Las hermanas del pueblo. Capítulo 14

Las hermanas del pueblo. Capítulo 14

Esta es la historia de Naiara, Rocío y Valeria, tres hermanas que viven en un pueblo en el cual sus vidas van cambiando a medida que diferentes personas se involucran con ellas, ayudándolas a descubrir nuevos límites y llevándolas por diferentes caminos de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

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Capítulo 14: El pendejo (Naiara)
   Mi hermana volvió de su viaje de egresados y lo primero que le dije fue “¡Contame todo!”. Nos encerramos al día siguiente de su regreso en su habitación y me contó con lujo de detalles todo lo que había hecho. Cuando llegamos a la parte picante, me confesó que a pesar de que Gian Franco había difundido el video de ella haciéndole un pete y había jurado nunca más estar con él, estuvieron juntos de nuevo. Me contó de la primera noche y como se sacó las ganas que venía aguantándose dese hacía varias semanas. También me habló de Emanuel, el chico del piercing y de cómo se animó a coger con Gian Franco mientras Gabriel dormía al lado de ellos.
   - ¿Con los dos?- Le pregunté en el momento en el que me confesó del trío con Santiago.
   También me contó de sus amigos Clara y Manuel, quienes al parecer se habían puesto de novios durante el viaje de vuelta. Sin embargo la parte que más estaba esperando que me cuenta era la conversación que habían tenido la última noche con sus amigas. Yo ya sabía lo que ellas le iban a decir, pues todo el pueblo se había enterado, pero quería escuchar su opinión. Valeria respiró hondo, largó el aire y mientras los ojos se le llenaban de lágrimas me confesó que se había puesto a llorar como una idiota en el momento en el que se enteró.
   Mateo, su ex novio, había tenido un accidente de auto terrible y había volcado la noche en la que ella al parecer estaba teniendo un trío con Gian Franco y Santiago. La noticia corrió rapidísimo y ella se enteró cuando sus amigas le contaron tan solo horas más tarde. Estaba vivo, pero se había quebrado la pierna, varias costillas y estaba inconsciente desde el accidente. “Me muero por ir a verlo” me confesó y se largó a llorar en mis brazos y yo no pude evitar llorar con ella, no por lo de su ex novio, sino por la semana horrible que venía teniendo.
   Cristian apenas me hablaba y cuando lo hacía, se notaba lo distante que estaba. Claramente no le había caído bien mi mensaje y el hecho de que hubiese formalizado la relación con Alina lo terminaba de alejar. Para todo el pueblo era la trola que había tratado de robarle el marido a Karina y eso no podía controlarlo. Hasta mis padres se habían enterado del rumor y a pesar de que les había contado la verdad, seguían desconfiando de mí. Mi otra hermana, Rochi, ni me hablaba, pero casi hablaba con alguno de los demás de la familia, por lo que no sabíamos muy bien que le pasaba.
   Al único que parecía no importarle lo que yo hacía con mi vida privada era a Fernando. Una noche estaba tan molesta con el día horrible que había tenido que le pedí por favor de vernos y él aceptó sin ningún problema. Fui hasta su casa y en cuestión de segundos ya estábamos desnudos en la cama haciendo el amor. Era mi cable a tierra, mi forma de desconectarme del mundo, sintiendo placer y alegría a la vez. A pesar de que no sentía nada por él, ni la más mínima conexión, me encantaba la forma en la que me cogía y me ponía a gemir con su hermosa pija.
   Para agradecerle por su atención, le terminé diciendo que se acostara en la cama y se la empecé a chupar aceleradamente para hacerlo venir en mi boca. Él llevó sus manos a mi pelo y acompañó los movimientos de mi cabeza que subían y bajaban a toda velocidad. Su verga estaba totalmente empapada y cubierta de mis flujos, por lo que resbalaba sobre mis labios húmedos. “¡Ahí va! ¡Te voy a llenar la boquita!” me dijo y segundos más tarde sentí como todo su semen espeso y calentito cubría mi boca y chocaba contra mi lengua. Lo tragué, y abrí la boca para enseñarle lo buena que había sido con él.
   - ¡Sos hermosa!- Me dijo sonriendo y me soltó el pelo.

   Seguía estando celosa de Alina y no podía controlarlo. Mi cara de odio era inmensa cada vez que ella aparecía en escena y Cristian se dio cuenta al instante. Con mucha calma y tratando de ser lo más amable posible, me preguntó si a mí me molestaba su relación con la enfermera y a pesar de que yo le dije que no, se debió notar mi mentira. Él trató de explicarse, de excusarse, diciendo que estaba soltero, que ella le gustaba mucho y otras cosas que decidí ignorar. “Cris, vos podes hacer lo que quieras y no me tenés que explicar nada” lo interrumpí de golpe y él se quedó helado.
   - No estoy celosa, ni molesta ni nada.- Le volví a mentir.- Me encanta que estés con ella y me parece que hacen una pareja hermosa.- Le dije aumentando la mentira.- Me alegro mucho por ustedes y de hecho apuesto a esa pareja.- Terminé de cerrarle la mentira.
   Lo otro que me preocupaba era la manera en la que Karina seguía insistiendo en que yo había tratado de acostarme con su marido. Estaba tan indignada que terminé yendo a su lugar de trabajo y luego de unos gritos e insultos logré mostrarle verdaderamente la conversación que habíamos tenido. No hizo el efecto que yo estaba esperando, pues ella insistió en que yo no debía hablarle a un hombre casado y si él me escribía no tenía que responderle. Dejé que enojada terminara de hablar y escuché cada uno de sus comentarios en los que defendía a su marido que claramente la quería engañar conmigo.
   - Karina, no me interesa tu marido. No quiero estar con él.- Le dije diciéndole la verdad.- No me pone celosa que te hayas casado o hayas tenido un hijo con él.- Insistí con la verdad.- Si él me habla de nuevo, yo no voy a responderle más. Pero quiero que sepas que él me está buscando a mí y no alrevés.- Terminé de cerrarle la verdad.
   Andrés no se iba a detener, era uno de esos machitos que no se daban por vencido hasta tener lo que querían. Pero al menos ahora había podido aclararle a su esposa lo que de verdad había pasado. Sabía que no me había creído del todo, pero por lo menos había logrado implantarle el bichito de la duda e iba a controlar más de cerca a su marido. Les conté a mis amigos lo que hice y rápidamente ellos me defendieron. “Karina es una pelotuda, nadie se la banca” me respondió Tobías y Luciano, Lorena y Jimena asintieron con la cabeza. Eso me daba confianza y alegría, saber que al menos no era la única que vivía la realidad en ese pueblo.

   Mi padre mejoró muchísimo de su enfermedad y junto a mi madre decidieron irse una semana de vacaciones para descansar. Yo quedaba al mando de la casa, pero por suerte para mí ese fin de semana Rochi se iba a la ciudad a visitar a Javier, por lo que solo íbamos a ser Vale y yo. “Algo chico, unos amigos y yo nada más” me dijo mi hermana menor cuando me contó que había organizado una juntada para ese sábado a la noche con sus compañeros de la secundaria. Lo que para ella era “algo chico” terminó siendo alrededor de 20 pendejos, todos borrachos cantando y gritando en la planta baja mientras escuchaban música y bailaban. Para evitar problemas, me encerré en la habitación de Rochi del piso de arriba ya que en mi cuarto de la planta baja iba a ser imposible dormir.
   La noche transcurría tranquila. Cené temprano con mi hermana y después subí al cuarto a mirar una película y a tratar de relajarme a pesar del ruido de la música. No fue hasta las tres de la mañana cuando la puerta de la pieza se abrió de golpe y alguien entró. Yo estaba acostada mirando el celular por lo que no vi de quien se trataba hasta que prendí el velador de la mesita de luz y me di cuenta que era Gabriel, el amigo de Vale. “¿Sí?” le pregunté y él algo perdido me confesó que estaba buscando el baño. Me levanté de la cama y saliendo al pasillo le indiqué que se trataba de la puerta que estaba más adelante.
   - Sin embargo abajo hay uno.- Le aclaré antes de que se cerrara la puerta.
   Me quedé parada en el marco mirando a la puerta cerrada del baño en el que acababa de entrar el amigo de mi hermana. Sin lugar a dudas Gabriel se había puesto mucho más lindo. Lo conocía desde chico ya que nuestras familias comparten una amistad y lo había visto crecer con el correr de los años. Había pasado de ser un niño gordito, petizo y con lentes a un pibe alto, grande y con una carita divina. Él salió del baño y se sorprendió al ver que yo todavía estaba parada en el pasillo y me preguntó si todo estaba bien. Entonces sentí un impulso que ya había sentido en otra oportunidad pero que en ese momento no podía controlar. Estiré mi mano, le agarré la suya y lo metí en mi habitación para cerrar la puerta de golpe.
   Lo besé con ganas mientras que el pendejo permanecía parado en el centro del cuarto sin entender muy bien que pasaba. “No… Yo…” trató de decirme pero yo volví a besarlo y pegué mi cuerpo al suyo. “No digas nada” le pedí y apoyé mi mano en su rostro para besarlo una vez más, en esa oportunidad metiendo mi lengua adentro de su boca. Él me devolvió el beso, pero seguía sin poder creer lo que estaba pasando. No sé muy bien por qué lo hice, de hecho pensé en echarlo después de darle ese beso, pero por alguna razón tenía ganas de estar con él y de darle una alegría. Sabía que muchos de sus amigos se burlaban de él por usar lentes o por ser el nerd de la clase. Pero en ese momento, vestido elegante, con el pelo despeinado y con una carita de serio, me calentaba muchísimo.
   Sin dar muchas vueltas le fui desabrochando la camisa hasta dejarlo en cuero y ahí comprobé que aparte de ponerse mucho más lindo, también estaba trabajndo en su cuerpo y se notaba. “¡Ufff que lindo estás!” le dije pasando mi mano por su pecho y él rápidamente me respondió que yo también estaba linda. Entonces empecé a jugar con él, preguntándole que era lo que le gustaba de mí y el pendejo no tardó ni dos segundos en responderme “tus tetas”. Sin dudarlo, tomé sus manos y las apoyé encima de mi remera para que pudiera sentirlas bien de cerca.
   - ¿Estas? ¿Te gustan?- Insistí con el juego y vi como Gabriel aprovechaba para manosearlas directamente.
   El pibe no era para nada lento y eso me gustaba de él. Volvimos a los besos y al manoseo fuerte mientras que de fondo seguíamos escuchando la música que sonaba en la fiesta. Él se despertó de golpe y me sacó la remera para bajar su boca hasta mi pecho y empezar a lamerme las tetas de manera acelerada. “Tranquilo pendejo. Tenemos tiempo” le dije yo para calmarlo un poco y él levantó nuevamente la cabeza para besarme en la boca. Nos fuimos trasladando hasta la cama y luego de que él se acostara, yo me coloqué encima suyo para seguir calentándolo al máximo.
   La situación me encantaba, me daba un morbo increíble y me daba una sensación de poder total. El problema era que Gabriel se rehusaba a ser dominado por mí y oponía resistencia, levantándose de su lugar, llevando sus manos por todo mi cuerpo y besándome de manera salvaje. Me encantaba, me volvía loca, me excitaba mucho esa especie de batalla que se estaba dando en esa cama en la que diariamente dormía Rocío. Era como un conjunto de morbos que se hacían cada vez más grande a medida que la excitación subía.
   Nos fuimos desnudando a tal punto que el pendejo quedó en bolas en frente mío. Tenía la pija al palo y yo no me aguanté las ganas de empezar a pajearlo después de sentarme entre sus piernas. Se lo veía emocionado, acelerado, con ganas de seguir avanzando. Me incliné hacia adelante y dejé caer un hilito de baba sobre su verga y con mis dedos la fui esparciendo por todo el tronco hasta que quedó bien mojadita. Entonces me agaché encima de su cintura y abriendo bien grande la boca saqué la lengua para dibujar un pequeño circulito sobre su cabeza. “¡Ahh sí!” gimió él y no pude aguantarme las ganas.
   Empecé a chupársela a toda velocidad y enseguida tenía toda la pija de Gabriel adentro de mi boca. Mientras me la metía y sacaba de los labios, lo iba pajeando de forma acelerada con mi mano para seguir dándole placer. Él posó una de sus manos sobre mi cabeza y fue acompañando cada uno de mis movimientos mientras la saliva me salía de la boca y caí sobre sus huevos y su cintura. De golpe noté como se le había puesto tan dura, que cada vez que golpeaba contra mi garganta yo me ahogaba y escupía más saliva.
   - Ahora vos.- Le dije levantándome de golpe y haciendo que se corra hacia un costado para poder acomodarme en la cama.
   Gabriel me terminó de sacar la ropa en un abrir y cerrar de ojos y se lanzó sobre mi cintura a lo bestia. Se notaba que tenía poca experiencia, pero era evidente que se esforzaba por complacerme, pues movía su lengua bien rápido de un lado al otro por encima de mi concha. Copiando su movimiento, llevé una de mis manos hasta su nuca y fui haciendo presión para indicarle el camino que debía seguir. Él no dejaba de chupármela, moviendo su boca frenéticamente de un lado al otro y yo no paraba de gemir enloquecida con su brutal energía. Me movía descontrolada de un lado hacia el otro y elevaba contantemente la cintura para hacerle saber que me encantaba la manera en la que su lengua rozaba mis labios y mi clítoris.
   Le ordené que se pusiera un preservativo y el pendejo saltó de la cama para buscar uno que tenía guardado en su billetera. “Mirá lo bien preparado que está” me sorprendí y por un momento se me cruzó la idea de que Gabriel debía tener más sexo del que yo me imaginaba. Volvió a la cama y se colocó nuevmanete encima de mí para besarme una vez más mientras que con su mano intentaba meter su pija adentro de mi cuerpo. Se lo notaba nervioso, era evidente, es por eso que lo ayudé guiándolo con mi propia mano. Sujeté su verga con fuerza y la apoyé en la entrada de mi cuerpo. Automáticamente él comenzó a hacer presión y no se detuvo hasta habérmela metido toda.
   - ¡Ay sí!- Gemí para hacerle saber que iba por buen camino.
   No hubo tiempo de adaptación, ni movimientos suaves para iniciar la noche. Gabriel se empezó a mover bien rápido hacia adelante y hacia atrás metiéndomela y sacándomela una y otra vez como un pendejo sarpado. Me encantó esa actitud agresiva y directa de parte de él y se lo hice saber gimiéndole al oído y pidiéndole más y más. Él no se detenía, no paraba. Su cuerpo grande y robusto se bamboleaba encima del mío y su verga bien dura y gruesa penetraba mi conchita empapada una y otra vez. Era como si él se hubiese aguantado las ganas de cogerme durante años y por fin hubiese cumplido su fantasía. “Tal vez es así” pensé yo y una sonrisa morbosa se dibujó en mi rostro.
   Luego de eso le dije que se acostara boca arriba así yo me subía encima de su cuerpo. Ni bien lo hice y me senté sobre su cintura, sus manos fueron directo a mis tetas, las cuales empezó a manosear y masajear a toda velocidad. “¡Ay pendejo!” le dije al sentir su pija clavarse bien a fondo de mi empapada conchita y él abrió la boca y comenzó a suspirar. No me importaba si podían escucharnos de abajo a pesar de la música sonando a todo volumen, yo gemía y gritaba como loca. En ese momento quería hacerle saber a Gabriel lo mucho que me calentaba estar cogiendo con él y todo lo que disfrutaba de su pija.
   Empecé a dar pequeños saltitos sobre su cuerpo y cada vez que caía notaba un calor inmenso invadir todo mi cuerpo. “¡Ay sí! ¡Me encanta! ¡Me vuelve loca tu pija!” le decía provocándolo y sus ojos se abrían más y más. Él apretaba con fuerza mis tetas y para apaciguar un poco la brutalidad de sus manos, apoyé las mías sobre las suyas y lo fui guiando en los movimientos. “¡Así! ¡Eso! ¡Así me gusta!” le dije y cuando le solté las manos él continuó con los movimientos tranquilos y yo me pude dedicar a gozar de su verga bien dura. Me encanta, me fascinaba. No me había dado cuenta, pero cogerme a alguien así era todo lo que necesitaba.
   Para dar el toque final le propuse probar una pose diferente. Me levanté y me paré frente al escritorio de la habitación de mi hermana y apoyé las manos sobre este mientras levantaba la cola. “¡Vení! ¡Seguime cogiendo!” le pedí moviendo la cintura de un lado al otro y él rápidamente se paró de la cama y caminó hasta quedar detrás de mí. Se inclinó sutilmente y volvió a clavarme su pija en la conchita, la cual estaba toda mojada. Apoyó sus manos en mi cintura y empezó a cogerme de parado a toda velocidad.
   - ¡Así! ¡Dale! ¡No pares! ¡Voy a acabar!- Le gritaba yo al cabo de unos segundos al sentir un placer increíble proviniendo de mi interior.
   Gabriel movía su cuerpo hacia adelante y hacia atrás bien rápido y su pija entraba y salía de mi concha de forma acelerada. Yo me aferraba bien fuerte a la silla y gemía desesperada tratando de controlar mis temblores que se provocaban por el placer. Desde allí podía ver el patio de la casa y se percibían algunos amigos de mi hermana bailando y tomando desinteresadamente. Ninguno de ellos sabía que a tan solo unos metros de distancia su compañero se estaba cogiendo a la hermana de su amiga. “¡Dale! ¡Cogeme! ¡Dame bien duro!” le seguí insistiendo yo notando como mi interior se prendía fuego.
   De golpe Gabriel acabó dándome un golpe seco y clavando toda su pija en mi interior. Una vez que se quedó quieto, noté como mis piernas temblaban y como mi conchita chorreaba de placer. “¡Sos increíble pendejo!” le dije y él se alejó para darme lugar. Su pija seguía dura y el preservativo estaba todo lleno de semen, por lo que se lo saqué rápidamente y me arrodillé en frente suyo para chupársela y limpiársela por completo. No me detuve hasta que la tuvo blandita de nuevo y a pesar de eso, él me pedía que no parara de chupársela.
   - Ahora volvé abajo que tus amigos van a sospechar.- Le dije y me metí a la cama totalmente desnuda y satisfecha.
   Él se cambió mirando al piso, se puso los lentes de manera lenta y antes de salir de la habitación giró la cabeza y me miró a los ojos. “¡Quiero cogerte todos los días!” me dijo algo desesperado y yo no pude evitar reírme en su cara. Le agradecí por el piropo, pero le respondí de forma negativa, sugiriéndole que tomara esa noche como algo de una sola vez. Gabriel abrió la puerta y se quedó paralizado mirando hacia el pasillo. “¿Qué pasa?” le pregunté yo, pero antes de que pudiera reaccionar, vi como mi hermana y dos de sus amigas se asomaban en la habitación para verme a mi totalmente desnuda y a su amigo saliendo corriendo hacia el piso de abajo.


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4 comentarios - Las hermanas del pueblo. Capítulo 14

juuli88 +1
como odio las minas que no quieren abrir los ojos y le echan la culpa a otra piba... que poco se quieren 😞
y el final bueno... siguen los quilombos jaja fantastico! 😄
HistoriasDe +1
Jajaja hay que esperar a ver como sigue! No nos calentemos jajaja
Hernann27 +1
magnífico capitulo!!! ésta serie es muuuy especial!!
HistoriasDe
Gracias!
juanp4288 +1
Increíble esto, la trama está cada vez más caliente 🔥
HistoriasDe
Gracias!