La puta de mi hijo final

Me desperté con la sensación de que algo me aplastaba. Cuando abrí los ojos supe por qué. Mi hijo estaba dormido encima de mí y yo ¡Tenía los pechos por fuera de la camiseta! Además, a medida que me despertaba, fui consciente de más cosas. Que ya había oscurecido. Qué mi cuñada no estaba. Y que dentro de mi vagina, tenía la polla flácida de mi hijo. Eso fue lo que más me gustó. No sé cuánto tiempo estuve dormida pero ¿se puede dormir y no darse cuenta de que te están follando? Menuda forma de dormir que había tenido ¡Señor! Moviéndome muy despacio, me retiré hacia atrás. El pene de mi hijo salió de mi conejo junto con un borbotón de lefa, luego pasé la pierna derecha por encima y rodé sobre el costado hasta ponerme casi a gatas en el suelo. Joder la que tuve que montar para no despertar a mi niño. Encima, estando ya de pie, noté como me escurría semen por el muslo. Me pasé los dedos y me los chupé; su sabor era inconfundible. Era de mi hijo.
La camiseta arrebuñada que había tenido debajo, era la de mi cuñada y menuda corrida tenía. Para quitar la mancha habría que lavarla dos veces por lo menos. Me entraron ganas de mear. Rápidamente pensé que si estaban todas las habitaciones ocupadas, no me quedaba más remedio que ir al baño de abajo. Pasaría primero por la cocina para beber agua, ya que sentía la garganta seca. A medida que me acercaba a la cocina oí gemidos ¿Quién estaría follando? Pensé. Nada más entrar me enteré. La guarra de mi cuñada estaba sobre la encimera toda espatarrada y mi marido en medio de sus piernas abiertas, dándole estopa. Por suerte ellos no me habían visto a mí, así que, di la vuelta dejándoles follar a gusto y entré en el baño por el pasillo.
Me metí en la ducha directamente, me aparté el elástico de las braguitas a un lado y meé contra los baldosines. Me entró un gustazo doble: uno por aliviar mi dolorida vejiga y dos, por sentirme tan guarra al mear de esa forma. Me desnudé rápidamente y abrí el grifo. El agua tibia me espabiló casi de golpe. Me espatarré para expulsar todo el semen que tuviera en mi vagina y me enjaboné el coño y el resto del cuerpo. Pasé un largo rato debajo del chorro de agua. Cuando acabé me envolví en la toalla y como en ese mismo baño están la lavadora y la secadora, eché las prendas dentro del cesto de la ropa sucia. Salí del baño y entré directamente en la cocina por la puerta del pasillo.
— Hola viciosos —saludé a los dos hermanos—cariño ponme un té por favor—le pedí a mi marido.
— ¿A qué viene lo de viciosos? —mi cuñada se acercó a mí y me besó en la boca.
— Te sabe el aliento a semen guarrona. —al besarme mi marido los labios le olían al chochazo de su hermana. Les expliqué que los había visto al despertarme.
— Daros una ducha que estaréis perdidos —les recomendé los dos salieron por la puerta que da al pasillo y entraron en el baño que yo había utilizado momentos antes. Me aupé sentándome en la encimera y bebí a pequeños sorbos el té helado que me había servido mi marido. Según qué momentos, me gusta el té más que el café.
— ¡Hola! —me saludó Julia entrando en ese momento.
— Hola cariño —dejé el vaso y abrí los brazos. Ella acudió rápidamente y me abrazó apoyándose en mi pecho. Le alcé la cara con la mano y la besé dulcemente en los labios. Se los mordisqueé disfrutando de su carnosidad y las dos a la vez nos metimos la lengua dentro de la boca y nos dimos un morreo impresionante.
— ¿Puedo? —preguntó cogiendo mi vaso.
— Todo lo que quieras cariño. Es té helado
— Nunca he probado uno tan delicioso —dijo tras dar un sorbo.
— Es que este es auténtico, no tiene nada que ver con el que te venden en bolsitas. Lo preparo yo y le echo unas hojitas de menta.
— Está riquísimo.
— Pues espera a probarlo con unas gotas de ginebra, hablando de ginebra ¿tienes edad para beber?
— Tengo veinte años.
— Entonces dos gotitas solo, nada más.
— Lo que tú digas mamá —me hizo gracia que me llamara así, ¡qué coño! Me sentí halagada. Me eché hacia atrás dejándole sitio entre mis piernas. Julia se aupó y se sentó delante de mí.
— Tienes un hijo guapísimo, debes estar orgullosa como madre.
— Si cariño, me siento orgullosa, como madre y como mujer.
— ¿Cómo mujer?
— Ya te enterarás porque lo digo.
La toalla se me había caído dejando mis pechos al aire y Julia se quitó la camiseta. Inmediatamente le toqué los pechos, apretándolos suavemente —Tiene unos pezones espectaculares—dije jugando con ellos. Ella se giró y me besó un pezón —los tuyos también, me encantan—volvió a besármelo para después lamerlo despacito hasta ponérmelo duro. Se estaba excitando, porque desde mi posición vi cómo se le empezaba a empalmar la polla. En ese momento vi que mi hijo nos miraba desde la puerta de la cocina.
— Hola cielo—le saludé.
— Hola a las dos —dijo acercándose hasta nosotras. Me besó en la boca primero y después a Julia, con la que se morreó con lujuria al tiempo que le acariciaba los pechos. Me sentí muy feliz mirando cómo se comían la boca mutuamente.
— Mira hijo que preciosidad —le dije liberando de las braguitas, la polla medio empalmada de Julia.
No se sorprendió para nada. La agarró con su mano, y le acarició el glande rosado con la yema del dedo gordo. Ni dos segundos tardó Julia en empalmarse del todo —joder qué maravilla—
Mi hijo se bajó el pantalón corto hasta quitárselo, quedándose desnudo delante de nosotras — ¿No te importa? —le preguntó a Julia.
— ¡Virgen Santa! Que hermosura, jamás he visto nada igual —exclamó Julia completamente sorprendida. Se la agarró con una mano y no la abarcaba a pesar de tenerla flácida. Mi hijo empezó a empalmarse como es habitual en él. Julia miró como hipnotizada todo el proceso del empalme de mí hijo y cuando la tuvo toda dura, se la cogió con las dos manos y le besó el grueso glande varias veces, luego sacó la lengua y empezó a lamérselo con glotonería. También puso la mano debajo de su gran escroto, sopesándole los huevos. Por su parte, mi hijo volvió a acariciar la polla de Julia, bajando por el tronco hasta sus huevos. Mi hijo y yo empezamos a besarnos formando un delicioso trío. Así nos encontraron mi marido y su hermana.
— ¡Cabrones! Anda que esperáis —gruño mi cuñada acercándose desnuda hasta nosotros.
Dejé de besarme con mi hijo y me enganché a la boca de mi cuñada. Julia, dejó de chupar a mi hijo y se morreó con mi marido, mi hijo se unió a ellos. Nuestras manos tocaban y palpaban, tetas, chochos, pollas y testículos, sin importar a quien pertenecían, sólo nos importaba el placer que sentíamos, nada más. Mi marido se agachó detrás de su hijo y le ensalivó el culo, luego le agachó y se la metió hasta el fondo por el culo. Yo me bajé de la encimera, me abrí de piernas y Julia me la clavó hasta los huevos ¡qué bien follaba la jodía! Se movía de una manera extraordinaria, en pocos minutos logró que me corriera escandalosamente.
Me la sacó y se movió hacia mi cuñada que ya la esperaba espatarrada. Se la clavó de un golpe arrancándola un fuerte gemido. Me quede admirada viendo cómo se movía Julia, que forma de follar más erótica tenía. Y es que la cabrona, sólo movía las caderas, el resto del cuerpo no. Es como si bailara una samba mientras follaba. Julia empezó a chuparle las tetas a mi cuñada y la pobre también sucumbió a la pequeña Julia y se corrió de una forma brutal.
Me fui a agachar para chuparle la polla a Julia, pero ésta me dio la vuelta, me apoyó contra la encimera y me la metió por el culo sin ninguna dificultad. Me sorprendió mucho, la verdad. Con qué facilidad me estaba dando por culo. Sin haberme preparado previamente, ni siquiera ensalivarme el agujerito. Nada de nada. Ahí es cuando me di cuenta de su profesionalidad y sin desmerecer a nadie, tuve que reconocer que follaba mejor que mi hijo.
Qué gusto me daba sentirla dentro de mi culito. Al tiempo que me enculaba, su mano se apoderó de mi gordo clítoris y en un santiamén logró que tuviera otro orgasmo. Mi cuñada que estaba atenta, ya estaba a mi lado con el culo en pompa esperando su turno. Julia se la metió con la misma facilidad que a mí y empezó su danza de samba contra el culo de mi cuñada. Tardó un poco más en masturbarla, pero en cuanto le echó mano al chochazo, mi cuñada se corrió como una loca. Mi marido se había corrido en el culito de su hijo y tuvo que sentarse en el suelo; agotado y resoplando.
Julia se chupó dos dedos, llenándolos de saliva y se los metió por el culo. Mi hijo se quedó absorto mirándola. En cuanto ella se le ofreció, la sujetó por las caderas con fuerza y en dos empujones se la empotró hasta los huevazos. Julia soltó un grito de placer. Sus ojos se le ponían en blanco mientras mi hijo le daba por el culo. Como la pobre no se había corrido aun, se estaba masturbando. Mi cuñada y yo le apartamos la mano; no lo podíamos permitir. Así que, entre las dos nos pusimos a darle placer con la boca.
Estuvimos mucho tiempo mamándola la polla y los huevos hasta que por fin eyaculó. Nos soltó siete chorros de semen espeso y muy blanco. Una parte en nuestras bocas y otra en nuestras caras. Mi hijo no se había corrido aun. Dio la vuelta a Julia y la sentó en la encimera, en sus ojos vi el deseo que sentía porque se la follara mi hijo. Abrió sus piernas y se separó las nalgas; sin apuntar, él se la clavó de nuevo, pero ahora la enculaba más despacio. Estaba segura de que mi hijo deseaba disfrutar del acogedor culito de Julia. Mientras ellos follaban, mi cuñada y yo, sentadas en el suelo, al lado de mi marido, nos lamiamos la cara, saboreando la lefa de Julia por primera vez. Un rato después, mi hijo le llenó el culo a Julia en medio de fuertes gemidos. Mientras se corría dentro de Julia, penetrándola con golpes secos, se besaron los dos apasionadamente.
Mi hijo y Julia, eran auténticas máquinas de follar, aunque lógicamente, Julia le superaba al tener más experiencia. Menuda orgia que nos habíamos montado en un momento. Tardamos por lo menos un cuarto de hora o más en reaccionar, levantarnos e irnos a duchar. Mi cuñada y yo juntas, por supuesto. Estábamos tranquilamente dentro de la bañera, disfrutando, cuando se abrió la puerta y aparecieron los tres. Nos llevamos una grata sorpresa y le hicimos sitio inmediatamente, ya que las bañeras de todos los cuartos de baño; exceptuando el de abajo y el de mi habitación que además es hidromasaje, son grandes y tienen cabida para al menos seis personas.
Estuvimos charlando sobre la juerga de la cocina. Empezamos con bromas y acabó siendo la hostia. Mi marido fue el primero en anunciar que se estaba meando, y la guarra de su hermana se ofreció para que pudiera penetrarla, todos se la tocamos hasta ponérsela morcillona, de esa forma pudo penetrarla y tras unos cuantos minutos, la meó dentro de la vagina. En segundo lugar fue Julia y la guarra que se ofreció fui yo. No hizo falta tocarla, me abrí de patas y me penetró un poco, luego me agarró por las nalgas y me empujó contra ella con fuerza hasta que me la metió toda entera. La muy putita me soltó una meada de campeonato y joder qué gusto me dio. El último, fue mi hijo y eligió a su tía. Ésta se espatarró y claro se la metió entera. La empezó a morrear y casi inmediatamente mi cuñada gimió de gusto mientras su sobrino se meaba dentro de su vagina. Para ser sincera, me hubiera gustado que mi hijo me hubiese elegido a mí, pero a veces hay que ceder. Mi hijo le mamó un buen rato los pezones a su tía y se la sacó —También tengo para ti mamá—dijo. Me cambió la cara, yo creo que todos se dieron cuenta. Me abrí de patas y me monté encima de mi hijo.
— Eres la más cerda de todas, por eso te dejo para el final—me dijo.
— No sabes cuánto me halagas hijo—le dije, notando sus esfuerzos por mear.
— ¡Toma meada so guarra!—gritó soltándome un chorro muy largo y caliente.
— Qué gusto joder—gemí, pero su meada perdía un poco de fuerza— ¡No pares hijo puta, que me corro! —grité. Mi hijo se esforzó un poco más soltándome tres chorros, y por fin me corrí de gusto.
— Ahora me meo yo —dijo mi cuñada poniéndose de pie.
Julia fue la primera —Ese chochazo es mío—arrimó la boca y bebió. Mi marido el segundo y mi hijo después y aun la quedó un poco para mí, claro que como me dio muy poco liquido la mordí el conejo, por puta. Yo tardé un poco más en tener ganas de mear, pero al final pude y lo repartí entre los cuatro. La cabrona de mi cuñada me devolvió el mordisco. Cuando nos tranquilizamos, cambiamos el agua. Y pudimos disfrutar de un relajante baño. Aunque a la pobrecita Julia le tocó chuparnos los deditos de los pies a mi cuñada y a mí. Luego se los chupamos nosotras a ella. Hablamos de la cena. En principio, estuvimos de acuerdo en comernos entre los cuatro a Julia. Ella nos preguntó si teníamos juguetes, fuimos a mi habitación y le mostré los que tenía. De entre todos, eligió uno para estimular el clítoris. Nos garantizó a las dos una experiencia inolvidable. Mi cuñada y yo estuvimos de acuerdo.
Primero cenamos, pero por consejo de Julia, sólo bebimos agua. Tuvimos una tertulia muy amena mientras cenamos. Cuando recogimos la mesa de la cocina, todos estábamos ya excitados. Primero cubrimos la mesa con un hule de plástico, después, cogimos botes de paté de distintos sabores. Mi marido se entretuvo con sus pechos, mi cuñada y yo los costados, el vientre y el interior de sus muslos y mi hijo se encargó de sus genitales. Cómo éramos cuatro, había que poner reglas. No valía comer sólo de un sitio, había que probarlos todos.
Nos repartimos a Julia de la siguiente manera: Yo me cogí un pecho y empecé a lamer las areolas, alrededor del pezón. Mi cuñada lamía un costado. Mi hijo el otro pecho y mi marido los huevos. Lentamente y entre bromas y risas, fuimos cambiando de sitio. Julia gemía sin parar. Cuando volvimos a cambiar, mi marido dijo que prefería comerle la polla a su hijo, éste estuvo de acuerdo siempre que no le impidiera darse el festín con el cuerpo de Julia. Fue un cachondeo, porque mi hijo cambiaba de sitio y su padre le seguía a gatas por el suelo sin soltarse la polla de la boca.
Cuando me tocó la polla de Julia, me la comí con unas ganas tremendas, la di tal mamada, que chilló que se corría, mi cuñada, tan oportuna como siempre, arrimó su boca para que yo la compartiera con ella. Julia comenzó a eyacular y los chorros de lefa nos los repartimos entre las dos. Dejamos los borbotones para mi hijo que los degustó encantado y cuando acabó de comer, entre mi cuñada y yo, le meneamos el cipote y le llenó la boca a su padre con una gran corrida, que el muy cabrón se la comió él solito. Tanto su hermana como yo, le afeamos su egoísmo.
Él se excusó diciendo que había sido sin querer, pero el muy cornudo sonreía, parecía que se cachondeaba de nosotras. Entre las dos le echamos sobre el suelo. Mi hijo y julia nos ayudaron a inmovilizarle.
— Te vas a enterar cornudo —le dije. Acto seguido me senté encima de su cara y tuvo que chuparme el agujerito del culo un buen rato. Mientras tanto, su hermana, jugaba con sus pelotas dándole golpecitos con los dedos, mordiscos y apretones. Luego cambiamos de posición, mientras yo le torturaba los testículos dándole apretones y mordiscos, pero sin violencia, mi marido tuvo que chuparle el culo a su hermana. Cuando nos cansamos, le pajeamos por turnos ella y yo y nos comimos su abundante corrida. Como regalo, le estuvimos mamando un buen rato el sensibilizado glande, riéndonos de los temblores que sufría el pobre. Cuando le dejamos, nos pedía perdón.
— Si quieres que te perdone, bésame el chocho, cornudo —el pobre me lo besó, y a su hermana también.
— Mamá y tía, os toca a vosotras ¿No os importa que os llame así? —nos preguntó Julia.
— En absoluto —dijimos las dos subiendo y tumbándonos encima de la mesa.
— ¿Nos vas a torturar con el vibrador?
— No, eso luego, primero voy a utilizar sólo los dedos. Doblar las piernas y apoyar los pies con fuerza contra la mesa, no vale juntar las piernas —nos advirtió.
— ¿Podemos morrearnos? —pregunté.
— Como queráis, siempre que permanezcáis en la misma postura.
Las dos nos juntamos todo lo que pudimos, giramos la cabeza y empezamos a besarnos. Los dedos de Julia recorrieron nuestras rajitas varias veces, sin detenerse en ningún lugar concreto. Luego, a cada una con una mano diferente, nos penetró la vagina con dos dedos. Yo noté como si buscara algo, ambas gemimos de gusto y de pronto, soltamos como una especie de aullido a la vez. Nos estaba tocando en un sitio que nos volvía locas de placer. Se me endurecieron los pezones y el clítoris en el acto y antes de que pudiera reaccionar, me vino un monumental orgasmo. Tan fuerte, que fui consciente en todo momento de los espasmos que me daba la vagina y el esfínter de mi culito.
La putona de Julia no dejó que nos recuperáramos. Encendió el vibrador y nos torturó el clítoris alternativamente. Mis orgasmos se sucedieron uno detrás de otro, no sé cuántos llegué a tener, lo que sí sé, es que me salió un chorro de pis fuertísimo y a continuación mi cuñada, que también soltó los suyos, porque fueron tres. Al final y tras recuperarnos. Recogimos y limpiamos la cocina. Cuando terminamos hicimos algo inesperado. Nos emparejamos para ducharnos y acostarnos. Julia pidió especialmente venirse conmigo, a mi cuñada no le importó y se unió a su hermano y mi hijo. De esa forma nos fuimos a nuestras habitaciones.
Mi ducha con Julia fue deliciosa. Yo la enjaboné a ella, por todo el cuerpo. Conseguí ponerle los gordos pezones muy duros y se los mamé con mucha lujuria. Luego le enjaboné el pene con delicadeza, limpiando por detrás de su capullo circuncidado y después sus lindos huevos. Ahí, no sólo enjaboné, también sobé un  buen rato su escroto y no me olvidé de su abultadito esfínter, que además de lavárselo bien, le metí un dedo hasta el fondo para limpiarlo por dentro.
Julia me enjabonó primero la espalda, dándome un masaje que le agradecí. Sus manos descendieron hasta mi culito y según ella me daba un masaje, pero yo tuve la sensación de que me estaba dando un sobo de campeonato. Me dio la vuelta y me enjabonó los pechos, la muy cabrona me puso los pezones tan duros que los sentí muy sensibles cuando empezó a mamármelos. Tuve que apartarla por lo sensibles que los tenía. Nunca me había pasado algo así. Descendió por mi estómago, mi vientre y me frotó la vulva con su mano, metiéndome un dedo al mismo tiempo por el agujerito trasero. La verdad, cuando me puso bajo el chorro del agua para aclararme, me decepcioné un poco. Yo esperaba más de ella. Nos secamos y cuando me dirigía a la cama, se puso detrás de mí; me agarró los brazos con una mano y me puso de cara al espejo.
— Te has quedado un poco decepcionada mamá.
— La verdad es que sí, esperaba algo más.
— Eso viene ahora—A través del espejo, vi como su mano se deslizaba por mi vientre y me acariciaba el pubis.
— Ábrete de piernas mamá—susurró y yo la obedecí.
— Eso es. Déjame que me apodere de tu pilila—dijo agarrándome el clítoris con dos dedos —Que gordo lo tienes. Apuesto lo que quieras a que te hubiese gustado tenerlo más grande—decía en mi oído al tiempo que me masajeaba.
— Sí. Me gustaría tener una polla como tú—dije rendida a sus caricias.
— No importa. Con lo que tienes puedes hacer muchas cosas ¿Te gustaría darme por el culo?
— Sí. Lo deseo mucho.
— Entonces espera que te lo pongo bien tieso.
¿Qué tenía Julia de especial? No lo sé. Era difícil saberlo. Pero el caso es que de tanto estirar de la piel del capuchón que protege mi clítoris, consiguió ponerlo tan erecto, que parecía el doble de grande. Según ella ya estaba listo. Me llevó agarrada a la cama. Allí me soltó, se subió poniéndose de rodillas y se agachó hasta poner el pecho contra el colchón, ofreciéndome su culito.
— Móntame mamá. Pero no de rodillas. Hazlo como si montaras a caballo. Puse una pierna a cada lado y me agaché. Me acomodé y conseguí penetrarle el ojete al segundo intento.
— Ahora empuja despacio, pero con fuerza, igual que si tuvieras una polla y quisieras traspasarme con ella. Verás qué gusto sientes. Lo hice. Empujé con fuerza aprovechando el peso de mi cuerpo. Y entre que la penetraba, y que cuando me movía para follarla, restregaba todo mi chocho por su culo. me invadió una lujuria desconocida. Nunca me había follado de esa manera a mi cuñada. Me estaba corriendo y aun sentía deseo de poseerla ¡por dios! Si no veía el modo de controlarme. Cuantos más orgasmos me sacudían, más ganas de follármela tenía. Tenía que parar. Como fuera, pero debía detenerme. No lo hice, hasta que me caí sobre ella agotada. Entonces sí que me detuve, no podía más.
— No puedo más, me muero.
— Eres una buena folladora mamá, no te preocupes —me dejó caer sobre la cama y cerré los ojos. Julia se puso encima de mí.
— Ahora mamá me toca a mí. Quiero hacértelo. Te deseo.
— Jódeme todo lo que quieras—dije separando las piernas.
— No voy a joderte. Quiero hacerte el amor, como dos enamorados.
Juntó su boca contra la mía y dejé que penetrara su lengua. Julia besaba de maravilla. Qué beso más delicioso me estaba dando y justo cuando más disfrutaba del beso, sentí como me penetraba, despacio, pero hasta el fondo. No pude por menos, que gritar de gusto. Por el amor de dios ¿Existe tanto placer? Yo no lo supe hasta que Julia decidió hacerme suya. Que dulzura. Cuanta ternura y por encima de todo cuanto amor me estaba dando mientras me follaba. Me había provocado dos dulcísimos orgasmos y seguía.
— Ahora cierra los ojos mamá. Yo quiero preñarte. Sé que no es posible, pero tú imagínalo. Cerré los ojos y me imaginé de todo. Un mundo distinto apareció dentro de mi cabeza. Me vi con veinte años menos haciendo el amor, pero con Julia en vez de mi marido.
— ¡Córrete de una vez y préñame! —grité como en sueños.
— Toma mi leche mamá—Enseguida sentí los potentes chorros de su eyaculación penetrando a través de mi vagina.
— ¡Dámelo todo!
— Todo para ti cariño ¡Tengo  mucha para ti!—decía. Julia se corrió abundantemente y permaneció dentro de mí. Besándome y dándome mimos. Lo que a mí me encanta.
— Es el polvo más dulce que me han echado nunca.
— Es lo que pretendía. Ahora tienes que relajarte y recuperarte.
— Sácamela. Déjame que te limpie la polla—Julia me la sacó y se puso sobre mí con las rodillas a cada lado de mi cabeza arrimándome su polla negra. Abrí mi boca y como una golosa recogí con la lengua toda la lefa que detecté. La saboreé y me la tragué.
— ¡Qué bien chupas mamá! —Julia miraba como la chupaba y luego me pidió que me dejara follar la boca. Desde luego que le dije sí ¡faltaría más! Se echó un poco más encima de mí y comenzó a mover su culito de la manera que sólo ella sabía hacer.
— Joder que gusto me das. Toma chúpame los huevos un poco—dijo sacándomela de la boca. Me cebé con sus huevos todo lo que quise y más. Luego me los retiró de la boca para seguir follándome. Según lamía, me iba dando cuenta de que se estaba empalmando. La sacó de mi boca y me dijo que me relajara y tragara.  Volvió a penetrarme. Pero esta vez sentí como su glande traspasaba mi campanilla, notaba sus huevos en mi barbilla y ella se volvía loca. ¡bien! Eso era lo que deseaba.
— Ahora prepárate porque voy a joderte como nunca te lo han hecho —me dijo.
Julia se puso detrás de mí, yo levanté la pierna para facilitar la penetración. Me la metió entera, follándome muy despacio unas cuantas veces, otras, aceleraba el ritmo y me lo hacía muy deprisa, llegando casi al orgasmo, pero cuando me iba a correr, volvía a follarme despacito. Al cabo de tres veces así, la supliqué que me hiciera correr. Julia inició su danza moviendo solamente el culo y me transportó hasta un fenomenal orgasmo. No dejó que me recuperara. Me puso a gatas y me penetró desde atrás. De nuevo volvió a follarme de la misma manera, solo que esta vez me apretaba los pechos y me acariciaba los sensibles pezones. En esa postura, tardé menos tiempo en correrme. Me la sacó del coño y me la metió por el culo con una rapidez que me sorprendió, porque, cuando quise darme cuenta me estaba enculando montada sobre mí, como si yo fuera una yegua. En esa postura la penetración fue muy profunda.
Cambió a una postura nueva. Se tumbó de espaldas sobre la cama y yo me puse encima de ella dándole la espalda. Con mis manos apoyadas en su pecho, yo solita me follé marcando el ritmo que ella me estaba enseñando y tuve un buen orgasmo. Pero no paró ahí. Ella se sentó en el borde de la cama y me hizo sentarme sobre ella, clavándomela hasta los huevos. En esa postura me corrí casi enseguida porque no dejaba de mamarme los pechos. Luego me tumbó de espaldas, me alzó las piernas hasta ponérselas sobre los hombros y me penetró hasta el fondo ¡Joder que polvo me estaba echando! Mi hijo tenía mucho que aprender de Julia. Me la sacó. Ella se tumbó de espaldas y me puso sobre ella pero en cuclillas. También me gustó porque me la pude clavar bien hondo. En esa postura, hubo veces que me llegó al útero.
— ¿Es que no piensas correrte nunca? No puedo más joder.
Julia me puso boca arriba en la cama y me jodió bien jodida ¡Qué manera de menear el culo! me dio una follada de escándalo y cuando gimió diciendo que se corría, me la sacó y se puso casi encima de mi cara. Abrí la boca. Julia se masturbó unas cuantas veces y eyaculó. Me soltó doce chorros de semen directamente en la boca. Desde luego me la llenó. Cuando me la tragué, la limpié la polla y cuando me besó en la boca la pasé parte de su lefa. Las dos jugamos con ella un buen rato.
— ¿Vamos a buscar a la tía y duermes con ella?
— Si no te importa. Sí que me gustaría.
— No hay problema ¡vamos a buscarla! Salimos de la habitación de Julia en dirección a la mía. Ambas nos íbamos acariciando el culito.
Cuando abrimos la puerta de la habitación y entramos, vimos a mi pobre cuñada en medio de su sobrino y su hermano. Uno la daba por el culo y el otro se la follaba el coño. La pobre gemía y aullaba de gusto, parecía muy agotada.
— Por favor ¡Sálvame! No puedo más. –me rogó.
— Dejadla ya, no veis que la pobre no puede más—le dije.
— Joder, yo no me he corrido aun—protestó mi marido.
— Yo tampoco y tengo muchas ganas—dijo mi hijo.
— Sois unos abusones y unos cabronazos—protestó mi cuñada refugiándose en mis brazos.
— Pobrecita mía ¿Te han follado mucho?—pregunté dándole besitos.
— Todo lo que han querido y más.
— Pues nuestra querida Julia me ha jodido bien jodida. Otro día tienes que probarlo. –dije a mi cuñada.
Mi hijo se puso en pie. Su polla empalmada daba miedo. Se dirigió directamente a por Julia y la levantó del suelo en sus brazos. A ella le cambió la cara cuando mi hijo la alzó en vilo. Y le estampó un beso en los labios. Sin decir nada. Salieron para irse a una habitación y estar juntos.
— Cariño, ven que te echo un polvo—dijo mi marido con un empalme bestial.
Mi cuñada se echó en la cama y yo también, pero abierta de piernas para que mi marido me follara. Primero me la metió por el coño y empezó a follarme casi de la misma manera que Julia. Había aprendido bien a follar y me corrí de placer. Luego me dio por el culo, pero cuando me iba a correr, me la sacó y se echó sobre mi chocho para comérselo ¡Qué manera de chupar! Me pegué dos corridas fabulosas. Mi cuñada estaba de lado, dándonos la espalda, seguramente se había dormido la pobre del agotamiento. Aun así, mi marido le abrió las nalgas y le penetró el culito embistiéndola unas cuantas veces. Ella ni se inmutaba y yo pensaba que se iba a correr dentro de su hermana. Pero de pronto cambio de idea y se tumbó en la cama.
— Cariño me gustaría que dieras una buena mamada y correrme en tu boca.
Se lo merecía por lo bien que me había follado y me tumbé entre sus piernas. Le trabajé el culo un buen rato, luego sus huevos y por último, su polla. Le pegué una mamada de fábula y se corrió abundantemente en mi boca.
— ¡Qué bien mamas so puta! —dijo besándome en la boca, yo le pasé parte de su lefa para que la probara.
— ¿Te gusta como la mamo?
— Me encanta
— Pues lo he aprendido con tu hijo mientras te metía un montón de cuernos.
— ¿Me has puesto muchos cuernos?
— Joder. Más que una manada de ciervos.
— Te quiero puta.
— Yo a ti cornudo mío. Le agarré el rabo y así nos dormimos.
En fin. Tampoco quiero extenderme mucho más. Creo que ya he contado suficiente sobre mi vida y la de mi familia. Creo que Julia y mi hijo están casi enamorados y eso me hace muy feliz. Mi cuñada y yo nos amamos, y dormimos juntas, con el cornudo de mi marido viéndolo mientras se hace pajas el cabrón. Espero que la vida siga aportándonos tanta felicidad muchísimos años.  
ADIOS.  

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