Los 3 monos sabios

En mi escritorio tengo una estatuilla de los 3 monos sabios: Uno se tapa la boca, el otro los oídos, el otro los ojos. No hablar, no escuchar, no mirar. Nunca entendí el significado hasta ahora.

Trabajo en una empresa de finanzas. Una empresa donde hay unos 40 empleados, pero donde hace un año éramos cerca de 70. La crisis, la depresión, obligaron a reducir el personal y por esas cosas, si bien en ese momento de la reducción todos estábamos preocupados, respiré con alivio cuando no fui incluido entre los despedidos.

Tengo 40 años, y a esta edad no es fácil conseguir otro empleo bien pagado como este, y que permita mantener el nivel de vida que llevo con mi esposa. Ramiro es mi nombre y mi bella esposa se llama Judith. Rubia, ojos celeste, 1,68 de estatura, 95-60-92, sus medidas para que se imaginen su cuerpo. Un culito paradito, unos hombros muy sensuales, y un cuerpo firme con sus 33 años, y a pesar de sus dos embarazos.
Como sea, durante un par de semanas estuvimos muy preocupados por la cuestión laboral y cuando por fin se resolvió, me sentí muy feliz. Mi mujer en cambio, si bien decía estar contenta, se notaba estresada por toda la situación, así que apenas pude hicimos un viaje, que nos permitió recuperar el equilibrio. Con el paso de los meses fui ascendido y mi situación económica mejoró mucho.
Cuando para fin de año, se hizo la cena en la empresa, yo estaba muy contento , mi mujer en cambio buscaba excusas para no ir. Que los niños, que los gastos, que la distancia. En fin, todas estos planteos me resultaban muy molestos. Yo no podía faltar a esa reunión, dada la confianza que habían tenido en mí para conservar mi empleo. Por fin, un viernes a la noche, discutimos fuertemente con mi mujer por esta cuestión. En un momento dado, ya furioso, le dije que era una ingrata y una resentida, porque no podía ver el éxito que yo tenía en mi trabajo, a diferencia de ella que al tener que quedarse en casa se enojaba.
Me miró con furia, y se fue a acostar sin hablar. Al rato fui a acostarme y ella parecía dormida. Me metí en la cama y apagué la luz.
En ese momento ella me habló muy quedamente.
- Ramiro, ¿ fue importante que conservaras tu trabajo?
- Tu sabes que sí. Con dos niños, si me hubiera quedado sin empleo, no se que hubiera hecho, por eso no entiendo tu desinterés por compartir este momento con la empresa.
- No es desinterés. Sabes que te quiero, y que haría cualquier cosa por vos, y por nuestros hijos, pero creo que ha llegado el momento de que te cuente una historia. Te voy a pedir que no enciendas la luz y te limites a escuchar en silencio. Si hablas ya no podré seguir.
Intrigado me acomodé en la cama, dispuesto a escuchar.
- Habla, dije.
- Cuando viniste a casa con la preocupación de que podrías quedar sin trabajo, me preocupé mucho. No solo por lo económico que de alguna manera nos hubiéramos arreglado, sino con tu decepción de sentirte un inútil si te echaban. Sabía que no iba a ser fácil que te recuperaras de eso. Y yo sé que eres muy capaz y que solo necesitabas tu oportunidad. Como sea, luego de un par de días preocupada, decidí intervenir y pensé en hablar con tu jefe y plantearle las necesidades tuyas y de tu familia para que comprendiera lo duro que sería si te despedían.
Me tensé en la cama. Nada sabía de esto, y nadie habia comentado nada en la empresa. Iba a preguntar cuando ella siguió con el relato.
- Llamé a tu jefe para conseguir una entrevista con el Gerente General, y luego de unos días, me la concedió. Yo le pedí que no fuera en la empresa para que tu no te enteraras, y aceptó venir aquí a casa, en el horario en que estabas trabajando. Esa tarde llevé los niños con mi madre para que no molestaran y esperé su visita. A las 4 , puntualmente tocó el timbre. Yo no lo conocía. Lo hice pasar, no sentamos le serví un café, y comencé a plantearle el tema. El me dejó que hablara.
Me miraba tranquilamente y me escuchaba, mientras tomaba su café lentamente. Cuando terminé, dejó su pocillo en la mesita, tomó su portafoilio que tenía al lado, lo abrió y sacó una carpeta .
- Aquí está la lista de todos quienes serán despedidos, me dijo entregándome unos papeles. Los tomé con miedo y comencé a revisarlos, y allí , en 4º ó 5º lugar, estaba tu nombre. Puedo asegurarte que me derrumbé. Con esfuerzos conseguí no ponerme a llorar.
Lo miré y le pedí que reconsiderara. Me dijo que reconsiderar tu caso implicaba despedir a algún otro, lo cual tampoco era justo. Me desesperé, le plantee nuestra situación, nuestra familia, y por fin me arrodillé ante el para suplicarle.
- Por favor Judith, no haga esto, me dijo tomándome de los brazos para levantarme, pero yo me acerqué a él y abracé sus piernas sollozando. Estaba desesperada. Le repetía que eras un buen empleado, que ibas a ser muy útil para la empresa y que haría cualquier cosa para que reconsiderara .
- Judith , no sabe lo que dice, insistía pero yo más me aferraba a él. Yo tenía los ojos cerrados. Y de pronto escuché una cremallera que se corría, y cuando lo miré, tenía frente a mí una verga larga y gruesa, dura como una barra de metal que latía delante de mis ojos. Sorprendida lo miré, y encontré una mirada de lujuria imposible de describir. Nos miramos por un segundo y entendí de inmediato de que iba aquello. Yo había dicho que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por que conservaras el empleo, y el gerente me ponía a prueba. Sin dejar de mirarlo, tomé esa verga con mi mano, la descapuché, y me la metí en la boca. Con el contacto de mis labios, su mirada se aflojó y su lujuria se convirtió en placer y ternura.
Acostado, no podía dar crédito a lo que mi esposa contaba. No podía ser cierto. No me atreví a hacer ningún comentario.
- Luego de un rato me pidió que lo llevar al dormitorio. Me levanté, lo tomé de la mano y fuimos a la habitación. Una vez allí, se desnudó lentamente, y yo hice lo mismo. Por fin me llevó a la cama, hizo que me acostara y acostándose sobre mí, comenzó a acariciarme y besarme muy dulcemente. Era todo un maestro en como complacer a una mujer. Es importante que te aclare esto porque vas a entender mejor todo lo demás. No me maltrató, no me forzó, ni me obligó a hacer nada que yo no quisiera. Una hora estuvimos allí, hasta que por fin se dio por satisfecho, se vistió, y se fue, no sin antes decirme que me había ganado tu empleo.
Quedé mudo y paralizado. Ella no dijo nada más.
Así con la luz apagada, no podía creer lo que había escuchado.
- No entiendo, dije luego de unos minutos, cuéntame en detalle lo que pasó.
- ¿ Qué no entiendes?
- Que hiciste con el gerente.
- ¿ Qué te imaginas? Dijo enojada.
- No importa lo que me imagino. Quiero toda la verdad.
- Está bien. Me besó en todo el cuerpo. Su lengua se metió en los lugares mas recónditos de mi cuerpo y me hizo gozar como nunca gocé. Por fin, me penetró y tiramos un buen rato, hasta que me hizo dar vuelta y haciendo que me pusiera en cuatro patas, me volvió a clavar, y siguió hasta el final. Su leche me inundó totalmente. Ahora estás conforme?
- ¿ Cómo pudiste hacerlo?
- Porqué no quería perderte, ni que te sintieras mal al estar desempleado. Y tampoco quería que mis hijos pasaran necesidades.
Quedé en silencio y ya no volví a hablar. Los minutos pasaron y sentí en su respiración que se había dormido. Luego de un buen rato yo también me dormí.

6 comentarios - Los 3 monos sabios

chivasrey
..........wow..........wow..........duroooo, muy duro.......
Daosami
Excelente. Para reflexionar.
FedorM
Buena la idea. Bien desarrollado. Bien escrito, con los detalles justos. / van los únicos 3 puntos que tengo a diario. / saludos
kramalo
muy buen relato.... menos mal que a mi me hecharon a la mierda de mi laburo cuando las cosas estuvieron mal..... pero, a la larga, siempre te arreglas, no hay por que arrodillarse ante una situación asi. felicito a ésta hembra. y si fuera la mia. la tendria en lo mas alto, siempre.....
bigdick1
Buen relato. . . algo que le puede pasar a cualquiera!