Te cuento - 1 (gay)

Hace algún tiempo navego por P! y realmente lo disfruto mucho. Nunca había posteado nada aquí, y hoy me desperté con ganas de empezar a hacerlo. Quién soy y por qué? Bueno, si tienen paciencia y me leen se irán enterando. Si los aburro avisen.

Soy un hombre bisexual, que pasó por muchos de los estados sexuales convencionalmente rotulados antes de caer finalmente en la cuenta que ser bisexual no es una transición, ni tampoco una indecisión. Es eso: ser bisexual. Por supuesto que esta sociedad hiper-hipócrita que tenemos no lo acepta (como otras tantas cosas), así que para ahorrarme las condenas no hago público mi estado sexual. No pretendo ser El Quijote contra los molinos, solamente disfrutar de mi vida sexual.

Pero todo esto empezó muy pronto, no recuerdo exactamente la edad, pero yo estaba aún en la primaria. Como suele suceder, empezamos jugueteando con un amiguito de exactamente mi edad. Poco después su hermano tres años mayor se dio cuenta, y me empezó a mirar con ojos de deseo... pero será de otro relato. Ahora voy a hablar de algo que pasó muchos años después.

En este caso quiero contarles de algo que viví a los 27 años, una tarde gris de otoño. Para aquel entonces yo tenía novia, aunque nada formal. No solía tener amante fijo varón, como es lo que me gusta ahora, sino que prefería contactos copados que duraran una o dos citas. En aquel momento nunca había estado con alguien mucho mayor que yo, y ni siqueira lo tenía en mi mente. Pero la vida es así.... por suerte!

Solía leer una revista de contactos, no recuerdo el nombre, formato pequeño que salía dos veces por mes o algo así. Iba siempre derecho al rubro de "hombres buscan hombres" y le escribía al que me parecía más copado. Esta vez recibí una respuesta corta y lacónica, que me daba un teléfono, de capital. Estuve trabajando todo el día, y como a las 6 de la tarde se habían ido todos, así que me decidí e hice el llamado. Sonó, sonó... y de pronto una voz masculina mayor se identificó como Carlos. Me quedé un segundo, y repitió su nombre, preguntando quién habla. Le dije mi nombre y le expliqué de dónde tenía su teléfono, con mucha discreción. Entendió enseguida y me invitó a vernos; propuso su casa, un departamento en San Telmo. Acepté, con cierto grado de inconsciencia.

Tomé un taxi, bajé en la puerta, creo recordar un piso 3 de un edificio de la vieja Buenos Aires, techos altos, ascensor de puerta tijera, afuera empezaba a llover. Toqué el timbre y un señor de más de 50 años, con ropa informal y buena onda me invitó a pasar. Mierda! pensé, es un viejo! Opté por quedarme, charlar un rato y no irme enseguida para no ser descortéz. El tipo no era muy simpático, corpulento, más bien callado y medio misterioso. SIn embargo no me daba mala espina ni mucho menos desconfianza.

Tomamos algo, hablamos de pavadas, y de repente Carlos me dice "bueno, te va que hagamos algo?" Francamente la respuesta era no, pero hoy todavía no se por qué asentí en silencio con la cabeza. Entonces me dijo "ok, pasemos a otro cuarto". El departamento estaba más bien en penumbras, fuimos por un pasillo largo y en una de las muchas puertas me tomó de la cintura, ya que yo iba adelante, y me hizo entrar.

Aprovecho para describirme: 1,78 de contextura promedio, nunca hice gym pero si siempre hice mucho deporte. Tengo piernas musculosas y espalda ancha, y siempre me ponderado mis atributos, tanto la cola como el miembro.

Una vez en el cuarto identifiqué en la oscuridad una cama o camilla, alta y angosta. Carlos me empezó a acariciar todo el cuerpo, y me dijo "no hagas nada, quedate quieto". Me sorprendió, pero cumplí con su pedido. Siguió recorriendo todo mi cuerpo despacio, por encima de la ropa, yo estaba de saco y corbata (a esa altura bastante floja). Yo me estaba calentando mal. La penumbra era densa, y se adivinaba la ventana por el repiqueteo de la lluvia en el vidrio. De a poco me fue sacando todo, hasta que quedó solamente mi boxer; yo seguía totalmente entregado, sin mover siquiera una mano, solamente devolviéndole los besos esporádicos que me ponía en los labios. Mi miembro estaba reventando la ropa interior, y Carlos, quien seguía vestido, me hacía sentir el suyo bien duro a través de su pantalón cada vez que me abrazaba desde atrás para apretarme las tetillas y acariciarme el abdomen. Luego de muchos minutos, y con la respiración evidentemente agitada, me dijo “acostate, por favor”. La voz gruesa y robusta me penetró antes que cualquier otra parte de Carlos, me sedujo de modo que con solamente oírla ya no quería negarme a nada de lo que me pidiera.

Me recosté boca abajo sobre la camilla, tanteando en la oscuridad para no caerme, mientras Carlos me recorría la cola con sus dos manos, como lustrando un tesoro muy deseado. Una vez así, se ubicó a mi lado y me frotó la cara con su bulto, que se sentía bien duro a través de la ropa liviana. Instintivamente levanté una mano para tocarle el miembro generoso que tenía, pero enseguida me desvío impidiéndome hacerlo. Me habló de nuevo con esa voz masculina “No me toques, vos dejame a mi…”. Acepté sin emitir sonido, e inmediatamente desapareció de mi lado y se ubicó detrás de mí, siempre parado. Sus manos grandes tiraron de mi boxer para bajarlo, yo levanté la cola y quedé desnudo en un segundo.

Ahora Carlos aceleró: sentí sus manos separar mis nalgas al mismo tiempo y recorrer el interior de las mismas con dedicación. En pocos segundos su lengua, que ya había recorrido casi todo mi cuerpo y el interior de mi boca, comenzó a lamer mi ano, alternando con besos que me ponían la piel de gallina en toda la cola. Viendo que mi cuerpo pedía más a gritos, enterró su cara entre mis nalgas, yo totalmente entregado elevaba la cola más cada vez para recibir su lengua dentro de mi ano. Como sus manos estaban ahora libres, empezó a meterme un dedo índice, y luego el mismo de la otra mano. Eso le permitió abrir mi ano ya totalmente relajado y excitado para meter la lengua varios centímetros. Cuando yo estaba casi por acabar con solamente sentir mi pija contra la camilla empapada de líquidos, se retiró completamente y desapareció en la oscuridad. Me quedé solo, escuchando mi respiración agitadísima y con mi ano latiendo de deseo por el trato recibido. Sin embargo no hice ningún movimiento, me quedé estático, con la certeza que lo mejor estaba viniendo.

Pasaron algunos minutos, y yo abrí los ojos, que se empezaban a acostumbrar a la poca luz y podían adivinar algunos muebles. Empezé a preguntarme “qué hago acá, en la casa de un absoluto extraño, que me está haciendo de todo en un cusrto oscuro, que ahora desaparece y…” pero me interrumpe sentir un cuerpo desnudo completamente que se sube a la camilla desde atrás, como saliendo de la nada, y con un rápido movimiento se pone de rodillas frente a mi culo, lo abre con ambas manos, y me apoya una barra de carne gruesa y caliente en el ano. Me asusto, y me pongo tenso por el inesperado abordaje, pero siento sus labios junto a mi oído derecho que me dicen “Relajate bebe, yo se que te va a gustar”, y empujando un poco me mete una parte de la cabeza. Yo tiro la cabeza para atrás de placer y contraigo por un segundo la cola, para luego entregarme completamente a la penetración. Carlos me bombea suavemente un poco, entrando cada vez más, hasta que está toda, y en ese momento inclina el torso hacia delante y apoyando en sus dos manos en los costados de la camilla, empieza a cojerme de un modo único y sublime. La pija era gorda, no muy larga, pero la maestría de su dueño era imperdible. Una vez relajado empecé a sumar mis movimientos a los suyos, hasta que su calentura era más que incontenible. Se quedó quieto en esa posición y yo movía mi culo en forma circular, lo subía y bajaba para que entre más o menos su miembro, lo contraía para sentirnos fuertemente, hasta que Carlos me frenó. Se acostó totalmente sobre mi, me abrazó con ambas manos y me metió la pija tan profundo que ni siquiera yo podía creerlo. La posición ahora me dejaba casi sin poder moverme, y el no me permitía ningún grado de libertad, así que me sentía totalmente cogido, un juguete del deseo del otro. Yo acabé primero, sin tocarme siquiera y con solo el roce contra la camilla, y Carlos al sentirme me la metió hasta lo máximo posible para maximizar mi placer. Pasaron muchos segundos así, con su pija totalmente estática en mi interior, cuando de la nada empecé a sentir los latidos intensos de su miembro.

Nos quedamos así por varios minutos, oyendo la lluvia en la ventana, pero yo estaba fuera de mi, así que poco a poco, al principio de modo imperceptible, empecé a mover mi cola de nuevo. Tenía su pija adentro, pero se notaba claramente que después de acabar seguía bastante gorda. No tardó en advertir mis provocativos movimientos y mis contracciones anales, y comenzó a responder a las mismas también de un modo como casual. Pero no era eso lo que quería, una vez que la soberbia pija estaba de nuevo erecta completamente, y yo la gozaba como un loco, se retiró de atrás mío.

Yo estaba desesperado, quería más, pero Carlos tenía pensada otra cosa. Se paró de frente a la camilla, en la cabecera, y me tomó la cabeza de los lados para alinearla con el resto de mi cuerpo. Me levanto la boca y me metió la cabeza de la pija entre los labios. En esa posición, boca abajo y con la cabeza derecha para adelante, como mirando para arriba, mi garganta formaba un canal recto, perfecto para su miembro. Sin soltarme la cabeza, que sostenía de los lados con ambas manos, me empezó a coger profundamente la boca, con unas arremetidas tremendas que paraban solamente para dejarme tomar aire cada tanto. Yo no podía más de calentura, y lejos de querer parar aprovechaba la posición para sacar la lengua totalmente afuera y lamerle los huevos, que chocaba con mis labios inferiores. Me bombeó mucho, no sé cuánto pero sin duda fue un rato bien largo… hasta que en un momento me agarró más fuerte de la cabeza, y me hundió la poronga hasta el punto que sentí fuertes arcadas que me costó contener. Estaba acabando de nuevo, y al instante me la sacó de la boca, se quitó el forro y me roció los ojos de leche tibia y espesa.

Luego de eso pasó algún rato, nos vestimos casi sin hablar pero cada vez que nos mirábamos nos sonreíamos. Yo estaba exhausto, me había cogido de una manera inolvidable. El silencio se rompió casi al final, cuando me invitó a cenar a un bar cercano, pero decliné sin saber bien por qué. Lo saludé con un beso en la puerta, bajé a la calle, donde ya no llovía, y caminé un poco antes de hacerle señas a un taxi para que pare.

Aunque pasó mucho tiempo y mi memoria puede estar olvidando algún detalle, es realmente así como sucedió. Espero que les haya gustado.

11 comentarios - Te cuento - 1 (gay)

Charlygreen
muy bueno, la situacion, el relato, lo que ocurrio, en fin todo, gracias por el post y tu actitud. 😃 😃 🙎‍♂️
monica_lov
que relato!!! nuy bueno 😉 😉 😉 fue muy hot..
nueve66
YO TAMBIEN SOY BISEX, QUE LINDO RELATO...
lautaritotw
muy bueno!!!!
pero, nunca mas lo volviste a ver????
monoapatin
Debo ser sincero, riquisimo, s eme paro, y la tengo dura mientras escribo esto....bastante rico....bastante 🤤 🤤 🤤
axelpass
muyyy buenooooo 🙎‍♂️ 🙎‍♂️ 🤤 🤤
josegroso
muy buen relato, es lindo que te hagan de todo.
KaluraCD +1

un relato sublime, hermoso, caliente y tan real que me calentó al máximo y también me trajo algunos recuerdos de una situación parecida.

Te cuento - 1 (gay)
pablopablo2008
muy lindo relato, a mi mr encantan los maduros, la tienen re clara y son super calentones, te mando un besito y muchas gracias por los puntitos a mi post!!!
sebasss3 +1
Me encanta tu relato muy bello, algo muy parecido me ocurrio a mi. y si los hombre mayores de 40 la tienen super clara te hacen sentir muy bien, creo soy bi jajjaja besos...