Calor, zunga, sexo (1ra. parte)

Calor, zunga, sexo

Lentamente me aproximé a la piscina. 35 ° centígrados y un sol radiante, eran una invitación para meterse al agua y no salir mas. Mi nombre es Juan Augusto. Tengo 50 años y estoy separado hace varios años.
Mi trabajo me deja tiempo libre así que aprovecho para hacer ejercicio y mantenerme en estado. Y en las vacaciones cuando no viajo, aprovecho para disfrutar de mi casa, que además de ser fresca, cuenta con un umbroso parque y una piscina grande donde puedo pasar de manera soportable los días del verano.
La casa me quedó cuando me separé y a pesar de que es poco práctica para un hombre solo, la mantuve justamente para disfrutar del espacio verde y el aire libre.
En cuanto a mujeres, no puedo quejarme. Hay muchas hermosas mujeres divorciadas en la zona, y dispongo entonces de una selección variopinta para arreglar una salida, y si mal no viene, compartir una noche. Y la verdad que no quiero mas nada. Los compromisos ya no me interesan.
El barrio donde vivo es de verjas perimetrales bajas, así que con muy poco esfuerzo se puede ver lo que pasa en los terrenos vecinos.
A mi lado, hay otra casa que también tiene su piscina, mas atrás otra casa con parque, y así en toda la manzana.
En la otra calle y tocando el fondo con mi terreno vive un matrimonio con dos hijos. El marido no está casi nunca por cuestiones laborales. Se ausenta y por varios días y hasta semanas no aparece, quedando entonces el cuidado de la casa y de los niños a cargo de la madre. Marisa, la mujer en cuestión tiene alrededor de 40 años, y es bastante atractiva, aunque por la forma en que viste, no atrae demasiado las miradas, además de que estando casada, no es mi objetivo predilecto. Como dije, me dedico a solteras o divorciadas, que no tengan compromisos que puedan generar conflictos.
Esa tarde, estaba ocupado con otras cosas y no iba a poder mojarme, decidí sentarme un rato a la sombra para al menos disfrutar del verde. Sentado a la sombra de un árbol, escucho a la vecina elevar la voz.
- ¡¡¡¡¿ Cómo que no pueden venir?!!!! ¿ Y que hago?
Me asomé a través del tapial bajo y de espaldas a mí, la vecina estaba peleando por teléfono, hasta que por fin colgó.
- ¿ Qué le pasa vecina? pregunté
Se dio vuelta sorprendida.
- Ahh, Hola Juan. Perdona pero estoy bastante enojada.
- ¿ Qué ha pasado?
- Pues que conseguí que mis hijos fueran al club con sus amigos, y yo iba a disfrutar de una tarde tranquila en la piscina, y descubro que tiene una rotura que hace que el agua se pierda.
- ¿ Y no pueden arreglarla?
- Eso es lo que estaba peleando por teléfono con el que me la vendió, pero me dice que en esta época es imposible, que tengo que esperar unos 10 días. Conclusión, nada de pileta, dijo con cara de pocos amigos.
- Mira, no quisiera comprometerte, pero si quieres puedes venir a la mía. Yo estoy ocupado y la verdad que no pensaba usarla hoy.
- No. Te agradezco pero no quisiera molestarte.
- No es molestia. Ya te dije que estoy ocupado en la casa, así que la pileta sería toda tuya por esta tarde.
Su cara se iluminó.
- Pues si realmente no te molesta...
- No te preocupes mujer. Mira, te dejo abierta la puerta del garaje. Entra y ve directo al vestuario. Y sin mas la saludé y me volví a mi casa a continuar con mi trabajo.
Pasaron unos quince minutos, hasta que oí la puerta que se abría y cerraba, y un rato después escuché el ruido del cuerpo de Marisa cayendo al agua. Yo seguí con mi trabajo sin hacerme demasiado problemas.
Al rato recordé que Marisa estaba en la pileta y decidí prepararle algo para tomar. Un jugo de naranja bien helado, copa, hielo, todo en una bandeja. Con ella en la mano me acerqué a la ventana a mirar el parque.
Sobre el borde de la piscina estaba acostada boca abajo Marisa. Con una sobria malla enteriza azul, que no dejaba ver nada, y sin embargo no podía ocultar la sinuosidad de su cuerpo. Una espalda bien formada y un trasero respingado. La verdad que mi vecina estaba mejor de lo que parecía.
Salí de la casa llevando la bebida, y al acercarme ella me vio y se giró hasta sentarse en el borde. El traje de baño no dejaba ver nada, pero al estar húmedo marcaba dos enormes pezones que coronaban un par de tetas de cuidado.
- Aquí tienes. La verdad que soy un pésimo anfitrión, pero me entretuve trabajando y me olvidé que estabas aquí.
- Te agradezco mucho, pero no hacía falta que te molestaras. Aunque en realidad hace mucho calor.
- Si, ahora que estoy acá veo que esta muy caluroso.
Tomó la copa que le ofrecía y bebió la mitad, dejándola luego en el borde a su lado.
- La verdad que el agua está hermosa y me da no se que que te prives de usarla porque estoy yo, dijo Laura con timidez
- No te preocupes. No es por eso. Lo que pasa es que estoy ocupado, dije
Me costaba trabajo disimular. Frente a mí tenía a Marisa, pero no era la misma. A pesar de su ropa sobria, le quedaba pintada al cuerpo, se asomaban el nacimiento de sus pechos, que se veían suculentos. Un estómago liso, unas caderas muy sensuales, y dos piernas largas torneadas que se veían deliciosas. Como buen anfitrión conseguí disimular la grata sorpresa.
- La verdad que me sentiría mas tranquila si tu también vienes al agua. Sino voy a pensar que te incomodo, dijo mirándome a los ojos, con esos dos ojos verdosos que tan bien combinaban con su cabellos castaño.
- Si insistes puedo hacerte compañía por un rato, pero no quisiera incomodarte.
Me miró y sonrió.
- La verdad que sobre que me haces el favor, no podría incomodarme, por el contrario. Terminó su jugo y se arrojó de nuevo al agua.
Yo me levanté y me volví a la casa.
¿ Qué estaba pasando? ¿ Marisa sabía lo que estaba haciendo?. Fui al dormitorio y elegí una zunga que había comprado en Brasil y que jamás me había atrevido a usar, por la forma en que me marcaba. La verdad que tengo un equipo interesante. A pleno, 18 cm de largo y 6 cm de diámetro, hacen las delicias de mis parejas. Me calcé la miniatura, acomodé el paquete de manera que se notara lo más posible, me miré al espejo, y con una toalla al hombro salí al parque.
Laura estaba en el agua de espaldas a la casa. Cuando estaba a unos 7 u 8 metros del borde de la pileta se dio vuelta y su rostro reflejó su sorpresa. Los colores le subieron y noté que no podía sacar los ojos de mi paquete. Yo me hacía el indiferente. Dejé la toalla en una silla y me metí al agua de una zambullida. Cuando volví a la superficie, nadé hasta las escaleras y me senté allí, dejando mi herramienta a flor de agua, cosa que se notara.
Laura se acercó despacio y se sentó en la otra punta de los escalones.
- La verdad que me alegra que vinieras, pero me sorprendió tu bañador.
- Espero que no te moleste, dije indiferente.
- No, para nada, lo que pasa es que no estoy acostumbrada a meterme en el agua con un hombre con tan poca ropa, dijo con inocencia.
- Bueno, pero estás casada, seguramente ves a tu marido con mucha menos ropa, dije sonriendo.
-Si, por supuesto, aunque.... y de golpe dejó de hablar.
- ¿Decías?
- Nnno, nada, no me hagas caso.
Quedó allí sentada en silencio mirando el parque. Yo volví a nadar un rato y después me dediqué a flotar mientras de reojo vigilaba las reacciones de Marisa. Le costaba desviar su mirada de mi paquete, lo que me daba mucho placer. De pronto comencé a pensar que todo era posible. Imaginé su rutinaria vida de casada y no pude menos que suponer que un cambio le estaba haciendo falta, y que ella también lo estaba pensando.
Por fin, luego de un rato, salí del agua. Si antes mi paquete se notaba, ahora con el bañador mojado y medianamente excitado, era todo un bulto el que traslucía. Marisa se veía nerviosa como no sabiendo que hacer.
- Bueno, ahora te dejo, voy a seguir con mi trabajo. Si necesitas algo solo tienes que entrar. La cocina está a tu disposición.
- Te agradezco. Me quedaré un rato mas y luego volveré a mi casa que tengo también cosas que hacer.
- Bueno, nos vemos, y puedes volver cuando quieras, dije acercándome y besándola en la mejilla. Noté como se tensó cuando sintió mis labios en su piel, y luego me alejé.
Ya en mi escritorio, a los 40 minutos sentí que la puerta del garage se abrió y se cerró y supe que Marisa de había retirado. Temí haber sido demasiado directo, pero pensé también que somos todos grandecitos y que no hay lugar para el noviazgo. Que muchas veces la seducción tiene que tomar atajos. Ella y yo sabíamos que no teníamos todo el tiempo, y que si algo iba a pasar tenía que ser ya. Como sea, esa noche me fui a dormir con toda la expectativa del día siguiente.
Al dia siguiente, cuando salí a media mañana, ví a un par de personas trabajando en la piscina de Marisa. Evidentemente habían venido a repararla, lo que me provocó una gran frustración. Todo había terminado. Y bueno, me dije, no era para vos, y seguí con mis actividades.
A las 3 de la tarde sonó el teléfono. Era Marisa.
- Hola Juan, disculpa la molestia.
- Por favor, es un gusto hablar contigo. ¿ Qué se te ofrece?
- Recordando tu invitación, me tomé el atrevimiento de invitarme de nuevo a tu piscina. La mía la repararon, pero no puedo usarla por unos días hasta que seque bien el arreglo, y luego hay que llenarla. Y hoy hace mucho calor. Mis hijos fueron al club, pero yo no tengo ganas de interactuar con tanta gente, la verdad. Prefiero la tranquilidad de tu casa.
- No hay problemas Marisa. Lo único que hoy si pensaba usarla. Si no te molesta compartirla, está todo bien.
- Para nada Juan. Además es tú piscina.
- Bueno, como ayer te dejaré abierta la puerta del garage.
- Gracias Juan. En 10 minutos estoy allí.
Desde la ventana del comedor la ví entrar. Miro para todos lados a ver si me veía, pero eso no era posible. Se dirigió al vestidor y demoró unos minutos en salir, pero cuando salió, casi me desmayo. Traía una bikini blanca infartante. Destacaba sus tetas y pezones, marcaba su cintura y trasero, y sobre todo lucía unas piernas de campeonato.
Se acercó a la pileta y se zambulló de una. Cuando sacó su cabeza empapada, su cabello mojado enmarcó esos ojos verdes. Parecía una sirena saliendo de las profundidades. Cuando se acercó a los escalones y dejó el agua, era la locura. La parte de arriba de la bikini transparentaba mojada dos pezones grandes y oscuros, y la parte de abajo insinuaba sus vellos marrones que mostraban un trabajo de depilación muy preciso. Inmediatamente se me puso dura. Me costó unos minutos dominarla, y poder ponerme la zunga, sin que diera tanto espectáculo y luego me dirigí a la pileta y una vez allí me zambullí rápidamente, confiando en que el agua fría ayudaría, como efectivamente ocurrió. Ya mas tranquilo me senté en la escalera.
- Está linda el agua, dijo Marisa.
- La verdad que sí
Ella se levantó del borde de la piscina y volvió a ingresar al agua sentándose en la escalera, en el otro extremo de donde yo estaba.
- No me dijiste nada de mi traje de baño.
- La verdad que no te miré con detenimiento, mentí. Muéstrame, la desafié, y ella se levantó, se colocó sobre el borde y dio una vuelta muy lenta, mostrando todo su excitante cuerpo, para luego volver a sentarse en los escalones, con el agua cubriéndola hasta la cintura, aunque el agua transparente, permitía ver todo su cuerpo.
- Es todo un cambio con respecto a ayer, dije.
- Es que de acuerdo a como tu te vistes, elegí ponerme esta bikini que mi esposo no me permitió usar jamás. No sabes las discusiones que hemos tenido.
- ¿ Y porqué no te deja usarla si te queda realmente hermosa? Dije y ella sonrió mientras se le coloreaban las mejillas.
- Porque dice que es muy provocativa. Mi esposo no está nunca en casa, pero es terriblemente celoso, tal vez justamente por eso. Cuando viene nos pasamos el día peleando. Que adonde fuí, que hice mientras el no estaba, etc. etc.
- Me imagino cuando le cuentes que viniste a la piscina en mi casa, dije a propósito.
- ¡ Ni loca! No puedo contarle esto sino le da un infarto, siempre que no me mate antes.
- Que no será para tanto.
- No te imaginas.
- ¿ Y cómo lo soportas?
- Porqué tenemos dos niños pequeños que criar. Pero en cuanto se hagan mayorcitos, no se si seguiré a su lado.
- Pero te perderás los mejores años de tu vida. En este momento eres muy deseable y hermosa, y si bien no creo que el tiempo te afecte demasiado, es una pena que no puedas aprovechar los placeres de la vida.
- Los placeres de la vida.... suena bien, dijo tirándose hacia atrás hasta apoyarse en el lateral de la piscina y quedando sus piernas apuntando hacia mi lado y entreabiertas, lo que me permitía ver toda su entrepierna, ese abultado monte de venus que estaba pidiendo a gritos que lo saborearan. Sus pies quedaron muy cerca de mi cuerpo, y apenas bajando mi mano al agua podía tocarlos, cosa que hice aprovechando que ella tiró su cabeza hacia atrás y cerró los ojos.
Cuando sintió el roce de mi mano tembló pero no retiró el pie. Lentamente mi mano fue acariciando sus dedos, su empeine, su tobillo. Sentía su piel suave y húmeda y realmente me calentaba. Mi verga iba endureciéndose nuevamente y yo sabía que esta vez no iba a poder domesticarla ni que la pusiera en hielo. Cuando me levantara, sería evidente el estado en el que estaba. Pasé a su otro pie y le dí el mismo tratamiento. Ella levantó su cabeza, y abrió sus ojos comenzando a mirarme con curiosidad. Yo mantenía mi vista fija hacia otro lado, mientras mi mano la acariciaba suavemente. Esperé que en cualquier momento retirara el pie o me detuviera, pero nada hizo.
- Realmente es un día muy agradable, dijo casi en un susurro, y sentí como su cuerpo se aflojaba.
Me acerqué lentamente un poco más, de manera que mis manos alcanzaran ahora sus pantorrillas y sus rodillas y seguí con mis caricias, cada vez mas posesivas. Ella empezó a suspirar satisfecha.
- Es muy lindo, muy lindo, susurraba.
Todo estaba dicho. Lo que pasara de ahora en mas solo dependía de mí. Giré y me arrodillé entre sus piernas abiertas y mis manos subieron por sus piernas hasta llegar a su sexo. La acaricié por encima de la bikini, suavemente, como si temiera que despertase, y ella casi por instinto separó aún mas sus piernas facilitando mis caricias. Mi verga había crecido hasta llenar toda mi zunga. Era impresionante la imagen que ella todavía no había visto. Cuando me acomodé mejor, mi cuerpo quedó fuera del agua, y una de mis manos subió hasta su cintura, mientras la otra se volvía mas posesiva de su sexo. Ahora lo estaba magreando con ganas. Podía sentir sus labios vaginales a través de la fina lycra de la tanga. Ella seguía con sus ojos cerrados, pero en ese momento los abrió y me miró a los ojos, notando seguramente el grado de excitación que tenía, bajo su mirada por mi cuerpo y sus ojos se abrieron como platos cuando vio el bulto que apenas quedaba contenido por el bañador. Lentamente una de sus manos salió del agua y se dirigió hacia mi pecho, para descender haciendo un surco, despacio, mucho mas despacio de lo que yo hubiera querido, hasta mi zunga, y entonces su mano recorrió mi paquete y lo aferro con desesperación.
- Cuando te vi ayer pensé que era grande. Por eso te iba a decir que si bien veía a mi esposo desnudo, nunca le vi un bulto parecido, dijo mirándome a los ojos y sin dejar de acariciarme.
- Y así no luce, dije dejando su cuerpo y tomando los costados de mi zunga para bajarla de un solo envío, haciendo que mi verga enfurecida saltara hacia adelante. Rápidamente me la quité por los pies.
Ella quedó muda mirando esa vara que oscilaba frente a ella. Me levanté y lentamente me acerqué a su rostro. Me arrodillé en el último escalón y desde allí me apoderé de sus labios comenzando a besarla con desesperación. Cuando entreabrió sus labios mi lengua pudo tomar posesión de esa boquita que esperaba que me diera muchas satisfacciones.
Acaricié su cuello sus hombros y por fin, desabroché su corpiño y mis manos se metieron por debajo de la prenda, disfrutando plenamente del mejor par de tetas que había visto en años.
- Eres hermosa, Marisa, hermosa.¿ Dónde estuviste todo este tiempo?
- Encerrada en mi casa. Presa de mi marido, me contestó cuando liberé su boca.
- Eres libre Marisa. Hoy eres libre. Disfruta y se feliz, le dije justo antes que levantara su corpiño y lo sacara por su cabeza y mi boca comenzara a chupar sus tetas.
Sus manos buscaban mi cuerpo, mi cara, mi cuello, mi pecho, y por fin sus manos bajaron para tratar de adueñarse de mi verga. En ese momento me levanté de mi posición y me arrodillé en el escalón que estaba por debajo de ella, quedando mi verga a la altura de su cara, fuera del agua. Ella giró la cabeza, me miró y tomándola con su mano, comenzó a pasarle su lengua por toda su extensión, para terminar luego metiéndosela en la boca, y tratando de tragarla toda lo cual era bastante difícil. Sin embargo le puso ganas y llegó casi a conseguirlo. Luego se retiró y siguió chupando como una posesa.
- Yo arrodillado, con los ojos cerrados, mientras magreaba sus tetas, disfrutaba como muy pocas veces. Descubrí entonces que el morbo de tirarse a una casada no tiene comparación con nada. Lo prohibido tiene otro sabor, y además, estas hembras reprimidas y controladas cuando se liberan son de lo peor. O de lo mejor.
- Mis manos terminaron por sacarle la tanguita que era la única prenda que quedaba en su lugar y una vez conseguido, mis dedos pudieron entrar a placer en su vagina, la que estaba húmeda no solo por el agua de la pileta sino por sus propios jugos internos.
Por fin, conseguí que soltara mi verga e hice que se sentara derecha. Me arrodillé entre sus piernas en el escalón inferior y mi verga quedó apuntando a su sexo. Nos miramos y no hizo falta decir nada. Avancé y la cabeza de mi herramienta abrió sus labios vaginales. Con un nuevo empujón la mitad de mi vara entró en la funda y ella gimió al sentirse empalada.
- Despacio que no estoy acostumbrado a este tamaño.
- Ya te vas a acostumbrar, amor, ya te vas a acostumbrar, dije retirándome un poco para luego volver a entrar ganando unos centímetros, y así por un rato hasta que nuestros cuerpos quedaron pegados. A partir de allí me retiraba casi totalmente para luego meterme hasta el fondo. Suave, lentamente pero sin pausa, como si fuéramos una maquina perfectamente ajustada y aceitada. Ella envolvió mi cintura con sus hermosas piernas y mi boca buscó una vez mas esos pezones grandes y oscuros que eran mi sueño.
- Que placer, mi macho, que placer, me decía Marisa al oído.
Seguimos así un rato, hasta que lo reprimido de su vida sexual la superó y comenzó a acabar como una marrana, gimiendo y gritando así que tuve silenciar su boca con la mía, porque si no todos los vecinos iban a venir a ver que estaba pasando. Cuando termino su orgasmo la liberé y seguí machacando mi verga contra su útero.
Ella quedó en un punto alto de excitación, tal es así que no pasaron ni un par de minutos cuando sentí que se tensaba y se corría nuevamente. Otra vez tuve que silenciarla. Era muy calentona. Nunca había tenido una hembra así. Pero esta segunda vez no pude controlarme y mientras ella iba bajando del clímax yo aceleré y me vacié dentro de ella como un animal. Por suerte la estaba besando porque sino mis gritos se hubieran escuchado en toda la cuadra.
Cuando mis estertores se detuvieron, dejé sus labios.
- Tengo que irme, fue lo que ella dijo, y rápidamente se vistió y salió de la pileta.
- Espera que recién empezamos.
- Creo que ya fue demasiado. Hasta luego y gracias por la invitación, dijo y se fue rápidamente sin darme tiempo ni a acompañarla.
Me quedé allí, tratando de entender lo ocurrido...

4 comentarios - Calor, zunga, sexo (1ra. parte)

viciosomdq
Espléndida tarde de pileta amigo! Que lindo es cuando una reprimida se suelta....
Espero ansioso la continuación.
Mañana los porotos...
vergacorti
Muy buen relato monstruo. Saludos y puntos
michelle2417
Relato muy bien narrado. Van 10 puntos
The_Devil_Arg
Excelente relato.... Van punto. Una pregunta estimado, Marisa o Laura? Espero que haya continuación