Olivia: Pervirtiendo al Primo de mi Marido

Cabalgaba sin prisa encima de él, a veces, incluso descansaba moviendo mi cadera en círculos, con su miembro alojado completamente dentro de mí. Enrique me miraba embobado.
«Cómo me gusta ver así a mi marido», tratando de coger mis pechos, con esa mirada morbosa y excitada, que lo hacen tan interesante.
—¿Sabes con quién me gustaría verte follar? —, me preguntó de repente.
—Si me vuelves a decir que, con Sergio, dejo de follar ahora mismo —, lo amenacé bromeando.
Enrique se rio divertido, pero estaba ya lanzado con sus retorcidas elucubraciones. Pronto volvió a ponerse serio.
—¡No joder! Eso ya me lo dejaste bien claro —, respondió sin dejar acariciar mis pechos, que colgaban ingrávidos sobre él.
—¡Venga, cariño! ¡Sorpréndeme! ¿Con quién te gustaría ver a tu mujercita follando? —, pregunté en tono de chanza, poniendo cara resignada.
El tardó unos segundos en contestar. Le encantaba ese juego. Mantenerme esperando, impaciente e inquieta, sin saber por dónde iba a salir. Enrique es de esa clase de hombres que nunca llegas a conocerlo del todo, no deja nunca de sorprenderte.
—Con Ángel —, respondió al fin dejándolo caer, como una pesada bomba.
—¿Con tú primo? —, pregunté extrañada, poniendo los ojos como platos.
—¿Qué pasa? Creo que Ángel no está nada mal. Es alto, tiene buen cuerpo, se cuida… Creo que es la clase de hombres que te suelen gustar. ¿No te gusta? —, me interpeló ansioso.
—Cari, no se trata de que me guste, o de que me deje de gustar. Ángel es de la familia, además, te recuerdo que es uno de tus mejores amigos —, manifesté, intentando quitarle esa loca fantasía de la cabeza.
—Por eso mismo, creo que podría ser mucho más morboso ¿No crees?  —, volvió a la carga, insistiendo de nuevo
—Pues precisamente por esa razón, nos podría complicar mucho la vida. Además, está Clara, los niños… Nada cari. Ya está dicho, quítate esa tontería de la cabeza —, negué categóricamente.
—Tranquila Olivia, tan solo estamos hablando —, intentó tranquilizarme —Además, que yo sepa nunca te ha importado estar con hombres casados. Siempre dices que, a la hora de deshacerte de ellos, dan menos problemas. Míralo por el lado bueno —, siguió insistiendo sin perder la calma.
—Lo sé cielo, pero en esos casos yo no soy amiga de sus mujeres, y en el caso de Clara… nos llevamos bien ¿Crees que me sentiría a gusto con ella, después de follarme a su marido? —, declaré con firmeza, exponiendo mis objeciones.
—Tampoco sois tan amigas. Otra cosa es que Ángel no te guste, en ese caso no habría ya nada más que hablar.
—Puede que no seamos amigas íntimas, pero tenemos muy buena relación —, intenté explicarle.
—Ya, pero no me has contestado —, respondió Enrique sonriendo —¿Te gusta Ángel? Si no fuera mi primo, ¿te lo follarías? —, preguntó directamente mirándome a los ojos, como si quisiera descifrar, cualquier tipo de gesto por mi parte.
—Está bueno. En otras circunstancias, la verdad es que no me importaría tirármelo —, reconocí.
—Pero ¡qué puta estás hecha! —, dijo cogiéndome más intensamente los pechos.
—¡Y tú que cornudo eres! cariño —, le respondí manteniéndole la mirada.
—¿Te lo vas a follar? —, me preguntó, casi dándolo por hecho.
—¡Ya te gustaría a ti! Cornudo ¡Pídemelo! Me gusta oírtelo decir —, respondí aumentando ya el ritmo de la cabalgada.
—Cariño por favor, quiero que te folles a mi primo —, repitió a punto de llegar al orgasmo.
—Seguro que me follaría mejor que tú —, respondí incentivando el final.
—Haz la prueba. Imagínatelo besando tu boca, comiéndote los pechos, follándote —Me susurraba mi marido intentando prenderme una nueva fantasía.
Entonces comencé a imaginarme que la polla que estaba alojada en el interior de mi vagina, no era de Enrique. En ese momento fantaseaba que las manos que cogían mis pechos, y rozaban mis erguidos pezones, eran las de Ángel, el primo de mi marido.
En ese momento me puse de cuclillas sobre mi esposo, y continué cabalgándolo en esa posición. Notando como entraba y salía, como se clavaba en el interior de mi sexo cuando me dejaba caer sobre él. En ese preciso instante, aceleré el ritmo, cerré los ojos y comencé a sentir la pronta llegada de un intenso orgasmo
 —Me corroooo… ahhh…. Me corro… ¡Ángel, Fóllame! —, grite arqueando mi espalda hacia atrás —Me Gus-ta, me Gusta mu-cho.
—Yo también me corro —, gritó mi esposo eyaculando en el interior de mi vagina.
Pensé que como casi siempre ocurría, todo quedaría en un juego entre nosotros. Normalmente una vez que se nos pasaba la excitación, y la intensidad del momento se desvanecía, ambos volvíamos a ver la realidad de otra manera.
Había follado ya en alguna ocasión con otros hombres delante de mi marido. Pero desde hacía tiempo, habíamos decidido no llevar nuestros juegos al ámbito personal. Siempre nuestros invitados ocasionales, como llamábamos a esos hombres, eran desconocidos. Chicos que no formaban parte de nuestro círculo cercano.
Solíamos aprovechar para realizar nuestros juegos de pareja, durante las vacaciones, o los fines de semana que salíamos de viaje.
Además, otra de las reglas que habíamos fijado casi desde el principio de nuestra relación, es que yo jamás tendría amantes fijos. Eran amantes de un solo uso.
Nuestras reglas, servían como una especie de corta fuegos, para que nuestros tórridos juegos de pareja, no afectasen negativamente a nuestro matrimonio.
Al comienzo de nuestra relación, cuando Enrique y yo todavía éramos novios. Habíamos tenido una mala experiencia. Fue nuestra primera vez en el mundo liberal. Una noche, estando de fiesta, acabé acostándome alentada por el propio Enrique con dos compañeros suyos de trabajo en su presencia.
La experiencia fue muy morbosa. Pero después de aquello, Manu que así se llamaba uno de los chicos, se puso bastante pesado. Se pasó semanas acosándome a espaldas de Enrique. Yo me negué en redondo a mantener ningún tipo de encuentro con él. Pero hay hombres que se ponen demasiado reiterativos, y piensan que, porque te hayas entregado a ellos durante un rato, ya les perteneces.
Al final tuve que contárselo a Enrique «Tú amigo Manu no deja de acosarme, incluso pasa a verme por el trabajo», le expliqué.
Nunca sé cómo lo hizo, pero Enrique se encargó de solucionarlo. Creo que ambos tuvieron un buen encontronazo. De lo único que me enteré, tiempo después, es que a Manu lo terminaron cambiando de destino en el trabajo.
Desde esa primera vez, solo había vuelto a mantener relaciones con desconocidos.
Después de follar aquella tarde, Enrique y yo habíamos salido a tomar algo. Estábamos en uno de los bares que solíamos frecuentar bastante a menudo.
—Olivia, te he notado más cachonda de lo habitual, al pensar en Ángel —, me soltó de repente sin venir a cuento.
—¿Más cachonda de lo habitual? Habitualmente creo ser ya bastante cachonda. No creo que me haga falta, hablar de tu primo, ni de nadie, para excitarme —, le respondí extrañada por su comentario, pues en realidad, no sabía muy bien a donde quería llegar.
—Pues yo tengo que reconocer que me he puesto muy cachondo imaginándote con él. No me lo quito de la cabeza —, me reconoció accionando las manos de forma exagerada.
—¿De verdad te gustaría que me enrollara con Ángel? —, le pregunté seriamente.
—Olivia, la verdad es que no ha sido casual. Llevo bastante tiempo imaginándomelo. Me he masturbado infinidad de veces con ese tema — me confesó manteniendo esa pícara sonrisa, que me tenía embrujada.
—Pues siento desilusionarte cariño. Pero la verdad es que nunca he notado a tu primo ponerme ojitos —, manifesté riéndome.
—Pues creo que te equivocas. ¿Te acuerdas el sábado que salí a cenar con los de fútbol?
Yo afirmé con la cabeza, como dándole a entender que recordaba de ese día.
— Pues cuando estábamos ya de copas, Ángel llegó a decirme que estabas buenísima —, añadió.
—No te equivoques cariño —, lo corté sin dejarlo hablar más —Te aseguro que las mujeres notamos esas cosas, y ya te digo yo que Ángel, es de los que solo tienen ojos para su mujer. Además, hay que reconocer que Clara no es moco de pavo —, declaré sinceramente convencida.
—Bueno… eso ya lo veremos, tú prométeme solo una cosa —, me dijo cogiéndome una mano y sosteniéndola entre las suyas.
—¡A ver! ¿Qué quieres que te prometa? —, le pregunté esperándome ya cualquier cosa por su parte.
—Que, si notas que te mira, o te dice cualquier cosa, me lo contaras —, dijo casi rogándome.
—Cariño, ya sabes que sí, estate seguro que siempre lo hago. Pero para tú desgracia, ya te digo que Ángel no es de esa clase de hombres — manifesté dándole mi opinión.
—Procura darle algo más de bola. Procura ser algo más abierta con él, intenta ponerlo cachondo… —, me soltó, dejándome dichas tareas.
—¿Quieres que le enseñe las tetas cuando lo vea? —, le dije bromeando, riéndome a carcajadas.
—No joder, no me refiero a eso. Sabes mejor que yo que tienes que hacer para ligarte a un tío. Nunca se te ha dado mal. ¿A ti te gusta Ángel? —, volvió a querer saber.
—Reconozco que está muy bueno, tiene un cuerpazo, es alto y se cuida un montón, además de cara es muy atractivo. Pero una cosa es eso, y otra cosa es que me lo quiera follar. No voy a negar que…
—Ya vienen Javi y Ana —, dijo mi marido interrumpiéndome para que me callara.
Miré hacia un lado, y vi acercarse a una pareja de amigos con los que habíamos quedado ese día para tomar algo.
Por lo tanto, no seguimos hablando del tema. Tampoco volvimos hacerlo en los días siguientes que transcurrieron después del comienzo de aquella locura.
Sin embargo, reconozco que desde ese día comencé a ver a al primo de mi esposo con otros ojos.
Ángel y mi marido, además de primos, podría decirse que eran íntimos amigos. Se sacaban apenas unos meses de diferencia de edad, y ambos pertenecían a la misma cuadrilla de amigos desde que eran chavales. Habían compartido media vida juntos, incluso había acudido al mismo colegio.
Enrique y yo llevábamos casados tan solo año y medio. Para ambos era nuestro segundo matrimonio, y tengo que reconocer, sin menospreciar al que fue el padre de mis dos hijos, que Enrique es y será siempre el hombre de mi vida.
Ángel y Clara llevaban media vida juntos. Comenzaron a salir desde jovencitos cuando ambos iban todavía al instituto. Eran la típica pareja perfecta, que parecen vivir, a pesar de los años transcurridos, en un perpetuo enamoramiento.
El primo de mi marido venía a buscar a Enrique, todos los jueves a última hora de la tarde. Ambos, junto con algunos de sus amigos, tenía reservada hora en un pabellón del barrio, para jugar al fútbol sala.
Me gusta vestir en casa de una forma cómoda y desenfada. Siempre voy descalza, y vestida con una camiseta de tirantes de algodón, de esas largas, que puedes usarlas como un corto y cómodo vestido para estar por casa.
Recuerdo que llamaron a la puerta. Por la hora y el día sabía de sobra que era Ángel. Mi marido estaba en el baño, pues acababa de llegar del trabajo.
—Hola Ángel, pasa —, lo invité a entrar dándole dos besos —Enrique está en el baño. Dice que ahora sale —, le informe riéndome arqueando las cejas incrédula. Pues quizá, el peor defecto de mi esposo, sea la impuntualidad. Los que lo conocemos bien, ya nos tomamos esa faceta suya con sentido del humor.
—¡Vamos tío! — Chilló Ángel para que pudiera escucharlo mi marido desde el baño —Date prisa, nunca nos da tiempo ni a calentar —, dijo sonriéndome.
—¡Un momento! Casi estoy —, se escuchó decir a mi marido desde el cuarto de baño.
Esa fue la primera vez que pillé a Ángel mirándome embobado las piernas. Yo le sonreí, él se dio cuenta, pero entonces apartó tímidamente la mirada.
—Vamos al salón. Espéralo allí mejor — dije avanzando por el pasillo delante de él, para darle la oportunidad de mirarme más atenta y relajadamente.
—Voy a tener que apuntarme para ir con vosotros a jugar al fútbol —, bromeé —Cada día, por unas cosas o por otras, hago menos deporte —, añadí contoneándome por el pasillo, sabiendo que no me quitaba ojo de encima.
—Pues no se nota —, saltó Ángel como un resorte —Me refiero a que tienes un cuerpo de escándalo.
—Gracias, te agradezco mucho el cumplido —, dije sonriendo.
—No es un cumplido. A la vista está —, añadió señalando mi cuerpo con el dedo.
—Ya estoy —, se presentó Enrique de repente, entrando al salón con la bolsa de deporte colgada del hombro.
—Me estaba diciendo Olivia, que va a tener que apuntarse a jugar con nosotros, que casi no hace deporte. Y yo le he dicho, que no se le nota, que se conserva fenomenal —, expuso Ángel, como queriéndome dejar claro, que había sido un comentario sin ningún tipo de intención.
—Eso mismo le digo yo —, dijo Enrique dándome un pequeño y cariñoso azote en el culo delante de su primo —Cada día está más buena —, añadió bromeando.
Yo me tomé la ocurrencia de mi marido a chanza. Riéndome a carcajadas, mientras los acompañaba hasta la puerta.
Horas después, cuando ya estábamos en la cama, mi marido me contó que habían estado hablando de mí, y que Ángel le había dicho, que siempre le había llamado la atención, y que, de todas las mujeres de la cuadrilla, yo era sin duda la que estaba más buena.
Desde ese día mi marido y su primo comenzaron hablar de mí con absoluta confianza. Ángel cada vez se atrevía a preguntarle ciertos detalles íntimos de nuestra relación, como si quisiera conocer de repente cosas de mí. Claro está, que Enrique, estaba encantado de ir contándoselos, adentrándose cada vez en detalles más personales y morbosos.
Primero le fue contando que yo era una mujer muy ardiente en la cama. Que lo hacíamos casi todos los días, e incluso, había días que varias veces. Le explicó, como me gustaba hacerlo «Le gusta que la folle dándole duro, sobre todo por detrás o ella encima. También la pone muy cachonda, que le de unos buenos azotes en el culo, que le hable en tono un poco guarro», poco a poco le fue destripando como me comportaba yo en la cama.
Yo por mi parte no puse ningún tipo de objeción en que lo hiciera. Me ponía muy cachonda, que Ángel supiera los detalles más tórridos de mí. Cuanto más directo era mi marido contándole ciertas cosas, más me excitaba el juego. Yo misma lo incentivaba a que siguiera adelante.
Además, cuando coincidía con Ángel, yo procuraba vestir aún de forma más atrevida a como ya de por si suelo hacer siempre. Jugaba con él, trataba de excitarlo, le sonreía, le miraba a los ojos directamente.
Él poco a poco se iba atreviendo a hacerme algún comentario subido de tono. Incluso muchas veces delante de mi marido. Yo le daba alas a que lo hiciera, riendo divertida, para que cada vez se atreviera a ir un poco más lejos.
Por las noches, mi marido y yo cuando hacíamos el amor hablábamos casi siempre de Ángel. Entonces Enrique me contaba las conversaciones que ambos mantenían, yo por mi parte le señalaba la forma, cada vez más descarada que tenía de mirarme y, sobre todo, lo cachonda que yo me ponía cuando lo hacía.
—¿Sabes que estamos entrando en una zona bastante peligrosa, ¿verdad? —, le pregunté una noche a mi marido, después de hacer el amor con él.
—¿Peligrosa? ¿Te refieres por Ángel? —, me interpeló Enrique.
—Sí. Entre los dos lo estamos llevando a un juego muy arriesgado, sabes que cualquier día puede pasar algo. Luego ya no habrá vuelta atrás —, le confesé mis temores.
—¿Tienes ganas de follártelo? —, me preguntó abrazándome.
—Sabes que sí. Es verlo y me pongo como una perra. Ese no es el problema —, manifesté en tono preocupado.
—Si él quiere follarte, tú lo estás deseando y yo también. ¿Se puede saber cuál es el problema? Ya te he visto con hombres alguna vez, y eso no ha hecho más que aumentar mí deseo hacía a ti ¿De qué tienes miedo? — Me preguntó con tono fraternal.
—Tengo miedo a que tu relación con él se vea enturbiada. Sois familia, pero sobre todo sois amigos desde que erais críos. Por muchas ganas que tengamos de jugar, no sé si todo esto compensa. Además, está lo de su mujer —, dije deteniéndome para coger aire —Es tan maja conmigo… Ayer estuvimos de compras las dos, no podía evitar sentirme mal por lo que le estamos haciendo.
—Somos adultos, no creo que mi relación con mi primo se vea dañada. Lo de Claudia… Ángel me ha dejado caer varias veces que en la cama es bastante apática.
—Ya cari, pero eso no es disculpa. Que Claudia sea más cachonda o menos, no nos incumbe —, dije un poco alterada.
—Lo sé Olivia, yo también lo siento por ella. Pero…
—Imagínate que Ángel y yo acabamos follando — lo corté interrumpiéndole — Todo muy bien, muy excitante y morboso. ¿Pero qué pasara luego? —, cuestioné cada vez más nerviosa.
—¿A qué te refieres? — Preguntó Enrique sentándose en la cama.
—Me refiero a como lo pararemos en caso de que él, como puede ser normal, quiera seguir follando conmigo. ¿Cómo se tomará cuando le tenga que decir que no? ¿Cómo lo cortaré? Recuerda que ese fue el principal motivo por el cual decidimos jugar solo con tíos desconocidos —, expuse con tono inquieto.
—Creo que no debes preocuparte tanto, estás poniendo la venda antes de tener la herida. Ya iremos viendo —, manifestó Enrique volviéndose a echar a mi lado.
Los juegos con el primo de mi marido continuaron, por un lado, yo disfrutaba. Estaba completamente encaprichada por él, pero por otro, a medida que veía los avances de nuestras morbosas maquinaciones, aumentaba mi zozobra. Sembrando dudas sobre si todo aquello merecía la pena.
Pronto Ángel comenzó a enviarme mensajes al móvil, primero me reenviaba memes o cosas graciosas. Luego, simplemente me saludaba para preguntarme como estaba y cosas por estilo. Lo curioso es que siempre lo hacía, cuando sabía que yo estaba en el trabajo, y que Enrique no estaba a mi lado. Hasta que llegó un momento en los que recibía dichos mensajes a diario. Reconozco que yo los esperaba con ansia.
Ángel – 12:41
Buenos días
—Qué tal está la chica más guapa?
Olivia – 12:41
—Buenasssss
—Aquí trabajando
—Y tú qué tal?
Ángel – 12:42
—Pues aquí ando
—Pensando en ti (Emoticono de Carita sonrojada)
—Olivia – 12:42
—En mí?
—Y eso por qué? (Emoticono de Carita sonriendo)
Ángel – 12:42
—Tratando de imaginarme que llevarás puesto hoy
Olivia – 12:42
—Eso no hace falta que te lo imagines
—Ya te lo digo yo…
—Un vestido a rayas blancas y negras
Ángel 12:42
—Es corto el vestido????
—Enseñas mucho muslo?
—Bragas o tanga?
Olivia - 12:45
—Es muy cortito
—Enseño más de medio muslo, como una minifalda
—Siempre llevo tanga, me resulta más cómodo
—Hoy lo llevo negro jijijij
Ángel – 12:45
—Con ese culazo que tienes te tiene que quedar el tanga…
—Me encantan tus piernas!!!
—Tienes unas piernas preciosas
Olivia – 12:45
—Gracias cielo
—Por eso las enseño (Emoticono de Carita sonriendo)
—Si las tuviera feas llevaría pantalones jiiji
Ángel – 12:46
—Cómo te gusta provocar…
—Te gusta que te miren???
Olivia – 12:46
—jijijijij
—Como me vas conociendo!!!
Ángel – 12:46
—Me la has puesto dura
Olivia – 12:47
—Mnmnmnn Eso me gusta!!
Ángel – 12:47
—Es que me pones muy burro
—Me pongo muy malo cuando te veo
Olivia – 12:48
—Te iba a mandar una foto
—pero si te vas a poner malo…
—mejor no te la mando jijijij
 
Ángel – 12:48
—Por fa……
—Mandamelaaaaaaa!!!!
—¡¡¡¡Quiero verteeeeee!!!!
Olivia – 12:52
—Venga va…
—Allá va,…
—Te la mando, eh
—Pero te aviso que no es para tanto
—Voy como siempre
Ángel – 12:53
—(Olivia te ha mandado una imagen)
—Bufffffffff
—Estás para comerte
—No se puede estar ya más buena.
Olivia – 12:54
—Jijiijji
—Gracias sol!!!
Estaba claro que nuestros juegos cada vez eran más calientes y cada vez hablábamos con más confianza.
Aquella mañana tuve que ir al baño del trabajo, subí mi vestido y me bajé el tanga, estaba totalmente empapado, acartonado, de lo cachonda que me había puesto. Entonces me lo saqué, y lo guardé en el bolso.
En ese momento comencé acariciarme el coño, solo pasar mi mano y palpar mi caliente y húmeda vulva, supe al instante que tendría que masturbarme allí mismo.
Abrí el móvil, y comencé a leer aquellas frases que instantes antes me había escrito. Mi imaginación hizo el resto, comencé a poner su voz en esas calientes palabras, imaginando, que me las decía, mirándome directamente a los ojos «”Me pones muy burro, me pongo muy malito cuando te veo” ”Estás para comerte, no se puede estar más buena”».
Mientras pensaba en el primo de mi marido, mis dedos trabajaban ansiosos mi clítoris. Tuve que apoyarme, pegando el culo a la pared, para no caerme en el pequeño habitáculo del baño. Cuando por fin comencé a correrme, mientras notaba como mis copiosos fluidos vaginales resbalaban en pequeños hilillos, rodando hacia abajo, por el interior de mis muslos.
Luego salí al lavabo, me coloqué bien la falda y me miré al espejo. Mi cara estaba sonrojada como cuando hacía deporte, permanecí unos segundos apoyada con la palma de las manos en el mármol del lavabo, mirándome al espejo, tratando de aplacarme para volver a recuperar la calma. Intentando vaciar mi mente de cualquier resquicio de la conversación, que había mantenido por mensaje con Ángel esa misma mañana.
Un par de días después, mi suegro cumplía los sesenta y cinco años. Mi relación con la familia de mi marido era bastante cariñosa y afable. Mis suegros quisieron organizar ese evento de una forma especial, ya que era el año de la jubilación del padre de mi marido.
La fiesta se celebraría en los jardines de su casa ese mismo sábado. Encargaron la cena a una empresa de catering, e invitaron a toda la familia y a los amigos más cercanos. Incluso, se organizó una improvisada pista de baile en medio del jardín.
«¿Quién me iba a decir a mí que la primera vez que me besara con Ángel, iba a ser precisamente en la casa de mis queridos suegros? Pero la vida, a veces tiene estas extrañas coincidencias».
Entre mis dos cuñadas, mi marido y yo, les regalamos un crucero por el Mediterráneo. Siempre habían tenido ganas de viajar, y ¿qué mejor forma de empezar a hacerlo, que con un crucero visitando varios países?
Aquel día estrené un precioso vestido color negro que resaltaba perfectamente con mi corta melena rubia y mi piel clara.
—¿No crees que voy demasiada atrevida para ir a casa de tus padres? —, le pregunté a mi marido mientras me miraba en el espejo.
—Estás preciosa —, dijo mi esposo agarrándome por la cintura, y dándome un beso en los labios. La verdad es que Enrique no era un punto de referencia, ya me encontraba siempre guapa, a cualquier hora del día.
Esa tarde, ya en casa de mis suegros, me la pasé bailando. Primero con mi marido, luego lo hice con un par de familiares de mi esposo, pero una vez que mi suegro me cogió por banda, no paramos de bailar en buen rato.
—Me siento afortunado de poder bailar con una mujer como tú —, me dijo el padre de mi marido acercándose a mi oído —La verdad es que envidio a mi hijo, bueno, la mitad de los hombres que hay en esta fiesta, lo envidian —, me soltó galantemente. 
—Gracias —le dije regalándole la mejor de mis sonrisas —Pero creo sinceramente que la afortunada soy yo, por haberme casado con Enrique.
Cuando por fin mi suegro y yo dejamos de bailar, me acerqué a la improvisada barra a pedir una copa. Necesitaba beber algo. Miré a mi alrededor buscando a mi marido, pero en ese momento no lo vi.
—¡Que guapa estás! —, escuché decir detrás de mí, reconociendo al instante la voz de Clara, la esposa de Ángel.
Me di la vuelta, y le sonreí agradecida. Clara era una mujer bastante atractiva. Debía de tener más o menos mi edad, rondando los cuarenta, era morena, algo más baja que yo, y a pesar de que no había hecho deporte en su vida, y de haber tenido dos hijos, conservaba una buena figura.
—Tú también lo estás, cariño—, le dije acercándome a ella para darle dos besos.
No me atreví en esos momentos a preguntar por Ángel, pero instintivamente lo busqué.
—Ángel está aparcando el coche, ahora vendrá —, me dijo como si hubiera adivinado que estaba pensando en su marido. No pude menos que sonrojarme.
—¿Qué tal los niños? ¿Dónde los habéis dejado? —, pregunté intentando disimular mi zozobra.
—Están en casa de mi madre, ellos en este tipo de eventos se aburren. Así nos dejarán estar más tranquilos —, me informó guiñándome un ojo.
—Los míos están con su padre — respondí refiriéndome a Alex, mi ex-marido.
—¡Mira! Ahí viene Ángel, al final debe de haber encontrado aparcamiento cerca —, dijo señalándolo con el dedo.
Miré en esa dirección y efectivamente, vi venir a Ángel de frente. Estaba guapísimo con un elegante traje oscuro y unas gafas de sol oscuras, tipo Ray-Ban.
Su forma de moverse, la forma de caminar, sus gestos al saludar, llamaban especialmente mi atención. Sin duda, Enrique había conseguido que me encaprichara notablemente por su primo. Tuve que disimular mirando para otro lado.
—Hola Olivia. Me alegro de verte —, dijo dándome dos besos como saludo. El olor de su perfume me dejó embriagada.
—¿Qué tal Ángel? Aquí estaba, hablando con Clara. Ya me ha dicho que no habéis traído a los niños —, manifesté disimulando mi nerviosismo.
—Están con mis suegros —, me confirmó —¿Y Enrique? ¿Dónde lo has dejado? —, me preguntó.
—Creo que estaba con su hermana y con su cuñado, pero no lo he vuelto a ver, andará por ahí —, le respondí.
—¿Qué tal has aparcado? ¿Te ha costado mucho? —, preguntó Clara besando a su marido, con un corto y casto beso en los labios, que yo envidié al momento.
—He aparcado aquí al lado. Hoy he tenido suerte —, respondió mirándome, con intención a los ojos.
Clara se giró en ese instante, y se dirigió a saludar a mis suegros, que salían en ese momento de la casa.
—Estás para comerte — Me dijo Ángel aprovechando la marcha de su esposa, mirándome intimidatoriamente al escote.
—Tú sí que estás para comerte — le respondí directamente, incentivada por el momento, y también seguramente por la copa que me estaba tomando.
—¿Ah sí? ¿Y qué te gustaría comerme? — me interpeló Ángel, lanzando de nuevo la pelota a mi tejado.
—No sé… —, repliqué juguetona mordiéndome el labio inferior —Se me ocurren varias partes de tu anatomía — contesté en voz baja.
—¿Quieres saber que me apetecería comer a mí ahora? —, me preguntó mirándome a los ojos.
Yo hice un gesto con la cabeza, moviéndola de forma afirmativa, sin dejar de sonreír. Simplemente con tenerlo de frente y escucharlo hablar así, me había puesto tremendamente cachonda.
—Olivia. Ven un momento. Quiero presentarse a unos viejos amigos —, gritó mi suegra llamando mi atención a unos metros de distancia.
Miré a Ángel con fastidio. Me costó un mundo separarme de él en esos momentos.
—Lo siento —, dije alejándome de él, intentando disimular mi desgana, cuando mi suegra me presentaba a sus amigos.
Después de la cena muchos de los invitados, sobre todo los amigos de mis suegros, se fueron marchando. Sin embargo, la celebración continuaba con música en el jardín. Poco a poco el bullicio de la fiesta fue cesando, quedándonos sentados los más allegados a la familia.
—Voy al baño, me hago pis —, informé a mi marido, marchándome hasta la casa.
Justo cuando salí del baño con la intención de regresar al jardín, me topé de frente con Ángel. Nos miramos un segundo a los ojos, y esa mirada me bastó para saber que iba a pasar a continuación.
El primo de mi marido me agarró por la cintura, y me volvió a meter en el baño, entonces cerró la puerta y se acercó a mí.
—Lo siento, llevo toda la noche sin pensar en otra cosa —, me dijo en voz tan baja, que tuve que esforzarme para poder entender lo que decía.
En ese momento, comenzamos a besarnos. Sentir su lengua dentro de mi boca, envolviéndose con la mía, me hizo olvidarme de donde estaba. El tacto de sus húmedos labios, fundiéndose con los míos. Ese primer beso con un hombre, siempre es un momento inolvidable.
Sus manos bajaron hasta situarse sobre la tela de mi falda, justo a la altura de mis glúteos. Agarrándome, atrayéndome hacia él, hasta que pude notar el roce de su entrepierna frente a mi pelvis, como si nuestros sexos se estuvieran buscando.
Me hubiera abierto de piernas, y me habría dejado follar allí mismo en el baño. La verdad es que cuando estoy tan cachonda, pierdo durante unos instantes la noción de todo. Es como si solo existiera ese momento.
Pero a pesar de no percibirla, la realidad se impone y el mundo sigue girando pese a nosotros. Justo en ese maravilloso instante, escuche unas voces que no tardé ni un solo segundo en reconocer. Alarmada me separé de Ángel.
—Aquí no. Esto no está bien —, abrí la puerta del baño y me asomé, saliendo sin decir nada. Justo cuando llegaba al comienzo del pasillo, me topé casi de frente con mi suegra y con unas de mis cuñadas que, por suerte para mí, venían riendo en voz alta.
—¡Olivia Cariño! —, exclamó mi suegra con afecto, al encontrarme en el pasillo —, vamos al piso de arriba a por unas chaquetas. Ha empezado a refrescar, ¿Quieres que te cojamos una? —, me preguntó amablemente.
—No gracias, de momento no tengo frío y no creo que tardemos en marcharnos. Vengo del baño. ¡No aguantaba más! —, respondí disimulando como pude.
Unos segundos después, vi como avanzaban por el pasillo, luego las escuché como subían las escaleras de madera. Ambas se iban riendo en voz alta, comentando seguramente alguna ocurrencia que había tenido mi suegro.
Me quedé esperando a Ángel, no buscando un nuevo contacto físico, más bien lo hice o por lo menos así lo recuerdo, por tranquilizarlo. Segundos después, escuché al fondo la cisterna del baño, y vi al primo de mi marido, avanzar hasta mí.
—Era mi suegra y mi cuñada, han ido al piso de arriba a por unas chaquetas. Por lo visto ya hace fresco en el jardín. Gracias a Dios no se han enterado de nada —, le comenté en voz baja, todavía nerviosa y asustada.
Entonces él se acercó, volviendo a pegar su cuerpo contra el mío. Yo me entregué a él como en el baño. Ángel volvió a besarme, pero esta vez noté como una de sus manos, se colaba directamente por el escote de mi vestido. Al no llevar sostén, noté el contacto de sus dedos directamente sobre mi pecho.
Sus labios continuaban apoderándose de los míos, metiéndolos casi por entero dentro de su boca. El silencio de la casa, me permitía poder escuchar perfectamente la voz de mi suegra, y también la de mi cuñada, estando ellas, en el piso superior. Pero si a cualquiera de los invitados, se le hubiera ocurrido entrar en esos momentos en la casa, nos hubieran pillado de frente en esa actitud. No hubiéramos podido disimular de nuevo.
—¡Joder que tetazas tienes! —, me dijo sacándome un pecho para afuera, dejándolo así expuesto, llevándoselo decididamente a su boca.
—¿Te gustan? —, pregunté más por morbo, pues conocía de sobra su parecer.
—Me encantan. Me he pasado media noche asomado a tu escote —, me confirmó.
—Ya lo he notado —, sonreía complacida.
—¿Te ponías cachonda al saber que te miraba las tetas? —, me interpeló.
—Sí. Llevo excitada toda la noche —, afirmé.
—Pues mira lo cachondo que me tienes tú a mí —, dijo cogiendo una de mis manos, y dejándola encima del pantalón, sobre el bulto de su entrepierna.
Yo apreté, y a pesar de la tela, pude notar toda su erección de forma directa por primera vez. Entonces no aguanté más. Necesitaba tocarla, sentirla. Bajé la cremallera del pantalón, y esquivando su calzoncillo metí la mano dentro.
El contacto con aquella verga me hizo estremecer de gusto. Sentir toda su rigidez y dureza en la palma de mi mano, aumentó exponencialmente mi propia excitación. No pude evitar con un gesto sacarla para afuera. Quería verla.
—¿Has visto como me tienes de cachondo? —, preguntó al ver mi cara de deseo.
Entonces comencé a masturbarlo. Me fascinó esa verga, gruesa y venosa. Justo estaba a punto de hincarme de rodillas para llevármela a la boca, cuando comencé a escuchar el crujido de la madera de las escaleras.
Solté la polla de forma automática, ese crujido y las voces de mi cuñada y de mi querida suegra, me hicieron regresar de nuevo a la realidad.
Metí mi pecho que permanecía expuesto a la vista, dentro del vestido.
—Vete —, dije en voz prácticamente inaudible —Están tu tía y tu prima casi abajo.
—Te veo en el jardín —, respondió Ángel. Atreviéndose a pesar del delicado momento, a meter un segundo la mano debajo de mi vestido, y palpar una de mis nalgas.
Esa noche, cuando estaba en la cama ya con mi esposo, comencé a contarle con todo lujo de detalles lo que había pasado en casa de sus padres.
Yo permanecía tumbada boca arriba, abierta completamente de piernas, mientras Enrique mantenía su cabeza metida entre mis muslos, comiéndome con avidez el coño. Yo le iba detallando lo que había sucedido, lo que había sentido. Él de vez en cuando paraba para hacerme cualquier tipo de pregunta, querer profundizar en algún detalle, o decir cualquier tipo de comentario.
Me excitaba esa sensación. Ver al cornudo de mi marido así, totalmente entregado en darme placer, mientras yo le contaba lo gorda que la tenía su primo, lo cachonda que me había puesto, o lo bien que besaba.
Ángel no le hizo los días siguientes a mi marido, ningún tipo de comentario sobre lo que había pasado entre nosotros, la noche de la fiesta en la casa de sus padres. Por lo tanto, Enrique tampoco le comentó que lo sabía, y que incluso lo consentía y aprobaba.
Yo hubiera preferido que mi marido, hubiera tomado el paso de confesarle a su primo, que le excitaba la idea de vernos juntos. Pero supongo que, a Enrique, no le resultaba sencillo relevar esa parte de su sexualidad, al que además de familia, había sido su amigo toda la vida.
Todos escondemos secretos, es cierto. Pero cuando piensas que alguien te conoce tanto y sabe casi todo de ti, es mucho más difícil hacer confesiones tan intimas y personales.
—Si se lo dices tú, todo será mucho más sencillo o ¿Prefieres que se lo exponga yo? —, le pregunté una noche.
—No es fácil explicarle a otro hombre que te excita ver como se follan a tu preciosa esposa —, admitió.
—¿Prefieres que follemos sin que tu primo sepa que consientes? —, le interpelé.
—No lo sé Olivia. Por un lado, si —, confesó —Me dolería lo que Ángel pudiera pensar de mí, si supiera que soy un cornudo consentidor. Tal vez me vea como una especie de enfermo, o un bicho raro. Me jodería que cambiara en parte el concepto que pueda tener de mí, sembrado a lo largo de todos estos años.  
—Enrique, creo que no le tienes porque contar todo eso. No le interesa saber, que en alguna ocasión he follado con algún hombre en tu presencia, o con tu consentimiento. Dile que es la primera vez, que llevábamos tiempo en la cama hablando de ello, como una fantasía de ambos —, le advertí, intentando aconsejarlo.
—No lo sé cariño, quizá tengas razón. Ya iremos viendo —, respondió abrazándome. —¿Tienes muchas ganas de estar con él? ¿Verdad? —, me preguntó apretando su cuerpo contra el mío.
—Si —, admití —La verdad es que me he encaprichado mucho de él. ¿Para qué nos vamos a engañar? —, reconocí sincerándome.
—¿Tanto te gusta mi primo? La verdad es que nunca te he visto así de encoñada, por otros hombres —, dijo interesándose.
—Está muy bueno. Pero también hace mucho todo lo que tú y yo llevamos hablando estas semanas, desde que sacaste el tema por primera vez. Sin duda, eso ha incentivado mis ganas —, respondí.
—Quiero que seas sincera a lo que te voy a preguntar ahora —, me soltó de repente.
—Sabes que siempre lo soy. Jamás te he engañado o te he ocultado nada, ni de mi vida anterior, ni de la de ahora —, le aseguré adelantándome a lo que quisiera decirme.
—Lo sé —, respondió dándome un cálido beso en la espalda —No se trata de que desconfié de que me engañes, se trata de que no quieras hacerme daño con tu respuesta. Ya te digo que prefiero tu sinceridad. Ya que odio el sentimiento de pena —, expuso Enrique.
—¡Venga, suéltalo ya! Nunca me has dado pena y te aseguro que tampoco me la vas a dar ahora. ¿Qué es lo que quieres saber? Te prometo que te responderé con total honestidad —, manifesté impaciente.
—¡Está bien! ¿Cómo preferirías follar con Ángel? ¿Tú a solas con él, o que yo estuviera presente? —, me interrogó mi marido.
—La verdad es que esta vez, creo que preferiría ponerte los cuernos estando a solas con él, y luego, contártelo todo a ti a solas —, reconocí algo cortada.
—¿Has pensado cuándo lo harías? —, preguntó directamente, como dándolo ya por hecho.
—Esta semana no estaría mal, ya que no están mis hijos en casa. Estando ellos, todo será más complicado —, reconocí, comenzando a excitarme de nuevo solo de pensar, un próximo acercamiento con Ángel. Mi marido debió de notarlo.
—Que puta eres cariño. Veo que lo tienes todo bien decidido y calculado —, comentó agarrándome los pechos con suavidad.
—Y a ti te gusta que sea así de puta, porque te encanta que te haga cornudo —dije girándome y comenzando a besarlo.
A pesar de que el día siguiente ambos teníamos que madrugar, estuvimos haciendo el amor hasta altas horas de la madrugada. Por la mañana, llamé al trabajo y dije que no me encontraba bien, que me cogía el día libre. No tuve ningún tipo de problema a ese respecto. Tal como me esperaba, no tardó en llegar el primer mensaje de Ángel.
Ángel – 10:09
—Hola Guapa
—Qué tal estás?
Olivia – 10:09
—Bien, en casa.
Hoy no trabajo
Ángel – 10:09
—Y eso?
—Qué ha pasado?
—Estás mala?
Olivia – 10:09
Nooooo
Me he cogido el día libre
(Emoticono de carita sonriendo)
Ángel – 10:10
—ahhh, menos mal…
—Pensé que estaba mal por lo de ayer
Olivia – 10:10
—Noooooo
—Estoy bien, de verdad
Ángel – 10:11
—Yo casi no he podido dormir
—(Emoticono con carita triste)
Olivia – 10:11
—Y eso???
Ángel – 10:11
—Me dejaste muy malito jejeje
Olivia – 10:12
—Yoooooo?
—Fuiste tú el que me metiste mano en el baño
—Yo soy una santa (Emoticono con Carita de angelito)
Ángel – 10:12
—Me hubiera gustado tener más tiempo
Olivia – 10:13
—A mí te aseguro que también
Ángel – 10:13
—Síiii?
—Y que te hubiera gustado hacer????
Olivia – 10:13
—Me hubiera gustado chupártela
Ángel – 10:14
—Me tuve que masturbar cuando llegué a casa
Olivia – 10:14
—Que desperdicio de energía
—con las ganas que te tengo…
Ángel – 10:14
—Yo sí que te tengo ganas a ti
Olivia – 10:15
—Pues ya sabes…
—Cuando quieras
Ángel – 10:15
—Por mí solo tienes que decirme cuando y donde
Olivia – 10:15
—Quiero ahora
—Ven a casa
Ángel – 10:15
—Ahora????
Olivia – 10:15
—No puedes????
Ángel - 10:16
—Sí, creo que podría arreglarlo
—Y mi primo?
Olivia – 10:16
—Está trabajando
—Estoy solita
—(Emoticono con carita de Angelito)
Ángel – 10:16
—Un momento.
Olivia – 10:16
—Ok.
Ángel —10:24
—Ya está!
—Te viene bien ahora??
Olivia – 10:26
—Me viene Perfecto!!!!!
Ángel – 10:26
—Tardo unos veinte minutos
—(Emoticono con carita tirando besos)
Olivia – 10:26
—Ok
Solté el teléfono y comencé a prepararme, nerviosa. Cogí una minifalda vaquera, me puse unas medias negras y un tanga a juego, una camisa blanca y unos zapatos de tacón.
Pensé en llamar a mi esposo y contárselo, pero en lugar de eso preferí mandarle un mensaje. No tenía mucho tiempo y, sabía que Enrique se mostraría ansioso haciéndome perder mucho tiempo, queriendo saber todos los detalles.
Olivia – 10:47
—Cari,
—Va a venir tu primo
Enrique – 10:49
—A casa??
—Ahora???
Olivia – 10:49
—Sí, ya viene de camino
—No tardará en llegar
Enrique – 10:50
—Qué ha pasado?
—Estás cachonda?
Olivia – 10:50
—Luego te cuento…
—Estoy muy nerviosa
—Pero sí, me he puesto muy puta
—(Emoticono de carita sonrojada)
Enrique – 10:50
—Me gustaría verte la cara
—Que llevas puesto???
Olivia – 10:50
—Minifalda vaquera
—Medias y tanga negro
—Zapatos de tacón negro y camisa clara
—Quieres que te mande foto????
Enrique – 10:51
—Síiiiiiiiiii
—Por fa
—(Olivia te ha enviado una imagen)
—Bufffffff estás para comerte
Olicia – 10:51
—Eso espero. Qué me coma entera!!!
—jijiij
—Cari te dejo, ya está aquí
—Ha tocado abajo
—Vienen a follarse a tu mujercita!!!
—Trabaja mucho!!!
Enrique – 10:52
—jajajaja
—Cada día eres más puta
—Disfruta mucho. Te quiero
—Olivia 10:52
—Y tú cada vez más cornudo
—Yo a ti también TQ
—Ya está arriba, voy abrirle
—Qué ganas tengo!!!!
—Luego te cuento
Silencié el móvil. Sabía que Enrique en esos momentos sería el que estaba más excitado estaría de los tres. Seguramente ya sería incapaz de concentrarse en el trabajo, su cabeza estaría aquí, en casa con nosotros. Permanecería toda la mañana con el móvil pegado a él en todo momento, deseando conocer noticias.
Sabía que estos cuernos eran más complicados para él. Estaba convencida, que a pesar del fuerte morbo que experimentaba con todo esto, en el fondo se sentiría dolido porque Ángel estuviera aquí, engañándolo en nuestra propia casa. Su primo y su amigo de toda la vida, la segunda persona en la que más confiaba, después de mí. Venía a follarse a su esposa, pensando que a sus espaldas.
Pero eso forma parte de la excitación de un cornudo consentidor, los sentimientos encontrados en dos direcciones, capaces de transformar el dolor en placer, la humillación en gozo.
Sabía que a mi marido le costaba un poco más digerir la infidelidad cuando no estaba presente. No estar aquí, viendo como me besaba, como me tocaba, como me hacía correr como una perra. No poder observar, a su puta en acción con otro hombre, como a él le gustaba llamarme, lo ponía tremendamente nervioso, deseoso de conocer cada detalle, cada palabra, cada gesto, cada gemido…
Miré por la mirilla antes de abrir la puerta, no pude resistirme en observarlo unos segundos. Sabía que cuando la abriera, Ángel se lanzaría a besarme, quería verlo un momento así, sosegado, sin saber que lo estaba analizando.
Estaba guapísimo, vestía un pantalón vaquero y una camisa azul oscura. Me fijé en sus ojos claros, del mismo color que los míos. «Hacemos buena pareja», pensé.
No aguanté más, ya no podía dilatar más el ansiado momento de entregarme por entero a ese hombre que tanto deseaba. Me sentía muy atraída por él. Tan guapo y tan varonil, esperaba y deseaba que también fuera un buen amante. A veces, me he llevado alguna decepción al respecto.
Entonces abrí la puerta, me eché a un lado para dejarlo entrar. El olor a su perfume fue lo que primero llegó hasta mí. Tal como había previsto, Ángel se tiró a por mí, incluso antes de que terminara de cerrar la puerta. Pude sentir el calor y la fuerza de sus manos. Se abalanzó hacía mi cuerpo igual que un niño se tira ansioso, a comerse una golosina.
Noté sus manos firmes y fuertes como se colaban directamente por debajo de la minifalda, agarrándome, sujetándome decididamente por mis glúteos. Entonces con un rápido y certero movimiento me arrastró hacia él, haciendo que nuestros cuerpos se juntaran.
En ese momento sus labios asaltaron los míos, su húmeda lengua penetro por fin, asaltando mi boca. Donde la mía, tan ansiosa o más que la suya, salió a su encuentro.
Aspiré profundamente, quería captar toda su esencia, toda su masculinidad envuelta en su aroma, esa mezcla de perfume y olor a hombre, que tanto me embriaga.
«Me gusta mucho», pensé totalmente entregada.
En ese momento se apartó de mis unos instantes, manteniéndome alejada a un metro de distancia, como si quisiera contemplarme, deleitarse con el cuerpo de la mujer que pensaba follarse esa mañana. Del mismo modo que yo había hecho por la mirilla, unos instantes antes.
—¡Que buena estás Olivia! —, me soltó ese piropo que tantas veces he escuchado de la boca de un hombre. Me encantó escuchárselo decir.
—Gracias —, dije girándome para mostrarme en todos los ángulos. Cuando le di la espalda, él ya no pudo aguantar más. Pegó su pelvis a mi culo, poniéndome pegada, de cara contra la puerta de la entrada
—Vamos dentro, o te la meto aquí mismo —, me amenazó con follarme en el pasillo,
Entonces escapé como pude de su fuerte abrazo. Le sonreí, lo cogí de la mano y me lo llevé como si fuera un corderito, agarrado por el pasillo hasta mi dormitorio.
Estuvimos besándonos un buen rato, frente al espejo de la puerta del vestidor de mi dormitorio. Sus decididas manos, comenzaron a desabrocharme ansiosamente los botones de la camisa. El empuje hacia afuera, que producían mis frondosos pechos, dificultaba la tarea.
Una vez liberados y totalmente libres y expuestos, trato de agarrarlos. En ese momento, con un rápido gesto, abandonó mi boca y se dedicó a chuparlos; saboreándolos y besándolos con verdadero deleite. Mis sensibles pezones no tardaron en agradecer las caricias con su lengua, y el roce de sus labios. Al instante, se mostraron orgullosos; duros y turgentes, delatando toda la excitación y el estremecimiento que mi cuerpo estaba experimentando.
—¡Qué tetazas tienes! —, dijo abandonándolas un instante, para volver a sumergirse entre ellas.
—¿Te gustan cariño? Pues disfrútalas todo lo que quieras, ahora son tuyas. Solo tuyas —dije cerrando los ojos tratando de coger aire.
En ese momento se me escapó un breve gemido, fue suave y sutil. De esa manera que tenemos a veces las mujeres de hacerlo, cuando intentamos retener ese suspiro, para mantenerlo dentro. Pero forzadas por la intensidad del momento, no puedes evitar que tu boca exprese, las placenteras sensaciones que está sintiendo tu cuerpo.
En esos momentos te sientes muy deseada, muy mujer y muy hembra. Entregada a ese hombre que tanto te gusta.
Entonces, llevé mi mano hasta su entrepierna, sintiendo al momento toda la intensidad de su potente erección bajo sus pantalones. El haber visto esa verga la noche anterior en casa de los padres de mi marido, hacía que aún la deseara más.
Recuerdo que una vez alguien me preguntó que como me gustaban las pollas. Yo le respondí que sobre todo me gustaban duras. Muy duras. Cuanto más mejor. Desde mi experiencia, de poco sirve un pene, por muy grueso que este sea, si no se pone bien firme y tieso.
Y yo era consciente, porque la había tenido unas horas antes en la palma de mi mano, como era ese miembro. Compacto y consistente; firme y rígido; Gordo y venoso…
Abrí su cremallera con cierta dificultad, debido a que su enorme bulto, que estrechaba mucho el tiro de sus ajustados pantalones vaqueros.
—Quítate los pantalones —, casi le imploré desesperada, ante mi incapacidad de meterle mano, de la forma en que yo lo deseaba.
Ángel me hizo caso, se despegó de mí y comenzó a desnudarse. Yo aproveché para sacarme la camisa y la falda, quedándome en tanga, medias y con los zapatos puestos.
Me fije directamente en su tórax, esa zona del cuerpo de un hombre que si está cuidada tanto me gusta. Me vuelve completamente loca esa parte de la anatomía masculina. Pienso que en esa zona se muestra toda la virilidad de un hombre.
Me lancé a besar sus marcados pectorales, besé sus pechos, los chupé. Respiré ansiosa, todo el olor a hombre que su cuerpo desprendía. Luego llevé una mano hasta su pene, y comencé a masturbarlo.
«Es mía», pensé deseosa sin dejar de pajearlo. El pareció leerme el pensamiento.
—¿Te gusta? —, me preguntó
—Me encanta —, le respondí ya sin poderme aguantar,
Aproveché ese instante para hincarme de rodillas. Luego, miré esa verga a pocos centímetros de mi cara, mostrándome toda su plenitud y virilidad. La acerqué a mis labios, saqué mi lengua y comencé a chupar, rodeando cada milímetro de su glande.
Luego abrí la boca todo lo que pude, y me la introduje centímetro a centímetro, hasta dejarla alojada completamente dentro. Me encanta esa sensación, de sentir mi boca llena de polla. Notar como mi saliva comienza a resbalar por la comisura de mis labios, hasta deslizarse a mis pechos.
—Joder Olivia, la de veces que me he masturbado imaginándome esto. ¡Qué bien la chupas! ¡Por Dios! — Exclamó cerrando los ojos y sujetándome la cabeza.
En ese momento clavé mis uñas en su culo, como tratando de sujetarlo. Mientras permaneciendo arrodillada, no dejaba de comerme esa verga que yo tanto deseaba. «Es mía», me repetía incesante y anhelantemente, mientras disfrutaba de ese maravillo festín.
Disfruto haciéndole una buena mamada a un hombre. Poder sentir su caliente y empalmada polla, rozándome con la punta casi la garganta. Me hubiera encantado hacerlo correr justo en esos momentos. Sentir su leche caliente resbalando por mis labios, hasta dejarla caer sobre mis pechos. Pero Ángel era un amante demasiado generoso, y no quería correrse tan pronto. Seguí mamando, hasta que él me detuvo.
—Ven reina. Ahora te toca a ti —, me dijo con tono cariñoso. Agarrándome gentilmente de la mano, para ayudar a levantarme —Túmbate —, yo obedecí, dejándome caer sobre la cama. —Enséñame el tesoro que tienes entre tus bonitas piernas —, dijo agarrándome del elástico de las bragas, y comenzando a bajármelas, dejándolas caer al suelo.
Una vez que me tuvo desnuda, yo me abrí completamente de piernas, ofreciéndole así mi rajita, poniéndosela a su entera disposición.
Él la miró con deleite, como si no hubiera visto un coño así de expuesto en toda su vida.
—Que suave lo tienes, y que húmeda estás —, dijo pasando la palma de la mano por toda mi vulva.
Entonces metió la cabeza entre mis muslos, y comenzó a besarme y lamerme por todo el chochito. Noté sus dedos abriendo los labios de mi vagina, y acto seguido el placentero roce de su lengua, acariciando e introduciendo la punta, en la entrada de mi coño.
—Ahh… ahhh — gemí sintiéndome llena de gozo.
Entonces comenzó a penetrarme con dos de sus dedos, mientras la punta de su lengua se dedicó, a estimular mi endurecido y enrojecido clítoris. Yo apoyé mis piernas en sus fuertes y erguidos hombros.
—¡Me gusta, me gusta mucho! Sigue ca-ri-ño—exclamé de forma entrecortada.
Al escuchar mis jadeos Ángel intensificó el movimiento de sus dedos, incrementando al mismo tiempo, el maravilloso trabajo que me estaba realizando con su lengua.
—Sigueeee…Ahh…sigue…Qué gusto me das… —, no podía parar de jadear.
Mis piernas, que permanecían descansando sobre sus hombros, comenzaron a tensarse; mi espalda se arqueó y mí respiración se agitó. Vi venir llegar el intenso orgasmo que se avecinaba, y mi cuerpo se preparó para acogerlo. Dejando pasar toda esa descarga que recorría todo mi cuerpo.
—Me corroooo… Me corrooooooo…. Me corro cariño, me corrooooo… —, no pude dejar de gritar.
Chillé tan fuerte, que creo que me tuvieron que escuchar los vecinos. Fue un orgasmo brutal, seguramente también incentivado por el enorme deseo y grado de excitación, que sentía hacia el primo de mi esposo.
—Estás chorreando. Qué delicia de coño tienes —, Manifestó sin sacar los dedos de mi vagina.
—¿Te gusta mi chochito? —, pregunté morbosa
—Me encanta, te lo estaría comiéndolo todo el día. Lo siento por mi primo, sabes que lo quiero, pero ahora necesito follármelo —, declaró poniéndose de pies.
—Yo también lo siento por Clara, pero estoy deseando que lo hagas —, le comenté deseosa.
—Ella no es como tú —, comenzó diciendo.
—¿Te refieres a que no es tan puta como yo? —, lo interrumpí, preguntándole de forma directa sin sentirme ofendida. Pocas cosas me gustan tanto, como sentirme puta, en esos maravillosos momentos cuando estoy tan entregada a un hombre.
—Me refiero a que mi mujer no siente demasiado deseo por el sexo. A veces pienso que no le gusto lo suficiente—, se expresó con cierto pesar.
—Ven túmbate aquí —, le sugerí, cambiando de tema.
Él se echó boca arriba en la cama, entonces yo me acerqué, agarré su polla y comencé a masturbarlo.
—Me gustas mucho Ángel, llevo días que no hago otra cosa que desear hacer esto —, le dije justo en el momento en el que me subía sobre él, y comenzaba a besarlo. Nuestras bocas, debido al sexo oral que ambos habíamos practicado, sabían a nuestros sexos, y eso incremento nuestro deseo.
Pude sentir la fricción de su torso sobre mis pechos, el roce de su glande contra mi vagina.
—¡Joder Olivia! ¡Qué cachonda eres! —, dijo dándome un fuerte azote en una de mis nalgas.
—¡No lo sabes tú bien! —, le dije sin dejar de rozarme contra su polla.
—Mi primo me comentó un día, que eras una mujer muy ardiente, pero no me imaginaba que te iba tanto la marcha. Ahora que lo he comprobado, me gustas aún más —, se atrevió a decir envalentonado por su enorme excitación.
—¿Enrique te dijo que yo era una mujer ardiente? —, le pregunté riéndome, pues sabía que él no empleaba ese tipo de palabras cuando estaba excitado.
—Bueno… en realidad me dijo que eres una cachonda. Esas fueron sus palabras exactas —, manifestó buscando el roce de mi vagina —También me dijo que te gustaba mucho esto. —, añadió, propinándome otra fuerte cachetada en la otra nalga.
—Pues no te mintió. Me vuelve loca —, dije poniéndome de cuclillas. Entonces agarré su verga, y la coloqué justo a la entrada de mi vagina —Mírame, quiero ver tus ojos cuando sienta como entra tu polla dentro de mi coño.
—¡Vamos puta! ¡Clávatela ya! Me vas hacer correr antes de probar ese coño tan delicioso y mojado que tienes —, me advirtió apresurado.
Entonces me dejé caer, lenta, pero decididamente, hasta que sentí su dura estaca insertada, totalmente dentro de mi sexo.
No dejamos de mirarnos directamente a los ojos, incluso pude notar, como su cara se contraía de placer, según él iba sintiendo el calor del interior de mi sexo.
Entonces comencé a follármelo. Empecé a moverme sobre él como una hábil amazona lo hace sobre su montura. Me fijé, en como él miraba embobado, el enorme balanceo que producían mis movimientos, en mis grandes pechos.
— ¿También te dijo mi marido que me encanta que me digan lo puta que soy? —, le pregunté al borde del éxtasis, sin poder aguantarme. Necesitaba que me lo dijera. Eso incrementa mi excitación.
—Eso no hace falta que me lo diga él. Eres una buena puta Olivia, una verdadera zorra —, se expresó cada vez más excitado.
—¿Te gusta cómo te folla esta puta? —, seguí preguntando cada vez más cachonda.
—Síiiiii —gritó —Me encanta como te mueves, Olivia.
—¡Fóllame, házmelo como a una perra! —, le rogué, casi suplicándole.
Entonces me tiré sobre el colchón, apoyando las rodillas y las palmas de las manos, mostrándome y ofreciéndome desde atrás. Necesitaba que me montara, que me empotrara. Sentir su verga con toda la intensidad, notar su deseo directamente proporcional, a la potencia de sus embestidas.
Ángel se situó detrás, cogió un cachete en cada mano y las apartó, abriendo toda la raja de mi culo, y exponiendo así, mi zona más íntima. Entonces las soltó a la vez, propinándoles sendos azotes. Las pude ver reflejadas en el gran espejo de la puerta del vestidor, estaban como a mí me gusta mostrarlas, orgullosas de estar enrojecidas.
—Que culazo tienes, zorra —, dijo apretando nuevamente mis nalgas.
—¿Te gusta cariño? ¿Te gusta el culo de putita que tengo? —, pregunté girando el cuello, para mirarlo a la cara.
—Me encantaría comértelo —, dijo más como una fantasía.
—¿Quieres comerte mi culito? —, dije casi ofreciéndoselo.
Entonces el volvió a separar mis redondas y carnosas nalgas, y pegó su boca directamente sobre mi culo.
Me encanta cuando un hombre me hace eso. Sentir sus labios y su lengua estimulando mi ano, me llevaron de forma inconsciente, a estirar una mano hasta mi coño. No pude resistir tocarme. Él notó mi fuerte grado de excitación, entonces se atrevió a comenzar a introducirme un dedo en el culo.
No tarde apenas nada en volver a sentir la llegada de un nuevo orgasmo.
—Me vas ha-cer correr… ahh…Me cooorrooo…¡Me gus-taaaaaaa mu-choo! —gemí poseída por una tremenda descarga de sensaciones placenteras. Sin dejar de estimular mi enrojecido clítoris.
Ángel no tuvo clemencia. No dejo que me recuperara. Nada más terminar de correrme, puso su verga frente a mi coño, clavándome su potente estaca de un solo movimiento de cadera. Entonces empezó a moverse lentamente, dejándome notar como entraba y salía cada centímetro de su enorme rabo.
—¿Me puedo correr dentro? —, quiso asegurarse.
—¿Te quieres correr dentro de mi chochito? ¿Me quieres dejar la rajita llena de tu leche? —, dije, intentando recuperarme del orgasmo que acaba de experimentar.
—Sí, quiero descargar dentro de tu coño —, gritó elevando la voz, totalmente fuera de sí
 —¿Quieres preñarme? — Bromeé, pues hacía mucho tiempo que tomaba la píldora anticonceptiva —Puedes correrte donde quieras, cariño —, le ofrecí.
Entones Ángel aumentó el ritmo de sus fuertes embestidas, propinándome de vez en cuando, cuando menos me lo esperaba, una fuerte cachetada, que casi me hacía enloquecer de gusto.
Cada vez que sentía su mano descargando fuertemente sobre una de mis nalgas, yo no podía menos que gemir y arquear la espalda de placer. Era como una pequeña, pero intensa descarga eléctrica, que recorría todo mi cuerpo.
—Me vuelve loco tu culo —, me repetía, una y otra vez.
Yo volví acariciar mi clítoris, para intentar acelerar la llegada de un nuevo orgasmo. Me había corrido dos veces, pero aún n

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