Una tercera noche en hotel.

Como ya expliqué en mis anteriores relatos, soy una mujer casada, con Miguel, desde varios años y, juntos, tenemos dos hijitos.
Quiero mucho a mi marido, pero he tenido varias experiencias extramatrimoniales, placenteras Aunque con un, posterior, dejo de culpa y disgusto que queda después de una acción fulera, no resisto, al extremo, la tentación de disfrutar con otro hombre.
En una ocasión, decidimos, con Miguel, pasar un fin de semana largo solos los dos, para mimarnos y “viciarnos” a gusto y sin estar condicionados por los hijitos en casa, en la costa del Paraná, dejando los chicos al cuidado de un familiar.
Así fue el día que llegamos y otro tanto, el día siguiente, sábado, en el hotel –2 o 3 estrellas – en que nos alojamos.
El domingo a la noche, tuve mimos –y verga - por partida doble.
Por el trajín de paseos de tres días y por haber nadado copiosamente en el río, sin la debida preparación física, mi marido, después de haberme cogido prolijamente, acusó agotamiento y sed.
-Laurita, estoy muerto y con mucha sed. ¿Me conseguís una cerveza? –
En la pieza no había frigobar.
-Ok mi amor, me doy un baño rápido y, después, mientras te bañás vos, bajo a la recepción y te la traigo.-
Una vez higienizada me puse sólo una tanga y un vestidito informal, ajustado de algodón y lycra, corto a rodilla, con estampadas 3 distintas caras de mujer a la altura del seno.
Debía ir y volver en pocos minutos, sin embargo…..
…. en la recepción me encontré con un hombre alrededor de los 35, 1,90 o más de estatura, con un cuerpo sumamente cuidado, esbelto, espalda ancha, bíceps abultados, manos grandes, cabellos renegridos lisos y ojos de mirada seductora, (un bocado de cardenal, decimos entre amigas) y con que no había cerveza, de la marca que buscaba, en la conservadora.
-Voy a mandar, antes que se retire, uno de los muchachos a comprar la cerveza que quiere su esposo. Por favor siéntese unos minutos.-
Miguel se estaba bañando, así que no tenía que avisarle de la demora. Me senté en un silloncito y el “encargado” de la recepción buscó entablar conversación.
Me dijo que se llamaba Ignacio y que era el hijo del dueño del hotel y que estaba ahí para reemplazar al recepcionista de noche, debido a que había caído enfermo y el reemplazante habitual, no se encontraba en la ciudad.
Me pareció obvio que se sintió perturbado por mi presencia. Sin falsa modestia sé que soy una mujer atrayente y mi irrupción, a esas horas de la noche, cuando casi todos dormían, y con ese vestidito ajustado que hacía patentes y manifiestas mis formas, lo habían inquietado. En más, no tenía corpiño y mis pezones que “despuntaban” un poquito de los pliegues del tejido, atraían su mirada, con incipiente lascivia.
El chico enviado a traer cerveza, tardó largos minutos en regresar. Ignacio los aprovechó para dedicarme zalamerías y, para hacer algo que nunca me hubiese imaginado, posible de ser llevado a cabo por un hombre desconocido hasta un puñado de minutos antes.
Salió detrás del mostrador, tomó un silloncito y se sentó frente a mí y en voz baja pero perfectamente audible, se preguntó cuál de las tres caritas se asemejaba más a mí.
Con el dedo índice rozó suavemente mi pezón derecho:
-No, esta no – murmuró intencionado.
Enseguida, pasó el dedo en el pezón izquierdo:
-Esta síiiii … es la carita más parecida a la suya-
Con esa provocación, mis pezones, sensibilísimos, se volvieron tensos. Me sentí ruborizada de vergüenza …. pero también de excitación. Se me aflojaron las piernas, cuando, él, unió al índice, los cuatro dedos restantes y pasó a acariciarme delicadamente las tetas, regalándome sensaciones únicas. Percibí su aliento sensual al acercar su boca a la mía, fui incapaz de reaccionar, para impedir que me besara.
Instantes después, entró el chico con un par de botellas de cerveza que apoyó en el mostrar, diciendo:
-Dijo don …. que necesita los envases mañana temprano porque pasa el repartidor-
-Bueno, andá tranquilo, hasta mañana- lo despidió Ignacio.
Yo manoteé las cervezas me dirigí al ascensor. Él me alcanzó, sostuvo un instante la puerta abierta y me susurró que nos refrescásemos tranquilos …. Y que, cuando mi marido se durmiera …. le bajase los envases …. No había prisa, él iba a estar toda la noche.
Subí a la pieza y encontré a Miguel esperándome en la cama, perezoso, indolente, somnoliento, mientras yo sentía, dentro de mí, el ardor de las caricias y suspiros de la planta baja.
Un vaso de cerveza fue suficiente para que él cayera en el más profundo de los sueños.
Al quedar despierta, tuve un “ataque” de recato y honestidad. La TV estaba encendida pero yo no la miraba. Me causó extrañeza que, transcurridos 3 días, bien cogida por mi marido, a quien amo muchísimo, por partida doble, a la siesta y a la noche, la última, dos horas escasas antes, breves minutos de zalamerías, caricias en los senos y un beso robado, de un desconocido, lograsen excitarme, inflamarme y enardecerme al punto que estaba en ese trance y con mi entrepiernas palpitando.
Bebí dos o tres vasos más de cerveza helada ¡Peor!!! El alcohol en mi cuerpo, destruyó todo residuo de inhibición. Volqué en el baño, lo que quedaba de bebida en las botellas y bajé a la planta baja.
Iba con la excusa, trucha, de devolver los envases, pero consciente de que quería más con hijo del dueño.
Él al verme, comprendió que estaba a su merced y vino a mi encuentro, me quitó las dos botellas, me besó, abrazó, acarició mis glúteos y con su aliento sensual y su lengua en mi oído, caló profundo en mi propensión al placer carnal.
-Hay una pieza libre aquí nomás- me propuso, más bien me anunció.
Tuve un momento de lucidez y le expresé en voz baja, mi temor:
-Mi marido ….-
- ¡Tranquila! Ya vengo – abrió una puerta y con él entró un señor con uniforme y el logo “Seguridad” bordado en la camisa. Le indicó el monitor de la computadora del mostrador y le dio instrucciones en voz baja.
- Va a vigilar la puerta de tu cuarto, con la cámara instalada en el piso. Si tu marido la abre y sale, me avisa por el handy y tenemos todo el tiempo de recomponernos.
No me aquietó del todo, pero me dejé llevar de la mano. Las ganas de su tronco eran más fuertes que mi inquietud.
Ni bien encendidas las luces y accionada la cerradura de la puerta del cuarto, volvió a abrazarme y a adularme. Mientras hablaba, sus manos me extasiaban los sentidos, rozando, acariciando, manoseando los puntos sensibles de mi cuerpo. Sin tener consciencia exacta de lo que pasó, de pronto, me encontré arrodillada, frente a él, con su verga en mis manos. Lamía ávidamente ese coso grande y largo, que tenía agarrado a dos manos haciéndolo oscilar, arriba y abajo, mientras mi legua saboreaba su glande con goce muy vivo. Me metí en la boca, la gruesa porra, y comencé a chuparla como hambrienta, él aprobó con gruñidos y gemidos luego comenzó a cogerme la boca, acompañando mis movimientos con sus caderas hasta que soltó una enormidad de leche que, me pareció, infló mis cachetes. Tuve que largar la verga para engullir todo el semen. Unas gotas se escurrieron de mis labios a mi vestido.
Casi sin pausa, me hizo incorporar, me sacó el vestidito y me cargó por el culo y me depositó en la cama y me sacó las sandalias y la tanga. Acostado a mi lado lamió, chupó y mordisqueó mis pechos, sus dedos penetraron en mi concha mojada. Estaba ciegamente perdida por sus labios, manos y dedos y, en su pija, encontré un placer incomparable, cuando, después de colocarla en modo conveniente, empujó con fuerza y me la hundió hasta el fondo.
Algo similar había hecho, Miguel pocas horas antes, pero ésta era toda otra pija, a tal punto que con entrarla y sacarla con ímpetu, unas pocas veces, me hizo alcanzar el primer orgasmo de la noche.
Gracias a las potentes estocadas de esa vergota, acabé, como mínimo, dos o tres veces más, hasta que explotó dentro de mí, inundándome de semen – creo que nunca antes había disfrutado de semejante sucesión de orgasmos-
Hice ademán de levantarme, para volver a mi cuarto. No me dejó:
-tranquila, tu maridito, sigue durmiendo –
Su gruesa pija, no estuvo mucho rato, marchita en mi mano. La sentí crecer y recuperar vigor y lozanía. Me hizo acostar boca abajo y comenzó a “explorarme” el ano con su lengua y dedos. Al comenzar a introducirme su abultada espada, me dolió, pero fue un dolor breve que se convirtió en placer sublime, en una delicia. Gocé de un nuevo orgasmo. Una vez que volvió a explotar dentro de mí, me sentí agotada, pero satisfecha como, creo, nunca antes.
El primer pensamiento que logró elaborar mi cuerpo, aún caliente, fue como podía presentarme, en mi habitación en las condiciones que me había dejado el “encargado” de la recepción. Terminé por ducharme en el cuarto en que me encontraba, luego acondicionarme un poco el cabello y vestirme. Ignacio me despidió con una palmada en el culo.
Me acosté al lado de Miguel, con sentimiento de culpa, pero, aún más convencida que experiencias como esta, hacen la diferencia entre vivir y transcurrir la vida.
Al día siguiente, al dejar el hotel rumbo a casa, por lo dicho, ya no estaba Ignacio, detrás del mostrador.
Sentí una leve sensación de pérdida.


7 comentarios - Una tercera noche en hotel.

galloreyes
Excelente...me tuve que clavar una paja en tu honor
oscarvivi33
excelente !!!!!!! pero contale a tu marido y que la proxima vea como te cojen....no hay cosa mas excitante que ver
eisabe
10+ puntos buen relato bebé
ACUARA2
Tu relato me voló la cabeza!!! Increíble lo caliente que quedé!!!
mdqpablo
Tremendo relato . Se nota que sos muy hot e infiel . Nos gusto la historia