Pueblo chico…infierno caliente 6

Aunque la conducta se Sonia era errática y hasta un tanto cuestionable, Él permaneció leal a ella; ya fuera por su alegre disponibilidad o por sus atentos servicios, siguió disfrutando de una mamada rápida en algún rincón apartado o toda una noche de lujuria sin retaceos.
Pero lo más importante de esta historia fueron los acontecimientos que se revelaron; a medida que ampliaba su círculo de amistades, y de contactos íntimos, Él tuvo acceso a los más selectos secretos de esa lujuriosa comunidad.
Una tarde de poco hacer se encaminó hacia la casa de Silvia, hacía varios días que no se encontraban y la necesidad de ella se hacía evidente en las erecciones que se manifestaban cada vez que la pensaba.
Al llegar a la puerta la encontró cerrada, pero en aquella maceta de las flores rojas Él sabía que se escondía la llave de servicios; y en su imaginación pensó en darle algo más que una agradable sorpresa.
Apenas abrió la puerta un rumor de de susurros agitados y quejidos llegaron a sus oídos; Él se detuvo en seco, si Silvia estaba con otro tipo era mejor batirse en retirada y esperar mejor oportunidad; sin embargo, había algo raro en las voces y decidió arriesgarse y espiar un poco. Al acercarse al vano de la puerta, el gran espejo del rincón lo convirtió en un privilegiado espectador; disimilada y silenciosamente pudo ver como Silvia agasajaba concienzudamente el cuerpo de…Alejandra. Fue una sorpresa mayúscula ver a esas dos dulces jardineras, que no escatimaban esfuerzos ni amor a los niñitos, enredadas en la pasión de una relación lésbica; se notaba que no era la primera vez que exploraban mutuamente sus cuerpos, los gemidos de placer denotaban un conocimiento concienzudo de la otra y las mejores maneras de darle placer. Alejandra se arqueaba y emitía sonidos guturales cuando Silvia besaba y lamía todo su cuerpo.
Pasaron los minutos y Alejandra exhaló un profundo –SSSIIIIIIII- cuando su gentil compañera logró arrancarle un estremecedor orgasmo; Él permaneció en su rol de observador, disfrutando de la imagen de ese cuerpo jadeante y sudoroso, mientras su amiga continuaba prodigándole tiernas caricias. Pero el disfrute experimentado por las dos féminas despertó en Él un grado de excitación que exigía permanente satisfacción; ingresó a la habitación y con una sonrisa diabólica les dijo:
-Caramba, caramba, vine a buscar un regalo y me encuentro con dos!!

Alejandra fue la primera en verlo, Silvia estaba de espaldas, por lo que dando un grito de susto se cubrió por entero con las ropas de cama; Silvia miró hacia el espejo y vio con una sonrisa a su amante
-Travieso ¿Qué es eso de venir a molestar sin ser invitado?
Él se desnudó apresuradamente y se metió en la cama; frotando entre las nalgas su pene ya erecto le susurró
¿Entonces? ¿Puedo entrar hermosa?
-Y bueno, quedate ya que estás dentro!

Y al sentir el pene frotarse contra sus dos entradas de amor se abrazó mecánicamente el cuerpo de Alejandra, que permanecía tapada hasta la cabeza; la mujer había permanecido a la expectativa hasta que una mano vigorosa comenzó a estrujar sus pechos suavemente y la sintió bajar a su húmeda entrepierna.
-Me está manoseando! Exclamó entre confundida y ofendida por el intruso que se tomaba atribuciones que no le habían sido otorgadas.
-oh, sí. Las dos vamos a ser bien manoseadas y usadas! Le dijo Silvia con la respiración agitada al sentir al intruso que se frotaba en su entrepierna.
-Vos sabés que ya no me gustan los hombres y no quiero saber nada de ellos!
Alejandra se mostraba renuente y hasta esquiva a los toques de esa mano, aunque el estrecho abrazo de Silvia no le permitía la huida tan deseada;
-shhhhh, vas a ver que te van a gustar de nuevo todas las cositas que te va a hacer.

Y dicho esto dio un brinco dejando completamente al descubierto el cuerpo de su desnuda compañera; Alejandra se volvió instintivamente y se encontró con el pene en gloriosa erección, señalándola como un dedo acusador.
-Es enormeee! –Silvia, no podés pedirme que me coja a este hombre!

Silvia, entre dominante y posesiva, ordenó con voz autoritaria –Acaricialo!

Y Alejandra mostró una sumisión inesperada; su mano tomo el pene acariciando todo el tronco, por momentos su palma se convertía en un sombrerito que acariciaba el glande.
Él permaneció inactivo mientras la madura mujer acariciaba impúdicamente su pene, solo un movimiento convulso de sus dedos manifestaban el placer que sentía. Alejandra continuaba su tarea hasta que Silvia intervino.
-Basta querida, de lo contrario va a terminar! Adquiriendo aires de mujer experimentada al que creía tener derecho por sus anteriores experiencias con el tronco.
Fue por eso que la mujer continuó con su rol de dominante y le ordenó a Él:
-besá se cuerpo.
Y Él continuó el juego; empujó a Alejandra hasta dejarla de espaldas y comenzó a lamer y besar todo su cuerpo; Silvia se sumó al juego besando y lamiendo, Alejandra era carne y víctima propiciatoria en el altar del placer. Los dos se apropiaron de ese cuerpo y lo sometieron a tiernas y excitantes caricias.
Era indudable que Alejandra no podía permanecer insensible a ese tratamiento, la mujer y el hombre la habían convertido en un triste guiñapo con sus bocas y manos, estaba abierta y entregada a cualquier capricho perverso que se le requiriera. Y fue en un todo natural que se entregara cuando Silvia le ordenó subirse a horcajadas y ensartarse en ese pene. Solo tuvo un momento de incierta inseguridad en el que miró a Silvia entre temerosa y suplicante, pero ante su mirada autoritaria frotó el glande en su vagina y lentamente se ensartó en él. La vagina aparentaba fría indiferencia, el pene sentía eso, pero sus latidos espasmódicos hicieron que Alejandra levantara su cara y lo mirara a los ojos. Sin inmutarse la mujer se levantó y comenzó a moverse, devolviendo la excitación con calor y humedad; cada vez que se movía sus jugos emanaban sobre su pene explotaban hacia afuera, jugosa joya que agasaja y agradece, que arranca y da gemidos, Alejandra frotó y exprimió esa gruesa vara hasta que logró extraer hasta la última gota de leche; cayó de espaldas exhausta con semen brotando de su vagina, y Silvia voraz y golosa se lanzó a beberla y logró con su sed arrancar de esa grieta húmeda otro nuevo e histriónico orgasmo.
Se abrazaron y mimaron en la enorme cama, hasta que vista la nueva erección Alejandra miró a Silvia y le dijo:
-Es tu turno!
Silvia se rió y para sorpresa de sus acompañantes se subió a horcajadas y, abriendo sus nalgas, ensartó su ano, empalándose hasta engullirlo por entero. El ano estrujaba el pene hasta el ardor, sentía el esfínter estrujarlo y demandarle su preciosa savia; requirió un arduo trabajo hasta lograr que el blanco jugo estallara en sus entrañas; hecho esto Silvia acabó con profusión y cayo semi desmayada a un costado. Sin inhibirse Alejandra tomó el pene y lo chupó y lamió hasta dejarlo limpio y brilloso; Él contempló a Alejandra y se maravilló que la vieja refractaria estuviera ahora tan dispuesta, fue por eso que sin dejarla reflexionar, apenas su pene reblandecido cobro rigidez, apoyó su glande contra el excitado botoncito y jugueteó con él.
-el que empuja pierde! Fueron sus palabras mientras el glande oprimía el clítoris y se solazaba con su humedad.
-No seas malo! Suplicaba Alejandra mientras la cabeza intrusa la excitaba sin terminar d penetrarla.
Sus manos aletearon hasta devenir en zarpas que tironeaban de sus nalgas buscado la penetración; fue cuenco y fuente que recibieron toda la extensión de su vara, estremecimiento enfermo al sentirse empalada; la renuente recibió por entero al hombre hasta sentir su útero acariciado por el glande. Nada escapa al grado de enajenación con el que Alejandra recibió la eyaculación del hombre.
Lo que sucedió el resto de la tarde escapa a cualquier capacidad narrativa; el sentirse en la compañía de dos mujeres tan lujuriosas despertó todo el ímpetu de Él.
Bien pronto se propuso gozar de Silvia, y dicho al hecho, cobijado en su pecho se solazó de su humedad y orgasmos hasta que media hora después la llenó de leche. Y así continuó disfrutando de una y otra mujer hasta que la oscuridad y el cansancio les advirtió el final.
Él caminó las dos cuadras buscando el abrigo de su fría cama, mientras evaluaba que las dos mujeres habían visto llenadas sus entrañas de leche, de la misma manera que Él estaba lleno de satisfacción; cayó en un pesado sueño hasta bien entrada la mañana, en que los golpes en la puerta lo despertaron.
Cuando abrió, una excitada y sonrojada Alejandra pedía suplicante que la dejaran entrar.

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