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Compendio II
😕
Mi marido y yo fuimos a mi fiesta de Navidad con mis compañeros de trabajo.
Era en la casa de la directora de mi escuela. Un lugar grande. Decoraciones elegantes. Todo muy... adulto.

😅
Lo primero que noté al entrar fue el olor a pino y canela.
No fue el imponente árbol de Navidad cubierto de adornos plateados, ni el tintineo de las copas de champán de los profesores reunidos cerca de la chimenea.
Eso fue lo primero que me pareció extraño.

🤔
No había niños.
Quiero decir, es Navidad y estaba en la invitación. Y está bien: somos profesores.
¿Pero no se supone que debe ser ruidoso? ¿Desordenado? ¿Lleno de niños corriendo por todas partes?
Pero no.
😕
Solo profesores bebiendo vino, comiendo pequeños aperitivos elegantes y hablando de lo que harán en vacaciones.
Mi marido me apretó la mano mientras nos quedábamos cerca de la entrada.
“¿Estás bien?” me preguntó con voz suave y comprensiva, mirándome a la cara.

😅
Forcé una sonrisa, pero ya sentía un nudo en el estómago al percibir que algo raro estaba pasando.
Al principio, no me importó.
Mi marido me tomaba de la mano, sonreía educadamente y ponía su cara de “puedo sobrevivir a esto”.
😤
Entonces llegó Melissa. Sus ojos verdes brillaron como los de un depredador que ha avistado a su presa cuando nos vio, y sus labios se fruncieron en esa fina línea crítica que yo conocía tan bien de las reuniones de profesores.

Y luego, Bonnie.
😅

Y Alice, la recién divorciada.
😰

Y, de repente, ya no era una fiesta.
Era... un interrogatorio.
😱
El trío formaba un semicírculo a nuestro alrededor, como un jurado.
El aroma a pino se volvió repentinamente empalagoso, mezclándose con el perfume barato de Bonnie y el aliento fuerte y con olor a vino de Alice.
😟
Nos rodeaban sin cesar, sonriendo demasiado, mirando a mi marido como si fuera un objeto sospechoso. Melissa golpeaba con los dedos su copa de champán como un código Morse para juzgar.
“Eres muy... controlador, ¿Verdad?” preguntó a mi esposo, inclinando la cabeza como un pájaro que observa un gusano. “¿Es por tu naturaleza machista y manipuladora?”
Fingió dar un sorbo a su copa como para excusarse, pero estaba vacía. Era una actuación.
😠
El amor de mi vida permaneció estoico, callado, soportando el aluvión de acusaciones injustas.
Podía sentir el pulso de mi mejor amigo a través de sus dedos, constante y lento, como las profundas olas del océano, pero su mandíbula estaba firme, de esa forma que yo reconocía.
Aún no hacía réplicas agudas e ingeniosas. Estaba dejando que ellas cavaran sus propias tumbas primero.

😏
“¡Te casaste muy joven!” añadió Bonnie, mirándome y trabajando en otro ángulo más coqueto con mi marido. “Y también te quedaste embarazada. ¿No sientes que te has perdido algo, Marisol?”
Bonnie se inclinó hacia él, con el escote peligrosamente cerca del brazo de mi marido, mientras se enrollaba un mechón de pelo rubio en el dedo.

“Quiero decir, cariño, ¿nunca te has preguntado cómo sería estar con alguien... “con más experiencia”?... “
😠
Su voz fingía una falsa preocupación que hizo que apretara los dedos alrededor de los de mi marido.
Él no se inmutó. En cambio, su pulgar hizo lentos círculos en el dorso de mi mano, con firmeza, tranquilizándome. Su sonrisa era apenas perceptible, persistente, ajena a los encantos de ella, pero hizo que Bonnie retrocediera como si le hubieran dado una bofetada.
“¡Apenas has vivido, Marisol!”, sentenció Alice, como si ahora fuera la viva prueba de la sabiduría.
👿
Las acusaciones no eran nuevas, pero escucharlas aquí, en esta prisión resplandeciente de agujas de pino y juicios, me provocó un dolor diferente en el pecho.
Porque, una vez más, lo decían como si conocieran mi vida mejor que yo.
😕
Pero no era cierto.
Sí, me quedé embarazada joven y, además, de gemelas.
😅

Pero fue un accidente.
Era literalmente la primera vez que lo intentábamos sin protección y yo le había rogado que lo hiciéramos así.
😑
Ninguno de los dos sabía que mi marido tenía unos... “nadadores tan empeñosos”.
Y nuestras gemelas son nuestro orgullo y alegría. La primera muestra de nuestra feliz vida matrimonial juntos.
😇
Mi marido se quedó callado un momento. Luego miró a Melissa.
“¿Quieres tener hijos?” le preguntó con calma.
Melissa frunció la nariz como si hubiera olido algo podrido.
“¡Qué asco! ¿Por qué iba a renunciar a mi libertad?” Su copa de champán colgaba de sus dedos y su risa era tan aguda que podría haber picado hielo.

Era el tipo de reacción que se esperaría de una estudiante de bachiller, no de una mujer que estaba a punto de cumplir treinta.
😔
El pulgar de mi marido se detuvo sobre mis nudillos. Su expresión no cambió, solo ese parpadeo lento y pensativo, como si estuviera dando vueltas a las palabras de ella en su cabeza.
Luego asintió una vez, deliberadamente, con esa profunda sabiduría interior que conozco tan bien.
“Entonces no entiendo por qué eres profesora.” Sencillo. Silencioso. Devastador.

😳
La sala quedó en silencio.
Mi directora, Lois, apareció junto a nosotros, con sus elegantes tacones apenas haciendo ruido sobre el suelo de madera.

No alzó la voz. No sonrió. Se quedó allí de pie, con los brazos cruzados, observando cómo la cara de Melissa se ponía roja como el vino derramado sobre un mantel.
0.0
La voz de mi marido se mantuvo firme, sin prisas.
“Marisol ama a los niños.” continuó, mirando a Melissa. “Lo supe cuando salíamos juntos. La forma en que cuidaba de su hermana pequeña me lo decía todo.”
Miró a mi directora. “Le sugerí que se hiciera profesora de historia porque le encanta leer. Y la animé porque creía que sería buena en ello.”
😆
Una sonrisa lenta y cómplice se dibujó en los labios de Lois, del tipo que se reserva para cuando un alumno finalmente comprende un concepto difícil.
Su mirada se deslizó hacia mí y luego volvió a mi marido.
“Y es buena en eso.” Confirmó Lois, casi para sí misma, haciéndome sentir orgullosa.
😤
Al otro lado de la sala, Lysette se ajustó los lentes, con sus rizos oscuros balanceándose mientras fingía no estar escuchando.

Los dedos de mi marido se apretaron alrededor de los míos.
“Teníamos pasatiempos en común.” continuó, con voz baja y deliberada, como si estuviera explicando matemáticas a nuestras niñas. “Libros. Películas. Ese anime tonto sobre el gato azul que habla y su bolsa mágica.”
😊
Su pulgar rozó mi muñeca, donde latía mi pulso, solo una vez, en secreto y con calidez.
“Me casé con ella porque, cuando imaginaba mi futuro, ella estaba presente en todas las versiones.”
Por supuesto, para entonces mis mejillas estaban rojas y ardiendo. Era de esperar.
😳
“Yo quería ser padre. Su embarazo fue un accidente, sí, pero yo quería quedarme a su lado. No teníamos muchas opciones y los dos queríamos lo mismo.” Hizo una pausa y me miró a los ojos con una mirada suplicante que me derritió. “Así que se lo pedí. Y ella dijo que sí.”
👰
“¡Pero podría haber salido con otros hombres!” protestó Bonnie como una niña enfadada, con los pechos temblando ligeramente por la furia.
“¡Lo sé!” le dijo mi marido, de repente tímido. “Incluso le pregunté después de que me besara si quería a alguien más cercano a su edad.”
0_0
Quería desaparecer.
“Tenía un padre horrible.” añadió con delicadeza. “Y yo fui el primer hombre que la hizo sentir segura. Pensé que era un pequeño enamoramiento. Supuse que se le pasaría.”
Me sonrió.
“Pero no fue así.” Dijo, poniendo mis mejillas rojas al 1000%.
😊
“¡Sus vidas son tan aburridas!”, atacó Melissa como si la hubiéramos ofendido. “No salen de fiesta, no tienen citas. Se quedan en casa, cuidando de sus hijos. ¿No ven lo mucho que se está perdiendo?”
Nos miramos el uno al otro.
XD
“Intentamos salir en citas. También intentamos bailar... y nos aburre.” dijo, haciéndome sonreír. “La música es demasiado alta, a Marisol no le gustan los hombres que se emborrachan o se ponen demasiado cariñosos, ninguno de los dos bebemos ni fumamos y apenas podemos escucharnos hablar.”
“Además, a nuestras hijas les encanta vernos bailar.” dije, sintiendo una calidez en mi corazón. “Mi marido prepara cositas deliciosas, las niñas disfrutan viéndonos salir juntos y, cuando bailamos, disfrutamos de la música que les gusta a ellas. Después, las acostamos, mi marido les lee o inventa una historia loca para que se duerman y, entonces, tenemos la noche para nosotros. No veo nada malo en eso.”
😤
“Pero ¿Qué hay de estar con otros hombres?” compartió Alice su amargura, agitando su copa de vino tinto.

😑
El profesor Toby la echó cuando descubrió que ella le estaba engañando con su instructor de gimnasia y, tristemente, pidió el traslado de escuela.
Todavía hay algunas de nuestras alumnas más jóvenes en la escuela que echan de menos su actitud alegre.
😫
Las mejillas sonrosadas por el vino de Alice se oscurecieron cuando se inclinó hacia mí, lo suficiente como para que pudiera percibir el sabor ácido del cabernet en su aliento.
Su mirada se posó en mi marido y luego volvió a mí, depredadora.
“¡Anda, Marisol!” ronroneó desafiante, apretando los dedos alrededor de su copa. “No es posible que solo hayas sentido sus labios sobre ti. ¿No anhelas... variedad?”
😠
“¿Nunca te has preguntado cómo sería besar a otra persona? ¿Estar con él?” insistió.
La sala se tensó.
0_0
Nuestra directora se movió incómoda. Esta no era una conversación que debiera tener lugar con mi marido allí presente.
Mi marido me apretó la mano de nuevo, no de forma posesiva, sino como si me preguntara en silencio si quería que interviniera.
😍
Su pulgar rozó mis nudillos, ligero como una pluma. Me dejaba responder por mí misma.
“No.” respondí, observando cómo la expresión de satisfacción de Alice se desvanecía. De repente, la habitación me pareció demasiado cálida y el aroma a pino me invadió la garganta. “Desde que conocí a mi esposo, él ha sido... un sueño. Y mucho más.”
😆
Mi voz se suavizó sin querer.
“Hablamos de anime, de libros... La mitad de nuestras citas consisten en que conversamos cosas interesantes mientras comemos algo rico. Incluso después de doce años, sigo conduciendo a casa feliz pensando en lo todo que le voy a contar, en las conversaciones que vamos a tener.”
😃
Las tres me miraron como si de repente hubiera empezado a hablar portugués (lo cual aún no sé. Solo un poco de japonés, mucho español y algunas palabras de coreano XD).
“En mi caso,” añadió mi marido con calma. “Me encantaron los besos de Marisol. Saben a limón.”
0_0
Se volvió hacia Lysette, nuestra profesora de química.
“Quizá tú lo entiendas mejor. Creo que tiene que ver con el pH bucal. Marisol dice que mis labios saben dulces. Los suyos me saben ácidos, como pastel de limón o limonada”. Ella lo miró sorprendida.
😠
Melissa se burló.
“O tal vez, simplemente no sabes besar.” Su risa era falsa, muy fuerte, demasiado aguda, y su copa de champán vacía temblaba ligeramente en su mano.
Varias cabezas se volvieron hacia nosotros, incluida la de Lysette, con sus rizos oscuros rebotando mientras se ajustaba los lentes toda nerviosa.
😂
Mi marido sonrió, sin inmutarse.
“He besado a otras mujeres. Tenían un sabor diferente.” Su dedito hizo circulitos en mi palma, tibiecitos y tranquilizadores. “Los labios de Marisol tienen un sabor único, y por eso creo que tiene que ver con el pH. He leído que, a veces, nuestras bocas equilibran la acidez para encontrar parejas adecuadas. Quizás esa sea una de las razones por las que Marisol y yo congeniamos tan bien.”
Entonces, miró a Lysette, que parpadeaba rápidamente detrás de sus lentes de Harry Potter.
“¿Qué opina usted, profesora? Desde un punto de vista científico.” Le preguntó mi marido todo juguetón.

XD
“¿Así que estás diciendo que los labios de Marisol son los mejores?”, se burló Bonnie, con los brazos en la cintura, sin dejarle hablar.
😶
“¡Sí! La boca puede decir mucho de una persona. Lo que le gusta, sus pasatiempos y sus hábitos.” respondió mi marido con seriedad.
Y fue entonces cuando Melissa sonrió como el Grinch que se robó la Navidad...
😏
Sus ojos se dirigieron hacia el techo, donde una ramita de muérdago colgaba de una cinta plateada. Las bayas brillaban bajo la lámpara de araña, pequeñas y jugosas, pero venenosas.

“Bueno, entonces... tenemos la fiesta perfecta para poner a prueba tu creencia.” Nos dijo. La sonrisa de Melissa se amplió mientras cogía su copa vacía de la mesa de café. “Hay muérdago... y, como sabes, es tradición que las parejas se besen debajo de él, ¿Verdad, Marisol?”
😰
La habitación se quedó en un silencio inquietante. Casi todos mis compañeros de trabajo nos miraban y Melissa sonreía como un gato jugando con un ratón.
“La tradición dice que hay que besarse debajo.” ronroneó, golpeando el borde de la mesa con sus dedos. “Pero las tradiciones se pueden... reinterpretar.”
😏
Su mirada se deslizó hacia mi marido y luego volvió a mí, afilada como un cuchillo cocinero.
“¿Y si lo convertimos en un concurso? A ver si los “labios de limón” de Marisol son realmente especiales... o si tu marido simplemente tiene un gusto horrible.” Me preguntó desafiante.
😰
Como dije antes, Melissa es mi enemiga mortal.
Es casi como una versión malvada de mí misma (ojos verdes, pelo castaño, figura delgada y delicada... pero con menos pecho), así que me tenía contra las cuerdas: por un lado, quería demostrar que mi marido besa de maravilla; por otro, estaba a punto de besar no solo a mi enemiga mortal, sino también a sus amigas.

🤔
“No creo que a Marisol le guste eso.” dijo mi marido, tensándose. Sus dedos se cerraron con más fuerza alrededor de los míos, no de forma posesiva, sino protectora.
Una pregunta silenciosa en sus ojos:
“¿Quieres que lo haga?”
😟
“¡Estoy de acuerdo!” dijo la directora Lois, tratando de mantener el orden mientras los demás profesores murmuraban emocionados. Se ajustó el sensual vestido y sus delicados mocasines golpearon el suelo de madera mientras daba un paso adelante. “Esto es un evento laboral, no un...”
“¡Esperen!” levanté la mano, sorprendiéndome tanto a mí misma como a todos los demás.
😮
Mi marido me miró fijamente y me habló en español.
😟

“Ruiseñor, ¿Estás segura de que quieres hacer esto?” me preguntó preocupado. “Quiero decir... entiendo tus gustos, pero esto es difícil. Estamos hablando de la gente de tu trabajo.”
Suspiré.
😕
“¡Lo sé!” respondí con voz cansada. “Pero ellas me han molestado todo el año con que nuestra vida es aburrida y todo lo demás... por lo que esta es la oportunidad perfecta para taparles la boca.”
Mi marido me miró y suspiró. Sabía que no iba a dejarlo pasar y, a regañadientes, accedió a mi capricho.
😍
“¿Qué dices, Marisol?” me desafió Bonnie directamente.

“¡De acuerdo! ¡Pero tenemos que establecer algunas reglas!” anuncié con una sonrisa victoriosa, alzando la voz lo suficiente como para acallar las conversaciones a nuestro alrededor.
😮
Mi marido me apretó la mano con fuerza, con esa mirada de “otra vez no...” que siempre pone cuando le doy adelante a uno de mis planes, con una carita de cansancio, bondad y obediencia.
Al otro lado de la sala, las cejas de la directora Lois se arquearon tanto que casi desaparecieron entre su flequillo dorado. Mi jefa parecía como si acabara de verme hacer malabares con dinamita encendida.

😂
Pero si alguna vez dudé de que Melissa fuera realmente malvada, ese momento lo confirmó.
Me sonrió como si fuera la mayor humillación posible, con ese rizo apretado y condescendiente de sus finos labios que había visto cientos de veces en las reuniones de profesores cuando me “corregía” mi pronunciación de las palabras en inglés. La misma mirada que me dirigía cada vez que mencionaba casualmente sus honores universitarios en Australia, sus invitaciones a la orquesta, mientras descartaba mi infancia chilena como “pintoresca”.
😕
Como si sus pálidas manos sobre el piano la hicieran mejor que las mías, que sostienen libros de historia viejitos. Así que ella, besándose con mi marido, justo delante de mí, se suponía que debía “ponerme en mi sitio”.
“En primer lugar, solo pueden besarlo por dos minutos seguidos.”
😰
El bullicio que se armó en la sala no era solo de sorpresa, sino del suspiro colectivo de mis compañeros al darse cuenta de que así sería cómo se recordaría esta fiesta de Navidad.
XD
“Si recuperan el aliento o mi marido decide que ya es suficiente, pierden la oportunidad.”
😂
Si creían que mi primera regla había sido un error, esto les aclaró que iba en serio.
Para variar, mi marido se quejó despacito, ya conociendo ese brillo loco en mis ojos.
XD
“Marisol.” Me preguntó la directora Lois, preocupada, “¿No piensas que dos minutos es demasiado?”
“¡Directora!” le sonreí. “Mi marido y yo hemos llegado tarde a citas con el médico porque estábamos besándonos. Además, lo conozco. Estará bien.”
😤
Melissa sacudió su cabello, así como si fuera una cortina marrón en un comercial de champú y dio un paso al frente.
“¡Está bien!” Sonrió con esa risita burlona, como si imaginara que ya ganó. “Dos minutos. Ni más, ni menos.”

😏
“Segunda regla.” Continué sin tomarla en cuenta. “No se permite el contacto corporal. Solo los labios. Las manos solo en la cara.”
0.0
Más exclamaciones de mis compañeros. Pero miré a Bonnie en particular. Sentí que iba a romper esa regla...
Mi marido parecía querer que el suelo lo tragara, realmente no quería hacerlo.
Entonces Lysette habló.
😊
“Eh... ¿Marisol?” me preguntó en voz baja, tanto que tuve que acercarme para oírla bien. “¿Podría... podría intentarlo yo también?”
Se veía tan tierna y avergonzada.
Y no es “bonita, bonita”, pero está súper metida en la onda de Harry Potter.
XD
“Nunca... me han besado.” La soltó como si estuviera en un parto.
😊
Se puso más colorada que yo.
La profe Lysette es como un ratón tranquilo y nerd de biblioteca: con voz suave, súper tímida, el tipo de persona que no se mete en los asuntos de los demás.
😮
Sentí que se me cortaba la respiración, porque mi marido también lo había creído así una vez. Fue esa misma curiosidad la que me empujó a besarlo también.
“¡Por supuesto!” La invité con suavidad. “¡Adelante!”
Parecía como si le hubiera dado un billete dorado. Lysette dio un paso adelante, retorciéndose nerviosamente los dedos en el dobladillo de su jersey. Los demás profesores se apartaron en silencio, acallando sus voces.
Incluso la sonrisa burlona de Melissa se frenó un poquito al ver los labios temblorosos de Lysette y su nerviosismo, con los ojos expectantes. Había algo dolorosamente vulnerable en la forma en que se acercaba a mi marido, como una peregrina que se acerca a un santuario, sin saber si es digna de tocarlo.
😃
Mi marido dudó y me miró por última vez. Asentí con la cabeza y le apreté los dedos brevemente antes de soltarlos.
😂
Melissa fue la primera.
Arrogante. Segura de sí misma. Me guiñó un ojo, como si me dijera que nunca volvería a verlo, como si treinta segundos de su lengua descuidada pudieran deshacer doce años de matrimonio.
Sus dedos se clavaron en las mejillas de mi marido, dejando marcas de sus uñas rosadas en su barba incipiente. La sala contuvo la respiración.
El muérdago se balanceaba sobre nuestras cabezas como un jurado.
😏

A los veintiocho segundos, mi marido frunció el ceño.
A los treinta, se apartó como si hubiera mordido una fruta podrida y tosió en su codo.
“Melissa...” dijo con voz ronca, moviendo la garganta como si intentara no vomitar. “¿Fumas marihuana?”
😮
Todos en la sala aguantaron la respiración.
Las pecas de Melissa desaparecieron bajo un repentino rubor, sus dedos se crisparon cerca del doblez de la falda, donde había escondido antes su vaporizador.
Las bonitas uñas de la directora Lois se clavaron en sus brazos, sus fosas nasales parecían las de un toro furioso ante la insinuación: la marihuana significaba la expulsión en la estricta academia.
😰
“Solo un poco, en mi tiempo libre…” Alcanzó a decir, apartando la mirada de la directora Lois, que la miraba con desdén.
“¡Lo siento en la garganta!” graznó mi pobre y ahogado esposo, buscando agua con repugnancia.
😩
Bonnie fue la siguiente.
😮
Se volvió agresiva. Hambrienta. Como esperaba, apretó esos montículos enormes contra el heroico pecho de mi marido, inmovilizándolo con las manos, pero, a pesar de la tentación, mi mejor amigo hacía todo lo posible por alejarse de ella.

Cuarenta y cinco segundos.
XD
Bonnie aflojó el agarre, no por vergüenza, sino por pura incredulidad. Su boca pintada con lápiz labial quedó abierta, ahora manchada por la mejilla de mi marido, a la que había intentado aferrarse como un salvavidas.
“¿Perdón?”, su voz se quebró a mitad de la frase, al ver que mi mejor amigo manoteaba desesperado.
😅
Al otro lado de la sala, alguien resopló en su ponche de huevo, muerto de la risa.
Lysette, la pobre y dulce Lysette, se tapó la boca con ambas manos, con la mirada fija en el rubor furioso de Bonnie y la mueca asqueada de mi marido mientras se limpiaba la boca con el dorso de la mano.
“¡Cigarrillos!” Reclamó, el pobrecito jadeando por aire. “¡Tienes sabor a cenicero!”
😂
Arrugó la nariz mientras cogía otro vaso de agua y lo bebía de un trago, como si estuviera enjuagándose el veneno.
Mientras mi marido bebía, me lanzó una mirada: esa inconfundible mirada de “¿Por qué me obligas a hacer estas cosas?"
Y no pude evitar que se me escapara una suave risita.
XD
Al otro lado de la sala, la directora Lois tenía la boca tan abierta que casi podían verse todos sus dientes.
Para la mayoría del profesorado masculino, besar a cualquiera de esas tres mujeres podría haber sido una fantasía erótica de borrachos de una revista porno.
Pero toda fantasía se iba al agua si mi marido reaccionaba como si le hubieran obligado a lamer un retrete público.
😂
A continuación, Alice se abalanzó hacia delante, con sus rizos teñidos de rubio rebotando con cada paso inestable.
😕
No besó a mi marido, lo “atacó”.

Sus labios se estrellaron contra los de él con la desesperación de una mujer que intenta tragarse un fantasma, un fantasma llamado “matrimonio”, un fantasma llamado “soledad”.
😟
Sus dedos se aferraron a los hombros enormes de él, sus uñas filosas clavándose en su fina camisa de vestir como si quisiera grabarse en su piel.
El aroma del Merlot se aferraba a ella como un perfume barato.
😮
Diecisiete segundos. Eso es lo que tardó mi marido en agarrarla por las muñecas y apartarla con la delicadeza de alguien que maneja carne en mal estado.
“¡Alice!” Exclamó con voz cargada de lástima, casi en tono de súplica “¡Tienes sabor a vino añejo!”
😖
Ella contuvo el aliento, entre sollozos y gruñidos, mientras se tambaleaba hacia atrás, con los ojos azules vidriosos por el exceso de vino y la falta de orgullo.
Los demás profesores se movieron incómodos, dándole espacio y su charla festiva se apagó a mitad de palabra.
La directora Lois se pellizcó el puente de la nariz, con sus pendientes navideños temblando ligeramente, como si incluso ella misma hubiese padecido suficiente vergüenza.
“¡Deja de tomar tanto vino!” suspiró mi marido, tomando otro sorbo de agua como si saliera del desierto.
:s
Entonces Lysette dio un paso adelante.
😍
Se movía despacito, vacilante, casi reverente, con las yemas de los dedos flotando cerca de los hombros de mi marido sin llegar a tocarlo.
Sus labios se encontraron suavemente, un roce tentativo al principio, como el primer sorbo de té para comprobar si se ha enfriado lo suficiente.
😲

La tensión de la habitación se disolvió en algo más tranquilo, más pesado. Incluso la burla de Melissa murió a mitad de camino en su garganta.
Los lentes de Lysette se empañaron ligeramente cuando exhaló por la nariz, y sus manos finalmente se posaron sobre la mandíbula de mi marido con la delicadeza de alguien que maneja un cristal delicado.
No era pasión. No era hambre. Era “descubrimiento”.
😘
El pulgar de mi marido le acarició el pómulo, una vez, dos veces, como haciéndole un cariñito antes de que ella contuviera el aliento y, entonces, de forma imposible, se “derritiera” en él.
Sus dedos se aferraron con más fuerza a su camisa, sin tirar, solo... agarrándose. Como si hubiera encontrado algo que no sabía que estaba buscando.
0.0
La verdad, que alguien como ella rompiera las reglas no me importaba. Mi marido lo estaba disfrutando tanto…
Un gemido, bajo y sorprendido, vibró en la garganta de mi marido, el sonido que hace cuando muerde algo inesperadamente delicioso.
😵 😲
Lysette se estremeció, sus rodillas se doblaron lo suficiente como para que las manos de mi marido se deslizaran para estabilizar sus codos.
El reloj marcó más de un minuto. Ninguno de los dos se dio cuenta.
Otros profesores podrían haber pensado que yo estaría celosa por la forma en que se besaban, pero no. En absoluto.
😤
Verlos así era como verme a mí misma hace trece años: aquella adolescente torpe y pajarona besando por primera vez al amor de su vida. Luego, él le devolvió el beso, diciéndole algo súper loco que sus labios sabían a limón.

XD
Sus manos comenzaron a explorarse mutuamente, pero no de una manera particularmente lasciva.
Era bonito. Inexperto.
Los dedos de Lysette temblaban contra la mandíbula de mi marido, su respiración se agitaba mientras imitaba tímidamente el lento giro de la lengua de mi esposo, torpe al principio, luego más suave, como un estudiante que encuentra el ritmo en un baile.
Él soltó otro suspiro grave en su garganta, el mismo que había hecho cuando descubrí por primera vez cómo desatar su corbata con los dientes.
😲
El vaso de plástico de la directora Lois cayó al suelo con estrépito. Nadie se movió para recogerlo.
La burla de Melissa se apagó a mitad de camino.
0_0
Las uñas cuidadas de Bonnie se clavaron en sus propios antebrazos, toda furiosa y picada.
}:/
La copa de vino de Alice se inclinó, derramando Merlot en el suelo sin que nadie se diera cuenta.
0o0
No solo estaban viendo un beso, todos estábamos presenciando una “revelación”.
Los dedos de los pies de Lysette se empinaron en sus modestos zapatos planos hacia arriba, buscando aún más sus tibios labios, sus rodillas se doblaron lo suficiente como para que las manos de mi marido se deslizaran hacia abajo y le sujetaran de la cintura con elegancia y protección.
El muérdago que había sobre ellos se balanceó con un mágico viento, proyectando delicadas sombras sobre sus mejillas sonrojadas.
😮
Uno cuarenta. La humillación del trío quedó temporalmente olvidada. Todos estábamos presenciando algo mágico. Íntimo.
Uno cuarenta y nueve. Sus labios se separaron por fin, con miradas sonrientes como si se lo hubieran dicho todo el uno al otro.
😍
Yo habría aplaudido, pero cuando formas parte de algo tan hermoso, cualquier otra cosa rompe el hechizo.
Mi marido parpadeó una vez, dos veces, como si acabara de salir a la superficie tras sumergirse en la piscina.
Su pulgar se detuvo en el labio inferior de Lysette, atrapando un mechón brillante antes de aclararse la garganta y dar un paso atrás.
“Te gusta la Coca-Cola también, ¿Verdad?” Preguntó con una voz más áspera y cordial de lo habitual. “Y has comido postre de durazno.”
😂
Los lentes de Lysette se habían deslizado y estaban torcidos. Hasta un poquito empañados.
XD
Se los subió con dedos temblorosos, y el rubor se le extendió hasta el color de su recatado cárdigan.
“Un poco.” Respondió tímida y bien despacio, pero bastante sonriente. “Las bebidas amargas no son lo mío.”
😊
Mi marido suspiró bruscamente, entre risa e incredulidad, mientras se limpiaba la boca con el dorso de la mano.
Su anillo de matrimonio reflejó las luces navideñas cuando alcanzó su vaso con refresco abandonado, sus cubitos de hielo derretidos hacía tiempo.
😃
Al otro lado de la sala, las pecas de Melissa resaltaban como manchas sobre su palidez. La manicura de Bonnie dejaba medias lunas en sus propias palmas. Alice se tambaleó, inclinando peligrosamente su copa de vino vacía.
Me reí despacito: las tres feas hermanastras de Cenicienta, mirando al príncipe y a la chica linda del baile.
😂
“¿Y bien?” Le pregunté a nuestro juez. “¿Hay alguien que bese mejor que yo?”
Mi marido no dudó en responderme.
“El beso de Lysette fue el más dulce.” Respondió amablemente. “Pero ninguno sabe tan bien como el tuyo.”
Y sin decirme más, se inclinó y me besó: lento, familiar, eléctrico. Incluso pude saborear la dulce saliva de Lysette en su lengua. No mentía.

😘
“El tuyo sigue siendo mi favorito, ruiseñor.” Me dijo en voz baja, después de recuperar el aliento, compartiendo con los demás el apodo especial que me ha puesto.
Su pulgar recorrió la articulación de mi mandíbula, deteniéndose donde sabía que yo me estremecía.
Al otro lado de la sala, Lysette se ajustó los lentes con ambas manos, caminando tensa como robot, como si intentara recomponerse físicamente.
XD
El silencio se hizo más denso. No estaban sorprendidas. No estaban escandalizadas ni “derrotadas”.
Los dedos elegantes de Bonnie tamborileaban contra su copa de champán con creciente agitación, con la mirada fija en el techo como si este guardara los secretos del universo.
Alice agitaba su vino con precisión mecánica, observando las huellas dactilares que se adherían al vaso con la intensidad de un investigador forense.
Los labios de Melissa, esos finos trazos perpetuamente desaprobadores y petulantes, se doblaron una vez antes de formar algo parecido a una sonrisa, si es que las sonrisas pueden sangrar dignidad.
😤
Nos miraban como si fuéramos un rompecabezas al que le faltaban piezas.
Como si hubieran probado todo lo que sabían (confianza, experiencia, audacia) y aun así, no pudieran entender por qué nada funcionaba contra nosotros.
No preguntaron nada más.
No me volvieron a desafiar.
Simplemente... se alejaron y me dejaron tranquila.
😆
Lysette se quedó cerca de la mesa, callada como siempre. No miraba fijamente a mi marido, no realmente, solo le lanzaba alguna que otra mirada, más pensativa que anhelante, como si acabara de descubrir algo importante sobre sí misma y aún no supiera qué hacer con ello.
La directora Lois rompió el silencio primero, aclarando la garganta con la sutileza de una sirena de niebla.
😃

“¡Bueno!” exclamó, aplaudiendo como si estuviera reuniendo a un grupo de niños de jardín infantil. “Sin duda, eso ha sido... educativo.”
La alegría forzada de su voz hizo que Lysette se encogiera aún más dentro de su cárdigan, mientras sus dedos tiraban de un hilo suelto cerca del dobladillo.
El tacón alto de alguien rozó el suelo de madera: era Bonnie, que se dirigía hacia la salida con la excusa de ir a por otra bebida.
😕
Pero Lois no había terminado. Su mirada, tan precisa como un ave cazadora, se detuvo en los dedos de mi marido, que seguían trazando distraídamente dibujos en mi cadera.
“Marisol.” Me dijo con confianza, acercándose lo suficiente como para que su dulce perfume ahogara brevemente el olor del vino derramado y el muérdago. “He tenido tres maridos. Me divorcié del primero por infidelidad, del segundo por roncar y del tercero...”
Hizo una pausa y sus uñas golpearon su copa de champán, para enfatizar.
“Bueno, digamos que pensaba que la monogamia era opcional.” Su risa fue seca, pero sus ojos permanecieron serios. “¿Pero ustedes dos? Se miran como si todavía fueran el tesoro del otro. Todo el tiempo.”
:o
Tragué saliva para aliviar el repentino ahogo en mi garganta.
Detrás de nosotros, mi marido rechazaba educadamente la invitación balbuceante de Bonnie de “explorar la casa”, flexionando los dedos contra mi cintura como si necesitara un punto de apoyo.

XD
La mirada de Lois se posó en su mano y luego volvió a mí.
“Lo perfecto es aburrido.” Me dijo con inteligencia. Su copa de champán chocó contra mi vaso de refresco en un brindis silencioso. “¿Pero estar vivo? Eso es raro.”
El hielo de su copa se había derretido hacía tiempo, dejando la ginebra aguada y tibia. Aun así, se la bebió sin asco.
XP
Detrás de nosotros, Lysette chocó contra una mesita auxiliar y su codo golpeó un ángel de porcelana. Mi marido lo atrapó antes de que se rompiera, sosteniendo las alas pintadas de la figurita con la misma delicadeza con la que había sujetado los temblorosos codos de Lysette unos instantes antes.
La profesora soltó un tímido “¡Lo siento!” sin emitir ningún otro sonido y se sonrojó cuando mi marido le guiñó un ojo y se la devolvió.
😍
Lois arqueó una ceja. No era un gesto de reprobación. Cálculo.
“Los matrimonios perfectos no sobreviven a las salas de profesores.” Me dijo Lois, removiendo su bebida. “El tuyo acaba de humillar a tres divorciadas y seducir a una virgen sin siquiera intentarlo.”
Su mirada se volvió hacia Bonnie, que estaba enviando mensajes de texto agresivamente en un rincón, apuñalando la pantalla con los pulgares.
“Eso no es suerte. Es trabajo de años.” Señaló ya medio arriba de la pelota.
XD
Sonreí, sintiéndome de repente tímida.
“No es perfecto.” Le respondí. “Solo... es nuestro.”
Ella asintió lentamente.
“Tu vínculo con tu familia no es común por aquí, Marisol. Y la forma en que lo proteges... eso requiere fuerza.” Me dijo, mirándome con admiración.
Sentí una cálida sensación por todo el cuerpo.
😤
Cuando mi marido y yo finalmente nos fuimos, los dos estábamos nerviosos.
No por la fiesta, sino porque la familia nos llamaba con “batiseñal”.
XD

“Vamos a tener que despegar a las niñas de la casa de Bastián.” suspiró mi marido mientras caminábamos hacia su camioneta.
Me eché a reír.
“A lo mejor, hasta se echaron pegamento en las manos.”
😂
“¿Y Jacinto? “añadió él preocupado mientras echaba a andar el motor. “¿Y si se ha puesto mañosito con Elena y Sonia?”
“Probablemente estará dormido.” Le sonreí, apretando el muslo de mi marido; su respuesta me calentó los dedos a través de la tela de sus pantalones. “Nuestro príncipe duerme como un tronco después de tomar su leche.”
La camioneta se puso en marcha y nuestras manos se buscaron automáticamente.
😆
Pensé en las palabras de Melissa. En las burlas de Bonnie. En la amargura de Alice.
Y no sentí... nada.
Ni envidia. Ni dudas.
Solo certeza.
😤
No importa lo que digan, no importa lo aburrida que les parezca mi vida, no la cambiaría por nada.
Ni por el ruido. Ni por el desorden. Ni por las noches sin dormir, los niños, las preocupaciones, los besos con sabor a limón.
XD
Por nada del mundo cambiaría la vida que tengo hoy con mi mejor amigo y nuestros hijos.
😉
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