Escasa Paciencia.

Leí en un viejo libro mejicano los Consejos de Viejos Sabios Aztecas
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Para que no andemos siempre gimiendo
Para que nunca nos sature la tristeza
Nuestro dios nos ha dado
La risa, el sueño, los alimentos, nuestra fuerza
Y finalmente
El acto de amor
Que alegra y siembra gentes.

Mi marido me sembró dos nenes. Ahora clausuré el “cultivo”. Sólo voy por la siembra y, de un tiempo a esta parte, poca paciencia ha tenido mi cuerpo: ha sido incapaz de conformarse con mi marido ausente o presente pero muy trillado y previsible.
Así fue que en mi cosecha de “tubérculos masculinos” cuento, a la fecha, con especímenes:
Argentinos - la mayoría -,
Limítrofes (uruguayo, brasileño),
Centro americanos (nicaragüense, Afro Latinoamericano)
Europeo mediterráneo.

Les cuento las “escapadas” con el europeo, italiano, gerente de una multinacional italiana en ocasión de sus viajes a la Argentina.
Cuando Martín, mi esposo, invitó a Alberto a un asado en casa, no podía haberme imaginado que, de un tirón, él iba a cenar, beber y charlar con nosotros, a jugar con mis dos hijitos, a seducirme y cogerme, la primera vez al día siguiente.
Alto, 1,88, buen lomo, rostro agradable, mirada penetrante, simpático, conversador ocurrente – se desenvuelve muy bien en castellano -, afable en el trato. Desde el vamos me produjo complacencia y agrado.
El menú, como ya dije, era basado en carne y menudencias asadas y, como nuestra parrilla dista unos 40 metros del comedor (instalada en un quincho) y Martín es un obsesivo en el cuidado de la cocción, desde el comienzo, tuve largos intervalos de tiempo a solas con Alberto y los nenes.
En el primero de los mismos, conversamos generalidades y él, se entretuvo jugueteando con los nenes y, dedicándome miradas y gestos de apreciación. En el segundo comenzó a “mostrar las cartas”:
-¡Que suerte tiene Martín: tiene dos nenes lindos y despiertos y una mujer inteligente y hermosa! Así da gusto volver a casa después del trabajo.-
Me sorprendió, no me esperaba una insinuación o halago tan prematuros. Estábamos sentados en sillones enfrentados y él me desnudaba con la mirada. Lo “decente” hubiese sido ponerme de pie y ponerlo a Alberto en su sitio, pero no lo hice.
Antes de sentarnos, los 5, a la mesa a cenar ya hablamos de sexo. Se quejó de lo “chatas” que eran sus recurrentes noches de hotel, por su trabajo. Con toda intención le dije que en los hoteles, del nivel que él frecuentaba, contaban con “books” de chicas acompañantes nocturnas.
-¡Noooo, no consumo sexo pago. Hacer el amor es cosa de dos. Si uno de ellos está trabajando es cualquier cosa menos placer genuino!!-
-Coincido. No queda otra que seducir a alguna de las mujeres que tratas en alguno de tus viajes.-
-¿Qué te parece que estoy tratando hacer.-
-¿A míiii? ¡Que locooo!!-
-¡Siii, loco por hacerte tu tercer nene!!!-
-No hay peligro…… tomo anticonceptivos.- “Más claro, sólo agregando agua”
Ahí entró Martín con la bandeja con la carne asada y comenzamos la cena.
Durante la misma y la sobremesa, con disimulo, la mano de Alberto, una y otra vez, bajó debajo de la mesa y “exploró” rodillas, piernas y entrepiernas.
No quieran saber lo que tuve que esforzarme para disimular. No me atreví a devolver caricias lascivas, aunque ganas no me faltaron.
A los nenes, acabados los postres, bajo protesta, los llevé a sus camas y no demoraron en dormirse. De regreso al comedor comencé a llevar platos, cubiertos, vasos, fuentes, etc. al lavavajillas y Martín se fue, por enésima vez al quincho – a limpiar la parrilla y ordenar todo.
Apenas salió al jardín, Alberto, en una sucesión de torbellino, me tomó de un brazo, me llevó contra la pared, me abrazó y me dio un terrible beso en la boca. No estaba en mis cálculos previos la arremetida, no me la esperaba.
Lo tendría que haber detenido pero no lo hice, le devolví el beso con una pasión que hacía mucho no experimentaba. Me acarició las tetas, luego metió mano debajo del vestido y me manoseó muslos, concha y culo, todo en un abrir y cerrar de ojo, mientras me susurraba al oído:
-Te voy a hacer el amor como nunca te lo han hecho-
Tuve un instante de sensatez y miedo de que volviera Martín y nos agarrara in fraganti. Me impuse, nos separamos y convenimos seguirla al otro día.
Para ajustar horario nos intercambiamos los números de los celulares.
Después de una última vuelta de café, Martín le pidió un remis, a Alberto, para que lo lleve a su hotel.
Al cerrar la puerta de calle:
-¿Qué tal te cayó el tano?- quiso saber.
-¡Bieeen! Es simpático, ocurrente y buen conversador - respondí en voz alta
“Un tigre para encarar, manosear y calentar. Mañana te cuento que tal es cogiendo” agregué en silencio.
Estaba tan “zarpada y alterada” que lo provoqué a Martín. Estuvo buena la tenida. A punto tal hubo doble polvo, cosa que no sucedía desde bastante tiempo. Obvio que por momentos, con los ojos cerrados, imaginé que lo hacía con Alberto.

Al día siguiente, pedí extensión –a 3 horas -del receso por almuerzo en la oficina y me fui a encontrar con Alberto en el hotel Los Pinos de la calle Independencia.
Apenas entramos a la habitación nos empezamos a besar con tantas ganas que, enseguida, van cayendo nuestras prendas al suelo. Sentí su mano acariciarme entre mis piernas:
-Me encanta que estés tan excitada como anoche- soltó con una sonrisa que exacerbó mis sentidos y calentura. Mi mano bajó en procura de su bulto.
Me llevó a la cama, donde terminamos de desvestirnos y seguimos besándonos y explorándonos con las manos. Siento como, poquito a poco, me introduce un dedo en mi vagina, luego dos, los mete y los saca mientras observa mi cara de placer. Luego saca los dedos y mete la lengua, sutil, sagaz e inquieta, hace estragos. Entre gemidos y jadeos, acabo por primera vez esa tarde, con contracción intensa e involuntaria de los músculos de mi cuerpo.
Saco fuerzas de la exaltación del orgasmo y lo obligo a acostarse, busco su pene, está como a mi me gusta, duro, caliente. Me parece una verga Premium. Empiezo a lamérsela, primero suavemente, de abajo hacia arriba, me ayudo con la mano. Me la meto en la boca chupando cada vez con más ganas y más rápido, sin dejar de mover la mano también, succiono y lamo, una y otra vez.
Me interrumpe, me tumba y se me sube encima. Sin dejar de mirarnos a los ojos siento cómo su verga entra, me embiste una y otra vez, me arrebata y embelesa, su boca busca mi boca. Mientras me embiste me agarra las tetas y me aprieta suavemente los pezones, siento su aliento en mi cuello, jadeo sin parar presa de una sensación de derretirme, de explotar de placer. Mientras sigue bombeando, mete su mano, y entra a retorcer suavemente, mi clítoris, con sus dedo pulgar e índice. Con epicentro en mi clítoris oleadas de placer, imposible de traducir en palabras, se propagan por todo mi cuerpo y mente, sacudo la cabeza, descontroladamente, de derecha a izquierda, finalmente el segundo orgasmo se apodera de mí. Él percibe mis contracciones, se “embala” aún más, hunde su cabeza en la almohada pegada a la mía, arremete con furia y suelta todo su “licor de huevos” y lo grita... terminamos, el primer polvo de la tarde, entre lentas sacudidas, y nos quedamos tumbados, lado a lado, mientras nos recuperábamos.
El resto del turno de hotel, fue más de lo mismo, con intercaladas duchas compartidas, cogimos dos veces más, de modo tradicional y gratificante.
Recién en el siguiente viaje de Alberto a la Argentina, le agregamos sexo anal.

3 comentarios - Escasa Paciencia.

alfre2014
mas que bueno!... me hacen re calentar, con solo pensar la buena amante de debe ser... besitos mil!..
kramalo
muy bueno..!! te hizo el asterisco, tambien..?