Buenas gentes!!!
Después de mucho tiempo y en el día de de la inmaculada concepción (dato que sólo importa para, en un fututo, saber cuando lo subí XD )
Después de más de un mes, y aunque no se cumplió lo solicitado, hoy les traigo una nueva parte de esta historia que, si bien la mayoría no comenta ni puntúa hay muchos que lo ponen como favoritos, así que por ese motivo, hoy paso a dejarles esta parte.
Espero que les guste y, de ser así, comenten y puntúen así, sé que sigue gustando y sigo subiendo más partes.
Sin mucho más que decir...
Les dejo esta hermosa parte...
Si no vieron el capítulo anterior:

Ahora sí, la parte VII:
De vuelta en la habitación nos fuimos a bañar, si bien esta vez fuimos juntos no hubo sexo sino un baño de amor, limpiándonos el uno al otro con mucha delicadeza y dedicación, nos secamos y así fuimos a dormir una siesta. Al despertarme y ver el cuerpo de mí madre en toda su majestuosidad, desnudo y a mí lado hizo que se encendiera el deseo en mí. Comencé a besarla por los pechos y fui bajando por su vientre hasta llegar a su monte de Venus. Liliana aún dormida, o eso creí, separó sus piernas para dejarme un mejor ángulo al comerme la vagina por la cual había salido hacía ya muchos años y volvía a entrar repetidas veces.

Estaba deliciosa, luego de las primeras lamidas segregó fluidos para darle más lubricación a la zona. Eso era buen indicio ya que su cuerpo reaccionaba al placer que le daba y no pensaba en dejar de dárselo hasta el final. Unos leves gemidos salieron de su boca, otro indicio de que iba por buen camino, luego posó su mano en mí cabeza demostrándome que ya estaba despierta, o casi, mientras suavemente dijo “No, no mí amor, vení…”. Como comenté varias veces, soy un hijo obediente y por ese motivo le hice caso. Me puse encima de ella y, lo más suave que pude, fui penetrándola. Al sentirme en su interior soltó un suspiro de placer mientras me abrazaba con sus brazos y piernas. Lentamente empecé el trabajo del vaivén, sus esbozos entre gemidos y suspiros me excitaban a más no poder pero intenté controlarme ya que no quería cogerla salvajemente sino quería hacerle el amor suavemente, no me lo dejó fácil pero pudimos llegar al punto donde nos fusionamos perfectamente, la respiración, los movimientos, habíamos vuelto a ser uno. Pasado un tiempo de nuestra “unión” ya no podía resistir mucho más y le susurré al oído “Mamá, ya no aguanto, voy a acabar…”, al escucharme, mientras me apretaba con sus piernas y brazos, respondió “Yo también mí amor, acabame adentro, deja tu semilla en mí y hagamos una nueva vida, quiero ser la madre de tus hijos”. Instintivamente nos besamos mientras introduje mí miembro lo más profundo que pude dentro de mí propia madre para depositar todo mí esperma en busca de su óvulo. Llegamos juntos al clímax y, mientras yo eyaculaba, tenía sus espasmos vaginales haciendo que succione más mí pene y semen para una mejor fecundación. Ya habiendo acabado separamos nuestros labios, nos sonreímos el uno al otro y entre besos nos decíamos que nos amábamos.



Tiempo después nos separamos y volvimos a ser dos. Me acosté a su lado y, ya muy relajados, nos volvimos a dormir. Más tarde me desperté por unas caricias que me daba mí madre mientras apoyaba su cabeza sobre mí pecho. Instintivamente procedí a acariciarla por su espalda.
N: Ma ¿Te puedo hacer una pregunta?
L: Claro mí amor, todas las que quieras.
N: ¿Qué hay de cierto en lo que me dijiste?
L: ¿En qué de todo?
N: En eso de querer ser la madre de mis hijos.
L: Bueno, eso es algo que me salió en ese momento.
N: Entiendo que te dejaste llevar pero a lo que voy es ¿Realmente querés eso?
L: … – Sólo se quedó callada mientras me seguía acariciando el pecho.
N: Dale mamá ¿Lo querés en serio sí o no?
L: Bueno… yo… sí… me gustaría.
N: ¿Sí? ¿En serio?
L: Sí boludo. Te amo y me encantaría una familia con vos. Si vos también querés, obvio.
N: Pero… entonces ¿Todavía podés?
L: Sí, todavía puedo, quizás sea muy complicado que suceda, por mí edad, pero aún soy fértil. Creí que lo había dicho en casa.
N: Sí, bueno, pero pensé que la estabas jodiendo a martu.
L: No mí amor, además, sino… ¿Por qué te iba a decir de usar condones?
N: Tenés razón, pasa que no me avivé de eso ya que lo tenía como algo automático.
L: ¿Estás bien? ¿Te molestó lo que te dije?
N: Sí ma. Perdoná, necesito pensar unas cosas – Le dije mientras me levantaba y vestía –. Necesito salir a caminar.
L: Bueno, vamos.
N: No, necesito ir solo.
Salí del hotel sin rumbo, no sé cuánto tiempo habrá sido, recuerdo que ya estaba oscureciendo cuando regresé. Al entrar en la habitación vi a mí mamá armando su valija hecha un mar de lágrimas.
N: ¿Qué hacés mamá?
L: ¿No ves? Las valijas, me voy.
N: Pero esperá ¿Por qué?
L: ¿No es obvio? Fue un error haber venido, haberme entregado así para tener el mismo resultado de siempre.
N: Mamá, tranquila. No entiendo nada ¿Me podés explicar?
L: Creo que no es necesario después de tu actitud de haberte ido como rata por tirante después de lo que te dije.
N: Mamá, no me fui escapando.
L: ¿No? Porque me pareció eso.
N: No mamá, es solo que…
L: ¿Qué? ¿Qué te arrepentís de estar conmigo? ¿Con una vieja? ¿Con tu madre?
N: ¡No! Para nada. Es que me agarraste de sorpresa, no me esperaba que dijeras esas cosas. Claro que me dieron ganas de escaparme dada la magnitud de la propuesta, pero fue solo por un instante.
L: Bueno, ese “instante” fue de casi dos horas…
N: No, ese instante fue antes de levantarme de la cama.
L: ¿Entonces?
N: Sabés que me gusta pensar las cosas tranquilo, intentar planificar. Necesitaba asimilar todo lo que me dijiste. No te olvides que no me separé aún.
L: ¿Me vas a decir que querés seguir con la puta esa?
N: No mamá, no es eso. Debo pensar bien las palabras y adelantarme con ella, sabés que es una manipuladora y actriz de primera. Entonces quiero tener todo planeado para cuando termine con la relación y que no me agarre de sorpresa.
L: ¿Y qué vas a hacer?
N: Ya vas a ver jeje.
L: Nahu, no me dejes con la intriga.
N: Es que si te digo pierde el factor sorpresa. Ahora, sacá las cosas de la cama que quiero acostarme con vos y abrazarte.
Esta vez la obediente fue ella, rápidamente retiró todos los bártulos, la abracé y nos acostamos. Nos dimos caricias y besos, amor del más puro, no solo como madre e hijo sino como marido y mujer. De tantas emociones en el día volvimos a quedarnos dormidos, esta vez abrazados en posición de cucharita.
A la mañana siguiente nos levantamos y, por insistencia mía, desayunamos rápido y fuimos a la playa. Como el día anterior nos dispusimos a caminar por la costa hasta que, a lo lejos, vimos gente armando algo. Nuestra curiosidad pudo más y nos acercamos a ver mejor, eran los preparativos para un casamiento, encontramos allí al guía espiritual (no sé si era cura, pastor ni de qué religión) el cual nos dijo que la ceremonia se iba a efectuar horas después.
L: Ay, que lindo.
N: ¿Qué?
L: Esto, el casamiento en la playa. Debe ser una mujer muy afortunada.
N: ¿Vos decís mamá? ¿A vos te gustaría algo así?
L: Sí, sería muy romántico.
N: No creí que te gustaría… bueno, entonces – dije mientras me arrodillaba sobre mí rodilla derecha y sacaba una cajita de mí bolsillo–. ¿Te casarías conmigo?
L: ¿¡Qué!? – Mí madre se sorprendió con la propuesta repentina–. Eh…
N: ¿Sí o no?
L: ¡SÍ! – Dijo de un grito y con sus ojos llenos de lágrimas–.
N: ¡Fantástico! Padre ¿Podría casarnos?
L: ¿¡Qué!? Pará ¿Ahora?
N: Sí mamá, ahora. Mirá, lo esencial está ya todo armado. Solo sería dar nuestro votos, la bendición y nada más…
L: Bueno pero no estamos con la ropa adecuada.
N: ¿No? Mirá… – Le hago una seña para que se vea el traje de baño, el cual era banco y tenía unos volados como detalle mientras que yo usaba un short negro–.
L: Ay… si serás… lo planeaste todo. Ya me parecía que no tenía una malla como está.
N:¿Estamos bien así padre?
El “cura” asintió con la cabeza y nos guió al altar. Sólo estaba colocado eso y algún que otro adorno, mientras nos preguntaba el nombre y sacaba su Biblia los operarios seguían armando todo para la verdadera ceremonia. No voy a narrarles todo lo que dijo porque era mucho, gran parte es sabido y tampoco entendía tanto el brasilero. Mí madre intentaba mantener la compostura pero no podía aguantar el llanto, luego dimos nuestros votos y nos pusimos las alianzas sellando la ceremonia con un beso. Mí, ahora esposa, no paraba de llorar de felicidad mientras nos retiramos, pobre, sus piernas temblaban de la emoción. Mientras volvíamos al hotel, me detuvo, envolvió mí cuello con sus brazos y me besó, la tomé de la cintura y nos fundimos aún más en nuestro beso. Me pidió seguir en la playa un poco más y así hicimos, nos quedamos todo el día allí hasta la llegada del atardecer.


De vuelta en la habitación nos tiramos un ratito en la cama y nos dormimos una siesta. Cuando desperté mí madre no estaba pero me dejó un mensaje diciéndome que había salido a comprar una sorpresa para mí, que me bañe y que, cuando ella volviera, iríamos a cenar. Ahora no sólo obedecí como hijo sino como el marido que soy. Cuando salí de la ducha mí, ahora esposa, entró feliz y apurándome para ir al comedor. Cenamos como el resto de los días, solo que se notaba que mí madre tenía un brillo diferente en sus ojos, su sonrisa hacía que ningún camarero/a pudiera dejar de mirarle y sonreírle de vuelta.
Al regresar a nuestros aposentos mí mamá se dirigió al baño, abrió la ducha y, desde dentro del baño, me pidió que la espere. Yo acaté sin chistar. Se escuchó el cierre del agua y, al momento de salir, comienza a sonar la marcha nupcial. Momentos después se abrió la puerta y ahí estaba ella, mí madre, mí mujer, vistiendo una lencería de novia con su tocado, zapatos de tacón, ligas y portaligas y una especie de sostén que no tapaba sus pechos sino que solo los levantaba pero dejándolos al descubierto, todo de color blanco, cómo corresponde. Sin dudas el vestido de novia más hermoso que ví jamás, y más hermoso le quedaba a mí madre. Me paré al lado de la cama, mí ahora esposa se acercó a mí lentamente como si entrara al altar. Frente a mí se detuvo, me sonrió y dijo “Hoy nos desposamos así que me parece que nos debemos nuestra ‘noche de bodas’”. Intentaba no sucumbir a mis deseos más primitivos mientras me hablaba pero me era imposible, tenía a la mujer más hermosa frente a mí.

En un arrebato de locura la tomé de la nuca con una mano y la besé mientras que con la otra envolvía su cintura para acercarla aún más a mí. La deposité con el mayor de los cuidados en la cama y, sin titubear, fui bajando con mí boca por su cuerpo. Me detuve en sus pechos, los cuales toqué, besé y chupé como si un niño fuera; seguí bajando y volví a detenerme en su panza, quizá lean esto y les resulte estúpido pero en voz baja y entre besos le dije al vientre de mí madre: “Hola mí primer hogar, te pido que recibas y albergues a mí hijo por nueve meses, como lo hiciste conmigo hace tiempo. Por favor, permití que mí mamá y yo formemos una nueva vida y una hermosa familia”. No sé si fue mí parecer, mí locura o imaginación pero sentí como si en bajo vientre de mí ahora esposa latiera y se le pusiera la piel de gallina como si escuchara mí petición y aceptándola. Seguí bajando hasta la entrepierna de mí madre, me detuve frente a su vulva para admirarla. Se notaba ya húmeda, su olor era exquisito. Dirigí mis labios a los suyos y luego de unos besos, empecé a lamer su clítoris provocándole hermosos gemidos a la mujer que me parió. Ella me tomaba del pelo para que no separe mí boca de su vagina mientras se retorcía de placer. Mí labor continuó hasta notar esos espasmos vaginales que me dieron una hermosa acabada en la boca.
Mí madre estaba agitada pero eso no me detuvo. Me puse encima de ella y, con mí rostro aún con su squirt, la besé apasionadamente mientras mi mujer envolvía sus piernas en mí cadera para que nuestras pelvis se junten y nuestros sexos se unan nuevamente. Lentamente mí pene fue abriéndose paso entre los labios vaginales de la mujer que me dió la vida. En esta ocasión, el juego del mete y saca no era brusco, no era sexo desenfrenado; en esa ocasión nos entregamos al amor. Suavemente penetraba a mí madre y eso nos daba tanto o más placer que el hacerlo desaforadamente. Mientras nos abrazábamos y besábamos, mí mujer me marcaba el ritmo con sus piernas que aún envolvían mí cadera. Nuestro clímax se acercaba a cada embestida que daba, gemíamos, nos besábamos y sonreímos, nuestra conexión era total y, para no hacerlo tan largo, nuestro momento llegó.
Introduje lo más posible mí pene en la vagina de quién me había dado la vida intentando llegar lo más posible a la entrada del útero donde, años atrás, me había formado. Con mí madre nos miramos fijamente mientras vertía todo mí semen dentro de ella que ahora también era mí esposa. La conexión era tan fuerte que mientras mí miembro bombeaba mis espermatozoides su vagina tenía contracciones como de absorción.


Volvimos a sonreirnos y nos fundimos en un beso. No necesitamos más ajetreo, no hicimos poses raras, nuestra noche de bodas fue de entrega al amor entre mí madre y yo así que unidos nos dormimos.
Continuará...
Después de mucho tiempo y en el día de de la inmaculada concepción (dato que sólo importa para, en un fututo, saber cuando lo subí XD )
Después de más de un mes, y aunque no se cumplió lo solicitado, hoy les traigo una nueva parte de esta historia que, si bien la mayoría no comenta ni puntúa hay muchos que lo ponen como favoritos, así que por ese motivo, hoy paso a dejarles esta parte.
Espero que les guste y, de ser así, comenten y puntúen así, sé que sigue gustando y sigo subiendo más partes.
Sin mucho más que decir...
Les dejo esta hermosa parte...
Si no vieron el capítulo anterior:

Ahora sí, la parte VII:
De vuelta en la habitación nos fuimos a bañar, si bien esta vez fuimos juntos no hubo sexo sino un baño de amor, limpiándonos el uno al otro con mucha delicadeza y dedicación, nos secamos y así fuimos a dormir una siesta. Al despertarme y ver el cuerpo de mí madre en toda su majestuosidad, desnudo y a mí lado hizo que se encendiera el deseo en mí. Comencé a besarla por los pechos y fui bajando por su vientre hasta llegar a su monte de Venus. Liliana aún dormida, o eso creí, separó sus piernas para dejarme un mejor ángulo al comerme la vagina por la cual había salido hacía ya muchos años y volvía a entrar repetidas veces.

Estaba deliciosa, luego de las primeras lamidas segregó fluidos para darle más lubricación a la zona. Eso era buen indicio ya que su cuerpo reaccionaba al placer que le daba y no pensaba en dejar de dárselo hasta el final. Unos leves gemidos salieron de su boca, otro indicio de que iba por buen camino, luego posó su mano en mí cabeza demostrándome que ya estaba despierta, o casi, mientras suavemente dijo “No, no mí amor, vení…”. Como comenté varias veces, soy un hijo obediente y por ese motivo le hice caso. Me puse encima de ella y, lo más suave que pude, fui penetrándola. Al sentirme en su interior soltó un suspiro de placer mientras me abrazaba con sus brazos y piernas. Lentamente empecé el trabajo del vaivén, sus esbozos entre gemidos y suspiros me excitaban a más no poder pero intenté controlarme ya que no quería cogerla salvajemente sino quería hacerle el amor suavemente, no me lo dejó fácil pero pudimos llegar al punto donde nos fusionamos perfectamente, la respiración, los movimientos, habíamos vuelto a ser uno. Pasado un tiempo de nuestra “unión” ya no podía resistir mucho más y le susurré al oído “Mamá, ya no aguanto, voy a acabar…”, al escucharme, mientras me apretaba con sus piernas y brazos, respondió “Yo también mí amor, acabame adentro, deja tu semilla en mí y hagamos una nueva vida, quiero ser la madre de tus hijos”. Instintivamente nos besamos mientras introduje mí miembro lo más profundo que pude dentro de mí propia madre para depositar todo mí esperma en busca de su óvulo. Llegamos juntos al clímax y, mientras yo eyaculaba, tenía sus espasmos vaginales haciendo que succione más mí pene y semen para una mejor fecundación. Ya habiendo acabado separamos nuestros labios, nos sonreímos el uno al otro y entre besos nos decíamos que nos amábamos.



Tiempo después nos separamos y volvimos a ser dos. Me acosté a su lado y, ya muy relajados, nos volvimos a dormir. Más tarde me desperté por unas caricias que me daba mí madre mientras apoyaba su cabeza sobre mí pecho. Instintivamente procedí a acariciarla por su espalda.
N: Ma ¿Te puedo hacer una pregunta?
L: Claro mí amor, todas las que quieras.
N: ¿Qué hay de cierto en lo que me dijiste?
L: ¿En qué de todo?
N: En eso de querer ser la madre de mis hijos.
L: Bueno, eso es algo que me salió en ese momento.
N: Entiendo que te dejaste llevar pero a lo que voy es ¿Realmente querés eso?
L: … – Sólo se quedó callada mientras me seguía acariciando el pecho.
N: Dale mamá ¿Lo querés en serio sí o no?
L: Bueno… yo… sí… me gustaría.
N: ¿Sí? ¿En serio?
L: Sí boludo. Te amo y me encantaría una familia con vos. Si vos también querés, obvio.
N: Pero… entonces ¿Todavía podés?
L: Sí, todavía puedo, quizás sea muy complicado que suceda, por mí edad, pero aún soy fértil. Creí que lo había dicho en casa.
N: Sí, bueno, pero pensé que la estabas jodiendo a martu.
L: No mí amor, además, sino… ¿Por qué te iba a decir de usar condones?
N: Tenés razón, pasa que no me avivé de eso ya que lo tenía como algo automático.
L: ¿Estás bien? ¿Te molestó lo que te dije?
N: Sí ma. Perdoná, necesito pensar unas cosas – Le dije mientras me levantaba y vestía –. Necesito salir a caminar.
L: Bueno, vamos.
N: No, necesito ir solo.
Salí del hotel sin rumbo, no sé cuánto tiempo habrá sido, recuerdo que ya estaba oscureciendo cuando regresé. Al entrar en la habitación vi a mí mamá armando su valija hecha un mar de lágrimas.
N: ¿Qué hacés mamá?
L: ¿No ves? Las valijas, me voy.
N: Pero esperá ¿Por qué?
L: ¿No es obvio? Fue un error haber venido, haberme entregado así para tener el mismo resultado de siempre.
N: Mamá, tranquila. No entiendo nada ¿Me podés explicar?
L: Creo que no es necesario después de tu actitud de haberte ido como rata por tirante después de lo que te dije.
N: Mamá, no me fui escapando.
L: ¿No? Porque me pareció eso.
N: No mamá, es solo que…
L: ¿Qué? ¿Qué te arrepentís de estar conmigo? ¿Con una vieja? ¿Con tu madre?
N: ¡No! Para nada. Es que me agarraste de sorpresa, no me esperaba que dijeras esas cosas. Claro que me dieron ganas de escaparme dada la magnitud de la propuesta, pero fue solo por un instante.
L: Bueno, ese “instante” fue de casi dos horas…
N: No, ese instante fue antes de levantarme de la cama.
L: ¿Entonces?
N: Sabés que me gusta pensar las cosas tranquilo, intentar planificar. Necesitaba asimilar todo lo que me dijiste. No te olvides que no me separé aún.
L: ¿Me vas a decir que querés seguir con la puta esa?
N: No mamá, no es eso. Debo pensar bien las palabras y adelantarme con ella, sabés que es una manipuladora y actriz de primera. Entonces quiero tener todo planeado para cuando termine con la relación y que no me agarre de sorpresa.
L: ¿Y qué vas a hacer?
N: Ya vas a ver jeje.
L: Nahu, no me dejes con la intriga.
N: Es que si te digo pierde el factor sorpresa. Ahora, sacá las cosas de la cama que quiero acostarme con vos y abrazarte.
Esta vez la obediente fue ella, rápidamente retiró todos los bártulos, la abracé y nos acostamos. Nos dimos caricias y besos, amor del más puro, no solo como madre e hijo sino como marido y mujer. De tantas emociones en el día volvimos a quedarnos dormidos, esta vez abrazados en posición de cucharita.
A la mañana siguiente nos levantamos y, por insistencia mía, desayunamos rápido y fuimos a la playa. Como el día anterior nos dispusimos a caminar por la costa hasta que, a lo lejos, vimos gente armando algo. Nuestra curiosidad pudo más y nos acercamos a ver mejor, eran los preparativos para un casamiento, encontramos allí al guía espiritual (no sé si era cura, pastor ni de qué religión) el cual nos dijo que la ceremonia se iba a efectuar horas después.
L: Ay, que lindo.
N: ¿Qué?
L: Esto, el casamiento en la playa. Debe ser una mujer muy afortunada.
N: ¿Vos decís mamá? ¿A vos te gustaría algo así?
L: Sí, sería muy romántico.
N: No creí que te gustaría… bueno, entonces – dije mientras me arrodillaba sobre mí rodilla derecha y sacaba una cajita de mí bolsillo–. ¿Te casarías conmigo?
L: ¿¡Qué!? – Mí madre se sorprendió con la propuesta repentina–. Eh…
N: ¿Sí o no?
L: ¡SÍ! – Dijo de un grito y con sus ojos llenos de lágrimas–.
N: ¡Fantástico! Padre ¿Podría casarnos?
L: ¿¡Qué!? Pará ¿Ahora?
N: Sí mamá, ahora. Mirá, lo esencial está ya todo armado. Solo sería dar nuestro votos, la bendición y nada más…
L: Bueno pero no estamos con la ropa adecuada.
N: ¿No? Mirá… – Le hago una seña para que se vea el traje de baño, el cual era banco y tenía unos volados como detalle mientras que yo usaba un short negro–.
L: Ay… si serás… lo planeaste todo. Ya me parecía que no tenía una malla como está.
N:¿Estamos bien así padre?
El “cura” asintió con la cabeza y nos guió al altar. Sólo estaba colocado eso y algún que otro adorno, mientras nos preguntaba el nombre y sacaba su Biblia los operarios seguían armando todo para la verdadera ceremonia. No voy a narrarles todo lo que dijo porque era mucho, gran parte es sabido y tampoco entendía tanto el brasilero. Mí madre intentaba mantener la compostura pero no podía aguantar el llanto, luego dimos nuestros votos y nos pusimos las alianzas sellando la ceremonia con un beso. Mí, ahora esposa, no paraba de llorar de felicidad mientras nos retiramos, pobre, sus piernas temblaban de la emoción. Mientras volvíamos al hotel, me detuvo, envolvió mí cuello con sus brazos y me besó, la tomé de la cintura y nos fundimos aún más en nuestro beso. Me pidió seguir en la playa un poco más y así hicimos, nos quedamos todo el día allí hasta la llegada del atardecer.


De vuelta en la habitación nos tiramos un ratito en la cama y nos dormimos una siesta. Cuando desperté mí madre no estaba pero me dejó un mensaje diciéndome que había salido a comprar una sorpresa para mí, que me bañe y que, cuando ella volviera, iríamos a cenar. Ahora no sólo obedecí como hijo sino como el marido que soy. Cuando salí de la ducha mí, ahora esposa, entró feliz y apurándome para ir al comedor. Cenamos como el resto de los días, solo que se notaba que mí madre tenía un brillo diferente en sus ojos, su sonrisa hacía que ningún camarero/a pudiera dejar de mirarle y sonreírle de vuelta.
Al regresar a nuestros aposentos mí mamá se dirigió al baño, abrió la ducha y, desde dentro del baño, me pidió que la espere. Yo acaté sin chistar. Se escuchó el cierre del agua y, al momento de salir, comienza a sonar la marcha nupcial. Momentos después se abrió la puerta y ahí estaba ella, mí madre, mí mujer, vistiendo una lencería de novia con su tocado, zapatos de tacón, ligas y portaligas y una especie de sostén que no tapaba sus pechos sino que solo los levantaba pero dejándolos al descubierto, todo de color blanco, cómo corresponde. Sin dudas el vestido de novia más hermoso que ví jamás, y más hermoso le quedaba a mí madre. Me paré al lado de la cama, mí ahora esposa se acercó a mí lentamente como si entrara al altar. Frente a mí se detuvo, me sonrió y dijo “Hoy nos desposamos así que me parece que nos debemos nuestra ‘noche de bodas’”. Intentaba no sucumbir a mis deseos más primitivos mientras me hablaba pero me era imposible, tenía a la mujer más hermosa frente a mí.

En un arrebato de locura la tomé de la nuca con una mano y la besé mientras que con la otra envolvía su cintura para acercarla aún más a mí. La deposité con el mayor de los cuidados en la cama y, sin titubear, fui bajando con mí boca por su cuerpo. Me detuve en sus pechos, los cuales toqué, besé y chupé como si un niño fuera; seguí bajando y volví a detenerme en su panza, quizá lean esto y les resulte estúpido pero en voz baja y entre besos le dije al vientre de mí madre: “Hola mí primer hogar, te pido que recibas y albergues a mí hijo por nueve meses, como lo hiciste conmigo hace tiempo. Por favor, permití que mí mamá y yo formemos una nueva vida y una hermosa familia”. No sé si fue mí parecer, mí locura o imaginación pero sentí como si en bajo vientre de mí ahora esposa latiera y se le pusiera la piel de gallina como si escuchara mí petición y aceptándola. Seguí bajando hasta la entrepierna de mí madre, me detuve frente a su vulva para admirarla. Se notaba ya húmeda, su olor era exquisito. Dirigí mis labios a los suyos y luego de unos besos, empecé a lamer su clítoris provocándole hermosos gemidos a la mujer que me parió. Ella me tomaba del pelo para que no separe mí boca de su vagina mientras se retorcía de placer. Mí labor continuó hasta notar esos espasmos vaginales que me dieron una hermosa acabada en la boca.
Mí madre estaba agitada pero eso no me detuvo. Me puse encima de ella y, con mí rostro aún con su squirt, la besé apasionadamente mientras mi mujer envolvía sus piernas en mí cadera para que nuestras pelvis se junten y nuestros sexos se unan nuevamente. Lentamente mí pene fue abriéndose paso entre los labios vaginales de la mujer que me dió la vida. En esta ocasión, el juego del mete y saca no era brusco, no era sexo desenfrenado; en esa ocasión nos entregamos al amor. Suavemente penetraba a mí madre y eso nos daba tanto o más placer que el hacerlo desaforadamente. Mientras nos abrazábamos y besábamos, mí mujer me marcaba el ritmo con sus piernas que aún envolvían mí cadera. Nuestro clímax se acercaba a cada embestida que daba, gemíamos, nos besábamos y sonreímos, nuestra conexión era total y, para no hacerlo tan largo, nuestro momento llegó.
Introduje lo más posible mí pene en la vagina de quién me había dado la vida intentando llegar lo más posible a la entrada del útero donde, años atrás, me había formado. Con mí madre nos miramos fijamente mientras vertía todo mí semen dentro de ella que ahora también era mí esposa. La conexión era tan fuerte que mientras mí miembro bombeaba mis espermatozoides su vagina tenía contracciones como de absorción.


Volvimos a sonreirnos y nos fundimos en un beso. No necesitamos más ajetreo, no hicimos poses raras, nuestra noche de bodas fue de entrega al amor entre mí madre y yo así que unidos nos dormimos.
Continuará...
2 comentarios - Más allá de los Lazos VII
La idea es llegar a 800 puntos y 15 comentarios, mientras más rápido suceda más pronto subiré la siguiente parte.