Deseo Prohibido. Capítulo l:

“La traición”

La vida de Eduardo era normal o eso pensaba él. A sus 35 años, estaba pasando por un buen momento laboral, tenía un excelente sueldo y una prometida que era una morenaza exquisita. Por si eso fuera poco, varias de sus compañeras de trabajo, andaban detrás de él, algunas se ofrecían sin descaro a pasar la noche entre sus brazos, pero él muy educado y caballeroso, rechazaba esas propuestas, porque su corazón le pertenecía solo a Victoria, su sensual prometida o eso quería hacerse creer. 

Esa ricura tenía una estatura de 1,70 cm, era de figura esbelta y trabajada, con una cola infernal que cualquiera desearía probarla y unas tetas simplemente increíbles. Nada parecía que iba a arruinar esa felicidad utópica, sin embargo, no todo era tan perfecto, ya que Eduardo sentía que en ese momento, le hacían falta dos personas muy especiales para él, su querida amiga de la infancia, Lorena y Romina, la joven hija de la mujer. A pesar de que Eduardo y Lorena eran muy amigos, no se veían desde hace 8 años.
 
Esto se debía a que tras la separación de ella con el padre de su hija, decidió cambiar de aires y se mudó a París. La relación de ellos poco a poco comenzó a ser más distante y las conversaciones casi nulas. Aún así las ganas de Eduardo por tener cerca a su mejor amiga en ese instante eran tan grandes, que logró contactarse con ella, a través de una llamada telefónica donde le comunicó de su compromiso y le dejo la invitación para que ella y su hija pasen un mes junto a él y Vicky. 

Lorena decidió aceptar su invitación porque coincidía con sus vacaciones. Ella estaba muy feliz por volver a ver a su amigo, al igual que Romina, que ansiaba reencontrarse con aquel hombre que cariñosamente llamaba “tío” y de quien estaba perdidamente enamorada. La chica muy alegre preparaba las cosas para el viaje, no obstante, su sonrisa se desvanecería cuando su madre le da la noticia de que Eduardo se iba a casar. La mujer no comprendió porque su hija cambió su rostro a uno completamente de tristeza. 

Romina se encerró por unos minutos en el baño, donde lloró de celos y de angustia, no quería que “tío” se casara, sin conocer lo que ella sentía por él, menos sin que la viera ahora que era una adolescente de 18 años y con una figura digna a un monumento. Ella comprendió que era su última oportunidad para poder confesarse a Eduardo y no valía la pena lamentarse por las oportunidades que tuvo para hablarle en redes sociales y nunca lo hizo por vergüenza. 

Un día antes de que ellas llegaran, Vicky decidió realizar una fiesta sorpresa en la casa de Eduardo para oficializar el compromiso de ambos. El cómplice de la mujer para la fiesta era Piero, el mejor amigo de Eduardo y uno de los pocos que sabían que ellos se casarían. Él ha estado atraído de Vicky, desde que la vio por primera vez. No pasaba ni un día en que Piero, no se masturbara, pensando en la prometida de su amigo y soñando con tenerla, al igual que todos los compañeros trabajo de Eduardo. Justo unos minutos antes de que Eduardo saliera del trabajo, su jefe lo llamó a su oficina. 

Eduardo: (Tocando la puerta) Don Horacio, soy yo, Eduardo. 

Horacio: Adelante. 

Eduardo abre la puerta con incertidumbre, pues la voz de su jefe era seria, al entrar se percata de la presencia de Gabriela, la hija de su jefe, ella era la menor de 5 hermanos y la única mujer, tenía 19 años, era rubia, de tez blanca, no destacaba mucho por sus senos, pero sí por su trasero. La muchacha desde hace un año estaba trabajando en la empresa de su padre, no porque le gusta aquello, ya que su sueño era ser una diseñadora, sino por Eduardo. Al igual que Romina, Gabriela se encontraba profundamente enamorada de él, sin embargo, para su mala suerte, el maduro solo la veía como una hermana menor y una niña a la que no le tocaría ni pétalo.

Eduardo: ¿Para qué me llamaba don Horacio?

Horacio: (Suspira) Necesito pedirte un favor muy grande muchacho. 

Eduardo: (Intrigado) ¿Y cuál sería? 

Horacio: Necesito que lunes te juntes con el socio chino y lo convenzas de que siga invirtiendo en el proyecto. Soy consciente que hoy sales de vacaciones, pero no hay nadie mejor que tú para estos negocios. 

Eduardo se quedo en silencios por unos segundos, pensando en qué iba a decirle a Vicky, a quien tenía algo abandonada precisamente por su trabajo y qué excusa le diría a Lorena y Romina, que justamente llegaban el domingo. 

Horacio: ¿Te encuentras bien Eduardo?

Eduardo: Sí, sí, sí… Solo estaba pensando en cómo voy a explicarle a Vicky sobre este viaje. 

Horacio: Perdón muchacho, sé que es difícil explicarle a una mujer estas situaciones, pero eres mi hombre de confianza, quien siempre ha cerrado buenos tratos con este inversor.

Eduardo: Lo sé y por eso no lo voy a defraudar jefe. Por cierto, ¿por qué Piero no está aquí?, ¿acaso él no va a ser mi acompañante?  

Horacio: No, tu acompañante para el lunes será Gabriela.

Eduardo: (Sorprendido) ¿Ga-Gabriela? 

La jovencita se acerca a Eduardo con una sonrisa traviesa, en ese momento ella llevaba puesto una blusa de oficina algo ajustada, una faldita que le llegaba hasta los muslos y unos tacones negros. 

Gabriela: Sí, no quiero solo ser la hija del jefe en esta empresa, quiero ganarme el respeto de todas y todos, además de un nombre y para eso debó aprender del mejor.

Eduardo se quedaba sin palabras, mientras él procesaba lo que estaba pasando, Horacio se coloca de pie y deja a ambos a solas en su despacho, para que discutan algunos temas de la negociación. La muchacha a penas ve salir a su padre de la puerta, se desbrocha unos botones de su blusa y comienza a actuar más coqueta con Eduardo. No obstante él ignoraba cada movimiento atrevido de la jovencita, por más esfuerzo que le colocaba Gabriela a sus coqueteos no lograba incomodar al maduro, quien en un momento pasa de ella y se pone hablar por celular con Victoria. Celosa le pide que cuelgue la llamada, ya que estaban trabajando aún. 

Eduardo: (Ríe) Gabi, Gabi, Gabi… Tú sabes que te quiero mucho, pero no voy a hacerte caso, las órdenes en este momento las doy yo. 

Gabriela: Puede que estés al mando ahora, sin embargo, eso no te da el derecho de hablar con tu noviecita. 

Eduardo: ¿Te estas colocando celosa? 

Gabriela: (Sonrojada) N-no…

Eduardo burlista, agarra con sus manos las mejillas de la muchacha con delicadeza. 

Eduardo: Ahí mi niña esta celosa, me encanta cuando te colocas así y te preocupas de compañero… No, de tu hermano de trabajo. 

Gabriela: Ya basta, (separando las manos del hombre con sus mejillas) tú y yo ni siquiera somos hermanos.
 
Eduardo: Eso me duele, porque te conozco desde que tenías 12 años y desde entonces siempre hemos sido cercano. 

Gabriela: Sí, pero no somos hermanos y estoy feliz de que no lo seamos. 

Eduardo: Esas palabras sí que me rompen el corazón Gabriela, porque a mí me encantaría que fueras mi hermana, en vez del idiota que tengo como hermano mayor. 

Gabriela mira fijamente a Eduardo y por unos instantes quiso confesarle sus sentimientos, pero no fue capaz de hacerlo. Ellos continuaron discutiendo unos asuntos para la reunión y luego de aclarar todo, salen de la oficina. Piero, esperaba a su amigo fuera de esta, Eduardo confundido le pregunta, ¿qué estaba haciendo aún en la empresa?, él sonriendo le contesta, que necesitaba un aventón hacía su casa. Gabriela, se despide cariñosamente solo de Eduardo, ignorando a Piero, a quien catalogaba como un depravado.   

Mientras la jovencita se marchaba caminando, Piero no le quito los ojos de encima, mordiéndose los labios murmuró –“Vaya figura que tiene esta chica, si no fuera la hija del jefe, me la cogería”-, esas palabras no fueron del agrado de Eduardo, quien dándole un pequeño golpe en el estomago le pide que no digas estupideces. Piero suelta una escueta risa, argumentándole a Eduardo, que él no tenía derecho de criticarlo que solo recuerde por qué es tan bueno cerrando negocios con el inversor chino. 

Eduardo: No hables de eso ahora.

Piero: Oh vamos, ahora que te vas a casar, ¿quieres borrar el pasado? Te recuerdo que, si no fuera por la hija de Zheng, ninguno de tus tratos con él hubiese existidos. 

Eduardo: Precisamente porque me voy a casar, no quiero hablar de eso. 

Piero: Dime, ¿qué vas a hacer si Hui Ying está en esa reunión? Dudo que puedas convencerla de que entre ustedes no puede pasar nada, porque te vas a casar. 

Eduardo: De alguna manera ella va a tener que comprender que nuestros negocios ya no pueden ocurrir y además hoy en día Zheng es mucho más fácil de manejar que antes, ya no es necesario recurrir a esa estrategia.

Piero: Admito que estuve celoso de ti por cogerte a esa muchachita china, porque era una hermosura de mujer y aún lo es. 

Eduardo: ¿Qué te parece si dejas de hablar del pasado y nos vemos para que te llevé a tu casa? 

Piero: He cambiado de planes, quiero pasar a tu casa. 

Eduardo: ¿A mi casa? ¿Por qué?

Piero: Porque me muero de ganas de ver a tu bella prometida. 

Eduardo: (Riendo) Serás cabrón, hijo de puta. 

Piero: Oye, solo la miro, jamás tocaría a tu mujer, hermano.  

Ambos caminan hasta el estacionamiento, en donde se encuentran con Gabriela nuevamente, la rubia esperaba a su padre. Ella le sonrió a Eduardo, quien le devolvió la sonrisa. Piero aprovechando que su amigo estaba concentrado en su celular, se acerca a la chica, ella intentó evitarlo, pero él le agarró del brazo y antes de que pudiera gritar, le susurró en el oído, -“Oye gatita, a ti que te encanta estar al lado de Eduardo, te aviso que hoy le van hacer una fiesta sorpresa, así que estás invitada a ir”-

Piero regresa al lado de su amigo y se sube al coche. Durante el trayecto, Eduardo se colocó hablar de Lorena, dándole curiosidad a su amigo, quien pregunta cómo era, a lo que Eduardo contesta –“Lorena es una mujer bastante hermosa, mide aproximadamente 1,64 cm, de cabello negro, con un cuerpo algo macizo, pero tiene las medidas ideales”- Piero suspira, pensando que tal vez Lorena podría ser su consuelo, para olvidarse de Victoria, por unos instantes. 

Cuando llegan, Vicky los recibe con un abrazo y Piero queda hipnotizado al verla con un pequeño vestido de color negro, sin tirantes que le llegaba hasta los muslos. Eduardo le da una flor a su prometida, que había sacado recientemente de su jardín, él no entendía porque su novia estaba tan elegante, así que se lo pregunta, ella juguetona le dice que le explicaría todo en la cocina. Ambos caminan hacía allá, la mujer se detiene para ver a un estático Piero que seguía parado en la entrada.

Deseo Prohibido. Capítulo l:


Vicky: ¿Qué pasa Piero?

Piero: Na-nada…

Eduardo al tan solo entrar a la cocina, se da cuenta que su prometida, había organizado una fiesta, al ver en la mesa, bebidas, cervezas, licores y cosas para picar. Vicky coqueta se acerca donde su prometido y abrazándolo, le muerde la oreja. –“Sabes amor, mi hermanita anda por aquí, tú sabes que no me llevó muy bien con ella, pero quiero anunciar nuestro compromiso, aprovechando que está aquí”- manifestó la mujer, acariciando el torso duro y fuerte de su novio.  

El hombre no dijo nada y ella continuó jugando con su oído, –“Sé que aún no querías que hiciéramos publico nuestro compromiso, sin embargo, quiero ver la reacción de Isidora, cuando escuche que nos vamos a casar”- agregó Vicky, bajando sus manos hacía la entrepierna de Eduardo. –“Ya tienes todo preparado, es inútil que te diga que no y tires todo a la basura”- afirmó el hombre, colocando contenta a su prometida, que zampó su boca en la de él, jugando atrevidamente con su lengua. 

Luego de ese cachondo beso, Eduardo subió para tomar una ducha, dejando a Piero con Vicky a solas. Él no podía dejar de admirar a la mujer de su amigo, ella en vez de molestarle esas obscenas miradas, le gustaba. Victoria siempre había sido una mujer que le encantaba llamar la atención de los hombres y aunque estaba comprometida eso no había desaparecido en ella. Se colocaba en posiciones dignas para una revista de adultos, Piero con la pija erecta, pensó por un momento en cometer una locura, pero justo cuando avanzaba donde estaba esa mujer con su cola levantada, tocan el timbre, los primeros invitados comenzaban a llegar.

Entre las primeras personas que llegaron se encontraban Fabiola y Soledad. Ambas eran las mejores amigas de Vicky e igual que ella, eran mujeres bastantes atractivas y muy cachondas, por lo cual aún se mantenían solteras, ya que les encantaban tener sexo sin compromiso y estar con más de un amante. Desde ese momento Piero no les apartó los ojos a esas tres ardientes mujeres, devorándolas con la mirada, principalmente a Victoria. Eduardo baja al primer piso y saludó a cada uno de los invitados, luego se acercó a su amigo, el hombre ingenuamente le estuvo hablando por varios minutos, pero él no le hizo caso, porque solo se concentraba en Victoria y sus amigas.

Eduardo: ¿Y qué piensas?

Piero: (Embobado) ¿Ah?

Eduardo: No jodas Piero... Estoy hablándote como diez minutos. (Sonríe) ¿Una de las chicas te tiene loquito?

Piero toma un sorbo de su copa, mira ligeramente el rostro de su amigo, mientras le dice.

Piero: No te imaginas cuánto. 

Eduardo ríe de forma inocente, en ese momento Victoria va abrir la puerta y Piero vuelve a mirarla, ella sonríe porque su hermana Isidora había llegado. Ambas se abrazan de manera hipócrita, Piero al verla queda alucinando y le pregunta a su amigo, quién era el bombón que acababa de llegar. Eduardo mira a la entrada y queda como estatua al ver a su cuñada con un vestido a crochet de color rojo, que le llegaba hasta los muslos y se veía muy sensual. 

Eduardo: (Tartamudeando) Mi… Mi… Mi cuñada…

Desde la primera vez que la vio, Eduardo se sintió atraído por Isidora, por la similitud física que tenía con un viajo amor de él.

Piero: (Asombrado) ¡Tu cuñada! Vaya que te la tenías guardada cabrón. ¿Por qué no me dijiste que Vicky tenía una hermana tan buena como ella?

Eduardo: (Tragando saliva) Po-po-porque está casada. 

Piero: (Suspira) Joder… Envidio a ese estúpido afortunado.  

Mientras Eduardo y Piero, trataban de recuperarse del impacto que les había generado Isidora. De la pequeña abertura que había dejado Vicky en la puerta, tímidamente se asoma otra figura, tan hermosa como la de esas dos mujeres y era Gabriela. El hombre quedó sin palabras, pues por primera vez la veía con otros ojos, la jovencita lucia muy atractiva con la blusa corta que le llegaba hasta la cintura, acompañada con una chaqueta y falda azul, con la que presumía sus piernas y esa colita con la cual había sido bendecida.

Sin embargo, no solo Eduardo perdió la cabeza por la jovencita en ese instante, sino que Piero dejo de admirar a su amada Victoria y a Isidora, para babear por la hija de su jefe. La muchacha se acerca a los dos maduros, más que nada para estar cerca de Eduardo, quien no aportó los ojos de ella, Piero aprovecha para colocarse detrás de la chavala y echarle una miraba a ese delicioso culito. 

Eduardo se dio cuenta de las intenciones de su amigo, así que, actuando como un hermano mayor protector, se coloca detrás de la muchacha, para así evitar que Piero siguiera observándole su cola. Gabriela siente ligeramente el bulto del hombre, –“Uufff, que troncazo”- dice entre dientes, con una sonrisilla, pues con esa ropa estaba consiguiendo que a él se le levantada y confirmaba que Eduardo podía verla como una mujer. No obstante, su minuto de gloria, sería opacada por Isidora y Victoria. 

Las mujeres al aproximarse donde el maduro, hicieron que él se perdiera admirando sus encantos. Isidora, se acercaba a su cuñado y le daba un beso en la mejilla, lo que dejaba un poco aturdido a Eduardo. Siempre que la veía quedaba en ese estado, admirándola con lujuria y deseando probar ese cuerpo divino. La mujer se dio cuenta que su cuñado lo estaba devorando con la mirada y también se percataba de su erección.  

Isidora: Veo que estás muy animado, Eduardo. 

Eduardo: Bueno, es que entre tantas bellezas es difícil estar amargado. (Ríe)

Isidora: Eres todo un galán cuñado.  

Ambos comenzaban a bromear y Gabriela que no había dicho ninguna palabra todavía, se sentía fuera de lugar. Hasta que Isidora le pregunta a Eduardo, si ella era una de sus sobrinas, a lo que el hombre contesta que no y la presenta. 

Eduardo: Esta niña bonita, es la hija de mi jefe, se llama Gabriela. 

Expresó mientras sutilmente la cola de la muchacha sobaba su erguida polla. La jovencita mordió sus labios al sentir prácticamente esa tranca entre medio de sus nalgas. 

Isidora: Hola Gabriela. 

Gabriela: Ho-ho… Hola señora… 

Isidora: Vaya, pareces tímida como mi pequeño y puedes llamarme por mi nombre querida. 

Gabriela: O-ok… Isidora…

Él no se daba cuenta que tenía tu verga apoyada en el culo de la hija de su jefe, ella disfrutaba de cada roce, incluso se apegaba cada vez más a él, para no dejar de sentir ese pene.

Eduardo: Verdad, ¿y cómo está Bruno?

Isidora: (Sonríe) Bien, como siempre haciéndome sentir orgullosa por ser su madre.

Eduardo: Supongo que también sigue soltero. 

Isidora: Obvio, mi niño es muy especial para cualquier chica.

Eduardo: Sabes, podríamos presentar a Bruno con Gabriela, quien sabe, tal vez ellos… 

Isidora: (Interrumpe) No… 

Aquella interrupción dejaba a Eduardo desconcertado, Vicky se ríe y Gabriela se embriagaba en el placer que le daba es pija dura. 

Vicky: Amor, sabes muy bien que mi hermanita es muy sobreprotectora con mi sobrino. 

Expresó la mujer para cambiar la cara de su prometido, Isidora se disculpa por si había sonado tan pesada, que no era su intención, pero como decía su hermana, ella era muy cuidadosa cuando se trataba de su hijo y no quería que le pase nada malo. Piero desde una esquina bebía un vaso de alcohol, para tomar valor y poder hablar con esas dos hembras sin tartamudear o quedarse callado como un tonto. Gabriela excitadísima, comienza a sentir como de su vulva húmeda fluye sus jugos.

–“¡Aaayy!”- exclamó la jovencita, mientras su corrida caía por sus muslos. Sus piernas temblaban y echó su cabeza hacía atrás reposándola en el pecho del hombre y jadeaba. Tanto Isidora como Vicky, fueron bajando sus ojos y apreciaban como un líquido caía al suelo desde la vagina de esa muchacha. Ellas pensaron que la joven se había orinado, Eduardo reaccionando se percata que su entrepierna estaba entre esos glúteos, húmedo y pegajoso. 

Eduardo: Pe-perdón… Me retiro un momento. 

El maduro corre hacía su cuarto, Vicky sonriendo se acerca a Gabriela, quien seguía agitada y sin creer que Eduardo la había hecho corre, sin penetrarla. –“Niña, si querías ir al baño, solo tenías que haberme dicho”- dijo Victoria en un tono burlesco. –“Ahora voy a tener que prestarte alguna de mis prendas, espero que no las orines”- añadió entre risas. En su habitación, Eduardo se cambiaba de ropa interior y de pantalón, sin querer creer que había soltado unos chorros al estar entre esas nalguitas redondas.

Al ver que su verga seguía dura, le fue imposible no masturbarse, sentándose en su cama y tomando su miembro con su mano derecha, comienza a sobarlo lentamente, a la vez que con su otra mano, busca en su móvil, las fotos de una tal Luxure. Ver ese cuerpo voluptuoso solo hizo que su tranca se hiciera más grande y no tardó en soltar esos chorros que casi le hizo salir Gabriela. Luego de esa paja, Eduardo bajó y continuó compartiendo, aunque se mantenía distante de la hija de su jefe, porque era incapaz de comprender lo que había pasado. 

Gabriela, después de haberse cambiado, se quedó sentada en un sofá alejada de todos. Piero oía a su amigo, sobre el regalo que le iba hacer a su prometida para su cumpleaños, las amigas de Vicky aprovechan que Isidora estaba hablando por celular, para interrogar a su amiga. Ellas dudaban que de la noche a la mañana, Victoria se había transformado en una ama de casa y una mujer fiel. Por lo mismo le preguntaban a su amiga si estaba segura con lo del matrimonio. 

Vicky: Claro, no tengo dudas de que Eduardo es el hombre de mi vida. 

Soledad: (Ríe) Principalmente porque te mantiene. 

Vicky: Va más allá de eso, Soledad. Reconozco que al principio me metí con él por tema de dinero. Pero descubrí que Eduardo, además de tener mucho dinero y ser guapo, es un hombre amable, generoso, no es celoso y coge muy bien. Tanto que no me dan ganas de estar con otro hombre. 
Soledad: ¿Segura?

Vicky: Sí, muy segura. 

Fabiola: Eso de que coge exquisito, deberíamos comprobarlo Soledad y yo. 

Vicky: (Sonríe) Lo siento, pero no voy a permitir que toquen a mi hombre. 

Soledad: Bueno, yo creo que a pesar de lo bien que lo haga. Una zorra como nosotras, nunca deja de serlo. Tarde o temprano terminaras abriéndole las piernas a otro hombre. 

Victoria se muerde el labio inferior y siente un pequeño cosquilleo en su vulva, que se humedecía, pues sus amigas, le habían colocado una pastilla en su copa, sin que ella se diera cuenta. Aquella sustancia iba a estimular hasta el límite a la mujer, la idea de esas dos era probarla, si ella soportaba eso y no pasaba la noche con otro hombre que no fuese su prometido, era realidad que ya había dejado de ser una puta como ellas. 

Vicky: Cambiemos de tema, que siento que la temperatura me aumenta. 

Fabiola: (Ríe) Bien, como quieras.

Isidora se reincorporaba al grupo de su hermana, al caminar hacía ellas, sintió como unas manos tocaron suavemente su culo y un par intentó tocar ese buen par de tetas. Ella le dice a Victoria que tendría que irse dentro de un rato, qué si había una sorpresa, la dijera ahora. Vicky se rio y jalando del brazo a Eduardo, le susurra que era el momento de realizar el brindis. Ellos parándose al medio de todo el mundo que los acompañaba en ese momento, piden silencio y tras un breve discurso, les comunican a todos que ellos se iban a casar.

Gabriela al oír esa noticia, sintió que una avalancha se le vino encima, un profundo y desgarrador dolor en su pecho, que eran acompañados por unas lágrimas que fluyeron de sus ojos. Después de recibir las felicitaciones de varios, la pareja nuevamente se separó, Isidora aún no podía creer lo que había escuchado, –“¿Victoria se va a casar?”- se interpelaba ella misma. Vicky toma de las manos a su hermana y junto con sus amigas se colocaron a bailar, llamando la atención de varios que solo quería aprovechar esa oportunidad para poder tocar y rozar “accidentalmente” sus cuerpos con los de ellas.

Por otro lado, Eduardo volvió con Piero, a ellos se le acerca una desanimada y triste Gabriela, con unas copas. Le da una al maduro y con una sonrisa fingida lo felicita por su compromiso. Eduardo solo le sonrió y evito hacer contacto visual con ella, lo que lastimaba aún más a la joven. Sin embargo, no se separó en ningún instante de ella, porque no quería que algún tipo se sobrepasada al verla sola, más cuando estaba usando una pequeña bermuda, que hacía resaltar su culito redondo más que antes. Luego de una hora siendo el guardaespaldas personal de la muchacha, el hombre se siente mareado por haber bebido mucho, apoyándose en Piero, le dice.  

Eduardo: Piero, ¿puedes ayudarme a ir a la habitación de la otra sala?... Quiero recostarme un rato en el sofá.

Piero: ¿Habitación?, ¿cuál habitación?

Eduardo: En donde tengo guardado mis cosas viejas.

Piero: Ah, ya la recuerdo. Apóyate bien en mi hombro, que yo te llevó amigo. 

En esos momentos Vicky se encontraba separadas de sus amigas y de su hermana, ella bailaba junto a un compañero de trabajo de Eduardo. La mujer sentía un gran ardor dentro de ella y como sus ganas de coger, aumentaban, por la droga que le habían dado sus amigas, pero, además, por los continuos manoseos y miradas de deseo hacia ella. Busca de forma desesperada con sus ojos a Eduardo, no obstante, no lo encuentra, mientras siente como el colega de su prometido le roza las nalgas con su miembro. Se aparta de aquel sujeto, agitada mira nuevamente a su alrededor, pero esta vez, esperando encontrar a sus amigas, o al menos a Isidora. 

Después de varios minutos buscándolas, dio con Fabiola y Soledad, pero no de la forma que le hubiera gustado, pues ese par de putas, ya habían encontrado juguetes con los cuales divertirse. Cada una se estaba besando de forma apasionada con unos compañeros de trabajo de Eduardo. Aquello, no hizo otra cosa más que aumentar las ganas de coger de Victoria. 

Ella por unos minutos anhelo estar en el lugar de sus amigas y jugar con esos hombres. Cuando aquella fantasía se desvaneció, rápidamente Vicky se fue a su cuarto, esperando encontrar ahí a Eduardo, pero se llevó una gran desilusión al ver que en el dormitorio no había nadie, solo podía calmar aquel deseo carnal, que la estaba matando, satisfaciéndose sola. 

Ella se fue recostando en su cama, donde se quitó su tanguita blanca y comenzó a tocar ligeramente su cuerpo, hasta llegar a su vulva húmeda. Tras introducirse dos dedos dentro de su vagina, soltó unos tiernos gemidos. Se mantuvo así por unos 5 minutos, hasta que se decidió buscar en su mueble uno de sus juguetes sexuales. Entonces se da cuenta que Carlos, aquel colega de trabajo de su prometido con quien estaba bailando antes, la estaba observando. Él era un hombre robusto, con barba y pelo corto, en ese momento estaba parado en la puerta, sorprendido y a la vez contento, por lo que veía. Victoria asustada, se acomoda el vestido y se levanta de la cama, sintiendo incomodes.

Carlos: Continua, por favor.

Afirmó mientras se acercaba a la mujer con una sonrisa.

Vicky: Estas loco... Eres un depravado, me estas acosando en mi propia casa. Voy a buscar a Eduardo y decirle la clase de compañero que tiene. 

Victoria se levanta y trata de salir de la habitación, pero Carlos, la toma del brazo y con fuerza la tira hacia la cama nuevamente. Como un animal, se echa encima de la mujer, manoseando aquel sensual cuerpo moreno y besando ese suave cuello. A pesar de que Vicky se mostraba asqueada con la situación y exclamaba que la suelte, en su interior lo disfrutaba, incluso que la hayan visto masturbándose, la cachondeo, humedeciendo aún más su vulva. 

Carlos: Hace mucho que te deseo... ¿Quieres ver cómo me tienes?

Una agitada Victoria, suspira, ella ya no podía engañarse más, quería ver el aparato de Carlos, por lo menos su lado zorra, pero al mismo tiempo, trataba de hacer el último esfuerzo y escapar de la lujuria. Sin embargo, Carlos no le dio tiempo para responder y simplemente se bajó el pantalón junto con su bóxer, dejando así, su polla erecta libre. Vicky, traga su saliva, el pene de Carlos, no era tan grande como el de Eduardo, pero eso no importaba, ya que ella solo quería algo en su interior que la satisfaga. Cerrando los ojos, toma aquel tronco y lo masturba de forma suave, Carlos soltaba gemidos de placer, mientras le iba bajando el vestido a Victoria.

Carlos: Lo sabía... Eres una puta hambrienta. 

Dejando ese par de tetas al aire libre, comienza a chuparlas, Vicky, que aún luchaba en su interior sobre qué hacer, finalmente se rindió y con un tono provocativo dijo.

Vicky: Demuéstrame qué eres un buen macho. 

Victoria besa de forma apasionada a Carlos, este se va acomodando para poder penetrarla, pero justo en ese momento, Piero aparece. Tras haber dejado a Eduardo acostado en el sofá de aquella habitación, él le pidió a Gabriela que se quede acompañando a su amigo, con la excusa de que iba avisarle a Vicky en donde estaba Eduardo y a decirle a los demás que la fiesta ya había terminado. Al ver a la mujer de su mejor amigo, con otro, le produjo celos, así que interrumpió aquel acto tajantemente. 

Sin embargo, antes de entrar y hacer alguna escena bochornosa, él, muy astuto fingió que no había visto nada, que se encontraba llegando recién a la habitación, y grita el nombre de Victoria. La mujer al escuchar su nombre se separa de forma brusca de Carlos, agitada, se arregla el vestido, mientras que el hombre se sube el bóxer y el pantalón. 
Piero: Vicky, ¿estás aquí?

Victoria se encontraba echada en la cama, aparentando que estaba fatigada y con dolor de cabeza. Piero se acerca a ella y tratando de aguantar su rabia con Carlos, lo ignora.

Piero: Menos mal que te encuentro. 

Vicky: Estoy cansada Piero... Me duele la cabeza y me siento algo mareada... Este hombre (apuntando a Carlos) me ayudo a subir y a entrar a la habitación. 

Carlos: Cómo iba a dejar a una hermosa mujer sola y sin ayuda. (Tocando la pierna de Vicky)

Piero: (Molesto) Bueno... Gracias por ser tan servicial Carlos, pero ya puedes irte. Tengo que hablar algo con Victoria, además la fiesta ya se terminó y Eduardo ya está por subir. 

Carlos: Ok... Me voy... 

Carlos sale del cuarto con cierta incomodes, Piero aún molesto, suspira y mira a Victoria, ella se daba cuenta que algo no andaba bien. 

Vicky: ¿Pasa algo, Piero?

Piero: Eres una perra.

Vicky: (Atónita) ¿Qué? ¿Qué estás diciendo?

Piero se levanta, camina hacia la puerta, la cual cierra y le pone seguro. 

Piero: Lo que escuchaste puta... (Caminando hacia ella nuevamente) Aunque a mí me da lo mismo si le eres infiel a Eduardo... Sin embargo, si estás tan necesitada, debiste acudir a mí.

Victoria confundida, observa como Piero se acerca su rostro al de ella y le roba un beso. Sorprendida al principio, trata de librarse, pero poco a poco se rindió una vez más a la lujuria y tentación, era muy cachonda la forma en que le devoraban la boca. Piero desesperado comienza a retirarle el vestido a la mujer, ella trata de resistirse, haciéndole recuerdo que menciono que Eduardo ya iba a subir, a lo que él contesta, -“Eduardo no vendrá, preciosa”-

Vicky sintió un pequeño alivio y suelta las manos de Piero, quien aprovecha para dejarla completamente desnuda. Se aleja de ella unos centímetros y mira deleitado aquel cuerpo con el que tanto ha fantaseado, finalmente estaba haciéndose realidad uno de sus sueños más candente. Victoria entregada, se acerca a él de forma coqueta y le abre la camisa, observa detenidamente el torso delgado, pero bien trabajado del amigo de su prometido. 

Juguetona y a la vez ansiosa, le baja la bragueta del pantalón a Piero, deseaba ver el tamaño de ese tronco duro que la iba a satisfacer. Cerró sus ojos y  fue bajando lentamente la ropa de ese hombre. Al abrir sus ojos, su rostro fue de sorpresa agradable, pues Piero la tenía casi tan grande como Eduardo, tomando el pene con una mano, mira a su semental de aquella noche. 

relatos


Lentamente va engulléndose aquel miembro en su boca, haciendo que Piero gima de placer. Él desde hace tres años había estado anhelando tener a esa mujer de rodillas y con su mástil dentro de su boca. –“Uuuufff... Uuuuhhhmmm... Sííííí... Asííííí, nenaaaaa..."- enunciaba Piero. Victoria, decide tragarse por completa la verga del amigo de su prometido. Mientras que con una de sus manos jugaba con su chochito hambriento. Piero se sentía en el cielo, cada chupada era una maravilla y delicia inexplicable, estaba ya cerca por venirse, sin embargo, no quería correrse aún, ya que deseaba que Victoria, utilice ese gran par de tetas que tenía.

Piero: Ooooohhh... Síííííí... Eres una Diosa, eres la mejooooooooorrr... Utiliza tus tetas, por favoooooooooorrr...

Afirmó entre gemidos el hombre, Vicky que estaba caliente decide complacer a Piero. Sacándose la polla de su boca, la coloca entre sus senos y de forma animada, lo masturbaba sin descanso. Piero solo se quejaba de placer, tanto que se echó en la cama y se sujetaba de las sabanas. Sin poder resistir más, soltó su primera descarga, cubriendo el rostro de Victoria. Ella como una buena puta, saborea y limpia el semen de Piero, que estaba en su cara.

Vicky: Mmmhhh... Deliciosa, muy rica tu lechecita Piero... Espero que tengas más en esos gordos huevos...
 
Mientras, Victoria limpiaba la pija que la había alimentado, Gabriela miraba a Eduardo quien dormía plácidamente. La muchacha se sentía algo inquieta, al tener tan cerca al hombre y no poder hacer nada. De su cabeza no sacaba aquella sensación que experimentó cuando sintió ese grueso tronco entre sus nalgas. Sus dedos iban acercándose lentamente a su coñito, cuando de la nada, Eduardo se coloca de pie, asustando a la muchacha. 

Eduardo: Ga-Gabriela… 

Balbuceó confundido, la joven con su corazón entre su garganta y latiendo acelerado por el susto, trata de hablar, pero le era muy difícil. –“¿Dónde está Piero?”- consultó el hombre, la hija de su jefe, tartamudeando le dijo que él había salido para decirle a los demás que la fiesta había llegado a su fin. El maduro aún con su cabeza dando vuelta, trata de avanzar hacia la puerta, no obstante, tropieza y si no era por Gabriela, caía al suelo.  

Una de las manos de Eduardo quedó entre medio de esa colita, al darse cuenta, el hombre se aparta de la muchacha y le pide disculpa, además de darle las gracias. Abre rápidamente la puerta, para salir de esa habitación y ella no pudiera ver la erección que le había provocado. Eduardo no comprendía lo que ocurría con él, pero estaba más cachondo que nunca y su situación empeoraría cuando en la sala de estar se encuentra de sopetón a su cuñada, la cual parecía estar acomodando su vestido.

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Agitada, Isidora mira con confusión a su cuñado, este por su parte, la volvió a admirar como cuando llegó y quedó embelesado por ella. 

Isidora: ¿Eduardo? ¿Tú qué haces acá? 

Eduardo: Yo… (Sin dejar de recorrer ese cuerpo divino)

Isidora: ¿No estabas en tu cuarto?

Eduardo: No, ¿por qué?

Isidora al escuchar aquello, suelta una pequeña risilla y en un murmuró entre dientes dice, –“Esa perra”-, Eduardo se da cuenta el leve movimiento de los labios de su cuñada, bajo el dominio del misterio, él corta las distancias con ella y le pregunta qué había dicho.

Isidora: (Sorprendida) Eh… Nada… Digo, olvídalo. 

Eduardo: (Suspira) Isi… Sé que no es de tu agrado la idea de que tu hermana se case conmigo, pero antes de conocer a ella solo había amado a una mujer.

Declara el hombre, mirando fijamente a su cuñada, ella quería hablar, pero él no se lo permite, colocando su dedo entre sus labios, Eduardo agrega, –“No es necesario que digas algo cuñada, sé que es algo difícil de creer, porque la primera imagen de mí fue la de un mujeriego, que trató de conquistarte, sin embargo, te aseguro que no soy así y no lastimaré a Vicky”-

Isidora comenzó a tener pena, porque ella había ido hace unos minutos atrás a la habitación de la pareja, con la intención de decirle a su hermana, que se quedaría hasta la mañana y que a primera hora, su marido iba a venir a buscarla, ya que a esas horas le había surgido un imprevisto al hombre en su trabajo. Entonces escucho unos gemidos que provenía del dormitorio y la voz agitada de su hermana, ella pensó que Vicky estaba teniendo sexo con Eduardo, sin embargo, se dio cuenta que su cuñado no era quien le daba placer a su hermana. 

Isidora: Eduardo, tú y yo tenemos que hablar. 

Eduardo: Lo sé, por eso quería hacerte el ofrecimiento que te quedes hasta el lunes si es posible, ya que quiero que conozcas a Lorena, mi mejor amiga. 

Isidora: (Interrumpe) Eduardo bonito, el problema no eres tú. 

Eduardo: (Confundido) Ah, ¿no? 

Isidora: No, tú eres un hombre extraordinario, no necesito que nadie me lo tenga que decir. (Sonríe) 

Eduardo: Entonces, ¿por qué estabas molesta tras el anuncio de mi compromiso con Vicky?

La mujer volvía a suspirar, se colocaba un poco inquieta y se cuestionaba internamente si tenía que decir a ese hombre que le estaban colocando los cuernos justo el día del anuncio de su compromiso y romperle el corazón. Mientras pensaba, uno de sus dedos, pasa a golpear sutilmente la entrepierna de su cuñado, ella baja la mirada y observa un gran bulto marcado. 

Isidora: ¡Oh, Dios! 

Eduardo: ¿Qué? ¿Te pasa algo, cuñada? (Asustado)

Isidora: (Mirándolo a la cara) Vicky no te merece. 

Tras decir eso, la mujer se aleja de su cuñado, mordiéndose los labios, sin poder sacarse la imagen de ese tronco sobresaliente del pantalón del hombre. Él se le acerca por atrás, sobando con ese mástil provocador su trasero. 

Eduardo: ¿Por qué dices eso Isidora?

Ella automáticamente se da vuelta, para no seguir sintiendo el roce de ese pene, pero al hacerlo, sus rostros quedaron muy cerca y una tentación invadió a la mujer. 

Isidora: Yo… Yoooo… 

Eduardo por su parte, también era tentado por la lujuria, al tener tan cerca a esa hembra, comenzó a oler su perfumen que lo engatusaban, recordaba lo loco que se había puesto cuando la vio llegar y hace unos minutos atrás. Ninguno decía nada y menos reaccionaban, quietos como estatuas, escuchaban un susurro, que los alentaba a que se atrevieran a comerse las bocas. 

Isidora: E… Edu…

Dijo ella, acercando paulatinamente sus labios a los de él. 

Eduardo: Mi-mierda…

Murmulló, al mismo tiempo que acercaba sus manos a la cintura de su cuñada. Parecía que ambos iban a cometer un error, que quizás luego se arrepentirían, no obstante, todo fue detenido, por Gabriela, quien al ver que Eduardo demoraba en regresar, salió de esa habitación y al verlo tan cercano con la mujer, dejó caer su celular que tenía en las manos. Tanto el hombre como su cuñada, se giraron a mirar. 

Gabriela recogió su celular y regresó a la pequeña habitación con los ojos lagrimosos, Eduardo e Isidora se apartaron sin decir absolutamente nada. Él camino detrás de Gabriela, la muchacha angustiada no pudo evitar soltar un par de lágrimas, hasta que sintió el abrazo de su querido y no correspondido amor. 

Eduardo: Gabi, yo… 

Gabriela: (Interrumpe) Entiendo todo, sabes. No soy una niña, lo dejé de ser hace mucho tiempo.   

Eduardo: Lo sé, pero lo que tú acabas de ver no es lo que tú piensas. 

Gabriela: ¡Da lo mismo!, yo no diré nada, solo quiero que me abraces y no me dejes sola. No te pido nada más que eso.

Eduardo quedó sorprendido ante la petición de la joven, sin embargo, se queda callado y le hace caso. Regresando con los amantes, Piero no podía creer todo lo que estaba viviendo. Vicky después de mamarle la pija, se puso a jugar con sus pelotas y colocó su rosadito chocho en la su cara. Piero no lo pensó dos veces al tener ese coño mojado en sus labios y simplemente lo devoró, tal como en sus sueños –“Ooooohhhh, mmmmmmmhhhhggg... Aaaaaahhhhh, uuuuuuuuhhhhh... Mmmmmmhhhh... Que ricooooo, no pares..."- decía Victoria, mientras sobaba el miembro de Piero, el cual volvía a estar erecto. 

La mujer no dudo en volver a metérselo en la boca, ambos entregándose un gran placer a través del sexo oral, jadeaban. Victoria toma un pequeño descanso, sacándose aquella gran verga y se corre en la boca de su amante. Este emocionado al tener los dulces jugos de la mujer que tanto la calentaba, la tumba en la cama. 

Piero: No aguanto más... Necesito metértela ya...

Vicky: (Mordiéndose los labios) Hazlo... Clávame esa gran polla que tienes y hazme gritar como la puta que soy. 

Piero perfiló su tronco y comenzó a introducirlo de a poco en ese caliente y cachondo chocho. 

Vicky: Oooooooohhh, mierdaaaaaa... Más, mételo más profundo. 

Manifestaba Vicky, quien empezaba a mover sus caderas y Piero sonreía de felicidad, ya que por fin esa hembra, era suya. Los amantes continuaron cogiendo de una manera salvaje, Victoria no quería tiempo para descansar. Sus tetas saltaban de un lado a otro y gritando le pedía a Piero que le destroce el coño y se lo llene de leche. Aquellos gritos comenzaban a ser muy fuertes, al grado que Isidora desde la sala de estar, los oía. Piero enterraba su cara entre medio de esos melones, mientras continuaba dando estocadas profundas. 

Vicky abraza a su amante, sin dejar de mover sus caderas, sus dedos masajeaban el cabello de él y sus uñas se clavaban en su nuca. –“Mmmmmmhhhhh… Oooooohhggg… Máááássss… Mááááásss…”- bramaba la mujer. Piero no quería sacar su rostro de entremedio de esas maravillosas tetas, pero lo tenía que hacer, si no quería asfixiarse. Apenas lo hizo, la mujer zampó su boca en la de él, sus lenguas lascivias se cruzaron por un largo rato. Al separarse, un hilo de baba se extendía por sus labios, ella echó su cabeza hacía atrás, gozando como esa verga venosa aniquilaba su coño traicionero.

Piero agitado, aún alucinaba con estar teniendo entre sus brazos a la mujer de su amigo. Su piel era suave y candente, su boca dulce como la miel y su vagina un deleite único. Mientras más la escuchaba jadear, más se convencía que ella no se podía casar con Eduardo, sino tenía que ser suya, solamente suya, pero se equivocaba, pues esa hembra no le pertenecía a ningún hombre y él iba a pasar como un amante más de su lista. Finalmente él se sintió estremecido y descargó toda su carga dentro de ella, sin duda alguna, fue una gran noche para Vicky, y para Piero la mejor de su vida. 

A la mañana siguiente, Eduardo algo mareado iba despertándose. Sin abrir los ojos aún, el maduro comienza a moverse, despertando así a Gabriela, quien estaba echada sobre él. Después de que el maduro haya aceptado quedarse toda la noche junto a ella, la muchacha le pidió que durmieran abrazados en el sofá. Él muy obediente complació a la hija de su jefe, los dos acurrucados en ese estrecho sillón, sentía como sus cuerpos estaban muy apegados y un leve movimiento, provocaba un roce excitante.

Gabriela aprovechó al máximo su oportunidad de tener a su amor platónico cerca de ella y la disfrutó mucho. Cada vez que podía se movía para frotar sus pequeños senos en el pecho de él y su virgen vulva con el pene del hombre. En ocasiones, Eduardo también movía su pelvis, lo que causaba un regocijo enorme en la joven. Sus bocas igualmente estaban cercas y sus labios en algunas oportunidades se tocaban, pero nunca se besaron, a pesar de eso, la chavala quedó feliz con solo sentir ese miembro duro sobándose en su cuerpo.  

Lo que Gabriela no sabía, es que su fortuna iba a seguir sonreírle, ya que el hombre entre su confusión colocó sus manos sobre el cuerpo de ella y tocó sus nalgas. La joven quedo atónita, mientras que el maduro continuó apretando esa suave y redondita cola, pues pensaba que estaba con su mujer. Acercó sus labios a los de ella, provocando el nerviosismo de Gabriela y que su respiración se acelere. Entonces Eduardo la besa, cumpliendo así una utopía de ella, aunque no era de forma lujuriosa, la jovencita sentía cómo la temperatura de su cuerpo aumentaba y su vulva se mojaba. El hombre abre los ojos y al ver que estaba besando y agarrando el culo a la muchacha, se separa de ella. 

Eduardo: ¿Gabriela?, ¿tú qué haces aquí?

Preguntó exaltado el maduro, olvidando que se había quedo con ella toda la noche, la joven no sabía qué decir, ya que tras ese beso, estaba entre las nubes. Eduardo al ver que Gabriela anonadada, decide no decir nada más al respecto. Además, poco  a poco su mente se fue aclarando, hasta que recordó todo. 
 
Eduardo: Gabriela, perdón por sobrepasarme contigo, pensé que estaba con Vicky.

Gabriela: (Suspira, regresando a la realidad) Descuida, sé que el beso no fue intencional, aunque admito que lo disfrute. 

Eduardo: (Confundido) ¿Cómo?

Gabriela: (Nerviosa) Eeeeeh… Eeehhh… Quiero decir… Digo… Olvida lo que he dicho, por favor…

Eduardo: Lo haré, si tú prometes no decirle a nadie, lo del beso.

Gabriela: Claro, no se lo diré a nadie… Será nuestro secreto. (Sonríe)

En la habitación de la pareja, Victoria, se despierta entre los brazos de Piero. Ella no mostraba arrepentimiento de haber cogido con el mejor amigo de su novio, al contrario, miró al hombre con una cara de picardía y lo beso suavemente en los labios. Se separa de los brazos de su amante y se levanta. Colocándose una delgada bata para cubrir su sensual figura, camina hacia la puerta, la abre de forma muy silenciosa y baja al primer piso. Ve todo desordenado y no había señal de Eduardo, su cuerpo cachondo le pedía que regresada a su cuarto para que, jugada con Piero, pero su mente le decía que busque a su prometido y evite que él se enteré de su pecado. 

El hombre continuaba en aquella habitación con Gabriela, aún recostados en el sofá en la misma posición y él mantenía sus manos en la cola de ella, a pesar de lo que había ocurrido. La jovencita no había dejado de estar cachonda tras ese beso y tener esas manos agarrándole fuertemente las nalgas, no ayudaba para que se tranquilice, al contrario, la alentaba para que cometiera una locura. Eduardo estaba divagando en sus pensamientos, pero al sentir que su polla se estaba endureciendo, él le pide a la jovencita que se baje, para que pueda levantarse y ella no se dé cuenta de su erección, Gabriela le responde en un tono coqueto, que primero él debía dejar de estar sosteniéndola. 

En ese momento el hombre se dio cuenta que sus manos aún estaban agarrando ese culazo y era el motivo de su erección. Sonrojado, las retira, aunque en el fondo quería seguir manoseando esa colita. Él le pide disculpa a la muchacha y ella le responde que no se tenía que preocupar. Se levanta, y toma una pequeña distancia del hombre, a quién le da la espalda, él se sienta en el sofá y no deja de mirarle el trasero, era como si estuviera hipnotizado por esas nalgas. Gabriela se estira y se da cuenta de cómo era devorada por los ojos de Eduardo, aprovecha ese momento, para presumirle más su colita. Levantando el shorts y dejando a la vista aquellas blancas y suaves nalgas.

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El maduro suspiro y su verga terminó de endurecerse, mordiéndose los labios, comienza a desear en depositar su tranca entre esas nalgotas. Él recordaba las palabras de Piero y le daba toda la razón, esa chiquilla tenía una cola simplemente maravillosa. Victoria, se desliza por el pasillo, llegando a la puerta de la habitación, en donde estaba la jovencita con el maduro. Ella iba a tocar la puerta, para confirmar si Eduardo estaba ahí, sin embargo, antes que dijera algo e incluso se moviera, alguien se acercó a ella por atrás y le agarro ambas tetas. Exaltada, Vicky deja salir un gran suspiro, el que escucha Eduardo, quien nervioso y confundido, deja de mirar el culo de Gabriela y se levantaba. 

Eduardo: ¿Vicky?

Preguntó de forma ingenua, la mujer tardo en responder, pues tenía unas grandes y gruesas manos, jugando con sus senos. Tratando de que ningún gemido sea escuchado, Vicky se da vuelta y mira a quien la manoseaba, no era otro que Carlos. El hombre robusto, no se había ido, pues se había con las ganas de cogerse a Victoria y quería calmar esas ansias. 

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Este es el nuevo relato que voy a ir publicando junto con el de "Vacaciones Candentes", espero que sea de su agrado y lo disfruten, asimismo estoy implementando el uso de imágenes y gifs, en los relatos, si esto os gusta o no, son libres a comentar.  

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