La ligué de rebote.

Martina, fue mi asistente, desde más de 5 años. Nuestra relación, extra laboral, con el tiempo se volvió de bastante familiaridad y, ambos, fuimos intercambiando muchos aspectos de nuestras zonas espirituales y materiales íntimas, pero, a pesar de haber “remado mucho y seguido” ella nunca accedió a tener relaciones carnales, conmigo. Hasta que sucedió lo que relato a continuación.

Ella (36 años) era una mujer muy sociable, descontracturada en el trato y grata a la vista: de estatura cercana a los 1,70 mts, silueta corporal espigada y bien lograda en lo que realmente hace a la diferencia: pecho, cola y extremidades inferiores. Sus facciones eran agradables y el cabello negro largo y liso, los ojos de color miel intenso. Tenía dos hijitas pequeñas y su marido también trabajaba en la misma empresa, en soporte a clientes. La nuestra era una empresa de tecnología informática.
Un mañana, ella se acercó a mi escritorio, con una expresión patente y manifiesta, de alteración intensa y penosa del ánimo:
-Julio, internaron de urgencia a mi tía y, si me permitís, voy a retirarme. -
A la mañana siguiente, al llegar a la oficina, en el horario habitual, quise, cortésmente, interiorizarme sobre el estado de la tía:
-Hola ¿cómo está tu tía?-
-¡Tengo un quilombo mucho peor que la salud de mi tía - respondió presa de una efusión de lágrimas acompañada de sollozos.
-¿Qué te pasóooo?- repliqué sorprendido.
-Creo que voy a separarme-
Tardó, largos segundos, en contener el llanto lo suficiente para explicarme su “quilombo”:
-Ayer, al regresar a mi escritorio – desde administración – noté, en la pantalla de mi notebook, que había sido accedida a distancia. Había sido desde Soporte Interno. Me quedé, unos instantes perpleja, luego no le di importancia y lo olvide. Minutos después, se me “cayó encima el cielorraso”: recibí un email de Darío, tenía adjunto un intercambio de emails míos con Cesar, un compañero del club de tenis, con el cual, había tenido un encuentro anteayer. Desde Soporte Interno me habían hackeado mi correo personal y le dieron la password a mi marido. Él lo único que decía, “esto se acabó, estoy yendo para casa a recoger mis cosas”-
-¡Qué barbaridad! ¿Andas en amores con el tal Cesar?-
-¡Si!-
-¿Te acostaste con él?-
-¡Si!-
-Me imagino que los emails que leyó tu marido, habrán sido un compendio de las imbecilidades edulcoradas que se suelen intercambiar en plena calentura ¿O me equivoco? –
-¡No, son bien explícitos! – nueva catarata de lágrimas y sollozos.
- Vení, vamos a tomar un café afuera y hablamos –

En apretada síntesis, en el bar Martina, se explayó sobre su intimidad para desahogar el ánimo:
*En primer término justificó su inculpabilidad y la culpabilidad del marido por lo hecho.
-No me arrepiento.-
-Todas mis amigas tienen amante y a mí, me descubren, en la primera de cambio-
-Estuve meses reclamándole que, por el club de básquet y otras actividades, me dejaba sola con las nenas, infinidad de días y noches. –
-Hasta le dejé una nota, en la mesa de luz, la semana pasada y no acusó recibo –
-Cesar, me valoró y me mimó. Me resistí hasta que anteayer, después de jugar tenis, me dejé llevar-
-Mi error fue perder el control del tiempo, volví a casa demasiado tarde y, obviamente, no fui convincente en justificar la tardanza-
-Darío, supuso, que en mi correo personal iba descubrir en que andaba. No se equivocó. Desde temprano nos “tiramos flores” virtuales y encendidas con Cesar rememorando los momentos más ardientes de la tarde-noche anterior.-
-………-
De mi parte le dije que estaba en su derecho (así lo pienso y lo profeso) de satisfacer sus deseos vehementes, sus reclamos sexuales con quien se los induce. Que no la criticaba, que la entendía.
Le pregunté si seguía queriendo a su marido. Fue categórica:
-Lo quiero muchísimo y no concibo perderlo.-
-¿Te parece que él aún te quiere?-
- Estoy segura que sí. Pero está muy dolido. -
Le aconsejé que, se aplicase, con alma y vida a preservar su matrimonio:
-Pedile, rogale o como vos te parezca más efectivo, que hablen a solas, lejos de vuestras familias y demás relaciones. Proponele una semana en una playa cercana, los dos con las nenas. Fuera de temporada es un lugar ideal para sincerarse. Yo te doy el permiso laboral y te justifico en la oficina de personal. Él supongo que no va a tener drama para un adelanto de vacaciones de 7 días. –
-Una vez que lo ablandaste, arte no te falta para eso y para alborotarle la sangre de modo que le baje de la cabeza al entrepiernas, hacé que sienta que, para vos, él es el súper macho, el PITOcantropus Erectus. Los varones adoramos eso de que nos inflen el ego. Lo demás va por añadidura: el amor mutuo, la vida compartida, el bien de las nenas, etc….. Ya sé, es lo más importante pero lo primero es lo primero ¿Acaso no te acostaste con otro? Eso, que le quede claro, fue por puro despecho y comparado con él, el tipo, es un cero a la izquierda, en satisfacer tus necesidades fisiológicas. -
Se fueron a la orilla del mar, el día siguiente.
Una semana después, Martina, regresó al trabajo, radiante por haber conseguido abrir un período de recomposición de su matrimonio y muy agradecida conmigo por contenerla, apoyarla y orientarla.
Siguieron juntos (sin el nivel de simbiosis previo al desliz descubierto) y, en armonía y mutuo cariño.

Dejé, prudentemente, correr los días y los meses hasta que, un día, volví a insinuarle el ilícito compartir de deleites carnales.
-¡Ahhyyy Julio!!! ¿Queres jugar con la ventaja de saberme vulnerable? –
-¡Claro que no! Me juego, como siempre lo hice, porque sos adorable. – le susurre mientras, aprovechando que estábamos lado a lado, frente a la pantalla de su PC revisando juntos un informe, le apoyé una mano izquierda en una de sus piernas.
- ¡Sos terrible! Una construye su relación con un hombre y la mía con vos no incluye el sexo.- replicó, mirándome a los ojos y sin atinar a retirar mi palma de su muslo. Es más, inconscientemente o por cálculo, se alisó su larga cabellera y, con un mohín la tiró sobre su espalda. Ese gesto me incentivó el deseo sexual e impulsó mi boca hacia su cuello descubierto.
Subí, besando, hasta el lóbulo de su oreja, con la boca y, mientras le susurraba un “te deseo, más que nunca”, mi mano progresó de cerca de su rodilla a las proximidades de su sexo.
-¿Sabes que, Muñeca? Hace un rato fui a la verdulería a comprar bananas, para llevar a casa. Al elegirlas en el mostrador, sentí una picadura, había una arañita errante brasilera o araña del banano –
¡Ahhii pobre! ¿Estás bien? Pero… ¿Por qué me lo decís ahora? -
-Porque, dicen, que el veneno de esa arañita provoca una erección que dura hasta cuatro horas ¿Te la vas a perder? –
-¡Sos de lo peoorr! …. ¡Y, además, mentiroso!-
Dejé de lado la broma y atiné besarla. Me mezquinó, tozudamente, su boca sin nueva protesta verbal. Cuando percibió mi dedo índice rozar sus labios vaginales – aun protegidos por la tela de la pollera y de la bombacha - entreabrió, ligeramente las piernas para dar lugar al manoseo con toda la palma.
Ahí sí, previo profundo suspiro, fue su boca que fue en búsqueda de la mía.
Le siguió una intensa porfía de lenguas y de caricias indecorosas, debajo de la pollera y a través del cierre de la blusa. Eran cerca de las 13:00 horas.
-¿Vamos? Es hora del almuerzo, mi menú de hoy es una diosa – me erguí del asiento y la tomé de la mano para invitarla a levantarse.
-Bueno….si….., pero desde ya te digo que es sólo por hoy ¿Sabés?-
No repliqué. Su aceptación me causaba tan extraordinario regocijo, que no cabía estar pensando en el día después. Salimos, caminamos unos 100 metros, miramos alrededor para asegurarnos que nadie conocido nos viera y tomamos un taxi a un hotel alojamiento, bastante retirado de la oficina.
Ya en la habitación, Martina, me recriminó haberla enardecido, exaltado, excitado.
-Sos un machista , ventajero, …. te aprovechas de que estoy en deuda con vos …. – alcanzó a musitar antes de que le cerrara la boca con el primer beso de alcoba.
Nos desvestimos, nos duchamos juntos – en rigor nos “amasijamos” debajo del chorro de agua tibia - y, no más de quince a veinte minutos a contar del instante que cerramos la puerta, ella abrió las piernas de par en par y me recibió ardiente en la cavidad de su entrepiernas.
La porfía fue apoteótica y se prolongó casi un par de horas, con las imprescindibles pausas reparadoras. Hubo algunos pocos cambios de poses. Aunque predominó largamente el tradicional misionero, el rato que cogimos con ella en cuatro, quedé alucinado con su culo “alto padrón”. Quedó como objetivo futuro.

Regresamos a la empresa por separado, ella bastante antes que yo.
Ese no fue nuestro único, fantástico y asombroso enredo de cuerpos.
El coito anal, quedó incorporado al “menú” de las siguientes escapadas extramatrimoniales.

2 comentarios - La ligué de rebote.

vaan28
Excelente espero el resto.
kramalo
muy bueno..!! muy caliente la situación... en todos los sentidos..ja!
la entrega del asterisco... la vas a contar? Saludos.