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Compendio III
LA JUNTA 23: REPORTES SEMANALES
Todo empezó cuando mi grapadora se atascó otra vez. Suspiré y tiré el clip de metal doblado a la pila que se estaba formando junto a mi taza de café. Era un viernes especialmente lento y estaba leyendo unos aburridos manuales de seguridad cuando me interrumpieron agradablemente.
El aroma a jazmín me llegó antes incluso de levantar la vista.
• Hola, ¿Puedo pasar? - preguntó, aunque ya tenía medio cuerpo dentro.

Ginny estaba de pie en la puerta, apoyada en el marco con una carpeta de cartón colgando de sus dedos.
• Te traigo los milagros semanales de Horatio. – me informó en tono juguetón, con sus ojos azul claro brillando de diversión, agitando los documentos como si estuviera varada en una isla.
Llevaba una falda lo suficientemente ajustada como para que caminar pareciera intencionado. Le indiqué la silla frente a mi escritorio, observando cómo se balanceaban sus caderas con cada paso.
- ¡De acuerdo, pásalos! - respondí, contento de romper mi monotonía con algo diferente.
Colocó la carpeta entre nosotros, de forma demasiado deliberada, y luego se sentó en el borde de la silla, con las rodillas juntas e inclinándose hacia delante lo justo. El botón superior de su camiseta se había desabrochado cuando se inclinó. No se lo abrochó.

• ¿Sabes? - comenzó, dando unos golpecitos a la carpeta. - Horatio cree que estas cifras merecen un aplauso. (Sus dedos se detuvieron sobre el papel, trazando lentos círculos.) Pero yo creo que merecen algo... más personal.
El aroma del azafrán y algo dulce y delicioso (¿Vainilla?) inundó el aire cuando ella cruzó las piernas. El dobladillo de su falda se subió otro centímetro. Forcé la vista para volver a fijarla en los documentos, escaneando columnas de cifras que se difuminaban entre sí.
- Impresionante crecimiento inter-trimestral. - comenté, tratando de sonar profesional y enfocado mientras mi pulso latía con fuerza en mi garganta.
Ella exhaló suavemente, un sonido demasiado calculado para ser accidental. Cuando levanté la vista, sus labios estaban ligeramente entreabiertos. La punta de su lengua se asomó, humedeciéndolos.
• Hmm. - Ginny inclinó la cabeza, y los reflejos cobrizos de su cabello captaron la luz fluorescente. - Nunca pensé que estaría aquí, a tu lado, después de aquella noche increíble. (Se le escapó una suave risa, baja, íntima.) Quiero decir, el sexo fue increíble. Aquella noche eras como un toro o un semental. (Sus dedos se deslizaron hacia los míos sobre el escritorio, con las uñas rozando ligeramente mis nudillos.) Pero lo que quiero decir es que nunca creí que mantendrías tu palabra y me ayudarías a conseguir un trabajo.

Se inclinó hacia mí, el calor de su rodilla presionando contra mi muslo a través de la tela de mis pantalones.
• Fuiste encantador y educado... y realmente creí que me estabas cuenteando después de acostarnos... pero no sé... una parte de mí quería creer que no me estabas engañando... - Su voz se redujo a una risita dulce. - Y resultó que no lo estabas haciendo.
Tragué saliva con dificultad, con la garganta repentinamente seca. El aire entre nosotros crepitaba con algo eléctrico, algo peligroso.
- Sí, bueno... - Mis dedos se tensaron bajo los suyos. - Vi algo en ti. Más que solo...
Hice un gesto vago, sintiendo cómo el calor me subía por el cuello y sentía que me ahogaba. Me aclaré la garganta.
- Sí... fue la primera y única vez que pedí una acompañante. - confesé, sintiéndome nervioso.

Ginny se inclinó aún más hacia mí, con su aliento cálido en mi oído.
• Lo recuerdo. – dijo en voz baja, en un susurro, deslizando sus dedos por mi antebrazo. - Hablabas de ella, de tu esposa, como si fuera una especie de diosa. Y yo te seguí el juego porque... (Hizo una pausa, un suspiro y se pasó la lengua por el labio inferior.) Porque era excitante... y era bonito verte perdido en tu fantasía.
Sonreí, agradecido por su comprensión.
- Como te dije aquella noche, me sentía solo: mi mujer y mis hijas habían viajado a mi país natal. - Empecé a contarle mi versión de los acontecimientos de la noche en que nos conocimos.
Los dedos de Ginny trazaban patrones ociosos en mi antebrazo mientras hablaba, sus uñas dejando un leve y cosquilleante rastro a su paso.
- Y llevaba casi una semana sin tener sexo, así que realmente necesitaba acostarme con alguien. - Me reí suavemente, viendo cómo sus labios se curvaban en una sonrisa cómplice. - Pero cuando te conocí, me dejaste una huella.
Mi voz se volvió más grave, áspera y seria, con algo más profundo que el simple deseo. Ella inclinó la cabeza, y los mechones cobrizos de su cabello rozaron su clavícula.
• ¿Ah, sí? – Sus palabras parecían un desafío, una provocación envuelta en seda. Su rodilla presionó con más fuerza contra la mía debajo del escritorio. - ¿Qué tipo de marca?
Sus dedos se deslizaron más arriba, debajo del puño de mi manga, donde nadie podría verlos.
- No era solo que te encontrara sexy y joven. - Me reí, recordando con cariño cómo estaba aquella noche. - Pero cuando aceptaste seguirme el juego y darme la “girlfriend experience”... bueno, te abriste a mí, compartiendo tus amargas experiencias universitarias y tus malos romances... permitiéndome revivir brevemente lo que compartí con mi esposa no hace mucho... fue agradable. Y también me di cuenta de que eras inteligente, hábil y tenías la convicción de dejar ese trabajo eventualmente, lo que te llevó aquí.
Los dedos de Ginny se detuvieron sobre mi piel y su expresión se suavizó de una forma que no había visto antes.
• Realmente me escuchaste. - confesó casi para sí misma. Luego, su voz volvió a ser sensual y sus labios rozaron mi lóbulo de la oreja. - Pero no finjamos que eso fue lo que me hizo correrme tres veces seguidas. (Su risa fue baja, cómplice.) ¡Dios! Tus manos, tu lengua, tu boca... la forma en que me inmovilizaste contra el cabecero como si estuvieras hambriento... Nunca me había sentido tan deliciosamente poseída. (Se acercó más, con el muslo ahora firmemente encajado entre los míos.) Después no dejaba de pensar... que, si hubiera sabido que me arruinarías para cualquier otro hombre, habría vaciado mi bolso en tu regazo solo para volver a hacerlo.
La carpeta cayó al suelo con un suave golpe cuando ella se sentó a horcajadas sobre mí con un movimiento fluido, con la falda arremangada alrededor de las caderas. Su boca se estrelló contra la mía, llena de calor y dientes y con un ligero sabor a chicle de menta. Gemí durante el beso, con las manos agarrándole la cintura con tanta fuerza que le dejé marcas. Ella se balanceó contra mí, y la fina tela de sus bragas no ocultaba lo mojada que ya estaba.
• ¿Sigues pensando en aquella noche? – preguntó despacio, frotándose contra mí con la fuerza justa. - Porque yo...
Sus palabras se disolvieron en un gemido cuando le agarré el culo con la mano, atrayéndola con más fuerza contra mi erección.

Ella forcejeó con la hebilla de mi cinturón, con los dedos temblorosos por la urgencia.
• ¡Rayos, Marco!... - La hebilla cedió con un clic metálico y entonces su mano se introdujo en mis calzoncillos, rodeándome con un jadeo. - ¡Dios! ¡No puedo creer que tengas algo tan grande! (Su pulgar recorrió la punta, extendiendo la gota de líquido preseminal mientras apretaba.) Y pensar que encaja tan bien dentro de mí...
El recuerdo de su estrechez, de cómo se había apretado a mi alrededor la primera vez, pasó por mi mente y casi me corro allí mismo.
Ella siseó cuando le desabroché la blusa de un tirón y los botones rebotaron contra el escritorio. Su sujetador era de encaje transparente, y la tela se oscurecía donde sus pezones se marcaban debajo. No me molesté en desabrocharlo, solo le bajé las copas y capturé uno de sus pezones tensos entre mis dientes. Ginny se arqueó y apretó los dedos en mi cabello.
• ¡Más fuerte! - exigió, balanceando las caderas en círculos lentos y enloquecedores.
Mi silla crujió debajo de nosotros cuando le agarré la parte posterior de los muslos, instándola a moverse más rápido.
Su falda estaba ahora arremangada alrededor de su cintura, y el calor húmedo de su cuerpo se transmitía a través de mis pantalones. Ella emitió un sonido de frustración y se movió con más fuerza.

• ¡Marco, por favor!... - La interrumpí con una mano enredada en sus rizos, inclinando su cabeza hacia atrás para lamerle una franja en el cuello.
La sal de su piel, el perfume de azafrán en su pulso... era embriagador. Gimió cuando mi otra mano se deslizó entre nosotros, con los dedos recorriendo la seda empapada de sus bragas antes de rasgarlas.
La primera embestida fue lenta, deliberada. El jadeo de Ginny resonó en las paredes de cristal, sus uñas se clavaron en mis hombros mientras se hundía centímetro a centímetro.
• ¡Oh, rayos! ...
Sus caderas se sacudieron, sus muslos se apretaron contra los míos. Podía sentir cómo temblaba, cómo se le entrecortaba la respiración cuando llegué al fondo. Apoyó las manos en el escritorio detrás de mí, moviendo las caderas en un lento círculo como si saboreara el estiramiento. La silla de cuero crujió bajo nosotros.
Por un momento vertiginoso, vi la sonrisa burlona de Maddie superpuesta sobre los labios entreabiertos de Ginny, cómo se había burlado de mí con lo de “la satisfacción del empleado” antes de montarme a pelo. Luego, la risa de Letty se deslizó por mi memoria, su compostura perfecta de relaciones públicas se fracturó cuando vino después de sus supuestos "entrenamientos corporativos". Ingrid había estado más callada, olvidando el nombre de su marido en mi cuello mientras hacíamos ejercicios de “Team building”. ¿Gloria? Me dejó moretones después de que le diera "consejos románticos" para mi amigo Nelson. Ahora los rizos de Ginny rozaban mi frente mientras se inclinaba hacia mí, con la voz entrecortada.
• ¡Estás tan profundo! ¡Tan profundo! - Me mordió el lóbulo de la oreja. - ¡Me encanta!
Las manos de Ginny arañaban mis hombros, su ritmo vacilante mientras el placer cortocircuitaba visiblemente su coordinación. Un sonido agudo y penetrante se acumulaba en su garganta, del tipo que habría hecho que seguridad llamara a mi puerta si no fuera por los siete centímetros de insonorización que había solicitado para hablar con los gerentes de los sitios. Sonreí contra su clavícula, chupando hasta dejar una marca en la delicada piel de ese lugar mientras sus muslos temblaban a mi alrededor.
• ¡Déjame oírte! - le susurré al oído, acariciándole el trasero con la palma de la mano para guiar sus embestidas con más fuerza y rapidez.
Su grito resultante fue gloriosamente sin filtros, rebotando en las ventanas tintadas.
El aroma de su excitación era ahora intenso, mezclándose con el aliento a menta y el cuero de la silla que crujía bajo nosotros. De repente, arqueó la espalda y clavó los dedos en mis muslos mientras el orgasmo la sacudía.
• ¡Maldición, Marco! - Su voz se quebró y su cuerpo se apretó contra mí como un sexy y ardiente koala.
Le sujeté las caderas con firmeza, aguantando sus convulsiones hasta que se desplomó hacia delante, jadeando contra mi cuello.
Fue entonces cuando lo sentí: la carne apretada e intacta bajo mi pulgar mientras le agarraba el culo. Sin pensarlo, presioné un dedo resbaladizo contra ella, girándolo ligeramente. Ginny se puso rígida, con una inhalación aguda atrapada en la garganta.

- ¿Alguna vez has dejado que alguien te penetre aquí? - pregunté, recorriendo el borde. Sus caderas se sacudieron, y su coño se agitó a mi alrededor en respuesta.
Un estremecimiento la recorrió cuando introduje la punta de mi dedo, lo justo para provocarla.
• ¡N-no! – jadeó tímida y tierna, con la voz quebrada por la palabra.
La confesión me causó una sacudida, mi verga se estremeció dentro de ella cuando su músculo inexperto se apretó alrededor de mi dedo.
- ¡Carajos! – gruñí a su oído, hundiéndome más adentro en su húmedo calor, con mi mano libre agarrándole el pelo. - ¡Dímelo otra vez!
Su respiración salía en explosiones agitadas, su cuerpo arqueado como la cuerda de un arco.
• ¡Nunca! – gimió desbocada, sus caderas moviéndose impotentes contra las mías. - ¡Dios, Marco! Nunca he dejado que nadie...
La frase se disolvió en un gemido cuando doblé el dedo dentro de ella, su ano palpitando como un latido. La forma en que su coño me apretaba se tensó casi dolorosamente, sus músculos espasmódicos al unísono.
- ¡Mírate! - le dije con voz ronca, observando cómo se le dilataban las pupilas cuando añadí un segundo dedo.
Abrió la boca en un grito silencioso y me arañó el antebrazo con las uñas. Los sonidos húmedos y obscenos de su cuerpo al recibirme llenaron el espacio entre nosotros: su humedad goteando sobre mis muslos, el obsceno chapoteo de mis dedos abriéndola.
- ¡Estás hecha para esto! - gruñí, girando mi muñeca solo para oírla sollozar.

Las caderas de Ginny se sacudieron como una marioneta con los hilos cortados, su coño apretando mi verga con pulsaciones frenéticas.
• No puedo... ¡Oh, Dios!...
Sus palabras se convirtieron en jadeos desesperados cuando abrí los dedos en forma de tijera, abriéndola más. La forma en que su ano se agitaba alrededor de mis nudillos, caliente y apretado, me provocó un escalofrío primitivo.
• ¡Marco, por favor!...
Su súplica se disolvió en un gemido cuando curvé los dedos hacia arriba, presionando contra ese punto dulce dentro de ella. Su espalda se arqueó violentamente, sus muslos temblando como los de un potro recién nacido.
• ¡Carajos! ¡Me voy a...!
No la dejé terminar. Con un giro brutal de mi muñeca, introduje los dedos más adentro, con la palma de la mano frotando su clítoris. El grito de Ginny se ahogó contra mi hombro, sus dientes hundiéndose en la tela de mi camisa. Podía sentir cómo el orgasmo la atravesaba, su coño ordeñándome, su ano apretándose rítmicamente alrededor de mis dedos.
- ¡Eso es! - gruñí, sintiéndome poderoso, empujando mis caderas hacia arriba para satisfacer su frenético balanceo. - ¡Tómalos! ¡Cada centímetro!

Su respiración era agitada y desesperada, y su cuerpo temblaba como una hoja en una tormenta. Reduje el ritmo de mis embestidas, dejándola disfrutar de las réplicas mientras retiraba suavemente mis dedos. Brillaban con su humedad, y el estrecho anillo de músculos se aferró durante un segundo, antes de soltarse con un sonido lascivo. Ginny gimió por la pérdida, y sus caderas se crisparon involuntariamente.
• Marco... —Su voz estaba destrozada, apenas un susurro.
Recorrí la curva de su columna con mi mano libre, sintiendo el fino brillo del sudor que humedecía su piel.
- Dime. – le pregunté, presionando mis labios contra el hueco de su garganta, sabiendo cuánto lo había disfrutado. - ¿Quieres más?
Mis dedos la encontraron de nuevo, rodeando la tierna carne, provocando el umbral. Ella se estremeció, clavándome las uñas en los hombros.
• ¡Sí! – jadeó vigorosa y revitalizada, con la voz ronca por el deseo. - ¡Carajos, sí, lo quiero! ¡Rómpeme!
(Fuck, yes! I want it! Break me!)
Sus palabras enviaron una descarga eléctrica directamente a mi verga. Empujé sus caderas con fuerza, penetrándola con un gemido mientras su húmedo calor se apretaba a mi alrededor. Ginny contuvo el aliento y arqueó el cuerpo cuando la llené por completo.
• ¡Oh, Dios! - Su gemido se ahogó contra mi boca cuando aplasté mis labios contra los suyos, tragándome sus gritos.

El beso fue cósmico, desordenado, desesperado, su lengua se entrelazó con la mía mientras la penetraba, cada embestida más profunda que la anterior.
La presión se acumuló como una tormenta, mis testículos se tensaron mientras su ano se contraía alrededor de mis dedos. Podía sentir cómo se desmoronaba, cómo su cuerpo se tensaba mientras otro orgasmo la sacudía.
• Marco, no puedo... – sollozó como una niña, arañándome la espalda con las uñas.
La sensación me llevó al límite. Con un gruñido, me hundí hasta el fondo, mi pene palpitando mientras me corría con fuerza dentro de ella. El gemido de Ginny fue ahogado por nuestro beso, sus caderas frotándose impotentes contra las mías mientras me exprimía hasta la última gota.
Sus labios temblaban contra los míos, su respiración entrecortada. El beso se intensificó, desordenado y desesperado, su lengua deslizándose contra la mía como si pudiera beberme. Mi verga se retorció dentro de ella, todavía hinchada por la intensidad de mi orgasmo. Permanecimos unidos, su coño apretándome de forma candente, negándose a soltarme.
• ¡Rayos! -gimió contra mi boca, con los muslos temblando. - Sigues estando muy duro.
Me reí despacio y le di un beso en la comisura de sus labios hinchados.
- ¡Qué curioso! - comenté, deslizando mis dedos por la curva de su columna vertebral. - No parecía importarte hace unos minutos.
Ella se estremeció cuando mis dedos bajaron más, recorriendo el deslizante desastre entre sus muslos.
- Además, solo estoy pensando en el futuro. – añadí.
Ginny contuvo el aliento mientras yo rodeaba su clítoris con la lengua, y sus caderas se sacudieron involuntariamente.
• ¿Pensando... en el futuro? - jadeó, apretando mis cabellos con los dedos.
Sonreí, lenta y lujuriosamente, pasando mi pulgar por su humedad antes de llevármelo a los labios. Su sabor, intenso y oscuro, inundó mis sentidos mientras chupaba el dedo hasta dejarlo limpio.
- Mmm. Los informes son semanales, ¿No? - Sus pupilas se dilataron y sus labios se separaron al darse cuenta. - Horatio se preguntará por qué de repente estás tan ansiosa por entregarlos personalmente.
Ginny soltó una risa entrecortada y movió instintivamente las caderas contra mi miembro, que seguía duro.
• ¡Eres terrible! - suspiró, aunque la forma en que sus uñas se clavaban en mis hombros delataba su excitación. Se inclinó hacia mí y su aliento caliente rozó mi oreja. - Entonces... ¿Una cogida por documento? (Sus dientes rozaron mi lóbulo, hambrienta, caliente.) Porque hay doce puntos en él.
El aire salió de mis pulmones cuando ella se apretó contra mí, deliberadamente, tortuosamente, con sus músculos internos vibrando con deliciosos espasmos. Mi verga se estremeció en respuesta, hinchándose de nuevo a pesar de las réplicas que aún me recorrían.
- ¡Dios! – gruñí a su oído, agarrándola por la cintura con tanta fuerza que le dejé marcas. - ¡Estás jugando con fuego!
Los labios de Ginny se curvaron en una sonrisa felina, mientras sus caderas se movían en un círculo lento y sinuoso. Deslizó sus uñas por mi pecho, deteniéndose para acariciar un pezón a través de mi camisa destrozada.
• Mmm. Es más como si estuviera jugando con... - Sacó la lengua y se humedeció el labio inferior mientras se levantaba casi por completo de encima de mí, para luego volver a hundirse con un gemido gutural. - ... un arma cargada.
El sonido resbaladizo de ella tomándome de nuevo resonó en las paredes de cristal, demasiado fuerte, demasiado obsceno para el entorno corporativo estéril. Mis manos volaron a sus caderas, apretando con tanta fuerza que le dejé moretones.
- Ginny... - Mi garganta se secó mientras miraba la puerta de madera al lado de mi planta. - Alguien podría pasar.
Ella se rió, sin aliento, frotándose contra mí hasta que yo siseé.
• ¡Te verían tan... profesional! - Sus dedos recorrieron mi corbata aflojada y luego bajaron para jugar con mi cinturón desabrochado. - "El príncipe Marco", enterrado hasta las pelotas en la asistente favorita de Horatio. (Sus dientes me mordieron el labio inferior.) ¿No sería eso un titular?
La silla crujió peligrosamente cuando la levanté lo suficiente para sacarla; su humedad se extendió por mis muslos, mi verga se retorcía contra mi estómago como si no se hubiera acabado de vaciar dentro de ella. Ginny arqueó las cejas y bajó la mirada.
• ¡Dios! - comentó, pasando el pulgar por el desastre que había en mis abdominales. - Todavía estás...
El resto se desvaneció en un grito ahogado cuando le inmovilicé las muñecas contra el escritorio, con las caderas empujando hacia delante instintivamente.
- Los documentos. – ordené autoritario, señalando con la cabeza la carpeta abandonada que ahora yacía abierta sobre la alfombra.
Tenía la voz ronca y el pulso aún latía con fuerza en mi garganta. Ginny esbozó esa sonrisa demasiado cómplice, pero se deslizó fuera de mí con exagerada renuencia, con los muslos temblorosos mientras se agachaba (lentamente) para recoger los papeles. La visión de su culo desnudo, reluciente por el sudor y mi eyaculación, casi me derrumba.

Alisó las páginas contra el escritorio, con los dedos deteniéndose en cada punto con deliberada lentitud.
• Optimización de ingresos. – empezó a leer, balanceando las caderas mientras se inclinaba hacia delante, presionando su trasero contra mi verga semierecta, que aún se tensaba contra mis pantalones. - Horatio dice que los nuevos algoritmos aumentaron la eficiencia en...
Su respiración se cortó cuando le agarré las caderas, tirando de ella hacia atrás lo suficiente como para que sintiera el bulto de mi erección a través de la tela.
• ... en un veintitrés por ciento.
Exhalé por la nariz, obligándome a aflojar el agarre.
- ¡Concéntrate! – le ordené, aunque mi pulso rugía en mis oídos mientras ella movía las caderas en un lento círculo.
Su aroma, almizclado y dulce, se mezclaba con el fuerte olor a la tinta de los informes que tenía bajo las palmas.
• ¡Me estoy concentrando! - Ginny ladeó la cabeza y me miró a través de sus pestañas, molesta y excitada a la vez.
Deslizó la yema del dedo por el primer punto de la lista, como si estuviera acariciando la columna vertebral de un amante.
• ¿Ves? Estrategias de optimización del rendimiento... - El tono áspero de su voz la delató.
Volvió a moverse, y la curva de su trasero rozó mi erección. Una mancha húmeda oscureció la tela por donde se filtraba su excitación.
Le agarré la muñeca en mitad de la frase, deteniendo su provocación.
- ¡Ginny! - Mi pulgar presionó su pulso, demasiado rápido, demasiado ansioso. - Si sigues así...
La amenaza flotó entre nosotros, tan densa como el aroma del sexo que se aferraba a nuestra piel. Su respiración se entrecortó, pero no se apartó. En cambio, se retorció entre mis brazos y deslizó su mano libre por mi pecho para acariciarme a través de mis pantalones arruinados.
• ¿Seguir con qué? - Sus dedos trazaron el contorno húmedo de mi pene, sus uñas rozando la sensible punta a través de la tela. - ¿Con la profesionalidad?

Me dedicó una sonrisa, mostrando todos los dientes, antes de enderezarse la blusa con exagerado cuidado. Los botones habían desaparecido hacía tiempo, esparcidos por la alfombra como estrellas caídas.
Exhalé bruscamente, ajustándome los pantalones arrugados.
- ¡El informe, Ginny! - Mi voz sonaba extraña a mis propios oídos, tensa y demasiado grave.
Ella se rió despacio, pero cogió la carpeta con un suspiro teatral. Las páginas crujieron cuando las alisó sobre el escritorio, balanceando las caderas lo justo para rozarme.
Su dedo señaló el primer punto:
• Estrategias de optimización del rendimiento. - pero su rodilla presionó mi muslo al inclinarse hacia delante. - Horatio dice que los nuevos algoritmos aumentaron la eficiencia...
Su respiración se detuvo cuando le agarré las caderas, deteniendo su lento movimiento. Me estaba provocando de nuevo, así que tenía que parar.
- Ginny, si sigues así, te juro que lo primero que haré la semana que viene será romperte el culo. - le dije, harto de su actitud.
Ginny se rió mientras se ajustaba la blusa, abrochándose los botones que quedaban con descuido, con un pezón aún asomando por donde la tela se negaba a cooperar. Bajó la mirada hacia mis pantalones abultados y esbozó una sonrisa.
• ¡Promesas, promesas! – comentó burlona, inclinándose lo justo para recoger las bragas que había tirado debajo del escritorio.
El lento movimiento de sus caderas al levantarse no fue sutil: mi verga se estremeció cuando su culo desnudo rozó mi cuerpo.
Tocó con una de sus uñas el último punto de la lista: “Auditoría trimestral de cumplimiento de objetivos.”

• ¡Hecho! – declaró orgullosa, cerrando la carpeta de un golpe. Luego, con la inocencia exagerada de un lobo con piel de cordero, ladeó la cabeza. - Pregunta para la agenda de la próxima semana… (Sus dedos recorrieron mi corbata, deteniéndose justo por encima del cinturón.) ¿Debería traer lubricante?
Las palabras cayeron como una cerilla encendida entre nosotros.
• ¿O prefieres que...? -Se inclinó hacia mí, rozándome la oreja con los labios con una voz sensual. - ... ¿lo haga sin protección?
El aire salió de mis pulmones a toda prisa. Mis dedos se tensaron contra los reposabrazos. El cuero crujió mientras su insinuación detonaba en mi cráneo. Ginny se enderezó con un guiño, ajustándose la falda como si no acabara de reescribir las reglas del juego. Abrí la boca, pero solo salió un suspiro entrecortado.
Se dirigió hacia la puerta con paso tranquilo, balanceando las caderas como un metrónomo al ritmo de mi pulso. En el umbral, se detuvo y miró por encima del hombro. La luz del sol que entraba por las ventanas del suelo al techo doraba la curva sudorosa de su cuello.
• Ah, ¿Y Marco? —Sus dedos jugueteaban con el pomo de la puerta—. Al análisis presupuestario le falta la página doce… (Una pausa deliberada) … Supongo que tendrás que... profundizar más la próxima vez.

Y, una vez más, no podía sentarme bien debido a la rigidez dentro de mis pantalones. ¡Felices fiestas!
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