Este año hicimos la habitual cena laboral de fin de año en una Cantina. Luego del brindis, y de las fotos de rigor, algunos decidimos seguir festejando en un bar que estaba prácticamente enfrente.
Nos acomodamos en un par de mesas, pedimos una primer ronda, luego una segunda, hasta que me parece ver a un conocido entre los que están en un extremo de la barra. Trato de verlo mejor, porque está de espalda, pero sí, es él, Tomás... Tommy...
Con mi marido formamos parte del mismo grupo de amigos, incluso teníamos prevista una cena para la siguiente semana, antes de Navidad, en la que nos juntaríamos todos.
Iba a esperar que él me viera, para saludarlo, pero como en ningún momento se voltea, decido acercarme.
Me disculpo con la mesa, aduciendo que voy a saludar a un conocido, y me levanto. Todavía está de espalda, cuando me acerco, por lo que no me ve llegar, aunque los que lo acompañan sí que me ven, así que le advierten.
-¡Mary...!- se sorprende al verme.
Por el rubor en su rostro, y la mirada, se nota que está tomando desde hace rato.
Nos saludamos con un beso en la mejilla, y me pregunta si estoy con mi marido. Le digo que no, que estoy con unos compañeros de trabajo, tomando unos tragos, luego de la cena de fin de año.
-Alguien tiene que quedarse con los chicos mientras salgo a divertirme...- bromeo.
Me dice que él también está en una reunión del trabajo, y me presenta al resto del grupo.
-Un gusto saludarte, igual nos vamos a ver la próxima semana- le recuerdo, ya despidiéndome, en obvia alusión a la cena de amigos que teníamos pendiente. -Saludos a Lily (su esposa)-
-Esperá...- me frena -No te vas a ir sin que te invite un trago-
-Bueno, dale...- acepto.
Vamos hacia otro lugar de la barra, pedimos un par de Jaggers, y brindamos. Hablamos de cosas cotidianas, del año que pasó, del que está por venir, de nuestras expectativas, hasta que de repente, me pregunta, como si fuera algo que hubiera estado pensando desde hace rato:
-¿Porqué vos y yo nunca cogimos?- así, sin filtro.
Me lo quedo mirando sorprendida.
-¿En serio me preguntás eso?- le replico.
-Perdoname, estoy borracho...- se disculpa.
A Tommy lo conozco desde antes de estar casada. Entramos a trabajar, siendo muy jóvenes, en Seguros Rivadavia casi al mismo tiempo. Luego cada uno siguió su propio camino, él se decantó por el rubro inmobiliario, yo por el automotor, pero seguimos siendo muy cercanos, tanto es así que con su novia de entonces vino a mi casamiento, y con mi marido, posteriormente, fuimos al suyo.
Con Liliana, su esposa, forman parte de ese grupo de amigos, de cuatro parejas, que siempre estamos en contacto, y cada fin de año, sin falta, hacemos, en la casa de quién le toque, una cena, solo nosotros ocho.
Siempre hubo buena onda él y yo, cierta complicidad, y hasta compartimos alguna que otra salida, por lo que la pregunta era válida: ¿Por qué nunca cogimos?
Ahora soy yo la que le invita un trago, algo un poco más fuerte.
-¿Acaso estás pensando en ponerle los cuernos a Liliana, que me preguntás eso?-
-No, para nada, con Lily está todo bien, el sexo es fabuloso, solo que...- intenta explicarse.
-¿Qué...?- lo apuro.
-Es que... te veo ahora, que estás fuertísima, y no entiendo cómo nunca te eché un polvo... ¡Soy un pelotudo!- se lamenta.
Lo miro entre divertida y azorada, no reconociendo al Tommy de siempre, y aunque sé que es el alcohol el que habla, dicen que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad, así que...
-No sé Tommy, no sé porque nunca cogimos, ¿te parece preguntarme ésto ahora?- le replico.
-Perdoname Mary, pero es que... estás muy cogible- insiste, mirándome con unas ganas que parece fuera a cogerme ahí mismo, encima de la barra.
Saco el celular, miro la pantalla y le digo:
-M....(mi marido) está por venir a buscarme...-
-Mandale saludos...- me pide, tomando un buen sorbo de su trago.
Abro WhatsApp y le envío a mi marido un audio:
"Hola mi amor, seguimos de festejo, te aviso para que ya no vengas a buscarme, estamos haciendo una recorrida de bares, así que no sé a qué hora vamos a terminar, te aviso, igual me tomo un taxi, no te preocupes... Beso... Te amo...".
-Ya está...- le digo guardando el celular -¿Ahora qué hacemos?-
Me mira incrédulo, como si le estuviera haciendo una broma.
-Si vamos a tropezar, Tommy, no hay mejor momento que éste, tenemos la excusa perfecta, los dos estamos borrachos...- le hago notar.
En realidad es él quién está borracho, yo estoy en pleno dominio de mis capacidades. Sé muy bien lo que hago.
Cada uno se despide de sus compañeros, a los míos les digo que mi marido ya viene a buscarme, los de él, por supuesto, saben que se va a coger con la mina que se encontró en el bar. Si no se dieron cuenta por ellos mismos, seguramente él mismo se los dijo.
Aunque vamos en su auto, manejo yo, ya que él no está en condiciones de ponerse al volante, por lo que en apenas un par de minutos ya estamos entrando a un albergue transitorio de la zona.
Recién nos tomamos de las manos en el pasillo del hotel. Cuando entramos a la habitación, Tommy me abraza por detrás, apretándome contra su cuerpo, haciéndome sentir la dureza de su erección (sí, ya se le había parado) mientras me besuquea el cuello.
-¿Te imaginabas tenerme así?- le pregunto suave, bajito, como en un ronroneo, frotándome yo misma contra su paquete.
-Lo imaginaba... lo deseaba... quiero...- repone, agarrándome ahora las tetas por sobre la ropa, apretándomelas como si quisiera deshacerlas entre sus dedos.
-¿Qué... qué querés...?- le insisto.
Quiero escucharlo, quiero que me lo diga.
-¡Quiero cogerte...!-
-¡Yo también quiero que me cojas!- le digo, dándome la vuelta y colgándome de su cuello.
Nos besamos con ímpetu, con ganas, dándole rienda suelta a eso que no sabíamos que sentíamos, pero que durante esos minutos en el bar, se había potenciado hasta volverse incontrolable. La ropa prácticamente vuela de nuestros cuerpos. Nos tiramos desnudos sobre la cama, revolcándonos, frotándonos el uno contra el otro, ávidos, encendidos.
Mientras nos besamos, sus dedos se hunden en mí, buscando cuán profundo pueden llegarme. Sin dejar de explorarme, baja por mi cuello, por mis pechos, besando y mordiendo uno y otro, sigue hacia abajo, por mi estómago, me sorbetea el ombligo, me recorre con besos y lamidas el vientre, me chupa los pelitos del pubis, y entonces... me apuñala la concha con la lengua.
¡Lo que me hace ahí abajo...!
Se pone con la cabeza entre mis piernas, me las levanta, y apoyándolas sobre sus hombros, me come en una forma que me hace delirar de placer. Con la lengua me saborea por dentro, mientras que con el labio superior me frota el clítoris, hinchándolo, entumeciéndolo, incitándome las sensaciones más intensas y desbordantes.
En un momento, desesperada, lo agarro de los pelos, y le froto yo misma la concha por toda la boca. Y no paro hasta que... ¡Ahhhhhhhhhhh...! El orgasmo me atraviesa violento, fulminante.
Me quedo como suspendida en ese momento, gozando de una oleada tras otra de placer, gimiendo, suspirando, completamente entregada al disfrute.
-¡Acabaste...!- me dice Tommy, saliendo de entre mis piernas y subiéndose encima mío.
Aunque tiene la cara toda mojada con mis flujos vaginales, nos besamos.
-¡Me hiciste acabar...!- lo corrijo.
Hago que se recueste de espalda y bajando ahora yo hasta sus piernas, me pongo entre medio, besándole primero los muslos, para luego empezar a lamerlo desde los huevos...
¡Mmmmmhhhh... Mmmmmhhhh... Mmmmmhhhh...!
...le hago, lamiendo, mordiendo, chupando todo lo que le cuelga, mientras lo pajeo con una mano.
Subo por todo su mástil con la lengua, dejándole un surco de baba impregnado en el lomo. Se la beso por los lados... 💋 💋 💋... sintiendo en los labios como le arde la piel. Por la punta ya le están saliendo gotitas espesas, cargadas, que saboreo con suma delectación.
Cuando levanto la vista, descubro que Tommy me está mirando fascinado.
-No te tenía con esas habilidades, Mary...- exclama.
-Esto todavía no es nada...- le digo.
Le paso la lengua por todo el glande, le doy un ruidoso beso... ¡CHUIK!... separo los labios, y sin dejar de mirarlo, le como la pija hasta sentir que me golpea la garganta. Y ahí, cuando empiezo a chupársela, echa la cabeza para atrás y cierra los ojos, entregándose mansamente al disfrute.
Luego de una mamada nivel Premium, le pongo un forro, me le subo encima y me encajo toda la poronga, soltando una exclamación de placer al sentirla TODA adentro. Me apoyo con los brazos estirados a ambos lados de su cuerpo, y poniéndole las tetas justo encima de la cara, empiezo a moverme, fluyendo a lo largo de su virilidad, sus manos aferrándose a mi cintura, su boca saboreando mis pezones ya calientes y endurecidos...
-¡Sos hermosa...!- certifica, entre chupada y mordida.
Cuando dejo de moverme, para disfrutar de otro orgasmo, se empieza a mover él, desde abajo, clavándomela hasta los huevos con cada embiste.
Mis jadeos de repente se intensifican, más aún cuando me da la vuelta y se pone él arriba, posesivo, dominante.
Lo agarro del pelo, guiándolo hacia mi boca, y cuando vuelve a besarme, lo hace con una mezcla de hambre y ternura que me desarma. Siento su cuerpo encajarse mejor contra el mío, esa presión firme, creciente, que me hace temblar y anhelar mucho más todavía.
-¡Me encanta que me busques así...!- me susurra al oído, cuando levanto mis caderas para ir a su encuentro.
Los dos nos cogemos, golpe a golpe, intensa, enérgicamente, sin respiro, dejando que la calentura nos consuma por completo.
Cuando me pone de costado, aprovechando un resbalón entre tanta metida, le agarro la pija, me la pongo entre las nalgas, y con la voz ronca, excitada, le digo:
-¡Cogeme el culo...!-
No hace falta lubricar nada, tiene la chota tan mojada con mis jugos vaginales que, con apenas un par de empujones, resbala cómodamente por mi agujero más estrecho... bueno, no tan estrecho.
Se sorprende gratamente ante mi pedido de hacerme la cola. No sé que idea preconcebida tenía de mí antes de meternos en la cama, pero cualquiera fuera, se derrumbaba por completo en ese momento.
Me penetra por el culo, exhalando un plácido gruñido avanzando firme, brutal, vigoroso, metiéndomela hasta los huevos. Me agarra fuerte de las tetas y me culea con todo, haciéndome gritar al ritmo de sus embestidas.
Mientras me trajina el culo, yo me froto el clítoris, me lo aprieto, me lo pellizco, sintiendo que toda la tensión, toda la intensidad de ese momento, converge en ese vórtice exacto.
-¡Voy a... acabar... otra... otra vez...!- le digo, en un susurro extático.
No me lo dice, pero él también está a punto del derrame.
Me la saca, se cambia rápido de forro, y poniéndose de nuevo encima, entre mis piernas, me garcha a morir, brutal, exquisito, demoledor...
¡El polvo que nos echamos...! Primero llego yo, estallando en mil y un exclamaciones de placer, él sigue un poco más, tratando de alargar el momento cúlmine, hasta que ya no puede más, y enterrándose hasta lo más profundo, acaba como si su vida dependiera de ese orgasmo.
Entre jadeos y exclamaciones, nos quedamos un buen rato encimados, disfrutando, yo con los brazos y las piernas estiradas, sintiendo cómo esa sensación de bienestar, de regocijo, se expande por todo mi cuerpo.
De a poco los suspiros van remitiendo, las repiraciones recuperando su ritmo normal, la excitación cediendo intensidad. Nos miramos a los ojos, y nos sonreímos, satisfechos, complacidos.
-¡Impresionante, Mary...!- exclama, saliendo de mi interior y echándose a un lado, soltando una más que plácida exhalación.
Luego se queda ahí, pensativo, como evaluando las consecuencias de lo que acaba de pasar. Ninguno lo dice, pero seguro que ambos pensamos lo mismo, que jodimos una amistad, habiendo tanta mina, tanto tipo, ¿qué necesidad había de encamarnos? Pero bueno, la calentura no tiene raciocinio.
Mientras él se saca el forro, cargado de leche, me levanto y empiezo a juntar mi ropa que está desparramada por toda la habitación.
Una ducha rápida, y salimos del telo en su auto. De nuevo manejo yo, ya que pasado el momento de calentura, como que le volvió la borrachera.
Ya son las cuatro de la madrugada, no hay riesgo de que alguien de su familia nos vea, así que vamos hasta la cochera de su edificio. Nos despedimos con un beso, apurado, casi de compromiso, y mientras él sube a su departamento, yo me pido un taxi.
No sé que pasará de ahora en más entre Tommy y yo. En lo inmediato nos vamos a encontrar en la cena que ya tenemos acordada para la semana que viene, en la cuál me voy a encontrar no solo con él, sino también con su esposa y otros amigos. Obviamente no será la primera vez que me halle en una situación así, he cogido antes con novios o maridos de amigas y de no tan amigas, pero bueno, no hace falta decir que habrá cierta incomodidad. Ya les contaré si pasa algo...

Nos acomodamos en un par de mesas, pedimos una primer ronda, luego una segunda, hasta que me parece ver a un conocido entre los que están en un extremo de la barra. Trato de verlo mejor, porque está de espalda, pero sí, es él, Tomás... Tommy...
Con mi marido formamos parte del mismo grupo de amigos, incluso teníamos prevista una cena para la siguiente semana, antes de Navidad, en la que nos juntaríamos todos.
Iba a esperar que él me viera, para saludarlo, pero como en ningún momento se voltea, decido acercarme.
Me disculpo con la mesa, aduciendo que voy a saludar a un conocido, y me levanto. Todavía está de espalda, cuando me acerco, por lo que no me ve llegar, aunque los que lo acompañan sí que me ven, así que le advierten.
-¡Mary...!- se sorprende al verme.
Por el rubor en su rostro, y la mirada, se nota que está tomando desde hace rato.
Nos saludamos con un beso en la mejilla, y me pregunta si estoy con mi marido. Le digo que no, que estoy con unos compañeros de trabajo, tomando unos tragos, luego de la cena de fin de año.
-Alguien tiene que quedarse con los chicos mientras salgo a divertirme...- bromeo.
Me dice que él también está en una reunión del trabajo, y me presenta al resto del grupo.
-Un gusto saludarte, igual nos vamos a ver la próxima semana- le recuerdo, ya despidiéndome, en obvia alusión a la cena de amigos que teníamos pendiente. -Saludos a Lily (su esposa)-
-Esperá...- me frena -No te vas a ir sin que te invite un trago-
-Bueno, dale...- acepto.
Vamos hacia otro lugar de la barra, pedimos un par de Jaggers, y brindamos. Hablamos de cosas cotidianas, del año que pasó, del que está por venir, de nuestras expectativas, hasta que de repente, me pregunta, como si fuera algo que hubiera estado pensando desde hace rato:
-¿Porqué vos y yo nunca cogimos?- así, sin filtro.
Me lo quedo mirando sorprendida.
-¿En serio me preguntás eso?- le replico.
-Perdoname, estoy borracho...- se disculpa.
A Tommy lo conozco desde antes de estar casada. Entramos a trabajar, siendo muy jóvenes, en Seguros Rivadavia casi al mismo tiempo. Luego cada uno siguió su propio camino, él se decantó por el rubro inmobiliario, yo por el automotor, pero seguimos siendo muy cercanos, tanto es así que con su novia de entonces vino a mi casamiento, y con mi marido, posteriormente, fuimos al suyo.
Con Liliana, su esposa, forman parte de ese grupo de amigos, de cuatro parejas, que siempre estamos en contacto, y cada fin de año, sin falta, hacemos, en la casa de quién le toque, una cena, solo nosotros ocho.
Siempre hubo buena onda él y yo, cierta complicidad, y hasta compartimos alguna que otra salida, por lo que la pregunta era válida: ¿Por qué nunca cogimos?
Ahora soy yo la que le invita un trago, algo un poco más fuerte.
-¿Acaso estás pensando en ponerle los cuernos a Liliana, que me preguntás eso?-
-No, para nada, con Lily está todo bien, el sexo es fabuloso, solo que...- intenta explicarse.
-¿Qué...?- lo apuro.
-Es que... te veo ahora, que estás fuertísima, y no entiendo cómo nunca te eché un polvo... ¡Soy un pelotudo!- se lamenta.
Lo miro entre divertida y azorada, no reconociendo al Tommy de siempre, y aunque sé que es el alcohol el que habla, dicen que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad, así que...
-No sé Tommy, no sé porque nunca cogimos, ¿te parece preguntarme ésto ahora?- le replico.
-Perdoname Mary, pero es que... estás muy cogible- insiste, mirándome con unas ganas que parece fuera a cogerme ahí mismo, encima de la barra.
Saco el celular, miro la pantalla y le digo:
-M....(mi marido) está por venir a buscarme...-
-Mandale saludos...- me pide, tomando un buen sorbo de su trago.
Abro WhatsApp y le envío a mi marido un audio:
"Hola mi amor, seguimos de festejo, te aviso para que ya no vengas a buscarme, estamos haciendo una recorrida de bares, así que no sé a qué hora vamos a terminar, te aviso, igual me tomo un taxi, no te preocupes... Beso... Te amo...".
-Ya está...- le digo guardando el celular -¿Ahora qué hacemos?-
Me mira incrédulo, como si le estuviera haciendo una broma.
-Si vamos a tropezar, Tommy, no hay mejor momento que éste, tenemos la excusa perfecta, los dos estamos borrachos...- le hago notar.
En realidad es él quién está borracho, yo estoy en pleno dominio de mis capacidades. Sé muy bien lo que hago.
Cada uno se despide de sus compañeros, a los míos les digo que mi marido ya viene a buscarme, los de él, por supuesto, saben que se va a coger con la mina que se encontró en el bar. Si no se dieron cuenta por ellos mismos, seguramente él mismo se los dijo.
Aunque vamos en su auto, manejo yo, ya que él no está en condiciones de ponerse al volante, por lo que en apenas un par de minutos ya estamos entrando a un albergue transitorio de la zona.
Recién nos tomamos de las manos en el pasillo del hotel. Cuando entramos a la habitación, Tommy me abraza por detrás, apretándome contra su cuerpo, haciéndome sentir la dureza de su erección (sí, ya se le había parado) mientras me besuquea el cuello.
-¿Te imaginabas tenerme así?- le pregunto suave, bajito, como en un ronroneo, frotándome yo misma contra su paquete.
-Lo imaginaba... lo deseaba... quiero...- repone, agarrándome ahora las tetas por sobre la ropa, apretándomelas como si quisiera deshacerlas entre sus dedos.
-¿Qué... qué querés...?- le insisto.
Quiero escucharlo, quiero que me lo diga.
-¡Quiero cogerte...!-
-¡Yo también quiero que me cojas!- le digo, dándome la vuelta y colgándome de su cuello.
Nos besamos con ímpetu, con ganas, dándole rienda suelta a eso que no sabíamos que sentíamos, pero que durante esos minutos en el bar, se había potenciado hasta volverse incontrolable. La ropa prácticamente vuela de nuestros cuerpos. Nos tiramos desnudos sobre la cama, revolcándonos, frotándonos el uno contra el otro, ávidos, encendidos.
Mientras nos besamos, sus dedos se hunden en mí, buscando cuán profundo pueden llegarme. Sin dejar de explorarme, baja por mi cuello, por mis pechos, besando y mordiendo uno y otro, sigue hacia abajo, por mi estómago, me sorbetea el ombligo, me recorre con besos y lamidas el vientre, me chupa los pelitos del pubis, y entonces... me apuñala la concha con la lengua.
¡Lo que me hace ahí abajo...!
Se pone con la cabeza entre mis piernas, me las levanta, y apoyándolas sobre sus hombros, me come en una forma que me hace delirar de placer. Con la lengua me saborea por dentro, mientras que con el labio superior me frota el clítoris, hinchándolo, entumeciéndolo, incitándome las sensaciones más intensas y desbordantes.
En un momento, desesperada, lo agarro de los pelos, y le froto yo misma la concha por toda la boca. Y no paro hasta que... ¡Ahhhhhhhhhhh...! El orgasmo me atraviesa violento, fulminante.
Me quedo como suspendida en ese momento, gozando de una oleada tras otra de placer, gimiendo, suspirando, completamente entregada al disfrute.
-¡Acabaste...!- me dice Tommy, saliendo de entre mis piernas y subiéndose encima mío.
Aunque tiene la cara toda mojada con mis flujos vaginales, nos besamos.
-¡Me hiciste acabar...!- lo corrijo.
Hago que se recueste de espalda y bajando ahora yo hasta sus piernas, me pongo entre medio, besándole primero los muslos, para luego empezar a lamerlo desde los huevos...
¡Mmmmmhhhh... Mmmmmhhhh... Mmmmmhhhh...!
...le hago, lamiendo, mordiendo, chupando todo lo que le cuelga, mientras lo pajeo con una mano.
Subo por todo su mástil con la lengua, dejándole un surco de baba impregnado en el lomo. Se la beso por los lados... 💋 💋 💋... sintiendo en los labios como le arde la piel. Por la punta ya le están saliendo gotitas espesas, cargadas, que saboreo con suma delectación.
Cuando levanto la vista, descubro que Tommy me está mirando fascinado.
-No te tenía con esas habilidades, Mary...- exclama.
-Esto todavía no es nada...- le digo.
Le paso la lengua por todo el glande, le doy un ruidoso beso... ¡CHUIK!... separo los labios, y sin dejar de mirarlo, le como la pija hasta sentir que me golpea la garganta. Y ahí, cuando empiezo a chupársela, echa la cabeza para atrás y cierra los ojos, entregándose mansamente al disfrute.
Luego de una mamada nivel Premium, le pongo un forro, me le subo encima y me encajo toda la poronga, soltando una exclamación de placer al sentirla TODA adentro. Me apoyo con los brazos estirados a ambos lados de su cuerpo, y poniéndole las tetas justo encima de la cara, empiezo a moverme, fluyendo a lo largo de su virilidad, sus manos aferrándose a mi cintura, su boca saboreando mis pezones ya calientes y endurecidos...
-¡Sos hermosa...!- certifica, entre chupada y mordida.
Cuando dejo de moverme, para disfrutar de otro orgasmo, se empieza a mover él, desde abajo, clavándomela hasta los huevos con cada embiste.
Mis jadeos de repente se intensifican, más aún cuando me da la vuelta y se pone él arriba, posesivo, dominante.
Lo agarro del pelo, guiándolo hacia mi boca, y cuando vuelve a besarme, lo hace con una mezcla de hambre y ternura que me desarma. Siento su cuerpo encajarse mejor contra el mío, esa presión firme, creciente, que me hace temblar y anhelar mucho más todavía.
-¡Me encanta que me busques así...!- me susurra al oído, cuando levanto mis caderas para ir a su encuentro.
Los dos nos cogemos, golpe a golpe, intensa, enérgicamente, sin respiro, dejando que la calentura nos consuma por completo.
Cuando me pone de costado, aprovechando un resbalón entre tanta metida, le agarro la pija, me la pongo entre las nalgas, y con la voz ronca, excitada, le digo:
-¡Cogeme el culo...!-
No hace falta lubricar nada, tiene la chota tan mojada con mis jugos vaginales que, con apenas un par de empujones, resbala cómodamente por mi agujero más estrecho... bueno, no tan estrecho.
Se sorprende gratamente ante mi pedido de hacerme la cola. No sé que idea preconcebida tenía de mí antes de meternos en la cama, pero cualquiera fuera, se derrumbaba por completo en ese momento.
Me penetra por el culo, exhalando un plácido gruñido avanzando firme, brutal, vigoroso, metiéndomela hasta los huevos. Me agarra fuerte de las tetas y me culea con todo, haciéndome gritar al ritmo de sus embestidas.
Mientras me trajina el culo, yo me froto el clítoris, me lo aprieto, me lo pellizco, sintiendo que toda la tensión, toda la intensidad de ese momento, converge en ese vórtice exacto.
-¡Voy a... acabar... otra... otra vez...!- le digo, en un susurro extático.
No me lo dice, pero él también está a punto del derrame.
Me la saca, se cambia rápido de forro, y poniéndose de nuevo encima, entre mis piernas, me garcha a morir, brutal, exquisito, demoledor...
¡El polvo que nos echamos...! Primero llego yo, estallando en mil y un exclamaciones de placer, él sigue un poco más, tratando de alargar el momento cúlmine, hasta que ya no puede más, y enterrándose hasta lo más profundo, acaba como si su vida dependiera de ese orgasmo.
Entre jadeos y exclamaciones, nos quedamos un buen rato encimados, disfrutando, yo con los brazos y las piernas estiradas, sintiendo cómo esa sensación de bienestar, de regocijo, se expande por todo mi cuerpo.
De a poco los suspiros van remitiendo, las repiraciones recuperando su ritmo normal, la excitación cediendo intensidad. Nos miramos a los ojos, y nos sonreímos, satisfechos, complacidos.
-¡Impresionante, Mary...!- exclama, saliendo de mi interior y echándose a un lado, soltando una más que plácida exhalación.
Luego se queda ahí, pensativo, como evaluando las consecuencias de lo que acaba de pasar. Ninguno lo dice, pero seguro que ambos pensamos lo mismo, que jodimos una amistad, habiendo tanta mina, tanto tipo, ¿qué necesidad había de encamarnos? Pero bueno, la calentura no tiene raciocinio.
Mientras él se saca el forro, cargado de leche, me levanto y empiezo a juntar mi ropa que está desparramada por toda la habitación.
Una ducha rápida, y salimos del telo en su auto. De nuevo manejo yo, ya que pasado el momento de calentura, como que le volvió la borrachera.
Ya son las cuatro de la madrugada, no hay riesgo de que alguien de su familia nos vea, así que vamos hasta la cochera de su edificio. Nos despedimos con un beso, apurado, casi de compromiso, y mientras él sube a su departamento, yo me pido un taxi.
No sé que pasará de ahora en más entre Tommy y yo. En lo inmediato nos vamos a encontrar en la cena que ya tenemos acordada para la semana que viene, en la cuál me voy a encontrar no solo con él, sino también con su esposa y otros amigos. Obviamente no será la primera vez que me halle en una situación así, he cogido antes con novios o maridos de amigas y de no tan amigas, pero bueno, no hace falta decir que habrá cierta incomodidad. Ya les contaré si pasa algo...

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