Diálogo con una prostituta

Es más erótico que porno, creo, pero se deja de leer, me parece.



Diálogo con una prostituta


A P. E. C.

Volvía a mi casa en auto, a altas horas de la noche. Al comienzo de un puente apenas iluminado vi a una mujer sumamente maquillada, con un rojo muy fuerte en los labios, tacos altos, y una malla de red. A simple vista, no llevaba ropa interior. Frené y sonrío. Me pidió una cantidad que no escuché bien y por las dudas le indiqué que repitiera la cifra, lo cual hizo inmediatamente.
- Barata no soy porque soy la mejor; la más limpita, la más viciosa y la más sumisa. Hago todo lo que se te ocurra excepto con animales y que me caguen encima. Soy muy puta pero muy buena. ¿Aceptás?
-Sí, pero quiero que vayamos a un descampado con el auto y me hagas dos cosas.
-¿Cuáles?
-Chupármela y contarme tu vida.
Al poco tiempo encontramos un lugar adecuado, solitario y oscuro. Se bajó la malla de red hasta la cintura. La senté en mi falda y chupé sus tetas casi con desesperación. Mordisquee un poquito sus pezones. Gimió.
-Papi, despacio, no me los muerdas tan fuerte que duele.
-¿Puedo acabar en tu boca?
-Sí, me encanta tragarla.
-¿Cuándo, cómo, empezaste?
-Después que cumplí los quince. Mi mamá me dijo, era madre soltera, que necesitábamos plata, que ella me iba a cuidar pero tenía que ir con hombres y hacerles cosas. Primero me presentó a viejos, después a tipos más jóvenes, también a mujeres: mientras pagaran lo que venga. Luego, como yo era una mina ubicada que no le hacía pasar vergüenza a nadie, los viejos me recomendaron a otros viejos que me llevaban a eventos empresariales y fiestas que siempre terminaban mal o bien según el punto de vista. Bah, orgías.
Mi mamá, me cuidaba, sí, pero le gustaba mirar. Cuando venían a casa, se las ingeniaba para dejar la puerta abierta o mirar a través de una ventana de tal modo que el cliente o los clientes no la vieran pero yo sí. A mí me daba bronca y pudor, después me acostumbré a sus depravaciones. Ésta era una sola de ellas. Sobre todo le gustaba mirar cuando estaba con dos o con tres. Se ponía a mil: yo la veía masturbarse como una loca y morderse los labios para no gritar cuando acababa, no fuera cuestión que los clientes protestaran. Todas las noches había tres o cuatro hombres esperando en el living de casa y yo los satisfacía en todo, así que el negocio marchaba bien.
Insistía en que yo tuviera sexo grupal porque me daban más plata –lo único que le interesaba de su hija- y me podía cuidar, según decía, pero lo que le gustaba realmente era mirarme mientras se la chupaba a uno en cuatro patas y el otro me cogía. Qué más quería mi mamá que tenerme en casa: le traía plata, la hacía gozar y siempre obtenía un poco más.
-¿Más qué?
-Ella también me tocaba.
-Lamela y después besame los huevos. Así, ahora metétela en la boca…
-¿Te gusta que te la chupe así?
Ya acabaste. ¿Querés que vayamos a un hotel? Con lo que me vas a dar estoy hecha por esta noche y te sigo contando.
-Bueno.
Llegamos al hotel y, mientras yo la esperaba en la cama, se dio una ducha.
-Papi, ¿por dónde empezamos?
-Me gustaría atarte y hacerte sado.
-Bueno, pero no me dejes marca.
-Antes quiero que te masturbes para mí.
-¿Así?
-Sí.
Me miró mostrándome la lengua y con una mano empezó a masajearse la concha, luego, con la otra, se levantó la teta izquierda para chuparse el pezón.
-Sólo los sábados me dejaba salir. Iba a bailar y después a tomar con unos amigos. Si no tenía plata para comprar esta boquita conseguía cualquier cosa. Tenía algo así como una novia y a veces hacíamos show lésbicos en los boliches para conseguir un poquito de éxtasis. Me quería, no era sólo calentura, y comía la concha como una diosa. Al poco tiempo me rajé de casa, mamá se zarpó.
-¿Qué pasó?
-Mi vieja fue un minón infernal -a decir verdad, a alguien tuve que salir- y todavía se la veía joven, pero más puta que yo y le gustaban los pendejos. Conoció a un muy lindo en un boliche y el pibe, flor de degenerado, la invitó a su cumpleaños. Le pidió que llevara a una amiga. Él no me conocía. Eran cuatro y nosotras. Le dije que nos iban a violar, ¿no ves que son cuatro? No te preocupes, yo los manejo.
-¿Entonces?
-Bailé con tres de ellos, cada vez me manoseaban más. Primero, mi mamá estuvo con nosotros. Después se llevó al pendejo a una pieza y, por sus gritos, el pibe se la estaba garchando con ganas. Me dijeron que si se las chupaba a los tres me conseguían éxtasis del mejor. Acá tenés, me dijeron, y la primera que probé me mató. Después tomé dos más: la noche fue muy larga. Les dije que me esperaran, que iba a la pieza a prepararme. A los quince minutos aparecieron desnudos; tenían buenas pijas aunque sin exagerar. Me puse en la boca una de ellas y agarré con las manos las otras dos. Luego me subí sobre uno de ellos y empezó, el otro se puso detrás de mí, me levantó el culo y me hizo sexo anal mientras el tercero me la ponía en la boca. Se turnaron durante un buen rato. Yo estaba tan drogada que no me dolió hasta el día siguiente.
-Te agradan los travestis?
-No, están todos muy locos, aunque con uno me llevé bien hasta un momento. Trabajábamos en el mismo cabaret. En un momento, yo me quedo sin lugar a donde ir por falta de plata y él me alojó en su pieza. Después… Todo tan raro. Supuestamente a los putos les gustan los putos. Primero tomábamos juntos y nada más. Luego me espiaba cuando me bañaba y se hacía la paja. Yo lo sabía, ciega no soy, pero no me importaba: ya había visto de todo. Luego, una vez, me pidió que me desnudara y se la chupara. De última, una noche, en el baño del boliche, me empezó a manosear. Me puso contra el lavatorio y me cogió a lo bestia. Por suerte no acabo dentro de mí. La relación terminó por celos -los tipos se iban más conmigo que con él- y me dio una paliza que por poco me manda al hospital. Me llevé lo poco que pude y si te vi no me acuerdo. ¿Papi, me vas a hacer sado? Me encanta, me vengo como una reventada. Dale, ata a tu putita y dame con todo que me gusta. Me encanta hacerme la esclavita…
-¿Así, puta, así te gusta?
-¡Sí, mi amor! ¡No parés, por favor!
Estaba en la calle y con los pocos pesos que tenía alquilé una pieza. Era un hotel de mierda, pero la pieza era limpia y cómoda. No había bichos que es lo importante. Tuve que cambiar de tugurio, para evitar problemas, y como no era escandalosa pasé a trabajar en otro del mismo dueño. La mierda de plata siempre fue mi problema y me hacía hundirme cada vez más. Yo sabía que la mujer del dueño de la pensión conseguía de la buena pero no tenía un peso y la mina me gateaba todo el tiempo: no me sacaba los ojos del escote. La única descarga que tenía era masturbarme y una vez me olvidé de correr las cortinitas de la ventana. Eran lo único que impedía ver el interior de la pieza. Cuando terminé me pareció ver una sombra que se iba. Al día siguiente, la señora me relojeó como siempre y con ironía me dijo que tenía que ser más cuidadosa. Cuando le pregunté porqué me contestó que hay que correr las cortinas para que no se vea lo que pasa adentro.
-Disculpe –le contesté y bajé la cabeza casi avergonzada. No me gusta dar espectáculos.
-¿Por qué? Sos muy linda y, por lo que vi, muy ardiente –dijo mientras me rodeaba la cintura con el brazo derecho y con el izquierdo me acariciaba el bretel de la musculosa.
-¿Doña, usted puede conseguir uno? –le pregunté sin dudar y muy de sopetón.
-Los que quieras pero sale.
-Qué mal, apenas me alcanza para el alquiler.
-Bueno, se puede arreglar. Mi marido trabaja en horario nocturno. Tengo sangre en las venas como todo el mundo -no es que sólo piense en negocios, más allá de lo que te hayan comentado- y las noches son muy largas. Me podrías hacer compañía… a veces.
Le hice compañía, como ella me pidió, y me dio lo que necesitaba. Incluso hacía la vista gorda si me atrasaba con el alquiler y, de vez en cuando, me daba un poco de dinero. Ya sabés… favor con favor se paga. El día en que yo iba a estar con ella por primera vez, a la tarde, me toca la puerta de la pieza y me entrega un paquetito.
-Espero que te gusté. Usalo esta noche, si querés.
Era un conjunto de lencería rojo, muy chiquito y muy sexy. No fuera que me confundiera o no me quedara claro cómo venía la mano. Viste la vida que tengo: mi primer conjunto me lo regaló una cuarentona caliente. Esa noche entré por primera vez a su pieza –nadie me vio, siempre fui discreta y cuidadosa para estos asuntos- y tenía cinco papeles. Se había puesto un pijama de hombre, seguro del marido, que le quedaba muy lindo, a decir verdad. No sentamos en su cama y al rato me empezó a tocar. Fue la primera vez de muchas. Me estaba volviendo cada vez más adicta y siempre que necesitaba iba con ella. Cada vez me exigía más: no sólo me la tenía que chupar toda, meterle la lengua donde ella quisiera y ella quería en todos lados, sino que, después, se compró uno de esos consoladores con arnés y me cogía de lo lindo. Me había transformado en su perra y, a decir verdad, no me disgustaba. Un día me dijo que tenía algo para proponerme.
-Nena, tengo un amigo que te conviene.
-¿Quién es, si se puede saber?
-Es bioquímico. Tiene una posición realmente muy buena, viaja y siempre es necesario alguien que acompañe a convenciones y demás. Es viudo y le gustan mucho las pibas.
-¿Viudo? ¿Cuántos años tiene?
-Sesenta o sesenta y cinco. No sé, está medio hecho mierda –y ríó a carcajadas, total ella no se lo tenía que aguantar-, pero es lo de menos. Vos no necesitás un galán sino plata.
-Qué horror. Bueno, está bien. Decile de ir a tomar un café.
-Este domingo hay un asado en su casa. Si querés te lo presento, así se conocen.
Fuimos al asado y nos quedamos hasta tarde. El viejo no me sacaba los ojos de encima y, en un momento, sin decir agua va, me hizo una proposición. Amante tiempo completo, tenía que estar disponible cuando se le cantara –eso es lo que entendí aunque no lo dijo en esos términos- y sobre todo si había algún evento. A estos tipos si no van con minas, se las consiguen. Toda convención termina con una jodita y no es cosa de no tener con quien bailar o entretenerse. Puse mi precio, la mensualidad que necesitaba, y aceptó sin chistar. Me dijo que en un par de días tenía que salir para Tucumán.
-¿Me acompaña?
-Sí, ningún problema.
-Perfecto, el lunes a las nueve le mando un remís al hotel para que la lleve a Aeroparque. Traiga ropa para tres días. Lo que falte lo compraremos allá.
Llegamos y yo estaba deslumbrada. Una chica de barrio que nunca había salido de Buenos Aires viajaba en avión y se alojaba en un hotel de cinco estrellas. Mientras él estaba en la convención yo salía de compras, iba al cine, paseaba por la ciudad: el paraíso. Pero todo lo bueno se acaba, llegó la noche. Terminamos de cenar y fuimos a la pieza.
-Señorita, la quiero ahora.
-Está bien. Espéreme mientras me pongo más cómoda.
Seguramente para que la pastillita azul no le jugara una mala pasada tuvo la prudencia de no tomar alcohol. Yo sí y vaya que lo iba a necesitar. Nunca me dijo qué tomaba pero era más que obvio. Era un desastre, como si cogiera con mi abuelo, que en paz descanse. Me lamió hasta las raíces del pelo y después me pidió que se la chupara. Tardó muchísimo para conseguir una erección decente –si sigo así, pensé, me van a dar calambres en la mandíbula- y me pidió que me pusiera en cuatro patas. No sé si la diferencia de edad, la certeza de que estaba con él sólo por dinero, le produjo resentimiento, pero me insultó cómo pocos. No eran sólo las guarangadas típicas para excitarse sino, más bien, manifestaciones de desprecio. Uno no le dice a una mujer puta de mierda o gata reventada todo el tiempo sino piensa que es una basura. Poco me importó. Así todas las noches hasta que volvimos a Buenos Aires.
Dejé el hotel y me mudé a su casa. Estaba sola los días hábiles hasta las seis de la tarde y el fin de semana era tranquilo. Tenía pocos amigos y los únicos que lo visitaban regularmente eran una sobrina y un sobrino, hijos de su hermano menor. El primer fin de semana pasó algo. En su momento no le di importancia pero fue el comienzo del fin. Después del asado, el viejo no me sacaba los ojos de encima: estaba más alzado que primer nieto. En un momento, mientras hablábamos con la sobrina –él al lado mío y ella enfrente de nosotros-, siento que, con su mano derecha, empieza a acariciarme las nalgas. En ese momento aparece el sobrino detrás de nosotros y carraspea para que notemos su presencia. ¡Qué papelón! Yo no sabía donde meterme.
-Vamos a dormir la siesta. Estoy cansado, chupé mucho –dijo el viejo mientras me pellizcaba, como si le quisiera mostrar a todo el mundo que yo era su prostituta.
-¿Querés que nos vayamos? Estoy con el auto –contestó el sobrino.
-No, ¿por qué? El lugar es amplio, quédense hasta la noche, si quieren, y continuamos con el asadito.
Fuimos a la pieza. Me tiró sobre la cama sin siquiera cerrar la puerta de la pieza, que estaba muy aislada del resto de la casa. Me pidió que me pusiera de espaldas a él y que me desnudara despacio. Encima de la cama había un espejo enorme que permitía ver toda la habitación en su reflejo. Le hice sexo oral, a ver si terminaba rápido y se dejaba de joder.
-Para, puta, que me vas a hacer acabar. Subite encima de mí.
Lo hice y, en un momento, abrí los ojos y miré el espejo: el sobrino nos estaba espiando.
-Perra, mostrame la lengua y acariciate las tetas que me vuelve loco. Así, así. Puta de mierda, ¿te gusta mi pija?
-Sí, papi, es tan grande y dura, me encanta.
En un momento miro el espejo y veo que el sobrino se baja la bragueta y sacando su cosa se empieza a masturbar. Eso me produjo la excitación que el viejo jamás me iba a causar. Cabalgué como una loca sobre su miembro. No sé si acabamos los tres al mismo tiempo pero por ahí anduvo. El viejo, como de costumbre –y era lejos lo que más me digustaba-, me pidió que sacara la lengua para acabarme ahí. Yo saqué la lengua y vi que el pibe se tapaba la boca con una mano para que no se escucharan sus gemidos.
El sábado siguiente hubo una reunión en la casa. Había como treinta personas, la mayor parte parejas, excepto Ernesto, el sobrino, que vino solo. Tal vez me vestí muy provocativamente, no sé… Acostumbrada a vestirme para calentar, terminé perdiendo la perspectiva. Debió ser eso: creer que lo normal es lucir como una gata. No sé… El jovato no dijo nada, tal vez ya todos lo sabían, pero Ernesto no me sacaba los ojos de encima.
En un momento se le acerca al viejo y le pregunta algo. Luego me dice de bailar. Ya bastante entonada, acepto. A medida que pasaban los temas, se acercaba cada vez más a mi cuerpo. Su mano, lentamente, descendía por mi espalda hasta acercarse a mi cintura. En un momento, miré hacia abajo y vi el bulto que tensaba su bragueta. Intenté alejarme un poco de él pero su mano izquierda apretó la mía casi con violencia y su mano derecha, ya en mi cintura, me acercó de nuevo. Cuando nuestras entrepiernas estaban apretadas una contra la otra, sentí que la palma de su mano derecha se deslizaba entre mis nalgas.
-Para, papi, que nos va a ver todo el mundo –susurré.
-No aguanto más. El tío, por el pedo que tiene, va a dormir como un tronco. Cuando se duerma, vení a mi pieza.
Terminó la noche y yo no sabía qué hacer. Podía perder una situación muy favorable para mí, pero no sabía qué podía inventar ese pibe si le decía que no. Es cierto, el viejo dormía a pata suelta y me fui a dar una ducha. Luego me dirigí a su pieza.
-Por fin, pensé que me ibas a cagar.
-Mirá, esto no puede ser, yo estoy con tu tío.
-Ya sé, dame el gusto esta noche y no te molesto más. Es para sacarme las ganas.
-No, bebé, por la colita no que duele mucho. Hijo de puta, me vas a romper…
-Qué orto que tenés. Te la voy a meter ahí toda la noche, está reapretado. Qué flor de atorranta, te movés como una diosa. Dale, seguí.
-¿Te gusta que me mueva de este modo, papi?
-Me encanta, qué buena puta que sos –susurraba mientras me metía la lengua en la oreja y me tiraba del pelo cada vez más fuerte.
-Decime que sos mi puta. Eso me vuelve loco.
-Si, corazón, soy tu perra, haceme todo lo que quieras que me encanta. Cogeme bien fuerte; soy toda tuya, cogeme cuando quieras que soy tu puta…
Las cosas que dije para que acabara de una buena vez… Como buen pendejo, me dio toda la noche; terminaba y a los quince minutos me pedía que se la chupara para empezar de nuevo. No digo que no me gustó, pero era una nueva preocupación. Qué hacer a partir de ese momento. Al día siguiente las cosas empeoraron. Me dio la dirección de su departamento.
-No puedo, te dije. Tu tío…
-Dale, no te hagás la esposa fiel si sos reputa.
-No hablabas en ese tono cuando me pediste por favor que fuera a tu pieza. Son todos iguales.
-Estás con él por plata, ¿no? Te estoy ofreciendo lo mismo.

-Finalmente, la situación estalló y el viejo me mandó a la mierda. Por una vez quise actuar decentemente… y así me fue. -¿Tenés amigos gateros? Me podrías recomendar, ya viste como soy.
-¿Hay comisión?
-Si tus gestiones son buenas, desde ya –y sonrió más lúbrica que nunca-. Nada es gratis en esta vida.

12 comentarios - Diálogo con una prostituta

dagno +1
esta rebuenoeste relato pero las mujeres siempre tienen otra que las venden
Malgalga
ta bueno che te felicito ..pasate por el mio q esta piola tambien 😉
baritoon
😢 😢 no tira nada loco, no es de mala onda, te das cuenta por que comente, pero las putas son putas y es asi, uno siempre va con la ilusion 😀 😀 😀 pero que se le va a hacer asi que tu relato amigo, tristisimo 😞 😞 😞 😞
power84
Es muy bueno, te dejo puntos, lo mejor cuando cuenta ella sus experiencias , ojala haya segunda parte.
rogger_169
sta bueno...bastant copado tu relato
NeSk1n
ehh uhy cosas que no entendi sos hombre o mujer??? porque en la parte del hotel decis que la mina del hotel te caga a pedos - y luego me sentí tan avergonzada- (?) igual muy bueno el post, un abraso!
Negrasombra
Muy bueno el relato que pusiste, que más que caletón es como el punto de vista de una mujer que cae en este circulo del sxo por nencesidad o por que es lo unico que vivió a su alrededor 😉 ah! Saludos a la comunidad P! 😀
kramalo
muy bueno, bastante caliente... Fijate que las cosas son como son.... si la persona que te crió, lo hizo con códigos y buena leche, bueno, uno va a salir mas o menos con ésos valores. No quita que si vas a ser asi, o no. pero los valores los tenes. Pero si te criaron mal... de grande, por más que te eduques, dificil te lo olvides.....
voy a seguir leyendo tu segundo relato... van puntos, obvio
Javierkm
Buwn relato,te sigo van 10