La disciplina de mamá 6. El viaje (2)

Mamá jugaba con mi polla por debajo de la mesa con su pie. Notaba la presión de la punta de su tacón sobre mi pene e intentaba que no se notara en mi cara lo caliente que estaba. Ella charlaba con normalidad con Júlia, que sentada a mi lado, ignoraba lo que ocurría por debajo de la mesa.
Esa misma mañana mamá había pagado a Ana los artículos que había escogido de la tienda y nos habíamos despedido de aquella gorda mujer no sin antes acordar que nos vendría a visitar al pueblo algún fin de semana. Con Vicky, la preciosa muchacha de ojos claros, habíamos quedado aquella noche para cenar en la habitación de nuestro hotel. Después habíamos cogido el coche y mamá condujo hasta el centro donde, tal y como había prometido, comimos en un restaurante elegante. Mamá misma había escogido lo que yo comí, sin dejarme hablar delante del solicito camarero. Me trataba como a un niño pequeño. Después habíamos hecho un par de paradas más en algunas tiendas, pero mamá no me dejó salir del coche y yo no sabía lo que había comprado. Finalmente nos dirigimos a nuestra cita con Júlia.
Cuando se acercó a nosotros y me saludó dándome dos besos recordé lo guapa que era: Su rostro tenía un aire de inocencia y bondad, acentuado por unas facciones finas, ojos azules, piel blanca y una preciosa melena de color castaño claro, casi rubio. Era delgada, algo más bajita que yo. No destacaba por su busto abundante, aunque debajo de la veraniega camiseta de tirantes yo podía imaginar dos duras manzanas coronadas por unos deliciosos pezones.  Después de las presentaciones con mamá nos sentamos en una mesa de la cafetería y empezamos a charlar de banalidades.
En seguida mamá y ella empezaron a charlar dejándome un poco al margen. En aquel momento noté un pie acariciándome y presionándome el paquete y aún me quede más callado, intentado disimular mi erección y nerviosismo. Temía que mamá, en algún arranque de sinceridad, le enseñara los fotos y vídeos que me había grabado, temía que me ordenara que me bajara los pantalones para que Júlia pudiera ver el tanguita de hilo de rojo de mi hermana que yo vestía. Mamá, pero, se comportaba perfectamente salvo por su pie.
-Así que has leído mis dos primeros libros.
-Si Doctora Gómez. Sinceramente creo que tiene usted razón, debemos substituir a los hombres al frente de nuestra sociedad si no queremos acabar autodestruyéndonos. –La voz de Júlia sonaba dulce, firme e impregnada de idealismo. – Lo que no se es como lograrlo.
-De eso hablé en otros libros, pero quedaron descatalogados. Los viejos y machistas catedráticos creían que eran demasiado “escandalosos y radicales” y los hicieron desaparecer. Ahora solo se pueden encontrar en ciertos círculos. Si me das tu dirección te los enviaré.
-No creo que a Júlia le interesen. –Interrumpí alarmado. No sabía mucho de esos libros, pero por lo que había dicho Vicky en la tienda hablaban, precisamente, de cómo someter a un hombre tal y como estaba haciendo mamá conmigo.
-Cariño no seas maleducado. – El tono de voz de mamá era de ligera reprimenda. Yo sabía que cuando estuviéramos solos me haría pagar mi comentario. Pensar en el castigo aumento mi excitación.
-Tu madre tiene razón. –Continuo Júlia divertida. – Seguro que son muy interesantes, Doctora.
-Por favor, llámame María, hace años que no ejerzo y eres amiga de mi hijo. –La conversación entre ellas continuó. Júlia le preguntó a mamá porque se había retirado y ella le dio un seguido de razones Hablo del machismo y hostilidad de los otros académicos, del matrimonio y la maternidad y finalmente sobre los viajes que había realizado después de retirarse. Yo me había enterado aquella misma mañana por las conversaciones que habían tenido con Ana y Vicky que durante ese tiempo mamá había ejercido como una especie de Ama o Dominatriz sexual.
-¿Y cómo va la vida en el pueblo? – Me preguntó Júlia. -¿No te aburres?
-No creas. –Respondió mamá por mí. Me estaba tratando como a un crio delante de Júlia y aquello me hizo enfadarme y recuperar parte del orgullo que había perdido durante los últimos dos días y medio. Ella siguió hablando. – Pasamos muchos ratos juntos, recuperando el tiempo perdido. Además nos estamos aficionando a la fotografía, por decirlo de algún modo, “artística”. Ya tenemos una buena colección. Tal vez algún día te gustaría ver…
-No creo que a Júlia le interesen nuestras fotos. – Interrumpí yo. En el momento en que lo dije me di cuenta que una vez a solas mamá me castigaría. Su mirada indicaba claramente lo mal que le parecía que yo la hubiera interrumpido. Me encogí y callé para no empeorar la situación.
-Claro me gustaría. –Respondió Júlia con su preciosa sonrisa.
(…)
Después de un rato más de conversación nos despedimos y mamá le hizo prometer a Júlia que nos visitaría en el pueblo. Al llegar al coche me apretó con fuerza el paquete y con su voz más autoritaria me dijo:
-Muy mal cariño. Creía que te portarías bien, has sido maleducada y has interrumpido mi conversación con Júlia. Las buenas zorritas no le hacen eso a sus mamis. Al llegar al hotel tendré de castigarte.
No tardamos mucho en llegar. Mamá cogió algunos de los artículos de los que había comprado y nos subimos a la habitación. Aún faltaban un par de horas para que llegara Vicky y teníamos tiempo para que mamá me aplicara el castigo.
El cuarto era la típica habitación de hotel con una cama amplia, una mesa con algunas sillas y un cuarto de baño con bañera. Al entrar mamá dejó las bolsas y empezó a desnudarse mientras me ordenaba que yo hiciera lo mismo, salvo por mi tanguita. Ella tampoco se desnudó del todo y se quedó en bragas, eran de color carne, lo más alejado de la ropa interior sexi que podía uno imaginar. Para mí, pero, aquella visión era excitante y debajo mi tanga mi polla empezó a crecer. Mamá me ordenó acompañarla al baño y yo seguí su redondo culo. Se sentó en la taza del baño y sin quitarse las bragas empezó a orinar. Rápidamente la tela se empapó de su pis. Cuando terminó se quitó las bragas y me ordenó que abriera la boca. Cuando las mojadas bragas de mamá entraron en mi boca noté un fuerte y desagradable sabor. Reprimí una arcada de asco.
-¿Acaso a mi zorrita no le gustan las braguitas meadas de mami? – Me dio dos fuertes bofetadas y tirándome del pelo me llevó al cuarto. De una de las bolsas mamá sacó la mordaza con la bola roja que había comprado en la tienda de Ana y me la puso sobre las bragas. Con la mordaza y las bragas de mamá yo notaba mi boca llena, pero al ver que podía respirar bien por la nariz me sentí aliviado. Seguidamente mamá sacó un par extrañas muñequeras de cuero que acto seguido me colocó. Me quitó el tanga, dobló mis brazos detrás de la espalda con fuerza y unió las muñequeras con un cierre que incorporaban. Me puso de rodillas sobre la cama con el culo en pompa. – Mi zorrita virgen se merece un buen castigo. – Me dio dos fuertes cachetadas con la mano desnuda. Se levantó y de otra bolsa sacó una pala de unos cuatro dedos de ancho y un palmo y medio de largo. Me la enseño bien. –Así se te quitaran las ganas de interrumpir a mamá cuando hable. – El primer golpe sobre mis nalgas fue realmente doloroso. Perdí pronto la cuenta. Unos minutos después mi culo ardía de dolor. Mamá paró y me agarró del paquete. Mi pene estaba otra vez completamente flácido. Empezó acariciarme y cambió el tono de su voz, de autoritario a infantil y juguetón.
-Pobrecito el niño de mamá ¿He sido muy dura con mi zorrita virgen? – Mamá me dio la vuelta y yo quede bocarriba con las piernas separadas. Ella se puso mi polla en su boca y esta rápidamente se endureció. Pronto empecé a olvidar el dolor de mi culo para concentrarme en el placer. Ella se sacó la polla de la boca y se incorporó sobre mí. Acarició mi mejilla. – Tranquilo mi niño. ¿Quieres que mami té suelte, quieres que mami sea buena contigo? – Yo afirmé.- Muy bien, mami te soltará e iras a ducharte y a lavarte bien los dientes y la boca. No queremos que cuando llegue Vicky la boca te huela a meado de mami. -Mamá me desató, me quitó la mordaza y las bragas sucias de la boca. Desnudos los dos me observó mientras yo me limpiaba la boca y los dientes a conciencia. Cuando terminé me llevo a la ducha y empezó a frotarme y lavarme. Ella también se enjabonó y aclaró.
-Cariño ¿Por qué no ayudas a mami a relajarse? – Me mostró su peludo coño y yo, que ya sabía lo que quería, me puse de rodillas en la bañera. Mamá no tardó mucho en correrse.
(…)
Vicky llegó puntual. Llevaba la misma ropa que durante la mañana, un vestido ajustado y negro. Mamá llevaba un albornoz del hotel y debajo yo había visto que se había puesto un conjunto de lencería negro que dejaba poco a la imaginación. Vicky y mamá se saludaron con dos besos.
-Uff. Que día. –Dijo la joven. – Ni siquiera he tenido tiempo de pasar por casa y ducharme. – Mientras decía eso me miró. Yo estaba tumbado en cama. Después de ducharnos mamá había limpiado bien la mordaza y me la había vuelto a colocar. Otra vez me había atado mis manos detrás de la espalda y me había vestido con unas exiguas braguitas de las que había comprado esa misma mañana. Se trataba de unas braguitas blancas con dibujos animados estampados, más propias de una niña. Me estaban pequeñas y más ahora que yo estaba empalmado pues mamá había pasado el resto de la tarde provocándome si dejarme descargar. Mamá también me había peinado y mi pelo, que era algo largo, estaba adornado con dos pequeñas coletas que se levantaban a lado y lado de mi cabeza.
-¿Cómo está mi zorrita? – Se acercó y me saludó frotando mi erecto pene por encima de las braguitas. – Que guapa estas con estas braguitas. –Se inclinó sobre mi cara y lamió mis labios y la bola de la mordaza.
-Esta cachonda. – Contestó mamá por mí. –He tenido que castigarlo y no le he dejado descargar.
-Pobrecita zorrita. –Respondió Vicky mientras cogía el menú del hotel que mamá le tendía. Ordenaron la cena y pidieron que se la sirvieran a la habitación. Mamá le pidió a Vicky que me llevara al baño mientras los camareros preparaban la mesa y dejaban la cena en el cuarto. Cuando estábamos allí Vicky se quitó el vestido y me mostro su cuerpo con el mismo conjunto de lencería azul transparente que yo ya le había visto aquella mañana. Vi los labios de su vagina a través de la telilla azul y me encendí aún más. Yo seguía atado y amordazado. Ella me tumbó en el frio suelo y empezó a frotar su pie contra el bulto de las braguitas.
-¿Te alegras de verme zorrita? –Solo pude gemir. Con sus dedos de los pies corrió la tela y liberó mi pene. -Ya veo que sí.- Se sentó encima de mí a horcajadas, cogió mi pene y levantando un poco su tanga lo encajono entre la tela y su depilado coño y empezó a pajearme con su vagina y su ropa interior. -¿Te gustaría follarme zorrita virgen? A mí también, pero no puede ser. Tu mami tiene esa primicia. –Se inclinó sobre mí y lamió mi cara. Me susurró a escasos centímetros con un sensual tono: - Pero no te preocupes. Tu mami me ha prometido que esta noche me follare tu culito estrecho. -Instantes antes de correrme mamá nos interrumpió entrando en el baño, frustrando mi corrida y dejándome más cachondo aún.
-La cena esta lista. – Vicky se levantó de encima y volvió a subirme mis bragas. Me llevo arrastrándome de una de las coletas del pelo al cuarto. Allí, sobre la mesa, había algunos platos con comida, una botella de vino y dos copas. – Me temó que le he dicho a Vicky lo guarrita que eres y como te gusta que te den comer. – Me pusieron de rodillas a los pies de la mesa y me quitaron la mordaza. Ambas en ropa interior empezaron a cenar mientras yo las miraba. Reían y charlaban. Cuando a mamá le pareció se puso un trozo de pescado en salsa en la boca y lo masticó con parsimonia mirándome. Se inclinó sobre mí y yo abrí la boca, sabiendo lo que esperaba. Mamá dejo caer la porción de pescado y saliva sobre mi boca. Engullí hambriento.
-Gracias mami.  – Dije mientras Vicky lo celebraba con una risa.
-Déjame probar, María. – Ella masticó un trozo de carne e imito a mamá. Yo agradecí complacido.
-No té llenes que antes ya he comprado tu cena. -Esperé a que ellas terminaran de comer, expectante por saber cuál sería la cena, y más importante como me seria dada. Cuando terminaron mamá se levantó e hizo lo mismo conmigo. Me desató brevemente las manos para volverlas a atar detrás del respaldo de la silla en la que me había sentado. De una de las bolsas saco más de aquellas restricciones de cuero y me las puso en los pies atándome a las patas de la silla, manteniendo mis piernas separadas. Para acabar me bajo las braguitas lo suficiente para liberar mi polla y huevos, que hacían tope con la tela arrugada. De otra de las bolsas mamá saco dos botes de papilla infantil y una chuchara.
-Creo que es lo indicado para un niñito de mamá virgen como tú. –Mamá y Vicky soltaron una carcajada. Mamá destapó el primer bote y se sentó sobre una de mis piernas. Escupió en una generosa cucharada y me la puso en la boca. El sabor era horrible pero engullí con una mueca de asco. – ¿No le gusta a la zorrita su papilla? –Dio dos golpecitos al bote y señaló el otro que reposaba encima de la mesa. –Si la zorrita no se come toda su papilla no habrá postre. –Esta vez escupió varias veces dentro de la papilla mientras lo removía con la cuchara. Volvió a darme otra y engullí intentado obviar el asqueroso sabor. Mamá siguió dándome una cucharada tras otra.
-Vamos come zorrita que tienes que coger fuerzas para esta noche ¿No irás a hacer quedar mal a mami enfrente de Vicky? – Al oírse noté la mano de la preciosa mujer acariciando mi oreja por detrás. Acercó su boca a mi oído. – Vamos zorrita come, que si te portas bien mami y yo tenemos pensado un postre delicioso. Me han dicho que te encantan las natillas. – Recordé la primera noche con mamá, como había despatarrado las natillas por su cuerpo y coño peludo y yo había devorado aquel manjar. Excitado me acabé rápidamente el primer bote de papilla.
-¿Quieres que Vicky te dé el segundo bote? – Preguntó Mamá y sin dejarme responder se levantó de mi pierna y automáticamente fue Vicky la se sentó sobre una de mis piernas con la papilla y una cuchara en su mano. Otra vez de cerca admiré aquel cuerpo cubierto por aquel exiguo conjunto de lencería transparente. Me fijé en sus pezones, que se mostraban duros y pegados contra la tela. Vicky, al igual que mamá, soltó generosos salivajos mientras removía la papilla. Llenó una cucharada y en lugar de dármela en la boca se la esparció por el pecho, cerca del sujetador.
-¡Que torpe soy! ¿Porque no me ayudas a limpiarme un poquito? –Su voz era burlona. Yo me incliné todo lo que pude y empecé a lamer hasta que aquel trozo de piel quedó reluciente. Llenó otra cucharada y esta vez fue bajando hasta dejar caer la papilla en mi capullo. Un enorme goterón de papilla empezó a bajar por el tronco de la polla. La papilla estaba fría y tuve escalofrío. Con la misma cuchara Vicky recogió la papilla y me la puso en la boca. Yo comí ávido. En aquel momento estaba demasiado cachondo y hubiera comido cualquier cosa que me hubieran dado aquellas dos diosas.  – Que zorrita eres. – Me dijo Vicky con una sonrisa. Volvió a escupir dentro del bote y esta vez me puso la cucharada directamente en la boca. Varias veces alternó entre darme la papilla directamente en la boca o esparcirla por su escote y comí obediente hasta que no quedo nada.
-Vicky, cariño. ¿Por qué no le das a la zorrita la primera parte del postre?–Mamá nos había observado complacida. Más de una vez yo había buscado su mirada. Era de reconocer que Vicky era, a priori, mucho más atractiva que mi madre, para empezar tenía más de veinte años menos. Pero mamá era mi ama. Yo le había entregado mi voluntad hacía menos de tres días y no lamentaba mi decisión. En el fondo me encantaba que me compartiera con Vicky, pero no habría cambiado de ama por ninguna razón.
Vicky dejó de estar sentada encima de mi pierna para ponerse de rodillas. Empezó a lamer con suavidad mi pene y limpiarlo de los restos de papilla que había dejado caer por él. Miró a mamá con una mueca de asco.
-Mira que es mala esta papilla. Creo que la zorrita se merece un buen premio. – Se puso el capullo en la boca y fue tragándose mi pene hasta el fondo. Volvió a subir lentamente con la cabeza y a mitad de mi polla cerró sus labios y empezó un profundo sube y baja. Gemí y miré a mamá suplicando su permiso para correrme.
-Córrete en la boca de Vicky mi amor.  – Dijo acariciándome el pelo. La boca de Vicky se movía arriba y abajo a una velocidad endiablada. Gemí y me corrí apenas unos segundos después de que la mamada hubiera empezado. Vicky se levantó con la boca llena de mi semen, destapó un bol que descansaba encima de la mesa y escupió mi abundante corrida en él. Pude ver que el bol estaba lleno de natilla. Mientras empezaba a removerlo yo miré a mamá alarmado. Ella rápidamente se sentó otra vez encima de mi pierna, me agarro la polla que aún estaba dura después de la corrida y empezó a pajearla con fuerza. Con la otra mano tiró con fuerza de una de mis coletas obligándome a poner la cara debajo de la suya. Abrí la boca y dejó caer un espeso salivajo. Noté que mi pene aguantaba duro. – Tranquilo mi niñito. Solo le hemos puesto un poco más de proteína a tus natillas. – Para mantenerme cachondo mamá se destapo una de las tetas y puso el pezón en mi boca. Yo succione ávido mientras ella seguía pajeándome. Mamá consiguió su propósito, evitando que mi cabeza se enfriara después del orgasmo y me tenía casi tan caliente como segundos antes de correrme. Aquellos dos pedazos de carne morena me tenían loco. Mamaba el pezón como un niño pequeño. Pude ver como Vicky escupía en el bol y seguía removiendo. Le acercó el bol a mamá que también dejo caer su saliva sobre él. Mamá retiró su teta de mi boca y una cucharada que ya tenía preparada Vicky apareció delante de mi cara. A pesar de la calentura dudé. Mamá me tiró otra de vez de la coleta mientras me abría la boca. Vicky dejo caer el contenido de la cuchara en mi boca y pude ver la espesa mezcla amarillenta donde se apreciaban grumos blancos de esperma. Solo pude tragar.
-Que guarra es. –Le dijo Vicky a mi madre. Esta se levantó y acabó de desnudarse. Miré sus enormes pechos, con las venitas azules que rodeaban las areolas, mire su vientre aún liso a pesar de la edad, sus fuertes piernas y la mata velluda que tenía. La miré pensando que si tenía que comerme las natillas con mi propia corrida mejor que fuera sobre el cuerpo de mi madre. Ella me complació. Me desataron de la silla pero me mantuvieron las manos atadas detrás de la espalda. Mamá acabo de quitarme las braguitas y se recostó en una toalla sobre la cama con las piernas bien abiertas. Vicky se puso de rodillas a su lado con el bol de natillas y la cuchara. A mí me arrastraron hasta que quedé de rodillas delante del cuerpo de mamá.
-Veamos donde quiere comerse las natillas la zorrita. – La voz de Vicky era juguetona. Dejo caer algunas gotas de la mezcla de natilla, semen y saliva entre los pechos de mamá. Pasé mi lengua con avidez sin dejar ningún rastro sobre la piel. Vicky iba derramando natilla por todo el cuerpo de mi madre y yo raudo, acaba con los restos de mi postre. Lamí los pechos de mamá, lamí su vientre, sus muslos, su cuello, urge con mi lengua su ombligo buscando restos de la mezcla. –Así es zorrita virgen. Se una buena guarrilla y deja bien limpita a mami. –Decía mi madre. – Que guarra es, he visto unas cuantas zorras pero no había visto una como esta. –Contestaba Vicky. Finalmente dejó caer los restos de mezcla sobre el coño de mamá. Lo limpie de arriba abajo y lamí casi pelo a pelo buscando cualquier gota, por pequeña que fuera, de mi postre. Cuando el coño estaba bien limpio me concentre en darle placer a mamá. De repente note un fuerte tirón en una de mis coletas y quede boca abajo a los pies de mamá. Vicky ocupó el lugar donde yo había estado hacía apenas unos segundos. – Así se come un coño zorra. – Y Vicky hundió su cara en la mata de pelo de mamá. En aquel momento la odie. Aquel coño era mío y era yo quien debía comerlo. Por otro lado la imagen de aquella belleza dándole placer a mamá era una visión excitante. Realmente Vicky lo hacía mucho mejor que yo y mamá no tardó en llegar al orgasmo. Vicky volvió a tirarme del pelo hasta poner mi cara en la altura de la suya y me plantó un beso en el que pude saborear el orgasmo de mamá.
Las manos de mamá separaron a Vicky de mí y sus piernas me empujaron con suavidad pero firmeza a los pies de la cama. Mamá empezó a besar a Vicky con pasión. Le quitó el sujetador y empezó a acariciarle el pecho. Se puso un pezón en la boca y lo humedeció, volvió a sus labios y con sus dedos empezó a jugar con el pezón. Yo veía todo aquello tan impotente como cachondo, con las manos atadas detrás de  la espalda y mi polla dura y sedienta de caricias al aire. Se estuvieron así, besándose y tocándose, un buen rato hasta que Vicky se recostó sobre mamá, apoyando su espalda en el amplio busto de mi madre, con las piernas abiertas. De otro tirón de mis coletas yo quede enfrente del sexo de Vicky y vi, perfectamente, como la mano de mamá se deslizaba debajo del tanga azul transparente. A través de la tela pude ver como mamá empezaba a masturbar a Vicky. Esta retorcía su hermoso y flexible cuerpo mientras los dedos de mamá penetraban en su vagina frenéticamente, acariciaban clítoris y labios y finalmente provocaron un orgasmo que empapó el tanga de flujos. Vicky y mamá se besaron tiernamente. Fue mamá la que rompió el beso.
-Eres magnífica.
-Gracias María.
-Pobrecita zorrita virgen. ¿Esta celosita de que estamos jugando solitas? –Mamá le quitó las húmedas bragas a Vicky para ponerlas en mi boca. En sabor del orgasmo de la chica era sublime. -  Tranquila, mami no se ha olvidado de ti. Tengo un regalito para ti. -Mamá se levantó de la cama. De una de las bolsas de la tienda erótica sacó un arnés de cintura. Se trataba de un cinturón del cual colgaba un amenazante y duro pene de plástico. Mamá empezó a ponérselo y atar las correas.
-¿Te gusta zorrita golosa? Ahora sí que tu mami te va a romper el culito y después iré yo. Ya verás cómo gozas como una perra. – Vicky me puso de rodillas bocabajo con mi cabeza apoyada en la almohada, escupió en mi ano, esparció un poco su saliva y me penetró con dos dedos bruscamente. – Hoy te vas a convertir en una zorrita muerde almohadas. – Se burló de mí mientras introducía un tercer de dedo y empezaba a pajearme con la otra mano. Giré la cara y vi como mamá untaba bien la polla de plástico de un extraño gel. Se acercó a mí, me levantó la cara con ternura y me besó en la mejilla. El tanga de Vicky sobresalía un poco de mi boca y mamá lo introdujo completamente con sus dedos. Besó mis labios con amor maternal a pesar de todo lo que estaba pasando.
Ahora voy a partirte el culo zorrita, ya verás cómo disfrutas. – Mamá se levantó y se puso detrás de mí. Vicky se tumbó a mi lado. Noté la mano de mamá sobre mi cadera y acto seguido una presión en la entrada de mi ano. La polla de plástico fue introduciéndose, lenta y firmemente. Cuando estaba por la mitad yo ya no podía más pero mamá me seguía penetrando sin detenerse. La mano de Vicky se deslizó entre mis piernas y empezó a pajearme con fuerza. Mis huevos se estrellaban contra su mano a cada violento meneo. Noté la segunda mano de mamá en mi otra cadera y empezó un lento mete saca. Dos lagrimones de dolor surcaron mis mejillas, pero la paja de Vicky empezaba a hacer efecto y ella, además, lamió mis lágrimas con una mezcla de lujuria y ternura. Mamá iba aumentando el ritmo. –Vamos zorrita virgen. Mami está abriendo tu culito. – Poco a poco entré otra vez en aquella espiral en que perdía toda noción de mí mismo, dando paso a sensaciones más fuertes que yo. El dolor, el placer, la humillación,… todo se juntaba llevándome a algo cercano al éxtasis. De repente mamá me clavó el consolador en el culo hasta el fondo mientras soltaba mis caderas para coger mis coletas y tirar con fuerza de ellas. Mi espalda se arqueó. Las bragas de mi boca cayeron sobre la almohada y yo empecé a gemir.
-Si mami si… fóllame el culito mami… soy una zorrita y merezco ser tratada como tal. Siiii… mami rómpele el culo de tu puta…
-Así me gusta zorrita. Disfruta. – Mamá seguía follándome al ritmo de los tirones de pelo. Intente volver a gemir pero Vicky me había soltado el pene y había empezado a besarme con pasión. Se lengua me penetraba la boca como mamá el culo con el arnés.  Se separó un poco de mi cara y escupió en mi boca y me dijo con una sonrisa:
-Me ponen tan cachonda las zorras como tú. Me encantas. – Vicky se sentó sobre el cabezal de la cama con las piernas abiertas. Mamá dejó de tirarme del pelo y me aplastó contra aquel precioso coño perfectamente depilado. Yo empecé a comerlo con lujuria mientras mamá iba apoyando el peso de su cuerpo contra el mío. Mis rodillas empezaron a separarse y acabaron pegadas a la cama, manteniéndose bien separadas. Mamá seguía penetrándome, esta vez no solo con su fuerza si no con todo el peso de su cuerpo, aplastándome. Vicky gemía quedamente con mis lametones. Perdí la noción del tiempo y no sé cuánto rato estuvimos así, hasta que un gemido de Vicky anunció el orgasmo que inundó mi boca. Mamá dejó penetrarme y se tumbó a mi lado acariciando mi espalda. Mamá me dio la vuelta mientras Vicky se levantaba, que me agradeció el orgasmo con un beso y una caricia en mi duro pene. Esta vez fueron los labios de mamá los que me besaron mientras me desataba. Estiré mis doloridos brazos.
-Mi zorrita, eres mucho mejor de lo que jamás había esperado. –Me acariciaba mientras yo recuperaba la respiración. -¿Quieres descansar?
-No.- Respondí firme. No quería descansar. – Mami le ha prometido mi culito a Vicky. Ella me miró con lujuria.
-¿Eso es lo que quieres zorrita?
-Quiero que Vicky me folle el culo, quiero me tengáis al límite, quiero hacer correr a mami, quiero me castiguéis si me corro sin permiso. –Yo no podía pensar en otra cosa y hable rápido, entre jadeos.
-Te quiero mi niño. –Mamá me besó, se levantó y empezó a quitarse el arnés. Se lo paso a Vicky que se lo puso rápidamente. Su esbelta figura con aquel apéndice de plástico sobresaliéndole era turbadoramente atractiva. No pude ver más porque mamá, a horcajadas, se sentó sobre mi cara, aplastando su peludo matojo en mi cara. Mi lengua recorrió su coño intentándole devolver todo el placer que me había dado. Instantes después noté como Vicky, me separaba bien las piernas, levantaba un poco mi espalda y de un golpe, introducía hasta el fondo la polla de plástico en mi culo. Ahogue un grito tanto de dolor como de placer hurgando más en la raja mamá. Vicky me folló con fuerza mientras me pajeaba. No era tan buena como mamá, pero era hábil y paraba para pellizcarme los pezones y los testículos cuando creía que mi orgasmo estaba cerca. Mamá gemía mientras oía, amortiguada por sus muslos que me rodeaban, la voz de Vicky.
-¿Te gusta cómo te follo el culo zorra? ¿Te vas a correr zorrita? Pobre zorrita cachonda que no se puede aguantar.
Finalmente mamá se corrió, se levantó de mi cara y pude ver como Vicky me penetraba. Sus pechos se bamboleaban al ritmo de la follada. Gotas de sudor perlaban su hermosa y suave y piel. Mamá, también con el cuerpo sudado, tumbada a mi lado empezó a susurrarme al oído:
-Vamos zorrita. Suplica correrte. – Yo suplique.
-La zorrita suplica correrse. Por favor mami. Por favor.- Mamá miró a Vicky.
-Pobre putita. Yo creo que se lo merece. – Tanto mamá como Vicky envolvieron mi polla con sus manos. Vicky seguía follándome y ambas me pajeaban. Aumentaron el ritmo. Gemí, sin poder soportar el calor y el movimiento de aquellas dos manos y mi polla no tardo en soltar varios chorros de semen que cayeron, principalmente, sobre mi barriga. Vicky dejó de penetrarme y dejo caer el consolador en el suelo. Ambas limpiaron mi corrida con sus bocas para a continuación besarme y besarse entre ellas.
No tardamos en dormimos los tres, abrazados, con nuestros cuerpos sudorosos y agotados.
Continuara…

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