El pediatra bien dotado 2- Fe de Erratas

Mario, el pediatra de mis hijos, es un hombre muy apuesto y sabe cómo darle placer a las mujeres, en particular a alguna madre de sus pacientitos.
Soy una que disfrutó con él, en su consultorio.
Quedó abierta la posibilidad de nuevos polvos entre los dos.
En principio me avergonzaba de no seguir viéndolo sólo como el médico de mis hijos, sino como un hombre bien dotado y desear su verga.
No duró mucho la vergüenza.
Un día, llevé a uno de los nenes, a su consultorio, sin que ningún malestar que lo justificara. Como supuse se dio por aludido y, al despedirnos:
-Inés, mañana a las cinco en mi otro consultorio, tengo muestras gratis de remedios para el nene y….. para vos también, si querés- me susurró al oído
-¡Dale! ¿Dónde queda?-
-En Viamonte 2xx5. Te espero-

Al día siguiente, salí unos minutos antes de la oficina, previo aviso telefónico de que tardaría un par de horas en llegar a casa.
Debajo del vestido de trabajo, discreto (pero fácil de sacar), llevaba corpiño y una lycra less, ambos negros.
El taxi, me dejó en la dirección señalada.
Es un albergue transitorio, un telo. Ahí estaba Mario, esperándome.
Nos miramos con ojos llenos de lujuria, me dio un beso en los labios:
-Vení, mamita, reservé un turno de 2 horas-
-¿Para los remedios? ¿No es mucho?-
-¡Nooo…. Seguro que no! Tengo un rico “chupete” para vos-
Apenas entramos a la habitación me dio un beso en la boca, y:
-Disculpame un ratito- me dijo y enfiló para el baño.
No cerró la puerta. El ruido de orina chocando con el agua del inodoro, no me pareció de mal gusto, me trajo a la mente, la imagen, no desconocida, de la “manguera” sostenida por la mano de mi pareja del momento y, también, comezón en el entrepiernas.

Ya de regreso, junto a mí, me besó de nuevo, me acarició con la lengua el cuello, mientras sus manos expertas aflojaban el cierre del vestido para, enseguida, sacármelo.
Tras el vestido, cayó al piso el corpiño.
Caigo de espalda sobre la cama. Sus labios me besan con pasión, sus manos manosean mis senos. Enseguida su boca y su lengua están en mis tetas, las mordisquea y las lame, me hace gemir.
Labios y lengua, bajan, pasan por el ombligo hasta mi pubis, aparta la tanga con los dedos, lame la choca, besa y lengüetea el clítoris… Me enloquece de placer. Finalmente, pierdo mi tanguita negra y, desnuda, disfruto su lengua, labios recorriendo mi concha y dos dedos dentro de ella, moviéndose buscando mis puntos de placer.
Gozo del primer orgasmo de esa tarde. Creo que, jamás mi cachucha, estuvo tan mojada.
Se da cuenta que me hizo acabar.
Se pone de pie, me mira fijamente, afloja el cinto, baja la cremallera y el pantalón, deja a mi vista su bóxer hinchado (la tela parecía a punto de desgarrarse) por su vergota erecta.
En esta ocasión el bóxer es negro. En la “trampa” en el consultorio era blanco. Los dos de la misma marca.
- Dame mi rico chupete, corazón – le digo, con una mano sobre el bulto.
Bajo de la cama, me arrodillo y con su ayuda, cae el calzoncillo al piso. Comienzo la mamada por los testículos, luego lamo todo el largo, acaricio con mi lengua el glande enorme que ya está lubricado. Me lo meto en la boca, lo chupo, mientras mis manos acarician bolas y el tronco cada vez más duro.
Como la otra vez, con mi cabeza entre sus manos, impone el ritmo de la mamada. Tampoco esta vez me llena, de semen, la boca. Me saca el miembro de la boca y, de nuevo, caigo de espaldas sobre el colchón y se arrodilla entre mis piernas abiertas de par en par.
Una mano acaricia la chocha, se entretiene en el clítoris, la otra apoya la cabeza de la verga a la entrada de mi sexo:
-¡Dámela por favorrrr!- alcanzo a murmurar.
Siento que su garcha dura, caliente y gruesa se abre paso dentro de mí. Es la primera penetración y ya estoy vibrando de placer.
- ¿Te gusta esta pija, muñeca?-
- ¡Qué rica pija tenés, cogé, dale…!-
Su deliciosa verga, entra y sale. Tiemplo, disfruto y grito.
Mientras la mete y saca, con fuerza, me manosea con ardor. Deslumbrada de placer, alabo su habilidad venérea, le pregunto si así coge a su esposa. Se jacta:
-¡A ella y…. a varias mamitas, como vos! -
Sigue bombeando con ritmo y deleitándome, acabo un par de veces y:
–¿Dónde querés que te deje la leche, mamita hermosa?-
-¡Donde quieras, amor! – .
Intensifica el bombeo, las embestidas sacuden mis tetas manoseadas, siento el espray de semen dentro de mí.
Nuestros orgasmos son estruendosos y casi simultáneos.
Acostados, lado a lado, mi vagina chorrea semen. El muy puerco, moja su dedo y lubrica el agujerito de mi ano.
-En un rato, esta, va por el de atrás- sacudiendo la verga, sin vigor.
-El de atrás lo guardo para casa- replico y me voy para el baño a higienizarme.
De regreso veo, en el suelo, su bóxer negro. Lo recojo y se lo muestro:
-¿Sólo usas estos calzoncillos? La otra vez era blanco.-
-Sí. Son de marca y los venden por packs de tres de colores variados. Más de 100 dólares el pack.-
La miro, a la prenda, con atención y leo la marca, en letras grandes mayúsculas: TOMMY HILFINGER.
“¿Qué leí, allá, en el consultorio?- pienso y recuerdo que, obnubilada por la calentura, había “visto”:
HILLFINGER TOMMY. y traducido al castellano “Dedo en la colina Tommy” y había pensado que escondía ¡Flor de dedo = verga!.
¡Nada que ver!
¡Que disparates les puede inducir a una, la perspectiva de una buena verga!
Es el nombre del fundador de la empresa de ropa, masculina y femenina.
En el resto del turno, el pediatra, me empachó de placer, pasión y esperma, con dos nuevas cogidas
Fue otro encuentro con lujuria sin límites.
Me temo que, ya, es mi otro macho dominante. (Me va a coger, cuando quiera)
El primero, sin dudas es Carlos, mi marido.
En casa a la noche, Carlos, “gatillado” por el relato de mi segundo round con el pediatra, me “empomó” ardiente e impetuoso con una pasión superlativa, que muy pocas veces disfruté, con él o con otro.
Nos amamos y me encanta complacerlo.
Él también tiene, a partir de un par de días desde mi segunda trampa con Mario, el pediatra, sus calzoncillos TOMMY HILFINGER.
Como no usa boxers sino slips, le regalé un pack de estos. Colores: negro, blanco y rojo.


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