Hola, mi nombre es Beatriz.
Siempre he sabido que mi cuerpo llama la atención. Desde joven, los hombres me han mirado como si fuera un objeto, como si mi valor se redujera solo a mis pechos. He aprendido a vivir con eso, a ignorar las miradas y los comentarios, pero nunca me acostumbré..
Mi hijo, Lo crié sola, trabajando día y noche para darle todo lo que necesitaba. Lo vi crecer, lo vi convertirse en un joven. Pero algo cambió. Comencé a notar que sus miradas ya no eran las de un niño inocente. A veces, sentía que sus ojos se detenían en mi cuerpo, en mis senos, y me invadía una sensación de incomodidad que no podía explicar. Quise creer que era mi imaginación, que estaba siendo paranoica.
Una noche, estaba durmiendo en mi habitación. El cansancio del día me había vencido, y me había quedado profundamente dormida. De repente, algo me despertó.
Al principio, no entendía qué estaba pasando. Sentía unas manos sobre mí, tocándome de una manera que no debía ser. Abrí los ojos, y ahí estaba mi hijo. Sus manos estaban sobre mis tetas apretándolas con una fuerza que me hizo sentir asco y desesperación. Sus dedos se hundían en mi piel, como si quisieran poseerme, como si yo no fuera más que un objeto para su placer. Intenté moverme, pero estaba paralizada.
Sentí sus manos bajar hacia mis nalgas, apretándolas con la misma brusquedad, como si no importara que yo fuera su madre. Luego, sentí su boca sobre mis tetas, chupándolas y succionandolas como desesperado. Su saliva fría y sus labios húmedos sobre mi piel me provocaron náuseas. Intenté safarme pero el me sujetó con más fuerza.
Pero lo peor estaba por venir. De repente, sentí que me bajaba la ropa interior. Intenté resistirme, pero mi cuerpo no respondía. Estaba paralizada. Luego, lo sentí. Lo sentí sentía como su verga rosaba con mi vagina mientras nos movimos, estaba dura y erecta apuntando hacia a mi, y de pronto la metió por comoleto, cada movimiento beastial, como si llevara tiempo queriendo hacerme suya.
Continuo dándome por un rato encima de mi, ahí estaba yo con las piernas totalmente abiertas y el en medio gosando mientras seguía lamirndo mis pechos, cuando se detuvo, pensé que ya había pasado lo peor, pero me equivoqué. Me agarró de la cabeza y me acercó su verga, a la cara, dándome golpes en los labios con ella sin importarle mis lágrimas ni mis súplicas. El maquillaje de mis ojos se corrió, me tomó de las mejillas para abrirla y me metió su verga por completo a la boca, se veía que lo estaba gozando, ahí me tenía con la verga entera en mi boca mientras mis ojos lagrimeaban y me seguía apretando las tetas. Era como si mi cuerpo ya no me perteneciera, como si yo no fuera más que un objeto para su placer.
Pero aún no había terminado. Después de eso, me volteó boca abajo, separó mis nalgas, escupió entre ellas y me penetró de nuevo, esta vez por atrás. El dolor era insoportable. Lloraba y suplicaba que se detuviera, pero él no me escuchaba. Con mis tetas apretadas entre sus manos, con una fuerza despiadada, continuó, como si yo no fuera más que un objeto para su satisfacción. Me daba nalgadas y me decía que moviera el culo.
Y entonces, cuando pensé que ya no podía ser peor, me obligó a mirarlo. Me puso de frente a él, tomó su verga y lo colocó entre mis tetas para hacerle una rua. Sus manos apretaron mis senos con fuerza, y yo solo podía llorar, suplicar que se detuviera, pero él no me escuchaba ahí comprendí que me haba vuelto la puta de mi hjo. Finalmente me echó toda la leche en mi cara y mis tetas, me obligó a chuparle la verga de nuevo para que se la dejara limpia, salió de la habitación sin antes darme una nalga y un ultimo apr
etón a mis tetas.
Siempre he sabido que mi cuerpo llama la atención. Desde joven, los hombres me han mirado como si fuera un objeto, como si mi valor se redujera solo a mis pechos. He aprendido a vivir con eso, a ignorar las miradas y los comentarios, pero nunca me acostumbré..
Mi hijo, Lo crié sola, trabajando día y noche para darle todo lo que necesitaba. Lo vi crecer, lo vi convertirse en un joven. Pero algo cambió. Comencé a notar que sus miradas ya no eran las de un niño inocente. A veces, sentía que sus ojos se detenían en mi cuerpo, en mis senos, y me invadía una sensación de incomodidad que no podía explicar. Quise creer que era mi imaginación, que estaba siendo paranoica.
Una noche, estaba durmiendo en mi habitación. El cansancio del día me había vencido, y me había quedado profundamente dormida. De repente, algo me despertó.
Al principio, no entendía qué estaba pasando. Sentía unas manos sobre mí, tocándome de una manera que no debía ser. Abrí los ojos, y ahí estaba mi hijo. Sus manos estaban sobre mis tetas apretándolas con una fuerza que me hizo sentir asco y desesperación. Sus dedos se hundían en mi piel, como si quisieran poseerme, como si yo no fuera más que un objeto para su placer. Intenté moverme, pero estaba paralizada.
Sentí sus manos bajar hacia mis nalgas, apretándolas con la misma brusquedad, como si no importara que yo fuera su madre. Luego, sentí su boca sobre mis tetas, chupándolas y succionandolas como desesperado. Su saliva fría y sus labios húmedos sobre mi piel me provocaron náuseas. Intenté safarme pero el me sujetó con más fuerza.
Pero lo peor estaba por venir. De repente, sentí que me bajaba la ropa interior. Intenté resistirme, pero mi cuerpo no respondía. Estaba paralizada. Luego, lo sentí. Lo sentí sentía como su verga rosaba con mi vagina mientras nos movimos, estaba dura y erecta apuntando hacia a mi, y de pronto la metió por comoleto, cada movimiento beastial, como si llevara tiempo queriendo hacerme suya.
Continuo dándome por un rato encima de mi, ahí estaba yo con las piernas totalmente abiertas y el en medio gosando mientras seguía lamirndo mis pechos, cuando se detuvo, pensé que ya había pasado lo peor, pero me equivoqué. Me agarró de la cabeza y me acercó su verga, a la cara, dándome golpes en los labios con ella sin importarle mis lágrimas ni mis súplicas. El maquillaje de mis ojos se corrió, me tomó de las mejillas para abrirla y me metió su verga por completo a la boca, se veía que lo estaba gozando, ahí me tenía con la verga entera en mi boca mientras mis ojos lagrimeaban y me seguía apretando las tetas. Era como si mi cuerpo ya no me perteneciera, como si yo no fuera más que un objeto para su placer.
Pero aún no había terminado. Después de eso, me volteó boca abajo, separó mis nalgas, escupió entre ellas y me penetró de nuevo, esta vez por atrás. El dolor era insoportable. Lloraba y suplicaba que se detuviera, pero él no me escuchaba. Con mis tetas apretadas entre sus manos, con una fuerza despiadada, continuó, como si yo no fuera más que un objeto para su satisfacción. Me daba nalgadas y me decía que moviera el culo.
Y entonces, cuando pensé que ya no podía ser peor, me obligó a mirarlo. Me puso de frente a él, tomó su verga y lo colocó entre mis tetas para hacerle una rua. Sus manos apretaron mis senos con fuerza, y yo solo podía llorar, suplicar que se detuviera, pero él no me escuchaba ahí comprendí que me haba vuelto la puta de mi hjo. Finalmente me echó toda la leche en mi cara y mis tetas, me obligó a chuparle la verga de nuevo para que se la dejara limpia, salió de la habitación sin antes darme una nalga y un ultimo apr
etón a mis tetas.
0 comentarios - La puta de mi hijo (Betty)