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38📑Favor Vecinal

Romina, 29 años, madre soltera, curvas asesinas y una mirada triste. Había sido abandonada por su pareja con un hijo de cinco años y deudas acumuladas. Trabajaba por horas limpiando casas, pero ya no alcanzaba.

Una tarde, tocó la puerta de su vecino: Marcelo, 42 años, solitario, con fama de pervertido, que siempre se la quedaba mirando cuando salía a tender la ropa en short y remera ajustada.

—¿Qué se te ofrece, Romi? —preguntó él, con una sonrisa torcida.

—Necesito un favor… plata. Prestada. Lo que puedas.

Marcelo la miró de arriba abajo, saboreándola con los ojos.

—Sabés que no presto plata… pero podemos arreglar otra cosa.

Ella bajó la mirada, nerviosa. Ya lo había imaginado. Pero su voz no tembló:

—¿Y qué querés… por ese “favor”?

Él se acercó, la empujó suave contra la pared y le rozó el muslo.

—Vos. Ahora. Toda.

Romina asintió, tragando saliva. Se sacó la remera y mostró sus tetas naturales, grandes, caídas con dignidad. Marcelo se las chupó como un animal, lamiendo, mordiendo los pezones, jadeando como si llevara años sin tocar una mujer.

38📑Favor Vecinal



Después la arrodilló y le bajó el pantalón. Ella sacó su pija dura y gruesa y se la metió en la boca con ganas. La chupaba con desesperación, babeándose, metiéndola hasta la garganta.

—¡Sos una puta de lujo, Romina!

Ella no dijo nada. Solo gemía con la boca llena, lo mamaba como una profesional.

Después la tiró sobre el sillón, le abrió las piernas y se la cogió de una sola estocada metiendole su duro pene. Romina gritó, mojada, abierta, rendida. Él la cogia con fuerza, rítmico, dándole en lo más profundo de su vagina.

—¡Así! ¡Cogeme fuerte! ¡Dámelo todo!

La cambió de posición, la puso en cuatro, le escupió el culo y le metió la pija por atrás. Ella lloraba de placer, agarrada de los cojines.

—¡Por el culo no, Marcelo…! ¡No…! ¡Ahhh… sí! ¡Sí, me gusta, maldito!

Él se vino sobre sus nalgas y espalda, respirando agitado.

Romina se quedó tirada en el sillón, sudada, destruida, pero con una sonrisa.

—¿Cuánto me vas a dar?

—Todo lo que quieras… mientras sigas viniendo así.
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 “La oferta de Don Iván”

Dos días después de su primer “favor” con Marcelo, Romina estaba tendiendo ropa en el patio trasero, con una bata corta. El calor era insoportable… y su cuerpo también. Lo que no sabía era que alguien más la había visto.

Iván, 50 años, jubilado, viudo reciente, vivía en la casa de al lado. Desde su ventana del segundo piso había visto todo lo que pasó en lo de Marcelo. Cada gemido, cada grito… cada mamada.

Y esa noche fue a tocarle la puerta.

Romina abrió sorprendida.

—Iván… ¿pasa algo?

—Sí. Yo también quiero “ayudarte”, vecina. Pero a mi manera.

Ella lo miró seria por un segundo… y luego, con una sonrisa ladeada, lo dejó pasar.

Dentro, sin decir más, él se sentó en el sillón, abrió el pantalón y sacó su pija gruesa, más grande de lo que esperaba. Romina, sin vergüenza, se arrodilló frente a él, le agarró la base, y empezó a chuparla despacio, saboreando.

—¡Dios, Romina…! Sos una puta divina…

Ella se lo tragaba hasta la garganta, lo lamía por completo, babeaba su pija sin apuro. Iván la tomaba de la cabeza y le cogía la boca con ganas, gimiendo fuerte.

Después, la levantó y la llevó contra la mesa de la cocina. Le abrió la bata, le apretó las tetas enormes y le metió los dedos mojados en su concha.

—Estás más caliente que el infierno…

cogida




La penetró de pie, por atrás. Sus cuerpos chocaban fuerte, los gemidos llenaban la casa. Romina lo disfrutaba, apoyada con una mano en la mesa, mientras se tocaba con la otra.

—¡Cogeme, viejo! ¡Hacelo fuerte! ¡Me encanta cómo la tenés!

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Él la tomó de la cintura y se la montó como un toro salvaje. La dio vuelta, la subió sobre la mesa y la hizo cabalgarlo de frente. Romina brincaba sobre su pija como una furiosa, con las tetas saltando y el culo apretando cada embestida.

Después se inclinó y se abrió el culo con los dedos.

—Dámelo por ahí también… ¡quiero terminar empalada!

Iván la tomó en cuatro sobre el piso, la penetró por el culo, y le dio duro, hasta hacerla gritar de placer. Ella acabó tocándose la concha, y él se sacó justo a tiempo para acabar en sus tetas, la panza y el cuello.

Ambos jadeaban.

Romina, aún desnuda, lo miró y dijo:

—Ahora vos también sos parte del “club de vecinos”.

Iván sonrió.

—Y el barrio recién empieza a calentarse…


muy caliente

2 comentarios - 38📑Favor Vecinal

DnIncubus
Que rica la vecina, se parece a Sophie Dee
Evan_blake
La verdad nomas me lleve las pics, gracias