PDB 20 Tiempo libre… juntos




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Compendio III


Debo reconocer que esta entrega no ha sido fácil de escribir.

Sin importar lo mucho que he disfrutado las lecciones de sushi con Cheryl, he notado otro antojo crecer en mí.

Durante la semana, me empecé a familiarizar con el ritual de dejar a Bastián en su escuela.

A medida que el sol liberaba su cálido brillo en la entrada de la escuela, los padres se arremolinaban para dejar a sus hijos. Ante la bulliciosa multitud, Isabella y Aisha destacaban conversando en la puerta de la escuela, vestidas en sus habituales vestimentas cautivadoras, entretenidas en animadas conversaciones. Me recordaban a las chicas lindas en mis años escolares, regalando miradas coquetas a los chicos apuestos y admito que me alegraban la mañana cuando esas dos me regalaban cálidas sonrisas prometedoras.

Pero a pesar del bullicio y las risas en el ambiente, Emma cautivó mi atención. Con una expresión determinada y cansada, cumplía su rutina matinal con discreción. Se despide con un tierno beso en la mejilla y un abrazo para su hija Karen. A veces, se fijaba en mí y me dedicaba unos cuantos aspavientos, pero eso no cambiaba su caminata presurosa hacia el Uber que la esperaba.

La costumbre diaria de Emma daba testimonio de su inquebrantable compromiso como madre soltera.

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Con el transcurso de la semana, me encontré mirando más y más a esta estoica y admirable mujer. Su autosuficiencia y humildad destacaban en demasía en contraste con la dependencia de algunas de las conocidas de mi esposa, cuya sujeción al apoyo de otros parecía opacar sus propias capacidades. La resiliencia y naturaleza aterrizada de Emma la hacían destacar, maravillándome la duda de por qué tan destacable mujer aún permanecía soltera.

Lo que más me sorprende es la personalidad coqueta y juguetona de Emma, una refrescante diferencia de las complejidades de los encantos enigmáticos de Isabella. Mientras que Isabella exuda atracción a través del misterio y la manipulación, la honestidad directa y el afecto genuino de Emma hacia su hija la hacen ver mucho más atractiva.

Por otro lado, la apariencia sencilla y la práctica visión de la vida hacen a Emma mucho más accesible y cercana. A diferencia de Isabella, cuyo estilo de vida afluente, que con choferes y sirvientes que atienden sus más mínimas necesidades han creado una barrera entre nosotros, la autenticidad y humildad de Emma rellenó ese vacío, facilitando una conexión mucho más amistosa y cooperativa que trasciende las normas sociales.

Resumiendo, encontré en Emma un espíritu afín: una mujer cuya resistencia, honestidad y calidez de corazón, similar al de mi ruiseñor, cautivaron mi corazón en una manera que la riqueza y sofisticación de Isabella nunca podrán. A medida que nuestra amistad ha germinado, no he podido resistir mis deseos de conocer más a Emma y ayudarla genuinamente en sus aflicciones, motivo por el cual, el martes pasado se me presentó mi primera oportunidad.

Esa mañana, a diferencia de otras, se quedó alrededor de la entrada, mirando su reloj impaciente.

Vestía una falda azul de algodón hasta la rodilla, que combinaba con una blusa color crema, ceñida hasta la cintura y complementado por un colgante de plata, que destacaba bien sus generosas curvas.

Pero dado que estaba fresco, vestía una ligera chaqueta beige para protegerse del frío, con algunas costuras en el cuello y puños, dándole un poco de elegancia a su vestir. También usaba unos mocasines, que le permitían moverse con mayor soltura.

Rubia Tetona

-         Buenos días, Emma. ¿Cómo estás?- pregunté alegre de al fin, tener la oportunidad de charlar un poco más con ella.

o  Hola, Marco. Estoy bien. Estoy bien. Solo que mi Uber se tuvo que marchar…- respondió, sonriendo desanimada.

-         ¿Vas al trabajo? ¿Estás atrasada? – consulté, interesado por poder socorrer a tan atractiva dama.

o  ¡No! ¡No! Es solo que… bueno, tú sabes… me gustaría volver pronto a casa. - señaló con un poco de vergüenza.

·        ¿Y por qué no te compras un auto? – Interrumpió Isabella, sin que nadie la invitara a nuestra conversación.

Como ya es costumbre de nuestra intrusa visitante, esa mañana vestía una minifalda negra ceñida, acentuando sus piernas esbeltas y la redondez de su retaguardia, complementada por una blusa de seda color perla bastante ajustada, con un drapeado elegante a sus curvas que claramente buscaba atraer la atención hacia su amplio pecho. Su magnánimo escote y sus mangas tenían detalles de encaje, que le hacían ver más refinada. Por supuesto, llevaba pendientes de aro de gran tamaño adornados con cristales brillantes que captan la luz con cada movimiento. Y para rematar, tacones de aguja para alargar su silueta, como si necesitase destacar aún más por encima de su impecable melena negra y sus labiales carmesí.

hacer el amor

 En fin, volviendo a la acción, Emma nos sonrió complicada…

o  ¡Me encantaría hacerlo, Isabella! Pero las finanzas no me dan abasto. Están los costos de la escuela de Karen y las cuentas de la casa…- comenzó a explicarle a quien no necesita una explicación.

-         ¿Quieres que te lleve? – La interrumpí.

Tanto ella como Isabella me miraron sobresaltadas…

·        ¿Qué? ¿Por qué la vas a llevar tú? - reaccionaron los celos de Isabella.

o  ¡Vamos, Marco! ¡No es necesario! – comentó Emma, enrojeciendo levemente sus mejillas.

-         ¿Sabes dónde vive ella? En Parkville.- le respondí a Isabella.

·        ¿EN PARKVILLE? – comentó Isabella a toda voz, al punto que tanto Emma como yo queríamos hacerla callar, dado que los otros padres nos miraban.

-         ¿Qué tiene de malo? Yo vivo en Fawkner.- exclamé, sin darle mayor atención.

Y antes que hiciera lo mismo otra vez, tapé su boca con la palma de mi mano.

o  No debes molestarte. Probablemente, te atrases en el trabajo. – comentó Emma en un tono lastimero.

-         ¡Claro que no! ¡Tengo mucho tiempo libre! – respondí riéndome.

Los ojos de Emma resplandecieron con entusiasmo…

·        ¿Cómo que tienes tiempo libre?– preguntó Isabella, liberándose de mi improvisado bozal.

-         Pues, sí. Pedí que me extendieran las vacaciones. ¿Recuerdas el día que me encontraste en el trabajo? Se suponía que debía haber salido mes y medio antes.

·        Pero… pero…- exclamó Isabella, al notar que apenas la miraba.

-         Emma, para mí, no es molestia.– proseguí, sin prestarle atención. – Siempre te veo correr y nunca puedo conversar contigo.

Todo su rostro se transfiguró en una cálida y humilde sonrisa…

·        Pero… ¿Por qué no me llevas a mí? – logró preguntar Isabella, con ojos que parecían a punto de ponerse a llorar de rabia y envidia.

-         ¡Por favor, Isabella! – exclamé molesto por interrumpir nuestra conversación. – Imagino que debes vivir aquí mismo, en Richmond y, además, tu esposo te tiene un auto con chofer. ¿Qué más quieres?

Dejé a Isabella molesta, taimada por “tener más dinero” que Emma. Pero mientras la tomaba del brazo y la llevaba hacia mi auto, Emma me miraba completamente cautivada.

o  Marco, no necesitas hacerlo. De verdad que no quiero causarte molestias. – insistía la humildad de Emma.

-         Emma, no es molestia cuando alguien te agrada y buscas complacerla. – respondí, abriéndole la puerta a mi camioneta.

Y aunque nos habíamos besado en varias ocasiones, nos mirábamos con cierta timidez, como si fuese nuestra primera cita juntos y fuésemos meros adolescentes.

Solamente, al abandonar las cercanías de la escuela y al llegar a nuestro primer semáforo en rojo, pudimos satisfacer nuestros cálidos deseos.

·        ¿De verdad tienes tiempo hoy? –preguntó ella, desabrochando algunos de los botones de mi camiseta, con una amplia sonrisa al dejar mis labios.

-         Bueno, tenía pensado usar la lavadora, dado que a mis hijas y a mi esposa nos falta ropa limpia y que la planche. Y claro, está el asunto de preparar el almuerzo… aunque no creo que se molesten si les llevo comida para llevar. – respondí en tono de broma.

Emma se rió y me volvió a besar.

-         ¿Qué hay de ti? – pregunté, sintiendo envidia que no pudiera desabrochar su blusa tan fácilmente como ella lo estaba haciendo con mi camiseta.

·        Pues, pensaba hacer las camas, dormir un poco, adelantar el almuerzo, venir a buscar a Karen e ir a trabajar por la tarde…- dijo ella volviendo a su asiento, dado que ya me tocaban la bocina por el cambio de luz.

-         ¡Qué bueno! – respondí alegre, al ver que los planes de ella no eran tan serios. – Entonces, no te molestaría si vamos a un motel, ¿Cierto? Podría comprarte algo para comer para ti y para tu hija.

Emma se rió deliciosamente.

·        ¡Nada me encantaría más!

(I’d love nothing more!)

Podrán imaginar, entonces, que estaba muy tentado de llevarla al Hyatt. Como les digo, una mujer como Emma se merece que la hagan gozar en un lugar así de elegante. Pero pienso que será para más adelante y cuando podamos contar con una noche entera.

Por esos momentos, igual quería llevarla a un lugar con clase, por lo que decidí llevarla al hotel donde solía ir con Sarah, mi antigua vecina.

El conserje me reconoció de inmediato al verme dado que, en esos años, fui un cliente un poco difícil.

Sin embargo, no sabía él cómo reaccionar con respecto a Emma que, si bien es muy atractiva y también rubia y voluptuosa, es completamente distinta a Sarah.

Aunque el hombre trataba de hacer su trabajo, tomando mi reservación, no paraba de contemplar a Emma, cuya inteligencia supo deducir mi situación.

·         No es primera vez que traes a alguien aquí, ¿Cierto? – preguntó ella, al interrumpir nuestro beso mientras yo cerraba la puerta de nuestra habitación.

-         No, era mi antigua vecina. –respondí, ansioso por volver a sus labios.

Nos besamos brevemente, hasta que la risa la embargó…

·        ¡Wow, Marco! ¡Me sorprendes! –comentó ella, aprisionándome por la cintura y acercándome hacia ella. – Tu propia vecina. ¿Quieres contarme cómo pasó?

Mientras las prendas de vestir iban escapando y la acorralaba hacia el dormitorio matrimonial, le fui contando a grandes rasgos cómo Sarah y yo empezamos a tener relaciones en tiempo de pandemia.

Para cuando la tenía en la cama, vistiendo un excitante conjunto de unos calzones y sostén blanco y rojo, como si se tratase de la ropa interior de una enfermera puta, su mano no paraba de masajear mi falo por encima del boxer, mientras reposábamos lado a lado, haciéndome morir por penetrarla.

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·        ¡Increíble, Marco! ¡No sabes cuánto me prendes! – me decía ella, meneando su mano de una manera fenomenal, aproximándola hacia su pubis.

-         ¡Emma, estoy que me muero por hacerte el amor! – confesé, conteniéndome con todo por la increíble paja que me estaba haciendo.

Pero para mi mayor martirio, paró su trabajo y se echó para atrás.

·        ¿Por qué dices eso? ¡Esto es solo sexo!

Mientras tanto, yo recuperaba el aliento, sintiendo que mi pene estaba punto de estallar. Tuve que girarme y darle la espalda. De lo contrario, y al verla tan seductora, mi dolor no iba a acabar.

-         Es que esto es distinto, Emma.-le respondí, contoneándome y sobándome con mi mano, con la intención de aliviar la presión en mi interior.

·        ¿Cómo? ¿Cómo es esto distinto, Marco? Yo no te amo. Y tú, ya estás casado con tu esposa.

Podía darme cuenta en la determinación de su voz que Emma tenía las cosas claras: que yo estaba emparejado con Marisol y que ella solo buscaba aliviar su calentura.

-         ¿Acaso no piensas en mí cuando estás a solas? – pregunté, cuando pude estabilizar mis testículos y mi pene a una presión más tolerable.

Emma enrojeció levemente…

·        ¡Claro que pienso en ti! –respondió ella con dificultad. – Es decir… eres galante… sexy… latino… y soy una mujer sola, viviendo con mi hija. ¡Tengo necesidades!

-         Pero hacer el amor es diferente…- le dije, volteando a verla y masajeándome más suavemente.

·        ¿Ah, sí? ¿Cómo es diferente? –preguntó molesta, siguiendo el movimiento de mi mano.

-         ¿Nunca has hecho el amor estando enamorada? – abrí mi corazón.

Se rió con nerviosismo…

Aun así, podía darme cuenta de que ella nunca lo había sentido.

·        ¡Por favor, Marco! ¡Claro que he tenido sexo! ¡He estado incluso con otras mujeres! ¿Acaso no lo recuerdas? –me miró ella con ojos desafiantes y una sonrisa burlona.

-         Es que esto es distinto. –insistí, ya mucho más estable, capaz de soltar mi falo, pero todavía permaneciendo hinchado. – No se trata solamente de satisfacer la calentura. Se trata de un hambre, por hacer sentir a tu pareja bien.

Ella volvió a reír…

·        ¡Eso se llama “buen sexo”! –exclamó con confianza y siempre altiva.

-         ¡No! ¡No es eso! – volví a insistir, tomando su mano. – Se trata de hacer sentir bien a tu pareja. De hacerle cuestionarse lo rico que sería embarazarla…

Mis palabras la llenaron de espanto y la hicieron tanto sentarse, como cubrirse con la sábana.

·        ¡No deberíamos estar haciendo esto! ¡Se sale de las reglas! – señaló ella, alzando sus barreras.

Tenía bastante claro las reglas a las que se refería (porque son las que me pongo yo mismo) y tenía una idea de cómo quebrárselas…

Mis labios y mi lengua la detuvieron en su huida…

-         ¡Déjame mostrártelo! ¡Seré bueno! - le supliqué, sometiéndome a su juicio.

Se mordió el labio, deseosa y tentada…

·        ¡Está bien! – aceptó, fingiendo“mala gana”. – Pero si vuelves a decir algo así, será la única vez que lo haremos…

No pude evitar rechistar ante su amenaza. Algo parecido me había dicho Hannah la primera vez que lo hicimos…

Se puso de pie y empezó a bajarse el calzón. ¡Era revivir el striptease de la junta de padres otra vez!

Mi pene se hinchó y se paró como un resorte. Emma no podía quitarle la mirada mientras intentaba ponerme el condón.

Y sus pechos, simplemente eran esplendorosos…

Quiero decir, no eran tan masivos como los de Cheryl, ni desafiantes como los de Marisol.

Estos pechos eran extremadamente carnosos, con unas tetillas chiquititas y discretas, con forma de biberón, como si alguien se hubiese olvidado de que Emma debía llevar pezones.

Nuevamente, se volvía a morder el labio, estática. Sabiendo que al fin se lo iba a meter…

Era la tensión del astronauta, previa a la cuenta regresiva…

·        ¡Debo decírtelo! – dijo ella, en los segundos previos al lanzamiento. – Durante las vacaciones, estuve con alguien más…

Sabía que era un disuasivo, para nublar mis sentimientos.

Solo sonreí.

-         ¡Yo también! – confesé, sonriendo con ternura, agradeciendo su honestidad. – Además de mi esposa, estuve con la hija de la mujer que traía acá…

Mi respuesta la desconcertó…

·        ¿La hija?

Nos miramos y nos reímos. Emma no sabía si le mentía o no y eso la cautivaba, reforzando sus deseos por explorar el sexo conmigo.

Se tendió arrodillada, en torno a mis muslos. Sus pechos, desde mi perspectiva, se veían incluso más espectaculares.

Al alzar mi falo con la mano, la hice estremecer. Simplemente, había rozado el contorno de su vagina.

·        ¡Ok, veremos! – dijo ella, antes de dejar caer su cuerpo…

(Ok, we’ll see…)

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Teníamos despegue…

A medida que iba avanzando, ella soltaba exhalaciones, entremezcladas con leves tintes de dolor.

Desde mi perspectiva, la encontraba sorpresivamente apretada, haciendo que cada centímetro ganado fuese una delicia…

Y cuando su avance se detuvo, dejando un tercio de mi miembro todavía afuera, sus pechos, pesados e indolentes, tuvieron una sola y majestuosa sacudida.

·        ¡Ok, eso fue un buen comienzo!– exclamó ella, cuando recuperó sus 5 sentidos.

(Ok, that was a good start!)

Pero en esos momentos, la deseaba con locura. Para su sorpresa, me incorporé y la hice reposar en la cama.

Empecé a menearme ansioso, como si quisiera metérsela entera…

·        Aghh… Aghh… ¿Qué me estás haciendo?

Me movía maquinalmente. Buscaba sus labios con desesperación, pudiendo sentir cómo resoplaba, buscando el aliento con ansiedad. Mis manos amasaban sus pechos, estrujándolos en su pleno esplendor.

Recuerdo que eran carnosos. Maleables. Extremadamente suaves, como los de mi ruiseñor.

Pero mientras me abalanzaba sobre ella, forzando sus muslos que apoyaban mi tronco, mi boca se había deslizado de la suya, avanzando torpemente por su mejilla, llegando a la altura de la oreja.

·        Aaaghhh… Aaaghh… ¿Qué me haces?... -preguntaba confundida, mientras yo lamía el lóbulo de su oreja.

Le di chupones esporádicos, sabiendo que la veta estaba cerca… que tenía que descubrirla…

·        ¡Oh! ¡Diooooos!- exclamó, cuando sintió su orgasmo.

Y ¡Eureka! ¡Encontré oro a la altura de su maxilar! Mientras que en Marisol está en su cuello y en Hannah, está en el lóbulo de su oreja, el punto de excitación de Emma está a la altura de su maxilar.

Me besaba con locura. Su boca literalmente me quería comer la lengua y sus piernas se enroscaban en torno a mi cintura.

·        ¡Sí!... ¡Sigue así, cariño!...¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios!... ¡Estás tan adentro!... ¡Ahhh!... ¡Me vas a matar!

Podía sentir sus rodillas presionando mi cintura. Ella no quería por nada del mundo que la sacara, ni mucho menos, que bajara mi velocidad, donde me movía como un tren, sintiendo el leve vientecillo cortar a veces mi rostro.

Sus pechos se mecían hacia adelante y hacia atrás, como si fueran gelatinas.

Emma gritaba de forma intensa, sintiendo cómo su útero descendía para recibirme…

·        ¡Oh, Dios!... ¡Oh, Dios!...¡Ahí!... ¡Ahí!... ¡Sí!... ¡Síiii!... ¡Empuja más fuerte!... ¡Dios!... ¡Más fuerte!... ¡Oh, Dios!... ¡Oh, Dios!... ¡Oh, Dios!

Y me dejé ir, prendándome de sus labios. Complementaba mi detonación con una leve sacudida.

Sus manos sudorosas se afirmaban de mis mejillas con fervor, sin intención de soltar mis labios de su boca, la cual besaba sobreseída.

Una vez que sus piernas se aflojaron y que sentía que ya no estaba eyaculando, fue que Emma paró de besarme.

PDB 20 Tiempo libre… juntos

·        ¿Qué me has hecho? – preguntó ella, sin poder parar de sonreír.

Le sonreí de vuelta y me perdí en sus ojos, recuperando el aliento, acariciando su rubia cabellera con cariño.

-         ¡Te lo dije! ¡Te hice el amor!– respondí simple y llanamente.

Empezó a sonreír, como si hubiese descubierto algo nuevo. Y fueron la intensidad de sus incesantes besos en agradecimiento que hicieron mi cuerpo reaccionar…

-         ¿Quieres hacerlo otra vez?

Ella soltó un leve quejido…

·        ¿Otra vez? – Preguntó ella con ese tono tan inesperado y pintoresco, de una sorpresa que te encanta.

La dejé que fuera arriba. Se veía estupenda.

Rubia Tetona

Sus labios hinchados y sus ojos cerrados, mientras mecía su cintura implacable eran maravillosos, sin olvidar de que, por fin, podía agarrar sus pechos y estrujarlos entre mis manos con completa libertad.

Emma es simplemente deliciosa. Exquisita. Sus nalgas se veían rotundas. Su vientre, delgado, plano y sin musculatura ni tatuajes. Su cintura,impecable.

Podía darme cuenta de que estaba fascinada conmigo. Aunque no podía moverme demasiado en esos momentos, el meneo de sus caderas parecía buscar qué tanto más podía avanzar dentro de ella, recibiendo un gran alivio.

Como les digo, la sentía apretada, pero no tanto como Cheryl, por lo que no creía que me hubiese mentido con respecto a estar con otro hombre. Sin embargo, me empezaba a dar cuenta que tal vez, el grosor de mi pene está sobre el promedio del australiano normal.

Pero, aunque sentía mucho placer y estaba disfrutando de estar con una belleza como ella, podía darme cuenta del paso del tiempo.

Simplemente, tuve que voltearla una vez más, para su sorpresa. Y es que si bien, ella había cabalgado a fondo, no podía meterme en ella como lo hacía yo, motivo por el cual cuando la empecé a penetrar, soltaba bufidos de gozo y entrecerraba los ojos en placer.

Quiso recrear nuestro primer polvo, enroscando sus piernas una vez más en torno a mis caderas. Pero esta vez, jugueteé con sus tiernos, pero hinchados pezones, doblándolos y causándole un poco de dolor mientras la besaba, logrando que pusiera sus ojos en blanco mientras acababa.

Cuando pude descansar y recuperar mi aliento luego del revolcón, me di cuenta de que eran ya la 1:26 PM.

-         ¡Debemos arreglarnos! ¡Los niños saldrán de la escuela! – le dije, soltándome de su abrazo.

·        ¿Qué? – preguntó confundida y casi sin saber dónde estaba.

hacer el amor

Me reí…

-         ¿Bastián y Karen?

Aun así, me miró confundida, sin saber qué pasaba. Nos metimos a la ducha, besándonos y acariciando nuestros cuerpos. Tanto ella como yo queríamos seguir jugando, pero nuestros hijos salen a las 3 PM.

infidelidad consentida

Cuando llegamos a la escuela, solo Isabella se dio cuenta que Emma y yo veníamos tomados de la mano.

Aunque sus ojos parecían querer matarme, tuvo el suficiente cuero duro para controlarse y no armar un escándalo en la escuela, aunque no le impidió para que llamase a mi celular más tarde y me expresara su descontento…

Pero mientras recibíamos a Bastián y a Karen, le pregunté a mi hijo si acaso su mamá pondría inconvenientes porque le comprase una promoción de hamburguesa para almorzar, dado que no había preparado almuerzo ni para mi esposa ni para sus hermanas y aprovechando de invitar a la señorita Emma y a su hija, antes de llevarlas a su casa, idea que a Bastián fascinó, porque aparte de compartir un poco más con su mejor amiga, es su comida favorita.

En cambio, cada vez que miraba a Emma, se mordía el labio, dándome a entender que esa sería la primera de muchas veces que compartiríamos la cama.


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1 comentario - PDB 20 Tiempo libre… juntos

eltrozo896 +1
Uff buenisimo
Falta Isabella
metalchono +1
Y en eso estamos. Gracias por comentar y por el apoyo.
metalchono
Queda una lección de sushi, pero ya debutó. Tengo que terminar de ponerme al día y lo publico. Gracias por comentar