Jaque al rey

Nuevamente mi oficio me llevó a conocer a una mujer adinerada. Ella era una señora viuda, muy preocupada por su apariencia. Si bien la vida no la había tratado muy bien, intentaba tapar todos sus problemas con ropas elegantes, muchas pulseras y collares costosos. Su contextura física la dejaré a libre interpretación del lector.

Las constantes visitas laborales a su hermoso departamento comenzaron a ser más relajadas. En tiempos donde el mate se compartía,charlábamos mucho mientras el mate iba y venía. Empezamos a conocernos poco a poco, y a descubrir el lado B del otro.

Una fina línea entre la aventura y mi profesión me tenía atado de manos cada vez que aquella mujer madura me invitaba a cenar.Comprendía en las charlas que sus intenciones eran otras más que solo charlar de noche, que la cena incluía postre y no sabía si yo estaba dispuesto a tanto con ella.

En aquel entonces era bastante más joven que hoy, quizás unos veintitrés años de edad, y aunque no sabía la edad de ella, calculaba unos sesenta y tres aproximadamente.

Cuando mis excusas se agotaron no me quedó más remedio que aceptar la cena.

La primera cena fue muy relajada. Fue raro verla en horario no laboral, pero aún así disfrutamos la comida y me fui sin más que un beso en la mejilla. Ella estaba muy relajada y no insinuó nada. Pero como dice el dicho “la confianza mata al hombre”… Aún no estaba muerto, pero la muy astuta señora fue ganando terreno. Poco a poco ella iba atacando, comiendo peón por peón.  

Las cenas se volvieron semanales. Siempre repetían siempre un mismo factor: Nunca faltaban las tres botellas de cerveza Stella de litro. Y cuando abríamos la tercera, ella siempre estiraba sus piernas y decía “mmmm como me relaja esta  cervecita… Se me aflojan mucho las piernas”mientras prendía un cigarrillo Virginia Slims. Era ese momento donde su mirada se transformaba.

Como si su mirada se pusiera un tapado de piel de lobo sobre su espalda, sus hermosos ojos verdes se clavaban en mi mirada. Me desafiaban.Me insinuaban. Me invitaban a todo solo con mirarme. ¡Jaque al rey! ¡Jaque al pendejo! Su forma de jugar se volvía híper agresiva y me quedaban solo dos opciones: Escapar o asumir mi derrota.

Las primeras dos veces pude evitar aquellas miradas. Aún estaba en juego mi rey. Luego de ello, comenzó a acorralarme con preguntas… “¿Adónde vas ahora?” “Después de estas cervecitas no me digas que te vas a dormir porque no te creo.” “Con tu edad seguro te vas a atorrantear por ahí. Sos joven y te podes acostar unas dos o tres horas más tardes sin problemas… mañana madrugas igual”. Nuevamente… ¡Jaque al rey!

Sus ojos y sus preguntas me acorralaban, me presionaban y cada cena se ponía peor. El rey ágil escapaba pero poco a poco se iba quedando sin recursos…. Y poco apoco, quería dejar de correr… Y poco a poco, empezó a disfrutar del juego.

Cuando finalmente bajé un poco mi guardia, me relaje y seguía su juego de pregunta por mensajes con el celular. Intentaba cambiar el sentido de las preguntas con respuestas como “¿Por qué me pregunta? ¿A usted le interesa saber de mi vida sexual?”, pero la muy astuta señora se dio cuenta de mi descuido. Si bien me había aclarado que ya estaba grande para tirarse a una pileta sin saber si había agua, su insaciable deseo y su desesperante sed la fueron traicionado poco a poco. Se juntaron las dos cosas: empezaron a quedarme pocas piezas para defender a mi travieso rey y ella comenzó a atacarlo sin piedad… Sin pensar ni planear la jugada de ataque, ella solo atacaba ciegamente.

Lo inevitable sucedió. Una noche me invitó a cenar y me prometió un rico menú. Finalizada la cena, terminadas las tres cervezas y un vasito de whisky cada uno, ya era tarde y me arrimé a ella para despedirla. El saludo de despedida estuvo acompañado de un abrazo intenso. Un abrazo muy cálido, donde nuestros brazos se enredaron como nunca lo habían hecho. Le doy un beso en la mejilla y le digo “Pórtese bien hoy… “a lo que ella responde hundiendo su nariz en mi cuello y dando un largo suspiro…. “Por favorrrrr…. Qué hermoso te queda este perfume…”  ¡Jaque,jaque y recontra jaque al rey!

Mi mente se puso en blanco. Estaba 100%  seguro que si me apartaba de su cara, ella iba a buscar mi boca… ¿Debía besarla? ¿Estaba bien? Me hice las preguntas equivocadas; por lo que decidí soltar una pequeña risa, apartarme un tanto rápido de su cuerpo y decirle como se llamaba mi perfume. Luego le dije que la cena había estado muy rica y que esperaba pronto se repita.
Al subir al ascensor, con el corazón aún agitado, mientras el ascensor descendía me pregunte…  ¿Quería besarla? Y al notar la molesta erección en mi pantalón me di cuenta que la pregunta ya había sido respondida. El rey escapó de milagro, pero no iba a volver a hacerlo. Ya no quería escapar, aunque disfrutaba del juego del constante jaque y escape.

 Hablamos por mensajes en la semana y nunca se tocó el tema. Le dejé en claro que la próxima vez, iba a ponerme doble dosis de perfume para que sufra al estar cerca de mí. A lo que ella respondía con risas y frases como “¡Sos un sabandija!” “No te pongas el mismo perfume que usas con esas chirusas sin clases con las que te ves para venir a verme a mí““Usalo solo conmigo”.

Llegó el día. Era un jueves de Noviembre. Se hicieron las 21.00 y pasé a buscar la pizza, tal cual habíamos quedado. Era una noche hermosa. Me puse una camisa azul oscuro con líneas negras verticales, un jean chupín  azul oscuro con un cinto negro, zapatos y claro… abundante perfume.  Las cervezas me esperaban en su departamento, frías y a punto. Cuando llegué ella estaba muy contenta de verme y yo de verla a ella. Cenamos, comimos muy rico y disfrutamos las cervezas. Ella muuuuuy astuta tenía su as bajo su manga. “¿Querés un Don Pedro?” Claro que quería, iba a ser muy útil. Rico y útil.
Cerca de la una de la mañana terminamos el Don Pedro. Su mirada me fulminaba. Me quemaba. Me invitaba y no dejaba de invitarme. Yo no tenía movimiento para hacer, no había planeado nada y no quería pisar en falso. Debía ser sutil, erótico… Y solo se me ocurrió repetir la jugada de la cena anterior y anunciar mi partida… Mi falsa partida… Mi juego estaba en el abrazo de despedida, por lo que aposté todas mis fichas a ello…. Le dije que había comido muy muy rico, que estaba algo ebrio y por eso debía irme.

Fue ahí cuando me fundí nuevamente en el abrazo…. Ella se quedó sentada mientras yo me encorvé para darle un cálido abrazo. Nos quedamos en un silencio incómodo. Para romperlo, jugué la carta más obvia… “¿Se dio cuenta cuanto perfume me puse?”  Le dije con un tono burlón.

La música que sonaba de fondo nos acompañaba de forma perfecta. Eran unos lentos ochentosos que sonaban en la TV, en un canal de radio. Ella se hundió en mi cuello y el proceso se repitió. Su piel a estas alturas de la noche me quemaba. Era muy excitante. Luego de inspirar en forma profunda, aparta su cara y me mira. Creí que iba a besarme, pero ella solo clavo sus ojos verdes muy abiertos en mis ojos. Su mirada era tan intensa que nos quedamos en silencio y no dijimos nada… Fue donde comprendí que ella hacía años que no hacia esto con nadie, y que estaba paralizada…. La ayudé guiándola y dije“Si abrís los botones de la camisa vas a sentir con más claridad el perfume”…Ella bajó la mirada y abrió los dos botones superiores de mi camisa. Luego de inspirar mi pecho desnudo, pasó sus labios por mi piel y comenzó a besarla… Probándome, pidiendo permiso,midiéndome… Buscando una queja o un reto… Mi silencio fue la afirmación a todo.¡Jaque y mate señor!… ¡Usted fue derrotado ante una excelente y paciente jugadora!

El silencio era todo lo que ella quería escuchar, y con este continuó abriendo la camisa… Botón a botón, hasta llegar a mi ombligo y dejar mi camisa completamente abierta. Fue ahí cuando comprendió que ya estaba besando una parte íntima de mi cuerpo. Comprendió que ya estaba teniendo sexo al besarlo.

Por fin, luego de tanto tiempo sus labios volvieron a tener sexo, sus dedos volvieron a desnudar un torso, y sus ojos tenían a quien mirar una vez más.
Su boca estaba perdida en mi ombligo. Lo besaba, de forma muy contenida y algo tímida, pero lo disfrutaba igual. Sabía que tenía semáforo verde, pero aun así con su mirada buscaba mi aprobación.
Yo estaba tan excitado por la situación, que preferí no ayudarla. Quería que ella vaya sola hacia abajo. Que su deseo le gane la pulseada a la vergüenza. Que esa sed sea más grande que la timidez. Y así fue…  Sus ojos se clavaron en los míos,pidiendo ayuda… Y yo solo suspiré, inclinando mi cabeza hacia atrás. Era tarde para pedir tablas. Todas las piezas del tablero miraban petrificadas como devoraban al rey lentamente.

Cuando incliné mi cabeza hacia atrás, su mirada bajó y sus dedos comenzaron a desabrocha mi cinturón negro… Al hacerlo, continuó con el jean. En ningún momento tocó el ya visible bulto… No hasta dejarlo completamente desnudo….

Desabrochó el pantalón y bajó el cierre…. Mi bóxer negro se dejaba ver… Mi corazón latía muy rápido, y seguramente la taquicardia de ella era aun más intensa. Podía darme cuenta de todas sus emociones. Su gran anhelo por llegar a ese punto de mi cuerpo, por fin conocer mi sexo…
Al llegar a mi bóxer levanta su mirada. Sus ojos eran dos volcanes excitados al verde vivo. Dos volcanes que hacían años querían erupcionar. Estaqueando su mirada en mis ojos, bajó mi bóxer de forma brusca,rápida, ansiosa, impulsiva… ¡Excitante!

Mi dura y caliente erección quedo desnuda y rebotó por el brusco movimiento de la señora. Sus ojos no pudieron evitar bajar a conocerla. Primero la devoró con los ojos, observándola. Sus ojos se abrieron como nunca antes los había visto. Sus pupilas se dilataron y su excitación fue clarísima. Luego lo acaricio y la frotó con sus manos. Y finalmente, se lo llevó a la boca.

Su saliva tenía la temperatura perfecta. Finalmente me había entregado al deseo, a disfrutar sin prejuicios de ningún tipo, sin miedos.
Saco mi erección de su boca para poder lamer la punta. Su lengua rodeaba toda la cabeza, y su mano no dejaba de agitarla. Tenía un ritmo hermoso, era incluso mejor que el mío propio. Eso me excitaba aún mucho más: sabía llevar muy bien el ritmo con la mano.  La dama de ropa elegante y colgantes de lujo estaba siendo libre, y yo también. Ambos unidos por el deseo y la excitación.

Ella seguía sentada y yo de pie, con mis pantalones y mi bóxer en el piso. Solo podía relajarme y entregarme a su placer de lamer y masturbar mi erección. Mi sangre ardía. Sus ojos me miraban desde abajo, con un placer que jamás volví a ver en otra mirada. Eran fuego puro. Una mirada filosa,penetrante… ¡Intensa y sensual... Muy sensual!

Su boca entraba y salía, la saliva chorreaba intencionalmente y su mano la desparramaba. Mi pene estaba totalmente empapado, hinchado, caliente,fuertemente excitado. Presionaba desde el tronco hacia la punta, logrando sacar gotitas de líquido pre seminal para saborearlo mientras sus ojos seguían fulminándome. Luego de saborear completamente mi erección, su otra mano empezó a acariciar mis testículos… La zona entre mis testículos y mi cola…  Y cuando pensé que nada podía mejorar la situación, ella ensaliva aquella mano y la vuelve a llevar a esa zona…  Mi sangre estaba llegando al punto de ebullición y era muy temprano para eso.

Su boca perfecta saboreándome, su mano masturbándome de la punta a la base cada vez que su boca tomaba una pausa y sus dedos de la otra mano masajeando mi próstata por fuera…. Era un momento muy perfecto… Pero no  quería que solo sea mi placer el protagonista de la noche.
“Vamosa la cama, te quiero desnudar” dije con la voz quebrada por el placer. 
“No… No quiero… Dejame disfrutar…” dijo ella…
“ Pero…. Me vas a hacer acabar… Te quiero coger…¡Necesito cogerte!”
Al escuchar eso me mira muy seriamente y me dice “Vos acabá cuando quieras…  Avisame antes, y acabá tranquilo corazón”

El tono de su voz era relajado. Me excitaba tanto escucharla tan excitada. No quería acabar así, pero era tan visible su placer y la veía tan cómoda que decidí conformarme con no desnudarla por esta vez y dejar de insistir. Su tarea  y ritmo eran perfectos. Su boca jamás me lastimo mi sensible sexo. Sus manos jamás tuvieron el ritmo a destiempo.  Finalmente se había salido con la suya… Y yo finalmente le di lo que ella tanto anhelaba de mí.

Su ritmó se aceleró… Mi respiración estaba muy agitada, mi deseo de contener el orgasmo estaba casi sin fuerzas. Mientras ella mamaba mi erección, comenzó a gemir, y entendí que un orgasmo tocaba su puerta, y a la vez otro orgasmo en mi atropellaba mi fuerza por contenerlo…
Con la voz quebrada apenas pude decirle… “¡Por favor acabá! Acabá que estoy a punto de acabar yo también.”
Luego de escucharme, cerró sus ojos y se entregó a un gemido largo, en el que yo acabé con todas mis fuerzas dentro de su boca y por como movía sus piernas,comprendí que ella también lo hizo.
Cuando los hombres no vemos nuestro líquido salir, nos parece que acabamos a chorros y chorros. Litros y litros… Obviamente no fueron litros, pero les aseguró que acabé una cantidad inmensa…

Toda dentro de su hermosa boca, que no paraba de mamarme mientras sus manos me masturbaban la base de la erección ya no tan firme y su otra mano mi próstata por fuera.
El placer era inmenso. La imagen de ella aún lamiendo las últimas gotitas. Aun mirándolo. Enamorada de él, de su trabajo, de su tamaño, de su acabada. De su todo.
 
Acaricié su pelo mirandola a los ojos. Noté cierta verguenza en ella y me aparté. Me subí el pantalón y ella se fue al baño. Escuché que se higienizó y cepilló bien los dientes. Cuando salió, fui yo a limpiarme.

Nos sentamos en la mesa. Reímos. Tomamos una cerveza más entre nrisas y me fui a mi casa. Estaba cansado, estaba sorprendido. Estaba aún excitado por todo lo sucedido. Al llegar a mi casa, me llegó un mensaje de ella explicándome que aún no estaba lista para desnudarse “delante de un pendejo”,como decía ella… Y yo simplemente le respondí “Fue una de las acabadas más perfectas que tuve en mi vida”.


 No sé si lo creyó o no, pero ese mensaje era real. No por la mamada en sí, sino por la larga estrategia de ajedrez que hizo la señora para lograr aquel jaque mate perfecto y definitivo. 

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