Intriga Lasciva - El Instituto [28]

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Intriga Lasciva - El Instituto [28]
Capítulo 28.


Nuevos Casos.

Xamira y Oriana volvieron a reunirse con Mercedes en la casa de Xami. La actriz estaba muy contenta con los resultados, ya había recibido un email del editor de Caleidoscopio asegurándole que ya no la molestaría con “ese delicado tema”, y que borraría todo el material.
―No sé cómo consiguieron convencerlo ―dijo Mercedes, llena de alegría―, pero lo hicieron. Muchas gracias, chicas. Les debo mi carrera. Cuenten conmigo para lo que necesiten. Estoy tan feliz que incluso les voy a pagar más de lo que me pidieron.
―No es necesario ―dijo Xami.
―Pero es bien recibido ―intervino Oriana―. El dinero extra nos viene bien para financiar nuestros… futuros proyectos. 
―Perfecto. Cuenten con eso. ¿Y qué van a hacer con Sandra? Ahora sabemos que ella le pagó a los tipos del Hotel Costa Verde para que me filmen. 
―Lo siento mucho, Mercedes ―dijo Xami―. No podemos intervenir en ese asunto, ya no tiene que ver con nuestra labor detectivesca. Si querés arreglar cuentas con tu novia, entonces buscate un buen abogado. 
―Mmmm… pensé que me iban a ayudar con esto.
―Nos arriesgamos mucho para conseguir toda la información necesaria ―dijo Oriana―. Nos arriesgamos más de lo que te imaginás. Este asunto era mucho más serio de lo que un grupo de chicas del instituto puede manejar, y lo hicimos a nuestra manera…
―Ya, ya… entendí. Les estoy pidiendo demasiado. Lo entiendo. Les pido perdón. Es que no sé a quién más recurrir. Pero no se preocupen, de los problemas con mi novia me voy a encargar yo. Ahora me voy, porque tengo que grabar un nuevo capítulo. Ah, y no se olviden de invitarme cada vez que tengan ganas de coger… la pasé muy bien con ustedes.
―Nosotras también la pasamos muy bien con vos ―dijo Xamira, sonriendo―. Ya vamos a organizar algo para nosotras tres, sin involucrar cámaras.
―Eso sería genial.

—----------

 Erika intentó hablar con Siara sobre lo que ocurrió en la oficina del editor de Caleidoscopio, pero cada intento fue hábilmente esquivado por Siara. 
“No la voy a presionar ―pensó Erika―. Pero en algún momento tendremos que hablar de ese tema”. 
Erika lo dejó pasar porque tenía un motivo para estar aún más preocupada. Debían reunirse con un ser indeseable, un ser rastrero, oportunista, inmundo y degenerado. 
Sintió escalofríos al verlo dentro de la sede del club de detectives, sabía que Siara lo había invitado, pero aún así lo sentía como una intromisión. El reflejo en sus pequeños anteojos ocultaba una mirada libidinosa, Erika podía sentirla recorriendo cada centímetro de su cuerpo. Una mueca similar a una sonrisa en ese rostro rechoncho la desafiaba. Era como si le estuviera diciendo: “Puedo mirarte todo lo que quiera, porque sé que me necesitan”. Y así era. Lo necesitaban.
Erika lamentó haberse puesto una blusa tan escotada, sus tetas estaban erguidas y a la vista, al igual que las de Siara. Es que, justamente, lo de los escotes fue idea de Siara.
“Nos da ventaja a nosotras ―le había dicho su amiga―. Nos ayuda captar su atención”. 
Se sentaron las dos frente a él y aguardaron en silencio. Lograron impacientarlo, Erika lo sintió como una pequeña victoria.
―¿Me van a decir por qué me llamaron? ―Preguntó el Japo―. Si es por las fotos que les saqué la última vez, pueden quedarse tranquilas. No se las mostré a nadie. Es parte de mi material personal para hacerme la paja… y ustedes ya les dediqué varias ―sonrió y se acomodó los anteojos.
―Gordito degenerado ―dijo Erika apretando los dientes―. Un día de estos te voy a cagar a trompadas. 
Las palabras sonaron tan bajo y tan contenidas que el Japo apenas pudo oírlas; pero aún así entendió el mensaje. Volvió a sonreír, había logrado desestabilizarla. Siara le dio un codazo a su amiga en las costillas para que mantuviera la compostura. 
―Estamos buscando a alguien que se encargue de un proyecto que tenemos en mente ―comentó Siara―. Necesitamos a alguien que sepa de diseño web y de cómo proteger datos. Me imagino que vos tenés conocimientos en esas áreas.
―Por supuesto. Puedo diseñar una web con los ojos cerrados. ¿Qué tan segura quieren que sea?
―Lo más que se pueda.
―Eso les va a costar mucho.   
―Estamos dispuestas a pagar muy bien ―aseguró Siara.
―Ajá… hablaremos de dinero en otro momento. Lo que más me interesa saber es en qué consiste el proyecto. Porque si me parece aburrido, no voy a participar.
―Como sos un degenerado, el proyecto te va a gustar ―le dijo Erika―. Ya que estás tan al tanto de las cosas turbias que ocurren en el instituto, me imagino que ya sabrás qué es Uvisex.
―Sí, así es…
―También me imagino que debés usar esa página web.
―Es mi favorita. Costosa, pero exclusiva. El material que se ve ahí no está en ningún otro lugar de internet. 
―¿Y te creés capaz de diseñar una web como Uvisex? ―Preguntó Siara.
El Japo hizo una pausa y luego respondió:
―Sí, puedo hacerlo. Pero… ¿Por qué quieren hacer una web similar a Uvisex?
―Eso es asunto nuestro ―respondió Siara―. ¿Lo vas a hacer? 
―Esto les va a traer muchos problemas. 
―Es posible, pero podemos manejarlos ―dijo Erika.
―Muy bien. Si de verdad saben en qué quilombo se están metiendo, yo les puedo diseñar una web muy similar… incluso mejor. Pero les va a costar caro.
―¿De cuánto estamos hablando? ―Preguntó Siara.
―No quiero dinero ―la sonrisa libidinosa del Japo brilló más que nunca y sus anteojos se empañaron―. No necesito la plata. Les voy a cobrar en especias… 
―No. ¡Definitivamente no! ―Erika se puso de pie y dio un golpe a la mesa con ambas manos―. No vamos a ser tus juguetes.
―Erika… ―Siara la tomó del brazo―. ¿Podemos hablar afuera por un minuto?
Erika miró a su amiga, confiaba en ella y si quería hablarle en privado lo mejor sería hacerlo. Las dos salieron del salón y hablaron en voz baja en el pasillo que a esa hora estaba desierto.
―Este tipo me molesta casi tanto como a vos ―le dijo Siara―, es un pelotudo, y un degenerado. Pero es el único que puede ayudarnos. Pedí referencias sobre él a profesores y alumnos, todos están sorprendidos por las habilidades que tiene el Japo con la informática. Si alguien puede replicar lo que hicieron en Uvisex, es él. Además, con lo pajero que es, debe conocer la web a fondo.
―Y también debe conocer cada chisme sexual del instituto ―dijo Erika, quien ya había comprendido la situación.
―Así es. Además nos puede servir como fuente de información. Sé que el tipo te da asco, sé que va a ser humillante; pero… tenemos que hacer el esfuerzo. Nos comprometimos a seguir adelante con la web. Es la única forma de llegar al fondo del asunto Uvisex. Los que manejan esa página van a salir de las sombras cuando se sientan amenazados.  
―Sí… eso lo entiendo perfectamente. También sé que si vamos a seguir adelante con esto, tendremos que hacer muchos sacrificios… pero ¿tiene que ser justo con ese pajero? Me cae muy mal.
―Lo sé… pero tiene que ser él. No tenemos otra opción.
―Ufa… está bien.
Volvieron al salón y el Japo las estaba esperando sin haber borrado esa lujuriosa sonrisa de sus labios. No había escuchado la conversación, pero la podía imaginar. Sabía que lo necesitaban.
―Muy bien ―dijo Siara―. Aceptamos las condiciones ―el Japo mostró una sonrisa macabra, sus ojos se ensombrecieron―. Imagino que vas a querer fotos de nosotras desnudas… 
―Así es… me gustaría que me manden cinco fotos cada una… por semana.
―¿Desnudas? ―Preguntó Erika, agobiada por tener que posar para este idiota.
―Obvio… desnudas y en situaciones sexuales. Pónganse creativas. Si están juntas en las fotos cuentan para las dos. Ah… y las otras dos chicas del club, Xamira y Oriana… ellas también van a tener que pagar de la misma manera. 
―Eso tendré que hablarlo con ellas ―dijo Siara.
―Muy bien. Avisales que si no pagan, no hay web. 
―Hijo de puta ―Erika volvió a apretar los dientes y los puños.
―Y lo de las fotos es solo el principio ―continuó el Japo, como si no hubiera escuchado nada―. Voy a tener que trabajar muchísimo. Después les diré cuáles son los otros medios de pago, y espero que estén dispuestas a cumplirlos. No creo que les gusten.
―Ay, cómo te odio… te voy a romper la cara.
Erika ya estaba por lanzarse contra el Japo pero Siara la detuvo.
―Está bien, después hablaremos de esos métodos de pago. No creo que Xamira y Oriana se nieguen con las fotos. Empezá a trabajar, porque necesitamos tener lista la web lo antes posible. 
―Muy bien, me voy. Espero al menos una foto de cada una para esta noche.  
Pasó junto a Erika, ella tenía ganas de morderlo, patearlo, golpearlo. Siara tuvo que sostenerla con fuerza para que no lo atacara. Cuando el gordito salió dijo:
―Amiga, no te vuelvas loca. Que haga lo que quiera con las fotos. Él nos puede brindar mucho más a nosotras que nosotras a él. Sabemos lo que le gusta y podemos usar eso como moneda de cambio para conseguir información.
―Espero que tengas razón, Siara… porque me jode muchísimo tener que rebajarme ante un pelotudo como el Japo. Me da asco pensar que ese gordito degenerado se hace la paja mirando mis fotos.
―Sí, a mí también. Pero no tenemos otra opción. El pibe está podrido en guita, yo sabía que nunca iba a aceptar dinero como recompensa. No lo necesita. Él solo quiere porno. 
Más tarde Siara y Erika se reunieron allí mismo con Oriana y Xamira, les comentaron cuál era el método del pago exigido por el Japo. No les gustó ni un poquito, en especial a Oriana, pero entendieron que lo necesitaban para seguir adelante con su proyecto. 
―Y hablando de eso… ―dijo Siara―. Con el proyecto en marcha vamos a tener que diseñar métodos para conseguir material. Y tiene que haber cosas muy interesantes. Nadie se va a sumar a una web premium si no hay material a la altura. Propongo que cada una piense en ideas para conseguir material y después nos reunimos para evaluar cuáles son las más viables. 
―Yo voy a hablar con mi profesora particular, Mariela. Hace rato que no la veo. Ella ya es actriz porno y si le pagamos no creo que tenga problemas para colaborar con nosotras.
―Mmm… no estoy tan segura, Oriana ―dijo Erika―. Mariela ya trabaja para Uvisex. Debe tener un contrato de exclusividad. 
―Ay, la puta madre… no había pensado en eso. Bueno, de todas maneras voy a hablar con ella, quizás pueda darnos algunos consejos de cómo organizar esto. Cuando entré a este club, nunca me imaginé que terminaríamos administrando nuestra propia página porno. Sin embargo… entiendo por qué lo hacemos. Y estoy comprometida con la causa. No sé si servirá de algo, pero… puedo grabarme haciendo una paja o algo así. 
―Creo que todas vamos a tener que hacer eso, como mínimo ―dijo Xamira―. Lo de “Estudiantes de instituto masturbándose” resulta muy atractivo para mucha gente. Yo también estoy dispuesta a hacerlo… si es por una buena causa. Incluso, si Ori se anima… podríamos hacer algún videito lésbico. 
―Ay, no sé amiga… es que… todavía no me animo a chupar una concha.
―Está bien, está bien… no quiero que te sientas presionada. Solo fue una sugerencia. 
―Gracias por entenderlo. Por cierto… ¿qué vamos a hacer con los dos pelotudos del Hotel Costa Verde?
―Se me ocurrió que podrían trabajar para nosotros ―dijo Siara. Las otras tres se quedaron mirándola, sorprendidas―. Ellos ya tienen la infraestructura. Estoy segura de que mucha gente alquila habitaciones en ese hotel para tener sexo, en especial ricos y famosos. Sería una buena forma de conseguir material exclusivo.
― ¿No te parece mucho usar esa clase de material? ―Preguntó Oriana―. Porque imagino que la gente que salga en esos videos no nos estará dando su consentimiento. 
―Ya lo sé, pero esto lo hablamos la otra vez. Chicas, si vamos en serio tendremos que traspasar algunos límites. Para que nuestra web compita con Uvisex tendremos que jugar sucio. No me gusta tener que hacerlo, pero… es solo temporal. En cuanto consigamos nuestro objetivo, damos de baja nuestra web y esos videos no se van a ver más. 
―Está bien… ―dijo Oriana―. Acepto, solo porque es temporal.
―Lo que a mí me pone muy mal es que tengamos que usar el material porno de Mercedes ―dijo Xamira―. Ella me cae bien. Pero ojo, no estoy diciendo que no lo usemos, solo digo que me desagrada tener que hacerlo. 
―Todas vamos a tener que hacer cosas que nos desagradan ―dijo Erika―. Y lo que más me jode es tener que mandarle fotos porno a ese gordito hijo de mil putas… ―Todas se rieron― Hey, hablo en serio ―las risas se volvieron más potentes. Cuando Erika se enoja hace muecas y gestos que resultan muy graciosos y sus amigas no pudieron contener la tentación―. Mientras se ríen, piensen en cómo se van a sacar las fotos desnudas para mandárselas hoy mismo al Japo.
Las risas cesaron. 
Las cuatro resolvieron que lo mejor sería sacarse fotos la una a la otra y hacerlo lo más rápido posible, sin pensar demasiado en el asunto. Esa misma noche el Japo recibió cuatro fotos de bellas mujeres desnudas. No eran especialmente originales, simplemente se pararon frente a la cámara, posaron con naturalidad y nada más, pero le sirvió para descargar su libido. Con esto le confirmaban que aceptaban las condiciones que él había impuesto y ni siquiera eran las últimas fotos que recibiría en la semana… o en el mes. Ya tendría tiempo para ser más exigente con estos “pagos en especias”. 

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Al día siguiente realizaron una reunión en la sede del club. Habían dejado una publicación en la web del instituto anunciando que recibirían a cualquier persona que les ofreciera un caso interesante para investigar. 
Creyeron que tardarían días o semanas en recibir la primera visita, pero se encontraron con un pasillo lleno de gente esperando. Algunos estaban ahí simplemente por curiosidad o para acompañar a algún amigo o amiga. A esos los despacharon al instante, aún así quedaron unas diez personas que aseguraban tener el caso más interesante de todos. Cuando Erika preguntó por qué el repentino interés por colaborar con el club, la respuesta fue unánime: ya había trascendido la noticia de que ellas habían logrado exponer las mentiras de Dalma Leone y el asunto del despido de la profesora Brenda Ramallo.  
―Bueno, al parecer nuestra reputación está aumentando ―dijo Oriana, muy entusiasmada. 
―Solo espero que esta vez tengamos un caso sin tantas connotaciones sexuales ―dijo Siara. 
Y allí fue donde se equivocó. 
Los rumores volaron rápido y el club Veritas Sectatores se ganó la fama de resolver inconvenientes de índole sexual. 
El primero en entrar fue Marito Marín, un compañero del curso de Oriana, y dijo la frase que ella tanto temía:
―Creo que mi novia me pone los cuernos. 
―¿Cómo se llama tu novia? ―Preguntó Erika.
―Alba Cesare.
Las cuatro chicas intercambiaron miradas al recordar la situación que Oriana atestiguó en el baño. Todas comenzaron a idear una forma de zafar de esta situación incómoda. Sabían que las sospechas del pobre Marito eran ciertas, Alba fue vista tragando verga dentro del cubículo de un baño.
―Los motivos que tengas para sospechar de tu novia, son tema tuyo ―dijo Siara―. No estamos buscando casos de posible infidelidad.
―Pero… pero… es lo típico que tiene que resolver cualquier detective privado.
―¿Y por qué no contratás uno? ―Le sugirió Oriana que aún tenía muy fresco en su memoria la increíble felación que hizo Alba.
―Porque no tengo plata para pagarlo. Pensé que ustedes podían ayudarme ―el pálido muchacho, con la cara picada por el acné, parecía abatido. Erika se apiadó de él y le dijo:
―Oficialmente no vamos a tomar tu caso, pero si llegamos a ver a Alba en alguna actitud sospechosa, te vamos a avisar.   
―¿De verdad? ―Marito mostró una sonrisa bobalicona. 
―Sí, quedate tranquilo ―respondió Oriana―. Y no deberías desconfiar tanto de tu novia si no tenés evidencias. Porque no tenés… ¿cierto?
―Em… no, no tengo… es solo… la sensación… y es que ahora se está juntando con otros amigos. Esos que andan siempre cerca de Fermín Lanzani. No me inspiran ninguna confianza. Pero si ustedes me van a mantener informado, se los voy a agradecer mucho.
Marito Marín salió del salón y lo primero que dijo Oriana fue:
―Pobrecito, dentro de poco va a estar rayando el techo con los cuernos. No entiendo cómo una diosa como Alba se puso de novia con este muñeco de trapo. 
―Y para colmo ahora anda con Fermín y sus amigos ―dijo Xamira―, que tienen fama de ser bastante promiscuos. Más de uno ya habrá puesto sus garras en el cuerpo de Alba. 
―Sí, es lo más probable ―acotó Oriana.
Tuvieron que rechazar otras dos propuestas. Una vino de una chica de tercer año llamada Leticia Franco quien aseguraba haber visto un fantasma deambulando por los pasillos del instituto a la noche.
―Les juro que lo vi… con mis propios ojos. Me quedé estudiando hasta tarde en una de las aulas del tercer piso, y cuando estaba por bajar la escalera vi algo a mi derecha, al fondo del pasillo. Una figura femenina, inmaculada. Casi me muero del susto. O sea, ¿saben a lo que me refiero con inmaculada? Emitía luz. La mujer tenía luz propia… ojos muy negros, aspecto cadavérico… y cadenas. Estaba desnuda, solo tenía unos trapos rotos encima, que no le cubrían mucho. Es lo más aterrador que vi en mi vida… y yo ni siquiera creo en fantasmas. 
―Lo siento mucho ―dijo Siara―. No somos cazafantasmas…
―Aunque a mí me encantaría serlo ―dijo Erika―, si es que los fantasmas fueran reales. Que no lo son. 
―¿Me estás tratando de mentirosa?
―No, Leticia ―intervino Siara―, solo está diciendo lo mismo que pensamos todas. ¿Cierto? ―Miró a Xami y a Oriana, quienes asintieron con la cabeza―. Los fantasmas no existen. Habrás visto otra cosa… o quizás fue una alucinación, producto del cansancio. 
―O un sueño ―dijo Erika―. A mí me pasó eso de soñar con algo tan vívido que después creí que había ocurrido de verdad.    
―No fue un sueño… yo sé lo que vi ―solo recibió silencio como respuesta―. Está bien, me voy. No me gusta que me traten de loquita. Pero cuando venga alguien más a decirles que vio un fantasma, acuérdense de mí.
El otro caso rechazado fue el que propuso una alumna con la que Erika estaba entablando una bonita amistad.
―Natacha! ―Saludó a la pelirroja ni bien cruzó el umbral de la puerta. Se abalanzó sobre ella y le dio un fuerte abrazo con la potencia de un oso. La pobre chica no pudo hacer más que permanecer muy quieta y rogar para que sus costillas no se partieran―. Ella es Natacha Van Craven ―la presentó ante Oriana y Xamira―. Somos compañeras del club de cosplay. La estuve ayudando con el outfit de Erza Scarlet, de Fairy Tail ―Oriana y Xamira intercambiaron miradas, no tenían ni idea de lo que estaba hablando Erika―. Son unas incultas. No sé para qué me molesto en explicarles. En fin, toma asiento, Natacha. Y desde ya te digo que aceptamos cualquier caso que nos propongas.
―No nos apresuremos tanto ―dijo Siara―. Antes me gustaría escuchar en qué consiste el caso que Natacha quiere proponer. 
―Emm… es un tema delicado, pero creo que ustedes son las más indicadas. Les ruego que no le cuenten a nadie que yo les hablé de esto, porque ni siquiera estoy segura de lo que estoy haciendo. Solo me baso en rumores… en lo que dicen las malas lenguas.
―¿Y qué dicen las malas lenguas? ―Preguntó Erika, con sumo interés mientras volvía a su asiento.
―Tengo entendido que vos sos amiga de Dalma Leone ―dijo mirando a Xamira.
―Era amiga de Dalma.  
―Bueno, sí… me imagino que después de lo que pasó, la amistad entre ustedes se debe haber deteriorado mucho. Los rumores que yo escuché tienen que ver con su mamá: Emilia. ―Todas se pusieron muy tensas―. La gente habla en los pasillos y dicen que Emilia está detrás de algo muy turbio que tiene que ver con sus chicas becadas. Como que… saca algún tipo de provecho de ellas. 
―¿Qué sabés sobre ese tema con exactitud? ―Preguntó Siara. 
―Nada. Solamente lo que acabo de decirles. Pero me parece que es un buen punto de partida para una investigación. ¿No lo creen? 
―Es posible ―dijo Xamira, consideró que ella era la más apropiada para hablar sobre este asunto tan delicado―. Esos rumores no están tan errados, y como yo también mantuve una relación cercana con Emilia, por ser ella la madre de mi mejor amiga, estoy al tanto del asunto. No puedo darte detalles, porque le prometí a Emilia que la dejaríamos en paz si abandonaba el sistema de becas. Prometió que ya no lo haría más.
―Ah… así que… les traje un caso que ya está resuelto…
―¡Ufa! ―Protestó Erika, dando un fuerte pisotón―. Yo quería ayudarte con tu caso. 
―No importa, será para la próxima ―la pelirroja mostró una tímida sonrisa―. Lo importante es que el asunto de Emilia ya se terminó. ¿Se puede saber qué clase de ventaja sacaba ella de las chicas becadas?
―Lo siento, pero no podemos decirlo. La junta directiva del instituto nos tiene prohibido hablar de ese tema.
―Ah, sí… me imaginé. En la junta directiva se toman muy en serio estos casos, en especial Noemí García. Es una mujer muy aplicada en su trabajo. Es una pena que Fermín y sus amigos la hayan humillado de esa manera en el curso.
―Sí, lamentablemente no podemos hacer nada al respecto ―dijo Siara―. Noemí tiene más poder que nosotras para manejar ese asunto.
―Claro, por supuesto. Bueno, no les robo más tiempo. Gracias por ayudarme. Ah… Erika, te espero mañana en el club de cosplay. El outfit de Erza Scarlet ya está casi listo, pero necesito de tus toques mágicos.
―Contá conmigo. Hago lo que sea por un buen cosplay.
Cuando Natacha se retiró entró una rubia de ojos azules de larga melena y bucles perfectos. Al principio creyeron que se trataba de una alumna de tercer año, pero al observarla detenidamente se dieron cuenta de que debía tener unos treinta años.
―Hola chicas, encantada de conocerlas ―dijo la rubia con una amplia sonrisa―. Yo soy Stefany Lemmens, profesora de arte. Además de dar varios cursos en el instituto, también estoy a cargo del club de arte. Quizás este tema tendría que presentarlo ante la junta directiva, pero… algo me dice que ustedes van a ser más discretas. Se trata de investigar a un alumno, y no quiero que él tenga problemas por esto.
―¿De qué alumno estamos hablando? ―Preguntó Oriana.
―¿Conocen a Diógenes?
―¿Ese no es tu ex novio, Siara? ―Preguntó Erika.
―No, tarada. Te dije veinte veces que nunca tuve un novio llamado Diógenes. Está hablando del chico del 1-C. El que nos ayudó a reunir información sobre la profesora Ramallo.
―Ah… sí, ya me acordé. ¿Qué pasa con él? Parece un buen pibe.
―Y creo que lo es ―aseguró Stefany―, y además es un alumno sumamente talentoso. Sus dibujos siempre nos dejan sorprendidos… en más de un sentido. Tiene un estilo realista bastante impresionante y… no sé cómo decir esto. Mejor se los muestro.
La profesora tendió una carpeta con dibujos de gran calidad. En todos ellos se veía la figura de una mujer regordeta de grandes pechos, completamente desnuda. En algunos mostraba poses bastante explícitas.
―¿Te molesta que haga dibujos porno? ―Preguntó Erika.
―Em… no, no… a mí no me molestan los desnudos artísticos, para nada. Lo que me incomoda no son los dibujos en sí… sino la modelo. Esa mujer es la madre de Diógenes.
Las cuatro chicas se quedaron boquiabiertas y el silencio reinó por unos segundos.
―¿El pibe dibuja a la madre desnuda? ―Preguntó Oriana.
―Eso es lo que estoy sospechando. Antes creía que era una modelo cualquiera, quizás alguna mujer que subía fotos a internet, hasta que hace poco conocí a la madre de Diógenes personalmente y no pude dejar de notar el parecido con sus dibujos. 
―¿Y qué problema hay si la madre le permite dibujarla? ―Preguntó Xamira.
―Si ella lo permite… em… no habría ningún problema. El tema es que no sé si esta mujer sabe que su hijo la está dibujando. No tiene pinta de ser de las que se prestan a modelar desnudas. Si ustedes la conocieran pensarían lo mismo que yo. Es una mujer amorosa, muy chapada a la antigua. Se viste como si viviera en los años cincuenta. 
―Ah… interesante ―dijo Siara―. Diógenes podría estar usando otras modelos, y luego les pone la cara de su madre, por algún motivo perverso, o quizás esté usando fotografías privadas de ella, sin su consentimiento…
―O tal vez la madre solo posa para él ―insistió Xamira.
―Sí, es una opción ―dijo Stefany―, de todas maneras, si es la madre, no me parece apropiado que haga dibujos como éste ―sacó otra hoja de la carpeta. Allí vieron a la mujer con los ojos cerrados, una pose sensual y el glande de una ancha y larga verga entre sus labios. 
―¡A la mierda! ―Exclamó Erika―. Esto ya es otra cosa. Entonces el problema sí son los dibujos porno.
―A ver, es cierto que es un dibujo más pornográfico que artístico ―dijo Stefany―, no es la búsqueda del club de arte. Pero podría aceptarlo si la modelo no fuera su propia madre. ¿Me explico? 
―Sí, entendimos perfectamente ―aseguró Siara―. Hiciste bien en contarnos esto a nosotras. Las arpías de la junta directiva hubieran expulsado a Diógenes sin darle el beneficio de la duda. 
―Nosotras vamos a averiguar cómo hace estos dibujos ―dijo Oriana―. Creo que hablo por mis compañeras cuando digo que aceptamos el caso ―las demás asintieron con la cabeza.
―Se los agradezco mucho. Ojalá todo sea una confusión. No me gustaría perder a un alumno tan talentoso como Diógenes. 
La profesora de arte se despidió luego de darles su número de teléfono para que la mantuvieran al tanto de cualquier novedad.  
La siguiente persona que entró les pareció un muchacho con rasgos atractivos, mandíbula ancha, nariz larga y recta, grandes ojos verde con mirada penetrantes, cabello negro corto, rapado en la sien izquierda, espalda ancha y su camiseta verde oscuro sin mangas dejaba ver sus brazos tonificados. Además tenía puesto un pantalón camuflado, que le daba un fuerte aspecto militar. 
Las cuatro chicas se quedaron boquiabiertas cuando se presentó como Aldana Bengoechea y dijo que cursaba en el 2-D. Ahí cayeron en la cuenta de que no se trataba de un hombre con ciertos rasgos femeninos, sino de una mujer con marcados rasgos masculinos. 
―Me dicen “La Vasca”, por si no se acuerdan de mi apellido. La gente suele complicarse con el Bengoechea. ―Habló con los codos sobre la mesa y una actitud combativa, como si fuera un soldado―. También pueden decirme Aldana, aunque no me gusta mucho ese nombre. Es muy de barbie. No me representa.
―Ya lo creo ―dijo Erika.
―¿Estás insinuando algo, Tetamantis?
Erika abrió mucho los ojos y retrocedió con silla y todo. Por un momento creyó que esa chica le daría un golpe en toda la cara. “Si esta me agarra, me mata”, pensó aterrorizada.
―Eh… no, no… solo que… em… como vos dijiste… Bendegachas es difícil de pronunciar. Es más fácil decirte Vasca.
―¿Me estás tomando el pelo, pendeja? ―Aldana golpeó la mesa con sus palmas.
―No, para nada ―intervino Siara, con total tranquilidad―. Es así de pelotuda todo el tiempo. 
―Tenés buenos brazos ―dijo Xamira, para cambiar el tema―. ¿Hacés alguna rutina en algún gimnasio? A mí me gusta mucho el fitness.
La Vasca se relajó un poco y bajó la guardia, aunque mantuvo el semblante serio.   
―Participó en el club de boxeo desde que entré al instituto el año pasado. Y justamente de eso quiero hablarles. Ese club era muy bueno, teníamos gente de bien, pero ahora, con la llegada de Fermín Lanzani y sus amigotes, todo se fue a la mierda. 
―Estoy empezando a sospechar que cada vez que hay quilombos en este instituto, ese tal Fermín Lanzani está involucrado ―dijo Oriana.
―Y así es. Ese pibe es una basura. Se cree el dueño del instituto, todo porque su papá es un capo de la mafia.
―Me parece muy de película eso de “capo de la mafia” ―dijo Siara.
―Pensá lo que quieras, pero es verdad. Su papá, Octavio Lanzani, está metido en un montón de negocios turbios con gente muy poderosa: políticos, sindicalistas, jueces, y un largo etcétera. Pero no me importa. Lo que me jode es que ya no podamos tener ni una sola clase de boxeo como corresponde. Ese hijo de puta de Lanzani siempre arruina todo, y nadie hace nada. Por eso vine a hablar con ustedes. 
―Me parece que te estás equivocando de club ―dijo Xamira―. Nosotras no podemos echar a patadas a Fermín, aunque nos caiga tan mal como a vos. Nuestro trabajo consiste en hacer averiguaciones para resolver misterios. Somos un club de detectives, no matonas profesionales. 
―Eso lo entiendo perfectamente. Si fuera por sacar a Lanzani a golpes, lo haría yo misma. Pero sé que con eso no va a alcanzar. Es necesario que lo expulsen. Y a ver, sé lo que me van a decir: “Es imposible hacer expulsar a Lanzani, porque su papá tiene mucho poder y da muchas donaciones al instituto”. Sin embargo, yo no pido que lo expulsen del instituto, solo del club de boxeo. Y eso sí es posible, si es que ustedes consiguen demostrar que él y sus amigos están violando las normas del club.
―¿Creés que simplemente lo van a echar del club por violar las normas sin que su padre intervenga? ―Preguntó Siara.
―Sí. Porque me contó un pajarito que a Octavio Lanzani no le gusta que su hijo practique boxeo. Bah, en realidad no le gusta a la madre de Fermín. Es una mujer que sufre mucho de los nervios y se pone muy mal cada vez que ve a su hijo con marcas de golpes en la cara. Octavio Lanzani está buscando cualquier excusa para sacar a su hijo de ese club. Ustedes solo tienen que darle esa excusa. 
―¿Y quién te contó todo eso? ―Preguntó Erika.
―Alguien que no es de tu incumbencia, mocosa. 
―Bueno, bueno… calma ―intervino Xamira―. No nos importa quién te lo contó, si nos asegurás que es cierto.
―Es totalmente cierto. La persona que me lo dijo es de absoluta confianza. 
―Muy bien. Creo que podemos ayudarte en este caso ―dijo Xami―. Yo misma podría anotarme en el club de boxeo, hace rato que pienso en hacerlo. Esta es la excusa perfecta para empezar. 
―Bien, si tenemos a una informante interna, va a ser mucho más fácil ―aseguró Oriana―. Mientras tanto yo voy a hablar con Sofía Levitz para averiguar cuáles son las normas del club de boxeo. 
―¿Lo puedo hacer yo? ―Propuso Erika―. Aceptamos resolver dos casos y seguramente tendremos que dividirnos en dos parejas. Yo siempre estoy con Siara y vos pasaste mucho tiempo con Xami. Creo que es un buen momento para que cambiemos un poco.
―Ah, me parece una gran idea ―dijo Oriana, con una gran sonrisa―. Ayudá a Xami con el caso del club de boxeo y yo voy a trabajar con Siara en el caso del club de arte.
―Entonces ¿lo van a hacer? ―Preguntó la Vasca. 
―Sí. Aceptamos el caso ―dijo Xamira―. Mañana mismo me anoto en el club de boxeo y empezamos a trabajar.
―Perfecto. Cuando vayas, buscame a mí directamente. Vas a ser mi sparring personal ―dijo esto con una extraña mueca en los labios. 
“Terminator puede sonreír”, pensó Erika.
A Xamira pareció gustarle la idea de entrenar junto con Aldana. Cuando ésta salió del salón, las chicas tuvieron que decirle a los alumnos que aún quedaban en el pasillo que ya no tenían lugar para tomar más casos. Algunos protestaron, otros aseguraron que el caso que traían era demasiado importante como para dejarlo pasar; pero el club Veritas Sectatores fue tajante. Siara dijo: “Estamos cortas de personal. Hasta que no tengamos más miembros activos en el club, no podremos tomar nuevos casos”. 
Y al instante se escuchó una voz detrás de todos los estudiantes:
―A mí me gustaría ser miembro del club. 
La gente se apartó para poder ver a la persona que había hablado. Todos la reconocieron al instante, no había un solo alumno que no hubiera escuchado hablar de ella y de su peculiar situación estudiantil. 
Responde al nombre Yelena y es la única chica transgénero de todo el instituto.    





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