Reencuentro con Sarita...

Este relato es la continuación de Al desnudo con Sara:

Después de haber tomado algo de distancia con Sara por 2 meses aproximadamente, por comentarios de mi esposa supe que Sara entró en amoríos con uno de sus socios, un hombre dos décadas mayor que ella, era un tipo querendón, sabio, un buen hombre.

Una tarde recibí una llamada al celular, era Sara, requería de mis servicios profesionales para su empresa, así que convinimos reunirnos en un café para conversar sobre el tema junto con sus dos socios, para lo que acordamos que recopilaríamos algunos datos y en semanas siguientes trataríamos con ella unos temas específicos.

Su noviazgo con el asociado abrió definitivamente una brecha grande entre ella y yo, el tema de mi esposa Patricia, su amistad con ella…fue barrera mas sin embargo, me tenía sin cuidado alguno. De todas formas, nuestro deseo mutuo estuvo reprimido en las conversaciones que tuvimos, había interés en no demostrarse demasiado, de hecho, hablamos solamente por teléfono: el tema de la atracción mutua quedó inmerso en el congelador…

Al mes de nuestra nombrada reunión, había ya el material necesario para empezara a laborar juntos, por tanto, quedamos en que la pasaría a recoger al centro de la ciudad en donde iríamos a algún café para seguir dándole dirección a nuestro programa profesional. Nos fuimos alejando del centro de la ciudad mientras conversábamos en el auto, le insinué que se veía hermosa, ella también confesó que había tenido que revisar lo que sentía por mí durante un tiempo y con esto, ¡voila! … rompimos nuevamente el hielo y obviamente el tema de la atracción mutua sobrevino, adicionalmente, el tráfico circulaba pesadamente, dándonos la oportunidad de conversar.

Pasamos la tarde tomando café y comiendo algunas galletas y pasteles en un establecimiento al norte de la ciudad, era increíble haber roto el hielo que nos mantenía distantes, una pequeña brasa permanecía en nuestra memoria de aquella noche en mi apartamento… pudimos reír abiertamente, conversamos de nuestra sexualidad, entre tanto, me comentó que su socio y novio tenía candela pero no tanta, tenía cuerda pero la necesaria…

Siendo algo más de las 7 pm fuimos por el auto para concluir el día dejándola en un punto camino a mi apartamento y una vez montados en el auto nos miramos fijamente y no resistimos prendernos en un besuqueo riquísimo, empezamos a jugar en nuestra comparsa efusiva, la temperatura empezó nuevamente a marcar el rojo vivo, nos queríamos comer de nuevo al entremeter nuestras lenguas, pero sólo podíamos requisarnos con ansias de piel y totalidad sexual, el tiempo apremiaba esa noche… mi esposa me esperaba para cumplir una invitación en casa de unos amigos.

Quedamos entonces en sacar una tarde para escaparnos juntos a las afueras de la ciudad y hacer de las nuestras. Pasaron unas semanas para concretar una cita, el tiempo no coincidía para tal fin, planeamos buscar juntos un lugar para darle rienda suelta a nuestro arrebato, la fui a recoger entonces a su trabajo poco después de medio día y convinimos ir a un motel cercano a la ciudad… es gracioso recordar mientras conversaba por celular con su “sociovio” y le decía que iba a hacer unas diligencias importantes en el ministerio, que entrada la noche llegaría a la casa…

Arribamos a una zona de moteles cercana al aeropuerto de la ciudad, era un conjunto de apartamentos a lado y lado de una pequeña calle pabellón desde la portería, a estos apartamentos se accedía por el garaje a través de una escalera. Nos entregó la habitación una mujer entrada en los 30 años, con una seriedad postiza, nos dio una bienvenida constreñida, debía tener una insuficiencia orgásmica substancial, o de pronto su uniforme pálido y bombacho se había embutido por sus poros.

Al click de la cerradura de la puerta, pudimos tener la libertad de besarnos como lo hacen los buenos entusiastas, Sara y yo ambicionábamos devorarnos mutuamente, así que nos despojamos las vestiduras, exceptuando la ropa interior… nos contemplamos fijamente desde el metro de distancia que separaba nuestra existencia y procedimos a inquirir un punto medio para rebuscar nuestras bocas… yo tomándola entre mis brazos la fui desplazando al borde de la cama, donde ella escudriño mi taparrabo sacando mi espigón… tomándolo con poderío afirmaba mientras se lo ponía casi entre ceja y ceja: -¡Uy qué rica verga tienes, me encantaaaa!...

Decía la verdad supongo, porque me proporcionó una sorbida diestra, Sara acuclillada chupando, se inspiraba para el porvenir que teníamos entre esa habitación, el jaloneo que me daba es un recuerdo inolvidable, pocas chupan como ella, pocas le ponen tal pasión a las mamadas, pero la interrumpí para invitarla a explayarse sobre la cama, quería verla despernancada para rozarle mi lengua por sobre su charnela, apenas pude darle unas rozadas cuando ella me pidió la asaltara bien adentro, lo cual sin duda provine a consentir… le arremetí con gana… ella se frotaba con pretensión entusiasta el clítoris, estaba Sara tan prendida que me pidió permiso para correrse y una vez aprobada su solicitud, volteó la cabeza entrecerrando los ojos para darle círculos a sus pupilas y terminar en la cúspide…

No podía dejar de pensar en la imagen de su popa desde la primera vez que nos comimos en mi apartamento, era el momento de darle rienda suelta a mi hambre, eran varias las sacudidas que me había dado en memoria de ese culote, así que le pedí ponerse en 4 para remitirle mi sierpe mientras la miraba deliciosa entre clamados por más pértiga, agarrarle las nalgas entre las manos me hipnotizaba, precipitarle mi pubis una y otra vez me hacía sentir pistón bípede… al quedar extenuado, el celular de Sara timbraba como por quinta vez, efectivamente era su “sociovio”, que quería pasar a recogerla al “ministerio”, así que nos amargó el momento, empezamos al poco tiempo a vestirnos para salir del lugar.

Llamamos a la portería para reportar nuestra salida, la mucama regresó por la paga de la habitación, Sara y yo cerramos la vespertina con un beso calmado, ya el “sociovio” andaba angustiado por verse con ella, así que nos dirigimos a la casa de Sara sin intercambiar mayor discurso.

Una vez a puertas de su casa, quedamos en ponernos al día con la labor profesional que teníamos pendiente, quedamos en llamarnos a los pocos días, arranqué a mi destino entre el barullo de los carros y las luces decembrinas, mi esposa me esperaba con un plato de sopa en casa y qué bueno, porque hacer el amor da hambre…

Continuará..

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