100 lugares donde tener sexo. Capítulo 24

100 lugares donde tener sexo. Capítulo 24

100 lugares donde tener sexo es una serie de relatos que tiene como fin ampliar las opciones del lector, ayudándolo a encontrar un nuevo universo de oportunidades en donde disfrutar del sexo. Es necesario para ello aclarar que cuando hablamos de sexo no nos referimos solamente a la penetración, sino que también incluimos sexo oral, sexo verbal, toqueteo y todo lo que pueda calentarnos y excitarnos. Espero que lo disfruten y que los ayude a ampliar sus márgenes de placer.

CAPITULO 1

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Capítulo 24:
   Sentía sus labios recorrer mi cuello y sabía que no íbamos a frenar si seguíamos con eso. Notaba el calor de su cuerpo recorrer el mío y yo me dejaba llevar por sus movimientos que me volvían loco. Comenzó a bajar lentamente y cuando miré hacia abajo pude ver su cabellera de color negro desde arriba. Levantó la mirada y me sonrió feliz desde allí, haciéndome saber que no íbamos a perder el tiempo y que la íbamos a pasar muy bien. Comenzó a desabrocharme el cierre del pantalón mientras yo miraba hacia ambos lados de forma rápida y metió su mano para sacar mi pija, la cual ya estaba completamente dura. Levantó una vez más la mirada, me sonrió y dejó que la magia saliera.
   Me llamo Ignacio, tengo 23 años y amo la joda y divertirme. Desde pendejo que me gustaba salir a bailar, pasarla bien con mis amigos y levantar minas, sobre todo esto último. Tengo mucha facha, unos ojos celestes que nunca fallan y una capacidad de habla que me ayuda a conseguir muchas cosas, entre ellas estar con las chicas que quiero estar. Estoy estudiando, pero la carrera no es mi prioridad, soy joven, me gusta divertirme y pasarla bien y soy de los que cree que si no aprovecho ahora para hacer estas cosas, cuando sea grande me voy a arrepentir. Algunos de mis amigos me siguen en el juego mientras que otros piensan que soy un inmaduro, cosa de cada uno, yo no critico a nadie y hago la mía.
   Hace un poco menos de un año conocí a Camila en un boliche. Una chica de mi misma edad, a la que le gusta divertirse, pasarla bien, salir con sus amigas y ser libre. Nos vimos unas cuantas veces después de la joda y la mina me cautivó. Es linda, buena onda, simpática y coge como a mí me gusta. Es atrevida, está dispuesta a cosas nuevas y me chupa la pija de una forma que me la pone durísima y me deja con ganas de más. Empecé a darle prioridad, a coordinar con ella para vernos más seguido y así fue como empezamos a relacionarnos en otros ámbitos, a encontrarnos un domingo a la tarde en el parque o juntarnos entre semanas simplemente para estar un rato. Algunos amigos me lo advertían y yo lo negaba, pero terminé poniéndome de novio con Camila al poco tiempo.
   El problema fue que la piba resultó ser una controladora total. Todo lo simpática, lo extrovertida, lo dispuesta a probar cosas nuevas y lo buena onda que era en persona, desaparecía cada vez que yo quería salir con mis amigos de joda. “¿Con quién salís? ¿A dónde vas? ¿Van otras chicas? ¿A qué hora volvés?” y cientos y cientos de preguntas que me hacía cada vez que yo le avisaba que me iba a ver con mis amigos. Obviamente pensé en mandarla a la mierda, pero la piba me gusta, es hermosa y me encanta coger con ella, pues además de chupármela fantástico, le encanta hacer miles de cosas. Un día estuve a punto de decirle que con ella no se podía mantener una relación seria y el fin de semana siguiente me dejó enloquecido permitiéndome ser el primero en cogerle la colita. Sabía cómo manejarme.
   Más allá de eso, la relación iba por caminos sinuosos y se hacía cada vez más complicada. Quería que deje de salir los fines de semana, que me dedique más a la facultad y llegó a ponerse celosa de mis amigas, a pesar de que tenía muy pocas. No ayudó en nada enterarse que con una de ellas habíamos cogido hacía ya unos años, algo que averiguó de puro milagro por escuchar una conversación entre otros amigos. “¡Es obvio que te tiene ganas!” me dijo cuando estuvimos solos y yo traté de explicarle que entre ella y yo ya no había nada, que era una historia vieja. Pero cuando a Camila se le metía algo en la cabeza, no había forma de sacárselo y me quiso obligar a que la bloqueara de las redes y le dejara de hablar en los grupos de WhatsApp.
   La cosa llegó a su punto límite cuando un sábado al mediodía subí una foto con mi prima por su cumpleaños de 18 años. Como Camila nunca llegó a conocerla, se pensó que era una amiga y me empezó a mandar mensajes, diciéndome que esa piba tenía cara de trola y que yo seguro me la quería coger. “Es mi prima, tóxica de mierda!” le respondí yo y decidí ignorar sus siguientes mensajes, pues empezó a justificarse diciendo que se la confundió con una amiga mía y que ella sospechaba de mí porque siempre salía y siempre hacía cosas. Lo cierto es que los seis meses que llevaba de novio con ella, no había estado nunca con otra mujer, pero esa noche me voló la cabeza.
   Organizamos con mis amigos para salir esa noche, pues tenía ganas de despejarme y de pensar en otra cosa. Nos juntamos en la casa de uno, hicimos una previa con buena música y mucho alcohol y terminamos yendo a un boliche al que solíamos ir bastante seguido. Nos fuimos a la barra, nos compramos algo para tomar y nos pusimos a bailar para divertirnos y pasarla bien. Las chicas no tardaron en aparecer y siempre solíamos buscar algún grupo de amiguitas para vernos y divertirnos. Así fue como encontramos a unas chicas que tenían nuestra misma edad y con las que terminamos bailando. Rápidamente apunte a una de ellas, una rubiecita de ojitos claros que tenía una boquita deliciosa, pero no tardó en alegar que tenía novio y que no quería estar conmigo.
   Seguimos bailando y de golpe vi que otra de las chicas me miraba con ganas. Cruzamos miradas y en ese momento se mordió el labio, señal de que se sentía atraída por lo que veía. Me acerqué a ella y logré alejarla un poco del resto del grupo, arrinconándola de a poco contra una pared para no dejarle escapatoria. Se llamaba Guillermina, nos pusimos a hablar y terminamos chapando con ganas contra la pared del lugar. Era una morochita divina, con los labios pintados de rojo y una cola manzanita perfecta que le manoseé a lo loco al mismo tiempo que le comía la boca. La apuré en cuestión de segundos, le dije que me encantaba y la invité a irnos a un lugar más privado. Para mi sorpresa, Guillermina aceptó y yéndonos de la mano, dejamos al resto del grupo y salimos del boliche a las apuradas.
   Empezamos a caminar por la calle buscando un taxi para volvernos a su departamento, ya que ella vivía sola. El problema es que no pasaba ninguno y los dos que pasaron vacíos nos los perdimos por estar comiéndonos a besos de forma alevosa en medio de la calle. La pendeja me encantaba, era muy lanzada y tenía una actitud directa que me volvía loco. Sus labios pintados de rojo me atrapaban y me quedaba mirándoselos como un idiota cuando se paraba en frente mío. Le manoseaba el culo a lo bestia, tan alevosamente que en un momento unos chicos que pasaron en un auto me gritaron para preguntarme si la piba tenía buen culo. Yo estaba re caliente y se notaba, pues la buscaba todo el tiempo y la tocaba como loco.
   - ¡No pasa ninguno, la puta madre!- Protesté al ver que no venía ningún taxi y ya habíamos caminado varias cuadras.
   Entonces Guillermina me empujó contra una entrada a un edificio que estaba algo oscura y me comió la boca de una forma increíble. Pensé que era un beso atrevido, uno de esos bien provocadores que te vuelven locos y hacen que las cosas se pongan muy calientes. Mis manos fueron directamente a su culo y se lo seguí manoseando como un tarado, llegando a meterle un dedo entre los cachetes y apretándolo con fuerza. Guillermina respondió bajando una de sus manos y apoyándolas sobre mi pantalón, sintiendo la dureza que me habían generado sus besos. Alejó un poco su cabeza y me miró sonriendo, con una sonrisa que dejaba bien en claro que sabía que me tenía a su merced.
   - ¡Que ganas de cogerte que tengo, nena! ¡Me tenés al palo!- Le dije y ella volvió a comerme la boca con ganas.
   - Si después me cogés de verdad, puedo chuparte la pija ahora.- Me dijo entonces haciendo que la noche tuviera un giro inesperado.
   No lo dudé ni un segundo, le dije que la iba a coger como nunca y Guillermina volvió a comerme la boca dándome nuevamente uno de esos besos bien calientes. Entonces empezó a bajar con sus labios, yendo a mis orejas, luego a mi cuello, pasando por mis hombros y arrodillándose de golpe en frente mío. No podía creer lo que estábamos a punto de hacer, pero tenía unas ganas tremendas de que eso sucediera en ese lugar. Miré la entrada al edificio y las luces apagadas solo me dejaban ver oscuridad. En la calle pasaba algo similar, pues los arboles tapaban las luces de la misma y parecía que no había nadie alrededor. Guillermina bajó el cierre de mi pantalón, metió su mano adentro de mi bóxer y dejó al aire mi pija totalmente dura y parada.
   Comenzó a pajearme lentamente, mirando mi pija con una sonrisa en la boca y de vez en cuando levantando los ojos para verme a mí. Lo hacía como si estuviésemos en un lugar privado, como si no hubiese nadie alrededor, como si nadie pudiera vernos. Se tomaba todo el tiempo del mundo en recorrer mi verga con sus dedos, acariciándola suavemente y observando como mi cabecita aparecía y desaparecía entre la piel. Suavemente sacó su lengua y se lamió los labios pintados de rojo para humedecérselos, preparándose para lo que iba a venir. Pero sin previo aviso y tomándome por sorpresa, escupió con fuerza encima de mi pija y me la dejó completamente empapada.
   Abrió la boca y me la empezó a chupar, trasladándome automáticamente a una realidad totalmente diferente. Cerré los ojos por un segundos y ahogué un gemido al sentir cómo Guillermina se comía toda mi pija y como pasaba sus labios desde la base hasta la punta rozándolos con fuerza. Cuando llegó hasta la cabeza, volvió a moverse hacia adelante, provocando que mi verga desapareciera por completo adentro de su boca. Repitió este movimiento una vez de forma muy lenta, disfrutando cada segundo que pasaba y sintiendo el sabor de mi pija en sus labios. Una de mis manos fue automáticamente a su cabeza y se posó en su nuca, acompañando sus sutiles movimientos.
   - ¡Uhh sí! ¡Así, dale!- Le dije yo en voz baja por miedo a que alguien pudiera escucharnos.
   Abriendo los ojos miré primero hacia la derecha, luego a la izquierda y por último hacia el palier del edificio, pero no veía a nadie observándonos y la oscuridad reinaba en la calle. Guillermina empezó a acelerar sus movimientos y poco a poco fue moviendo su cabeza cada vez más rápido hacia adelante y hacia atrás, disfrutando de mi pija y saboreándola por completo. Su lengua no tardó en entrar en acción y cuando lo hizo sentí un cosquilleo recorrer toda mi espalda hasta que los pelos de mi cabeza se erizaron. Era increíble, lo hacía de una forma sorprendente y me fascinaba como sus labios acariciaban mi pija con suavidad y delicadeza. Guillermina levantó la mirada y pude ver esos ojitos negros preciosos que me miraban desde abajo yendo y viniendo cada vez más rápido.
   Entonces se la sacó de la boca, la agarró con su mano y me siguió pajeando con ganas mientras que con su lengua la recorrió de punta a punta. La pasó lentamente desde la base hasta la cabecita por debajo y luego la recorrió a la inversa por uno de los lados, para dibujar un círculo alrededor de mis huevos. Entonces se dedicó a chuparlos un buen rato, lamiéndolos despacito, pasándoles la lengua uno por uno y provocándome un cosquilleo hermoso que me encantaba. Su mano no soltaba mi verga y se movía suavemente hacia arriba y hacia abajo, en una paja hermosa que me resultaba fascinante.
   - ¿Sigo?- Me preguntó levantando las cejas y en tono desafiante.
   Era obvio que Guillermina no quería hacerme acabar ahí y que después yo me fuera y la dejara con ganas de más. Sin embargo, eso no estaba en mis planes pues tenía pensado llenarle la boquita de leche en ese momento y cogérmela bien duro después. “¡Seguí! ¡Después te devuelvo el favor!” le dije agarrándola de los pelos y obligándola a comerse toda mi pija. Ella abrió la boca y la hizo desaparecer de nuevo, comenzado a chuparla con más ganas y a mayor velocidad. El placer me invadió de golpe y agachando la cabeza noté como mi verga se teñía de rojo con el rouge de los labios de mi amante.
   Un calor abrazador me invadió en el momento en el que Guillermina empezó a pajearme y a chupármela de nuevo. Sentía un placer increíble y me encantaba como sus labios preciosos recorrían toda mi pija a máxima velocidad. Yo la ayudaba con los movimientos, tirándola del pelo y obligándola a que se la comiera entera. Ella se ahogaba, dejaba caer saliva, pero me la seguía chupando con ganas, sabiendo que la recompensa iba a ser excelente. “¡Dale pendeja! ¡Así!” le dije yo luego de mirar hacia los costados y comprobar que seguíamos solos en esa calle casi oscura. La claridad del sol que empezaba a asomarse apenas se notaba gracias a los árboles, pero el ruido de los pájaros tomaba protagonismo.
   - ¡Dale pendeja! ¡Dale que te voy a acabar todo! ¡Te voy a llenar la boquita de leche!- Le dije sacándome por completo y agarrándola más fuerte del pelo.
   Guillermina movió su mano hacia adelante y hacia atrás mucho más rápido. Su boca hacía lo mismo pero en un movimiento mucho más violento, envolviendo casi por completo mi pija y haciéndola desaparecer entre sus hermosos labios. Sentía un fuego que recorría todo mi cuerpo, notaba ese cosquilleo hermoso a través de mi espalda. “¡Dale pendeja! ¡Dale!” le insistí perciviendo que se venía una descarga increíble y ella me la siguió chupando más y más rápido. Sus ojitos se levantaron, me miraron directo y no pude soportar esa imagen tan perfecta. Acabé en una descarga increíble, llenándole la boca de leche a mi amante a tal punto que veía como parte se le escapaba por los costados. A pesar de eso, Guillermina me la siguió chupando, ahora un poco más lento, tragándose el semen que tenía en la boca y sacándome hasta la última gota de la pija. Me la dejó toda limpita.
   Como si la suerte estuviera de nuestro lado, un taxi dobló en la esquina en el momento justo que ella se levantaba y yo me guardaba la pija aún húmeda adentro del pantalón. El viaje fue silencioso, apenas cruzamos miradas, pero ni bien llegamos a su casa nos volvimos locos y terminamos en la cama en una maratónica noche de tres polvos al hilo que me dejaron completamente satisfecho. Ya eran casi las diez de la mañana cuando me fui de la casa de Guillermina y el sol brillaba encima de mí mientras caminaba por la calle. La noche había sido increíble, pero el pete inicial fue sin dudas lo mejor, lo que más me calentó y lo que más adrenalina me dio. Apenas me inmuté al ver que tenía más de veinte mensajes de mi novia y siete llamadas perdidas de ella, pues era evidente que esa relación estaba acabada. Ahora, mi contacto principal, era Guillermina.


Lugar n° 24: Calle

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1 comentario - 100 lugares donde tener sexo. Capítulo 24

Pervberto
Cuando "quedarse en la entrada" no quiere decir no ir hasta el fondo...