la nena de papa parte 2

- Carlos, Marta, ¿cómo estáis? – nos saludó Diego con su sonrisa y su cortesía habituales mientras Macarena permanecía quieta en silencio a su lado.

Habíamos quedado para hacer fotos ese día en una playa y yo había ido con mi padre en coche. Al llegar, Diego y Macarena ya estaban allí empezando a prepararlo todo. Como residimos en el sur, hacía ya muy buen tiempo para ser aún el mes de mayo y Diego había elegido una playa un poco apartada donde sabía que en esa época del año aún no iba gente.

- Hoy nos olvidamos de los fondos de interior y nos venimos a donde hay que venir para lucir bikini: a la playa, playa – dijo Diego.

Nos dieron nuestras prendas para ese día, me daba la impresión de que cada vez ocupaban menos. A mí me dieron un bikini de color negro, y como estábamos al aire libre Macarena me indicó que podía cambiarme detrás del coche de ellos y le dijeron a mi padre que él también se cambiara. Dijo que esperaría a que lo hiciera yo, pero Diego le dijo que mejor se diera un poco de prisa por si llegaba alguien más tarde y tenían que cortar, así que mi padre vino donde mí. Yo en ese momento estaba desnuda de cintura para arriba y con las braguitas por las rodillas pues me las estaba quitando para ponerme el bikini negro.

- Ay, perdona – dijo mirándome de arriba abajo en un vistazo.

- No te preocupes, no pasa nada – y me giré.

Él se puso también de espaldas y se quitó la ropa.

- Yo ya estoy – le dije.

- Espera un momento... ya.

Me giré y allí estaba con un bañador de slip si cabe aún más apretado, de color granate y marcando excelente paquete, con su torso atlético y sus brazos musculosos.

- Se te van a salir – me dijo mirando pícaramente mis tetas que tenían serios problemas para aguantar el minúsculo bikini que me habían puesto.

- Y a ti también se te va a salir – le dije apuntando hacia su paquete.

En la escena de ese día mi padre tenía que estar tumbado boca arriba y yo tenía que echarle crema por su torso, masajeando sus pectorales y abdominales, lo cual reconozco que no me desagradaba en absoluto. Primero estaba a un lado de él, pero a continuación me dijeron que me sentara sobre él. Diego me fue indicando cómo situarme y no quedó conforme hasta que mi pubis quedó apoyado sobre su paquete. En ese momento pude notar cómo una presión sobre mi vagina aumentaba como síntoma inequívoco de que la polla de mi padre se estaba endureciendo. Nuestros sexos estaban pegados, separados únicamente por dos trozos de tela, pero todo el mundo aparentaba normalidad, mi padre el primero, y Diego parecía preocuparse solo porque le echase crema sobre el vientre.

Cada vez me indicaba que le masajease más abajo, pero sin que yo cambiase de posición sino que siguiese allí muy pegadita a papá, y ya mis dedos prácticamente estaban a la altura del elástico del slip. En ese momento Diego me indicó que levantara muy ligeramente el elástico y que pasara un dedito por el primer centímetro de piel que había justo debajo. Así lo hice y pude acariciar el vello púbico de papá. La presión sobre mi vagina se incrementó y podía notar perfectamente sobre mis labios vaginales el tronco de la polla de papá.

- Marta, ahora quiero que te apartes un poco y que te sientes a la altura de las rodillas de tu padre.

- ¿Así?

- Muy bien. Ahora vuelve a levantar un poquito el elástico de su bañador.

- Pero se le va a salir...

- No, no te preocupes, sólo un poquitín, si notas que se le va a salir paras.

Cuando mis dedos se dirigían hacia el elástico rocé levemente con las manos el paquete, que nuevamente volvió a hacer un movimiento hacia arriba como peleando por salir. Elevé el elástico unos milímetros, como con miedo. Papá llevaba unos minutos con los ojos cerrados y sin decir nada, como en otro mundo. Diego le pidió que siguiera sin abrir los ojos, como si durmiera.

- Sigue levantando.

- Ahora creo que se le saldrá si sigo.

- Vale, Marta, vamos a hacer una cosa, vamos a dejar que asome la punta. ¿Algún problema, Carlos? ¿Estás incómodo?

- No, todo bien – dijo papá.

- Vale – siguió Diego – pues levanta su elástico hasta que la puntita salga... y pon cara como de sorpresa, así... abre la boquita como con curiosidad.

Así lo hice, con Diego haciendo fotos de cada décima de segundo, y pronto el glande de papá apareció ante mis ojos liberado ya de la presión de la tela. Yo solté el bañador y su polla quedó así, atrapada con la cabeza fuera y todo el tronco dentro.

- Ahora, Marta, vete inclinando sobre él.

No entendía muy bien lo que me estaba pidiendo.

- Sí, continúa masajeando su pecho pero acercando tu cabeza más.

Así lo hice, él seguía dando instrucciones...

- Quiero que mientras le masajeas, tus ojos no se aparten de su paquete.

Realmente lo difícil es que mis ojos mirasen hacia otro lado...

- Ahora, bésale en el cuello.

Me incliné totalmente sobre el cuerpo de mi padre y dirigí mi boca hacia su cuello dándole un besito. Diego apretaba su cámara con una velocidad inusitada.

- Vale, el pecho, bésale en el pecho... Así, muy bien, buena chica... Sigue bajando... Carlos, ¿te encuentras bien?

- Sí, perfectamente.

- Bésale alrededor del ombligo. Eso es... Te voy a pedir una cosa, saca un poquitín la lengua y apóyala junto a su ombligo... Perfecto.

Reconozco que la situación me estaba calentando sobremanera.

- Ahora vamos a hacer algo un poco más atrevido, Marta. Dale un beso en la puntita...

Miré a Diego, quería protestar pero no podía, miré la cara de mi padre que seguía en su mundo. Todo el mundo parecía querer que lo hiciera y a mí me apetecía, así que le planté un besito en la punta de la polla.

- Vale, muy bien. Ahora vamos a repetir lo de la lengua de antes, ¿puedes asomar la puntita de tu lengua y que roce, me basta con que roce, ahí?

Así lo hice. Fue un momento indescriptible y casi creí que iba a tener un orgasmo en ese momento, por el gran erotismo del momento. Posé mi lengua sobre el glande de mi padre mientras lo miraba.

- Quédate así un momento – me dijo Diego.

Y así permanecí unos segundos mientras él tomaba fotos desde varios ángulos.

- Ya puedes apartarte, excelente. Están quedando magníficas...

Diego sabía que yo estaba caliente y mi padre también y que podía hacer con nosotros en ese momento casi lo que quisiera, y no dudó en aprovechar...

- Marta, ¿puedes quitarte la parte de arriba del bikini?

- ¿Seguro? ¿No vendrá nadie?

- Tranquila, si viene alguien cortamos, por eso tenemos que ir más bien rápidos.

Llevé las manos a mi espalda y solté el bikini. Automáticamente mis pechos saltaron de su cárcel y quedaron libres, a la vista del objetivo de Diego que no paraba de hacer fotos de todo.

- Quiero que le bajes a tu padre el bañador un poco...

La cámara estaba casi tan caliente como yo de todas las fotos que estaba haciendo.

Mis dedos fueron hasta el elástico del bañador otra vez pero esta vez lo sujetaron con firmeza y tiraron de él hacia abajo. Lo que quedó a la vista fue espectacular, la polla completa de mi padre en todo su esplendor y dureza. Una maravilla de la naturaleza, enorme y gorda, y a continuación pude visualizar sus testículos, gordos y probablemente llenos de leche. Mi padre era un auténtico toro y estaba excitado por su pequeña. Le dejé el bañador a mitad del muslo, Diego dijo que era suficiente.

- Ahora quiero que se la agarres...

Mi mano derecha, temblorosa y excitada, se dirigió hacia la polla y la rodeó. No hizo falta que Diego me diera nuevas instrucciones. En un movimiento casi instintivo y también de gratitud hacia mi padre, mis dedos empezaron a moverse, subiendo y bajando por el tronco de aquella polla y terminando en su glande. No quería darle nombre en mi mente a lo que estaba haciendo pero aquello era una auténtica paja.

(continuará...)

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