Seis por ocho (63): ¡Si quieres probar, tendrás que act




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Compendio I


“¡Ojala valga la pena, amigo! ¡Lloraste tanto por no escribirlo ordenadamente!” pueden estar pensando…
Lo mismo pienso yo…
Quiero a Sonia, estoy consciente de que es sólo una mujer y no se compara con lo que estaba pasando en casa de Sergio. Pero Sonia es especial.
Aunque puedan creer que ir a trabajar con Sonia después de esa primera noche incestuosa era un gran retroceso, pienso que se equivocan. Su mayor ventaja es ser bien…puta… por no encontrar otra palabra más adecuada para describirla.
De partida, es una excelente mamadora y le gusta. Puede hacer que me corra en 3 minutos con sus chupadas o bien, entretenerse baboseándola por unos 20 minutos.
Segundo, disfruta bastante con que le rompan el culo. Las primeras veces fui delicado, pero me di cuenta que le gusta meterse cosas por ese orificio y ya no era tan difícil forzar la entrada. De hecho, goza más cuando uno se pone un tanto violento con sus nalgas.
Tercero, se excita bastante cuando la escuchan tener relaciones, aunque siempre dice que no quiere que lo hagan.
Además, le gustan los juegos de rol y disfrazarse, por lo que el sexo no siempre es rutinario. Supongo que tiene sueños de actuación frustrados, pero ella le pone mucho énfasis y las cosas deben salir a su manera, lo cual no es malo para mí, porque soy un tipo bien creativo y que improviso de la nada.
Claro que yo aprendería ese día que todo tiene su tiempo y su lugar…
A eso de las 9 de la mañana, me llamaron por el radio.
“¡Marco, sector 4!... ¡Marco, sector 4!... ¡Marco, Marco, Marco!... ¡Contesta, Marco!” decía el supervisor de faena.
Era la primera vez que me llamaban por radio. La tenía encendida, por sugerencia del supervisor, pero las conversaciones que recibía (aparte del molesto ruido) eran entre el personal de mantenimiento y los mineros, coordinando equipos o bromeando entre ellos.
“¡Aquí Marco, cambio!” respondí.
“¡Perrito, te llamó para recordarte que hoy vamos a hacer la tronadura a mediodía, para que abandonen sus puestos, tipo 11 y media!” me avisó el supervisor.
“¡Enterado! ¡Nos vemos a esa hora! ¡Cambio y fuera!” le respondí. No tenía idea cómo se conversa por radio y después escuché a los otros mineros burlarse, pero no le di mucha importancia.
“¿Cómo me veo?” preguntó Sonia, cuando volvió del baño.
Había cambiado bastante en esos pocos días. Ya no sentía miedo por la mina y el hecho de estar a solas, sabiendo que nadie vendría a interrumpirnos, nos daba la libertad de acariciarnos, tocarnos y besarnos cuantas veces quisiéramos.
Yo quedé con la boca abierta al verla y a ella le gustaba.
“¡Te ves…extremadamente bien!” le dije, con agua en la boca.
Había traído entre sus ropas el disfraz de escolar que había comprado la otra vez… ¡Y se veía divina!
Para que se hagan una idea de la visión que tenía en frente, imaginen una mujer de unos treinta años, con un físico relativamente normal de la cintura para arriba, pero con un buen culo y unas piernas largas y bien formadas.
Estaba vestida con zapatos negros; calcetines blancos; una falda escocesa roja corta, que cubría la mitad de sus muslos; camisa blanca, semi-transparente, que permitía ver su negro sostén y contaba con solo 3 botones, con un delicioso escote y con una apertura en la cintura que dejaba ver su ombligo y sus caderas; sus infaltables lentes de descanso, que daban esa sensación de inteligente y promiscua a la vez e incluso, se hizo trenzas, como si imitara a esa cantante famosa en ese video…claro que con cabello negro.
Incluso tenía un caramelo tipo Loli, que lamía y chupaba de una manera bien seductora. Yo estaba a punto de saltarle encima.
“¡Abajo!” me dijo, como si fuera un perro. Yo me senté en mi escritorio. “¡Me demoré mucho en arreglarme, si piensas que voy a dejar que te tires encima como un animal!... ¡Si quieres probar, tendrás que actuar!”
No me molesta que me trate como un animal. Después de todo, ella se disfraza por mí.
“¿Actuar?” pregunté, algo desanimado. “¿Aquí? ¿No deberíamos estar trabajando?”
Chupó su caramelo, con sus labios carmesí y brillantes y me miró, muy desafiante.
“¡Yo ya terminé mi trabajo ayer! ¡Eres tú el que no ha hecho nada!” dijo con un tono despectivo.
Me fulminó de un solo golpe. Había trabajado en la búsqueda de la maquina a tientas, pero aun quedaban unos cuantos equipos por revisar.
“¿Y qué quieres… que actue?” le pregunté cautivado por su escote. Ella sonrió y de puro caliente, no me di cuenta del brillo en sus ojos…
Sonia se apoyó al otro extremo del escritorio, para que pudiera ver sus ricos pechos, mientras ella sigilosamente se intentaba apoderar de algo que no era suyo...
“¡Quiero jugar al “monseñor y la alumna”!” me dijo ella, poniendo sus labios muy cerca de los míos.
“¿Al “monseñor y la alumna”? ¿Qué es eso?” pregunté confundido e hipnotizado por sus labios.
“¡Me sorprende, Marco, que no hayas visto pornos de eso!” me dijo, abalanzándose hacia mí para que sintiera sus pechos. Ella lo tomó, sin que me diera cuenta…
“¿Quieres hacer una porno?...” pregunté, fantaseando goloso.
“¡No, tonto!... ¡Quiero que actúes!... ¡Pero tienes que convencerme, sino, no vale!” dijo ella, devolviendo lo que tomó con discreción.
“¡Está bien!” dije yo. Ella sonrió y retrocedió al otro extremo de la habitación.
Dio un suspiro y empezó su actuación.
“¡Monseñor!... ¡Necesito vuestra ayuda!... ¡Me expulsaran de la escuela!”
Había sacado un sonsonete español más fuerte que el de Pamela, pero no podía reírme. Me miraba, como si pidiera mis líneas.
“¡Lo siento, hija mía! ¡Pero el consejo ha decidido que debo expulsarte por llevar una conducta reprochable!” le dije, también sacando una voz española. Al parecer, le agradaba.
Me recordaban esas películas europeas antiguas pornográficas. Yo estaba picado… no me dejó tirármela al instante, así que la haría sufrir con mi actuación.
“¡Pero Excelencia… mis padres se enfadaran mucho!... ¡Tenéis que ayudarme!”
“¿Y cómo quieres que os ayude?... ¡Mírate, vistiendo como una golfa, dentro de una escuela religiosa!” le dije yo.
A Sonia le excita que le digan “Puta”, “Golfa”, “Guarra” y todo ese tipo de cosas. Supongo que como fue una nerd como yo cuando era más joven, el cambio la excita ahora.
“¿Pero qué tiene de malo… que quiera mostrar mis virginales pechos?” me decía, con una cara bien excitada.
Yo la ignoraba. Eso la calentaría más…
“¡Todo! ¡Aquí enseñamos a consagrarnos con el espíritu! ¡Lo que hacéis es un pecado! ¡Es lujuria!”
Su cara se veía más y más caliente, pero yo mantenía mi rol de sacerdote estricto.
“¡Pero excelencia… mi cuerpo tiene una sed tremenda!” decía con una voz sensual.
“¿Y qué enfermo pensamiento tienes en mente? ¿Queréis que os rompan el culo? ¿Qué follen sobre ti, día tras día, hombres calientes y sudorosos y se descarguen sobre ti?”
“¡No… solamente… lo quiero a usted!” dijo ella, con un realismo que quedé impresionado.
“¡Estás delirando!” le respondí.
“¡Es verdad!... ¡Cuando yo os veo… mi corazón se acelera… siento que mi cuerpo se humedece… y lo único que deseo… es ser quien vos deseáis¡” me dijo ella, un poco avergonzada.
Al parecer, su personaje se estaba fundiendo con la verdadera Sonia… o es demasiado buena actuando.
“¡Son pensamientos impuros! ¡Debes consagrarte!” le dije, para que volviera al personaje, pero ella, al parecer, encontraba una manera de expresar sus sentimientos.
“¡Lo intento… mas no puedo!... ¡Es algo demasiado fuerte para mí!” me dijo ella, pero no me iba a dejar engatusar por un dialogo tan trillado. Era mejor tomar acción…
Así que la agarré por la cintura y la acosté sobre mis rodillas.
“¿Qué haces?... ¡Ay!” me dijo en voz normal.
“¡En esta escuela enseñamos disciplina! Si creéis que por vestiros con una falda tan corta, que deja ver medio culo afuera me vas a tentar, ¡Te equivocas, niñata!” le dije, manteniendo el personaje, mientras le daba palmetazos en el trasero.
Ella se quejaba, pero sus gemidos empezaron a tornarse placenteros. Cuando sus nalgas estaban levemente rosadas, me detuve. Me había dejado llevar…
“¡Por favor!...” decía ella, con una voz muy sensual. “¡Discipline mi culito!”
“¡Claro que no!” le dije, mientras ponía una cara de frustración. “¿Queríais que viera vuestros virginales pechos?... pues los voy a devorar.”
La tumbé en el escritorio y empecé a lamerle las tetas, mordiéndole los pezones y apretujarlos sin piedad. Empecé a bajar por su cintura y sus caderas, lamiendo, mordiendo y apretando su sudoroso cuerpo. Después de todo, nadie más podría aprovecharlos.
“¡No seas tan violento!... “Decía ella, con una voz más normal, aunque gemía de placer, tratando de resistirme, pero le gustaba que la estuviera subyugando de esa manera.
“¿Y decíais que vuestro cuerpo se humedece? ¡Revisaré que tan mentirosa eres!” le dije, levantándole la falda e incrustándole violentamente 2 dedos en la raja.
“¡No!... ¡Así no!...” decía ella, quejándose entre adolorida y deseosa.
“¡No me habéis mentido!” le dije, al sentir sus jugos “¡Pero esos jugos son impuros! ¡Debo expiarte de tus pecados!”
Y empecé a comerle la peludita rajita, lamiendo como un animal salvaje.
“¡No!... ¡No lo hagas así!... ¡Se siente tan bien! ...” decía ella, llorando de placer.
“¿Qué me dices de ese culo, tan lascivo?... ¡Apuesto que te gusta meterte los dedos en el culo!”
“¡No!” gimió ella, con un grito que retumbó bastante en las paredes. Chupaba y metía el dedo en el culo, haciéndola sacudir de placer.
Creo que Sonia es muy puta, porque para incrementar más su gozo, se estaba apretando sus pechos y pellizcándolos ella misma…
Cuando se corrió un par de veces y no era más que un cuerpo ardiente y jadeante, era hora de tomar venganza…
“¡Es hora de educar este culo sublevado!” le dije yo, volteándola en el escritorio y metiendo el glande con violencia. Le dolió, pero sus gemidos eran más de placer que de dolor.
“¡Sí…disciplina mi culo!” me decía ella, gritando poseída.
Era una delicia sentir el roce de la falda escocesa de Sonia en mis piernas. Lo hacía con tanta velocidad, que se levantaba una pequeña corriente de aire que lo hacía bailar ligeramente.
Estuvimos un buen rato pegados en el violento mete y saca, corriéndose varias veces, antes de que acabara por montones en su culo. Incluso sus piernas quedaron débiles tras el combate.
“¡Eso te… enseñará a no meter cosas en tu culo!” le dije, totalmente fusionado con el personaje
Pero creía que no volvería a tirarme una escolar en mucho tiempo más… (Si uno pudiera viajar en el tiempo, me enviaría a mí mismo una copia del relato que postee anteriormente, para que lo tomara en consideración).
“¡Y si tanto me queréis dentro tuyo!...” le dije, mientras me colocaba el condón y abusaba su rajita, aprovechando su cansancio.
“¡Es tan gruesa… me haces ver estrellas!” me decía ella, totalmente fuera de personaje.
Yo bombeaba bien animado, porque nuevamente me dio la impresión de llegar a lo más profundo de su ser, como si me incrustara dentro de su útero.
“¡Estás… tan dentro!... ¡Me vuelves… loca!” decía ella, besándome apasionada, con el torso a medio vestir, sudada, con su falda manchada con semen y gimiendo sin parar.
Cuando me corrí, vi el reloj. Faltaban 10 minutos para las 11.
Nos quedamos un rato parados. Mientras me besaba y suspiraba en mí, vi que alzaba su mano en el escritorio, como si buscara algo, pero no le presté atención, porque estaba escuchando su acelerado corazón, apoyado en su tibio pecho.
Cuando nos despegamos, fuimos al baño a lavarnos y ella a vestirse con su ropa habitual. La besé, porque había sido muy tierna en darme un regalo como ese y mientras llegábamos a la camioneta para salir por la tronadura, las luces de otro vehículo aparecieron.
Era el supervisor de planta.
“¡Qué bien! ¡Estaba un poco preocupado por ustedes!” nos dijo, al vernos juntos.
“¡Usted nos dijo que saliéramos como a esta hora!” le dije.
“¡Sí, lo sé!...” me dijo, mirando el suelo. “¡Pero hemos tenido problemas con las transmisiones de radio!”
“¡Qué raro!” dije, tomando la mía de la cartuchera “¡Yo no escuché nada!”
El supervisor la tomó.
“¡Es obvio, porque está apagada!” me dijo, devolviéndomela. Tuve una sospecha y Sonia no se atrevía a mirarme…
Yo no apago nunca el radio dentro de la mina…
“¿Y qué problema tuvieron con la radio?”
Tuve un mal presentimiento...
“¡Nada!... ¡Que uno de estos viejos calientes…! “ Me susurró para que Sonia no nos escuchara “¡Se puso a transmitir un video porno por toda la señal y se escuchó por todas partes!”
¡Era lo que me temía!... ¡Así que por eso hicimos “nuestra actuación”!
“¿Y qué video era?” le dije, ya conociendo la respuesta.
“¡La escolar de colegio de monjas puta que se afila al monseñor!” me susurró al oído.
Miré a Sonia y sonreí.
Mientras nos subíamos en la camioneta y seguíamos al supervisor en su camioneta, le dije.
“¿Sabes que eso pudo ser peligroso, cierto?”
“Sí, Marco… lo sé.” Dijo, un poco arrepentida. “Pero… no sé… me gusta que me escuchen… cuando tienes sexo conmigo.”
No me enojé. En el fondo, la comprendía. Marisol era muy parecida…
Llegamos a la entrada y era la comidilla de los mineros. A muchos les gustó la actuación. Otros decían que de ser el monseñor, habría hecho más cosas con la alumna, aunque ni siquiera la habían visto ni mucho menos sabían que los estaba escuchando.
Pero una cosa hizo que brillaran sus ojos con lascivia de nuevo: todos concordaron de que la alumna era una tremenda puta…
Me agarró del cuello de la camisa y me apartó hacia el contenedor donde estuvimos trabajando la semana anterior.
“¿Le gustaría entrar de nuevo… mon-se-ñor?” me dijo, refiriéndose tanto a la antigua oficina, como a ella misma.
¿Cómo un “clérigo” como yo… iba a decirle “no”?...
Y ahora, puedo retomar el orden habitual… ¡Hurra!


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2 comentarios - Seis por ocho (63): ¡Si quieres probar, tendrás que act

JonhCas +1
Excelente relato amigo! muy excitante!,

Seis por ocho (63): ¡Si quieres probar, tendrás que act
DGE1976
Liberala del pecado...genial!!!