Las hermanas del pueblo. Capítulo 13

Las hermanas del pueblo. Capítulo 13

Esta es la historia de Naiara, Rocío y Valeria, tres hermanas que viven en un pueblo en el cual sus vidas van cambiando a medida que diferentes personas se involucran con ellas, ayudándolas a descubrir nuevos límites y llevándolas por diferentes caminos de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

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Capítulo 13: Bariloche – Segunda parte (Vale)
   - ¿Así qué te cogiste a uno de los pelotuditos del otro curso?- Me preguntó Gian Franco la cuarta noche totalmente celoso.
   - Nada que ver.- Le digo yo haciéndome la superada.- Me cogí a un pibe de otro colegio, pero no de los que viajaron con nosotros.- Le aclaré sonriéndole.
   Gian Franco nunca había sido un pibe celoso conmigo, mucho menos teniendo en cuenta que él fue siempre el tercero en discordia. Sin embargo era eviente que le molestaba no haber podido estar conmigo la noche anterior, por lo que me hiso una pequeña escenita de celos a la cual apenas le di importancia. No iba a arruinarme mi viaje a Bariloche por él, mucho menos cuando la estaba pasando excelente. La primera noche habíamos cogido delicioso y la tercera me había acostado con Emiliano, un pibe de otro colegio que me volvió loca con su piercing en la lengua. Esa noche, se la dediqué a mis amigas.
   Bailamos como locas con Azul, Cintia, Luciana y Clara hasta las 5 de la mañana y después nos volvimos al hotel para que Clara nos contara como Manuel se la había encarado. Esa historia venía de hacía mucho tiempo y siempre parecía que se iba a concretar. Al parecer esa noche él se animó a decirle que le gusta y ella no desaprovechó la oportunidad para comerle la boca con ganas. Nuestra amiga nos contó como la llevó a un lugar más alejado del boliche y le confesó que se sentía atraído por ella desde hacía años y que ella no pudo aguantarse las ganas de besarlo sin decirle nada. “¡Lo amo chicas! ¡Lo amo mucho!” cerró mientras nosotras nos reíamos de lo exagerad que nos parecía ese comentario. Antes de que nos fuéramos a dormir, descubrí que tenía un mensaje en el celular de Gian Franco que decía: “Lo nuestro no terminó”.
   Al día siguiente todos hablaban de Manuel y Clara, ya que era la pareja que venía amagando desde hacía al menos tres años. Eso le dio pie a Gian de acercarse sigilosamente y proponerme vernos esa noche como nos habíamos visto la primera. La idea era que los dos nos íbamos a volver a eso de las cuatro para estar juntos de la misma manera que lo habíamos hecho la otra vez. Ya a nadie le importaba lo que pasaba entre nosotros pues éramos historia viaje y ahora todo estaba concentrados en la nueva parejita, la cual no paraba de hacerse mimos en la parte media del colectivo.
   Sin embargo esa noche las cosas no salieron como yo esperaba. Azul se empezó a sentir mal y decidió no ir al boliche y para no quedarse sola, Luciana se ofreció a acompañarla. El problema era que Luciana y yo compartíamos habitación, por lo que no íbamos a poder ir a nuestra pieza. “Tranquila, vamos a la nuestra” me dijo Gian cuando íbamos al boliche y acordamos en irnos a eso de las 4 de la mañana. Pero los problemas siguieron y lo perdí ni bien entramos. Clara se fue con Manuel y yo me quedé con Cintia que por alguna razón quiso comprobar esa noche si Gabriel estaba atrás de Luciana.
   Su estrategia consistió en darle mucho y mucho alcohol que conseguía gratis de la barra pues un amigo de su hermana trabajaba allí después de haberse ido a vivir a Bariloche. Ni bien Gabriel terminaba un vaso, Cintia iba a la barra y le conseguía uno nuevo para que se lo tomara de una al grito de “¡Fondo! ¡Fondo! ¡Fondo!”. Gabriel se puso completamente en pedo y a eso de las tres de la mañana parecía no aguantar más. De golpe vi a Gian Franco entre la gente hablando con unos chicos y lo llamé desesperada para que acompañara a Gabriel al baño. Rápidamente se hizo cargo de su amigo y luego de unos minutos salió con él abrazado y diciéndome “Lo llevo al hotel, no da más”, haciéndome saber que la noche había terminado.
   Pero yo no me di por vencida. Salí con Gian Franco y con Gabriel y entro los dos lo subimos al colectivo. Cuando llegamos al hotel, lo metimos como pudimos en el ascensor y tras bajarnos en el piso de la habitación de los chicos, lo entramos y lo acostamos en su cama así como estaba. Gabriel se quedó automáticamente dormido y yo miré alrededor para ver como era su cuarto. A diferencia del nuestro, el suyo se trataba de una habitación pequeña con cuatro camas y que para colmo estaba muy desordenada. La ropa tirada en el piso, cadáveres de botellas por doquier y un olor horrible que provenía de las zapatillas y las botas de nieve que se ubicaban al lado de la puerta del baño.
   Sin embargo era mi oportunidad. Luciana y Azul estaban en nuestra habitación por lo que no podíamos hacer nada. Giré la cabeza y volví a ver a Gabriel, quien dormía totalmente inconsciente. Sin dudarlo, agarré a Gian de los brazos y lo llevé a la cama de al lado sin saber si era la suya y lo tiré empujándolo del pecho. Me subí encima suyo y empecé a besarlo apasionadamente sin que me importara nada. Estaba muy caliente y por alguna razón quería compensar a mi amigo de haberlo dejado con las ganas hacía dos noches atrás. A pesar de que él intentó poner resistencia dado que su amigo dormía al lado nuestro, no se pudo contener cuando empecé a bajar por su cuello y a desprenderle la camisa.
   Rápidamente nos fuimos quedando desnudos y los besos y el toqueteo se hicieron tan intensos que no pudimos darnos cuenta. Bajé hasta sus piernas y se la chupé como bien sabía hacerlo mientras que mis ojos iban de los suyos al cuerpo de Gabriel que estaba a menos de dos metros de distancia. “Si supieras lo que está pasando al lado tuyo” le dije en mi mente y no pude evitar una sonrisa morbosa. Pero ese morbo de estar haciendo algo íntimo frente a una persona que nunca iba a enterarse de lo que pasó, me ponía muy caliente. Se la chupé con todas mis ganas, hasta dejarse bien durita y lista para montar.
   Eso fue lo que hice después. Tras ponerle a las apuradas un preservativo con mis manos, me senté sobre su cintura y empecé a cabalgarlo con todas mis ganas. Me movía como loca de un lado al otro y de arriba hacia abajo, gozando de su hermosa pija adentro de mi cuerpo. Gian Franco no paraba de mirar hacia al costado, vigilando que su amigo siguiera dormido. Pero Gabriel estaba totalmente inconsciente y no tenía idea de lo que estaba sucediendo en ese momento en la cama que estaba casi pegada a la suya. No era capaz ni siquiera de soñar que al lado suyo dos de sus compañeros de colegio estaba cogiendo desaforadamente mientras él dormía de manera pacífica.
   Fue en ese momento cuando el morbo mayor se apoderó de mí y le propuse a mi amante hacer algo completamente loco. Me levanté y me acomodé en cuatro bien al lado de Gabriel a pesar de las insistencias de Gian en que no lo hiciera. “Tranquilo. Vos vení” le dije tratando de calmarlo y moviendo mi cola de un lado al otro para tentarlo. Él dudó, no quería despertar a su amigo y era evidente que le daba miedo que yo lo hiciera. A pesar de eso, mis llamados y mis movimientos lo terminaron convenciendo y Gian Franco se levantó de la cama y se arrodilló detrás de mí para empezar a cogerme como bestia al lado de su amigo totalmente dormido.
   El morbo se hizo cada vez mayor y la respiración profunda de Gabriel empezó a descontrolarme. Tomé una de sus manos y sin ningún problema la llevé hasta mis tetas y empecé a manosearme con ella como si el nerd del curso lo estuviese haciendo. Gian parecía preocupado, pero no desperdiciaba el momento y me seguía metiendo y sacando la pija de la conchita a toda velocidad. “¡Dejalo! ¡Se va a despertar!” me decía en su susurro pero sin dejar de cogerme con todas sus ganas. Era sumamente excitante, muy placentero y altamente tentador. Quería despertarlo, quería que Gabriel abriera los ojos y viera lo que estaba sucediendo al lado nuestro. Quería que se sumara a la acción.

   - ¿Estás segura?- Me preguntó Gian Franco al otro día cuando íbamos en el micro hacia la siguiente excursión.
   Convencida y sin dudarlo, le dije que sí con la cabeza. Lo que habíamos hecho la noche anterior había sido increíble y me moría de ganas de volver a estar con él en una aventura mucho más estimulante. Gabriel había permanecido dormido durante toda la noche y no se había enterado de nada. En ningún momento abrió los ojos y es por eso que no se enteró que había usado su mano para recorrer todo mi cuerpo, para manosear mis tetas y mucho menos para colarme dos dedos mientras Gian Franco me acababa en la boca. Durante ese viaje hasta la siguiente excursión él permanecía callado y con los ojos vagamente abiertos tratando de sobrevivir a la resaca que tenía.
   Pero a mí me había encantado lo que habíamos hecho y me había dado muchísima curiosidad la idea de que Gabriel se despertara y viera todo eso. Por algunos momentos pensé que nuestro amigo había abierto los ojos y había notado lo que sucedía al lado suyo, pero todo fue parte de mi imaginación, ya que él nunca se desertó. Es por eso que le propuse a Gian Franco la idea de cumplir una fantasía que se me despertó en ese momento y que creí oportuna vivir antes de que emprendiéramos el viaje de vuelta. Ni bien le aseguré que quería hacerlo, él se levantó del asiento y salió disparado hacia adelante para ver si lográbamos cumplirla esa misma noche.
   Sin embargo, las cosas se complicaron. Esa noche las chicas dijeron que teníamos que pasarla juntas pues la fiesta anterior nos habíamos separado. Más allá de mis deseos y de mis fantasías, Bariloche era un viaje para vivir con mis amigas, por lo que decidí quedarme con ellas. Por suerte para mí, Gian Franco no pude conseguir el elemento extra que yo le había pedido y me dijo que estaba trabajando en ello. “Mirá que mañana es nuestra última noche” le dije al día siguiente mientras estábamos en la previa y veía que él seguía despreocupado como si nada pasara. “Vos tranquila que ya lo voy a conseguir” me dijo y por un segundo vi que hablaba con uno de los coordinadores.
   Alrededor nuestro las cosas se seguían descontrolando cada vez más. Se habían formado y retransformado varias parejas adentro del curso y con la gente del otro colegio. La única que seguía firme era la de clara y Manuel, quienes permanecían juntos como culo y calzón y de golpe parecían amarse desde hacía años. “¿Cómo que todavía no te lo cogiste?” le preguntó Azul el último día cuando estábamos cambiándonos para ir al boliche. Al parecer nuestra amiga le había dicho que no al chico en varias oportunidades a pesar de las insistencias de él.
   - Pero amiga, hace años que venís diciendo que te encanta y que querés que sea tu novio y tu primera vez.- Le dijo Cintia algo indiganda.- ¡Aprovechá!
   - Esta noche la habitación es toda tuya.- Le dijo Luciana y después nos miró a las demás.- Nadie puede usarla hasta que ella nos diga.
   - ¿En serio chicas?- Preguntó Clara algo tímida a pesar de que notábamos seguridad en sus palabras.
   - ¡Sí!- Le insistí yo y ella nos agradeció algo nerviosa.
   La noche funcionó tal cual todas lo habíamos planeado. Clara y Manuel desaparecieron a eso de las 3 de la mañana y todos supimos que se debía a que se habían ido juntos. Azul y Cintia se marcharon con dos chicos que conocieron esa misma noche y Luciana se fue de mi vista de un momento para el otro. De golpe me encontré bailando con Gian Franco algo alejados del resto y con nuestros cuerpos rozándose sugestivamente. “¿Y? ¿Pudiste conseguir lo que te pedí?” le pregunté luego de que él intentara besarme y yo corriera la cabeza hacia atrás. Mi amigo sonrió y asintió con la cabeza dos veces y en su sonrisa pude ver la alegría de que estábamos a punto de cumplir una fantasía muy buscada por muchos.
   Me agarró de la mano, me llevó entre la gente y cuando llegamos hacia donde estaban los demás, le tocó el hombro a Santiago y le indicó con la cabeza que él y yo nos estábamos yendo del lugar. Nuestro amigo miró alrededor y sin decir nada nos empezó a seguir por el boliche hasta la puerta. “¿Santiago?” le pregunté yo a Gian Franco al ver que este era el chico con el que había hablado para cumplir nuestra fantasía. Él me preguntó si me parecía bien y entonces giré la cabeza para ver al chico que nos seguía. No era con quien me hubiese imaginado que iba a pasar eso, pero mis ratones fueron más fuertes que yo y levantaron los hombros en señal de que no me importaba quien era el tercero, siempre y cuando se cumpliera la fantasía.
   Llegamos al hotel y fuimos los tres directo a la habitación de ellos. Seguía igual de desordenada y sucia que la otra vez, inclusive algo más sucia, pero poco me importaba a mí. Esquivando un par de zapatillas y unos jeans manchados, me paré en el centro de la habitación y los llamé a los dos con las manos. Gian Franco vino enseguida y se paró al lado mío para darme un beso bien apasionado. Santiago dudó. Era evidente que a pesar de que había aceptado a ser parte de eso, tenía dudas de hasta donde debía participar. Le volví a hacer señas con la mano para que viniera y él se paró adelante mío y al lado de su amigo. “Vos tranquilo” le dijo mi amante oficial y lo empujó por la espalda para que se animara a darme un beso.
   Lo besé. Tenía mucho gusto a alcohol y movía su lengua a toda velocidad, pero eso no me importó. La simple idea de estar con ellos dos en esa habitación ya me calentaba y quería que mi primer trío fuera tan perfecto como me lo había imaginado. Gian se sumó a los besos rápidamente y empecé a chaparme a los dos de manera alternada mientras ellos me acariciaban. Este último comenzó a sacarme la ropa y su amigo se sumó al ver que los límites estaban poco delimitados esa noche. Yo hice lo mismo con ellos, comenzando con Gian Franco y siguiendo con Santiago, quien no estaba tan bueno como mi amante oficial, pero que tenía una carita de nene que me volaba la cabeza.
   Una vez que los dos estuvieron sin remera y Gian Franco me manoseaba las tetas con ganas, me arrodillé en frente suyos para pasar a la bueno. Si había algo que me encantaba era darle placer a un hombre con mi boca. Sabía hacerlo y había recibido muchos halagos por como movía mi lengua y utilizaba mis labios. Pero la idea de hacérselo a dos hombres a la vez me fascinaba y no quería perder más un minuto. Fui primero a lo seguro y desabroché el pantalón de Gian para buscar entre sus ropas esa pija hermosa que tantas alegrías me había dado. Empecé a pajearlo y tras unos segundos se la comencé a chupar dando lo mejor de mí. Tenía que lucirme esa noche e iba a hacerlo.
   Él no se pudo controlar y luego de colocar su mano sobre mi noca empezó a largar suspiros que indicaban placer y algunas palabras que se perdían en el momento. “¡Chupásela a él ahora! ¡Vas a ver! ¡Es una trola!” dijo Gian hablándome primero a mí y después a su amigo. Sin dudarlo cambié de dirección. Santiago se quedó parado donde estaba y dejó que yo le bajara el pantalón y dejara al descubierto un bulto bien marcado debajo de su ropa interior. Levanté la mirada y lo miré a los ojos sonriendo, mientras que él me observaba serio desde su lugar. Entonces metí mi mano y me encontré con una pija un poco más pequeña que la de su amigo, pero igualmente de dura. La dejé al descubierto y lo empecé a pajear mirándola con todas mis ganas.
   Empecé a chupársela suavemente, concentrándome primero en la cabeza y metiéndomela más y más en la boca a medida que pasaba el tiempo. Sentí como el cuerpo de Santiago se contraía mientras que yo hacía lo mío y supe que le estaba encantando. “¡Que divina que sos!” dijo de golpe Gian Franco y entonces giré la cabeza y sin soltarle la pija a su amigo, se la empecé a chupar a él. Era una situación increíble y me hacía sentir sumamente poderosa. Tenía dos pijas para disfrutar para mi solita y eso me encantaba. Pero lo mejor es que ellos pensaban que tenían el control de la situación, cuando en realidad era yo la que los tenía a mi merced. Solo tenía que complacerlos por uno ratito y después iban a ser todos míos.
   Eso fue lo que hice. Se la iba chupando a uno y después cambiaba para entretener al otro. Mis manos se aferraban firmemente a esas dos pijas bien duras y no las soltaban en ningún momento. Mientras se la chupaba a Gian Franco y utilizaba mi lengua para dibujar circulitos sobre su cabeza, pajeaba a Santiago que permanecía callado y observando todo con cara de fascinación. Tras unos segundos, cambiaba de posición y me concentraba en mi nuevo amante, demostrándole de lo que era capaz de hacer con los labios. Las escupía, las chupaba, las acariciaba con mi lengua y las rozaba con mis dedos una a la vez y ellos parecían fascinados de esa situación.
   De golpe me levanté y sin soltarles las pijas les dice que quería que ellos me complacieran a mí. Nos terminamos de sacar la ropa y yo me acosté en la cama de Gian Franco y ellos se colocaron al lado mío, ya completamente desnuditos. Mi amante frecuente ya sabía bien como seguir el ritmo y mientras me besaba fue directo con una de sus manos a mi conchita y empezó a acariciarme suavemente. Santiago, que era nuevo para mí, me hacia caricias mucho más tiernas y sutiles, rozando la yema de sus dedos por mi piel y apenas animándose a juguetear con mis tetas. No fue hasta que yo giré la cabeza y le pedí que me tocara la entrepierna que su mano bajó hasta mi zona roja y se sumó al placer.
   Así los tenía a los dos, uno acostado a cada lado con sus manos entre mis piernas, complaciéndome como yo quería. Cuando giraba la cabeza y besaba a uno, el otro automáticamente bajaba hasta mi cuello, mis hombros o mi pecho para luego subir y besarme y darle lugar al otro sobre mi cuerpo. Sus manos se encontraban en mi conchita. Jugaban alrededor, raspando los labios, acariciando mi clítoris y hasta entrando y saliendo de mi cuerpo. Parecía no importarles el hecho de que los dedos del otro también eran protagonistas de la escena, hasta parecía excitarlos aún más.
   Cuando no pude aguantar más las ganas, le pedí a Santiago que bajara y me la chupara un ratito. Sabía que Gian era medio reacio a ello, pero me sorprendió la velocidad con la que su amigo se colocó entre mis piernas y me empezó a lamer la zona. Era un poco acelerado y hasta algo bruto, pero no dejaba de sentirse hermoso, increíble, la forma en la que su lengua pasaba por toda mi entrepierna y me provocaba retorcijones de cadera y espasmos en el pecho. El otro seguía besándome y había pasado a tocarme las tetas, apretándolas delicadamente y lamiéndomelas de vez en cuando. No podía creer lo afortunada que era de tener esos dos pibes increíbles esforzándose por darme placer de esa manera.
   Santiago se paró de golpe y tras revolver su mochila por unos minutos sacó un paquete de preservativos y lo tiró en la mesita de luz. Se puso una a las apuradas y se arrodilló entre mis piernas para penetrarme sin dar muchas vueltas. Abrí bien grande la boca y ahogué un gemido mientras que Gian Franco me mordisqueaba el cuello. Su amigo me empezó a coger a su modo, a lo bestia, metiendo y sacando su pija casi por completo de adentro de mi conchita toda empapada. Se sentía increíble, me encantaba y tuve que agarrarme fuerte de las sábanas para poder descargar parte del placer. Mi otro amante me atendía con sus besos y sus manos, ocupándose de que todo mi cuerpo hirviera de calentura.
   Gian se paró tras unos minutos y luego de colocarse un preservativo le pidió a su amigo que le diera lugar. Santiago se fue a sentar a la cama que le correspondía a Gabriel y observó atentamente como su amigo me penetraba levantando mis piernas por los aires y me empezaba a coger a toda velocidad. Entonces comencé a gemir por lo bajo. Sentía esa hermosa pija entrar y salir de mi cuerpo una y otra vez mientras que su cintura chocaba contra mis muslos. Elevé una de mis manos y empecé a recorrer su cuerpo con ella, sintiendo sus abdominales ponerse bien duras y su cadera temblar con cada golpe que daba. Me encantaba, me fascinaba.
   Llamé a su amigo y le pedí que viniera y Santiago se acostó nuevamente al lado mío y volvimos a besarnos con ganas. Nuevamente sentí sus manos por todo mi cuerpo, pero esta vez con mucha más soltura, llevando a apretar fuerte mis tetas y a clavarme las uñas en las caderas. “¡Así nena! ¡Que linda que sos!” dijo su amigo que me seguía cogiendo como bestia sujetándome las piernas desde los tobillos. Yo no daba más de la satisfacción que me provocaban. Entre besos y beso dejaba escapar un pequeño gemido que hacía que la cara de morboso de Gian Franco se incrementara. La velocidad de su cuerpo también subía y sentenció la primera descarga de la noche con un golpe seco que me dejó toda la pija enterrada.
   Se alejó unos segundos y aproveché para pedirle a Santiago que se acostara boca arriba, pues quería demostrarle de lo que era capaz. Él obedeció y yo me lo monté mientras que su amigo se sacaba el preservativo y se empezaba a pajear al lado nuestro para que su pija no se durmiera. Yo comencé a moverme de forma acelerada, disfrutando de la pija bien dura de mi nuevo amante y mirándolo a los ojos mientras me mordía los labios. El permanecía acostado con las manos apoyadas sobre mis piernas y sus ojos bajaban hasta mis tetas y subían hasta los míos constantemente. “¡Eso Vale! ¡Cogetelo como vos sola sabes hacerlo!” me alentaba su amigo que sabía muy bien lo que era estar en el lugar de abajo.
   En eso Gian Franco se subió a la cama y se arrodilló atrás mío y encima de las piernas de Santiago. Apoyó su cuerpo contra el mío y pude sentir su pija bien dura y mojada contra mi cola. Paso sus manos por debajo de mi cuerpo y las colocó encima de mis tetas y sus labios enseguida buscaron mi cuello para seguir provocándome. Yo aceleré el ritmo y fui dando saltos sobre el cuerpo de Santiago que parecía no creer lo que estaba viviendo. “¡Dale putita! ¡Hacelo acabar como me hacés acabar a mí!” me ordenó mi amante oficial al oído y sus palabras me calentaron tanto que mi cuerpo se terminó de descontrolar.
   - ¡Eso putita! ¡Dale!- Me decía alentándome mientras yo caía dando golpes secos sobre el cuerpo de su amigo.
   Cada azote era más fuerte, cada golpe era más profundo y cada movimiento era más placentero. Cada vez que mi cuerpo chocaba contra las caderas de Santiago sentía la pija bien dura y babosa de su amigo golpear contra mi cola y eso me ponía como loca. ¡Quería más! ¡Quería gozar! Y lo estaba haciendo de una forma increíble. No pude aguantarme, fue más fuerte que yo. Abrí bien grande la boca y empecé a gemir como loca, como nunca antes había gemido en mi vida. La pija de Santiago clavándose en mi concha a toda velocidad, la de Gian Franco marcándome su presencia sobre mis nalgas y las manos de este último apretando con fuerza mis tetas.
   Acabé con un grito tan fuerte que creí que lo iban a escuchar en todo el hotel. Fue tan fuerte mi orgasmo, que no me di cuenta que mi nuevo amante también estaba descargando su semen adentro del preservativo. No fue hasta que abrí los ojos y vi cómo se mordía los labios que me di cuenta que él también había llegado al orgasmo. “¡Ay sí!” dije inclinándome hacia adelante y comiéndole la boca de un beso. En esa posición, mi cola quedó a disposición absoluta de Gian Franco, quien me la empezó a manosear como loco y a llenar de chirlos que variaban de intensidad.
   Pero yo no había terminado, la verga de mi amigo volvía a estar bien dura y yo quería seguir jugando con ella. Dejé que Santiago saliera una vez más de la escena y se sentara nuevamente en la cama de Gabriel para que pudiera observar cómo me ponía en cuatro y su amigo me cogía a toda velocidad. Agarrándome de la cintura y colocando su pija bien firme en mi conchita empapada, me la empezó a clavar bien a fondo una y otra vez, haciéndome sentir un fuego en mi interior. Ya no gemía, gritaba de placer. Era la primera vez que mi boca se había descontrolado de esa forma y no podía creer lo mucho que me gustaba gozar de esa manera.
   No aguantó mucho más y se colocó abajo para que me lo montara como antes me había montado a su amigo. Le encantaba ser el caballo y que yo fuera la vaquera. Eso hice, dejé que se acostara en el centro de la cama y me subí encima de su cuerpo para sentarme con su pija adentro mío y comenzar a gozar nuevamente. Era más grande, más gruesa y se sentía mucho mejor que la de Santiago. Apoyé mis manos en su pecho y empecé a mover mi cintura hacia arriba y hacia abajo una y otra y otra vez como loca. Me lo cogía a toda velocidad y gozaba de su cuerpo mientras gemía como loca.
   - ¡Así! ¡Dale! ¡Me encanta!- Me decía él que jugaba con mis tetitas.
   De golpe giró la cabeza para ver a su amigo y yo recordé que Santiago estaba sentado al lado nuestro. Cuando lo miré, comprobé que tenía su mano alrededor de su pija y esta volvía a estar dura. Sin dudarlo ni un momento, le propuse que se arrodillara al lado mío así lo pajeaba mientras me cogía a Gian Franco. “Vení” le dije acariciando el lugar al lado mío del colchón y él se colocó en cuestión de segundos. Tomé su pija con firmeza y empecé a pajearlo al mismo ritmo que me movía encima del cuerpo de su amigo. Los preservativos habían quedado de lado y ahora era todo a flor de piel.
   Cuando su amigo ya no aguantaba más volvimos a la posición inicial. Yo me arrodillé en el centro de la habitación y ellos dos se pararon en frente mío y se empezaron a pajear encima de mi cara. “¿Querés la leche? ¿Querés que te acabemos en la boquita?” me preguntó Gian Franco a pesar de que ya sabía la respuesta. “¡Sí!” alcancé a decirle y su amigo largó un chorro de leche que terminó cayendo sobre mi rostro. El resto del semen acabó en mi boca y sobre mi cuerpo, pero antes de que pudiera reaccionar mi amante eyaculó sobre mí. Haciéndome abrir bien grande la boca, me llenó la lengua con su leche calentita y me obligó a tragármela para después enseñarle como lo había hecho.
   Ellos apenas reaccionaron, cada uno fue a acostarse en su cama y tras ponerse algo de ropa empezaron a hablar de lo que acababa de suceder. “¡Tremenda puta!” escuché que decía Santiago luego de que Gian Franco le preguntara que le había parecido. “¡Che, más respeto!” le dijo mi amante original mientras yo me limpiaba el rostro en el baño y su amigo le pidió disculpas para que después los dos rieran. Yo salí del baño, me cambié como pude y abrí la puerta de la habitación para encontrarme con el rostro algo amargado de Gabriel. El preguntó “¿Qué onda?”, pero yo no le contesté, me marché de la habitación y con una enorme sonrisa en el rostro subí un piso por escaleras para entrar en mi pieza.
   Lo había hecho, acababa de tener mi primer trío y había sido excelente. Entré a la habitación y me encontré a tres de mis cuatro amigas sentadas en los sillones del living y me miraron con una expresión extraña. Luciana no estaba y a pesar de que pensé que se encontraba durmiendo, ellas me confirmaron que no era así, que no estaba. Había algo raro en sus expresiones, algo complicado. “Sentate, tenemos que hablar” me dijeron y rápidamente me di cuenta que algo había sucedido y que no me iba a gustar.


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4 comentarios - Las hermanas del pueblo. Capítulo 13

rom123lopz +1
Excelente. Quiero leer el siguiente ya.
HistoriasDe
Falta poquito!
juanp4288
Cada capitulo que pasa se vuelve mejor la historia, el final me dejó con mucha intriga
orgon777
Espectacular, provoca mucho