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Alejandro Y Gimena: Despedida De Soltera

Mi cuerpo, que Lautaro había dejado atrás, se sentía más vivo que nunca. Tres meses después de convertirme en la perra de Alejandro, me di cuenta de que mi compromiso con mi prometido era solo una fachada perfecta. La verdadera vida, la que me hacía temblar y sentir, me llamaba. Por eso, lo invité.
Era la prueba de que, sin importar cuánto dinero tuviera o a quién prometiera amor, yo le pertenecía a él.
El lugar era un delirio de lujo, una fiesta privada cerca de la piscina. Mis amigas, todas modelos y figuras de revista, se movían con esa despreocupación. Yo era la anfitriona, pero sabía que la verdadera autoridad ya había llegado.
Lo vi entrar. Estaba en la pista, bailando con una copa en la mano, y lo seguí discretamente. Apenas nuestros ojos se cruzaron, mi sonrisa se congeló y se convirtió en esa mirada de puta total que solo él conocía.
Se acercó por detrás. Yo seguía bailando, pero ya no era para mí; era para él. Sentí sus manos firmes en mis caderas por encima de la tela, pegándome a su cuerpo. Me giré sin dejar de bailar.
— Pensé que no ibas a venir. —le susurré al oído, mi aliento a champagne caliente.
— Siempre cumplo con mis promesas. Pero ahora, vas a bailar para mí. —Me agarró y me llevó al sitio VIP.
Me sentó sobre él, y comencé a perrear sin parar, como si las caderas de la futura esposa de mi prometido estuvieran programadas solo para su verga. Estaba vestida, en público, y mi cuerpo se movía con la furia de mi compromiso. La humillación era exquisita.
Alejandro Y Gimena: Despedida De Soltera


— Vas a ir a ese baño. Encontré esto en el placard del staff. Te vas a poner este vestido y vas a volver aquí, lista para tu verdadero show. —Me dijo, dándome una bolsa pequeña.
— ¿Qué es? —Pregunté, jadeando por el esfuerzo y la excitación contenida.
— El uniforme de mi puta. —Me dijo.
Me fui con una sonrisa de complicidad.
Minutos después, regresé. El vestido ajustado era una locura. Estaba hecho para ser tocado. Era tan ajustado que apenas me permitía caminar, y resaltaba cada centímetro de mi culo y mis tetas.
Me acerqué a la barra principal donde la mayoría de mis amigas estaban pidiendo tragos. Me apoyé en el mármol, las piernas cruzadas.
— ¿Te gusta, Amo? —Le pregunté, con esa palabra dulce que tanto me gustaba.
— Es perfecto. Ahora te voy hacer mía otra vez. Pero antes, un adelanto.
Sin importarle la gente, se paró justo al frente. Me rodeó con sus brazos por detrás, acercándome al tumulto. Sentí sus manos moverse bajo el vestido. Levantó la tela por la espalda, exponiendo mi culo redondo y firme.
— Esto es por tu compromiso, perra. —Me dijo con arrogancia.
Me besó con una pasión voraz, mientras sus dedos se movían en mi culo, masturbándome. Me aferré al mostrador, mi espalda arqueada. La excitación de que cualquiera pudiera verme era palpable. Me corrí en sus dedos, soltando un gemido ahogado en mi boca. Sentí mis jugos vaginales calientes mojando sus dedos.
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— ¡Mierda, Ale! —Dije entre gemidos.
— ¡No pares! ¡Que todos vean que soy tuya! —Le dije con una voz quebradiza.
Retiró sus dedos, mi culo quedó brillando, empapado, justo antes de que el vestido cayera de nuevo. Se alejó, dejándome temblando y excitada en el medio del bar.
— Ahora anda. Anda a sentarte con tus amigas y disfruta de cómo tu cuerpo te traiciona.
Gimena, con la cara roja y el cuerpo aún temblando, fui a sentarme con Candela, una de mis damas de honor. Comenzamos a hablar de cualquier cosa aburrida, pero mi mente estaba en el calor y el semen pre-eyaculatorio que sentía en mi culo.
Me senté en el taburete, dándole la espalda. Lo sentí acercarse. No dijo nada. Mi amiga Candela estaba hablando, gesticulando, totalmente distraída.
En un movimiento rápido, él levantó mi vestido por completo, exponiendo mi culo redondo, firme y caliente, justo en frente de Candela.
Nos quedamos con la boca abierta. Candela, por la sorpresa. Yo, por el placer anticipado.
Sentí el roce de su verga dura y recta en mi piel. Agarró mis caderas y me estampó contra él, clavando su verga por mi culo en una embestida profunda y brutal.
— ¡Sí, Amo! ¡Rómpeme el culo! ¡Que se joda mi prometido! ¡Soy tu puta! —Gimí, devolviendo el golpe de su cadera con el mío, la voz dulce ahora convertida en un grito de lujuria.
— ¡Mira esto, Candela! ¡Mira cómo se comporta la futura señora de mi prometido! ¡Está hambrienta por mi verga! —Gritó mi Amo, cogiéndome por la cintura y dándome más duro.
Me cogió, fuerte, brutal, en público, mientras Candela se cubría la boca con las manos, incapaz de apartar la mirada del espectáculo. No era la futura esposa de nadie. Era su puta personal, y él me lo estaba demostrando a todos.
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Sacó su verga de mi culo, húmeda y caliente. Yo me quedé temblando, delante de Candela.
— ¡Cállate, Candela! ¡Es mi despedida! ¡Y voy hacer lo que mi amo quiera! —Le dije a Candela.
Me levanté, lo agarré de la mano con fuerza. Mis ojos brillaban como los de una adicta.
— ¡Todas al loft! ¡Es la suite principal! ¡La fiesta de verdad empieza ahora! —Ordené a mis amigas con una voz dominante que él me había enseñado.
— Venís con nosotras, Amo. No podés quedarte acá después de esto. —Le dije mientras lo guiaba.
Fuimos con el grupo de mujeres hacia la suite VIP. Apenas cerramos la puerta, corrí hacia él como una desesperada.
Entró en mi vagina, que estaba caliente, húmeda y apretadísima. El golpe seco de su cadera contra la mía resonó en el cuarto.
— ¡Esto es tuyo, Gimena! —Me dijo, mientras me penetraba parado, fuerte, brutal.
Mis amigas, en lugar de horrorizarse, se quedaron en silencio, observando el show privado. Yo, sintiéndome observada, intensifiqué mi actuación.
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— ¡Sí, macho! ¡Dame más! ¡Soy tu yegua desquiciada! ¡Rompe a esta puta! —Lo agarré la manos y lo lleve.
Me bajó al centro de un sillón de terciopelo. Me acomodé sobre él, clavando su verga hasta el fondo de mi vagina.
— ¡Miren, putas! ¡Miren lo que me da mi Amo! —Grité, cabalgando.
Me aferré a mi cabello con una mano, tirando con fuerza, mientras cabalgaba. Mis caderas, anchas y perfectas, se movían con la violencia y la rabia que había guardado por meses. Sentí sus manos firmes en mi cadera, guiando mi frenesí. Las otras mujeres no apartaban la mirada. Mis pechos desnudos saltaban al ritmo de la cabalgata, y mis gemidos se mezclaban con la música.
— ¡Soy tu yegua, Amo! ¡Tu yegua de lujo! —Grité.
Estaba encima de él, en ese sillón de terciopelo, cabalgando como una yegua que recién sale del corral. Mi ritmo, mi rabia y mi dolor eran solo míos. Mis amigas miraban fijamente, sus bocas abiertas.
— ¡Mirame, perra! ¡Mirá cómo te tengo! —Me ordenó, deteniendo sus manos sobre mis caderas.
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Giré sobre su verga en un solo movimiento, dándole el frente. Sentí mis pechos, firmes y sudados, un espectáculo de carne. Mis ojos, llenos de lujuria desquiciada. Tomé el control del ritmo, bajando y subiendo, apretándolo con la fuerza de mi vagina que lo recibía como un viejo amigo.
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Me bajé de el. Su verga estaba dura como una roca, empapada de mi jugo caliente. Me arrodillé entre sus piernas y me dispuse a comérsela.
Me llevé su verga a la boca con una voracidad que lo hizo gruñir. La succión era brutal, la destreza de mi lengua, inhumana.
Candela, se acercó, fascinada.
— ¡Miren, chicas! ¡La futura esposa demostrando sus talentos! —Gritó Candela.
Candela se acercó más, y en lugar de ayudarme a levantarme, me agarró del pelo.
— ¡Dale, Gimena! ¡Hacelo bien! ¡Por tu amo! —Candela, con una sonrisa perversa, guio mi cabeza, forzándome a tragarlo más profundo.
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Retiró su verga de mi boca. Estaba chorreando baba y era el centro de atención de la sala.
— ¡Arriba! ¡El show no termina! —Me ordenó.
Me agarró de la cintura, me levantó y me estampó sobre una mesa en el centro del loft. Entró de una estocada, violenta y profunda.
— ¡Sí, Amo! ¡Rompe a tu puta! —Grité, agarrándome a la mesa, mis senos rebotando con cada embestida, mientras gemía y me dejaba llevar por el placer.
Mientras me cogía brutalmente, la chica más joven del grupo, Luna, se acercó a su lado.
— Alejandro, Amo. —Susurró Luna—. ¿Puedo ser yo tu siguiente puta?
Sentí un arrebato de celos, pero él me estaba dando esta noche.
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Me sacó de la mesa. El vestido que me había dado estaba empapado en sudor y fluidos.
— Suficiente ropa, perra. Ahora quiero el cuerpo que solo es mío. —Me dijo.
Me agarró la tela por la espalda y rasgó el vestido en un tirón brutal. El vestido de fiesta cayó a mis pies, dejándome completamente desnuda frente a todas mis amigas. Mi cuerpo, perfecto y suave, estaba temblando.
Me puso en cuatro en la mesa otra vez, desnuda. Me puse detrás. Agarró su verga. Y con una mano, me agarró el cuello con firmeza, aplicando la presión suficiente para recordarme que él tenía el control absoluto.
Alejandro Y Gimena: Despedida De Soltera


Me sentó en el centro de la alfombra. Yo me levanté, mi rostro manchado de saliva, y me subí sobre él. Me acomodó para que le diera la espalda.
— Ahora, vas a montar al revés. Mirá a tus amigas y deciles a quién le pertenecés. —Me ordenó.
Me acomodé arriba suyo y me dejé caer sobre su verga con un golpe húmedo y salvaje.
Empecé a cabalgar con una furia vengativa, mi culo firme rebotando sobre su pelvis.
Me agarró de las piernas y las abrió por completo, exponiendo mi vagina y sus movimientos a todo el grupo.
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— ¡Miren cómo me la cojo! —Gritó, dándome embestidas violentas.
Estaba a punto de correrme, sintiendo la presión explotar. Me sacó de la mesa y me tiró de espaldas al suelo. Candela se acercó, señalando mi cara.
— ¡Acá, Alejandro! ¡Hacelo en su cara! ¡Para que sepa quién manda! —Le dijo.
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Estaba al límite. La combinación de la traición, el público y la succión brutal me había llevado a mi punto de quiebre. Sacó su verga de mi vagina, mojada y chorreando. Caí sobre la mesa, temblando.
— ¡Preparate, putita! —Me ordenó, apuntando su verga hacia mi cara.
Me arrodillé en el suelo alfombrado. Las demás mujeres formaron un círculo, expectantes.
— ¡Este es tu regalo de despedida, Gimena! ¡Tragá todo! —Me dijo mientras soltaba un chorro fuerte sobre mi cara.
Se corrió con toda su fuerza sobre mi cara, sobre mis labios carnosos, sobre mi pecho desnudo. Me quedé quieta, cubriéndome con su semen, con una sonrisa de absoluta satisfacción. Sentí el sabor salado, denso, la esencia de su poder. Mis amigas gritaron y aplaudieron el final del show.
Yo, con la cara manchada y el cuerpo temblando, lo miré y sonreí. La humillación era total. La futura señora de mi prometido era su puta personal, y el mundo lo sabía.
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Si les gusto comenten que otros relatos mas les gustaría que hagamos con Ale_Alfa3. Si los dos post llegan a 300 puntos cada uno subiremos la parte de la boda... asi que denle muchos puntos y siganos a ambos.

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