¡Juepucha, mis amores de Poringa! Soy Marcela, la enfermerita que no aguanta más la calentura y por eso me abrí esta cuenta para soltar todas mis puterías. Miren nomás estas fotos que me tomé hoy en el turno del hospital, cuando ya no podía con el vicho ardiendo de ganas.

Aquí estoy yo, con mi carita de angelita fingiendo inocencia, pero ustedes saben que adentro soy una zorra completa. Y en la segunda foto… ay Dios, miren cómo se me ve el culazo en el espejo del baño del personal. Me subí un poquito la blusita roja del uniforme y me bajé el pantalón justo lo suficiente para que se viera esa tanguita de hilo rojo que traía puesta. Esa hijueputa tanga es tan finita y apretada que se me pierde completamente entre las nalgas, me parte el culo en dos y el hilito de adelante se me clava directo en el vicho, rozándome el clítoris cada vez que camino por los pasillos del hospital.

Todo el turno anduve así, con el vicho empapado, chorreando jugo rico porque el roce no me dejaba en paz. Cada vez que me agachaba a tomar presión o a poner una vía, sentía cómo el hilo se me metía más adentro, me abría los labios del vicho y me ponía la rajita hinchada y sensible. Ya para la hora del almuerzo tenía el vicho tan mojado que sentía los juguitos escurriéndome por los muslos, y la tanga estaba completamente perdida entre mis carnes, marcándome todo.

No aguanté más y me encerré en el baño. Me miré en el espejo, me abrí bien el culo con las dos manos como en la foto, y me excité tanto viéndome tan puta, tan abierta, que empecé a tocarme como loca. Me corrí la tanguita a un lado (aunque casi ni hacía falta porque ya estaba metida hasta el fondo) y me metí tres dedos en el vicho de una vez, bien profundo, mientras con la otra mano me pellizcaba los pezones duros debajo del uniforme. Me imaginaba que era el doctor el que me agarraba por las caderas, me ponía contra el lavamanos y me clavaba su turca gruesa y venosa hasta el fondo, rompiéndome el vicho, haciéndome gritar de placer mientras me llenaba de leche caliente.

Me vine tan rico que me temblaban las piernas, el vicho me palpitaba y chorreaba más jugo todavía, dejando todo el piso mojado. Me limpié como pude, pero la tanga quedó empapada y se me sigue clavando delicioso cada vez que me muevo. Ahora ando por el hospital con la carita de niña buena, pero por dentro soy una perra en celo deseando que alguien me descubra, que el doctor entre al baño y me vea así, con el culo al aire y el vicho abierto pidiendo turca.

¿Qué dicen, mis machos de Poringa? ¿Quién me daría esa cogida brutal que tanto necesito? Miren bien estas fotos y díganme qué puta me veo… porque yo sé que soy una zorra sin remedio y me encanta que me vean así. 😈💦

Aquí estoy yo, con mi carita de angelita fingiendo inocencia, pero ustedes saben que adentro soy una zorra completa. Y en la segunda foto… ay Dios, miren cómo se me ve el culazo en el espejo del baño del personal. Me subí un poquito la blusita roja del uniforme y me bajé el pantalón justo lo suficiente para que se viera esa tanguita de hilo rojo que traía puesta. Esa hijueputa tanga es tan finita y apretada que se me pierde completamente entre las nalgas, me parte el culo en dos y el hilito de adelante se me clava directo en el vicho, rozándome el clítoris cada vez que camino por los pasillos del hospital.

Todo el turno anduve así, con el vicho empapado, chorreando jugo rico porque el roce no me dejaba en paz. Cada vez que me agachaba a tomar presión o a poner una vía, sentía cómo el hilo se me metía más adentro, me abría los labios del vicho y me ponía la rajita hinchada y sensible. Ya para la hora del almuerzo tenía el vicho tan mojado que sentía los juguitos escurriéndome por los muslos, y la tanga estaba completamente perdida entre mis carnes, marcándome todo.

No aguanté más y me encerré en el baño. Me miré en el espejo, me abrí bien el culo con las dos manos como en la foto, y me excité tanto viéndome tan puta, tan abierta, que empecé a tocarme como loca. Me corrí la tanguita a un lado (aunque casi ni hacía falta porque ya estaba metida hasta el fondo) y me metí tres dedos en el vicho de una vez, bien profundo, mientras con la otra mano me pellizcaba los pezones duros debajo del uniforme. Me imaginaba que era el doctor el que me agarraba por las caderas, me ponía contra el lavamanos y me clavaba su turca gruesa y venosa hasta el fondo, rompiéndome el vicho, haciéndome gritar de placer mientras me llenaba de leche caliente.

Me vine tan rico que me temblaban las piernas, el vicho me palpitaba y chorreaba más jugo todavía, dejando todo el piso mojado. Me limpié como pude, pero la tanga quedó empapada y se me sigue clavando delicioso cada vez que me muevo. Ahora ando por el hospital con la carita de niña buena, pero por dentro soy una perra en celo deseando que alguien me descubra, que el doctor entre al baño y me vea así, con el culo al aire y el vicho abierto pidiendo turca.

¿Qué dicen, mis machos de Poringa? ¿Quién me daría esa cogida brutal que tanto necesito? Miren bien estas fotos y díganme qué puta me veo… porque yo sé que soy una zorra sin remedio y me encanta que me vean así. 😈💦
7 comentarios - Doble turno del hospital y yo caliente