Las hermanas del pueblo. Intervención 6

Las hermanas del pueblo. Intervención 6

Esta es la historia de Naiara, Rocío y Valeria, tres hermanas que viven en un pueblo en el cual sus vidas van cambiando a medida que diferentes personas se involucran con ellas, ayudándolas a descubrir nuevos límites y llevándolas por diferentes caminos de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

CAPITULO 1

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Intervención 6: Traición (Ludmila)
   Rochi y yo siempre fuimos muy unidas al punto de que yo llegaba a considerarla como la hermana que nunca tuve. Mi madre y la suya son hermanas, por lo que familiarmente somos primas, pero nos criamos y crecimos juntas siempre, aprendiendo la una de la otra. Durante años fuimos inseparables y llegamos a pasar horas y horas hablando de cosas privadas la una con la otra. Éramos más que primas, incluso más que amigas, éramos la persona en la que la otra confiaba al máximo al punto de revelarnos los secretos más íntimos. Fue por eso que me consideré traicionada cuando me robó a Javier en su momento.
   Ella sabía que nuestro amigo me gustaba, inclusive antes de que se pusiera lindo. Siempre sentí algo por él y hasta llegué a confesárselo en una de esas charlas de hermanas que ocurrían un sábado a las cuatro de la mañana. Pero mis palabras fueron nada para ella y a las pocas semanas le estaba contando a todo el mundo que Javier le encantaba y que le parecía re lindo. Y obvio, yo no pude decir nada. ¿Qué iban a pensar el resto de las chicas si yo les decía que en realidad a mi Javier me gustaba desde hacía más tiempo? No tenía sentido, pues ahora todos creían que ella y él eran la pareja ideal.
   Lo peor de todo fue que yo sabía que Javier gustaba de mí, pues me lo había confesado en una charla de WhatsApp que habíamos tenido en su momento. Pero le hicieron tanto la cabeza que él empezó a gustar de Rochi y se terminó obsesionado con ella. “¡Ay son perfectos! ¡Son el uno para el otro! ¡Harían re linda pareja!” les decían los demás y él terminó cayendo en sus garras. La noche antes de ponerse de novio con ella me preguntó qué opinaba yo de esa pareja. “Ya sabes lo que opino” le dije y él llegó a confesarme que todavía gustaba de mí pero que también le gustaba mi prima. El resto es historia, Javier y Rocío se pusieron de novios y pasaron a ser la pareja perfecta.
   Los años pasaron y las cosas no cambiaron. Javier se mudó a la ciudad al igual que la mayoría de nosotros, pero siguió de novio con Rocío a la distancia. Pensé que esa podía ser la oportunidad para aprovechar y ver si todavía seguía pensando lo mismo de mí, pero Ariela y Belén lo vigilaban todo el tiempo y le pasaban reportes diarios a nuestra amiga de lo que su novio hacía. Con el correr de los meses los reportes fueron quedando de lado, pero Javier se había enamorado de mi prima y no había posibilidad de que algo pasara entre nosotros dos.
   Yo empecé a hacer la mía y terminé estando con otros pibes a pesar de que nunca encontré alguien que me atrapara tanto como lo había hecho Javier en su momento. Algunos llegaron a ser más importantes que otros, incluso uno de ellos me propuso tener algo más serio pero yo no tenía ganas en ese momento y lo dejé pasar. No era capaz de verlo, no quería asumirlo, pero no podía sacarme a Javier de la cabeza y lo negaba a pesar de que lo sabía muy en el fondo. Necesitaba que algo apsara entre nosotros dos y estaba segura de que nunca iba a suceder por culpa de Rocío.
   Ya en nuestro tercer año viviendo en la ciudad las cosas empezaron a cambiar. Por esas casualidades del destino, Javier y yo nos empezamos a llevar mucho mejor y nos hicimos muy compinches. Hablábamos de todo y llegó hasta contarme algunas intimidades de su relación, como peleas con mi prima e impulsos de estar con otras mujeres. “La amo, no quiero engañarla” me confesó y yo me hice la buena y le dije que él tenía que escuchar a su corazón y hacer lo que quería. Pero mi plan era en realidad ir convenciéndolo poco a poco de que dejara a su novia y que pudiera ser libre de una vez. “No sirve si vos no estás seguro de lo que querés” le dije hablando de su noviazgo y él asintió con la cabeza.
   La suerte se puso de mi lado cuando Rocío me escribió desesperada para pedirme que por favor controlara a su novio porque sentía que la estaba engañando. “Tranquila Rochi, seguro no pasa nada” me hice la estúpida y le respondí tratando de quitar del medio sus dudas. Lo cierto era que Javier había estado con otra mujer y todo había sido gracias a mí. Una noche fui a su casa y empezamos a tomar como locos. La idea era estar con él en un momento de debilidad, pero mi plan no salió como esperaba y terminamos yendo a un boliche en donde él se encaró a una chica que bailaba cerca de nosotros dos y se terminó yendo con ella. No salió como yo esperaba, pero era un primer paso para que terminara su relación y así poder estar con él.
   Las dudas y escenas de celos de Rocío se incrementaron a medida que pasaron los días y él se sentía agobiado por ella. “No la aguanto cuando se pone así” me contó después de que ella lo llamara de golpe mientras yo estaba en su casa y estudiábamos para un examen. Lo mejor fue que automáticamente me mandó un mensaje a mí preguntándome si sabía quién era la amiga de la facultad de él con la que había estado estudiando hacía dos días y yo le dije que no la conocía, pero que no era la primera vez que subía fotos con él. Era mentira, pero no iba a desaprovechar esa oportunidad.

   -¡Basta Rochi! ¡No podés hacerme escenas de celos por cualquier cosa!- Le gritó un sábado a la noche cuando estábamos haciendo la previa en el departamento de Dante.
   La noche cambió por completo. Javier se puso de muy mal humor y ni Dante ni Ramiro pudieron levantarle el ánimo. Belén y Ariela, por el contrario, le reclamaron que estaba siendo muy agresivo con Rocío últimamente y él no aguantó esa situación. “¡Basta! ¡Me voy!” dijo gritando de golpe y se levantó y encaró hacia la puerta. Yo lo seguí tratando de evitar que se vaya, pero la tensión era tan grande que Javier no hizo caso. Dante bajó a abrirle y yo lo acompañé pensando que podía ayudarlo un poco. Pero ni bien abrió la puerta del palier, él salió caminando a toda velocidad y yo le dije a Dante que se quedara, que yo me iba con él para tratar de calmarlo un poco.
   Había tomado bastante durante la previa y eso no lo ayudaba a pensar claramente, pero seguía rumbo a su casa y no le importaba que yo caminara al lado suyo en silencio. “Javi, no podés seguir así. Te estás volviendo loco” le dije tratando de hacerlo entrar en razón. “Lo sé” me respondió él mirando al piso y siguió caminando. Estábamos a cuatro cuadras de su departamento y no se detuvo hasta que llegó al palier del edificio. Me pidió disculpas por haber hecho que yo me volviera de golpe y yo le dije que no había problema, que hacía lo que fuera por él. Apoyé mi mano sobre su hombro y la fui bajando lentamente por su brazo, acariciándolo de forma tierna. Él levantó la vista, me miró a los ojos y sin decir nada, me besó.
   Me agarró completamente de sorpresa, pero obviamente le devolví el beso, el cual enseguida se transformó en un chape caliente y provocador. Metió su lengua en mi boca y yo hice lo mismo y comenzamos a transar como locos en la puerta del edifico donde él vivía. De golpe reaccionó y se alejó de mí dando dos pasos para atrás. “No Lu. No puedo” me dijo y murmuró algo de Rochi que no llegué a entender. Le propuse de subir a su casa, de sentarnos tranquilos a hablar de lo que le pasaba, pero el negó con la cabeza y sin dejar de mirar al piso. Seguía murmurando algo, no le entendía.
   - ¿Qué?- Le pregunté algo cansada.
   - ¡Estoy de novio con Rochi! ¡La amo!- Me gritó él levantando la vista.- ¡Siempre la amé!
   - No me mientas Javier.- Le dije de golpe.- Yo no me olvido de que vos y yo sentíamos algo por el otro y que no fue hasta que te llenaron la cabeza de que vos y Rocío eran la pareja ideal.- Le dije soltando todo como una bomba de confesiones.- Todavía me acuerdo de esa noche en la que me dijiste que todavía te sentías atraído por mí a pesar de estar saliendo con ella. Vos y yo hubiésemos funcionado mucho mejor…
   No sé si era el alcohol, el enojo que tenía con su novia o lo que acababa de decirle, pero Javier volvió a acercarse a mí y me besó una vez más. En esa oportunidad lo hizo de manera mucho más apasionada, colocando su mano en mi rostro y la otra en mi cintura. Yo lo abracé por encima de los hombros y le devolví el beso que rápidamente se puso muy fogoso. “Me calentás mucho Javier. Te deseo con ganas” le dije y a pesar de que sonaba muy cursi, mis palabras volvieron a hacer efecto. “Vos también me calentás. Vamos arriba” me dijo y rápidamente se dio vuelta y llamó al ascensor.
   El viaje hasta su departamento se vio interrumpido en varias oportunidades por besos calientes y provocadores que iban incrementando la temperatura. Cuando llegamos, él abrió la puerta y fuimos directo al sillón para seguir con los besos. Las manos se descontrolaban cada vez más, los besos se ponían muy babosos y las miradas de deseo eran súper evidentes. “No sabés las ganas que tengo de que me hagas tuya” le confesé al oído en un susurro con la idea de calentarlo más y más. Me subí sobre su cuerpo y empecé a franelear mi cintura encima de la suya para que mi conchita rozara contra el bulto que se formaba en su pantalón.
   Javier me sacó la remera y enseguida fue hacia mis tetitas, las cuales manoseó por arriba del corpiño y besó como pudo. “Tenés unas tetas hermosas” me dijo luego de desprenderme el corpiño y le pedí que jugara con ellas por un ratito más. Tiré la cabeza hacia atrás, cerré los ojos y disfruté como los dedos de Javier rozaban mi espalda y como su lengua y sus labios humedecían mis pezones y los ponían bien duritos. Eso era lo que quería, lo que había deseado toda mi vida. “Perdón primita” pensé y una sonrisa macabra se dibujó en mi rostro.
   Nos seguimos desnudando y cuando lo tuve totalmente desnudo frente a mis ojos, me senté en el sillón y él se paró delante de mí. Automáticamente fui a su cintura, agarré su pija con mi mano y se la empecé a chupar como loca. Sabía que tenía que lucirme, que tenía que demostrarle que era capaz de darle mucho placer, algo que él me había confesado que no siempre conseguía con su novia. Mojé mis labios con mi lengua y después comencé a mamársela con todas mis ganas, moviendo mi cabeza hacia adelante y hacia atrás a toda velocidad. Su pija empezó a crecer en mi boca a medida que pasaban los segundos y sentía como esta se iba poniendo más y más grande.
   Levanté la vista y pude ver como Javier me miraba con una cara de baboso terrible y como gozaba del pete que le estaba haciendo. “¡Uhh dale! ¡Así!” me dijo agarrándome del pelo y acompañando los movimientos de mi cabeza. Yo iba hacia atrás y hacia adelante constantemente, chupándosela con ganas y disfrutando de esa pija por primera vez. Me encantaba, me volvía loca y no quería dejar de chupársela. Con una de mis manos empecé a masajear sus huevos sabiendo que Rocío nunca haría algo así y que seguramente a él le encantaría. Claramente acerté y él abrió más las piernas para que yo pudiera seguir complaciéndolo de esa manera.
   Luego de varios minutos de darle placer de forma oral, él se arrodilló frente a mis ojos, me besó y me empujó para atrás. Se inclinó hacia adelante y me empezó a comer la concha a lo bestia. Había escuchado de ello, en alguna oportunidad me había confesado lo mucho que le gustaba hacer gozar a mi prima con su lengua. Pero nunca me hubiese imaginado lo delicioso que se sentía. De forma acelerada pero precisa, Javier movía su lengua de un lado al otro por encima de mi conchita mojándola toda y después subía hasta mi clítoris para acariciarlo sutilmente. Mis piernas temblaban por encima de sus hombros y mi cintrua bailaba al ritmo de su boca en ese oleaje de placer increíble.
   De golpe se levantó y sin dar muchas vueltas me la metió. Yo pegué un gritito que mezclaba excitación y placer y me aferré a sus brazos que fueron a parar a mis tetas. “¡Me encantan tus gomas Lu!” insistió él y me las empezó a manosear mientras movía su cintura hacia adelante y hacia atrás cada vez más rápido. Yo abrí bien grande la boca y dejé escapar los primeros gemidos de la noche, que empezaron a retumbar en el pequeño comedor al mismo tiempo que los dos seguíamos disfrutando. Javier me miraba de vez en cuando y se mordía los labios en señal de placer. Me mataba cuando hacía eso, yo sentía como mi concha se empapaba cada vez que nuestros ojos se cruzaban.
   La cosa se fue poniendo cada vez más caliente cuando se sentó en el sillón y me pidió que me colocara encima suyo. Lo hice mirándolo a los ojos y con mis piernas bien abiertas a cada lado de su cintura. Empecé a moverme hacia adelante y hacia atrás como loca mientras que él me sujetaba de la cintura y miraba como mis pequeños pechos rebotaban frente a sus ojos. “¡Así! ¡Dale! ¡Me encantás!” me dijo él y yo abrí nuevamente la boca para continuar gimiendo frente a su rostro. Parecía encantarle el hecho de que yo le demostrara placer de esa manera, que le hiciera saber lo bien que la estaba pasando.
   Los besos no fueron excluidos en esa posición. Javier levantó la cabeza y buscó mis labios para comérmelos ferozmente al mismo tiempo que sus manos bajaban hasta mi cola para acompañar mis movimientos. Yo empecé a saltar como loca sobre su cuerpo, clavándome su pija y gritándole bien de cerca. “¡Ay sí! ¡Ay Javier! ¡Por favor!” gemía como loca mientras que él seguía mirándome anonadado. Era obvio que él también había deseado eso por años y estaba más que conforme con cómo se estaban dando las cosas.
   Me levanté y me puse en cuatro apoyando mis manos en el respaldar del sillón y él rápidamente se paró detrás de mí. Primero me manoseó bastante la cola, mi arma secreta y luego me la metió para seguir cogiéndome a lo bruto. Estaba fuera de sí, sacado y descontrolado. Cargaba con una calentura inmensa y lo demostraba en la forma en la que me cogía. Su pija entraba y salía casi por completo de mi cuerpo con cada movimiento que daba y sus manos se aferraban a mi cuerpo como si de garras se tratase. “¡Sos tremenda! ¡Me encanta Lu! ¡Te quiero coger toda!” me decía y él y cada palabra de su cuerpo penetraba mi cabeza y bajaba hasta mi entrepierna en forma de líquido.
   Cuando me pegó el primer chirlo, supe que se lo venía aguantando desde hacía un buen rato. Giré la cabeza y vi una sonrisa algo macabra en su rostro y sin dudarlo le pedí más. El segundo chirlo fue mucho más fuerte y directo y me dejó la cola ardiendo. “¡Ay sí! ¡Me encanta! ¡Más!” le grité como loca mientras empezaba a saltar sobre el sillón y a clavarme su pija. Javier volvió a pegarme, en esa oportunidad en la otra nalga, y sentí como mi cola se prendía fuego mientras que mi concha se empapaba en un orgasmo delicioso. “¡Más! ¡Pegame!” le grité acabando de una forma increíble y el siguiente sopapo llegó a hasta dolerme.
   Toda mojada y acabada, me senté nuevamente en el sillón y lo acerqué a mi cuerpo para chuparle la pija una vez más. La tenía empapada y en gran parte gracias a mí, pero no me importó. Me la metí en la boca y se la volví a chupar como loca sin dejar de mirarle a los ojos. “¡Dale, así! ¡No pares!” me pidió él por más que no hacía falta pues no estaba en mis planes detenerme. Se la seguí chupando como loca, moviendo la cabeza hacia atrás y hacia adelante a toda velocidad, bien acelerada hasta que no pudo más. Acabó todo adentro de mi boca y como una niña buena me fui tragando toda su lechita espesa hasta la última gota.
   - ¡Mmm que rica!- Le dije lamiéndome los labios y abriendo la boca para que vea que no me había quedado nada.
   Pero así como viendo el momento de inspiración y placer, desapareció. Javier retrocedió despacio, se sentó en una de las sillas de la mesa y llevándose las manos a la cara empezó a llorar. Enseguida me paré y le pregunté que le pasaba y me contestó que no podía creer que acababa de engañar a su novia. “Tranquilo, es lo que vos querías hacer y tenés que ser libre” le dije yo acariciándole la espalda. Pero acto seguido agarré mi celular y me fui al baño para limpiarme dejando a mi amante sollozando solo en el comedor. Me senté en el inodoro, agarré mi celular y empecé a escribir sin dudarlo: “Prima, tengo que confesarte algo que no me animaba a contarte” empecé y dejé que mis manos siguieran escribiendo solas.


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3 comentarios - Las hermanas del pueblo. Intervención 6

garcheskikpo +1
Ay ay ay esto se va descontrolaaaar dijo alguno por lo bajo
HistoriasDe
Jajaja gracias!