Las hermanas del pueblo. Capítulo 1

Las hermanas del pueblo. Capítulo 1

Esta es la historia de Naiara, Rocío y Valeria, tres hermanas que viven en un pueblo en el cual sus vidas van cambiando a medida que diferentes personas se involucran con ellas, ayudándolas a descubrir nuevos límites y llevándolas por diferentes caminos de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

Capítulo 1: De vuelta al pueblo (Naiara)
   El micro frenó de golpe y cuando miré por la ventana pude ver su cara de felicidad al comprobar que estaba mi rostro espiando detrás del vidrio. Agarré mi mochila, me bajé y enseguida sentí el calor de sus brazos rodeando mi cuerpo en un abrazo hermoso. Me di cuenta en ese momento lo mucho que extrañaba su cuerpo, su sonrisa, sus palabras y la forma en la que me miraba. Fui a buscar mi bolso y él rápidamente lo agarró para que yo no tuviera que cargarlo hasta el auto. Caminamos tranquilos y luego de guardar las cosas en el baúl nos subimos y él miró nuevamente, feliz de que estuviera a su lado. “Te extrañé muchísimo” me dijo y noté un brillo en sus ojos que me partió el alma e hizo que rompiera en llanto.
   - Yo también te extrañé, papá.- Le dije y abracé a mi padre con los ojos llorosos.
   Había vuelto a mi pueblo, a ese del cual me había escapado cuanto tenía 18 años para estudiar en la gran ciudad. Ahora, con 26 primaveras encima, volví con el título de médica abajo del brazo y con la posibilidad de hacer las pasantías en el hospital del pueblo. Mi padre, amigo de uno de los médicos de cabecera del hospital, había hablado con él y me había conseguido un lugar en las guardias, oportunidad que yo decidí aceptar. No me hacía mucha gracia volver a mi pueblo, mucho menos a trabajar en el hospital que había nacido, pero había dos razones muy importantes por las que decidí hacerlo. La primera es corta y simple, en la ciudad no era fácil conseguir pasantías y no quería desperdiciar una oportunidad que tenía garantizada. La segunda era mucho más compleja y complicada, pues mi padre atravesaba una enfermedad algo completa y mi corazón me decía que tenía que estar a su lado.
   El pueblo era el infierno para mí. Por alguna razón en particular odiaba ese lugar, a su gente y todo lo que allí sucedía. No me sentía parte de ese mundo en absoluto y la sola idea de volver me generaba una mala predisposición. Ver la sonrisa de mi padre apenas el micro se detuvo fue un instante de felicidad que rápidamente se vio nublado cuando llegué a mi casa y me reencontré con el resto de mi familia. Mi madre, una fiel ama de casa y madre de la vieja escuela, era todo lo que no quería ser cuando fuera grande. Por alguna extraña razón cada vez que la veía sentía lástima y pena y por mi cabeza pasaba la idea de que yo no quería terminar igual que ella. Sin trabajo, dedicada a cuidar a su marido y a criar a sus hijas, sin una vocación que seguir, con pocas amigas y mucho resentimiento en su haber. Pero lo peor de todo es que siempre había sido imparcial conmigo en comparación con mis hermanas, demostrándome muchísima falta de cariño y siendo crítica hacia mis decisiones y mis elecciones de vida. Mis hermanas, son un mundo completamente aparte.
   Rocío, la del medio y de 20 años, siempre fue la chica diez, el orgullo de la familia y la niña de quienes mis padres siempre estuvieron orgullosos. Resultó ser perfecta en la secundaria, logrando obtener un promedio casi excelente y terminando como abanderada del colegio. A pesar de eso, Rochi (como todos la llaman), no supo elegir una carera para seguir estudiando y terminó quedándose en el pueblo para trabajar en el local de ropa de una de las pocas amigas de la familia. Su novio de hace ya muchísimos años, Javier, es el hijo que mis padres nunca tuvieron y eso hace que amen mucho más a mi hermana. Ella y él son la pareja perfecta y son los novios favoritos del pueblo. El problema es que hace 3 años Javier se fue a la ciudad a estudiar veterinaria y sorpresivamente, pudieron mantener la relación a distancia. De chicas éramos muy unidas con Rochi, a pesar de que nos llevábamos 6 años. Pero a medida que fui creciendo, me fui dando cuenta lo distintas que éramos y eso hizo que nos termináramos distanciando.
   Valeria, la menor, tiene actualmente 18 años y transita su último año de secundaria. Cuando yo me marché del pueblo ella tenía tan solo doce años y era una niña buena y hasta un poco tímida. Pero a medida que pasaban los años me iba enterando de muchísimas cosas que hacía y me di cuenta lo terrible que era. Es que eso es otra de las cosas que odio de este pueblo, los rumores y los chimentos que corren constantemente. Al parecer, a Vale le pegó fuerte la adolescencia y sus hormonas saltaron cuando entro en la secundaria. Empezó a salir con chicos, se acuesta con ellos y le encanta la fiesta y divertirse con sus amigas. La verdad, la admiro por ello. Es muy difícil llevar una vida libre y que no te importe lo que digan en un lugar donde todos están mirándote constantemente. Hace algunos meses que empezó a salir con un tal Mateo, un chico del pueblo que es bastante desastroso, pero yo estoy segura que eso le va a durar muy poco. A pesar de nuestra diferencia de edad, creo que es con la que más me siento identificada, con la diferencia que ella no reprimió su rebeldía y decidió vivirla libremente.

   La primera semana de convivencia fue caótica. Mi llegada alborotó la casa y la fricción no se hizo esperar, especialmente con Rochi, quien me veía como una especie de invasora. Mi padre me armó una especie de habitación nueva en el estudio de la planta baja, lugar que ella solía utilizar para leer y distraerse pintando, con la idea de que no tuviéramos que compartir habitación como lo habíamos hecho durante años. Obviamente, a ella no le gustó nada que yo usurpara “su lugar” y enseguida hizo un berrinche que me demostró que todavía seguía queriendo ser la niña mimada de la familia. Mi madre, en un intento de mediación fallido, terminó convenciendo a mi padre que le cediera parte del garaje para que ella pudiera pintar allí tranquilamente.
   Pero yo pasaba muy poco tiempo en la casa, pues solía levantarme temprano para ir a desayunar a uno de los bares del pueblo y luego iba al hospital para hacer mi trabajo. Allí, conocí a Edgardo, el médico amigo de mi padre que era toda una eminencia del lugar. Su hijo, Cristian, también había aceptado la oferta de ser pasante en el pueblo y los dos empezamos a trabajar juntos. Después de varias horas de trabajo, me gustaba dar un par de vueltas por el pueblo, retrasar lo más que se podía el regreso a casa a la nueva realidad que me tocaba afrontar. En uno de esos paseos me reencontré con Andrés, mi ex novio de la secundaria y con quien salí por unos meses antes de irme a vivir a la ciudad. Estaba acompañado de Karina, una chica un año menor que nosotros y con la que se puso de novio tan solo unos meses después de cortar conmigo. Los saludé con una sonrisa y él me devolvió el saludo, mientras que ella me miró con cara de odio y llevó sus manos a su panza, haciéndome notar que estaba muy embarazada.
   El tiempo en el pueblo pasaba distinto, las cosas tenían otro punto de cocción y todo avanzaba mucho más rápido. Me sentía un bicho raro entre tanto cotilleo y murmullo que funcionaba como una especie de banda sonora de ese lugar gris y oscuro. Pero entre todo lo negro que veía cotidianamente, encontré una pequeña luz que me sorprendió. Trabajando en uno de los bares del pueblo, me reencontré con Fernando, un ex compañero de secundaria que a pesar de que se había ido a la ciudad a estudiar ingeniería, volvió al poco tiempo para hacerse cargo del bar que su padre ya no quería manejar. Le dio una lavada de cara, lo modernizó y el lugar se hizo muy popular entre los jóvenes del pueblo, logrando así crear un negocio bastante rentable.
   Fernando seguía siendo el mismo pibe que yo recordaba cuando teníamos 18 años. Le encantaba hacer bromas y chistes, vivía sonriendo y divirtiéndose y estaba todo el tiempo rememorando viejos momentos. La primera vez que lo vi, se sentó en la mesa en la que estaba desayunando y se quedó hablándome durante todo el tiempo que me llevó tomar mi café. A los pocos días volví a cruzármelo y me propuso que fuera una noche a su bar y que él me iba a esperar con algo para tomar. Pensando que se trataba de una simple invitación para divertirnos, acepté la propuesta y ese fin de semana fui al bar para reencontrarme con algunos otros ex compañeros de la secundaria que habían decidido volver al pueblo finalizadas sus carreras o abandonadas a mitad de camino. El dueño del bar, enseguida reveló sus intenciones invitándome a tomar algo de forma más íntima en su casa y te le devolví una sonrisa sin saber que responderle.
   La verdad era que yo no estaba en compromiso con nadie, pero tampoco estaba del todo disponible. Hacía ya varios meses, viviendo en la ciudad, había conocido a Lucas, un chico con el que empezamos a tener sexo y poco a poco nos fuimos relacionando. Dado que ninguno de los dos quería algo serio, decidimos que en un principio nuestra relación iba a ser netamente sexual. Sin embargo, no tardamos en darnos cuenta que sentíamos algo más por el otro. El problema fue que nos dimos cuenta demasiado tarde, pues yo ya había aceptado la propuesta de muradme al pueblo cuando él me propuso ir oficializando lo nuestro. Aceptamos que lo mejor sería no ponerle títulos a la relación, pero mantenernos en contacto y tratar de ser exclusivos el uno con el otro. Algo que era totalmente inviable, teniendo en cuenta que durante el primer mes yo solo había viajado una vez a la ciudad para verlo a él. Pero en ese momento no me di cuenta de lo imposible que iba a ser eso.
   Lo cierto es que la noche que Fernando me propuso ir a su casa luego de que cerrara el bar, yo había tenido una discusión bastante estúpida con mi madre y con Rochi y para colmo Lucas no me había respondido los mensajes en todo el día. Estaba molesta, enojada y en parte caliente, pues hacía dos semanas que no veía a mi chico de la ciudad. Dudándolo un poco, acepté la propuesta de Fernando y le dije que iba pero solo a tomar algo. Él, sonriendo, se quedó conforme con mi respuesta y siguió trabajando mientras yo conversaba con el resto de mis ex compañeros de secundaria y me ponía al día con sus historias. Andrés, aprovechó para resaltar lo feliz que era viviendo con Karina y lo contento que estaba de que en pocas semanas iba a ser padre. Yo me reía por dentro al escucharlo hablar, era obvio que intentaba darme celos, como si yo todavía sintiera algo por él. Eso es lo curioso de los pueblos, que el tiempo avanza mucho más rápido, pero las personas suelen quedarse a vivir en el pasado.

   Llegamos a la casa de Fernando a eso de las tres de la mañana y directamente no dimos vueltas. Ni bien cerró la puerta de entrada, yo me abalancé encima de él y comencé a besarlo de manera apasionada abrazándolo por encima del cuello. Fernando me devolvió el beso y poco a poco nos fuimos trasladando hasta la habitación para recostarnos en la cama. La cosa se puso muy caliente de golpe y entre besos y caricias nos fuimos sacando la ropa y revelando por primera vez nuestros cuerpos completamente desnudos. Durante la secundaria Fernando era uno de los chicos lindos del curso, uno de los galanes y seductores con los que todas querían estar. Andrés era el otro y yo había logrado conquistarlo a él. Pero ocho años más tarde, Andrés estaba bastante desalineado, desprolijo y con una panza que denotaba descuido, mientras que Fernando seguía siendo igual de hermoso que siempre.
   Rápidamente bajó por mi cuerpo y se colocó entre mis piernas para abrírmelas con sus manos y comenzar a besarme los muslos. Nunca me había imaginado como podía llegar a ser Fernando durante el sexo, pero por alguna razón intuía que debía ser todo un animal. Empezó a lamerme la concha de una forma bastante brusca, como apresurada. Pero luego de que le dijera que fuera un poco más lento para hacerme sentir más placer, se acomodó a mis palabras y me hizo sentir la humedad de su boca en mi cuerpo. Noté enseguida como se esforzaba por complacerme y eso me encantaba. Sus manos masajeaban mis piernas y las acariciaban de una manera muy sutil, mientras que su lengua recorría toda mi entrepierna y me hacía temblar cada vez que rozaba mi clítoris.
   No tardé en levantarme agitada y proponerle un cambio de roles. Él se recostó sobre el colchó y yo me acomodé entre sus piernas para agarrar su pija con mis dos manos y notar lo dura que esta estaba. Lo miré a los ojos y vi en su rostro una sonrisa algo morboso que me generó un escalofrío que me recorrió toda la espalda. Me incliné hacia adelante y empecé a chupársela con ganas, lamiéndole la cabeza y laboreándole la pija que se ponía más y más dura. “¡Uhh nena, así!” me decía él gimiendo con ganas. Levanté la vista y pude apreciar que Fernando había cerrado los ojos y se había llevado las manos a la nuca, demostrándome que estaba disfrutando muchísimo de lo que yo hacía. Mientras se la chupaba, lo seguía pajeando con una de mis manos y con la otra recorría su cuerpo, acariciando desde su pecho hasta sus piernas.
   Rápidamente se puso un preservativo mientras yo volví a recostarme en la cama. Abrí mis piernas y él se colocó encima de mí, penetrándome lentamente mientras nos besábamos de forma apasionada. Despacio, comenzó a cogerme, haciéndome sentir su pija bien dura penetrándome una y otra vez. Los besos no se cortaron y continuaron entre gemidos y suspiros profundos que se hacían cada vez más intensos. Fernando se levantó y se apoyó sobre sus manos para cogerme cada vez más rápido, mientras me miraba encima de mi cuerpo. Aproveché para acariciar su cuerpo y sentir sus abdominales que se marcaban en su estómago y como su pecho resaltaba en frente mío.
   - Nunca pensé que íbamos a estar así.- Me dijo riendo y no pude evitar una carcajada.
   Se volvió a recostar sobre mi cuerpo y me empezó a coger a toda velocidad, haciéndome sentir su pija una y otra vez con cada golpe que daba. Comencé a gemir mucho más fuerte, dejando escapar gritos de placer que resonaban en toda la habitación cada vez que su cuerpo me azotaba con fuerza. Los besos seguían estando y con mi boca recorría sus labios, su cuello y sus hombros. Fernando no se detenía y mantenía el ritmo de una forma increíble, demostrándome lo mucho que disfrutaba de ese momento.
   Cambiamos de posición y aproveché para sentarme encima de él. Al principio me incliné hacia adelante y mientras me movía lentamente, lo besaba con delicadeza. Pero poco a poco empecé a acelerar mis movimientos y me senté erguida sobre su cuerpo para disfrutar de mi amante al máximo. “¡Ay sí! ¡Ay sí!” empecé a gemir como loca mientras me movía descontroladamente encima de Fernando que se deleitaba tocándome las tetas y el cuerpo. Veía su cara de felicidad y fascinación y me generaba una calentura mucho mayor. “¡Que buena que te pusiste Nai!” me dijo y llevó una de sus manos hasta mi rostro y aproveché para meterme dos de sus dedos en la boca y lamerlos con ganas.
   Luego de varios minutos de cabalgarlo con ganas, me pidió que me pusiera en cuatro y yo obedecí muy felizmente. Fernando se paró detrás de mí y me empezó a coger con violencia, haciéndome sentir su pija bien a fondo de mi cuerpo una y otra vez. “¡Ay sí! ¡Ay sí! ¡No pares!” gemía yo como loca con cada golpe de su cuerpo contra el mío. Un calor abrumador se apoderó de mí y sentí como me mojaba entera luego de que Fernando colocara una de sus manos en mi hombro y me apretara sutilmente el cuello. “¿Te gusta? ¿Te gusta así?” me preguntó él y ni bien le respondí que sí, su cintura se descontroló y se empezó a mover a toda velocidad.
   Mi amante acabó dándome un golpe seco y pude escuchar sus gemidos mientras que yo respiraba de manera agitada. Nos acostamos en la cama con nuestros cuerpos transpirados y luego de varios segundos giramos la cabeza para mirarnos a los ojos. Rápidamente empezamos a reír casi como si alguno de los dos hubiese dicho un comentario muy gracioso. Fernando fue al baño y yo aproveché para cambiarme. Cuando volvió, me preguntó si todavía quería ese trago que me había prometido y yo acepté a pesar de que eran casi las cuatro de la mañana. Nos fuimos al comedor y nos pusimos a hablar de nuestros ex compañeros de secundaria, como si nada hubiese pasado. De golpe, por un segundo y casi sin pensarlo, se me cruzó por la cabeza la idea de que la vuelta al pueblo no tenía por qué ser tan desagradable.


SIGUIENTE


OTRAS HISTORIAS:
LA ZORRA (FANTASÍA)
CHICA DE CIUDAD. CAPÍTULO 1
100 LUGARES DONDE TENER SEXO. CAPÍTULO 1

10 comentarios - Las hermanas del pueblo. Capítulo 1

Hernann27 +1
ah, no! lo que te extrañeeee!!! bienvenida nuevamente. besooo
HistoriasDe
Jajaja. Muchas gracias!!
juanp4288 +1
Un regreso con todo, tremendas tus historias! Como siempre
HistoriasDe
Muchas gracias!
daros82 +1
que buena pinta esta nueva serie. mezcla justa de drama, melancolia, y garche furioso como corresponde a un pueblo. jaja. espero ansioso las historias de valeria 😃
HistoriasDe +1
Jajaja ya van a llegar muchas historias!
Gracias por comentar!
juuli88 +1
que identificada me senti con lucas. encima mismo nombre jaja... una historia con muchas idas y vueltas y situaciones asi, de querer empezar, y yo yendome a vivir a otro lado. me gusta este inicio, espero los siguientes!
HistoriasDe +1
Se vienen muchas cosas.
Gracias por pasar!
rom123lopz +1
Me gustó, parece que va a estar buena
HistoriasDe +1
Gracias! Ya vendrán más capítulos!
orgon777 +1
Increibles estos relatos, te acabo de descubrir
HistoriasDe +1
Gracias! Tenes mucho para ponerte al día entonces!
orgon777 +1
Si, tremendo el efecto que provocas con tus historias jaja
HistoriasDe
Gracias! Me alegro!