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Anécdota de una prostituta.

Este es un relato escrito por mi, basado en una experiencia que me contó una ex prostituta, hace unos cinco años, ahora debe tener unos 50 años. Está narrado en primera persona por "Ella"

Hace unos años, cuando trabajaba en un prostíbulo de la ruta 197, de esos que están al costado del camino con luces de neón parpadeando y camiones pasando toda la noche, tuve un encuentro que todavía me hace sonreír cada vez que lo recuerdo. Yo tenía un poco más de 30 años, ya llevaba un par de años en el ambiente, y esa noche estaba en la barra tomando algo, esperando al próximo cliente. De repente se acercó este chico, alto, flaco, con cara de pibe que recién sale del secundario. Acababa de cumplir dieciocho, me dijo después. Se paró frente a mí, nervioso, mirando al piso, y me preguntó bajito: "¿Cuánto cobrás?".

Le dije el precio por un rato, pensando que iba a pedir lo de siempre. Pero él solo asintió rápido, sacó el dinero del bolsillo y me lo dio. "Solo quiero chuparte la concha", murmuró, rojo como tomate. Me sorprendió, pero en este trabajo uno ve de todo. Lo tomé de la mano —sentí sus dedos temblando— y lo llevé por el pasillo oscuro hasta una de las habitaciones del fondo, con esa cama vieja y el olor a cigarrillo que nunca se iba.

Cerré la puerta, me subí el vestido corto que llevaba (sin nada debajo, como siempre) y le dije: "Desnúdate si querés". Él se sacó todo rapidito, temblando, y quedó desnudo con la pija ya dura apuntando al techo. Me recosté en la cama, abrí las piernas y le dije seca: "Tenés 5 minutos". Al principio estaba fría y en silencio, profesional, como quien hace la tarea. Él se arrodilló entre mis muslos, con manos torpes me abrió despacio y empezó a lamerme. La lengua era suave, tímida, pero insistente. Recorría mis labios de arriba abajo, rozando el clítoris sin apuro, como si realmente quisiera saborearme.

Al rato empecé a sentirlo: un calorcito que subía desde abajo, mi concha que se iba humedeciendo sola. Ya no era solo trabajo. Me mojé de verdad, y sin darme cuenta murmuré algo bajito, no sé ni qué, quizás un "así..." o un suspiro que se me escapó. Él seguía, cada vez más seguro, lamiendo más profundo, succionando suave. De repente metió un dedo, lento, justo donde tenía que ser.

Se me escapó un "Ohh" fuerte, de esos que no se fingen. Me arqueé sin querer, apretando las sábanas. Él levantó la cabeza un segundo, con la boca brillando de mis jugos, y me preguntó: "¿Te gusta?".

Le respondí con voz ronca, como si fuera obvio: "Sí, mi amor...". Pero el tono era de esos que dicen "cómo no me va a gustar, amiguito", porque realmente me había calentado. Él levantó una mano y me tocó una teta, no le iba a decir "Eso no estaba en el trato", así que lo dejé

Después de eso ya no hubo vuelta atrás. Me tuvo al borde, temblando, con la concha hinchada y palpitando, pero no llegué a correrme. Los 5 minutos ya habían pasado hacía rato, pero lo dejé un par de minutos más porque no quería que parara. Al final, cuando ya estaba exhausta, él se incorporó un poco, todavía arrodillado, y empezó a frotarse la pija contra la planta de mi pie derecho, que tenía apoyado en el borde de la cama. Lo miré y no dije nada; solo moví el pie dos veces, apretándolo un poco contra él. En segundos acabó, gimiendo bajito y salpicando mi empeine con chorros calientes.

Cuando terminó, se levantó sonriendo. Yo me levanté, me limpié rápido con una toalla y salí de la habitación primero, volviendo a la barra como si nada. Un rato después él salió, ya vestido, se acercó y me saludó con un beso suave en la mejilla antes de irse. Yo me quedé ahí, con las piernas flojas y la concha palpitando, pensando que por una vez el cliente me había hecho un favor a mí. Me dejó caliente el pendejo. Fue la única vez que un pibe de dieciocho me dejó pagando con mi propio placer.

PD: Yo también chupé esa concha y estaba deliciosa 😋

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