hayan compartido una cama juntos, mi mente dañada me hacía imaginar lo peor.  

Si ya mantener oculto el inmoral deseo que siento por Isidora de Agustina, ha sido un verdadero reto, no sé si seré capaz hoy de seguir engañándola y negando mi obsesión por mi madre y las ganas por volver a verla para compartir una noche de pasión como en el pasado. Sin embargo, no solo quiero coger a mi madre, sino compartirla con la misma Agustina. 

Entonces, ¿eso me hace parecer el complejo de Edipo?, sinceramente no lo sé, no soy terapeuta como Tomás o April, solo soy un chico que quería tener una vida tranquila, lejos de mentiras y secretos, pero terminé cayendo en un espiral sin respuesta. Sutilmente dibujo la silueta de una mujer en mi lienzo, quiero creer que aquel cuerpo que estoy dando forma es de la modelo que tengo frente mío y no de mi madre. En verdad trato de concentrarme en la figura de esa chica, pero mi mente perturbara me hace maquinar a mamá. 

Como me gustaría que fuese mi madre la que me está modelando y mira coquetamente mientras trazo. En el pasado, había hecho un retrato de ella, sin que tuviera que modelarme, pues su cuerpo lo conocía casi a la perfección, lo tenía grabado en mi cabeza y mis pupilas. Por eso a escondidas de todos, en mi habitación dibuje aquel cuadro, que actualmente debería estar colgado en la pared de su cuarto. Recuerdo que acabarlo me tomó semanas, pero ahora creo que en un par de días podría hacer uno. 

¿Mamá por qué tuviste que mentirme? ¿Por qué me ocultaste tantas cosas y dañaste mi corazón?, si hubieras sido sincera cuando lo hicimos por primera vez y no apartabas a Agustina de mi lado, hoy quizás los tres podríamos ser felices. ¿Acaso creías que no era lo suficiente hombre para complacer a las dos? ¿O es que jamás has podido sacarte a Tomás de tu corazón y en verdad solo me usaste para acercarte a él una vez más?, por más que me lo pregunto, no encuentro respuestas. 

–“¿Ya terminaste?”- escuché de pronto a mis espaldas, –“No, aun no”- contesté, concentrándome en el trabajo que me habían encomendado. –“¿Te falta mucho?”- preguntó Agustina, apoyando su cabeza en mi hombro y abrazándome tiernamente. –“No”- respondí, mirando fijamente a la modelo. No me importaba tener a Agustina a mi lado, menos que estuviera abrazándome y su respiración rozando mis poros, al contrario, me ayudaba a concentrarme más en lo que estaba haciendo y dejara por un instante pensar en mi madre. 

Todo iba bien o eso pensé, hasta que de pronto Agustina hizo un comentario que me hizo ver de un grave error que había cometido. –“No crees que su rostro… Se parece… Al de Isidora y no al de ella”- expresó con cierta incomodidad y liberándome de sus brazos. Suspiré frustrado y me llevé las manos a la cabeza. En ese minuto quise tomar la hoja y arrancarla, para tirarla a la basura. Era lo que debía hacer, sin embargo, no tenía tiempo para darme el lujo de iniciar de nuevo y aunque pasara toda la noche dibujando, la modelo no iba a estar todo el día conmigo. 

Debía rescatar de alguna manera ese retrato por lo que borré de la forma más cuidadosa la parte del rostro y mientras lo hacía, Agustina tomando una cámara se aproximó a la chica y la fotografió. Estaba tan ofuscado que ni siquiera había pensado en esa posibilidad, tras fotografiarla, mi novia le dijo a la chica que podía irse si así gustaba. La muchacha tenía otros compromisos por lo que le agradeció a mi novia. Los dos solos en ese cuarto, nos miramos por unos segundos. 

El silencio incomodo de pronto se transformó en uno amigable y comenzamos a reírnos. –“Bruno, ¿en dónde tienes la cabeza?”- consultó, acercándose con la cámara. –“No lo sé, amor. Por un momento, pensé en Isidora y terminé dibujando su rostro”- dije, notando que ella todavía se colocaba nerviosa cuando hablaba de mamá, pero no era el momento para sentirme mal o dejar que el fantasma de mi madre me perturbada. Centrándome en la fotografía que había tomado mi novia, inicié a trazar.  

Agustina era tan sagaz que había tomado fotos de distintos ángulos, ayudándome así en ese proceso de crear el rostro de la modelo. Me tomó cerca de 3 horas delinear aquella cara, quizás habría terminado antes, no obstante debía fijarme meticulosamente que estaba dibujando el rostro de esa chica y no el de mamá. Lo único que quería hacer cuando había acabado, era irme a casa para acostarme en mi cama, cerrar los ojos y dormir sin preocupación. 

Pero nuevamente, al caer en los brazos de Morfeo, mamá regresó a ser la protagonista de mis pensamientos. Su silueta se dibujaba detrás de una tela blanca, meneando sus caderas y usando sus brazos como en una danza árabe me llamaba para que me soltara de la mano a Agustina y me fuera detrás de ella. Mirando a mi novia, le pido perdón por no ser capaz de desgancharme de mi madre y seguir detrás de sus pasos, casi como un psicópata. Agus no dijo nada y desprendiéndose de mi mano, se volteaba. 

Entendí que me estaba dando autorización para tras mi mamá. Nervioso suspiro y camino tembloroso hacía donde se encontraba Isidora. Abriendo aquella tela que se me interponía para verla, me encontré con un sitio exótico y sórdido. Todo estaba opaco y el misterio se podía respirar por el aire, mientras más avanzaba me daba cuenta que me encontraba en una especie de cabaret. Detuve mis pasos cuando repentinamente escuché un par de aplausos. 

Seducido por la intriga me dirigí hacía donde provenían esa ovación. Al quedar debajo del umbral de aquel cuarto, un foco de luz se encendió apuntando hacía un pequeño escenario. Entre la tenue luz, se fue asomando una extravagante figura, a la vez que el sonido de sus tacones se adueñaba de la sala. Mis ojos no se apartaron de ella, mientras caminaba y había un pequeño juego de luces en el escenario, hasta que finalmente se iluminó a esa mujer. 

No era otra que mi madre, la cual estaba usando una lencería de encaje color neón. Se veía preciosa y candente, ya que también se había maquillado adecuadamente para la ocasión. Sus labios brillaban desde la distancia de un color rojizo carmesí, sus ojos tenían un sombreado y sus pestañas habían sido enroscadas, sus cejas estaban arqueadas, haciendo que su mirada, fuera de la de una gata. En su cuello destacaba una gargantilla de plata y en sus orejas resaltaban unos aretes color esmeralda. 

Mamá tenía absolutamente la atención de todos, nadie en ese lugar era capaz de mirar a otro lado que no fuese el escenario con mi madre encima de él. Ella sonrió, agachándose tomó un par de abanicos que habían en el suelo y con ellos comenzó a realizar su danza exótica. La manera en qué se movía mi madre al ritmo de una música muy sensual, me dejó sin aliento y con la boca seca, además de una evidente erección. 

En cada paso que daba, sus enormes senos se agitaban y parecían que iba a romper el sostén de tela trasparente que llevaba. La forma en que miraba y tocaba su perfecto cuerpo, hizo que mis piernas tiemblen y que mi corazón brinque desesperadamente. No me sorprendía que mamá tuviera un montón de ojos depravados posados sobre ella, ansiando algo más que solo ver un baile, pero ella caprichosa y malvada sabía perfectamente como seducir y tener a esos tontos comiendo de su palma. 

Cuando las luces se apagaron, tragué saliva por fin y respiré tranquilamente. Había visto un show espectacular y sabía que entre todos esos imbéciles que se encontraban en ese instante, solo yo, iba a tocar ese cuerpecito y gozar de una noche de pasión con mi madre. Una en donde íbamos a olvidar que éramos madre e hijo y solo seríamos un hombre y una mujer, que se amaban mucho. Cuando se prendieron las luces, mamá ya no estaba en el escenario y la gente eufórica pedía que volviera a bailar.

Sabía que ella no iba a regresar al escenario y que me estaba esperando tras bastidores. Pues antes que las luces se apagaran, mamá lanzó un beso dirigido a mi dirección y me guiñó un ojo. Como si fuese un mero títere al que movían sus hilos, comencé a caminar hacía el escenario, para ir al camerino de mi madre, donde daba por seguro que me estaba esperando para consentirme. Sin embargo, tras un ligero choque desperté de mi embrujo. 

–“Ten cuidado”- me dijo el sujeto con quien había chocado, en un tono muy frustrado. –“Di… Disculpa”- balbuceé, para luego quedarme desconcertado al darme cuenta quién era. –“¿Jo… Jorge?”- dije totalmente descolocado, mientras que el muy cabrón, se le embozó una sonrisa maliciosa en su desagradable rostro. –“¿Qué pasa Bruce? ¿Creíste que me iba a perder el show de mi querida tía?”- expresó, al mismo tiempo que tocaba su entrepierna.   

–“Uuufff… Me la ha dejado muy dura la hija de perra. Pero me aseguraré de disfrutar cada segundo que me dé de su noche”- agregó, dándome la espalda. –“¿En serio crees que mamá te hará caso y te dejará que la folles?”- consulté, tratando de sacar pecho de manera orgullosa, al saber que él no fue más que un simple juguete para mi madre, uno que uso de consuelo, mientras ella me seducía. –“¿Por qué no?”- preguntó él, avanzando hacia la misma dirección que yo. 

–“Porque solo fuiste un muñeco más para ella. Alguien que uso para complacer sus necesidades y ya no te necesita”- contesté, tomándolo del hombro, para que se detuviera y no siguiera estorbándome en mi camino. –“Eso lo sé, Bruno. Soy igual a todos los que estamos aquí, así que no te creas especial”- manifestó, sin detenerse. –“¿Todos?”- murmuré, dándome unos segundos para mirarme a mi alrededor, percatándome así que me encontraba alrededor de todos los ex amantes de mi madre. 

Entre ellos destacaba Daniel, Antonio, el pendejo de Pedro y el padre de César. Todos habíamos sido seducido por mi madre alguna vez, algunos disfrutaron de ella más de una vez, como Daniel, quien se casó con mamá y aparentó ser mi padre por muchos años. Por más que él negara que mi madre no significó nada para él y solo fue un matrimonio para que aparentaran los dos lo depravado que eran, en realidad, es evidente que él la amó y fue su fiel vasallo hasta que descubrí toda la verdad. 

No me hubiera sido para nada extraño que si todo salía como mamá quería, tendría que compartirla con él, algunas noches. –“Pero miren, ¿quién está aquí?, el bastardo al que críe como hijo y le di mi apellido, para luego me apuñalada a la espalda”- dijo Daniel, aproximándose a mí. Quise eludirlo, pero me fue imposible, ya que como si estuviera siendo juzgado por haber quebrado el tabú entre madre e hijo, sentí que unas manos me detuvieron e hicieron que Jorge se me adelantara y Daniel se colocara delante de mí. 

–“¿No vas a saludar a tu padre?”- preguntó, con ironía. –“Verdad, que ya sabes que no somos padre e hijo y por eso, te importa una mierda lo que pase conmigo. Aun cuando te di todo y me preocupaba por ti”- añadió, con el ceño fruncido. –"¿Te preocupabas por mí?”- dije riéndome sarcásticamente. –“Solo fingiste ser mi padre, porque así lo quiso mamá. En verdad tú me odias y me arruinaste la vida con tus mentiras y secretos”- concluí, liberándome de esas sombrías manos. 

–“¿Solo yo te arruiné la vida con mis mentiras y secretos?”- exclamó. Yo no le respondí, guarde silencio y continué con mi ruta, sin embargo, las últimas palabras que soltó ese hombre hicieron eco en mi cabeza, principalmente cuando afirmo que, –“Veo que Isidora al final si te lavó el cerebro. Yo pensé que eras más listo Bruno”-, quise voltearme y exigirle que no dijera nada, como si me conociera, porque en realidad, nunca me entendió, pero cuando giré, él ya no estaba.     

Pensé que por fin iba a poder caminar con tranquilidad, sin embargo, en mi trayecto, me terminé topando con Antonio y Pedro. Ambos estaban hablando osadamente de mi madre, relatándose de las aventuras que tuvieron con ella, por ejemplo el capullo de mi ex compañero, rememoró el día que mamá entró a su maquiavélico juego y lo hizo a voluntad propia, a pesar de lo difícil que fue chantajearla en un principio. Aun cuando ella tenía muchas cosas en su contra y no quería que yo supiera algunas verdades, se entregó a Pedro y sus colegas, sabiendo que yo sería espectador de aquello. 

Torturarme solo fue un paso más de su perverso plan y por más que escuchaba aquello me negaba a aceptarlo. Interrumpiendo la conversación le dije a Pedro que solo era una sabandija que se aprovechaba de las mujeres. Él rio y luego fingiendo que no me había escuchado o ignorándome directamente, le consultó a Antonio qué tan guarra era mamá con él. Antonio se quedó en silencio por unos segundos, para posar sus ojos sobre los míos y así soltar sus venenosas palabras. 

–“Era una putita de primera. Aun sabiendo que yo solo era un simple juguete para ella, amaba verla de rodillas, bajándome los pantalones y colocando mi verga entre sus labios”- fueron sus primeras declaraciones, como si buscara provocarme. –“La primera vez que lo hicimos, actuó como una mujer despechada, una que estaba harta de su monótona vida y necesitaba con urgencia una aventura”- expresó, relamiéndose los labios de la manera más puerca posible. 

–“Desde que comencé a fijarme sexualmente en las mujeres, Isidora había sido mi mayor capricho. Nunca pensé que se iba a dar lo que tantas noches soñé, pero pasó. Ella me devoró la boca salvajemente, mientras me desnudaba”- dijo con una sonrisa de satisfacción. –“Cuando ella se despojó de sus trapos y me enseñó esa excitante y majestuosa figura, casi me dio un paro cardiaco. La manera en que movía sus caderas, arañaba mi piel y me rogaba para que la llamara mami, me es inolvidable”- cerró. 

Yo: Mientes…

Antonio: ¿Por qué mentiría con eso Brunito? 

Dijo acariciándome la cabeza como si fuera un niño pequeño.   

Yo: Ella jamás te hubiera pedido que la llames mamá. 

Antonio: ¿Por qué no? ¿Tú eras su obsesión después de todo o me equivoco?

No sé por qué me había lastimado tanto oír que mi madre le pidió a otro tipo que la llamara, “Mami”. Quizás eran mis estúpidos celos o mi orgullo que estaba siendo roto, porque quizás yo no era tan especial para mi madre, como creía. Antonio se largó a reír y el imbécil de Pedro también lo hizo, haciendo que la sangre me hirviera y quisiera golpear a ambos. Sabía que ellos no eran más que figuras del pasado retorcido de mi madre, pero tenía miedo que volvieran tocarla y ella se dejara. 

Mamá me pertenecía, solo era mi mujer, no podía ser de nadie más. Cuando cruzamos el umbral de la moralidad entre madre e hijo, ella me juró lealtad, además de que todo mal que hizo, fue por su amor a mí. No debía que temer, ¿verdad?, solo tenía que ignorar a esos gilipollas que me quería provocar e ir donde se encontraba mi madre para que nos amaramos. Sin embargo, algo me hacía quedarme quito y no me dejaba del todo avanzar hacia donde mi madre.     
  
–“¿Crees que podamos tener una orgía con Isidora, si todos la llamamos mami?”- interpeló el idiota de Pedro. –“¿Por qué no?”- respondió Antonio, caminando hacia adelante. –“A Isidora le gusta el morbo, así que no veo algún problema para aquello. Aunque hoy está ocupada, con su invitado especial”- soltó antes de desaparecer. Esa última declaración retumbó en mis oídos y mientras despegaba mis pies del suelo, todo quedó en silencio. 

Parecía que toda la gente que estaba en el lugar, se habían largado y solo yo me quedaba en ese sitio. Sin tener una pista y solo siguiendo mis instintos, continué avanzando hasta llegar a donde se encontraba mi madre. Era una especie de habitación, que era iluminada por unas velas que desprendían un estimulante olor. Tuve un escalofrío al verla sentada en la cama, con una copa entre sus manos y sus piernas cruzadas. Ella todavía llevaba puesto su sensual lencería, lo que me parecía perfecto. 

Avanzando hacia esa habitación, me di cuenta que mamá no estaba sola. No, ella estaba con un hombre, el cual no podía distinguir por lo oscuro que estaba el cuarto. El corazón se me agitó y las piernas no me respondían, mientras que mis manos recorrían un sudor helado. Me pregunté quién era ese tipo misterioso y qué hacía con mi madre, lamentablemente no iba a encontrar respuestas si me quedaba ahí quieto, además no quería que ese sujeto se aprovechada de mi madre, por lo que me obligué a caminar. 

Mamá reía coquetamente, a la vez que presumía descaradamente sus voluminosos pechos. Aquello me ofuscaba, pues no quería que ella se comportara de esa manera con otros hombres, solo debía ser promiscua conmigo. Regañadientes contemplé como ese hombre apoyó una de sus manos por la pierna desnuda de mi madre y lentamente fue sobándola hasta llegar a su muslo. No sé qué me molestaba más, si el atrevimiento de ese tipo o que a mamá le gustara aquello. 

Al seguir avanzando tuve que observar como mi madre traviesamente vertió el vino de su copa por sus extravagantes senos. El sujeto no tardó en acerca su asquerosa boca hacía las tetas de mi mamá y lamer su suave piel, como si fuera un cachorro bebiendo agua. Mi madre se quejó de gusto, al mismo tiempo que acariciaba su nuca y echaba hacía atrás su cuello. Por la poca luz, aún me era difícil descubrir la identidad de aquel bastardo que estaba tocando a mi madre.  

Lamía, mordía y chupaba los pechos de mamá de una manera tan cerda que se ganaba todo mi desprecio cada segundo que pasaba. Con sus sucias manos tocaba la tercia piel de mi madre y mi enojo incrementaba al escuchar los suspiros de ella. No aceptaba que mi dulce mami, estuviera disfrutando de esas caricias extrañas, como si fueran las mías. Todo me resultaba muy exasperante ya que por más que avanzaba nunca terminaba de llegar al cuarto en donde se encontraban. 

El pasillo era interminable y entre más observaba aquella escena, más agresivo me colocaba. No sentía odio y rencor contra mi madre, sino más bien con aquel sujeto que se estaba aprovechando de ella, ya que daba por seguro que él se estaba haciendo pasar por mí y por eso, mamá le permitía jugar con su cuerpo. Debía detenerlo y salvar a mi progenitora, antes de que fuera muy tarde y se entregara completamente a ese desconocido. 

Pero entonces una sola frase de mi madre, una simple y ligera expresión de ella, hizo que mi cuerpo se paralice del desconcierto y mi corazón se retuerza. –“¡Ooohhh, síííii… Tomás!”- exclamó ella, jalándole del cabello al tipo y viendo claramente en esa empaña habitación el rostro de Tom. –“Nooo…”- susurré, tratando de negar la traición que mis ojos contemplaban y queriendo despertar de esa pesadilla. Pero por más que me esforzaba por abrir los ojos, no podían y la imagen de Tomás con mi madre se hacía más lucida. 

Él sonriente le mordía los labios, mientras le desabrochaba el sujetador, el cual fue cayendo lentamente entre sus cuerpos que se abrazaban, hasta tocar el suelo. Sus lenguas se tocaban lascivamente una sobre la otra y mamá aceptaba gustosamente la saliva de Tomás, como si fuese el néctar más dulce y delicioso que había probado. –“¡Ya basta!”- imploré, tratando de retroceder o darme vuelta para no verlos amándose.  

–“¿Oíste algo?”- consultó él, delineando sobre las curvas de mamá, –“No. Nada”- contestó ella sonriente y con sus ojos brillantes como los de una jovencita enamorada. Él no desvió su mirada y continuó besándola de una forma guarra a la vez que la empujaba contra su cuerpo y la desnudaba. Nunca pensé que iba a ver a mi madre, entregarse tan fácilmente a otro hombre que no fuera yo. Aunque no me gustara tenía que aceptar la dura y cruel realidad, ella seguía amando y siempre amará a Tomás. 

Fue su primer y gran amor, por más que la hizo sufrir con su indiferencia y haberla llevado hasta la locura, ella siempre lo iba a perdonar y demostrarle cuanto lo ama. Yo solo fui un pequeño sustito de él, alguien con el cual mamá quería olvidarlo, pero jamás iba a poder reemplazarlo, bastara que Tomás mostrada el mínimo interés por ella, para que estuviera de rodillas y suplicando por su amor. Sentí la calidez de mis lágrimas por mis mejillas, mientras observaba a mamá en pelotas con solo su gargantilla de plata y sus tacones de 5 pulgadas. 

Tom se quitó su saco y luego su corbata, mi madre con cierta desesperación le arrancó la camisa y cubrió su torso a besos, dejando sus labios carmesís tatuados en la piel de él. Pasando su lengua por sus sensuales labios, me di cuenta de lo ansiosa que estaba por ver el paquete que tenía mi medio hermano. Su mirada era lujuria pura, algo que jamás había visto antes y aunque me fuera dolorosa la imagen, extrañamente me excitaba y encendía. 

Tomás se desbrochó el cinturón y antes de bajarse el pantalón, le preguntó a mi madre si estaba segura de seguir adelante con ese juego. Parecía que él sabía que era algo no apropiado o sencillamente estaba evaluando la lealtad de mi madre, la cual cubriéndole el dedo índice con su saliva como si fuese un chupete, le susurra que sí. Tomás sonrió y morreándola de nuevo, comenzó a desprenderse de su pantalón, para liberar su enorme, venosa y robusta polla. 

Mamá ya había comido grandes vergas en el pasado, pero sin duda esa era la más gorda que había visto. Estaba tan feliz y excitada que tardó unos segundos para salir de su estupefacción. Tomando entre sus manos el miembro de Tomás, lo acerca a sus labios para darle un beso. Mientras sus labios rojizos quedaban grabados en la punta de la estaca de mi hermano, vi como su lengua se asomó ligeramente y pinceló escuetamente. Tras declararle su amor incondicional a la tranca de Tomás con sus dedos la tocó mimosamente. 

Él gimió de gusto y acarició el cabello de mi madre. Ella masajeándolo con más fuerza, como si buscada ordeñarle la leche que tenía acumulada en los huevos, se relamió la boca y sus ojos brillaban fogosamente. –“Es hermosa”- murmuró mi madre hipnotizada por ese pene que tenía entre sus delicadas manos. –“Siempre soñé con este momento, Tomás. Pero jamás pensé que la tenías…”- declaró a medias, ya que le era difícil mantener la calma con ese pollón tan cerca.   

–“¿Tan grande?”- preguntó él, jadeando y haciéndole una improvisada coleta a mi mamá con sus manos. –“Grande, gorda y preciosa”- contestó ella, abriendo la boca bien grande y aprisionando el glande entre sus labios carmesís. –“Uuufff… Isi… Sí que me tienes ganas”- aseguró Tomás, al ver como mi madre se tragó una buena porción de su polla y colocaba una cara bien guarra, como si estuviera experimentando un orgasmo. Quizás en verdad estaba pareciendo uno, ya que todo su monumental cuerpo tembló de placer. 

Lentamente se fue retirando ese mástil de su boca y tras un largo suspiro, lo escupió, para lubricarlo con sus manos. –“No solo es inmensa y linda, sino también es sabrosa”- afirmó mamá con una sonrisilla de puta. Él al escuchar eso soltó una risita, de seguro su orgullo y ego se le estaba inflando con cada halago que le decía mi madre, la cual rendida ante esa imponente vara de carne, le preguntaba qué cosa quería que hiciera. Tomás le respondió que tenía muchas cosas en la cabeza, pero sin duda lo que más anhelaba en ese momento, era cogerle las tetas. 

Mamá no dudo en ningún instante y puso esa verga entre sus dos gordas mamas, quedando asombrada porque sobre salía de sus pechos. Él empezó a mover su pelvis, mientras mi madre con sus manos apretaba sus senos y con su boca intentaba atrapar la cabeza de ese cilindro. Ambos se quejaban de gozo y se alababan mutuamente, aunque evidentemente fue mamá la que más soltó piropos y disfrutó esa follada de tetas que le estaban dando. 

No habían pasado ni cinco minutos, cuando llegó la primera descarga de Tomás. Él disparó a diestra y siniestra sus pegajosos y cremosos chorros blancos, el primero pegó por el mentón de mi madre, el segundo por su mejilla izquierda, el tercero saltó hasta el parpado derecho de mamá y el último quedó entre sus labios. Mi progenitora amó tener esa máscara de semen y mientras descendían un par de gotas por su rostro, ella se saboreaba los labios y liberaba la estaca de Tom de sus pechos. 

–“Wow… Eso fue extraordinario, Isi”- manifestó él, meneando su tranca por los aires, movimiento que encandiló a mi madre, ya que si bien esa polla había perdido un poco de vitalidad -tras correrse tan explosivamente-, seguía luciendo enorme. Mamá se aproximó nuevamente a ese trozo de carne voluminoso y con su lengua se encargó de limpiar el resto de esperma, para dejarlo reluciente. –“Gracias preciosa. Ahora yo te haré gritar de gusto”- le dijo, empujándola en la cama, para que quede echada boca arriba. 

Sin decir una palabra se acercó a ella y con sus manos dibujó en su tórax, para luego estrujarle sus pesadas tetas y hacerla chillar. Mordiendo la piel de mi madre, fue bajando hasta que su boca quedó a la altura del coño de ella, el cual estaba babeando ardientemente de placer. Antes de hacer algún movimiento, olió el sexo de mi madre, percibiendo lo necesitada que estaba ella y las ganas que le tenía. 

Sus manos paulatinamente fueron descendiendo hasta tocar tiernamente la hendidura de ella, haciéndola bramar. Tras sentir el húmedo coño de mi madre, Tomás le dio un beso, uno que se fue intercalando con sus lamidas e hicieron que mamá se retorciera de gusto en esa cama, aclamando por más y arqueando su cuerpo, mientras enredaba sus dedos en su cabello. Me daba cuenta que yo jamás había hecho disfrutar a mi madre de esa manera, nunca logré que sus jadeos fueran tan intenso y se quedara sin voz por el gusto.

Dándole lamidas a sus hinchados labios vaginales, frotaba su clítoris con sus dedos y suavemente introdujo uno de ellos al coño de mi madre. Gimió tiernamente ella, pero todo su cuerpo se tensaba y regocijaba en ese palpar. No me parecía que él lo hiciera mejor que yo, pues hurgaba lentamente dentro de mi madre y solo usaba un dedo. Pero rápidamente comprendí la diferencia entre Tomás y yo, era la experiencia, él conocía perfectamente el cuerpo de una mujer y sabía en dónde tocar, para enloquecerlas de placer. 

Mi madre aullaba y trataba de morder su labio inferior para ahogar algunos quejidos, algo que le resultaba casi imposible de hacer. Él en cambio se encandilaba con los fluidos que se escurría por la vulva de mamá. A ella le encantaba todo lo que él hacía, la forma en que la tocaba, lamía, chupaba y mordía sus pliegos. Estaba totalmente bajo el dominio de Tomás, quien no tardó en obtener lo que andaba buscando, que no era otra cosa que el meloso manantial de mi madre.   
 
Antes de que mi progenitora se corriera, su pecho se le infló, haciendo que sus dos gordas tetas se vieran inmensas. El cuerpo de mi madre brillaba en esa habitación de escasa luz, me parecía una imagen totalmente erótica la que mis ojos presenciaban y a la vez desgarradora. Tomás se acomodaba en la cama y besaba a mamá con una pasión que me llegaba a colocar los pelos de puntas. Mordiéndole la punta de su lengua, él vuelve a palpar con sus dedos la vagina de mi madre, la cual se estremecía con cada caricia.
 
Besando su cuello y su oreja, mamá comienza a ronronear con más fuerza y su cuerpo nuevamente volvía a encenderse. Ella fascinada con el toqueteó y picoteó que le daba su amante, no quiso quedarse detrás y entre sus manos tomó aquel grueso miembro, que durante esos minutos había descansado lo suficiente, para recuperar su gran tamaño. Mamá poco a poco comenzó a seguirle el ritmo a Tomás, pajeándolo sin vergüenza alguna y dejando su huella en su cuerpo. 

Ambos se miraron detenidamente y entre risas se murmuraron un par de halagos. Sin dilatar más el espectáculo principal, los dos pegaron sus cuerpos, las tetas de mi madre se hundían contra el pectoral de él y antes de que sus labios se cruzaran otra vez, Tomás la penetró. Todo el ser de mi madre tembló, desde los dedos de sus pies hasta su cabeza, nunca antes había recibido un paquete tan grueso en su interior, su vagina estaba siendo estirada de manera bestial y soltando un gran chillido de dolor mezclado con placer, me miró.

Era la primera vez que nuestros ojos se cruzaban y en vez de que ella sintiera vergüenza y pavor, mostró su lado más cruel conmigo, al proyectar su rostro lleno de gozo y dicha, mientras sus manos acariciaban la espalda de otro hombre y gemía al ser empotrada por este. Ya no podía ser más humillante todo lo que estaba presenciando, no había nada más para que me hiciera sentir totalmente patético y por más que quería desviar mi mirada y dejar de observar a mi madre cogiendo con Tomás, no podía hacerlo. 

Mis ojos se sentían completamente atraído a la imagen y entre dolor y excitación, contemplaba como la robusta verga de Tom, entraba paulatinamente en el coño de mi progenitora. –“¡Oohhh… Diiiooosss… Mááassss… Por favor!”- imploraba ella, mordiéndole los labios y sufriendo espasmos de gusto. Me preguntaba, por qué no se apiadaba de mí y mínimamente pedía que cerraran la puerta, por lo menos oír sus aullidos no me resultaban tan macabros que verlos gozar. 

–“¡Aaahhh… Así mi amor!”- afirmó, al recibir otra estocada letal de él y sintiendo como su coño estaba siendo rellenado y anchado. –“Hhhhmmm… Sí, sí, sí… ¡Moldea este coño que es todo tuyo!”- exclamó, perdida en la lujuria. Tomás antes de terminar de ensartar su polla, la retiró levemente y pude apreciar bien como la vagina de mi madre estaba chorreando como si fuese una llave de agua. Sin darle un pequeño respiro, se la clavó entera, obligándola a soltar un gran alarido, que retumbó por varios segundos en mis oídos. 

Pese al dolor que experimentaba, ella se aferró a la cintura de él con sus piernas y pidió por más. Tomás sonriendo, alabó a mi madre por recibir su verga como una campeona y por ende, iba a complacerla en todo lo que deseada. Retiraba lentamente su trozo de carne dentro de ella y luego colosalmente lo hundía, haciéndola bramar como una perra. La forma en que mi madre gruñía me parecía dulce y estimulante, al igual que el zumbido que hacían sus cuerpos al colapsar. 

Fue la primera vez que observé a mamá ser follada tan salvajemente, sus tetas brincaban con cada embestida que le daban, su cuerpo se retorcía y sus gritos no paraban. También fue la primera vez que aprecie un rostro tan vulgar de ella, que rogaba por más y más, que no quería que esa fiesta acabara. Finalmente hubo un pequeño corte de gemidos, cuando la lengua de mamá se entrelazó con la de él, pero sus cuerpos que seguían fundiéndose, no dejaron de retumbar. 

Al paso de unos minutos cambiaron de posición, mamá ahora era quien controlaba el ritmo de la cogida, al estar cabalgando. Cada sentón que daba, hacía que sus enormes pechos bambalearan de un lado a otro y sus piernas temblaran. Ella ya estaba en su límite pero no podía rendirse, decirle a su amante que se detuviera, le sería humillante y un golpe duro para su orgullo, por lo que resistió hasta donde más puro. Sin embargo, aun cuando su cuerpo ya no podía seguir, Tomás continuó revolviéndole las entrañas y ella lo amó. 

Dado a que ya no podía continuar montando, él le pidió que se colocada en cuatro, una posición que mi madre amaba. Por lo que obedeció felizmente aun cuando su cuerpo estaba débil y apenas podía mantenerse consiente. Ella disfrutó de cada estocada que le dieron y entre jadeos, balbuceaba el nombre de su amante y cuanto lo amaban. No sé cuándo tiempo pasó, pero Tomás bombeó ferozmente a mi madre, sacando su verga casi completo, para luego enterrársela hasta el fondo.   

Repitió aquel proceso por lo menos unas tres o cuatro veces, mientras una Isidora sudorosa y sumergida en placer, repetía: –“¡Más, más, más!”-, al ritmo que sus pieles se golpeaban. –“¡Más, más, más!”- retumbó otra vez en mis oídos como si fuese lo único que mi madre articulaba. De pronto un ¡zas!, se escuchó por toda la sala y a los segundos mi madre gritó complacida. Tomás le había dado un fuerte nalgazo, dejándome la piel erizada y su mano marcara en la cola de mi madre.

Poco a poco aquel rostro vulgar de mi mamá, comenzó a lucirme cachonda. La manera en que su cuerpo temblaba, su cabello era jalado y su culo cacheteado, me pareció una obra de arte. No podía explicarme a mí mismo, por qué repentinamente dejé de estar rabioso y deprimido a estar excitado y embelesado con la escena que era testigo. Esa zorra que bufaba y que le flaqueaban las piernas al mismo tiempo que grita: –“¡Jódeme cabrón!”-, era mi madre. 

Por fin lo comprendí, todo este tiempo estaba romantizando o intentando limpiar la imagen de ella, porque en el fondo me daba vergüenza aceptar que mi progenitora era una puta. Pero verla dichosa por la vigorosa verga de Tomás, hizo que aceptara la verdadera naturaleza de Isidora. Él finalmente sacó su verga embadurnada por los jugos de mi madre y dejándola entre los glúteos de ella, empezó a bañarle la espalda con su lefa. Mamá quedó con una gran sonrisa en la cara, como si nunca hubiera sido complacida de esa forma. 

Desperté con esa imagen clavara en mis pensamientos. Agustina todavía estaba durmiendo y al parecer estaba teniendo una pesadilla, pues entre dormida hablaba y se movía en la cama. Antes de que la despertara para que se calmara, escuché claramente cómo se disculpaba por no ser del todo sincera conmigo. Al principio aquello me fue algo intrigante y tenía interés de saber qué cosa me estaba ocultando, no obstante, al verla tan angustiada, preferí no molestarla. 

Conociéndola tan bien, seguramente se debía algo sin mucha significancia, como por ejemplo que nuestro encuentro no fue mera coincidencia, sino que todo fue orquestado por mi madre. Había descubierto aquello, hace relativamente muy poco, fue un día cuando me encontré con César. Jamás le guardé rencor a él, por haber tenido que seguirle el juego a Pedro y su pandilla, siempre lo vi como la pobre víctima de todo y aun así, él me buscó para pedirme perdón de rodillas.     

Yo le pedí que se levantara y olvidara todo, que nunca lo odié, tampoco sentía que me debía una disculpa. Charlamos como viejos amigos, algo extraño, pues yo nunca lo vi como un verdadero amigo, solo era un escape de mi monótona vida e iba a su casa solo para admirar a su madre. Fue en esa conversación, donde César me reveló que su madre tuvo una conversación con la mía, para definir quiénes serían nuestros nuevos vecinos. Isidora seguramente seducida por Agustina y viéndola como la mejor opción para utilizar en su plan, se decantó por ella y su padre como vecinos. 

No tengo duda que luego, hayan hablado y todo nuestro primer encuentro estuvo planificado por mi madre. Sin embargo, ¿qué importa eso ahora?, mamá solo nos hizo un favor a ambos, ya que terminamos enamorándonos y lo que sentíamos mutuamente, no era algo artificial, menos planificado por Isidora. Sé que es raro, pero finalmente siento que he cerrado mi historia con mi madre y ahora si la veo, no me sentiré atraído por su belleza, sino que la veré como lo es, mi puta madre.     
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