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Un tipo con suerte para el erotismo

Luego de varios vaivenes inmerso en esta historieta poco graciosa en que paulatinamente se ha convertido mi vida, traigo otro relato breve para que no se apaguen las llamas de mi pluma en este fantástico mundillo poringuero.

Calculo que conocen a Magui Ansuz. Por supuesto que no me acosté con ella. Aunque confieso que la distancia engrandece aquel romance que he tenido casi todo el año 2024 con una muchacha tímida, algunos años mayor que yo -aunque sin llegar a milf y cuyos resplandores en concepto de recuerdo aspectualmente me retrotraen a la influencer.

A veces mientras transcurren las cosas, uno advierte lo que come. Pero eso es mentira porque, nobleza obliga debo admitir que me he enceguecido en partes del constituido vínculo que se ha junto a mi Magui avanzada desenfrenado.

¿Ella? Profesional, metro ochenta, culturalmente cheta y bien vestida. Castaña, simpática, inteligente, ojitos claros. De esas minas que uno es capaz de apreciar el pecado de la carne una vez que nos hallamos sin ropa. Con esto me refiero a: ¡qué buen par de tetas! y de cola no se queda atrás. Una divina con tintes virginales. En pocas palabras: la perdición.

Intensa y rápidamente nuestra piel se convirtió en el cobijo del otro. Y fue una experiencia (probablemente la mejor de mi vida en estos asintos) el hecho de presenciar la manera en que poco a poco fue deshinibiéndose y apartando su timidez.

Hubo sexo en el sillón. Y volvería a chuparle la concha si me llegara un Whatsapp con tan solo esa indicación (la dignidad, bien gracias). Petea lindo también y gran gemidora. Al momento de ir hacia el orgasmo clava bruscamente sus tobillos en cualquier parte de uno que pueda servirle como soporte y por tanda no banca más que dos. Eso la hizo humana quizás porque interpreté que el espectáculo de su función es práctico y es directo, sin rodeos ni sobreactuaciones de las que abundan. Yo le daba lo que necesitaba y por las dudas, un poquito más. Le gustaba dedito en la cola.

Conversadora post-orgasmo y caramelos de miel entre mis manos diría Moura. Mi santa Patrona de los corazones negros, a quien de vez en cuando todavía le prendo velas y la causante de que me halla visto inmerso en un triángulo amoroso, insostenible por cierto pero que, podrán imaginar, ha valido la pena.

Luego de ella, solo busco minas inteligentes. Porque a pesar de la pedantería de mis palabras, nadie puede negar que el curso del mundo se dirige hacia la destrucción total y la idiocracia. ¿Para qué seguir alimentando una bola de basura?

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