La tormenta...

Mi marido había recibido el llamado urgente de un cliente, por lo que tuvo que programar un viaje de último momento. Solo estaría unas horas fuera, pero justo esa tarde se jugaba la primera final entre Boca y River, hablo del sábado 10 de noviembre. No solo se trataba de que él mismo se perdería el partido, sino que hasta se había comprometido con los empresarios españoles, los mismos de la fiesta de Halloween, a llevarlos a la cancha para que disfruten del superclásico argentino antes de volver a su Tierra el domingo por la noche. 
La preocupación de mi marido pasaba porque se tomaran a mal el desplante, ya que se habían mostrado bastante entusiasmados con la posibilidad de asistir al encuentro. Pero por más que le daba vueltas, tampoco podía dejar colgado a éste cliente que lo requería con tanta urgencia.
-Entonces voy yo, les llevo las entradas y los acompaño- le propongo -Total ya me conocen-
Por lazos familiares, lugar de nacimiento y corazón, soy de Almirante Brown. Así que el partido ni fu ni Fa. Mi marido es el hincha de Boca, aunque a esa altura le importaba más quedar bien con los españoles que el partido en sí.
-¿Estás segura? No quiero complicarte, sé que estás con mucho trabajo- 
-Seguro que puedo hacerme un tiempo, además me cayeron bien esos gallegos- 
-De paso les llevás el vino que está en la mesa de la sala, es un Malbec nuevo que cuando lo prueben se van a quedar "flipando" como dicen ellos. Pero por lo que más quieras Mary, no les digas gallegos que son sevillanos-
-Vos andá tranquilo que de las relaciones públicas con la Madre Patria me encargo yo- 
-Me salvaste, que sino estaba al horno-
-Entonces podés darme las gracias ahora, antes de irte- le digo ronroneando como una gatita.
-Estoy sobre la hora, Mary- repone consultando su reloj.
-Dale, no te cuesta nada darle un gustito a tu esposa, vas a estar afuera pocas horas pero a mí se me van a hacer eternas- le insisto, frotándome contra su cuerpo para que sienta como se me pusieron de duras las tetas.
Más por mis súplicas que por sus ganas nos echamos un rapidito que, la verdad, me dejó con gusto a poco. Pero bueno, como se dice en tales circunstancias, es lo que hay.
La tormenta ya se había desatado y llovía a cántaros, por lo que en vez de pedir un taxi nos fuimos en su auto, total como volvería pronto lo dejaba en Aeroparque y listo.
Primero me deja a mí en la puerta del Sheraton, lugar de hospedaje de los españoles, y tras las recomendaciones de rigor, sigue camino para tomar su vuelo. 
Entro al hotel y me anuncio en la recepción aclarando que era la esposa de Fulano de Tal (o sea mi esposo) y que venía a ver a Mengano y Sultano. Por supuesto mi marido me había facilitado las tarjetas personales de cada uno, para que tuviera presente sus nombres.
-¿La están esperando?- me pregunta la recepcionista tras consultar los nombres en la computadora.
-A mí no, en realidad lo esperan a mi marido pero él no pudo venir- le explico.
Llama a la habitación, habla un momento y luego le pide a alguien del servicio que me indique como llegar a la Suite Belgrano.
Cuando llego al piso uno de los españoles ya me está esperando en la puerta de la suite. No estoy segura pero creo que es el que se llama Alfonso.
-¡Pero que bendición es ésta!- exclama con ese acento que me resulta tan sexy -Ya es una sorpresa que vengas a visitarnos, pero una más grande que vengas sola-
Esta vez no me saluda solo con dos besos, sino también con un abrazo.
-Mi marido le pide disculpas por no poder venir, pero tuvo que viajar de urgencia, así que en su lugar los voy a acompañar yo al estadio- le digo sintiendo que, a diferencia de la noche de Halloween, ésta vez me mira de un modo muy distinto -Además les envía éste malbec que les prometió- añado entregándole la botella.
-Lamento que (mi marido) se pierda tal acontecimiento, y no es por desmerecerlo, pero debo decir que la compañía ha mejorado muchísimo- abre del todo la puerta de la suite y me invita a pasar -Ven, pasa, vamos a degustar juntos ésta maravilla- agrega, y no sé si fue idea mía o qué, pero me pareció que al decir "degustar juntos ésta maravilla" no se refería precisamente al vino.
-Ok, pero solo una...- le aclaro por las dudas, ya que sabemos muy bien de lo que soy capaz cuando me paso de copas.
Entramos a la suite y me quedo obnubilada por el lujo y el confort que se aprecia en cada detalle. Lo primero que se me ocurre es que quiero pasar allí mi próximo aniversario de casada, disfrutando del servicio a la habitación, de la pileta, del gimnasio, del sauna y de todo lo que el hotel tenga para ofrecerme.
-Tu esposo me hablo muy bien de éste malbec, y si su gusto en vinos es tan bueno como su gusto en mujeres, (de nuevo esa mirada) estoy seguro que debe ser excepcional-
Me invita a sentarme en el sofá de la sala de estar, y pidiéndome que lo disculpe un momento, va en busca de un sacacorchos y dos copas. Cuando regresa, abre el vino, huele el corcho y lo sirve con la cadencia justa.
Me tiende una copa, agarra la suya, y cuando creo que se va a sentar en una de las sillas que tengo enfrente, viene y se sienta a mi lado, tan pegado a mí que hasta puedo verle las imperfecciones de la cara.
Alza la copa y propone un brindis:
-Por la belleza de las mujeres argentinas- 
Choca su copa contra la mía y agrega:
-En especial por tu belleza-
Cada cual bebe un sorbo de su copa, yo me trago el vino enseguida, pero él lo paladea como todo buen catador.
-Excelente- expresa luego -Mejor de lo que esperaba, creo que podemos decir que el gusto de tu marido por los vinos casi se equipara a su gusto por las mujeres-
-¿Casi?- le replico tomando otro sorbo.
-Por lo que tengo adelante mío, puedo asegurar que su gusto por las mujeres es mucho mejor- asiente y mirándome de esa forma que me hace sentir como si estuviera desnuda, agarra entre sus dedos un mechón de mi cabello y me lo acaricia.
Me siento entre la espada y la pared, por un lado el tipo me agrada, me cae bien, y ya desde la noche de la fiesta resulta por demás evidente que me quiere voltear, además el tiempo está como para echarse un polvo, sobre todo después del simulacro que tuve antes de salir de casa, pero lo que me tiene indecisa es que se trata de un potencial socio de mi marido. 
Ya todos conocemos de sobra la situación económica en la que estamos la mayoría de los argentinos. A excepción de los que se robaron todo, los demás tenemos que remarla todos los días. Por eso para mi marido resulta tan importante el envión financiero que le pueden inyectar los españoles.
¿Y si me dejaba seducir y después el tipo, habiendo conseguido lo que quería, no aparecía más? O al revés, ¿si se tomaba como una afrenta personal cualquier posible rechazo y desistía de realizar negocio alguno con mi marido? 
-Me gustaría decirte algo, espero no lo tomes a mal, pero ya desde la noche que nos conocimos que he percibido en ti cierta ansiedad que parece no haber sido debidamente atendida- 
¿Que me estaba queriendo decir? ¿Que soy una mal cogida? ¿Justo yo?
Quizás fuera el mal sexo que había tenido esa mañana con mi marido y que me dejó con las hormonas alborotadas. Si era eso, al gallego no se le escapaba una. Con razón tenía tanto éxito en los negocios.
-Puede que haya algo de eso- le digo encogiéndome tímidamente, interpretando mi papel de esposa conflictuada -Pero lo tengo que resolver con mi marido-
-Bueno a veces no es que el hombre no quiera, sino que no puede- me dice poniéndome ahora un brazo sobre los hombros.
Como no lo rechazo, se anima a ir por más.
-Pero hay hombres que sí podemos- agrega y sin que pueda replicarle nada, me rodea con el otro brazo.
No se trata de una caricia agradable, pero a veces una no necesita cariño ni ternura, solo dejar que los instintos fluyan.
En ese momento yo era Caperucita y él el lobo feroz, ansioso por darme un buen mordisco.
Para entonces ya no hay resistencia que valga, tengo al gallego encima, casi cien kilos de pasión y lujuria apretándose contra mi cuerpo, que equivale casi a la mitad del suyo.
Me busca la boca y nos besamos mientras su mano me agarra una teta y me la aprieta como si en vez de tocarme quisiera ordeñarme. No quiero que crea que me entrego tan fácilmente, así que me hago la que me resisto. Me aparto y lo empujo, diciendo:
-¡No, no, no, no..., no puedo hacerle esto a mi marido!-
-Querida, él te lo hizo a ti al no atenderte como una mujer como tú se merece- me dice agarrándome la cara con sus fuertes manos y manteniéndola frente a la suya.
Lo miro, me muerdo el labio inferior, y ahora yo lo beso a él. Me subo a caballito sobre sus piernas y le como la boca, sintiendo como la dureza de su bragueta se hace cada vez mas evidente.
-¿Y esto?- le pregunto al tocársela, haciéndome la inocentona.
-Una buena polla española hambrienta de belleza argentina- me responde, moviéndose para hacérmela sentir.
Me corro un poquito, lo suficiente para dejar esa parte libre, y le aprieto el bulto tal como él me había apretado la teta. 
-¡Mmmm..., parece que no soy el único con hambre!- exclama.
Le desabrocho el pantalón, le pelo la pija, perdón, la polla, y acomodándome entre sus piernas me pongo a chupársela sin pudor ni recato. Ya ni me importa seguir haciendo el papel de la esposita seducida. Me la como con avidez, con gula, con genuino morbo, haciéndole hasta garganta profunda, llenándome la boca una y otra vez de carne foránea.
Tiene una linda chota el gallego, no es grande pero cumple su cometido. 
Se la dejo toda chorreada con mis babas, y me desvisto delante suyo, quedándome en ropa interior y con los tacos puestos. Se levanta, viene hacia mí y me besa en forma apasionada, devorándome prácticamente la boca.
Me toma de la mano y me lleva a la habitación. A mitad de camino me freno y le pregunto:
-¿Y tu socio? ¿Lo vas a dejar afuera?-
-¡Que cachondo me pones mujer, eres un sueño hecho realidad!- exclama a la vez que me acaricia el orto, deslizando sus dedos por toda la raya.
Desde la habitación llama a su socio:
-Vicente, vente a mi suite de inmediato que te tengo una sorpresa de puta madre..., que le den por culo a tu mujer, la llamas después, te aseguro tío que esto te va a molar mogollón-
Se sube el pantalón, le va a abrir la puerta de la suite a su socio, y casi al instante aparecen los dos, el tal Vicente poniendo terrible cara de sorpresa cuándo me ve.
-Pero, no me digas que es la esposa de...-
-Pues que te lo digo tío, sin el disfraz de gatita y con una calentura que te cagas- le asegura frotándose las manos.
Todavía está con la pija parada, se le nota el bulto por debajo del pantalón. Así que la vuelve a pelar y se me acerca, blandiéndola como si fuera una espada.
-¡Y la chupa que vas a quedar flipando, eso te lo aseguro yo!-
La habitación tiene dos camas, yo estoy recostada en la que está más cerca de la ventana, así que me siento y se la vuelo a chupar cuando está delante mío.
-¡Cojonudo!- exclama Vicente a la vez que también la pela y se pone al lado de su socio. 
Sin dejar de chupársela a Alfonso, se la agarro y lo pajeo, sintiendo como se va endureciendo entre mis dedos. Cuándo ya está lo suficientemente alzada, se la chupo también, alternando entre ambos, empapándolos de saliva a la vez que yo me empapo los labios con sus fluidos viriles.
-¡Coño, esto es lo mejor de Argentina, no tengo la menor duda!- comenta Vicente exhibiendo ahora una erección que supera ampliamente la de su socio.
Me gustan las porongas grandes, no se relacionan en absoluto con el placer suministrado, pero cuando de chupar se trata, me gusta disponer de una amplia superficie en dónde desarrollar mis habilidades orales. 
Soy glotona, lo admito, y la carne en barra es mi debilidad, por eso me las como enteras, llenándome la boca hasta que mi mejilla se hincha como si estuviera a punto de explotar.
En algún momento intento comerme las dos a la vez, la de Alfonso me entra, pero de la de Vicente apenas me cabe la punta.
Las suelto y las escupo a las dos, extiendo la saliva por el glande de cada una y vuelvo a intentarlo. Ahora sí, con el empeño de los tres, el mío abriendo bien la boca y el de ellos empujando, me como las dos casi hasta la mitad.
Los dejo con las pijas al rojo vivo, enhiestas y palpitando. Me levanto y me quito primero la bombacha y luego el corpiño, quedando completamente desnuda frente a esos dos gallegos cachondos que no tardan en meterme mano por todos lados. Siento sus manos en mis pechos, en la cola, y hasta un racimo de dedos colándose en mi conchita.
Los abrazo y los beso, primero a uno y luego al otro. Besos profundos, con mucha lengua y saliva. No sé de donde aparecen unos forros que se ponen con la debida prisa y se alistan para cogerme.
Me echo de espalda en la cama, la que está cerca de la ventana, y me abro de piernas, separándome los labios de la concha con los dedos para que vean el fuego que irradia mi interior. 
El primero en entrarme es Adolfo, quién pese a no tener un tamaño demasiado consistente, sabe como hacer sentir lo poco que tiene.  
Tras él vino Vicente y ahí sí que noté la diferencia entre uno y otro, ya que la de éste pareció llenarme por completo, como si me hubiera taponado con su carne hasta el último resquicio disponible.
Cada cuál me cogía a su ritmo, impulsivos, ardientes, apasionados, y aunque existiera una diferencia notoria entre la virilidad de ambos, disfrutaba con los dos. Ninguno desmerecía al otro, es más, se complementaban, como si no fuera esa la primera vez que compartían a una misma mujer. 
No se los pregunté, pero por algunos comentarios que se hacían entre ellos y que yo simulaba no escuchar, me daba la impresión que ya estaban acostumbrados a enfiestarse. Lo comprobé al llegar el momento de la doble penetración, ya que se dispusieron de tal forma que cuando me quise dar cuenta, ya estaba siendo empalada por los dos agujeros.
Era un sueño estar ahí, en ese ambiente de lujo y sofisticación, gozando del mejor sexo, con una panorámica de Buenos Aires como telón de fondo. ¿Quién no se acostumbraría a esa vida?
Terminamos envueltos en una estruendosa cacofonía de gemidos y jadeos, empapados de sudor, sintiendo que nos desmoronábamos el uno sobre el otro. Pese a la contención del látex, podía sentir la ebullición y calidez de la acabada de cada uno.
Adolfo, que era el que me estaba dando por el culo, me la saca y se derrumba en la cama de al lado.
-Mira que he pagado putas en mi vida...- empieza a decir con una mano en la frente, entonces me mira, como si se le hubiera escapado lo de puta, y continua -Perdona que te lo diga guapa, pero eres de lo más guarra que he conocido nunca-
Me bajo del cuerpo de Vicente y quedándome a su lado, bien pegadita, le confieso:
-Aquí con ustedes me siento de lo más puta-
-¡Eso se merece otro brindis!- exclama.
Se saca el forro, lo arroja no sé dónde, y sale de la habitación. Regresa al toque con la botella de vino que le mandó mi marido y tres copas. 
-Éste es el vino que nos envió... (mi marido), pruebalo y dime tu opinión- le dice a su socio sirviendo las tres copas.
Vicente paladea el malbec y asiente:
-La esposa está mucho más deliciosa, pero se puede trabajar, de hecho no está nada mal-
-Entonces por los negocios venideros- choca su copa con la mía -En los cuáles espero estés involucrada-
Me levanto con mi copa y así desnuda, con el orgasmo aún latiendo en las puertas de mi sexo, me quedo contemplando el paisaje a través de la ventana empañada. Sigue lloviendo, aunque ya no con tanta intensidad.
-Ya debe faltar poco para el partido- les recuerdo.
Para entonces no sabíamos nada de la suspensión. Obviamente en ese momento lo que menos les interesaba era el fútbol.
Con la pija de nuevo parada, Adolfo se me acerca y me asegura:
-Guapa, nuestro partido está acá, contigo, no hay evento o circunstancia en el mundo que nos haga dejar ésta habitación mientras estés con nosotros-
-Es el mejor halago que podrían hacerme- le digo y dejando la copa de vino sobre la mesa ratona que hay un costado, lo abrazo y lo beso.
Me conduce de nuevo hacia la cama y recostándome de espalda me chupan la concha por turnos, haciéndome delirar con lamidas y lengüetazos bien profundos.
Con la concha chorreando no solo mi propio almíbar, sino también la saliva de ambos, me levanto y voy hacia uno de los dos sillones que están junto a la ventana. Allí sentado ya me está esperando Vicente, con la pija bien parada y nuevamente recubierta de látex. Me le subo encima, abriendo las piernas en torno a su cuerpo, y me la ensarto hasta donde me entra. Arqueo la espalda y echo la cabeza hacia atrás al sentir el descontrolado topetazo. Me afirmo en sus hombros y empiezo a montarlo, llenándome una y otra vez con esa carne hinchada, maciza y turgente. Me muevo sin respiro, golpeándome contra sus huevos que parecen inflarse conforme a la aceleración de mi cabalgata.
Estoy en éxtasis, pero aún entre la bruma del placer, siento algún movimiento por detrás. Es Adolfo que aprovechando la distracción me la vuelve a meter por el culo.
Me cogen y culean a un ritmo intenso y sostenido, bien profundo, raspándose adentro a través de la débil membrana que separa ambas cavidades.
Tras una buena cogida doble, Adolfo sale y se sienta en el sillón de al lado, palmeándose las piernas como para indicarme que es lo que pretende. 
Comprendiendo enseguida que es lo que quiere, me levanto y me siento encima suyo, siendo ahora Vicente quién me la mete por el culo.
De nuevo me cogen entre los dos, intensa, enérgicamente, remeciendo a puro garche hasta la última vértebra de mi cuerpo.
Estallamos los tres al mismo tiempo, en un mismo jadeo, ahogados en una excitante amalgama de fluidos y emociones.
Cuando Vicente sale de detrás mío, me levanto y caigo toda deshecha en la cama. Ya pasada la euforia del placer, siento como me laten los dos orificios a causa de la intensa fricción a la que me sometieron ese par de sementales foráneos.
Como puedo me voy a dar una ducha. Cuando vuelvo, envuelta en una toalla del hotel, me enteró de que el partido fue postergado definitivamente.
-Se juega mañana- completa Vicente, todavía desnudo, mientras revisa su celular.
Para entonces mi marido ya estaría de vuelta y podría ir a la Bombonera con ellos. Después de todo le había salido bien. Bueno, le garcharon a la mujer, pero todo no se puede pedir. De vez en cuando algo hay que resignar.
-Un brindis por el delicioso regalo que nos envió tu marido...- propone Adolfo alzando una vez más su copa -Y no me refiero al vino- agrega mirándome con evidente picardía.
Afuera la lluvia está empezando a amainar, pero en esa suite del Sheraton la tormenta sigue con su mayor intensidad.


 

24 comentarios - La tormenta...

andres_vmcba
Excelente!+10 ojala pudiera ser uno de esos gallegos...
Pervberto +1
Consecuencias de la suspensión de actividades deportivas...
eltercoroll
exelente relato, hace tiempo no leia algo que me atrape como me atrapo este.

+10, a favoritos y te ganaste un seguidor.

EXELENTE!
NaneroE
+10, como siempre: Deleitado y empalmado quedé
Titoxtuka
Que buen relato me dejaste al bb !!
Bass_07 +1
lo que daria por garcharme a una embra como vos marita, super caliente el relato como siempre
gust7387
Sin palabras sos la mejor @maritainfiel
vergacorti +2
Que grosa que sos, por favor cerra ese contrato!! Besos
celta05 +2
Una depredadora.Una máquina sexual.
jejene
Sos increíble
voyeur18
quebbuen relato marita siempre dejandome la pija al 100%
metalchono +1
¿No ha pasado algo más con el Cholo y el Cholito? Porque recuerdo que estuviste muy entusiasmada en hacer un trío con ambos y nunca llegaste a puerto e intentando predecir tu lógica, el Cholito debe tener casi unos 20 años, se viene luego el periodo de final de año... seguramente, una junta en casa de tus viejos... y la llamada infaltable de una amiga o alguien, para que te excuse por un par de horas.
Blues_Local1
tre men do. +10 parece poco, pero es todo lo que puedo aportar.
Loza_Kyle
No podes mas de preciosa dios lo q daría por poder conocerte, viaja a cba aca te espera un finde de placer y lujuria como nunca tuviste corazon... Sos una bomba
dantraloco
Suertudos mis compatriotas. Y si, eso de gallenos no nos gusta un pelo, sobretodo si no somos de Galicia jajaja
Van diez puntos.
josegroso +1
naaaa me volaste la peluca....terrible calentura...
muy bueno
van 10
chikabisex +1
SOS UNA HIJA DE PUTAAA!!!!!!!!!! JAJAJA... FELICITACIONES!!! Van 10 puntines pero merecés 10.000
chelocabito +1
pensar que esa tarde pase por la puerta de ese hotel volviendo todo empapado y vos cubierta pero bien mojadita por los gallegos,excelente relato como siempr!!+10
gast1987
No mecesita otro socio tu marido? O un changarin?
juanpuedes
esto ya es como demasiado...no?! se volvio como muy heni mankell todo
kohinoor2k9
Diosa total! Como continuo al dia siguiente?
Itari
-¡No, no, no, no..., no puedo hacerle esto a mi marido!-
JEjejej tremenda potra calentona, falto decirles que eras virgen casi ajajaja