Novela erótica: “La criada” [Capítulo VII]

Keeley Rumsfeld ( Hija de la familia Rumsfeld)

Novela erótica: “La criada” [Capítulo VII]

Por la madrugada…

La maniobra de distracción ha sido todo un éxito. Jo se ha hecho de las joyas que tanto anhelaba y mi madre ha creído la plática absurda que hemos establecido en un vínculo madre e hija. Últimamente siento pena por Mamá, con el correr de los años se ha transformado en una mujer débil y sin carácter, espero no cometer sus mismos errores cuando la madurez golpee las puertas de mi razonamiento”.
“Me encuentro impaciente por ver a Jo, es extraño, hoy no se ha presentado ante mi maravillosa figura. Mi amada codiciosa te esperaré hasta mañana”

Notas de Ryu hi Hye (Criada II)

Por la madrugada…

Oh dios mío ¿Qué es lo que está ocurriendo? Desde la llegada de Jo, el hogar de los Rumsfeld se ha tornado un antro para la perversión, el sol no ha vuelto a brillar con la misma pureza, y los campos han oscurecido el paisaje con apagadas representaciones de color verde, y el aroma extinto de las flores del jardín, que poco a poco se consumen con la deshonra de esta familia. No hay acuerdos tácitos de respeto y el honor se ha perdido, opacado tras los intensos murmullos de las paredes, que exponen verdades impuras que corroen las mentes que no logran alejarse del seductor llamado de la tentación. ¿Dónde estás señor? No nos abandones ahora, la familia te necesita, debes limpiar los pecados sin importar la sangre que se derrame, no obstante te lo ruego, destierra estos pecados que jamás podré limpiar en mi humilde labor de sirvienta.

Grabaré en esta hoja de papel los detalles que irrumpen como pensamientos de degradación en mi mente y me exhiben como cómplice de una desafortunada posición de espectadora.

Las campanadas de medianoche resonaron siniestras por los extensos corredores del hogar Rumsfeld, anunciando el dolor de las almas en pena que forzosamente debían observas las atrocidades y los engaños de los mortales. Cerré con llave el placard de limpieza concluyendo mi labor por aquella noche. No obstante, ignoraba en este entonces la blasfema escena que presenciaría de un momento a otro. Circulé lentamente por el pasillo, implorando descansar plácidamente, pues el silencio de la noche citaba a mis ojos a cerrar sus telones como pestañas para concluir el acto de un nuevo día.

De pronto, oí lo que desearía haber ignorado, o jamás escuchado. Oí un reprimenda tras las puertas de la biblioteca, luego una voz que intentaba explicarse, pidiendo perdón y rogando algo inentendible. Sin dudas era la voz del señor Arthur, y aquella otra era, (y tragué con dificultad al susurrar su nombre), Aquella era la criada Jo.

De pronto había perdido noción del tiempo y el espacio, una sensación de ahogo invitó a mi cuerpo a la desesperación. ¿Qué ocurría allí dentro?. Procuré encontrar una respuesta lógica que justificara una reprimenda en privado en aquellas horas de la noche, lejos de la determinación de la señora.
La curiosidad me venció, dada mi condición de humana que anhela saber lo oculto, lo desconocido y lo que aparentemente lucía como “prohibido”.

La puerta se encontraba ligeramente abierta por lo que pude examinar el interior del cuarto (amplio, presentando numerosos volúmenes en estantes polvorientos y un gran escritorio de madera frente a un ventanal) que mortificaría para siempre mi memoria.

El señor se hallaba severo frente a una temerosa Jo, quien con el brillo de sus ojos imploraba por clemencia ante el acusador dedo de Sir Arthur. Las cejas del señor, marcaban sus ojos observadores que parecían regocijarse con la situación, interpretando una sonrisa de extrema maldad.
Lo veía todo pero continuaba sin comprender, o mejor dicho, me negaba a comprender.
El dialogo fue precisamente el siguiente:

“Has traicionado la confianza de esta familia, no eres más que una ladrona, un ser vulgar dispuesto a cometer actos dignos de una mujer de rostro demacrado, que errando por las calles, malgasta su vida en una absurda limosna”. “Tú por dentro eres despreciable, una estafadora”

“Señor, señor, le suplico que me perdone, devolveré lo que ha sido robado, pero le ruego noble señor que me conceda una segunda oportunidad, que guarde en su silencio mi crimen o que sea el más benevolente de los jueces, le ruego que no me condene, la calle es un sito duro y sombrío para mi”

“Pues claro que lo es. No será duro para tus artimañas, pero tu belleza sin dudas perderá esa frescura que la distingue. Con el tiempo el brillo de sus ojos se volverán cristales mugrientos que solo detectaran el reflejo brillante de la limosna, tu cuerpo envejecerá rápidamente y nadie intentará oler el aroma de tus cabellos”

“¿Seré castigada señor?”

“Duramente, señorita, le enseñaré el carácter de un hombre”

“NO SEÑOR” exclamó inesperadamente, irrumpiendo el silencio y rogándole con las manos posadas en su pecho en un acto de desesperación total, que anulaba el protocolo de las sirvientas, “RUEGO POR SU PERDÓN, HARÉ LO QUE SEA”

Se produjo un momento donde reinaron los sonidos externos, los libros revolvieron en sus páginas en busca de una historia más retorcida, y una suave brisa se anunció por el ventanal.

Esbozando una sonrisa de triunfo, Sir Arthur sentenció:

“Has cometido un crimen y lo pagarás jovencita”

El señor se quitó rápidamente el cinturón para despojarse de sus pantalones que cayeron al suelo levantando una capa de polvo. Jo se aferró al temor. En su interior, se libraba un duelo en donde el pavor y la astucia deliberaban a muerte por aferrarse del su ser, quien se hallaba de espaldas, rozando con sus cabellos las estanterías que se alzaron imponentes y que finalmente no le otorgaron escape alguno.

Sir Arthur le propinó una dura bofetada en la mejilla y sin prestar demasiada atención al rostro tenso y atemorizado de Jo, que suplicaba desde lo más profundo de su ser por su liberación, arremetió con los brazos en alza para apresarla. Los gritos se vieron aplacados bajo una cruel amenaza de muerte que el señor Arthur no demoró en vociferar con el rostro inyectado de placer. En instantes, poseería a su víctima de la forma más brutal y despiadada. El señor Rumsfeld tomó los cabellos de Jo, oscuros como la penumbra y sometió a su presa a otorgarle la espalda, inclinando el rostro de la criada en un polvoriento estante. Jo se debatió por unos instantes pero fracasó en su disputa, se encontraba domada, expuesta, a merced de Sir Arthur.

“Aférrate con dureza preciosura” manifestó-

Acto seguido, Jo en una postura obediente, se aferró con su alma a la estantería y cerró los ojos suplicando una y otra vez por su libertad.

Sir Arthur alzó bruscamente la vestimenta de sirvienta y despojó la prenda interior con la misma intención, tan ruda y abusadora. Al instante, se deleitó con la exposición de tan perfecto y armonioso cuerpo, que lució blanco y de nalgas cuidadosamente talladas. El señor Rumsfeld exhibió su miembro latiente, pujante y con deseo irrefrenable de arremeter contra la voluntad de la jovencita de aspecto dulce y sensual. Sus atributos constituían la más perfecta representación de lo erótico, con sus piernas formando una estrecha “v” inversa,
exponiendo un cuadro digno de contemplar en las más refinadas galerías de arte.

Sir Arthur, acarició su miembro enfurecido por una venganza pasional, surgida de los deseos carnales y libidinosos del hombre. Luego, introdujo sin cuidado alguno, su duro y exageradamente largo miembro para saciar su sed de delectación y agonía sexual. Los alaridos de Jo constituyeron las notas musicales de aquella violación, en donde su cuerpo dominado por completo exponía aquel cuerpo en su totalidad. Un cuerpo labrado por Dios en una mente ensayada por el Diablo.

El miembro de Arthur penetraba con fiereza al tiempo que se deleitaba con los alaridos y suplicas de su criada, y en un acto de violencia fundada por el estallido de noches y días de regodeo saturado, jaló de sus cabellos para lanzar una carcajada en señal de intenso placer.

Sir Arthur aproximó aun más su cuerpo para tomar aquel paraíso que se abría a su merced tras recorrer mediante besos fugaces y caricias desprovistas de amor, la espalda que se curvaba sensualmente bañada en un estrecho río de sudor, para arremeter aun más contra su ser, mientras domaba sus nalgas y lanzaba injurias a los cielos, mientras penetraba a su sirvienta, cometiendo el pecado de ignorar el rostro bello de una mujer atractiva, prestándose a la fornicación anal.

Mientras Jo gemía presa de un dolor que dictaba el apresurado latir de su corazón, Arthur se dedicaba a observar su miembro invadir nuevamente aquel orificio impúdico, fornicando como un bárbaro que no distingue aromas o emociones.

Finalmente, la víctima alcanzo a desprenderse de su violador, tras oír las campanadas del orgasmo, en un gemido profundo que se acentuó al penetrar por última vez el cuerpo de Jo, quien continuaba con los ojos cerrados, bañada de sudor y sintiendo como una cálida sustancia, impura por el ser que la despojaba, ingresaba en un cuerpo que lidiaba entre el calor de la extinción y el sudor helado, característica esencial del pánico.


Escrito por, TheEroticWriter.

Continuará

4 comentarios - Novela erótica: “La criada” [Capítulo VII]

angieyruben
Cada vez más eróticos e interesantes los capítulos de la novela !!!
Muy bueno !!!

Gracias por compartir.
Besos y Lamiditas !!!

relatos eróticos
Compartamos, comentemos, apoyemos, hagamos cada vez mejor esta maravillosa Comunidad !!!
ReneLeXXX
ufffffffff, excelente relato, en verdad genial 😉
mu_a2
TREMENDO EL RELATO GRACIAS 😉 😉 😉 😉
alliens66
NOOOOO QUE BUEN RELATO !!! GENIAL GRACIAS