Noches de Placer (Tercera y ultima parte)

Las dos partes anteriores, aunque igual se puede leer en forma independiente:

http://www.poringa.net/posts/relatos/2278079/Noches-de-Placer-Primera-parte.html

http://www.poringa.net/posts/relatos/2280758/Noches-de-Placer-Segunda-Parte.html


Y AHORA SI, LA ULTIMA PARTE DE MIS NOCHES DE PLACER... JAJAJA...



Esa mañana baje temprano a comprar pan y facturas. No lo hacía habitualmente, pero quería darme otra oportunidad para volver a ver a ese vigilante antes de que terminara su turno. Cuando pase por el hall de entrada ya parecía estar yéndose. Estaba charlando con el encargado del edificio, por lo que apenas pudimos cruzar un ineludible saludo. Quizás haya sido algo imperceptible para el encargado o para cualquier otro vecino que pasara por allí, pero la mirada que nos prodigamos expreso por nosotros más que mil palabras. Seguía sin gustarme, pero había algo en aquel sujeto que me hacía considerar una y otra vez la audaz propuesta que me había hecho. Se trata de un hombre ya grande, de más de 50, morocho, de rasgos fuertes, con el cabello de un extraño tono azulino, lo que me permitía sospechar que se lo teñía. Por su edad en lo que respecta a la experiencia no tendría nada que reclamarle, lo que me intimidaba era que se tratara del sereno del edificio, alguien tan cercano y que podría aprovecharse de mí si llegaba a involucrarme con él. Para empezar sabe donde vivo, conoce a mi esposo, a mi hijo, a mi familia, ¿qué podría llegar a pasar si el tipo se obsesionaba conmigo? Obvio que eso es algo que no quiero llegar a averiguar nunca. Pero por otra parte… era eso precisamente lo que me atraía, que fuera el sereno, el vigilante, alguien que me tendría a su merced si se lo proponía. Si fuera solo calentura podríamos ir a un telo y ya, pero no, había mucho más que calentura, había morbo, mucho morbo, adrenalina, pensar solo en escabullirme de mi cama en la madrugada para irme a coger con un desconocido me alteraba las hormonas en una forma que me imposibilitaba razonar con seriedad. En un momento pensaba esto, y al otro me decía a mí misma: “No podés ser tan puta Marita, ya lo metiste a Bruno en tu cama, tenés un hijo con él, ¿ahora qué?, ¿te vas a ir a coger mientras tu marido duerme tranquilo ignorante de todo lo que le hacés?”.
Volví a casa con las facturas y prepare el desayuno. Y tras despedir a mi marido en la puerta, con un beso en los labios y pidiéndole que se cuide, tomé la decisión. Esa noche… esa misma noche, aceptaría la invitación del guardia. Esa noche conocería ese misterioso cuartito al que tan buena fama le había hecho. Pero tras darle varias vueltas al asunto, llegue a la conclusión que sería muy arriesgado ausentarme de mi cama a medianoche, si bien el riesgo bien valía la pena, no me creía capaz de algo semejante, por lo que me puse a considerar la posibilidad de crearme una “coartada”, algo que me permitiera salir de casa y volver en un horario en el que aquel vigilante estuviera en su turno. Fue así que se me ocurrió llamar a Sil, una de mis amigas más cercanas. Empecé como si se tratara de una llamada normal, poniéndonos al día con nuestras cosas, contándole por mi parte sobre el Ro y ella de sus amores, y así fui llevando la conversación hacia lo que más me interesaba.
-¿Y que te parece si nos juntamos esta noche?- me dijo finalmente luego de casi media hora de charla –Llamo también a algunas de las chicas y vienen a mi casa-
-No sé… es que Rodrigo todavía está tomando la teta…- me hice la difícil primero.
-Dale, venite a la noche, lo dejas durmiendo, y te distraes un poco- me insistió.
-Lo consulto con… (mi marido) y te llamo- le dije.
-Dale, mira que te espero-
Al rato lo llame a mi marido para preguntarle cómo estaba, y como al pasar le comenté la invitación que Sil me había hecho.
-Dale andá- me dijo desde el primer momento –Me dejas una mamadera y listo, no creo que te demores toda la noche-
-No, va a ser solo un rato, la verdad es que no creo que me aguante mucho tiempo separada del bebé-
-Pero va a estar conmigo, así que no te preocupes, vos andá y pasala bien, que hace rato que no salís de casa-
Y así de fácil, con mi marido y mi amiga como involuntarios cómplices, todo quedo arreglado. A la noche, cuándo mi marido llego del trabajo, yo ya estaba vestida y arreglada. Igual hice como que no tenía muchas ganas de ir, pero él me insistió, diciéndome que me iba a hacer muy bien salir de la casa y encontrarme con mis amigas. Que aprovechara y me despejara. Le di las gracias por ser tan bueno y pensar en mí, le di un besito y le recordé cambiarle el pañal a Rodrigo después de darle la mamadera. Llame a un taxi y salí. Todavía era temprano para que el vigilante estuviera en su puesto, así que no lo vi al pasar por el hall, pero les aseguro que ni bien salí del edificio ya tenía ganas de estar de vuelta.
El encuentro con mis amigas fue como cualquier reunión de mujeres que están entre los 25 y los 30 años. Obviamente hablamos de hombres, hombres y más hombres, aunque también tocamos otros temas… todos sexuales, claro… jaja. Una de ellas, Ceci, estaba muy interesada en cómo había sido el sexo durante mi embarazo. Y otra quería saber si me había costado la abstinencia después del parto. Aclaro que ninguna de ellas, por más cercanas que sean, sabe de mi afición por la infidelidad. Para ellas soy una abnegada y devota esposa, por lo que mis respuestas no salieron de lo común.
-Uy, después de la abstinencia yo me hubiera volteado a medio mundo- bromeaba Sil, aunque sabía que lo decía de la boca para afuera. No la creía capaz de encamarse con un desconocido tal como lo hago yo.
Así, entre charla, bromas y recuerdos, transcurrió la velada. Ya pasada la medianoche empecé a ponerme algo inquieta, miraba el reloj y pensaba en que el vigilante ya estaría en el edificio, aunque ellas suponían que mi incomodidad se debía a estar separada de mi bebé. Por supuesto les hice creer que era así. Cuando ya una de mis amigas amago retirarse, aproveche el momento y dije que yo también me iba. Por supuesto me entendieron. Debido a la lactancia no había tomado alcohol, por lo que era la más lúcida de todas. Las demás estaban algo picaditas. Así que me despedí de todas y acompañe a Karina, que era la otra que se iba, a tomar un taxi. Luego tomé uno yo. Durante el trayecto iba chequeando la hora en el celular, impacientándome cada vez más a medida que nos íbamos acercando. 00:20, 00:30, 00:35, contaba los minutos y hasta los segundos, sintiendo como la humedad de mi entrepierna se hacía cada vez más fluida. Estaba tan caliente que de no ser que tenía pensado hacerlo con el vigilante, me hubiera volteado al tachero ahí mismo en el taxi. Lo que se perdió… pobre.
Llegamos, pague el viaje y baje del taxi. Ni siquiera espere que me diera el vuelto. Cerré la puerta y me encaminé decidida hacia la entrada. A través del vidrio alcanzaba a divisar la delgada silueta del vigilante, sentado en su puesto, hojeando una revista. Aunque tenía la llave en mi cartera, no la saqué, le golpeé el vidrio. Al verme, se levantó dejando la revista sobre la mesada y vino sonriente hacia mí. Me abrió la puerta y lo primero que dijo fue:
-No me digas nada, venís de devolverle la visita a tu “hermano”- el tono sarcástico de su voz delataba claramente a qué se refería.
-No empiece…- lo frené.
Avancé unos pasos, y me detuve junto a su lugar de trabajo, mire hacia la mesada y descubrí la revista “Hombre” que había estado hojeando. La agarré y la sacudí frente a él.
-Así que esto es lo que hace en sus horas de trabajo- le dije en tono recriminatorio.
-Y… con algo tengo que alimentar al malcriado éste- se defendió señalando con sus ojos su propia entrepierna. Se alcanzaba a notar un marcado abultamiento, aunque no llegaba a darme cuenta si era porque la tenía parada o ya tenía ese tamaño.
Me sonreí con su comentario, eso le die el pie para entrar más en confianza.
-Y, no me respondiste, ¿venís de ver a tu “hermano”?- insistió.
-No, vengo de estar con unas amigas- le respondí y luego seguí: -Ah, me hiciste acordar de algo…- saque el celular de mi cartera y llame a casa, cuándo atendió mi marido le dije: -Hola mi amor, ¿cómo está el bebé?… que lindo… mandale un beso de mi parte… yo en un rato estoy por allá… si, las chicas también te mandan saludos… no, no te preocupes, no me esperes despierto, Sil ya me dijo que me lleva en su auto… vos dormí tranquilo… besito… te quiero…- corté la llamada, guardé el celular y con el tipo mirándome incrédulo, me le colgué del cuello y le di un chupón que delataba la irrefrenable calentura que me embriagaba.
Su boca sabía a tabaco, pero aún así se la comí, chupándole la lengua con excesivo deleite.
-Me muero por conocer el cuartito que me dijiste- le confié cuándo me desprendí de él, aunque manteniéndome bien pegada a su cuerpo.
Enseguida apagó la luz del hall de entrada, me agarró del culo y me llevo escaleras abajo. Apenas pisamos el primer escalón, me frenó en seco, me dio la vuelta y ahora fue él quien me chuponeó a mí, transándome en una forma que me hacía delirar de placer y lujuria. Atravesamos la zona de las bauleras, y doblando en un pasillito al fondo, entramos a un cuarto que debía ser de 2 x 2… jaja. Apenas entrábamos los dos juntos, pero lo que yo quería conocer en realidad no era el cuarto, sino lo que me iba a hacer ahí dentro. Cerró la puerta, me volvió a transar con furia, y luego se puso a instalar como pudo un catre, de esos que se doblan por la mitad. Le puso un colchoncito encima y… ¡Walá! Ya teníamos cama.
-¿Acá me vas a coger…?- le pregunté, más que nada para que me lo dijera y escucharlo de su propia boca.
-¡Acá te voy a matar, mamita… no sabés como te voy a dejar… te voy a coger tanto que te va a salir humo de la concha!-
-Que guaso que sos… pero me encanta, decime que mas me vas a hacer, dale, decime…- le pedí a la vez que me frotaba la entrepierna por sobre el pantalón.
-¡Te voy a reventar mi amor… te voy a dar hasta por el culo… esta noche te hago trillizos…!- sus palabras, el tono de su voz, los gestos de su cara, todo me exacerbaba en una forma por demás inevitable.
Me imaginaba a mí misma como Caperucita y a él como el Lobo Feroz, y a ese lugar como la madriguera donde me había llevado para devorarme, o en este caso, para cogerme. Para entonces el abultamiento que antes había notado se hizo mucho más prominente, al tocarlo, todavía por sobre la ropa, noté una dureza por demás prodigiosa. Estaba muy bien armado el guardia ése, el riesgo estaba valiendo la pena.
Me senté entonces en el catre y comencé a sobarle la pija por sobre el pantalón, por los latidos parecía como si tuviera vida propia. Se la acaricié despacio, sin apurarme, remarcando con mis dedos el contorno de aquello que ya parecía querer romper las costuras que lo contenían.
-Parece que te gusta la pija, ¿eh? No sé si será como la de tu hermanito, pero te aseguro que de acá no te vas a ir insatisfecha- me decía mientras yo descubría en todo su esplendor el vigoroso baluarte que albergaba entre sus piernas.
Apenas entreabrí las solapas de su pantalón, la pija saltó como un resorte frente a mi cara, y flor de pija resulto ser, todo un pijazo. Si bien no soy de las que se dejan impresionar por el tamaño, debo reconocer que ésta me quito el aliento por unos segundos. Bien saben que prefiero sentirla a solo verla, pero la del vigilante era particularmente hermosa, digna para enmarcar y contemplar cada vez que se te vengan las palabras belleza y perfección a la cabeza. Es cuando estoy frente a algo así que me doy cuenta porque soy tan puta, ¿cómo no serlo cuando te ponen algo tan hermoso adelante?, ¿quién no querría disfrutar de algo como eso, saborearlo, sentirlo, acariciarlo, mimarlo, abrigarlo, darle el calor y la ternura que tanto necesita? No, no estoy hablando de mi bebé, sino de la escultural verga de ese guardia. Una verga rebosante de vigor y virilidad, forjada en mil batallas, se notaba que estaba moldeada a base de conchas y más conchas, de lenguas y más lenguas. La mía no se hizo esperar, extendiéndose por todo su contorno, marcando con saliva el territorio que ahora me pertenecía.
-¡Que puta sos! ¿Sabés?, te vi un par de veces con tu marido y tu hijito, pero aunque parecías una mina decente a mí no me engañabas, no podés tener ese culo acostándote solo con tu marido…- mientras me hablaba yo seguía lamiéndole la pija de arriba abajo -…y cuando apareció ese tipo, el que decías era tu hermano… jaja… supe que tenía razón… sos una puta y yo sé tratar muy bien a las putas- al decir esto me agarró de los pelos y me golpeó varias veces con la pija en la cara.
-¿No es cierto? ¿No que te gusta la pija?- me insistía sin dejar de golpearme en una y otra mejilla.
-Si… me gusta… me gusta la pija…- asentí y como para ratificar con hechos mis palabras, me la comí casi hasta la mitad de un solo bocado.
Por supuesto no me iba a entrar toda, ya que era muy larga, demasiado, larga y delgada, con una pronunciada curvatura hacia un lado y las venas trazando un sinuoso e incitante recorrido a lo largo de toda su superficie. Las bolas, colgando pesadamente debajo de aquel tronco nervudo, estaban cubiertas por una espesa y oscura mata de pelos. Cuando me la sacaba de la boca, hundía mi nariz en ese encrespado pelaje y aspiraba profundamente, embotándome los sentidos con el intenso aroma que de allí emanaba. Entonces volvía a comérmela, tratando de engullirme un pedazo más grande cada vez, emitiendo a través de mi garganta esos sonidos guturales que se producen cuando querés comerte algo más grande de lo acostumbrado. Los ojos se me llenaban de lágrimas pero yo seguía empujando hacia adentro ese pedazo de carne que ya buscaba las profundidades de mi laringe. Veía ante mí el trozo que me faltaba y trataba de forzar la situación, aunque me daba cuenta que ya más no me podía entrar. Finalmente reconocí mi derrota, y la solté entre toses y arcadas, escupiendo en el suelo una mezcla de saliva y fluido preseminal.
-¡Ufff… que pijazo tenés… no me lo pude comer todo!- le dije haciendo fuerza para recuperar el aire perdido.
-No te preocupes, ahora por la concha te van a entrar hasta los huevos- me dijo en tono intimidante.
Dicho esto me sacó el pantalón y la bombacha como si fueran los simples accesorios de una muñeca, me tumbó de espalda en el catre y separándome bruscamente las piernas arremetió contra mi intimidad, chupándome la concha en una forma que prácticamente me ponía bizca de tanto placer que me prodigaba.
-¡Mmm… que rico sabor, perra… tenés una concha riquísima…!- me decía levantando de vez en cuando la cabeza, para luego volver a arremeter con más voracidad todavía.
Con los labios me recorría la raya de arriba abajo y con los dientes me mordía el clítoris, pero no me lo mordía suavecito, el hijo de puta me lo mordía con ganas, como si quisiera arrancármelo de raíz. Yo gritaba, de placer y de dolor, placer por la soberbia chupada de concha que me estaba dando, dolor por los mordiscos que parecían herir más que complacer, igual, al estar en un subsuelo, lejos de los departamentos, podía gritar y expresarme con absoluta libertad, sin preocuparme por quien pudiera escucharme. Cuándo levantó la cabeza por enésima vez, para relamer lo que acababa de saborear, un par de chorritos que salieron disparados de mi concha le dieron en la cara.
-¡Mmm… estás en llamas!- exclamó complacido con mi propia eyaculación.
Se levantó, se puso en bolas delante de mí, y con la verga bien al palo se recostó a mi lado, volvió a besarme en esa forma tan avasallante, metiéndome ahora un par de dedos dentro de la concha y moviéndolos con frenesí. Al mismo tiempo yo le agarré la pija y se la sacudí al mismo ritmo con que él me masturbaba. Mientras nos besábamos nos pajeábamos mutuamente, sus dedos cada vez más profundos, los míos más acelerados. Sentía que me empapaba toda, que me meaba encima, pero era solo el placer fluyendo desde lo más recóndito de mis entrañas.
-¡Uffff… te mojas como una cerda!- me decía el guardia sin dejar de hundirme los dedos hasta los más profundo.
-¡Ahhhh… me estás volviendo loca… sos… sos un hijo de puta…!- si me hacía gozar de esa manera con los dedos, no quería ni imaginarme lo que sería con su pija.
De pronto pareció darse cuenta de mis requerimientos, porque sacó los dedos de mi interior, se levantó y agarrando su pantalón que había caído al suelo, sacó de uno de los bolsillos un paquete de preservativos. Se puso uno, y con la verga esplendorosamente recubierta en látex, volvió a acomodarse entre mis piernas, solo que esta vez guiando su musculo supremo hacia la abertura que tenía en frente. Me abrí toda para él, casi al límite de la fisura, sintiendo como mis labios (los de la concha) se estremecían al sentir apoyarse sobre ellos aquella dureza exquisita. Ni siquiera tuvo que empujar, mi concha lo absorbió por completo, guardándoselo en lo más profundo, abrigándolo, protegiéndolo… cuándo hizo tope, levanté las caderas, para sentirlo mucho más adentro, para hacer aún más intenso ese glorioso momento, cuando él sintió que yo me elevaba me la clavó con mucha más fuerza todavía, arrancándome unos suspiros por demás elocuentes. La parte de la curvatura era la que más se sentía… era como que entraba y de pronto al llegar a la mitad se curvaba para adentro, siguiendo su camino, hasta que ya no había más que meter, entonces salía y volvía a entrar, una y otra vez, golpeándome con su pelvis cuando me llegaba al fondo. Me cogía mirándome a los ojos, expresando en su mirada todo el morbo, la lujuria y la calentura que mi cuerpo le incitaba. Tras unos cuantos ensartes, profundos, furiosos, repetitivos, se calzó mis “patitas” sobre sus hombros, y aceleró la descarga, el endeble catre se sacudía todo debajo de nosotros, amenazando con romperse en cualquier momento. El vigilante me miraba como esperando que en cualquier momento le pidiera un poco de piedad, pero yo no le iba a dar con el gusto.
-¿Te la bancás más fuerte?- me preguntó en tono desafiante.
-Me banco lo que sea… por algo estoy acá, ¿o no?- asentí entre jadeos y exaltadas expresiones de placer.
-No digas que no te lo advertí- replicó y entonces redobló el ritmo de la garchada.
Me empezó a dar con todo, sin pausa ni respiro, envainándome la verga hasta lo más profundo, metiéndomela con tanta fuerza que a causa de esa pronunciada curva que tenía, parecía que de un momento a otro se le iba a romper. Pero no se rompía, al contrario, como que se le endurecía más. Metía, metía y metía, no aminoraba el ritmo en ningún momento, y mientras él me cogía con ese ritmo demoledor, yo me acariciaba las tetas, me las apretaba yo misma, pellizcándome los pezones, retorciéndomelos sin consideración alguna, provocando que la leche materna comenzara a fluir en pequeños chorritos. Sin dejar de cogerme, el guardia se inclinaba un poco y lamía lo que brotaba de mis pechos.
-Te imaginaba puta pero no tanto- me dijo al sacármela, echándose a un lado para recuperar fuerzas -¡La tengo echando fuego!- agrego risueño a la vez que se apantallaba la pija con una mano.
Mientras él se reponía, me le subí encima, y acomodándomela con una mano, empecé a montarlo con un ritmo feroz y agresivo. Subía y bajaba con todo, demostrándole que la cogida anterior solo había sido un aperitivo para mí. Desde abajo, sometido como estaba, me aferraba de las nalgas y me chupaba con frenesí las tetas.
-¡Uyyy Mami… como te sale la lechita…!- me decía sin dejar de mamarme los pechos, empalagándose con ese alimento lácteo que fluía sin control alguno. Me rodeaba el pezón con sus labios, y apretándome con fuerza el pecho correspondiente, succionaba ávidamente, llenándose el paladar con lo que mi hijo tendría que estar disfrutando en ese momento. Pero no, era ese tipo, ese vigilante quién saboreaba con suma delectación la leche materna que me salía a torrentada. Yo no dejaba de moverme, ensartándome con todo en esa barra de carne dura y acerada que parecía palpitar en mis entrañas, repercutiendo en cada rincón de mi anatomía. Entonces, de repente, me detuve… lo bese en la boca, un beso de lengua profundo y caliente, saboreando mi propia leche, que impregnaba su paladar, le lamí toda la cara y agarrándole una mano le chupé un dedo, el índice. Se lo chupé con fruición varias veces, para luego sacármelo de la boca, todo empapado en saliva, y llevarlo hacia mi retaguardia. Solo tuve que acercarlo a su objetivo para que él siguiera con el recorrido, me lo metió suavemente en el culo y lanzó una jocosa exclamación al comprobar lo abierto que estaba.
-¡Uy mami… este culito está pidiendo a gritos una pija!-
Me la sacó de la concha y me la encajó en el culo, no creí que pudiera meterme algo tan largo pero lo hizo, me lo metió. Sentí que me empujaba los intestinos para adentro con ese pijazo que no decrecía ni un ápice su tamaño. Al contrario, por el culo me parecía mucho más larga.
-Lo tenés bien reventadito, guacha… se ve que te atienden seguido por ahí… aunque no creo que sea el cornudo de tu marido el que te lo haga…- me decía mientras comenzaba a moverse desde abajo, deslizando todo ese tronco curvo y nervudo a través de mi caliente y entregado ojete.
-Él ni sabe que lo tengo roto…- asentí, recibiendo hasta el último trozo de su virilidad.
-¡Sos reputa… putísima… que caliente me ponés…!- exclamaba impulsándose hacia arriba con más ímpetu cada vez, rebotando contra mis nalgas cuando me llegaba al fondo.
Manteniéndome bien aferrada en todo momento de las nalgas, me seguía comiendo las tetas, sin dejar de moverse en mi interior, llenándome de pija, colmándome con esa carne que me resultaba tan apetecible. Yo también me movía con él, de adelante hacia atrás, firme, agresivamente, deseando sentirla mucho más profundo todavía, pero no podía… ya estaba toda adentro… y mi culito estaba completamente abierto, a su merced. Me siguió culeando por un buen rato más, hasta que su pija, por sí sola, volvió a retomar el camino principal. A causa de los movimientos tan enérgicos que ambos producíamos, la pija se salió de su momentáneo albergue y se clavó de nuevo en mi concha cuándo quise acomodarme. Nuestros sexos volvían a encontrarse en la forma más plena y absoluta. Así nos seguimos moviendo, él desde abajo y yo desde arriba, cogiéndonos con frenesí, sosteniéndonos las miradas, tratando de adivinar en el otro el momento de mayor excitación.
-¡Ahhhhh… ahhhhh… ahhhhh…!- jadeaba él.
-¡Ahhhhh… ahhhhh… ahhhhh…!- gemía yo.
Ya estábamos a punto, lo que buscábamos estaba ahí, a la vuelta de la esquina, por lo que ambos mantuvimos la misma intensidad, dispuestos a entregar hasta la última gota de sudor en esa cabalgata suprema que amenazaba con arrancarnos hasta el alma del cuerpo. No necesitábamos hablarnos ni decirnos nada para saber que estábamos a punto de acabar, de alcanzar el máximo goce en los brazos del otro, no en los de mi marido ni en los de mi amante, sino en los de ese vigilante nocturno, en plena madrugada y en el mismo subsuelo de mi edificio. El estallido fue letal, ambos lo sentimos, la intensidad de los jadeos aumentó hasta que juntos coincidimos en ese punto álgido del amor, en donde las emociones cobran más fuerzas y los cuerpos, nuestros cuerpos, se convierten en uno… una sola entidad, indivisible… una misma alma escindida en dos… sé que lo que me une a ese vigilante no es amor en su estado más puro, no es el amor que siento por mi marido, o mi tío, ni siquiera puede compararse con lo que siento por Bruno, pero de alguna manera, de cierta forma, en ese momento, mientras me deshacía de placer en sus brazos, sintiendo el forro llenándose de leche en mi concha, puedo decir que estaba enamorada de él, un enamoramiento momentáneo ya lo sé, pero enamoramiento al fin. En pleno éxtasis me derrumbé sobre su pecho, gimiendo como una gatita en celo, aletargada, entregándome por completo a tan promiscuo disfrute.
-¡Que buen polvo por Dios!- exclamó levantando las manos hacia el techo. Si bien se me dificultaba hablar, no podía estar más que de acuerdo.
Entre suspiros me salí de su pija, y me eche a un lado, acariciándome yo misma la concha, sintiendo todavía en esa parte las palpitaciones del tremendo orgasmo que acababa de regalarme. No nos decíamos nada, solo nos mirábamos y sonreíamos, también nos acariciábamos, nos besábamos, sabiendo muy bien que aún no estaba todo dicho. Enseguida se sacó el forro repleto de leche y me dijo que me diera la vuelta. Le hice caso, por supuesto, quedando boca abajo. Cerré los ojos como para relajarme, como quién está por recibir un reparador masaje, pero en vez de manos lo que sentí fue un líquido tibio y viscoso derramándose sobre mis nalgas… me estaba echando el contenido del forro en la cola… cuándo alcanzó a exprimir hasta lo último que quedaba en el látex, me lo esparció todo en derredor, y untando un poco con sus dedos, me los metió en el culo, revolviéndome toda por dentro.
-¡Ahhhhh…!- me estremecí al sentirlo.
Me estuvo dedeando un rato, bien profundo, tras lo cual me sacó los dedos y se acomodó encima de mí. Lo siguiente que sentí fue su verga, de nuevo dura y erguida, aunque ahora sin preservativo.
-Solo te voy a coger por el culo, así que no me voy a poner forro, igual te acabo afuera ¿sabes?- me susurró al oído, mordiéndome de paso la oreja.
Asentí con un quejido, ya que seguía sin poder hablar. Casi enseguida sentí como me apoyaba la punta de la pija en la entrada del culo y empezaba a empujar, firme, certeramente, ya lo tenía dilatado de la culeada anterior, así que me entró como por un tubo, alcanzando con apenas un movimiento las profundidades más recónditas de mi culito. Me llenó, me rebalsó de pija, iniciando enseguida un vaivén demoledor, entrando y saliendo de mi cola en toda su extensa longitud. Con cada arremetida me golpeaba las nalgas, provocando el estallido de nuestras carnes… ¡PLAF! ¡PLAF! ¡PLAF!... mientras yo enredaba mis piernas con las suyas para tratar de mantenerlo bien pegado a mí, disfrutando por igual las dosis de placer y dolor que me proporcionaba. La parte de la curva era la que más sentía, ya que entraba toda recta y al llegar a esa parte como que pegaba un volantazo, pero era solo la sensación, ya que todo el resto seguía el mismo recorrido.
-¿Vas a acabar conmigo, putita?- me volvía a susurrar, impregnándome la oreja con su aliento cargado de morbo y lujuria.
-¡Si… si…!- alcancé a asentir entre suspiros.
-Avisame cuando estés a punto- me dijo entonces, colando los dedos por debajo de mi cuerpo, y masturbándome casi al mismo ritmo con que me culeaba por detrás. Así me pajeaba mientras me reventaba el culo.
No aguanté mucho debo decir, estaba demasiado sensibilizada como para soportar semejante derroche de testosterona, por lo que a poco de empezar, le dije:
-¡Acabo… acabo!- mi voz era apenas un murmullo inaudible.
Sin dejar de pajearme aceleró el encule y en el momento en que yo acababa, me la sacó de un tirón y me acabo espesamente por toda la cola, podía sentir con absoluta nitidez los fortísimos lechazos golpeando de lleno contra mis nalgas y parte de mi espalda…
-¡Uffffff… me vas a dejar seco hija de puta…!- exclamaba el vigilante, bufando como un Neanderthal mientras se vaciaba como si no hubiera mañana.
Me limpié con un rollo de papel higiénico que había por ahí, me levanté, medio mareada, debo aclarar, y comencé a vestirme. No encontraba mi bombacha, pero cuando me doy la vuelta veo que el vigilante la tiene en la mano.
-¿Me la dejas como recuerdo, bombón?- me dice mirándome con una cara de perverso total.
La agarré, me la froté por la concha y se la devolví.
-Toda tuya- asentí.
Me terminé de acomodar la ropa, me peiné, me puse un poco de perfume, y dándole un piquito en los labios, me despedí. Antes de salir del cuarto, me detuvo y me preguntó:
-Pará, no me dijiste tu nombre-
-Me llamo Mariela, chau, besito- le dije tirándole un pico al aire y salí. No le pregunté el suyo, para mí era el vigilante y con eso me era suficiente.
Cuando llegue a casa mi marido estaba dormido, faltaba para las 3 por lo que Rodrigo también estaba en sus dulces sueños. Me puse el camisón, deje toda la ropa que llevaba puesta en el lavadero, excepto la bombacha, claro, y entre al dormitorio. Me estaba por acostar cuándo mi marido se da la vuelta:
-¿Ya llegaste?- me dice medio adormilado.
-Hace rato- le digo –Me voy a levantar para atender a Rodrigo-
-¿Y, como estuvo?- me pregunta.
-Lo de siempre, le sacamos el cuero a medio mundo- me sonrío.
-Bueno, por lo menos te divertiste-
-Eso sí, me divertí muchísimo- le aseguré, guardándome ahora la sonrisa para mí misma.

9 comentarios - Noches de Placer (Tercera y ultima parte)

MIsko-Jones
Gran final para una excelente saga , me encanto cuando haces que tu marido te insista para que salgas y la llamada que le haces frente al vigilante (es muy de trola ).
En un momento decis que el hijo es de Bruno ¿ya estas segura ?

Besos a mi atorranta hermosa Misko

P.D Bruno tu amante ya oficial , cosa que digiste que no ibas a tener ,el vigilante en tu edificio .estas jugando con fuego ¿te queres quemar?
maritainfiel +2
La verdad es que hay que rebuscarsela un poco para disponer de esos momentos, en cuanto a Bruno, tenes razon, siempre me rehuse a tener lo que se dice un "amante" serio, pero coge como los Dioses... jaja... y el hecho de que sea compañero de trabajo de mi marido le agrega mucho mas morbo, ¿no te parece?... y no, no estoy cien por ciento segura de que Ro sea hijo de él, pero tengo mis sospechas... jaja... una madre siempre sabe... besos y gracias por pasar y comentar....
enzosantiago
bravo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! impecable relato !!!!!!!!!!!!!!!!! como todos los que haces , no descubro nada con esto , sos una genia , uf mi dios que PERRITA INFERNAL van puntitos y te invito a pasar por mis post si el Ro , Bruno , el vigilador y tu marido te dejan un tiempito libre , te mando un beso DIOSA !!!!!
maritainfiel
Jaja... siempre hay tiempo... gracias por pasar y comentar, ya voy a estar pasando por tus posts y comentando... Besos...
Guiyote07
Que putita divina sos Marita....la esposa ideal!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Te dejo +10 y besitos reina.
maritainfiel +1
¿Te bancas los cuernos?... Mira que con eso ya no tengo remedio... jajaja
Gracias por pasar, comentar y puntuar... Besitos...
KaluraCD

Hola Marita!!
Me leí los tres de un tirón y como siempre con tus relatos orbité saturno !!!
La excelencia erótica, todo tan bien contado y escrito, realmente un lujo.
Gracias por existir y por compartir tu arte 🙌

Noches de Placer (Tercera y ultima parte)
maritainfiel
Gracias Kalu, siempre es un placer saber que me leiste.... Besos...
Si-Nombre
Mujeron a qui no hay de que mas hablar afortunados esos machos que logran grabar sus nombres con esa leche caliente en ti, te dejo 10+ te los mereces y mucho mas, Muy buen relato!! Gracias por compartir
elmorochodilan
que linda putita sos me encantaria que los dos le metamos lo cuernos a tu marido ja
pigmank9
No me puedo parar de tan dura que me dejaste las pija maru