Un año de viajes. Festejo

Flavia llegó a la parada del transfer (combi le decimos nosotros los del Gran Buenos Aires), como siempre con escasos minutos de anticipación. Pero ese día el transporte tardó un tiempo inusual en llegar.
- Que extraño, desde que viajo en la combi, nunca se retrasó tanto – comenté
- Cierto. Hoy, casualmente, se cumple un año de que viajo en este horario y no recuerdo una demora así - confirmó ella.
- ¿Significa que tenemos un año de viajar juntos por la mañana? ¿Llevaste la cuenta por algo en particular?-
- Nada que ver. Comencé a trabajar en el estudio actual el día siguiente del cumple de mi madre, que fue ayer. Por eso lo sé-
La charla, hasta la llegada del vehículo, giró sobre los viajes diarios y otros temas que no vienen al caso. Por fin subimos y, al no haber asientos dobles libres, nos sentamos por separado.
Me quedé pensando que ella, además de simpática y conversadora ingeniosa era una linda arquitecta. No para cantar loas a la naturaleza pero si con todos los atributos femeninos bien logrados: más de 1,70 mts de estatura, de cabello castaño claro, ojos color miel, rasgos faciales delicados, pecho, cola y piernas entre 7 y 9 puntos. Enciende fantasías con mucha facilidad y frecuencia. La verdad es que le tenía unas ganas locas. Deseaba cogerla y no había, hasta ahí, encontrado como aproximarme al objetivo. Ese día que da tema a este relato, cuando a mitad del recorrido mi compañero de asiento descendió, experimenté un deseo más intenso que nunca de tenerla cerca.
Puesto que en uno de los viajes diarios, sin querer, escuché a Flavia dictar a un interlocutor telefónico su número de celular:
-……anotá 15 4xxx 1112……-
y me había resultado sencillo memorizarlo por tener el mismo prefijo que el de mi esposa (4xxx) apareado a dos números consecutivos, le envié un mensaje de texto:
“..no querés venir a mi lado...Juan”
Transcurridos algunos minutos sin novedades la llamé:
- ¿Recibiste mi mensaje? – le susurré vía celular.
- ¿Quién sos? –
- El que hace un año que viaja contigo todas las mañanas. ¿Estoy sólo en un asiento doble tres filas detrás tuyo. Dale vení-
Segundos después, sonriente, se sentó a mi lado:
- ¡Que loco!! ¿Cómo sabes mi celu? – quiso saber.
Se lo dije.
Al cabo de un corto, e intrascendente, intercambio me tiré a la pileta (asumiendo que con mucha probabilidad tenía agua, habida cuenta que de tanto compartir esquina en la espera y asiento en la combi estaba persuadido que ella simpatizaba conmigo. En el peor de los casos, si rebotaba, no saldría muy maltrecho.):
- Flavia ¿Qué te parece si, para festejar nuestro primer aniversario, salimos a comer y brindar? –
Me clavó sus pupilas de miel en mis ojos, sostuvo la mirada largos segundos y respondió:
- ¿No estas casado vos? ¿Qué opinaría tu esposa si supiese lo que estas proponiéndome? Mi marido seguro que no te aplaudiría –
- No tienen por qué enterarse ninguno de los dos. De hecho no trabajan en Capital. No hay la menor posibilidad de encuentro fortuito –
- Tengo una noticia para vos: Yo todo lo que necesito lo tengo en casa, con mi marido –
- No le bajes la persiana, por sensata o por lo que sea, a ocasiones potencialmente placenteras que se pongan a tu alcance, sólo, de vez en cuando. La vida es corta y los trenes que dejas pasar no lo podrás tomar, aunque te arrepientas de haberlos dejado ir. -
- ¡Sos un pirata y caradura!!! -
Descendió, llegada a su destino, sin aceptar pero sin negarse con determinación. Yo creí que aún tenía margen de maniobra. Alrededor de las 11:00 de la mañana la volví a llamar al celular. Sus réplicas a mi insistencia evolucionaron de “Te dije que no”,….,”no creo que sea prudente”,…. ,…..,…..,”sólo a almorzar ¡Ehh!!”,….,” de acuerdo a las dos en La Robla. ¿Lo conoces? Está en Viamonte al 1600”.
Lo conocía. Está a unas 6 cuadras del hotel alojamiento Buenos Aires. Lejos para llevarla caminando, demasiado cerca para llevarla en taxi. Decidí que, en caso de que lograra convencerla, iríamos al hotel Osiris en Puerto Madero.
Durante todo el almuerzo nuestras mandíbulas se movieron casi al unísono, lentamente, y nuestros ojos fijos sobre los ojos, ambos ensimismados, presas de voluptuoso deseo difícil de disimular.
Trajeron la carta de postres. Medio escondidos detrás del papel, con sólo los ojos encima del borde superior, tomada su mano en mi mano, le puse sonido al deseo:
- Flavia ¿tenes tiempo? –
- No tengo nada impostergable que me espere en el estudio. ¿Porrr? –
- Para dejar aquí la sensatez y regalarnos unos minutos a solas dejándonos llevar por la naturaleza –
Dejó sobre la mesa la carta.
- Yo, si fuese tu esposa ¡Te mato!!!! –
- Que coincidencia, nena, yo también quiero matarte. Matémonos a besos, caricias y con lo que, espontáneamente, nos acontezca -
- ¡Juaaaan!!!! ¿Qué decissss? –
El ida y vuelta siguió largos minutos. A medida que pasaban las protestas y el rechazo de la propuesta, fueron perdiendo vehemencia y convicción. Al cabo percibí que podía darle pie para la conclusión:
- Flavia, ¿Vamos y vos decidis lo que si y lo que no? ¿Dale?-
No sin antes tomarse su tiempo, con sus ojos saltando, en forma circular, de los míos a la mesa y de ahí al cielorraso, aceptó, sin palabras, el convite, sólo con un leve movimiento de asentimiento con la cabeza.
Desechamos los postres, después del trámite de pago con tarjeta que se me antojó interminable, salimos a la vereda, casi con precipitación, paramos el primer taxi que tardó una eternidad en el lento tránsito de la ciudad para dejarnos en la entrada del hotel, teatro del tercer tercio de ese día inolvidable: la intimidad corolario del crescendo de pasión, iniciado en el viaje lado a lado de la mañana y llevado al límite de lo manejable sin contacto, piel a piel, durante el almuerzo.
El recepcionista una vez asignada la habitación, ofreció preservativos. Flavia, ante mi mirada inquisidora, hizo señas que si los comprara. En el ascensor me susurró que era lo prudente aunque ella tomaba anticonceptivos. Quedaron sin uso. Apenas cerrada la puerta de la habitación los labios buscaron los labios y, no nos separamos hasta la culminación de la primer cogida de la tarde.
A pesar de que respeté a rajatablas lo que me había propuesto: tratarla con absoluta delicadeza y respecto de sus tiempos, los prolegómenos fueron extremadamente breves a tal punto que no más de quince minutos del mencionado cierre de puerta, me acomodé entre sus piernas y, sin más preámbulo que un enésimo beso, mi abadejo le invadió la cueva ardiente. Suspiró ¿Complacida? Después me enteré que no. Comencé a coger con suavidad de movimientos, bombeando sin pausas, transcurridos uno o dos minutos de mirada fija a un punto lejano y pasividad, Flavia se “sacudió la perplejidad” y se prendió a la experiencia. A partir de ahí comencé a disfrutar lo indecible de su “respuesta” con movimientos sensuales a los míos al penetrarla. Inicialmente sólo emitió dulces suspiros acompañando cada una de mis entradas, escuchando mis halagos susurrados en su oído, hasta que comenzó a exteriorizar, con gemidos suaves, monosílabos, frases truncas, su placer: “¡Siiiiiii….asiiiii Juaaannn!…” “¡ Por favor no pares….”….“¡ Uhhhyyyy como te sientoooo!..” “¡Me llenás todaaaa!!”…. ¡Mi Diosss que ricooooo!!…”. Hasta que yo entré en el “tramo final”, ella se había corrido un par de veces. Mi orgasmo, sobrevino con la eyaculación a borbotones adentro de su vagina, Flavia redobló los movimientos de pubis, los gestos y los sonidos de placer. Superpuestos con los míos fue como nos dijimos, el éxtasis que experimentábamos.
Recobré la respiración y las pulsaciones. Volví la mirada y descubrí que Flavia tenía los ojos llenos de lágrimas. Le acaricié una de las mejillas:
- No debía hacer esto…..Mario no se lo merece..- murmuró sin mirarme.
- Con los primeros besos me abandoné al deseo pero cuando te sentí dentro de mi tomé conciencia de la barbaridad de canallada que estaba cometiendo….lo peor es que me duró poco la culpa…me entregué a vos y al placer que me hiciste sentir…No lo puedo creer…acabé varias veces ….flor de puta tu compañera de viajes..”
Me costó un rato hacer que dejara atrás el remordimiento. Poco a poco lo logré y nos sentamos a charlar abrazados largos minutos intercalando caricias y besos en el diálogo.
Transcurridos varios minutos, no muchos, la convencí que nos ducháramos juntos: una sinfonía de húmedas caricias mutuas. De ahí no cabía otra salida que el segundo polvo de la tarde.
Tal como en la primera, en esta segunda excursión a la cuevita de mi amiga, no hubo más prolegómenos que besos apasionados pero convencionales. Los dos queríamos coger sin demorarnos en jueguitos eróticos previos. Y vaya si cogimos. Tres veces en el turno de dos horas.
Eran pasadas las 18:00 hs cuando subimos a la combi. Era la primera vez que viajábamos juntos de regreso a casa. En el trayecto de más de una hora, recobré fuerzas y, a sabiendas que no prosperaría, le susurré al oído que bajásemos frente a un hotel alojamiento cercano a nuestros domicilios.
Se negó, primero con cara de reprobación, enseguida sonriendo.
Al día siguiente, en la parada y en el viaje, quedó claro que habría otra oportunidad:
- Flavia ¿Cuándo vamos a hacer otro viaje de regreso juntos? –
- No sé. Ni me ,lo menciones. Si lo pienso con los pies en tierra, te digo nunca. –
Ya sentados, lado a lado en la combi, le tomé la mano y volví a preguntarle:
- Ya no estas con tus pies en tierra ¿Cuándo hacemos un bis? –
- Te dije que no sé…….algún día….tal vez. -
Ese día llegó. Bueno en realidad fueron varios no sólo uno.

1 comentario - Un año de viajes. Festejo

kramalo
muy bueno..!! lo que pasa, que a muchas féminas, de tanto ajetreo en el laburo, en su casa no se dejan hacer casi nada por el cansancio diario.. pero a la mañana, relajada, le vienen las ganas.... y con quién sino..? con el primero que la seduce bien...saludos..