PDB 21 58 días…




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Compendio III

Estoy consciente que debo contar sobre el sushi que Cheryl y yo compartimos durante el sábado, pero esto definitivamente tiene prioridad.

Desde nuestro encuentro con Emma el martes pasado, las cosas cambiaron bastante. Aunque se seguía despidiendo con un fuerte abrazo y un beso en la mejilla de su hija, ya no “se apresuraba tanto” al caminar de vuelta al Uber.

Más bien, ella se “aseguraba” que su hija entrase en la escuela y “daba la casualidad” que ella me divisaba contemplándola a la distancia. Me sonreía con su coquetería acostumbrada cuando me encontraba y cada vez que me saludaba, se mordía el labio como esa vez y recién ahí, caminaba de a poco hacia el vehículo que la esperaba, mirándome de cuando en cuando a medida que se retiraba.

Lamentablemente, no podía hacer mucho por Emma, puesto que mi hijo ha disfrutado esta rutina de dejarlo en la escuela. Verán, no se trata de que yo sea un padre ausente, pero a pesar de la cercanía que tiene Bastián con sus hermanas, ellas aun me celan bastante y ha sido durante esta breve instancia en que él y yo hemos tenido un acercamiento más profundo con respecto a sus emociones y pensamientos, disfrutando cada minuto que disponemos antes que suene la campana.

Pero todo eso cambió este lunes. Para mi sorpresa,tanto Karen como Emma cambiaron sus peinados habituales. Mientras que Karen se repartió su larga cabellera en 2 trenzas que colgaban tras sus orejas, Emma se había soltado el pelo y hecho un peinado completamente distinto, que favorecía la belleza de su rostro.

PDB 21 58 días…

Sin embargo, cuando Karen le preguntó a mi hijo qué tal se veía ella, mi hijo se mostró indiferente. Conteniendo mi sonrisa, le expliqué a mi hijo que cuando una mujer se arregla el cabello y pregunta a un hombre por su opinión, él siempre debe decir que se ve bien, ya que es muy importante para ellas.
Por otro lado, le expliqué a Karen que mi hijo todavía no está muy interesado en la apariencia de las niñas a su edad y que probablemente, él la encontraría que se vería mucho mejor si usara un casco o un balde en la cabeza, pensando que se vería como un caballero medieval, comentario que sí despertó la atención a mi cachorro.

Mientras me incorporaba a ver a Emma, sonriente por mis consejos paternales, me contemplaba tan coqueta como siempre.

-         ¡Buenos días, Emma! – saludé cordialmente.
o  ¡Buenos días, Marco! – respondió con timidez.

Y una vez más, como si fuésemos adolescentes, no nos atrevíamos a mirarnos…

o  Así que mañana va a llover, ¿Eh? – empezó a conversar conmigo, antes que fuese bruscamente interrumpida… como ya se ha vuelto su hábito, por nuestra conocida de melena azabache y labios carmesí.

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·        ¡Dios mío, Emma! ¡Qué hermosa te ves! – comentó Isabella, con un suspiro exagerado. -¡Te ves simplemente increíble con ese peinado!

o  ¿Se puede saber qué es lo que estás haciendo? – preguntó Emma, al sentir que Isabella la tomaba del brazo.

·        ¡No estoy haciendo nada! – respondió, aunque claramente la jalaba hacia el estacionamiento. – Solamente pienso que tú y yo debemos volvernos inmediatamente amigas.

o  ¿Por qué? – consultó Emma con una sonrisa cuestionable.

La pregunta tomó por sorpresa a Isabella…

·        Pues…tu hija y la mía se han vuelto más amigas…- exclamó luego de meditarlo un poco, para luego recuperarse en su actuación y añadir. – Además, es crucial para mi tener un círculo de amistades bien conectado, y teniéndote como amiga simplemente elevaría mi estatus social incluso más. Además, piensa en todos los eventos sociales que podríamos atender juntas, ¡Volteando las cabezas de los hombres al pasar! ¡Lo he decidido! ¡De ahora en adelante, tú y yo seremos amigas! ¡No te preocupes, amiga, yo me encargaré de ahora en adelante a llevarte a tu casa!

A medida que Isabella y Emma abandonaban la puerta de la escuela, el cálido aire de la mañana veraniega nos envolvía. A través del verdor rodeando la escuela de mis hijos, varias aves cantaban alegremente sus melodías, complementadas armónicamente por el gentil murmullo de las hojas de los árboles sacudidas por la brisa. Sin embargo, toda esa atmosfera relajante era bruscamente interrumpida por el ruido de los tacones altos de Isabella contra el pavimento.

A pesar del entorno sereno, el ruido de la conversación indiferente de otros padres llenaba el ambiente, el sonido mezclado con la rítmica bulla de los motores de autos en el concurrido estacionamiento. Isabella, con su presencia avasalladora, guiaba al grupo, mientras que la pobre Emma era incapaz de resistirse mientras iban conversando.

Al aproximarse al vehículo, bastó un gesto al chofer de Isabella para que este abriera la puerta, asintiendo respetuosamente las ordenes de su jefa. Y una vez que Emma entró en el vehículo, Isabella me miró a los ojos, con una extraña sonrisa victoriosa.

ü  ¡Qué mala amiga es Isabella! –comentó Aisha, quien no me di cuenta de que nos fue siguiendo silenciosamente.- ¡Empiezo a preguntarme si debería seguir siendo su amiga!

morena

Y mientras veíamos el vehículo marcharse, Aisha se volteó hacia mí y me preguntó:

ü  ¿Quieres venir a mi casa a desayunar?

Resulta ser que la casa de Aisha queda a unos pasos de la escuela.

Su imponente mansión exuda una comprensión elegante que refleja los gustos refinados y modestos de un cómodo estilo de vida. Ubicada en el contexto urbano, esta mansión de 2 pisos recibe a los invitados en un amplio salón con decoración de buen gusto. A través de él, los visitantes podían acceder a una espaciosa sala de estar, con sofás, sillones y enormes libreros invitan a la relajación y a la conversación animada; al segundo piso, donde una amplia escalera tipo caracol permitía un ascenso pausado hacia las instalaciones superiores; o al comedor adyacente, donde una amplia mesa estaba preparada para reuniones familiares, rodeadas de ventanas que inundaban el espacio con luz natural.

Al verme maravillado por la decoración y manteniendo esa aura de modesta dueña de casa, Aisha no tuvo reparo en darme el tour por su “modesta morada”. Y digo esto sin sarcasmo, dado que, a pesar de ser una familia pudiente, francamente, no hallaba grandes diferencias con respecto a la decoración en relación con la que mi ruiseñor y yo decoramos nuestro hogar.

Mientras ella subía las escaleras, contoneando deliciosamente las caderas, me encontraba cada vez más impresionado por el tamaño de la mansión. El segundo piso es enorme. Aisha me decía que al igual que abajo, contaba con 2 baños de visitas. Por el momento, el dormitorio matrimonial estaba a puertas cerradas…

Pero no así la habitación de su hija menor, Sophie, cuyo dormitorio está adornado con posters y stickers de sus personajes de caricaturas favoritos, los cuales pude reconocer con relativa facilidad. Una cama con una cubierta purpura invitaba al descanso de la joven dama, mientras que algunos juguetes, un set de té con algunos grandes peluches actuando como invitados, incitando al juego imaginativo y un precioso librero con coloridos y atrayentes libros, donde la avergonzada madre pasó varias horas enseñando a leer a su muy motivada hija.

Para mi sorpresa, su hija mayor, Calliope, ya cursa la universidad. Con un aura de cierta timidez, coquetería y picardía, Aisha confesó que se volvió una madre a muy temprana edad, de forma parecida a lo que me sucedió con mi esposa, con la diferencia que su marido no fue tan precavido como lo fui yo al momento de tener relaciones.

Pero, aun así, podía percibirse en el dormitorio de su hija mayor su naturaleza responsable y sus objetivos académicos. Una habitación limpia y bien organizada, con una cómoda cama, un modesto armario con espejo para su rutina de maquillaje diario, y un escritorio y un pequeño librero, con vastos tomos que resaltan su interés académico por la psicología femenina.

Un pequeño gimnasio permite al marido de Aisha mantenerse en forma, completo con una trotadora, pesas e incluso, una tina caliente para interiores, para mayor relajación tras un vigoroso entrenamiento. Al lado del gimnasio hay un sereno cuarto de relajación, donde un enorme librero estaba repleto de tesoros literarios, un televisor gigante para noches de películas, complementado con cómodos asientos, a cuyas espaldas se encuentran las ventanas colindantes a un amplio balcón, con vistas al paisaje urbano.

A medida que descendíamos hacia la cocina, no me pasó desapercibido que gran parte de la decoración se relacionaba con el mar: un par de modelos de embarcaciones a vela remataban las mesas en las esquinas, diseños de anclas en las paredes, cuadros con algunas embarcaciones, entre otros tantos detalles, se esparcían por cada recoveco común dentro de la casa.

Su cocina era simplemente maravillosa: una gran cantidad de estantes, tanto colgantes como a ras de suelo, creaban un ambiente espacioso y cómodo para cocinar. Los electrodomésticos de última generación dejaban a la imaginación las habilidades culinarias de Aisha. Incluso, una puerta sin uso aparente me daba la impresión de que llevaba una alacena para almacenar los víveres.

Pero fue en esos momentos a solas en la cocina que empecé a fijarme más en la agraciada figura de esa exótica dueña de casa.

Mientras buscaba la tarta de queso en el refrigerador y sacaba tanto tazas como platos de té de los diversos estantes, no pude resistirme a contemplar su voluptuoso cuerpo. Vistiendo un vestido de una pieza, similar al de la primera vez que la conocí, la forma de su amplio trasero y el movimiento gelatinoso de sus pechos estaba haciendo que mi cuerpo reaccionase portentosamente.

Incluso, al momento de beber su café, sus amplios labios morenos y sus ojos alegres, contrastados por el rubio de su cabellera, hacían propuestas que difícilmente podía aguantar.

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-         ¿Y en qué trabaja tu esposo? – pregunté, al ver que si bien, la presencia de un hombre en ese hogar era evidente, algo en el ambiente me decía de su ausencia.

ü  ¡Oh, él es capitán de un barco mercante! – comentó, enarcando sus cejas, mientras ella mordía un trozo de su pedazo de pastel con mucha delicadeza.

-         ¡Vaya! Debe irle extremadamente bien…- exclamé, muy impresionado.

Creo que fue el único momento donde ella se jactó de su riqueza, puesto que parecía que se le quemaban los labios por decirme cuánto ganaba.

Si bien el monto me impresionó, lo hizo porque jamás pensé que mi propio sueldo superase al de un capitán de navío, aunque solamente tuviese que dedicarle un par de horas a la semana a revisar proyectos y con completa libertad de conectarme cuando me diera la gana, siempre y cuando cumpliese con mis objetivos semanales.

Aun incrédulo, indagué más a fondo sobre el rubro de su esposo. Ella se reía, diciéndome que su esposo comerciaba maquinaria pesada entre Osaka y Melbourne, siendo un capitán de un carguero.

-         ¡Wow!¿Y cuánto dura la travesía de ida y vuelta? – pregunté, recordando los navíos petroleros que se veían desde la bahía en casa de mis padres, cuyas enormes moles parecían no moverse a más de 60 km por hora.

Aisha soltó un profundo suspiro…

ü  58 días…- respondió, mirándome claramente a los ojos. – 60 o más, si hay tormenta.

Cuando dijo eso, algo pasó entre nosotros.

Nos empezamos a besar insidiosamente. Mis manos palpaban ansiosos ese amplio trasero, imaginando las extensas noches de soledad que ella debió haber sentido.

Y si bien, al principio, sus manos se prendían de mis hombros, de a poco fueron bajando hasta mi cintura y entremedio de mis piernas.

Al sentir mi bulto, paró de besarme y se apartó de mí, para confirmar con sus propios ojos…

ü  ¿Sabes? Izzie no para hablar de ti todo el tiempo. Que no le prestas atención… que la tratas muy mal… pero ahora veo por qué está tan obsesionada contigo. - comentó ella, con una sonrisa deliciosa.

Y sin decir más, me desabrochó el pantalón. Soltó un suspiro y puso una sonrisa de felicidad incluso más grande que cuando le hablé desde el podio en la reunión de la junta de padres.

Sin poder contener sus manos, agarró mi bastón con un impresionante apriete y se puso de rodillas, a lamerme.

Su manera de chupar era alucinante. Me traía recuerdos de las mamadas que me daban Lizzie y Marisol luego de volver de la faena, tras una semana de ausencia.

Pues bien, podrán imaginar el placer que experimenté por una mujer que no lo hace durante 2 meses…

Su boca era increíble. Se quejaba, con gemidos nasales cada vez que se lo forzaba en la garganta. Pero a pesar de que a ratos la ahogaba, ella no me soltaba. Ocasionalmente, me mordía por los costados accidentalmente, pero cuando lo hacía, me miraba inmediatamente a los ojos, como si pidiese mi perdón.

No tenía dudas que no había comido otras que tuviesen mi grosor…

Pero podía darme cuenta de que quería que le follase la boca. Había algo en su manera de tragar ansiosa que me lo decía.

Incluso a ratos, donde la ahogaba y se la sacaba de la boca para que pudiese respirar, me la agarraba con las manos, le escupía encima, como si fuese una puta en una película porno, y volvía a tragársela, con mayor entusiasmo.

Eventualmente, no pude aguantar más y le acabé en la garganta. Como era de esperarse, fue una gran cantidad de leche para ella y aunque el sabor en sí no le disgustaba (se sacaba los salpicones de las mejillas untándose los dedos y lamiéndolos), una buena parte de mis jugos cayeron en sus morenos pechos y en parte de la pechera de su vestido.

ü  ¡Eso fue lo mejor! -  exclamó, limpiándose la boca feliz.
-         No, no lo fue. – respondí, plantándole un enorme beso.

Luego de sentarla de piernas abiertas sobre el mueble que sacó los platos, no perdía de vista mi pene, a medida que me ponía el preservativo.

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Ansiosa y sin tener claro qué iba a hacer, le di un profundo beso, mientras ella se prendía de mis labios y metí las manos bajo su falda, haciendo el quite a su calzón anegado, de la forma que a Marisol le vuelve loca.

Mi irrupción fue un tanto violenta, porque mi glande le costaba entrar e incluso, le causé un poco de dolor al forzarla.

ü  ¡Augh… es grande! – dejó escapar un suspiro.

Pero se sentía extremadamente bien. Quiero decir (Y créanme, que no es por comparar mujeres), que si bien había tomado a Emma casi una semana antes y ella había tenido relaciones durante las vacaciones; y que, durante los últimos fines de semana, he ido acostumbrando más y más a Cheryl a la forma de mi pene, lo que me hacía sentir Aisha pocas veces lo había experimentado.

Para mi sorpresa, sus labios vaginales eran mucho más grandes y gruesos, por lo que a medida que la penetraba, sentía la combinación entre una mamada y sexo.

Y por lo mismo, a medida que iba ganando terreno, Aisha se empezaba a desplomar cada vez más, dado que el grosor de mi falo estiraba sus tejidos más tiernos.

Pero a pesar de que la tenía clamando a los cuatro vientos porque la estaba partiendo, no podía resistir mis deseos por apreciar esas enormes tetas de chocolate.

Era mi segunda vez con una mujer de esa etnia, siendo la primera Celeste, la caliente mucama de Lucia, la tía de mi ruiseñor.

Sus pechos realmente se veían como pasteles negros, con grandes pezones que parecían de chocolate.

La hice desvariar de gusto cuando los mordí y me los llevé a la boca, puesto que le daba con más fuerza en la cintura al saber que al fin, podía involucrarme con una mujer casada, tetona y morderle,mascarle y chupetearle los pechos, sin que el marido cornudo se diera cuenta.

ü  ¡Ah! ¡Voy a acabar! ¡Voy a acabar!¡Ah! ¡Ah! ¡Uhn!- señaló ella, mientras yo la seguía machacando.

Nos besamos, porque yo casi seguía bombeando indiferente y le seguí bombeando y corriendo mano por un buen rato, hasta que no pude contener mis deseos por eyacular.

Para cuando me vine, ella se había corrido al menos 3 veces más.

Incluso su sudor exudaba un aroma distinto, erotizante, que me dejaba incluso más caliente de lo habitual.

ü  ¡Sigues duro! -  exclamó ella, sintiendo un poco de agradable dolor al menearse. - ¿No estás cansado?

Me reí…

-         ¡Claro que no! ¡Quiero hacerlo de nuevo!

ü  ¿De nuevo? – preguntó en ese tono que combina la excitación y la preocupación, que le queda bastante bien a mi mujer.

-         ¡Por supuesto que sí! ¡Es la primera vez que me acuesto contigo! – le respondí, acariciando sus cabellos. - ¿Hace cuánto embarcó tu esposo?

ü  Hace… 38 días…- respondió con timidez.

No pude evitar endurecerme al instante y ella también lo sintió.

La “forcé” por sacarla de ella (porque estábamos todavía bien pegados y ella no me quería soltar). Se impresionó a ver el enorme goterón de semen en mi preservativo de que, por el momento, yo no sabía dónde botarlo.

Sin embargo, me causaba un enorme morbo botarlo en el basurero de la cocina de forma descuidada, al saber que al cachudo de su marido todavía le quedaban 20 días más de viaje por las costas del pacífico.

Y fue de esta manera que la llevé a volandas de la mano hacia el segundo piso, donde el dormitorio matrimonial permanecía a puertas cerradas.

Más que preocupada por mancillar la santidad del lecho matrimonial, Aisha no le perdía el ojo a mi hinchado miembro, mientras yo abría con completa autoridad la puerta del dormitorio.

El ambiente aportaba una morbosa atmósfera tranquila: Una enorme cama tamaño “King” cubierto con unos lujosos lienzos impecables. Por el costado, un boudoir discreto, que solo imaginarla preparándose para acostarse me excitaba terriblemente, vistiendo un camisón o una pieza delicada de vestir que no logra cubrir su generosa figura.

Pero lo que sin lugar a duda daba mucho más morbo eran las fotos familiares que adornaban las paredes. El marido de Aisha se veía caucásico, quizás un poco más bajo que yo, pero con brazos mucho más marcados y una cintura más delineada.

No obstante, la pieza que me causó mayor excitación era una imagen de Aisha junto con su hija mayor. Obviamente, no conocía el contexto de la imagen, pero mientras Aisha salía vestida más formal, Calliope vestía más normal, con jeans, una polera blanca demarcando su amplio pecho y una chaqueta de mezclilla, destacándose una figura semejante a la de su madre,solo que en un tono levemente más rosáceo.

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Insisto, sin darse cuenta de dónde estábamos o lo que hacíamos, Aisha se había desnudado casi completamente, exceptuando su cautivador calzón de encaje y contemplaba mi miembro hinchado con genuina hambre. Sin que yo se lo pidiera, se agachó y empezó a mamarla sin reposo.

PDB 21 58 días…

Siendo sincero, quería cogérmela en la cama, fantaseando si acaso en 20 días, podría volverla una puta antes que volviera su esposo. Quiero decir, literalmente lucubraba que, con Cheryl, bastaron solo 3 semanas para que tuviésemos relaciones. Un mes, si ahora consideraba que se lo estoy haciendo a pelo y con ella, tomando anticonceptivos como si fueran caramelos.

Y, aun así, con solo hablar menos de una hora en total con Aisha, no solamente la tenía mamándomela automáticamente sin que se lo pidiera, pero también le había echado un polvo con condón en la cocina, algo que a ella pareció no importarle las precauciones.

La acosté en la cama y la abrí de piernas. Sí o sí tenía que sacarle el calzón, dado que estaba completamente mojado.

Me agaché un poco y le di un chupetón en su sexo, haciendo que se distendiera de placer y la veía muy contenta, al verme poner el 2ndo condón.

Al igual que Marisol, Aisha estaba completamente depilada, algo que realmente no me importaba, puesto que el contraste entre el tierno rosado de su vagina con la oscuridad de su piel me resultaba extremadamente llamativo.

Al empezar a penetrarla de nuevo, soltó un quejido de gozo. En esta oportunidad, ya era mucho más fácil avanzar en ella. Agarraba sus hinchados pezones color chocolate, mientras que ella se afirmaba de la funda de la cama por encima de su cabeza, disfrutando cómo el padre del enamoramiento de su hija más joven la penetraba sin contemplaciones.

Sus musculosas piernas, cuyos delicados tobillos se acomodaban en torno a mi cuello, le brindaban un suculento dolor adicional, al tener que tensarlos por sostener mi cuerpo. No tenía duda que cuando a Aisha le diera por el culo, sería una sensación monumental, dado que sus piernas fibrosas y redondas nalgas se sentían increíbles al tacto.

Sin embargo, quería disfrutar viendo a esta diosa de ébano gozando sobre mí. Su figura exquisita se erguía majestuosa, con sus preciosos pechos oscuros contoneándose con cada fuerte embestida que ella me daba. Su rostro placentero disfrutaba cómo la iba penetrando, sin una pizca de remordimiento, con un rostro beneplácito que reflejaba su gozo por ser mujer.

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Por un momento, pensé si sería hábito de Aisha de traer muchos hombres a su hogar y hacerles experimentar de esta manera. Sin embargo, dada la estrechez de su cavidad vaginal y del regocijo singular al sentirme palpar su útero, me hacía creer que probablemente, era su primer amante de muchos.

El orgasmo que compartimos fue esplendido. Definitivamente, le di una buena rutina de cardio antes que me hiciera acabar. Ella, exhausta, se tendió sobre mi torso sudado mientras nos besábamos.

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No obstante, a los pocos minutos, probablemente porque es algo que disfruta mucho, se desmontó de mí, me sacó el condón y empezó a mostrarme su agradecimiento con sus labios.

De mala gana, tuvo que contestar su celular, dado que disfrutaba sentir mi falo en sus labios.

ü  ¿Aló?... ¡Hola, Isabella!... ¡No, lo siento! ¡No te perdono porque estés pérdida en Parkville!... ¡No!... ¡Lo siento! ¡Es una actitud de amiga de porquería!... (me miró con una sonrisa maliciosa) … ¡No! ¡No sé dónde está tu novio!... ¿Por qué debería importarme si se juntó con Cheryl? ¡Yo no estoy enamorada de él!... ¡Lo siento, pero debo dejarte! ¡Estoy muy ocupada con “algo grande”!... (comentó, mientras estrujaba mi falo y se relamía los labios) ... ¡No puedes decir que soy una mala amiga, si tú misma me dejaste en la mañana sola!... (Me volvió a mirar a los ojos con malicia)… Querida, si sigues con esa actitud, me obligarás a buscar amigos por otras partes… incluso, tengo mis ojos puestos en un “enorme amigo” … (sentenció, mirándome a los ojos sonriendo y mordiéndose la lengua) ... ¡Nos vemos luego!¡Adiós!

Y siguió lamiéndome, agradada de mi sabor.

Pero una vez más, el paso del tiempo proseguía inexorable. Y, aun así, quería echarle un último polvo antes de irme.

Así que la fui besando hasta llevarla al baño. Cómo será que los 2 estábamos mutuamente calientes por el otro, que a Aisha no le causaba ningún reparo sentir mi pene hinchado sobre su ombligo.

Y en la ducha, lo hice de la manera que fascina a mi ruiseñor.

Uno de los beneficios de la rutina que llevo en el gimnasio es que fortalecí considerablemente mi tren superior y mi espalda, dado que sufría mucho de dolor de la cintura, por estar digitando en el computador por largas horas.

A Marisol, la vuelve loca porque, aunque la sigo apoyando en mis brazos, su peso entero es sujetado por su sexo gran parte del tiempo, haciéndole sentir que mi penetración es mucho más intensa.

Aun así, tiene su técnica para sujetarse, dado que el más mínimo traspié de ambos, podemos lastimarnos de forma irreparable.

Pero afortunadamente, el piso de la ducha de Aisha tenía goma antideslizante, por lo que se minimizaban considerablemente los riesgos de un accidente.

Gracias a su condición física, la experiencia fue mucho más intensa para ella dado que, al tensar sus piernas por encima de mi antebrazo, su vagina quedaba mucho más expuesta a mis embestidas.

A diferencia de mi ruiseñor, con quien lo hemos hecho varias veces y nos besábamos cariñosamente disfrutando del placer, Aisha solamente se dignaba a soltar bocanadas y quejidos, mientras la clavaba a la pared.

Y cuando me vine, fue maravillosamente rico, dado que apoyé mi cara en esos enormes pechos morenos que, con el agua caliente y el roce de la contienda, lucían y olían mucho más lascivos que de costumbre.

La pobre dueña de casa quedó tan agotada, que tuve que cargarla hacia el excusado para que recuperase sus fuerzas. Mientras tanto yo, siempre pendiente de la hora, tuve que deslizarme prácticamente desnudo a través de la mansión, dado que todas mis ropas habían quedado en la cocina.

Luego de vestirme, comer el resto de mi pastel y beber mi café helado, me dirigí hacia la puerta, donde fui gratamente sorprendido por Calliope.

Vestía unos jeans ajustados, con una blusa blanca y una chaqueta de mezclilla que dejaban ver su enorme escote. Sus cabellos rizados y esparcidos alocadamente contrastaban mucho con el look mesurado de su madre.

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§  ¡Hola! ¿Quién eres? – preguntó con una gran sonrisa, para alguien que se encuentra con un desconocido saliendo de su cocina.

-         ¡Hola!¡Mi nombre es Marco! ¡Soy el padre de un amigo de tu hermana! – respondí, ofreciendo mi mano.

Ella se rió coquetamente ante mi extraña presentación…

§  ¡Oh!... Hola, Marco, padre del amigo de mi hermana…- repitió mi presentación riéndose. – Mi nombre es Calliope. ¿Qué haces aquí?

Di un suspiro complicado y no pude evitar mis impulsos de mirar hacia arriba, hacia el dormitorio matrimonial.

-         Pues, vine a dejar a mi hijo a la escuela, tu madre me ofreció desayuno…y…

Sus ojos se dilataron en sorpresa. Pero su mirada cambió drásticamente…

§  ¡Wow, mamá! ¡Buen trabajo! – dijo, mirándome de cabeza a pies. - ¿No te puedo interesar en “algún postre”?

Honestamente, no me lo podía creer. Calliope es bellísima. Debe tener unos 20 años, a lo sumo, siendo que su madre no aparenta más allá de los 35 años.

Y, aun así, parecía tan calentona como su madre.

-         ¡Lo siento, pero estoy atrasado! ¡Debo ir a buscar a mi hijo a la escuela!

§  ¡Ya veo! – respondió Calliope con desilusión. – Pero bueno, ya sabes dónde vivo… por si me necesitas.

Su respuesta parecía una sugerente invitación.

-         ¡Créeme que lo tendré en consideración! ¡Adiós, Calliope!

§  ¡Adiós, Marco, padre del amigo de mi hermana! – se despidió ella de mí sonriendo.

Eran las 2:45PM cuando llegué a la escuela.

·        ¿Dónde estabas? ¡Te estuve llamando toda la mañana! – Me reprendió Isabella muy enfadada.

-         Estuve descansando. Dejé mi teléfono en la camioneta. – respondí con honestidad.

A los pocos minutos, llegó Emma, que me miró lastimosamente por habernos perdido la mañana juntos.

Pero a los 5 minutos, llegó Aisha con un nuevo atuendo: una falda midi, con una camiseta escotada y una chaqueta de mezclilla, además de botas.

·        ¿Qué pasó con tu ropa? – preguntó Isabella, extrañada.

Sin querer, Aisha me dio una mirada.

ü  ¡Nada, que me he manchado! -respondió ella, manteniendo su tono de indignación, como si siguiese molesta por el desaire que le causó Isabella.

Aun así, la intuitiva Emma se dio cuenta de su imperceptible gesto y tras mirarme, para confirmar su impresión, decidió romper el silencio.

o  ¡Amiga!– Exclamó Emma, tomando el hombro de Isabella y sobresaltándola. – Agradezco mucho tu ayuda y que me consideres tu amiga. Pero sigo creyendo que es una responsabilidad inútil para ti que vayas a dejarme a casa, porque aparte que te perdiste en el camino, yo aun necesité conseguir un transporte para venir a buscar a Karen. Además, no es mi intención de interrumpir tu amistad con Aisha y no quiero abusar de tu bondad.

Isabella, sorprendida por la cooperación desinteresada de Emma, realmente se conmovió.

·        Pues…yo solo trataba de ayudarte. No fue mi culpa que nos perdiéramos.

Y al escuchar a Emma, Aisha se calmó.

ü  Emma, reconozco que he sido un poco injusta con mi amiga. Pero tienes toda la razón. Me gustaría mucho que tú y yo también fuésemos amigas, si no te molesta.

o  Por supuesto que no, Aisha. Me honras con tu confianza.

Y aun así, Emma sospechaba de mí…

·        ¿Por qué tengo la impresión de que tú tienes que ver en todo esto?

************************************************************************************
Y en casa, conversando con mi ruiseñor, me hizo ver que, si sigo así, podría acostarme al menos con una mujer diferente cada día de la semana: ver a las apoderadas de las amigas de Bastián o a su profesora durante la semana, ir a la pastelería donde trabaja Doris y“servirme” cualquiera de los pastelitos que trabajan ahí (que también, tengo que hacerme el tiempo para narrar); o bien, puedo ir a visitar a nuestras antiguas vecinas y pegarme un revolcón con Brenda o con Sarah.

Sin embargo, le comenté a Marisol que la única que tengo en la mira ahora es dominar a la exuberante Isabella y hacer que me entregue su cola, algo que puso extremadamente fogosa a mi cónyuge.

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3 comentarios - PDB 21 58 días…

eltrozo896 +1
Muy buen relato
Marcos tu objetivo ahora es revolverle bien los fideos a Isabella. Tenes que dejarle el orto como una flor a la HDP
metalchono
En eso estoy. Es complicado, porque no puedo apartarla de la servidumbre, pero ya estoy cavilando algo para robármela por un par de horas.
Aceby2 +1
Tus relatos Son increíbles y merecen mucho más puntos.. sin embargo como los nombres son totalmente diferentes uno no sabe cuando pertenece a la saga, y eso. Te merma puntos y seguidores..
metalchono
Agradezco el sentimiento, pero lo hacemos más por diversión. Nos da una chispa de romance y ansiedad que nos encanta. Por ese motivo, no anunciamos cuando posteamos, para sorprender al lector parecido a como nos pasa.
Aceby2 +1
Puedes hacer. P ej: Australia 221- quieres probar mi sushi IV... Australia 222 - 58 dias
Así la gente se prende de la historia y está pendiente cuando sale el siguiente capítulo.. Espero. Esto te aporte 😉😉😉😎
metalchono
Creo entender lo que dices y creo que ahora lo pude arreglar: si te fijas, todos los relatos de este último tiempo tienen en el titulo "PDB" (Padre de Bastián), porque así los he almacenado en el 3er compendio y he habilitado los links. Aunque claro, como pasó ahora, que Marisol agregó el relato de lo que nos pasó hoy, lo hizo con el thumbnail de Sailor Jupiter. De verdad, agradecemos tus sugerencias.
Aceby2 +1
@metalchono buenísimo! Voy a verlo de una... Saludos a Marisol y sigan siendo increíbles!
metalchono +1
Y bueno, cómo te darás cuenta, cada vez que posteo algo, te aviso por un comentario. Nuevamente, gracias por comentar.