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Alejandro Y Jazmín: Jugando Con El Peligro

Mi hermanastra Jazmín es de esas mujeres que pasan desapercibidas por su timidez y su personalidad sumisa.
Siempre viste ropa que oculta el increíble cuerpo que tiene. Su pelo negro, largo y lacio, cae con suavidad sobre sus hombros, y su piel, de un tono cálido y suave. Tiene unas curvas que enamorarían a cualquiera: su cintura se marca justo donde debe y sus caderas, anchas y perfectas, son imposibles de ignorar. Sus tetas, medianas y firmes pero suaves al tacto, complementan su figura de manera perfecta. Y su boca, delicada y sensual, parece hecha para ser besada, encajando a la perfección con el resto de su cuerpo.
Alejandro Y Jazmín: Jugando Con El Peligro

Han pasado tres meses desde que la relación prohibida con Jazmín, mi hermanastra, se había convertido en una *adicción silenciosa y peligrosa*. Yo vivía solo, pero mi viejo me había llamado. Quería que pasara el fin de semana en su casa, para "mantener la unión familiar". Lo vi como lo que era: una oportunidad perfecta para llevar mi adicción prohibida a un nuevo nivel de riesgo y humillación.
Llegué un sábado a la mañana. Mi viejo y mi madrastra Laura (la mamá de Jazmín) me recibieron con esa calidez forzada de familia mixta. Laura me miró con el desprecio que ya le conocía.
Apenas mi viejo se distrajo, Jazmín me mandó un mensaje:
«Estoy en la cocina, muero por vos.»
— Podrías haber avisado, Alejandro. Siempre un desconsiderado, ¿no? Masculló Laura, su voz llena de veneno.
— No te preocupes, Laura, no voy a romper nada de tu preciosa casa. Le respondí con una sonrisa arrogante, clavándole la mirada.
— ¿Les molesta si voy a la cocina a prepararme algo para desayunar? Les pregunté.
— No hay problema, hijo, esta casa también es tuya. Le dijo mi viejo.
— Solo si prometés no dejar sucio, Alejandro. No queremos desorden. Soltó Laura con ese tono de víbora que la caracterizaba.
Apenas llegué a la cocina, busqué con la mirada dónde estaba Jazmín. No estaba a la vista. Me preparé un café y me senté. De golpe, sentí un roce bajo la mesa. Bajé la mirada disimuladamente.
Ahí estaba Jazmín, arrodillada. Me miró con esa mezcla de timidez y ansiedad de puta que ya le conocía. Ella solo sonrió, deslizó una mano por mi muslo y empezó a desabrochar mi pantalón por debajo de la mesa. En segundos, mi verga dura estaba en su boca. Ella comenzó a chuparme primero la cabeza de mi verga. Ella comenzó a chuparme con esa destreza y fervor que la timidez nunca me dejó ver. Su lengua era un infierno. Luego me sonrió, una sonrisa silenciosa y dulce, y luego hizo una seña con las manos, un gesto coqueto de Hola.
Alejandro

Justo escuché la voz de mi viejo en el pasillo. Mi viejo entró en la cocina.
El susto me dio una descarga de adrenalina pura. Agarré la cabeza de Jazmín, empujando mi verga con fuerza, metiéndola más profundamente en la boca de Jazmín y forzándola a bajar hasta el suelo, quedando bien escondida debajo de la mesa.
Mi viejo se acercó a la mesa.
— ¿Cómo está el café? Me preguntó.
— Está riquísimo. Le dije mientras Jazmín me chupaba la verga debajo de la mesa.
— Es uno de los mejores cafés que probé. Le dije, recordando las chupadas que me daba mi puta personal.
Jazmín, debajo de la mesa, comenzó a aumentar la velocidad. Se tragaba cada centímetro de mi verga. Me miró a los ojos, con mi verga hasta el fondo de su garganta, mientras se ahogaba con mi verga. La puta descarada.
— Hijo, nos vamos a comprar con Carla, cuando se despierte Jazmín fíjate que desayune. Me dijo.
— Sí, obvio, le voy a preparar un desayuno especial para ella. Le dije, con la ironía de que su Jazmín ya estaba desayunando mi verga.
Mi viejo se fue. Retiré mi verga de su boca, que salió húmeda, brillante y pegajosa.
Relato con gifs

Saqué a Jazmín debajo de la mesa. De su boca chorreaba una combinación de pre-semen y baba. La llevé hacia la mesada de la cocina. La desnudé en segundos, rasgándole la remera y el pantalón. Sus tetas, medianas y firmes, quedaron al aire. La voltee y la estampé contra la mesada.
— ¡Vas a gemir en voz baja, puta!. Le ordené.
Me desnudé en segundos y entré en su vagina de una estocada, fuerte y brutal. Estaba increíblemente apretada, caliente y desesperada. La agarré del pelo con una mano, su cara de placer se retorcía. La otra mano la puse en su cintura, clavándola en el mármol frío.
— ¡Ah, mierda!. Gimió, su voz tensa por el control.
Comencé a darle duro. De adelante hacia atrás. Escuchaba cómo sus tetas rebotaban con cada golpe de cadera. Ella se mordía el labio, intentando obedecer la orden de silencio, pero el placer era demasiado. Era una sinfonía de golpes secos, el roce húmedo de su sexo contra la piedra y jadeos ahogados en su palma.
Harem De Alejandro

Luego de unos 30 minutos cogiéndola en la cocina. Escuché el ruido del auto de mi viejo. Jazmín me agarró del brazo y me llevó hacia su habitación.
Justo cuando subíamos las escaleras para ir a su habitación, mi viejo abrió la puerta.
— ¡Ya llegamos!. Dijo con emoción en su voz.
Apenas Jazmín cerró la puerta de su habitación, vi su hermoso y sexy cuerpo desnudo. La agarré del brazo y la tiré en la cama. Estábamos los dos exhaustos. Yo estaba a punto de terminar lo que había comenzado en la mesada, cuando de repente escuché la voz de Laura en el pasillo.
— ¡Amor! ¡Hija! ¿Estás en la habitación? Voy a buscar ropa sucia. Dijo Laura.
No podía parar. Tiré a Jazmín debajo de las sábanas. Me acosté sobre la cama.
Laura entró en la habitación.
— ¿Qué haces acá, Alejandro? Me preguntó.
— Jazmín me dejó acostarme en su cama. Le respondí sonriendo.
Teniendo a Jazmín debajo de las sabanas de la cama chupando mi verga.
— No creo que mi hija haya dejado que un tipejo como vos se acueste en su cama. Ella es educada y tiene modales, es reservada, una niña que nunca daría problemas. Me dijo Laura.
Mientras ella hablaba de lo tímida que era Jazmín, yo bajé la mirada y vi a mi hermanastra debajo de las sábanas. Tenía mi verga en la boca y me estaba chupando lenta y suavemente, con los ojos llenos de una lujuria sumisa y adicta.
— ¡No me digas, Laura! Es una sorpresa que la conozcas tan bien. Dije, apenas conteniendo la risa.
— Si ves a mi hijita, decile que la estoy buscando. Dijo, sonriendo falsamente mientras se dirigía a la puerta.
Mi madrastra siguió hablando un minuto más sobre Jazmín y sus "buenos valores", sin notar que su hija estaba comiéndome la verga con una devoción total, demostrando que era mi puta personal y no la niña recatada que ella creía.
Laura se fue. Me levanté de la cama, y Jazmín salió de las sábanas, su cara cubierta de mi baba y sudor, con una sonrisa de absoluta victoria y absoluta sumisión.
de hermanastra a puta

Agarré a Jazmín, la puse en cuatro, con el culo apuntando hacia arriba y con la cabeza enterrada en las sábanas de la cama.
Me levanté de la cama. Puse una pierna mía en la cama, la otra estaba parado en el piso, y desde arriba, me la comencé a coger.
Mi mano firme estaba en su cabeza, forzando la sumisión, sintiendo la suavidad de su pelo. La otra mano la puse en su espalda, sintiendo el temblor de su cuerpo. El ángulo era profundo, brutal.
Puse mi verga en la entrada de su culo.
— ¡Así te quiero, puta!, mientras te rompo el culo. Le dije, dándole embestidas largas y lentas.
— ¡A-Alejandro! ¡Duele... pero me encanta! ¡Soy tuya, tuya! ¡No te detengas, Amo!. Gimió Jazmín, su voz ahogada de placer y dolor. Sentía la humedad de su vagina en mi muslo, lo que hacía mi verga más grande.
Sentía la carne de su culo, dura y virgen, apretando mi verga como un puño. Sabía que era el único que había estado ahí.
— Este culo no conoce más verga que la mía, ¿verdad, Jazmín?. Le susurré con arrogancia.
— ¡N-Nunca, Amo! ¡Solo tuya! ¡Rómpelo! ¡Es estrecho y lo amo!. Gritó, con la cara hundida en la almohada.
— Me aprietas como si quisieras quedártela, putita. Le dije, con una embestida más profunda.
— ¡Por favor, lléname! ¡Me encanta cuando mi culo te aprieta, Amo!. Dijo con un jadeo.
— *¡Esto es lo que sos, mi perra de la familia!. Le ordené, mirando cómo sus uñas rasguñaban las sábanas.
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Nos sentamos en la cama, mirándonos, nuestros cuerpos brillando por el sudor. Ella me abrazo y yo la levanté, acomodándola sobre mi regazo. Ella se acomodó sobre mi verga.
— Dale, Jaz. Vos sabés cómo. Cabalgá a tu macho. Le ordené.
Jazmín arriba de mío, cabalgando. Yo me incliné y, mientras ella movía sus caderas hacia mi verga, comencé a chupar sus tetas. Eran suaves y generosas, y el sabor a sudor, excitación y un ligero perfume me volvió loco. Ella gemía en mi boca, su cuerpo se balanceaba con ritmo.
— ¡Sí, Amo! ¡Chupá mis tetas! ¡Me hacés sentir que soy tuya!. Gritó, agarrando mi cabeza y apretándola contra su pecho. Su cabalgata era rítmica, precisa, cada vez más rápida.
— ¡Alejandro, me vas a hacer correr! ¡Más, chupá más duro!. Imploró.
— ¡Sos tan buena, puta! ¡Tus tetas son perfectas para mí!. Le dije, mordiendo suavemente su pezón para que su cadera diera un salto.
— ¡Mierda, sí! ¡Ese dolor es mío! ¡Soy tu esclava, Amo! ¡No pares, no pares!. Dijo con la voz quebrada.
— ¡Mirá cómo cabalgás, Jazmín! ¡Como una yegua en celo para su dueño!. Le dije, sintiendo el ritmo frenético.
— ¡Ay, Dios! ¡Ya no aguanto, Amo! ¡Me estoy por venir por vos!. Gritó, su cuerpo temblando.
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Me puso sus manos sobre mi pecho y me tiró sobre la cama. Se sentó sobre mí y comenzó a cabalgar más enloquecida que antes.
— ¡Mirá cómo te tengo, Ale! ¡Mirá cómo rebotan mis tetas por vos!. Gritó, balanceando sus pechos con un orgullo que me hacía sentir superior.
Me encantaba la forma de sus tetas y cómo rebotaban. Eran firmes, un desafío a la gravedad que solo la furia del sexo prohibido podía domar. La agarré de las caderas, forzando un ritmo que me hacía temblar.
— ¡Más, Jaz! ¡Sos mi puta desquiciada! ¡Dame hasta que te duela el alma!. Le dije, con la voz profunda.
— ¡Ay, Amo! ¡Más, rompeme! ¡Mis piernas tiemblan por vos! ¡Sentí cómo te aprieto! ¡Soy tuya, mi amor!. Gimió con un placer que casi se vuelve llanto.
— ¡Sentí este golpe, puta! ¡Esto es lo que te da tu Amo!. Le dije, dándole una embestida que la hizo gritar.
— ¡Mierda, sí! ¡Más, más! ¡Quiero sentirlo en mi alma! ¡Me haces tan tuya, Alejandro!. Gritó.
— ¡Estás gimiendo muy fuerte, puta! ¡Tu madre está afuera!. Le advertí, sabiendo que eso aumentaba su placer.
— ¡No me importa! ¡Que escuche cómo me coges! ¡Dame tu verga, Amo! ¡Te amo, te amo!. Gritó en un frenesí.
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Ella giró sin sacar mi verga de su vagina. Se giró dándome la espalda. Con una mano se apoyaba en mi pecho y con la otra se acomodaba el pelo.
Sentí cómo su interior giraba alrededor de mi verga, un apretón exquisito que estaba bañado en nuestros jugos, ya espesos y calientes. El giro fue un masaje húmedo.
— Me encanta cómo te movés, puta. Ni Javier ni nadie pudo hacer que te muevas así. Le dije, dándole una nalgada que resonó en el cuarto.
— ¡Sos el único, Amo! ¡Solo vos me hacés sentir esto!. Gimió, con el rostro enterrado en mi almohada.
— ¡Sí, Amo! ¡Movete, movete! ¡Como tu perra! ¡Este movimiento es solo para vos!. Jadeó, su voz apenas un susurro.
— ¡Tu culo me vuelve loco!. Le dije, golpeándola más duro.
— ¡Mierda! ¡Me vas a romper! ¡Sigo tu ritmo, Amo! ¡No me sueltes! ¡Te amo!. Imploró.
— *¡Sos mi puta perfecta, Jaz! ¡Sos mi adicción prohibida!. Le dije al oído.
dominante y sumisa

La saqué de arriba mío y la puse de cucharita. y me la comencé a coger otra vez. Cuando puse mi verga adentro de su vagina soltó un gemido ella.
— ¡Ah, Amo! ¡Qué rico, no me saques la verga!. Imploró al sentir mi entrada.
— ¡Sentí mi verga, Jazmín! ¡Es toda tuya, hasta el fondo!. Le dije, penetrando.
— ¡Sí, dame más, más! ¡Quiero sentir tu calor en mi espalda! ¡Ay, por Dios, Amo! ¡Me estoy mojando toda!. Gritó, apretando la mano contra su boca para silenciar el gemido.
— ¡Tus tetas son tan suaves! ¡Te tengo acorralada, puta!. Le dije, apretando una de sus tetas con mi mano libre.
— ¡No pares, Alejandro! ¡Haceme temblar! ¡Que mi cuerpo no te suelte! ¡Te necesito, Amo!. Suplicó.
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La puse boca arriba y me puse de rodillas, mis manos estaban al lado de su cintura apoyándome en el colchón. Comencé a aumentar la velocidad y sus tetas rebotaban a la velocidad de mi embestidas.
— ¡Mierda, Alejandro! ¡Más duro, más rápido! ¡Siento cada golpe hasta el estómago!. Gritó, sus ojos vidriosos de placer.
Sus pechos subían y bajaban, un espectáculo constante de carne firme y húmeda. La agarré del pelo, levantando su cabeza.
— ¡Gritá mi nombre, puta! ¡Gritá lo que soy para vos!. Le ordené.
— ¡Amo! ¡Soy tu perra! ¡Alejandro! ¡Mío, mío!. Gritó, su cuello arqueado por el placer.
— ¡Sentí mi verga, puta! ¡Te está rompiendo! ¡Te está haciendo mía!. Le dije, sintiendo el final.
— ¡Sí! ¡No pares ese ritmo! ¡Me vas a hacer correr otra vez, Amo! ¡Me muero por vos! ¡Te amo!. Gritó.
— ¡Toda esta furia es mía! ¡Te voy a llenar!. Le dije, sin bajar la velocidad.
sexo en casa

Ella me agarró y me rodeó con sus brazos, y luego con sus piernas. Ella estaba debajo mío y yo arriba. Me cogía en una posición de sumisión total, su cuerpo envuelto en el mío, sus piernas y brazos como cuerdas que me envolcian.
— ¡No te voy a soltar, Alejandro! ¡No te vayas! ¡Te amo!. Gritó, su voz llena de desesperación y lujuria.
— No te voy a soltar, puta. Sos mía. Le respondí, clavando mi verga hasta el fondo. Sentí sus músculos apretándome con la fuerza de su virginidad perdida, un calor que solo ella me daba.
— ¡Lléname! ¡Hundite en mí! ¡Quiero sentirte en mis entrañas! ¡Amo, Amo!. Imploró.
— ¡Tu cuerpo me atrapa, puta! ¡No hay escape de mi verga!. Le dije, jadeando.
— ¡Mierda! ¡No te muevas! ¡Solo quédate ahí! ¡Te amo tanto que duele!. Gimió, al borde del colapso.
Alejandro Y Jazmín: Jugando Con El Peligro

Al final, me comencé a correr en esa posición adentro de ella, mientras nos comenzamos a correr juntos. Ella no me soltaba.

Cuando terminé de correrme y llenarla por completo. Saqué mi verga y salió todo un chorro de mezcla de fluidos míos y de ella de la vagina, manchando su vientre. Soltó un gemido largo y profundo de placer.
Su cuerpo estaba todo transpirado, sudado y temblando, su vagina llena de mi semen. Yo estaba exhausto, pero satisfecho.
— Te llené, Jazmín. Sos mi propiedad. Le dije, cayendo sobre ella.
— Gracias, Amo. Lo necesito. Me susurró, con la mirada de una adicta.
— ¡Soy, todo! ¡Mi cuerpo, mi culo, mi vagina y mi boca, para siempre!. Dijo con voz exhausta.
— ¡Sos el único que se me puede usar como quieras, Amo!. Confesó con orgullo.
— ¡Te amo, te amo! ¡No te vayas, por favor!. Imploró, agarrándose de mi brazo.
— Siempre voy a volver por mi puta. Le aseguré, sintiendo su adicción total.
Alejandro



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Ya vieron cómo se comporta la "niña buena" de la familia! Jazmín, mi puta personal, tiene que seguir obedeciendo a su Amo, incluso bajo el techo de nuestros padres, con el riesgo de ser escuchada por mi madrastra.
¿Quieren ver cómo llevo a mi hermanastra de vacaciones y la obligo a hacer mi voluntad en la playa y los lugares públicos? ¿La veremos humillarse totalmente ante extraños?
Si este post llega a 350 PUNTOS, publico la tercera parte:
Alejandro y Jazmín: El Viaje Familiar
¡Demuestren que esta adicción prohibida y peligrosa es lo que realmente quieren ver!
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Anterior: 
Alejandro Y Jazmín: El Deseo Prohibido De La Hermanastra:
https://www.poringa.net/posts/relatos/6077596/Alejandro-y-Jazmin-El-Deseo-Prohibido-De-La-Hermanastra.html
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Continuación:
Alejandro Y Jazmín: El Viaje Familiar:
(Próximamente)
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Anterior Post: 
Alejandro Y Sasha: La Sirvienta De La Apuesta:
https://www.poringa.net/posts/relatos/6196030/Alejandro-Y-Sasha-La-Sirvienta-De-La-Apuesta.html
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Próxima Post:
Alejandro Y Samira: La Diosa Oscura:
(Próximamente)

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